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January 26, 2023 6 mins
No quisiera dejar el libro de Éxodo sin observar una vez más la gloria de Dios ofrecida al ser humano.

Éxodo 40:34-38 “Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba.”

La gloria de Jehová llenó el tabernáculo. Es interesante que una vez construido el tabernáculo, Moisés no puede entrar! Y es que Dios, el Santo Dios no puede permitir el pecado de su pueblo. Todas las preparaciones, todas las labores de construcción, y ahora ni siquiera Moisés podía entrar en el tabernáculo.

La santidad del Señor es tal que no hay persona que pueda venir a su presencia tal como es. Esto parece una contradicción con la idea de que cualquiera puede venir a Dios. En realidad no lo es. Cualquiera puede venir a Dios, pero no en cualquier condición. Dios es Santo, y como vimos cuando Dios se apareció a Moisés en la zarza, Moisés tuvo que quitarse el calzado, porque estaba en tierra santa. Luego vemos que cuando Dios vino a hablar con el pueblo de Israel en el monte Sinaí, les pidió que se purificaran durante tres días para poder estar en la presencia de Dios. Y cuando Dios viene sobre el monte, ruegan a Moisés que sea él el que les hable y no Dios, ya que tienen temor de la grandeza de su gloria. Más tarde vimos que Moisés tuvo que esperar seis días para estar listo para ir a recibir las instrucciones de Dios.

Todo esto nos muestra que la gloria de Dios es tan grande, que no hay ser humano que pueda presentarse.

Hasta Moisés tuvo que quedarse fuera del tabernáculo porque la gloria de Dios lo llenaba.
Recordemos que Moisés había sido escogido por Dios y era muy especial.

Dios preservó la vida de Moisés de manera especial cuando sus padres lo escondieron de Faraón y lo pusieron en una cesta en el río al intentar salvarlo de una muerte segura en manos de los siervos de Faraón. Acabó adoptado por la hermana de Faraón, criado por su propia madre hasta cierta edad, y educado en la corte de Faraón.

Vimos cómo tuvo que huir de Egipto porque mató a un egipcio cuando defendía a un hebreo que estaba siendo maltratado. Huyó hacia la tierra de Madián, donde conoció a la que sería su esposa. Acabó viviendo ahí 40 años. Después de esto, Dios lo llamó para volver a Egipto para sacar a su pueblo de la esclavitud. Vimos cómo Faraón no quiso ceder a Dios, y al final el pueblo sale perseguido por el ejército de Faraón, el cual Dios destruye en el Mar Rojo, salvando a su pueblo para que pase el mar por tierra seca.

Durante todo este tiempo, Dios estuvo con Moisés, y Moisés lideró al pueblo durante el éxodo. Hemos visto en el libro de Éxodo todas las veces que Dios habla con Moisés. Nos dice Éxodo 33:8 “Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero.” ¡Qué preciosas palabras!

Durante la descripción de la construcción del tabernáculo, me llama la atención las veces que nos dice que “hizo Moisés conforme a lo que Dios le había dicho.” Moisés era un hombre dedicado al servicio de Dios.

Entonces ¿Qué pide Dios para poder entrar en su santuario, para poder acceder a la gloria de Dios?

El salmista pregunta en el Salmo 15

“Señor ¿quién habitará en tu tabernáculo?
¿Quién morará en tu monte santo?
El que anda en integridad y hace justicia,
Y habla verdad en su corazón.
El que no calumnia con su lengua,
Ni hace mal a su prójimo,
Ni admite reproche alguno contra su vecino.
Aquel a cuyos ojos el vil es menospreciado,
Pero honra a los que temen a Jehová.
El que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia;
Quien su dinero no dio a usura,
Ni contra el inocente admitió cohecho.
El que hace estas cosas, no resbalará jamás.”

Lo cierto es que no hay nadie que haga esto todo el tiempo. Entonces, ¿quién puede acceder a la gloria de Dios?

El libro de Levítico que vamos a estar mirando a continuación presenta al pueblo de Dios con sacrificios y rituales que debían seguir para estar en comunión con Dios. Sin embargo, adelanto que la obra de Cristo en la cruz zanjó toda deuda del hombre con Dios. La manera de acceder a la presencia de Dios, de gozar de su gloria sin temor, es a través del cordero perfecto, Jesucristo. Al aceptarle a Él como nuestro sustituto y Salvador, podemos acercarnos a Dios con confianza porque cuando venimos a Dios en el nombre de Cristo, Dios no ve nuestras imperfecciones, sino que ve la pureza del Cordero que quita el pecado del mundo, Jesucristo. A Él sea la gloria.
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