Episode Transcript
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(00:00):
Me convertí en una feminista radical, arruiné mi vida amorosa
y ahora me arrepiento. Hola a todos.
Soy pamela, tengo 28 años y quiero compartir algo que nunca
imaginé, escribir, ni mucho menos admitir en voz alta.
Hace algunos años me involucré profundamente en el feminismo,
pero con el tiempo terminé adoptando una postura radical
(00:21):
que me cambió por completo y no para bien.
Esta es la historia de cómo me deje llevar, como lastime a
alguien que realmente me amaba ycomo yo misma, arruiné una
relación que podría haber sido la mejor de mi vida.
No sé si esto sirva como desahogo, como advertencia o
simplemente como una confesión. Lo que sí sé es que necesito
(00:41):
escribirlo. Mi historia con el feminismo
empezó de una manera muy común. Cuando tenía 22 años comencé a
interesarme en temas sociales. Veía muchas noticias sobre
desigualdades, violencia, acoso y temas que siempre me habían
incomodado, pero nunca había reflexionado a fondo.
Una amiga de la Universidad me invitó a un par de charlas y
(01:03):
talleres que organizaban colectivos feministas.
Y ahí fue donde descubrí un espacio que me parecía seguro y
enriquecedor. Las primeras veces que asistí me
sentí comprendida. No voy a negar que algunas
experiencias que compartían las chicas me removían recuerdos
dolorosos. Yo también había pasado por
situaciones incómodas en el transporte público, en fiestas,
(01:26):
incluso dentro de la misma universidad.
El feminismo, en su forma más básica, me ofreció palabras y
conceptos para entender cosas que antes solo me generaban
rabia o frustración. Empecé leyendo libros, artículos
y siguiendo cuentas en redes sociales que hablaban del tema.
Todo era nuevo para mí y me parecía revelador.
(01:46):
Tenía la sensación de que por fin entendía muchas cosas que me
habían afectado en silencio. Con el tiempo, mis ideas se
volvieron más firmes, pero también más duras.
Al inicio mi interés era genuino.
Quería aprender, escuchar, cuestionar.
Pero poco a poco dejé de ver al feminismo como una herramienta
de reflexión y lo convertí en una especie de identidad rígida.
(02:10):
Dejé de leer autores que criticaban al movimiento porque
los consideraba traidores o cómplices del sistema.
Sólo consumía información que reforzara lo que yo ya pensaba.
En las reuniones a las que asistía se repetían frases como
los hombres son todos iguales, ninguno merece tu confianza o el
amor romántico es una trampa patriarcal.
Al principio me parecían exageraciones, pero con el
(02:33):
tiempo empecé a repetirlas. Yo también en redes sociales
publicaba mensajes incendiarios,atacaba a cualquier persona que
opinara distinto, incluso a otras mujeres que no coincidían
conmigo. Sin darme cuenta, comencé a
construir una versión de mí misma que estaba en guerra
contra medio mundo. Lo peor es que me sentía
orgullosa de eso. Pensaba que estaba despertando,
(02:57):
que había abierto los ojos y quetodos los demás eran ingenuos o
estaban cegados. En medio de esa etapa conocí a
Daniel. Él tenía 26 años y trabajaba
como ingeniero. Nos presentó un amigo en común
en una reunión pequeña. Desde el principio me llamó la
atención porque era diferente alestereotipo que yo ya me había
(03:17):
acostumbrado a tener de los hombres.
Era tranquilo, educado, respetuoso, con un sentido del
humor ligero y una mirada muy sincera.
Al inicio me resistía a dejarme llevar en mi cabeza.
Resonaban todas esas frases que había escuchado tantas veces.
Los hombres sólo buscan aprovecharse.
Ninguno vale la pena. Si parece bueno, es peor porque
(03:39):
está fingiendo. Pero Daniel insistía con
paciencia, no de una manera invasiva, sino con detalles,
pequeños mensajes atentos, invitaciones a salir a lugares
tranquilos, conversaciones largas en las que me escuchaba
de verdad. Después de unas semanas acepté
salir con él. Me sorprendió lo bien que la
pasamos. Podíamos hablar de cualquier
(04:02):
tema, libros, películas, viajes,incluso política.
Lo que más me gustaba era que nunca trataba de imponer su
opinión. Siempre escuchaba y luego daba
su punto de vista con calma. Con el tiempo nos hicimos
novios, estuvimos juntos un año y medio y puedo decir, sin
exagerar, que fue la relación más sana que he tenido.
(04:25):
Daniel era atento, detallista, siempre preocupado por mí.
No era perfecto, claro, pero en lo esencial era un buen hombre.
Me acompañaba en mis momentos difíciles, me apoyaba en mis
proyectos y me hacía sentir importante.
El problema no era él, era yo, aunque por dentro disfrutaba
(04:46):
estar con él. Mi mente seguía atrapada en las
ideas radicales que había absorbido.
Tenía un conflicto interno constante.
Una parte de mí se sentía feliz y segura con él, pero otra parte
me repetía que estaba cayendo enla trampa patriarcal.
Recuerdo que en varias ocasioneslo acusé de cosas que no había
hecho. Si se retrasaba en responder un
(05:06):
mensaje, yo asumía que estaba ignorándome.
Si me decía que quería pasar un fin de semana tranquilo en casa,
yo pensaba que no quería verme. Llegué a cuestionarlo por cosas
tan simples como pagar la cuentaen un restaurante, porque en mi
cabeza eso era un intento de ejercer poder.
Daniel nunca reaccionaba con enojo, me miraba, trataba de
(05:28):
explicarme, me decía que me quería y que no había necesidad
de pelear por todo. Y eso me hacía sentir aún peor
porque en el fondo sabía que estaba siendo injusta.
Pero mi orgullo no me dejaba admitirlo.
El punto de quiebre llegó una noche en la que discutimos por
algo insignificante. Habíamos salido a cenar y al
volver a casa yo le reclamé porque le abrió la puerta a una
(05:50):
mujer mayor que entraba al edificio.
Le dije que ese gesto era paternalista y que estaba
actuando como si las mujeres fueran incapaces de abrir una
puerta. El me miró sorprendido y trato
de explicarme que lo hizo por cortesía, no porque pensara que
esa señora no pudiera hacerlo sola.
Pero yo estaba tan encerrada en mi papel de feminista radical
(06:11):
que lo acusé de ser machista disfrazado.
Esa fue la primera vez que lo virealmente molesto.
Me dijo que estaba cansado, que por más que intentaba
demostrarme su amor y respeto, yo siempre encontraba una forma
de verlo como algo negativo. Esa noche se fué, no gritó, no
insultó, solo se despidió con unlo siento, pamela, no puedo más,
(06:34):
no me buscó después. Intenté contactarlo varias
veces, pero ya no respondió. Había bloqueado mis llamadas y
mis mensajes. Lo perdí de una manera tan
silenciosa como definitiva. Durante semanas lo odié.
Me repetía a mí misma que él erael culpable, que me había
demostrado que todos los hombreseran iguales.
(06:57):
Así me lo decían mis amigas del colectivo y yo quería creerlo,
pero la verdad es que dentro de mí había un vacío enorme.
Con el paso de los meses empecé a recordar todo lo que Daniel
había hecho por mí, los días en que me cuidó cuando estuve
enferma, las veces que me apoyó en mis proyectos, los momentos
en los que me hacía reír sin razón y me di cuenta de algo que
(07:19):
no quería aceptar. Lo perdí por mi propia culpa.
Me había dejado consumir por unaideología que me cerraba los
ojos y me llenaba de rencor. No supe valorar a un hombre que,
aunque no era perfecto, me quisocon sinceridad y yo lo alejé.
Convencida de que estaba despertando, hoy entiendo que no
fue así, más bien me estaba hundiendo.
(07:43):
No voy a negar que lo busqué losprimeros días después de la
ruptura. Le mande mensajes pidiéndole que
habláramos que aclaráramos las cosas.
Nunca contestó. Al principio pensé que sólo
necesitaba tiempo, pero pasaron las semanas y seguía sin
respuesta. Eso me dolió mucho más de lo que
estaba dispuesta a aceptar en ese momento.
(08:04):
No podía entender cómo alguien que decía Amarme podía cortar de
raíz. De esa manera no me daba cuenta
de que él ya había aguantado demasiado.
La desesperación me llevó a pedirle a algunos amigos en
común que me ayudarán a hablar con él.
Les pedí que le dijeran que quería verlo, que todo podía
resolverse. Ellos me miraban con
(08:25):
incomodidad. Algunos me decían que no era
buena idea, que lo dejará en paz, que él ya había tomado su
decisión. Pero yo insistía.
Cuando me di cuenta de que Daniel seguía rechazando
cualquier intento de acercamiento, mi orgullo se
activó. Empecé a hablar mal del frente a
esas mismas personas que intentaban mantener la
(08:45):
neutralidad. Lo describía como un machista
sin remedio, como alguien que sehabía quitado la máscara y había
mostrado su verdadera cara, inventaba argumentos para
justificar su silencio. Decía que me había engañado y
que en realidad siempre había sido igual a todos los hombres.
No era verdad. Y lo sabía, pero me resultaba
(09:06):
más fácil culparlo a él que enfrentar la idea de que yo lo
había alejado. Lo más triste es que varios de
esos amigos en común comenzaron a alejarse de mí.
No me lo decían directamente, pero lo sentía ya no me
buscaban, no me invitaban a reuniones y si coincidíamos En
algún lugar la conversación era breve y tensa.
(09:26):
El tiempo pasó y traté de convencerme de que todo estaba
bien, de que Daniel había quedado en el pasado.
Un par de meses después conocí aSamuel en una fiesta pequeña de
una compañera del colectivo. Él era diferente a Daniel en
muchos sentidos, mientras que Daniel era serio y reservado,
Samuel era más juguetón, más bromista, con un aire
(09:47):
despreocupado. Tenía 25 años, estudiaba artes
plásticas y siempre parecía estar de buen humor.
Desde la primera conversación medijo que apoyaba las causas
feministas y que entendía porqueera necesario hablar de
desigualdades. Eso me tranquilizó.
Sentí que al menos él no iba a cuestionar mis creencias.
(10:08):
Comenzamos a salir poco a poco. Samuel no era tan estable como
Daniel, no tenía un trabajo fijoy su vida parecía girar en torno
a proyectos temporales, pero yo pensaba que eso no importaba.
Lo que me atraía de él era su actitud relajada, como si nada
lo alterará después de mi relación con Daniel, que había
terminado en tantas discusiones.Estar con alguien tan liviano me
(10:31):
parecía un descanso. Los primeros meses con Samuel
fueron relativamente fáciles. No discutíamos mucho, quizá
porque él no lo permitía. Ante cualquier comentario mío,
simplemente asentía o sonreía. Si yo hablaba de mis ideas
feministas más radicales, el respondía con frases como sí,
(10:52):
tienes razón o entiendo lo que dices.
Esa actitud me hacía sentir cómoda, aunque con el tiempo
noté que en realidad nunca se comprometía demasiado con lo que
decía. Era como si repitiera las
palabras correctas sin creerlas realmente, pero en ese momento
no me importaba. Yo sólo quería sentir que estaba
con alguien que no me cuestionara.
(11:13):
Lo describía como un chico tranquilo, divertido, que sabía
cómo sacarme una sonrisa en momentos tensos.
Tenía ocurrencias inesperadas. Como improvisar dibujos rápidos
en servilletas o inventar juegosde palabras en medio de una
conversación. Todo parecía fluir, aunque en el
fondo había algo que me hacía sentir que faltaba profundidad.
(11:34):
Una tarde estábamos en mi departamento viendo una película
de comedia. Era una de esas películas viejas
con humor que hoy en día podría considerarse ofensivo en una de
las escenas. Un personaje hacía un comentario
claramente machista de esos que hacen burla de las mujeres,
reduciéndo las a estereotipos. Yo estaba a punto de hacer un
(11:55):
gesto de desaprobación cuando escuché a Samuel reírse.
No fue una risa incómoda ni nerviosa, era una carcajada
genuina, como si realmente le hubiera parecido gracioso.
En ese momento sentí que algo dentro de mí explotaba.
Fue como si todas mis inseguridades.
Mis rencores y mis ideas radicales se mezclarán en un
(12:16):
solo instante. ¿Me giré hacia él y le pregunté
con un tono duro, te parece gracioso?
Samuel, sorprendido, intentó suavizarlo diciendo, Bueno, es
sólo una película vieja. Tienen chistes así no pasa nada,
pero para mí sí pasaba en mi cabeza esa risa era una
(12:38):
traición. Yo había construido una imagen
de él como alguien que compartíamis ideologías, como alguien
seguro, y de pronto lo veía riendo de algo que yo
consideraba inaceptable. No pude controlarme, le grite.
Le dije que era un hipócrita, que se hacía el progresista sólo
para quedar bien, que en el fondo era igual que todos.
(13:01):
Sentí como mi voz se elevaba másy más mientras el apenas
intentaba calmarme. Recuerdo que se quedó callado.
Mirándome con una mezcla de sorpresa y desconcierto, no
respondió con enojo. No se defendió, simplemente me
escuchó mientras yo descargaba toda mi frustración.
Al final le dije que no quería seguir con alguien, que se reía
(13:22):
de esas cosas, que no tenía sentido estar juntos.
Si no compartíamos valores en ese momento sin pensarlo
demasiado, lo dejé. Lo extraño es que hasta la fecha
no entiendo por qué reaccioné demanera tan desproporcionada.
Era un chiste en una película, ni siquiera un comentario
personal suyo. Quizá podría haberlo hablado
(13:43):
explicarle cómo me hacía sentir,pero no lo hice.
No quise escuchar razones, simplemente exploté y corté la
relación. Después me encerré en la idea de
que había hecho lo correcto, de que era una señal de alerta que
debía tomar en serio. Pero con el tiempo me fui dando
cuenta de que esa explosión decía más de mí que de Samuel.
(14:06):
No era tanto lo que él había hecho, sino todo lo que yo
cargaba. Encima, mi resentimiento hacia
Daniel, mis frustraciones, mi necesidad de sentir que tenía la
razón siempre. Samuel sólo fue el detonante.
Hoy, al recordar ese episodio, siento vergüenza, no porque
Samuel hubiera sido perfecto, sino porque me doy cuenta de que
(14:27):
lo juzgue de manera injusta y abrupta.
Nunca le di la oportunidad de explicarse.
Nunca me detuve a pensar si su risa realmente significaba que
él apoyaba ese tipo de ideas. Simplemente asumí lo peor y
actúe en consecuencia. Lo más duro es reconocer que yo
misma me estaba convirtiendo en alguien que decía luchar contra
la intolerancia, pero en realidad era incapaz de tolerar
(14:49):
nada que no encajara exactamentecon mi visión.
Esa relación no duró ni 6 meses y terminó de una manera tan
repentina que a veces me cuesta recordar que fue lo que la
inició. Lo único claro es que otra vez
me quedé sola. Después de Samuel, mi vida
empezó a tomar un rumbo cada vezmás marcado por el feminismo
radical. No quiero decir que todo el
(15:12):
feminismo sea así, pero mi versión lo era inflexible,
intolerante y agresiva. Había convertido mis ideas en un
dogma que no podía cuestionar. Con el tiempo empecé a notar que
nadie quería estar cerca de mí de manera romántica.
Hubo algunos intentos de relación, un par de chicos que
conocí en el trabajo, otros a través de amigos en común, pero
(15:34):
todos se alejaban. Algunos me decían que yo era
demasiado intensa, otros simplemente desaparecían sin
explicación. En las pocas citas que tuve
bastaba con que el chico dijera algo que yo consideraba
mínimamente problemático para que explotara.
No tenía paciencia, no intentabadialogar, simplemente lo tachaba
de machista y me alejaba. Era como si estuviera buscando
(15:57):
excusas para confirmar mis prejuicios.
Una vez un amigo en confianza medijo en tono de broma que yo me
había convertido en la feministafinal voz como esos jefes
finales de los videojuegos que nadie quiere enfrentar porque
sabes que es imposible ganar. Me molestó mucho en ese momento,
pero con los años entendí que tenía razón.
Me había vuelto inaccesible alguien con quien era muy
(16:19):
difícil convivir sin terminar enuna discusión.
Mi rutina giraba en torno a 3 cosas.
Ir a trabajar a Starbucks, dondellevaba ya un par de años como
barista. Asistir a marchas, reuniones y
talleres feministas. Pasar horas hablando en redes
sociales con otras mujeres que compartían mi misma visión.
(16:40):
No tenía hobbies más allá de eso.
Dejé de leer novelas, de ver películas que no fueran
aprobadas por el filtro ideológico que yo misma me había
impuesto. Mis conversaciones eran siempre
sobre lo mismo. Patriarcado, opresión,
desigualdades. No niego que son temas
importantes, pero para mí se habían convertido en la única
(17:01):
lente con la que miraba el mundo.
Poco a poco fui quedándome sin amigos, fuera del círculo
feminista. Quienes me conocían de antes se
habían cansado de mis ataques y de mi actitud defensiva, y yo
justificaba esa soledad diciéndome que era mejor.
Así que si no estaban conmigo era porque no entendían la
causa. Lo más doloroso fue darme cuenta
(17:22):
de que incluso dentro del feminismo radical terminé sola.
Al principio todas éramos un grupo muy unido.
Íbamos a marchas, organizábamos actividades, nos apoyábamos
mutuamente. Pero con el tiempo algunas de
ellas empezaron a suavizar sus posturas, conseguían trabajos
más estables, empezaban a tener relaciones sentimentales,
(17:43):
construían proyectos personales que no giraban exclusivamente en
torno a la militancia. Yo las veía como traidoras, les
decía que estaban cediendo al patriarcado, que estaban
abandonando la lucha por comodidad.
Incluso llegué a cortar lazos con varias de ellas, porque ya
no se alineaban con mi forma de pensar.
(18:03):
Pero los meses pasaban y yo seguía igual sola, trabajando en
un empleo que no me apasionaba, repitiendo consignas que
empezaban a sonar huecas inclusopara mí.
Mientras tanto, esas mismas traidoras estaban logrando
cosas. Una se fue a vivir con su pareja
y se veía feliz, otra abrió un pequeño negocio, otra viajó al
extranjero para estudiar. Me dolía admitirlo, pero ellas
(18:26):
tenían razón en algo. La vida no podía reducirse a una
guerra eterna contra todos. Yo seguía aferrada a esa rabia y
lo único que conseguía era aislarme más.
Hace 2 semanas recibí una noticia que me sacudió una amiga
en común, de esas pocas que aún me hablaban de vez en cuando.
Me contó que Daniel se había casado al principio.
(18:48):
No supe cómo reaccionar, me limité a sonreír y fingir que no
me importaba, pero cuando lleguéa casa y estuve sola sentí un
golpe en el estómago. No era que quisiera volver con
él. Eso ya estaba muy lejos en el
pasado. Era más bien la imagen de lo que
había perdido, un hombre que realmente me había querido y al
(19:09):
que yo había alejado con mis actitudes.
No lo lloré como se llora un amor que quieres recuperar.
Lo lloré como se llora. Una oportunidad desperdiciada.
Me di cuenta de que nunca lo valoré y ahora él había seguido
adelante con su vida, construyendo lo que yo alguna
vez pensé que quería. Un par de meses antes había
(19:29):
tenido otra experiencia que me dejó pensando, caminaba por el
centro comercial cuando lo vi era Samuel, no estaba solo, iba
acompañado de una mujer y una niña pequeña que claramente era
su hija. Los observé unos segundos desde
lejos. No me dieron.
Estaban riendo los 3, caminando sin prisa, con esa tranquilidad
(19:53):
que siempre había caracterizado a Samuel.
Se veían como una familia. No voy a mentir.
Sentí celos, no de él específicamente, sino de lo que
representaba esa imagen. Yo lo había dejado por algo tan
insignificante como reírse en una película y ahora él había
formado un hogar algo estable. Algo que yo ni siquiera había
(20:15):
logrado acercarme a construir. Mi arrepentimiento no tiene que
ver con querer que Daniel o Samuel vuelvan.
Eso sería absurdo y egoísta. Ellos ya siguieron adelante y
está bien. Mi arrepentimiento es darme
cuenta de que mientras yo estabaocupada peleando con el mundo,
ellos estaban ocupados viviendo.Yo me quedé atrapada en una
(20:36):
versión de mí misma que sólo sabía rechazar, señalar, dividir
mientras tanto. La vida de los demás avanzaba,
construyeron relaciones, formaron familias, alcanzaron
metas. Al verlos a ellos.
Entendí que lo que yo realmente quería no era estar sola,
peleando contra fantasmas. Quería amar y ser amada.
(20:58):
Quería un compañero, alguien conquien compartir cosas simples,
un café en la mañana, una caminata en el parque, una risa
compartida frente a una tontería.
Quería un proyecto de vida, no una eterna batalla.
Hoy me cuesta admitirlo, pero medoy cuenta de que mis
pensamientos tan radicales no mellevaron más que a la
marginación. Perdí amigos, relaciones,
(21:20):
incluso oportunidades de crecimiento personal.
No porque el feminismo en sí seamalo, sino porque yo lo convertí
en una cárcel. Me aferré tanto a la rabia que
terminé olvidando lo que quería como persona.
Y lo más doloroso es darme cuenta de que nadie me obligó a
hacerlo. Yo sola me puse en ese lugar.
(21:41):
Ahora estoy tratando de reconstruirme.
No sé cómo se hace ni si es demasiado tarde.
Lo que sé es que no quiero seguir siendo la feminista
final, voz que todos se editan. Quiero volver a ser alguien con
quien se pueda conversar, alguien capaz de amar sin poner
1000 pruebas ni condiciones imposibles.