El salmo 119 es un poema que habla de la Palabra de Dios. Fue escrito refiriéndose específicamente a la Torá, los cinco primeros libros del antiguo testamento, la ley de los judíos. Sin embargo, las verdades del salmo son aplicables a toda la Palabra de Dios, de principio a fin.
Este salmo es un poema acróstico. Cada estrofa corresponde a una de las letras del alfabeto hebreo. Comenzando por la primera estrofa, los ocho versos comienzan con la primera letra del alfabeto, y así, cada una de las 22 secciones, por las 22 letras del alfabeto hebreo. Esto les permitía aprenderlo de memoria.
El salmo 119 exalta a Dios y a Su Palabra. Utiliza diferentes palabras para referirse a la enseñanza de Dios a su pueblo: se refiere a esta como ley, testimonios, camino, palabra, juicios, mandamientos, estatutos y preceptos. Cuando vayas leyendo verás alguna de estas palabras 184 veces. Con cada una, el salmista se está refiriendo a la enseñanza escrita que Dios ha dejado para que lo conozcamos a Él y su voluntad. ¿Qué nos dice el salmo sobre la Palabra?
En primer lugar, podemos notar los adjetivos que describen la Palabra de Dios.
Para no causar confusión, voy a evitar dar largas listas de referencias de versículos, pero si te interesa buscarlos para leerlos tú misma, puedes encontrarlos en el texto descriptivo que acompaña a la grabación.
La Palabra de Dios se describe en este salmo como justa; sus juicios son justos y sus mandamientos son justicia (7, 62, 75, 164, 172). Sus testimonios son maravillosos (18, 129), sus juicios son buenos (39), y son verdad (42, 86, 142, 151 y 160); Su palabra es eterna, que permanece para siempre, y eternos son sus juicios (89, 96, 142, 144, 152, 160). Su Palabra es más dulce que la miel (103), sus juicios son rectos (128, 137) y muy fieles (138), y sumamente pura es Su palabra (140). Sus testimonios son una delicia (24, 92, 143, 174); son consejeros (24), sus estatutos son cánticos (54), sus testimonios son gozo al corazón (111). Lámpara es su palabra y lumbrera para el camino (105).
El salmo también enumera lo que la Palabra de Dios hace en nuestras vidas. Dice que los testimonios de Dios vivifican (25, 40, 50, 93, 107, 149, 154, 156), que su Palabra nos sustenta (28), nos aviva (37), nos da libertad (45) nos consuela en la aflicción (50, 52); La Palabra de Dios limpia el camino del joven (9), protege del pecado (11), produce gozo (16, 47, 162, 172) trae bendición (56), da sabiduría (98-100, 104, 169), y ordena nuestros pasos (133).
Y el salmista, a la vez que describe lo que la Palabra de Dios es para él nos declara su respuesta a esta maravillosa palabra que Dios nos ha regalado.
Veamos primero lo que no hizo con los estatutos de Dios:
no me he apartado de tu ley (51)
no me he olvidado de tu ley (61)
no he olvidado tus estatutos (83)
no he dejado tus mandamientos (87)
no me he olvidado de tu ley (109)
no me desvié de tus mandamientos (110) , y en varias ocasiones declara:
no me he olvidado de tus mandamientos (141)
de tu ley no me he olvidado(153)
de tus testimonios no me he apartado (157)
no me he olvidado de tus mandamientos (176)
También nos dice lo que no piensa hacer con la palabra de Dios. Dice:
no me olvidaré de tus palabras (16) y
no me avergonzaré (46)
¿Por qué? El salmista comparte en el tiempo presente su respuesta a la palabra de Dios:
en ella tengo mi voluntad (35)
en tus juicios espero (43)
Compañero soy yo de todos los que te temen y guardan tus mandamientos. (63)
ahora guardo tu palabra (67)
espero en tu palabra (81)
tus testimonios son mi meditación (99)
amo tu ley (113)
de tus juicios tengo miedo (120) mas
Tu ley amo (120)
En su oración a Dios, el salmista comparte lo que ha hecho con la palabra de Dios que tanto aprecia.