Pra. Silvia Cinalli
01/12/2024
Principios bíblicos de la sexualidad
Primer principio: Nuestro cuerpo tiene dueño.
“… Ustedes no pueden decir que nuestro cuerpo fue creado para la inmoralidad sexual. Fue creado para el Señor y al Señor le importa nuestro cuerpo… pues nuestro cuerpo es de Él”, 1ª Corintios 6:13 (NTV; TLA).
¡Nuestro cuerpo forma parte del cuerpo de Cristo! Para el cristiano el cuerpo es santo, posee valor espiritual y el pecado sexual lo afecta gravemente. El pecado sexual afrenta al Señor “porque formamos parte de su cuerpo”, Efesios 5:30 (PDT). El cuerpo del cristiano es para el Señor y pertenece al Señor; es decir que la razón para conservar el autocontrol sexual cualquiera sea mi estado civil es Cristo céntrica o cristológica, no sociológica, moralista ni psicológica: “… Huyan de la inmoralidad sexual. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, ocurre fuera del cuerpo; pero el que comete inmoralidad sexual peca contra su propio cuerpo. ¿Acaso ignoran que el cuerpo de ustedes es templo del Espíritu Santo… y que ustedes no son dueños de sí mismos? Porque ustedes han sido comprados… den gloria a Dios en su cuerpo y en su espíritu, los cuales son de Dios”, 1ª Corintios 6:18-20 (RVC).
La Biblia establece que en la unión sexual existe una dimensión espiritual que trasciende el plano físico: “Lo que entra en el cuerpo no es lo que los contamina; ustedes se contaminan por lo que sale de su corazón… La comida… solo pasa a través del estómago y luego termina en la cloaca… Es lo que sale de su interior lo que los contamina, pues de adentro, del corazón… salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual…”, Marcos 7:15-21 (NTV). Como cristianos transformados debemos seguir transformándonos para que la pureza en todas las áreas sea la marca de vida.
¿Por qué es diferente el pecado sexual al resto de los pecados?
La razón está dada por el misterio de unidad de Cristo con nuestro cuerpo: “… Sus cuerpos… son miembros de Cristo. ¿Acaso un hombre debería tomar su cuerpo, que es parte de Cristo, y unirlo a una prostituta? ¡Jamás!”, 1ª Corintios 6:15 (NTV). No podemos pertenecer a dos cuerpos diferentes. O somos parte del cuerpo de Cristo o somos un cuerpo con el fornicario. Es una realidad tremenda y espiritualmente poderosa que cambia nuestra manera de ver todos los pecados sexuales, aun cuando el mundo los considere tan comunes como el comer y el beber.
Repasemos un poco la revelación de la Palabra. Pablo asegura que tanto la digestión de los alimentos, como la disolución del cuerpo físico por la muerte son realidades innegables. Cuando habla de ‘cuerpo’ como templo del Espíritu Santo se refiere a mucho más que un conjunto de tejidos corporales; pues ‘cuerpo’ implica toda la persona. Y por el hecho de que Cristo resucitó corporalmente, Dios asegura nuestra resurrección con un cuerpo glorificado. Recordemos que Jesús habló mucho acerca de la resurrección. Jesús dijo: “Los que hicieron el bien resucitarán para gozar de la vida eterna, y los que continuaron en su maldad resucitarán para sufrir el juicio”, Juan 5:29 (NTV); Mateo 22:30; Lucas 14:14. En este contexto de resurrección, debemos entender la naturaleza del pecado sexual. Cuando el cristiano fornica, peca directamente contra el Señor porque su cuerpo que pertenece a Cristo, ahora lo une a otra persona. Cualquier otro acto de desobediencia, no es contra el cuerpo en su sentido integral, pero la fornicación es peculiarmente un acto que viola la realidad de la unión espirit