Pastor José Luis Cinalli
16/2/2025
El Belcebú de todos los pecados
“... Amados hermanos… Asegúrense de que ninguno de ustedes tenga un corazón... incrédulo que los aleje del Dios vivo”, Hebreos 3:12 (NTV).
La incredulidad encabeza la lista de todos los pecados; es el Belcebú, el príncipe de los pecados por las siguientes razones:
1) Rechaza a Dios intencionalmente. El incrédulo no ignora a Dios, simplemente lo rechaza voluntaria e intencionalmente. ¿Qué puede ser más ofensivo que despreciar adrede el perdón que Dios nos ofrece gratuitamente? Cristo anhelaba otorgar salvación a su pueblo, pero ellos “no quisieron”, Lucas 13:34 (DHH). La incredulidad los mantuvo lejos del Salvador y, por ende, perdieron la salvación: “… Los judíos fueron talados por no creer en Dios”, Romanos 11:20 (NT-BAD); 9:30-32. El profeta Isaías dijo: “Si… quieren… y oyeren… comerán lo mejor de la tierra” (Isaías 1:19, BL95, RV60) pero “no quisieron escuchar… pusieron su corazón como diamante para no oír…” (Zacarías 7:11-12) por lo tanto fueron deportados a Babilonia. Jesús ofrece salvación a todos, pero la mayoría no la quiere: “Ustedes no quieren creer en mí para alcanzar la vida eterna”, Juan 5:40 (TLA). La tragedia más grande en esta vida es rechazar al Autor de la vida para gozar de vida eterna.
2) Fomenta otros pecados. El origen de la desobediencia de Adán y Eva fue la incredulidad. El primer pecado del hombre no fue escandaloso ni obsceno; sin embargo, dio origen a todos los demás pecados. Dios dijo: “Si comes… morirás” (Génesis 2:17, BDA2010) y la serpiente agregó: “Eso es mentira. No morirán”, Génesis 3:4 (TLA). Adán y Eva escogieron creer al Mentiroso haciendo mentiroso a Dios. Si Adán y Eva hubieran creído lo que Dios decía no hubieran comido del fruto prohibido; pero no creyeron y la incredulidad dio lugar al pecado de la desobediencia quién a su vez trajo la muerte. Moisés le dijo a los israelitas: “¡Miren! El SEÑOR ha puesto esta tierra delante de ustedes. Vayan y tomen posesión de ella como les dijo el SEÑOR en su promesa… Sin embargo, todos… dijeron: “Primero enviemos espías…”, Deuteronomio 1:21-22 (NTV). Los israelitas desobedecieron por incrédulos y la incredulidad los dejó sin bendición. “… No pudieron entrar por causa de su incredulidad”, Hebreos 3:19 (NVI). Los israelitas debían viajar solo 11 días confiados en Dios y luego disfrutar del reposo en la tierra prometida (Deuteronomio 1:2), pero la incredulidad lo arruinó todo: “El pueblo se negó a entrar... porque no creían la promesa de que Dios los iba a cuidar”, Salmo 106:24 (NTV). Entonces, “el SEÑOR... se puso furioso… su enojo aumentó... porque no le creyeron… ni confiaron en su cuidado”, Salmo 78:21-22 (NTV). No existe cosa peor que la incredulidad, ¡tiene el poder de arruinar los mejores planes de Dios para nuestras vidas!
3) Incita a otros a pecar. ¿Recuerdas los diez espías enviados a reconocer la tierra prometida? Pecaron al desconfiar de Dios; más que eso encendieron la mecha de la incredulidad en toda la nación. Los incrédulos portan un virus que es letal para la fe de los demás. Los incrédulos no agradan a Dios y tampoco permiten que otros lo hagan. Observa lo que dijo Caleb: “Los que me habían acompañado asustaron a nuestra gente; en cambio, yo confié plenamente en mi Dios”, Josué 14:8 (TLA). Ahora observa lo que dijo Dios de Caleb: “… Creyó en mi promesa. Por eso entrará junto con sus hijos en el territorio prometido…”, Números 14:24 (TLA). La incredulidad de los diez espías se propagó como el fuego a más de tres millones de personas en cuestión de segundos. ¡Qué extraordinario poder de contagio posee la incredulidad! Eso sí, esa actitud deshonrosa y hostil de incredulidad no quedó impune: “Dios los castigó con la muerte”, Números 14:36 (TLA). “… Perecieron y sus cadáveres quedaron en el desierto”, Hebreos 3:17 (BL95). Y no solo ellos sufrieron sino también todos sus familiares: “… sus hijos… vagarán por el desierto… pagarán por la infidelidad de ustedes, hasta que el último de ustedes caiga muerto en el desierto…”, Números 14:33 (NTV). Qué serio es este asunto: ¡nos alejamos de la incredulidad, o ella nos dejará sin Dios y