Bienvenidos una vez a más a buscadores de la verdad, hoy he titulado el podcast "Sigue tu camino”. Hoy será un espacio donde nos detendremos a escuchar, a sentir y a recordar quiénes somos realmente. Hoy, mientras te hablo, quizás estés caminando por la calle con los auriculares puestos, o tal vez estés sentado en el sillón de tu casa con una taza de café que te calienta las manos. Sea como sea, te invito a que respires hondo y te permitas estar aquí, conmigo, en este momento. Vamos a hablar de algo que nos toca a todos: el viaje del ser humano, sobre crecer, sobre como aprender a vivir de una manera que tenga sentido para nosotros.
Mira a tu alrededor. Somos tantos, tan distintos. No hablo solo de cómo nos vemos por fuera, de si tienes el pelo rizado o liso, de si tus ojos son oscuros o claros. No. Hablo de algo mucho más profundo. Cada uno de nosotros lleva dentro un universo entero, un mapa único de emociones, de deseos, de heridas y de sueños. A nivel espiritual, si queremos llamarlo así, somos un lienzo pintado con colores que no se repiten. Lo que a mí me hace vibrar, lo que me empuja a levantarme cada mañana, puede ser completamente diferente de lo que te mueve a ti. Y eso es lo hermoso, pero también lo complicado.
Porque, claro, a veces nos comparamos. Vemos a alguien que parece tenerlo todo resuelto: una rutina perfecta, una meditación diaria al amanecer, un diario lleno de reflexiones profundas. Y pensamos: "Eso es lo que necesito. Si hago lo mismo, voy a sentirme igual de bien". Pero la verdad es que lo que a esa persona le funciona, a ti puede hacerte sentir atrapado, perdido o incluso más vacío. Lo que para uno es un paso hacia adelante, para otro puede ser un freno, un obstáculo que nos aleja de nuestro propio ritmo.
Y aquí está el núcleo de todo: nadie, absolutamente nadie, te conoce mejor que tú mismo. Puedes leer todos los libros del mundo, escuchar a los gurús más sabios, seguir los consejos de las personas que más quieres. Pero al final del día, cuando cierras los ojos y te quedas a solas contigo, eres tú quien sabe lo que te pesa en el pecho, lo que te hace reír hasta que te duelen las costillas, lo que te susurra la oscuridad cuando todo está en silencio. Tú eres tu mejor guía, aunque a veces no lo sientas así.
Eso sí, llegar a ese lugar de claridad no es algo que pasa de la noche a la mañana. Lo que algunos llaman "despertar" —y lo pongo entre comillas porque no me gusta cómo suena a veces, como si fuera un evento mágico y definitivo— es más bien un proceso largo, lleno de altibajos. Es como caminar por un bosque sin un mapa claro: a veces el camino es recto y luminoso, y otras veces te pierdes entre los árboles, te raspas con las ramas, te sientas exhausto a descansar creyendo que no has avanzado nada. Pero está bien. Ese es el ritmo de la vida.
Y en ese camino, te prometo algo: vas a encontrar maestros. No hablo de maestros con túnicas blancas o discursos grandilocuentes. Hablo de personas, de momentos, de sincronicidades numéricas, de pequeños destellos que el azar —o el destino, si prefieres verlo así— va a poner frente a ti. Puede ser una conversación con un amigo que, sin darse cuenta, te dice exactamente lo que necesitabas escuchar. Puede ser un libro que encuentras por casualidad en una librería de viejo. Quizás ya hayas empezado a ver números maestros, esos dichosos onces, veintidós o treinta y tres. Puede ser un atardecer que te hace parar en seco y te recuerda que estás vivo. Esos son tus maestros.
Lo que necesitamos aprender, lo que realmente nos va a ayudar a crecer, siempre encuentra la manera de ll