Episode Transcript
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(00:00):
Dejé a mi novio por ser muy tímido y ahora quiero
recuperarlo. Me llamo Flavia y hoy quiero
contarles como arruiné todo. Hay cosas que uno no sabe que va
a extrañar hasta que se van, y no me refiero a los recuerdos
grandes ni a los momentos de película.
Hablo de lo pequeño, de lo cotidiano, de eso que no sabes
que es importante hasta que ya no está.
(00:22):
A mí me pasó con el silencio de Daniel, con su forma de estar
ahí, sin decir nada. Pero haciéndome sentir
acompañada igual con su manera de mirarme cuando hablaba, como
si de verdad estuviera escuchando cada palabra, no por
obligación, sino porque le importaba.
Yo lo dejé. Sí, lo dejé por tímido, por
callado, por ser exactamente lo que era desde el primer día.
(00:45):
Y ahora no hay una sola noche enla que no me odio un poco.
Por eso no sé en qué momento empecé a pensar que su calma era
una falta, que su silencio era ausencia.
Que su manera de ser era una debilidad.
Supongo que me contaminé. Supongo que me dejé llevar por
una idea equivocada de lo que una pareja debería ser.
(01:07):
Y ahora estoy acá escribiendo esto como una forma de
encontrarme entre los escombros de una relación que rompí yo
sola, porque él nunca hizo nada malo.
Nada. Siempre fue el mismo, siempre
estuvo, siempre dio todo lo que tenía.
Era yo la que no supo valorarlo.Era yo la que necesitaba ruido,
(01:29):
movimiento, intensidad. Como si eso garantizara algo
como si eso fuera amor verdadero.
Daniel era el tipo de persona que no hace sombra porque no
necesita pagarte para brillar. ¿Era tímido?
Sí, no de esos tímidos que se vuelven torpes o que esconden
todo detrás de una muralla, sinode esos que se sienten cómodos
(01:50):
con el perfil bajo. Que no necesitan estar en el
centro de nada para sentirse parte de algo.
No hablaba mucho, pero cuando lohacía cada palabra tenía peso.
No era de grandes gestos, pero tenía una sensibilidad que a
veces me desbordaba. Me conocía como nadie, me
escuchaba incluso cuando no decía nada.
(02:12):
Y todo eso que al principio me desarmaba de Ternura.
Después empecé a verlo como un problema.
Como si hubiera algo roto en mí,que no supiera sostener tanta
calma hoy lo extraño, extraño, incluso las cosas que antes me
frustraban, su forma de respirarhondo antes de hablar, ese gesto
de rascarse la nuca cuando no sabía que decir, su sonrisa
(02:36):
tímida cuando lo elogiaba, su incomodidad adorable en las
reuniones con mis amigos, su amor sin escándalos, sin
carteles luminosos, sin promesasexageradas.
Un amor que simplemente estaba como el sol en invierno, suave,
constante, necesario. Pero ya no está y no tengo idea
(02:57):
de cómo se repara algo que rompiste con tus propias manos.
A Daniel lo conocí en una charlasobre cine europeo.
Yo había ido por compromiso acompañando a una amiga que se
estaba formando en dirección de arte y él estaba sentado en una
esquina. Con una libreta pequeña en la
mano y unos anteojos que le daban un aire de profesor joven
(03:18):
y distraído, me llamó la atención, no por lo obvio, sino
por lo contrario. Era de esos tipos que no buscan
ser mirados, que no hacen nada para destacarse, pero que aún
así generan algo, una especie decuriosidad tranquila, como si
fueran parte de otro ritmo. Me pareció lindo, pero en ese
momento no supe describir por qué.
(03:41):
No era el típico chico atractivoque me gustaba, era otra cosa
más sutil, más íntima. Nos cruzamos cuando terminó la
charla en la salida, mientras esperábamos que pasará el ruido
de la calle para poder hablar. Me dijo algo sobre el director
de la película que habían mencionado y aunque apenas lo
(04:01):
escuché entre los autos y mi distracción, me quedé con su
voz. Era baja pero segura, sin apuro.
Me dio la impresión de que era alguien que hablaba solo cuando
tenía algo que decir y eso me gusto.
Me sorprendió a mí misma que esome gustara, porque yo estaba
acostumbrada a los tipos que te encaran de frente, que hacen
(04:22):
chistes fuertes, que intentan impresionarte con 1000
historias. Daniel no hacía nada de eso,
solo estaba y me hizo sentir tranquila.
A partir de ahí empezamos a vernos en contextos parecidos.
Me lo cruzaba en otras charlas, en cafeterías tranquilas, en
ferias de libros usados. Me enteré de que era traductor
(04:46):
freelance, que trabajaba desde casa, que le gustaban los
idiomas y la historia. Yo, con mi energía volcánica y
mi necesidad constante de estar en movimiento, me sentí
extrañamente atraída por su mundo más sereno.
Era como si su calma me anclara.Nos hicimos pareja de forma
natural, sin declaraciones rimbombantes.
(05:08):
Sin que nadie tomará la iniciativa explícitamente.
Un día simplemente me di cuenta de que le contaba todo que
pensaba en él cuando me pasaba algo bueno o malo, que quería
compartir mi tiempo con él y él,en su forma sencilla, me abrió
su mundo sin imponer nada. Tenía una biblioteca hermosa,
llena de libros anotados con letra chiquita.
(05:30):
Me hacía café con métodos raros y se tomaba el tiempo de
enseñarme cómo se usaban. Me hablaba de sus traducciones
como si fueran tesoros y yo, quevivía con la cabeza llena de
ideas rápidas, de proyectos de ruido.
Empecé a descubrir el valor de la pausa durante meses.
Todo funcionó, yo hablaba, él escuchaba, yo era impulso, él
(05:54):
era contención, era como un equilibrio raro que nos hacía
bien. Al menos eso creía yo hasta que
la balanza empezó a inclinarse sin que me diera cuenta.
Mudarse con Daniel no fue una decisión formal ni grandiosa.
No hubo ese momento de nos vamosa vivir juntos.
Ninguna de esas conversaciones llenas de expectativas o planes
(06:16):
a futuro. Simplemente un día tenía un par
de libros en su mesa de luz, otro día ya había ropa mía
colgada en su placa y antes de poder verbalizarlo, yo ya dormía
ahí todos los días. Él no lo cuestionó, no lo
celebró tampoco. Sólo hizo espacio para mí con
esa naturalidad suya que a vecesparecía resignación, pero que
(06:39):
con el tiempo entendí como una forma muy suya de amar, sin
presionar, sin invadir, sin imponer.
Una aceptación que en su momentoconfundí con pasividad.
Y al principio fue lindo. Yo me sentía como si estuviera
habitando un rincón del mundo hecho a mi medida.
Tenía una taza para el café que él me había separado, una repisa
(07:01):
sólo para mis libros. El olor a su detergente, que de
a poco empezó a hacer también miolor.
El departamento era silencioso, luminoso, lleno de esa calma que
me venía haciendo falta después de tanto correr detrás de
objetivos, después de tanta gente ruidosa y energía agitada,
vivir con Daniel me dio un respiro.
(07:21):
Un paréntesis, un lugar sin juicio donde podía estar
despeinada, callada o sensible yno pasaba nada.
Pero después, después empecé a notar cosas, o, mejor dicho,
empecé a dejar que me afectarán cosas que siempre habían estado
ahí. No fue que él cambió.
Él era exactamente igual al chico que conocí en aquella
(07:43):
charla de cine, silencioso, atento, paciente.
El problema fue que yo empecé a necesitar otra cosa, algo que ni
siquiera sabía definir. Empecé a fastidiarme porque él
no opinaba sobre mis ideas con la misma efusividad que yo.
Porque cuando volvíamos de una cena con amigos, él no tenía esa
urgencia de analizar cada detalle como yo.
(08:06):
Porque le costaba mirarme a los ojos cuando hablábamos de
sentimientos. Y aunque al principio me repetía
a mí misma que era su manera de ser, que no todo el mundo
muestra las cosas igual que yo había elegido estar con el
justamente por esa suavidad suyaque me serenaba algo adentro
mío, empezó a arder como una impaciencia que no sabía cómo
(08:27):
apagar. Como si necesitara que me
respondiera compasión con algo de fuego, con una palabra fuerte
y él me siguiera dando la misma tibieza de siempre.
Empecé a sentir que yo hablaba sola, que mis emociones
rebotaban en el cine. Encontrar eco, claro, ahora sé
que no era así, que él me escuchaba, que me observaba, que
(08:50):
absorbía todo en silencio y después lo procesaba en sus
tiempos. Pero en ese momento yo no supe
esperar. No quise.
Me parecía que estar con alguientan tímido, tan pausado, tan
suave, me estaba apagando a mí como si su calma fuera
contagiosa, como si el silencio de la casa empezara a parecerme
(09:12):
asfixiante. Y con esa idea en la cabeza
empecé a tomar distancia sin tomar distancia, a estar sin
estar, a desear cosas que no tenían forma, a fantasear con
otro tipo de relación. Una más intensa, más ruidosa,
más impulsiva, como si eso fueragarantía de algo mejor.
(09:33):
Fue en pequeños gestos donde todo empezó a desarmarse o,
mejor dicho, donde yo empecé a sabotearme.
Me acuerdo de la primera vez querechace una de sus tazas de café
sin motivo. Me lo había hecho, como siempre,
con ese cuidado casi ritualista que tenía usando su prensa
francesa. Sirviéndolo en esa taza roja que
decía buen día, como un guiño interno entre nosotros y yo, sin
(09:57):
saber bien por qué le dije que no, que no tenía ganas.
Lo vi fruncir el seño apenas, como si algo se le hubiera
aflojado adentro, pero no dijo nada y yo me fui al balcón a
mirar el cielo, como si eso me diera alguna respuesta.
Después vinieron otras cosas, dejar de dormir abrazados.
(10:19):
Empezar a inventar excusas para no cenar juntos, no contarle
todo, guardarme detalles de mi día que antes le habría
compartido sin pensar, hacer planes con otras personas sin
incluirlo, pequeñas puñaladas alvínculo que justificaba
diciéndome a mí misma que necesitaba mi espacio o ya no
conectábamos igual. Pero lo cierto era que yo estaba
(10:42):
empezando a buscar afuera lo queno encontraba adentro mío y como
no sabía explicarlo, proyectaba en él toda mi frustración.
Un día lo vi mirarme con una tristeza que no había visto
antes. Estaba en el sillón con uno de
sus libros abiertos en el regazoy yo hablaba por teléfono con
una amiga, riéndome, fuerte, exagerando una anécdota.
(11:04):
Cuando corté me miró como si no me reconociera.
No me dijo nada. Solo me miró con esa forma suya
de hablar con los ojos y en esa mirada había una mezcla de
cansancio, ternura y resignaciónque me golpeó más de lo que
admití. Pero no hice nada, no fui hacia
él. No lo abracé.
(11:25):
Solo me encerré en el baño y me lavé la cara, como si eso
pudiera limpiarme de la incomodidad que yo misma había
sembrado en ese tiempo. Empecé a salir más con amigas, a
llegar tarde a casa a no avisar,a responder sus mensajes con
monosílabos. Él no reclamaba, solo me
esperaba. Con una lealtad silenciosa que
(11:46):
en vez de hacerme sentir culpable, me enfurecía porque
era como si no reaccionar le quitara valor a lo que yo hacía,
como si su falta de respuesta nome diera la excusa que
necesitaba para enojarme con él y justificar lo que estaba
empezando a hacer, mirar a otros, fantasear con otros,
imaginarme con alguien que no fuera él y aun así seguía
(12:09):
volviendo a casa a su abrazo. A ese lugar tibio que me daba,
aunque yo ya estuviera con un pie afuera.
Nunca supe exactamente en qué momento empecé a perder a
Daniel, pero sí recuerdo con unanitidez dolorosa el momento en
que me di cuenta de que ya no loamaba igual, o al menos eso me
decía a mí misma intentando no enfrentar la culpa.
(12:32):
Fue como despertar en una casa que ya no se siente tuya, aunque
sigas reconociendo cada rincón estás ahí, pero todo lo que te
parecía cálido ahora se siente hueco.
El mismo olor, la misma tasa, lamisma persona.
Todo igual. Pero vos por dentro cambiaba y
(12:52):
entonces, una noche cualquiera, con el cielo apagado y un viento
frío que se colaba por la rendija del ventanal, sentí que
no podía más. No fue una revelación, fue una
sensación de ahogo, como si algoadentro mío gritara que
necesitaba irme, que tenía que dejarlo.
Que no podía seguir fingiendo que estábamos bien, cuando en
(13:13):
realidad hacía semanas que no nos decíamos nada con sustancia.
Recuerdo que él estaba leyendo, como casi siempre, con las
piernas dobladas en el sillón, la luz cálida del velador
iluminándole, el rostro me acerque y me senté frente a él.
No dije nada al principio, ni siquiera lo mire.
(13:33):
Solo respiré hondo, tratando de no temblar y sin dar muchas
vueltas. Sin una historia trágica ni una
excusa rebuscada, le dije que sentía que ya no funcionábamos,
que necesitaba estar sola, que no era él, que era yo las
palabras más cliché y cobardes que pude encontrar, pero que en
ese momento era lo único que podía articular sin romperme.
(13:57):
Y él, con una serenidad que me partió el alma, sólo asintió.
No me pidió explicaciones, no medetuvo, no me suplicó.
Me miró como si ya supiera que esto iba a pasar, como si lo
hubiera visto venir desde mucho antes que yo.
Ese silencio, ese entendimiento mudo.
(14:18):
Me dolió más que cualquier peleaporque me dejó sin
justificación, porque no me dio el rol de víctima, porque me
enfrentó con lo que realmente era una cobarde, escapando de
algo que no sabía cómo sostener.Junté algunas cosas sin pensarlo
demasiado, algunas prendas. Mi cepillo de dientes, un par de
(14:39):
libros. No lloré, él tampoco.
Me fui sintiendo un nudo en el pecho, una mezcla de alivio y
dolor que todavía hoy no sé cómodescribir.
Caminé por las calles frías, conel alma hecha trizas,
repitiéndome que estaba haciendolo correcto, que me merecía algo
distinto, que esto era un paso hacia adelante.
(15:02):
Pero en el fondo una vocecita medecía que acababa de cometer un
error irreversible. Los primeros días después de
irme de su casa fueron extrañamente tranquilos,
silencio, ningún mensaje, ninguna llamada.
Yo tampoco escribí. Me dije que era lo mejor, que
(15:22):
había que cortar limpio, que prolongar la comunicación.
Sólo iba a ser todo más difícil.Pero en realidad creo que no me
escribía porque no sabía qué decir, porque había algo en mí
que esperaba que él me buscara. Que viniera a pedirme que
volviera, que me dijera que estaba siendo impulsiva.
Y como no lo hizo, tuve que enfrentar el silencio más duro
(15:44):
de todos, el de alguien que te deja ir incluso cuando aún te
ama. Al principio intenté llenar ese
vacío con actividad, salidas, amigas, trabajo.
Cualquier cosa que me mantuvieraocupada.
Pero cada vez que volvía a casa sola me enfrentaba al eco, al
vacío que dejaba su voz, su presencia.
(16:06):
Su manera de habitar el espacio extrañaba su forma de preparar
café, extrañaba su manera torpe de acomodar las cosas en la
heladera, su risa bajita cuando algo realmente lo divertía, su
calor en la cama. Pero más que eso, extrañaba lo
que era yo cuando estaba con él.La Paz, la seguridad.
(16:29):
Con el tiempo empecé a revisar nuestras fotos, a escuchar las
canciones que nos gustaban. A releer nuestros mensajes y
algo empezó a doler más que antes.
Darme cuenta de que él siempre estuvo, siempre fue constante.
Nunca me dio razones para dudar de su amor y sin embargo, yo me
(16:50):
fui. Me fui buscando algo que ni
siquiera tenía nombre, algo que ahora lo veo.
Era una falta mía y no suya. Pasaron semanas.
Luego, un mes, me encontraba mirando su perfil a escondidas.
No subía nada, ni una historia, ni una foto, nada que me diera
(17:12):
pistas de cómo estaba eso. Me desesperaba porque parte de
mí quería que estuviera triste, roto, que me extrañara.
Pero otra parte tenía miedo de que hubiera seguido con su vida,
que ya no pensara en mí, que se estuviera reconstruyendo sin mí.
Y eso me dolía más de lo que estaba dispuesta a admitir.
(17:34):
Llegué a escribirle varias veces, empezaba con un hola y
después lo borraba. A veces escribía largos párrafos
que nunca envié. Me decía que era demasiado
pronto, que tenía que darle espacio, pero en realidad yo
también necesitaba ese tiempo para digerir lo que había hecho,
(17:54):
para aceptar que me había ido sin darle oportunidad de
arreglar nada, sin preguntarle si él también sentía que algo se
había roto. Simplemente asumí que mi
incomodidad era suficiente razónpara romper lo que habíamos
construido. Empecé a tener sueños con él,
sueños donde volvíamos, donde meabrazaba en silencio, donde me
(18:17):
decía que todo estaba bien. Me despertaba con el pecho
oprimido, con la piel, buscando su calor, pero lo único que
tenía era mi almohada y ese vacío mudo que yo misma había
provocado. Y entonces una tarde.
Mientras caminaba por una feria en el barrio donde solíamos
pasear, lo vi no de cerca. Estaba del otro lado de la
(18:40):
calle, solo, como siempre, con su mochila y un libro bajo el
brazo. Caminaba tranquilo, sin prisa,
sin angustia visible, y me pregunté si realmente le había
dolido mi partida, si había llorado, si todavía pensaba en
mí. Me escondí detrás de un puesto
(19:03):
de ropa usada como si fuera una adolescente.
Me sentí ridícula, cobarde. Estaba ahí, tan cerca, pero
incapaz de acercarme. Y cuando lo perdí de vista supe
que no podía seguir, así que tenía que hacer algo que no
podía quedarme atrapada en el arrepentimiento, sin actuar.
(19:25):
Y ahí, Por Primera Vez desde quelo dejé, pensé en pedirle
perdón. No para que volviera conmigo, no
para arreglar todo, sólo para que supiera que lo valoraba, que
lo había amado y que si lo perdía para siempre, al menos él
supiera que yo sabía lo que valía.
No sabía por dónde empezar. Pensé en escribirle, en buscarlo
(19:49):
en alguna de las librerías que solía frecuentar, en mandarle un
mensaje neutral. Finalmente opté por lo que me
pareció menos invasivo, un correo.
Había algo casi íntimo en eso, algo antiguo, como si el tiempo
entre nosotros mereciera una forma de comunicación más
reflexiva. Me senté frente a la
(20:10):
computadora, abrí la casilla y me quedé mirando el cursor
Parpadeando. Lo primero que escribí fue
Daniel, sólo su nombre. Tardé más de 10 minutos en pasar
de esa palabra, porque decir algo después de eso implicaba
abrir una herida cuando terminé de escribir.
No sentí alivio. Sentí vergüenza, no por lo que
(20:33):
decía, sino porque entendía que había llegado demasiado tarde.
Le hablaba de lo que habíamos tenido, de mi confusión, de cómo
me había perdido a mí misma dentro de una idea equivocada de
lo que era el amor. Le pedía perdón no por haberme
ido, sino por haberlo hecho sin permitirle defenderse, por
(20:53):
haberlo silenciado. Por haberle quitado la
oportunidad de pelear por nosotros.
Y terminé el correo sin pedirle nada, ni explicaciones, ni
respuestas, ni una segunda oportunidad.
Sólo quería que supiera que lo había valorado, que lo
extrañaba, que no había dejado de pensar en él.
(21:15):
Lo envié con el corazón latiendoen la garganta.
No pude dormir esa noche. Tardó 3 días en responder. 3
días en los que abría compulsivamente mi casilla de
correo cada media hora en los que me encontraba imaginando
todas las posibilidades. Una respuesta cruel, una
indiferente, una que no llegara nunca.
(21:39):
Pero cuando apareció su nombre en mi bandeja de entrada, me
quedé paralizada. Leí el mensaje más de una vez
antes de procesarlo. Era breve, sobrio, impecable.
No había rencor en sus palabras,solo una distancia nueva, una
que no había conocido antes. Me agradecía el mensaje, me
(22:02):
decía que también había pensado mucho en nosotros, que había
pasado por distintos momentos, tristeza, enojo, resignación,
que su vida había cambiado. Qué estaba mejor, que se sentía
en paz y después, sin adornos, sin doble sentido, me dijo que
me perdonaba. Así, sin vueltas, que no
(22:26):
guardaba rencor, que entendía que a veces uno necesita
alejarse para ver las cosas con claridad, pero que ya no veía un
camino para nosotros como pareja, que había aprendido a
vivir sin mí, que me deseaba lo mejor de verdad, pero que él no
quería volver atrás. No lloré.
(22:46):
Me quedé sentada frente a la pantalla sintiendo algo extraño.
No era exactamente dolor. Era como si me arrancarán una
esperanza que ya sabía muerta, pero me empeñaba en regar.
No me enojé con él, no tenía conque había sido generoso, claro,
amable incluso, pero no dejó puertas abiertas.
(23:10):
No me dio ninguna pista, ningunazona gris a la que aferrarme.
Y tal vez eso era lo que más dolía que lo hubiera hecho bien,
que no me dejara un espacio paraseguir esperando.
Que me hubiera perdonado sin reservas, pero también sin
nostalgia. Ese día salí a caminar por la
ciudad sin rumbo. Miraba a la gente pasar y me
(23:32):
preguntaba cómo hacía el resto para seguir adelante después de
perder a alguien así, no a alguien que te traicionó o que
te hirió. Alguien que fue bueno, que fue
honesto, que te amó de forma tranquila, sin estridencias y al
que vos no supiste cuidar. Me di cuenta de que el
arrepentimiento no siempre vieneacompañado de segundas
(23:53):
oportunidades, a veces solo sirve para ponerle nombre al
dolor, para aprender a vivir coneso.