Episode Transcript
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(00:00):
Dije mi matrimonio por mi amante, pero el tiempo me dio
una lección. Me llamo Fabiola Ramírez, tengo
32 años y aunque desde fuera cualquiera diría que siempre
tuve una vida ordenada. La verdad es que internamente he
sido un torbellino de contradicciones.
Nací en una familia tradicional de clase media en la ciudad.
(00:20):
Mi madre era profesora de colegio y mi padre un contador
serio de esos hombres que parecían vivir con un manual de
reglas bajo el brazo. Crecí entre expectativas ajenas,
ser aplicada, comedida, la hija que no diera problemas, pero yo
nunca encajé en ese molde. Desde niña me gustaba desafiar,
cuestionar, probar los límites. No era una rebelde de las que
(00:44):
escapan por la ventana en la adolescencia, pero si alguien
que disfrutaba desacomodar un poco lo que se daba por sentado
mientras mis amigas soñaban con casarse y formar una familia, yo
soñaba con experiencias intensas, viajar.
Sentir, equivocarme, dejar que la vida me sacudiera era
inquieta, lo sigo siendo. Me gusta esa sensación de que
(01:06):
algo puede cambiar en cualquier momento, como si la estabilidad
me diera vértigo. A veces me pregunto si es un
defecto o si simplemente soy así, alguien que nunca se siente
del todo satisfecha. Estudié administración porque
era lo práctico, no porque fuerami pasión en el trabajo he
cumplido. Incluso he destacado, pero en el
(01:26):
fondo sé que no es el área dondebrilla mi alma.
Aún así, logré construir una vida que a los ojos de
cualquiera, parecía buena, un trabajo estable, un matrimonio
sólido, una casa bonita. Pero detrás de eso había una
mujer que se miraba en el espejoy sentía que le faltaba algo,
aunque nunca supiera definir quécon los hombres.
(01:47):
Siempre fui intensa, tenía un magnetismo natural, sabía
coquetear, sabía provocar. Me gustaba sentirme deseada,
pero me costaba tanto más sentirme saciada.
No soy la típica mujer fría ni calculadora.
Soy pasional, emocional y muchasveces me dejé llevar más por lo
que quería en un momento que porlo que era correcto a largo
(02:08):
plazo. Cuando conocí a Anderson pensé
que él podía hacer ese equilibrio que me faltaba, pero
antes de llegar ahí. Debo decir que lo que más me
definía y lo que después me condenaría era mi necesidad de
sentirme viva, incluso si para eso tenía que empujar mis
propios límites a Anderson. Lo conocí cuando tenía 26 años,
(02:28):
en un cumpleaños al que en realidad no quería ir.
Recuerdo que estaba cansada. Había tenido una semana terrible
en la oficina y sólo pensaba en quedarme en casa.
Pero mi amiga insistió tanto queterminé vistiéndome rápido y
saliendo convencida de que no pasaría nada interesante.
Él estaba ahí, sentado en un rincón, hablando con 2 amigos.
(02:51):
No era el hombre más atractivo del hogar, no de esos que roban
miradas al instante, pero había algo en su presencia que imponía
calma. Llevaba una camisa blanca, los
anteojos ligeramente torcidos y una sonrisa tranquila que
contrastaba con el bullicio de la fiesta.
Lo curioso es que fue él quien se acercó, no de manera
atrevida, sino más bien natural,casi como si nos conociéramos de
(03:14):
antes. Me ofreció una copa y empezamos
a hablar. No me preguntó las típicas cosas
que siempre me aburrían, que me gustaba hacer, cuál era mi
música favorita. En cambio, me preguntó que me
hacía enojar esa pregunta tan rara.
Me desarmó. Terminé contándole entre risas
que lo que más odiaba era la gente que fingía ser perfecta.
(03:38):
Él me escuchó con interés genuino y Por Primera Vez en
mucho tiempo sentí que alguien no estaba tratando de
impresionarme. Sino de conocerme de verdad.
Esa noche intercambiamos teléfonos y aunque pensé que
sería uno más de esos contactos que nunca prosperan, él me
escribió al día siguiente, Anderson era distinto, no
presionaba, no llenaba el espacio con palabras vacías, me
(04:01):
invitó a tomar un café en lugar de una cena elegante.
Y fue ahí, en la sencillez de esa cita que empecé a verlo con
otros ojos, me contó que era ingeniero civil.
Que había trabajado desde muy joven para ayudar a su familia,
que no le gustaban los excesos yque prefería construir cosas
duraderas antes que perseguir aventuras pasajeras.
(04:21):
Yo, que siempre había corrido detrás de lo efímero, sentí que
había encontrado un contraste fascinante.
Al principio debo admitirlo, me pareció demasiado tranquilo,
incluso aburrido. Yo estaba acostumbrada a los
hombres que me llenaban de flores.
Mensajes impulsivos o promesas grandilocuentes.
Anderson no era así, él era consistente.
(04:44):
Estaba ahí, no para encandilarmecon gestos llamativos, sino para
sostenerme con su presencia. Y sorprendentemente, eso empezó
a gustarme. Nuestras salidas se volvieron
frecuentes. Íbamos al cine a caminar por el
malecón, a restaurantes pequeñosdonde hablábamos de todo.
Descubrí que detrás de su calma había un hombre con opiniones
(05:07):
firmes. Con un sentido del humor
inesperado que aparecía cuando menos lo esperaba.
Y sobre todo, descubrí como me miraba con esa paciencia que
hacía que me sintiera vista aceptada incluso en mis partes
más caóticas. Lo que realmente me conquistó
fue que no intentaba cambiarme yo.
Llegaba tarde a las citas, me ponía a hablar de cualquier cosa
(05:29):
sin filtro, cambiaba de tema bruscamente y el simplemente me
sonreía y seguía mi ritmo. No me criticaba.
No me pedía que fuera distinta ypara alguien como yo,
acostumbrada a sentir que siempre debía ajustarse a algo,
eso fue un bálsamo. Cuando meses después me presentó
a su familia, confirmé que Anderson era exactamente lo que
(05:51):
mostraba, un hombre sólido, sin dobleces, alguien que pensaba en
construir antes que destruir su madre me recibió con calidez.
Sus hermanos Bromearon conmigo yPor Primera Vez pensé que quizá
yo también podía encajar en esa idea de vida estable que siempre
había rechazado. Con Anderson empecé a soñar con
algo que nunca había permitido en mi vida, un futuro.
(06:13):
No un día, no una noche, no un romance fugaz, sino años por
delante. Y aunque había una parte de mí
que todavía anhelaba intensidad,otra, una más silenciosa,
empezaba a creer que La Paz también podía ser amor.
Con Anderson aprendí algo que nunca había experimentado con
nadie más, la compatibilidad. No siempre se trata de tener
(06:33):
gustos idénticos o de compartir pasiones, sino de encontrar un
punto de equilibrio entre 2 mundos distintos.
Yo era espontánea, caótica, a veces con arranques emocionales
que podían ir desde reír a carcajadas hasta llorar por una
tontería en cuestión de minutos.Él, en cambio, era un remanso de
calma. Me escuchaba sin interrumpir.
(06:56):
Me abrazaba sin preguntar demasiado y con eso lograba algo
que nadie más había logrado, bajarme las revoluciones.
Al principio creí que nuestras diferencias serían un problema.
Yo quería salir hasta tarde los viernes.
Él prefería quedarse en casa viendo una película o cocinando.
Algo sencillo. Yo era de gastar mi sueldo en
(07:16):
ropa que no necesitaba él, de planificar con detalle sus
ahorros para el futuro. Y sin embargo.
En vez de chocar, nuestras personalidades se
complementaban. Recuerdo un viaje que hicimos a
la Sierra cuando llevábamos apenas 8 meses juntos.
Yo había improvisado todo, compré los boletos el mismo día,
(07:36):
no reservé hospedaje, ni siquiera llevé abrigo
suficiente. Anderson no dijo nada cuando vio
mi falta de organización, simplemente tomó el control,
encontró un hotel pequeño pero acogedor, compró frazadas
extras, me prestó una de sus chompas.
Y en lugar de reprocharme, me dijo con una sonrisa, me gusta
(07:56):
que me sorprendas, aunque siempre termines, confiando en
que yo arreglé el desastre. Yo me reí, pero esa frase me
quedó grabada. Él no me veía como una carga,
sino como alguien a quien podía sostener sin sentirse
disminuido. Y yo, por mi parte, encontraba
en él esa estabilidad que jamás había buscado, pero que en
(08:17):
silencio siempre había necesitado.
En las conversaciones también congeniábamos de una forma
curiosa. A mí me gustaba debatir,
exagerar mis puntos de vista, provocar Anderson.
En lugar de ofenderse, me seguíaEl juego, pero con argumentos
sólidos, sin elevar la voz, podíamos pasar horas hablando de
(08:38):
política, cine o incluso de tonterías cotidianas.
Yo lanzaba fuego, el respondía con agua y juntos encontrábamos
un punto tibio donde nos entendíamos.
Con los años descubrí que Anderson no era un hombre de
grandes gestos románticos, sino de detalles pequeños y
constantes. Me dejaba notas pegadas en la
nevera con mensajes sencillos como buen día fabi.
(09:01):
Me compraba chocolate los días en que sabía que estaba de mal
humor. Me acompañaba a visitar a mi
madre sin que yo se lo pidiera. Eran actos que, aunque modestos,
me hacían sentir cuidada elegida.
Nuestros amigos solían decir queparecíamos polos opuestos.
Pero que esa era precisamente nuestra magia.
(09:21):
Yo ponía la chispa en la calma, yo el caos, él el orden.
Y aunque en algunos momentos esadiferencia generaba discusiones,
porque claro que las tuvimos siempre lográbamos encontrar un
punto medio. Recuerdo una pelea fuerte.
Yo quería que viajáramos a Europa gastando gran parte de
nuestros ahorros. Mientras él insistía en que
(09:43):
primero debíamos comprar un departamento.
Grité, lloré. Le dije que era aburrido y que
no entendía lo que era vivir la vida.
Él se quedó en silencio, me dejódescargarme y luego respondió, y
no es que no quiera viajar fabi,sólo quiero que tengamos un
lugar al que siempre podamos volver después de cualquier
(10:03):
viaje. Y esa frase me desarmó.
No era que él no soñara, era quesoñaba distinto y yo aprendí a
valorar esa forma de amar, no intensa como la mía, sino
constante, firme. Fue esa mezcla, ese complemento,
lo que termino de enamorarme. Yo nunca había pensado en
(10:23):
casarme, pero con Anderson la idea dejó de parecerme una
cadena y se transformó en un anhelo.
Nuestra boda fue todo lo contrario a lo que yo había
imaginado. En mi adolescencia siempre me
había visualizado con una celebración extravagante, un
vestido pomposo, música fuerte, una fiesta interminable.
Pero con Anderson todo tomó otromatiz.
(10:45):
Algo más íntimo, más sereno perocargado de sentido.
Nos comprometimos en una cena sencilla en casa.
Él cocino pasta, su especialidad, y en medio de la
conversación sacó un anillo que no era lujoso, pero sí perfecto
para mí, una argolla delicada con un pequeño zafiro en el
centro. No hubo discursos elaborados,
(11:08):
sólo una frase que todavía recuerdo con nitidez, quiero que
seas mi compañera todos los días.
No sólo en los fáciles, también en los difíciles.
Acepté llorando, con una mezcla de emoción y miedo.
En el fondo había una parte de mí que temía a la estabilidad,
pero otra más grande que lo deseaba con él.
(11:29):
La organización de la boda fue toda una prueba de nuestras
diferencias. Yo quería flores de colores,
música variada, un vestido poco tradicional.
Él prefería algo sobrio, clásico, sin estridencias.
Discutimos más de una vez, pero al final logramos un equilibrio.
Un evento con menos de 100 invitados en un jardín decorado
(11:50):
con luces cálidas, con una mezcla de mis caprichos y su
sobriedad. El día de la boda me levanté con
los nervios a flor de piel mientras me maquillaban.
No podía dejar de pensar en todolo que había vivido hasta ese
momento. Las dudas, las discusiones, los
viajes improvisados, las risas interminables.
Cuando entré al altar y vi a Anderson esperándome, con esa
(12:13):
sonrisa tranquila que siempre mehabía dado paz, supe que estaba
tomando la decisión correcta. La ceremonia fue sencilla pero
emotiva. No recuerdo cada palabra del
sacerdote, pero sí la forma en que Anderson me miraba como si
yo fuera el centro de todo lo que existía en ese momento.
Cuando dijimos sí, acepto, sentíque una etapa entera de mi vida
(12:34):
se cerraba y otra se abría. Ya no era la chica inestable e
inquieta. Ahora era la esposa de un hombre
que me amaba con paciencia infinita.
La fiesta fue un reflejo de nosotros, amigos bailando hasta
tarde, familia emocionada y momentos en los que nos
escapábamos solos para respirar y mirarnos como si estuviéramos
procesando la magnitud de lo queacababa de ocurrir.
(12:57):
Y fue en esa boda donde conocí Por Primera Vez a Paolo, el
mejor amigo de Anderson desde launiversidad.
Recuerdo que se acercó a felicitarme con una sonrisa
amplia, mucho más extrovertido que mi recién estrenado esposo.
Era carismático, hablador, con ese tipo de energía que atrae
miradas en cualquier lugar. Pero en ese momento él no fue
(13:19):
más que uno de los tantos invitados.
Lo saludé, conversamos un par deminutos y lo olvidé entre tantos
abrazos y fotos. No sabía entonces que ese
hombre. Con su sonrisa fácil y su forma
de mirarme sin reparo, se convertiría años después en el
detonante de la decisión más equivocada de mi vida.
La vida de casados nunca fue exactamente como yo la
(13:42):
imaginaba. Cuando Anderson y yo regresamos
de la Luna de miel, todo parecíaperfecto.
La gente nos felicitaba, nos enviaban regalos atrasados.
Nuestras familias nos visitaban con frecuencia.
Era como si todavía viviéramos dentro de una burbuja de
felicidad donde nada podía tocarnos.
Sin embargo, la burbuja no tardamucho en Desinflarse cuando la
(14:04):
rutina empieza a dictar el ritmode tus días.
Yo fabiola pasaba mis mañanas arreglando la casa, trabajando a
medio tiempo desde el ordenador y encargándome de que todo en
nuestro pequeño departamento estuviera impecable.
Anderson, en cambio, se dedicabacasi por completo al trabajo.
Al principio lo entendía. Incluso me enorgullecía.
(14:26):
Mi esposo es responsable, lucha por darnos un futuro, pero
conforme los meses avanzaban notaba que cada día llegaba más
cansado, más distante, como si cada hora fuera un ladrillo que
pesaba en sus hombros. Las noches eran silenciosas.
Yo intentaba iniciar conversaciones, contarle alguna
anécdota de mis clientes, incluso mis inseguridades, pero
(14:49):
su respuesta casi siempre era undespués, hablamos amor.
Estoy rendido antes de dormirse.No había peleas fuertes, no
había gritos, ni siquiera discusiones graves.
Eso era lo raro. El amor no desaparecía con una
guerra abierta, sino que se deslizaba poco a poco en la
indiferencia, en los silencios prolongados y en las caricias
(15:09):
que se volvían menos frecuentes.Comencé a sentir un vacío.
No era un vacío económico, ni siquiera material, era más bien
emocional. Yo necesitaba sentirme vista
admirada. Deseaba y poco a poco Anderson
dejó de darme eso. Se convirtió en un esposo
correcto, respetuoso, pero apagado, casi como si viviera
(15:32):
conmigo por costumbre y no por pasión.
En las reuniones familiares la gente decía qué bonita pareja
hacen y yo sonreía, aunque por dentro pensaba si supieran lo
frágil que se siente todo. No lo odiaba, no lo culpaba del
todo. Pero empezaba a dolerme la idea
de que quizás me había casado demasiado rápido, sin pensar en
(15:55):
que el amor romántico puede marchitarse si no se riega.
Y yo sentía que llevaba meses intentando regarlo sola sin
recibir suficiente agua de vuelta.
Ese fue el inicio de mis dudas. No las compartía con nadie, ni
con mi mejor amiga ni con mi madre.
¿Eran pensamientos íntimos que guardaba en las noches cuando lo
(16:15):
miraba dormir y me preguntaba, esto será todo?
Así será el resto de mi vida. En medio de esas dudas apareció
él, Paolo Paolo. Después de la boda me enteré que
era el instructor auxiliar del curso más joven que Anderson,
con un carisma inmediato que atrapaba a todos.
Tenía una sonrisa segura, un tono de voz que parecía dirigido
(16:37):
a ti, aunque hablara para el grupo entero.
Al principio no le presté demasiada atención, pero fue
inevitable sentir el contraste mientras en casa tenía a un
Anderson agotado. Que apenas me dirigí a un par de
frases cariñosas al día. En ese salón estaba paolo,
Atento, divertido, que me hacía reír con bromas discretas, que
(16:58):
me miraba con un interés que hacía tiempo no veía reflejado
en mi esposo. No pasó mucho para que
empezáramos a conversar fuera declase, de actualización laboral.
Primero era sobre el temario, luego sobre hobbies, hasta que
una tarde, después de que el curso terminó, me invitó a tomar
un café. Dudé, lo confieso.
(17:18):
No era correcto, pero tampoco era una traición explícita.
Era solo una charla. Esa fue la excusa que me repetí
mientras aceptaba esa tarde sentí algo que había olvidado,
la emoción de ser escuchada con atención plena.
Paolo me preguntaba cosas sobre mí, recordaba detalles de lo que
le había contado, me miraba a los ojos con una intensidad que
(17:39):
me hacía sentir deseada de nuevoy allí comprendí lo peligroso
que era yo. Estaba vulnerable.
Con un vacío en el corazón y alguien como él podía llenarlo,
aunque fuera por momentos. No ocurrió nada físico en esa
primera salida, pero en mi interior ya había una línea
cruzada porque volví a casa pensando en él, comparando lo
(18:00):
que me ofrecía con lo que Anderson ya no me daba.
Esa comparación era injusta, lo sabía, pero era inevitable.
Las semanas siguientes, cada mensaje de Paolo se volvía una
chispa de adrenalina. Yo lo esperaba con ansias.
Lo revisaba en mi teléfono escondiéndolo de Anderson como
si fueran pequeños secretos inofensivos, pero sabía bien que
(18:22):
no eran inocentes. Eran el inicio de algo que tarde
o temprano cambiaría mi vida. Y fue allí, sin darme cuenta,
cuando comencé a caminar hacia la lección más dura que el
tiempo me tenía reservada. Nunca imaginé que el día que
recogiera mis cosas para irme decasa no lloraría ni un grito, ni
una súplica, ni siquiera una escena de telenovela.
(18:45):
Sólo un silencio extraño, pesado, que se sentía como un
luto sin cuerpo. Anderson estaba sentado en el
sofá, con los codos sobre las rodillas y la mirada perdida.
No intentó detenerme. Creo que en el fondo ya sabía
que lo había perdido mucho antesde ese día, cuando le dije que
ya no podía más, sólo asintió con los ojos brillantes.
(19:09):
No me pidió explicaciones y eso fue lo que más me dolió.
Porque comprendí que su cansancio ya era más grande que
su amor. Salí de nuestro departamento con
una maleta y la sensación de estar haciendo lo correcto.
Paolo me esperaba afuera con su auto encendido y esa sonrisa
asegura que antes me hacía temblar de emoción.
(19:30):
Ahora si vas a ser feliz, me dijo mientras me tomaba de la
mano y yo quise creerle de verdad.
Quise al principio todo fue libertad, dormir hasta tarde.
Desayunar fuera, sentirme deseada otra vez, planear cosas
nuevas con alguien que me hacía reír.
Paolo era todo lo que Anderson había dejado de ser, apasionado,
(19:53):
divertido, expresivo. Me hacía sentir viva como si de
pronto tuviera 20 años. Otra vez pensaba, esto era lo
que me faltaba, alguien que me mire, que me busque, que me
elija todos los días. Pero el tiempo tiene una manera
cruel de mostrarnos las grietas cuando el brillo se apaga.
A los pocos meses, Paolo ya no era tan atento.
(20:17):
Sus mensajes dejaron de ser dulces y comenzaron a ser
prácticos. Sus caricias se volvieron
rutinarias y sus planes cada vezmás egoístas.
Descubrí que su encanto no era exclusivo mío.
Era parte de su forma de vivir, de su conquista constante del
mundo. Yo había dejado un matrimonio
estable, aunque imperfecto, por una emoción efímera.
(20:40):
Y cuando la emoción se esfumó. Lo que quedó fue la culpa.
Una culpa que me pesaba en los hombros cada vez que veía alguna
foto vieja de Anderson en redes sonriendo con sus amigos o
cuando me enteré de que había ascendido en su trabajo y que,
según decían, por fin se veía feliz.
Mientras tanto, yo me sentía fuera de lugar con Paolo, las
(21:01):
cosas se desgastaron rápido. Un día simplemente me dijo, No
quiero una relación seria ahora,fabiola.
Fue lindo mientras duró así, sindramatismo, sin pensar que
detrás de esa frase se derrumbaba todo lo que había
dejado atrás. Me quedé sola, sin esposo, sin
(21:23):
amante, sin hogar, sólo con mi maleta.
Y la certeza amarga de que habíaconfundido atención con amor,
que había cambiado una vida entera por una promesa vacía.
El tiempo, como dicen, no perdona, pero enseña.
Y me enseñó que el amor no siempre se trata de sentir
mariposas, sino de cuidar lo queconstruyes, incluso cuando los
(21:45):
días se vuelven grises. Anderson no era perfecto, pero
había sido mi refugio. Yo fui quien lo incendió
buscando calor en otro fuego. Hoy, cuando lo pienso, no me
duele que él haya rehecho su vida.
Me duele haber aprendido tan tarde que el cariño tranquilo
también era amor y que la lección más dura fue mirar atrás
(22:07):
y entender. Que yo misma fui quien arruinó
lo que más me había querido.