Episode Transcript
Available transcripts are automatically generated. Complete accuracy is not guaranteed.
Speaker 1 (00:00):
¿Sabías que en los
años 30 a Puerto Rico llegó un
doctor con bata blanca, cara decientífico y un plan para
borrarnos del mapa?
Supuestamente venía a curar laanemia, pero lo que trajo fue
otra cosa Desprecio,experimentos y muerte, porque
cuando la medicina cae en manosequivocadas, puede dejar de
(00:23):
sanar y convertirse en un arma.
Esta es la historia deCornelius Rhodes, el doctor que
quería exterminarnos.
Proceed with caution, officerson the scene.
(00:48):
Suspect is in custody.
Hola, mi gente, bienvenidos asu canal.
Delitos de Sangre.
Yo soy Magaly.
Gracias por acompañarme duranteeste nuevo episodio.
Como siempre.
Los invito a que seas parte deesta familia.
Suscríbete al canal, déjame unlike, un comentario.
Comparte el video para quellegue a donde más personas.
En 1931, puerto Rico no era niestado ni república.
Era un territorioestadounidense desde 1898,
(01:13):
cuando España nos entregó comobotín tras la guerra
hispanoamericana.
Desde entonces, el gobierno deEstados Unidos había tomado
control de todo de las leyes, dela educación, del sistema de
salud y de nuestras vidas.
Y mientras tanto, nosotros, lospuertorriqueños, vivíamos en
condiciones de pobreza, conbrotes de enfermedades, acceso
(01:36):
limitado a servicios médicos yun clima social cargado de
desesperanza.
Era el escenario perfecto paraque llegara alguien con bata
blanca, supuestamente con laintención de ayudar.
Ese alguien fue CorneliusPackard Rhodes.
Cornelius Packard Rhodes nacióel 20 de junio de 1898 en
(02:00):
Springfield, massachusetts, unaciudad que ya para ese tiempo
tenía hospitales, universidadesy familias con poder.
La familia de Cornelius era unade ellas.
Su papá, thomas Packard Rhodes,era un oftalmólogo bien
establecido, un hombre blanco,educado, protestante, con dinero
(02:23):
, conexiones y reputación.
Cornelius creció con todoresuelto en su mundo Educación
privada, círculos socialescerrados, veranos cómodos y sin
necesidad de mirar hacia abajo.
Desde pequeño le enseñaron queél era diferente, no mejor por
esfuerzo, sino por nacimiento,porque así funcionaba el mundo
(02:46):
en el que vivía, y él se locreyó.
Cursó su educación secundariaen Springfield Y, cuando le tocó
ir a la universidad, se fue aBucknell University, una
institución privada enPensilvania.
Allí no solo se destacóacadémicamente, sino que empezó
a cultivar lo que sería suimagen para el resto de su vida.
(03:10):
Cornelius era un joven brillante, confiado, competitivo y cada
vez más seguro de que el mundoera suyo.
Para moldearlo, después deBucknell fue aceptado en la
Harvard Medical School, donde yano era un estudiante más.
Ahí fue elegido hastapresidente de su clase y en 1924
(03:33):
se graduó con honores comomédico.
Lo tenía todo prestigioacadémico, liderazgo y un
currículum que no solo abríasino que tumbaba cualquier
puerta, pero también arrastrabaalgo que no se veía en papel Una
mezcla de ego, elitismo y unavisión profundamente jerárquica
(03:55):
del mundo.
Para él, no todos valíamos lomismo.
Después de Harvard, comenzó suinternado en el Peter Bent
Brigham Hospital, uno de losmejores hospitales de Boston, y
ahí la vida le pegó un gransusto al contraer tuberculosis
pulmonar.
Estuvo grave, fue internado yaislado por varios meses, y fue
(04:18):
durante ese tiempo que algo enél cambió, que algo en el cambio
.
Mientras que otros saldrían delhospital con más empatía
sabiendo por lo que él pasó,cornelius salió con una fijación
, una obsesión.
Se sumergió en los libros, enlos tejidos y en todos los
procesos patológicos y se volvióadicto a entender cómo las
(04:44):
enfermedades atacaban el cuerpoY, más aún, cómo él podía
manipularlas, controlarlas.
Cuando se recuperó, corneliusno perdió el tiempo y publicó un
estudio sobre la reaccióntuberculínica, junto a su colega
y futuro cómplice profesional,fred W Stewart.
(05:04):
Ese fue su pase directo almundo de la investigación seria
y le encantó, no los pacientes,claro, pero sí el poder de saber
más que los demás.
Luego se convirtió en profesorde patología en Harvard,
mientras seguía publicando,enseñando y moviéndose con
(05:25):
soltura en los círculosacadémicos más exclusivos del
país.
Jackie Cornelius no era sólo elestudiante estrella, era el
científico joven con agenda, conactitud y con cero dudas de que
el mundo le debía unlaboratorio sin límites.
En 1929, con apenas 31 años,fue reclutado por el Rockefeller
(05:53):
Institute for Medical Research,una de las instituciones
científicas más influyentes delplaneta.
Allí trabajó directamente conSimon Flexner, que era como el
papa de la medicina experimentalen esa época.
Además, lo nombraron patólogode la planta en el Rockefeller
Hospital, donde se dedicó aestudiar hematología, cáncer y
(06:16):
poliomielitis.
Rhodes iba subiendo como laespuma, no solo por su
inteligencia, sino porque sabíamoverse.
Sabía a quién impresionar, cómohablar, cómo vestirse, cómo
caerle bien a los hombres conpoder.
Y lo logró Al punto que, cuandola Rockefeller Anemia
(06:37):
Commission necesitó a alguienpara liderar un estudio clínico
en Puerto Rico, ni lo dudaron Élfue la primera opción, un tipo
joven con bata blanca,currículum perfecto y cero
frenos éticos.
Lo enviaron con una misiónhumanitaria, humanitaria, la
cual era estudiar la anemiasevera que afectaba a la
(06:58):
población puertorriqueña.
Pero lo que Cornelius Rhodesllevó a la isla no fue medicina,
fue arrogancia y un desprecioque lo iba a traicionar con
tinta y papel.
Hay que entender bien dóndecayó, porque Puerto Rico en 1931
(07:25):
no era ni la sombra de lo quees hoy.
Llevábamos ya más de tresdécadas bajo control
estadounidense, desde lainvasión de 1898.
Y aunque nos decían ciudadanos,la verdad es que no teníamos ni
voz ni voto.
No votábamos por el presidentey todavía no votábamos si vivía
(07:45):
en Puerto Rico, y tampocoelegíamos al gobernador.
Todo se decidía en Washington.
Puerto Rico era literalmente unlaboratorio político y médico.
También En lo económicoestábamos destrozados.
La gran depresión había pegadofuerte y en Puerto Rico se
sintió todavía más.
La mayoría de la tierra estabaen manos de corporaciones
(08:08):
azucareras de Estados Unidos.
Los trabajadores boricuas,gente de campo, jornaleros
pobres trabajaban de sol a solpor centavos.
Las condiciones eraninfrahumanas, Las huelgas eran
constantes, el hambre era cosadiaria y, como si fuera poco, la
salud pública era unacatástrofe.
(08:30):
Enfermedades como elanquilostoma, la malaria, la
anemia severa y otrascondiciones relacionadas a la
desnutrición estaban por todaspartes.
El sistema médico era precarioy en muchos pueblos no había ni
médicos ni hospitales.
¿y sabes quién sí tenía centrosmédicos modernos?
Las misiones protestantes deEstados Unidos Tenían los
(08:54):
hospitales bien montados,limpios con tecnología, pero no
hechos realmente para el pueblo,sino que eran para los
proyectos especiales, como losque llevó a Cornelius hasta
Puerto Rico.
A eso súmale que la educaciónse daba en inglés, cuando la
(09:14):
mayoría de los boricuas sólohablaban español.
Y súmale también el racismo, elclasicismo, el trato como
ciudadanos de segunda.
El trato como ciudadanos desegunda.
La isla era vista como unexperimento y esa era la
mentalidad con la que llegaronmuchos médicos, funcionarios y
científicos estadounidenses,como quien dice venimos a
(09:35):
civilizar, venimos a enseñarlecómo se hace.
Pero en realidad venían conotra agenda.
Y justo ahí es cuando entra enescena el joven doctor estrella
Cornelius Packard Rhodes.
Llegó en enero de 1931, pero yasabemos que no vino a sanar.
Vino con su bata blanca ymentalidad colonialista.
(09:57):
Llegó a un Puerto Ricodesesperado, vulnerable, lleno
de gente que confiaba en losmédicos porque no sabían qué más
hacer.
Y él lo sabía y lo aprovechó.
Lo asignaron al PresbyterianHospital en Puerta de Tierra,
uno de los centros médicos másmodernos de la isla.
(10:19):
Pero ese hospital no erarealmente para los
puertorriqueños.
Pero ese hospital no erarealmente para los
puertorriqueños.
Realmente era un proyectofinanciado por misiones
protestantes de Estados Unidosbajo el control del Rockefeller
Institute.
Desde el principio, rhodes fuetratado como la estrella del
hospital.
Tenía su propio laboratorio,recursos personal a su
(10:45):
disposición y, lo más importantepara él, acceso a pacientes
pobres, enfermos, sin voz y sinopción.
Y ahí, en ese entorno, empezó amostrarse tal como era que
surgieron de su tiempo en elhospital.
No hablaban de avances ni decuras.
Hablaban de un médico que senegaba a tratar a ciertos
(11:09):
pacientes, que rompía las dietasprescritas por otros doctores,
que tomaba decisiones médicassin consultar y que, peor aún,
se refería a los puertorriqueñoscomo si fueran ratas de
laboratorio Delante de suscolegas.
Hablaba con desprecio, nointentaba aprender español, no
(11:32):
mostraba interés en la culturani en las condiciones sociales
de los pacientes.
Lo suyo no era empatía nivocación, era soberbia pura.
El respaldo del RockefellerInstitute, porque era joven,
porque era blanco, porque eraeducado en Harvard, porque sabía
(11:53):
más, porque los que estabandebajo de él pacientes pobres,
técnicos locales, médicosboricuas no tenían el mismo peso
.
Rhodes tenía un territorio sinvigilancia real y un ego del
tamaño del imperio que lo envióEn sus cartas privadas.
Al principio se notaba,encantado con la isla, que si el
(12:15):
clima es buenísimo, el paisajees bello, el entorno agradable.
Pero no pasó mucho tiempo antesde que esa imagen se rompiera y
diera paso a lo que realmentehabía detrás Puro odio.
Puerto Rico para él no era unlugar con personas, era un
(12:43):
experimento, un sitio ideal parahacer pruebas sin reglas, para
hacer lo que le diera la gana,un campo de ensayo disfrazado de
hospital.
Y todo eso iba a explotar muypronto en una sola carta, una
que él mismo escribió con supuño y letra, una que lo
delataría para siempre.
El 10 de noviembre de 1931,cornelius Rhodes asistió a una
(13:06):
reunión social en una casa de uncolega puertorriqueño en Sidra.
Pasé una noche tranquila comocualquier otra entre médicos.
Conversaron, tomaron alcohol,se rieron.
No sé, a mí una reunión dedoctores en aquella época me
suena bastante aburrida.
Encontró con que su carro habíasido vandalizado, le rompieron
(13:30):
los cristales, le robaron cosasde su interior Y, con ese ego
que no toleraba ni una rayita ensu orgullo, se encendió, volvió
al hospital enojado, borracho ycon sed de desahogo.
Se encerró en su oficina delPresbyterian Hospital, sacó
papel membretado del RockefellerInstitute y escribió una carta,
(13:55):
y no cualquier carta, sino unacarta que pasaría a la historia
como una de las confesiones másenfermizas jamás escritas por un
médico.
La carta iba dirigida a suamigo y colega en Boston, fred W
Stewart, y aunque empieza comouna descarga de rabia, lo que
(14:17):
sigue es pura podredumbre, ycito Los puertorriqueños son sin
duda la raza más sucia,perezosa, degenerada y ladrona
que jamás ha habitado estaesfera.
Me enferma tener que vivir enla misma isla que ellos.
(14:38):
Son incluso peores que lositalianos.
Lo que esta isla necesita no esmedicina, sino una ola gigante
que los borre del mapa.
He hecho mi parte, ya hedesvivido a ocho de ellos Y he
intentado implantar cáncer envarios.
(15:02):
Aquí la compasión por elpaciente no existe.
De hecho, los médicos disfrutandel abuso y la tortura de estos
pobres infelices.
Y al final, así sin filtro,como si hablara de insectos, no
(15:27):
de seres humanos, puso su nombreDusty, su apodo.
Ahora, el Dr Rhodes no llegó aenviar esta carta.
La carta se quedó sobre suescritorio como si no importara,
como si nadie fuera a leerla,como si el desprecio, el racismo
y la confesión de vivirpacientes no fueran gran cosa,
hasta que alguien la encontró.
(15:47):
Un técnico puertorriqueñollamado Gonzalo González, que
trabajaba en el hospital, vio lacarta y no se quedó callado.
La compartió con otrostrabajadores y en poco tiempo
esa carta llegó a manos delPartido Nacionalista de Puerto
Rico.
Y ahí fue cuando todo explotó.
(16:08):
El líder del partido, pedroAlbizu Campos, leyó la carta y
no dudó en denunciarlopúblicamente, diciendo que no
era solo una carta enferma, sinoque era una prueba viva del
odio sistemático que el gobiernocolonial estadounidense sentía
(16:29):
por el pueblo puertorriqueño.
Albizu no se guardó nada.
Repartió la carta en panfletos,la leyó en mitines, exigió
justicia.
Y la gente reaccionó.
Hubo protestas, escribieroncartas al gobernador, presión en
la prensa, indignación en cadarincón de la isla.
(16:50):
¿y saben qué hizo?
Cornelius Huyó Se fue de PuertoRico en diciembre de 1931,
apenas semanas después deescribir esa carta.
Lo sacaron bajo custodia rápido, sin mucha explicación, como
quien rescata a alguien delfuego antes de que lo quemen.
(17:11):
Vivo con la verdad Y desde lejos, bien cómodo en Nueva York,
empezó a decir que todo habíasido una broma, que no era en
serio, que era sarcasmo, unabroma Confesar que desviviste a
ocho pacientes y decir quequerías exterminar a todo un
(17:34):
pueblo.
Eso es una broma.
Pero esa fue su defensa y,tristemente, fue suficiente.
Después del escándalo que searmó por la carta y la presión
pública de Pedro Alviso, camposy el Partido Nacionalista no
dejaron bajar ni por un segundo.
El gobierno colonial no tuvomás remedio que hacer algo, así
(17:57):
que el 6 de enero de 1932, elfiscal general de Puerto Rico,
rafael Alonso Torres, anuncióque se abriría una investigación
formal, que querían revisartodo, que si las muertes en el
hospital, los pacientes bajo elcuidado de Rhodes, sus
expedientes, sus tratamientos ytodo eso sonaba bien claro
(18:21):
investiguen.
Pero ya todos sabíamos lo quevenía.
Analizaron los historialesmédicos de 257 pacientes que
habían pasado por las manos deCornelius en el Presbyterian
Hospital de San Juan.
De esos, 13 murieron mientrasél estaba a cargo 13.
(18:42):
Y sin embargo, la investigaciónconcluyó que no había
suficiente evidencia para probarque él hubiera matado a nadie.
Según ellos, todo parecíaindicar que la carta había sido
escrita en un tono fantástico,que había sido una exageración,
una sátira, una manera dramáticay supuestamente jocosa de
(19:04):
desahogarse.
En otras palabras, le creyeron.
Le creyeron al médico blanco deHarvard que dijo haber matado
gente y no le creyeron a lospacientes pobres y colonizados
que estaban muertos.
Así de claro, mi gente, y así desucio.
Y con eso el caso se cerró, sincargos ni consecuencias, nada
(19:27):
contra Rhodes y sin justiciapara las víctimas.
Cornelius Rhodes fue absueltosin juicio, sin tener que dar ni
una sola explicación, como sinada hubiera pasado, como si los
muertos fueran un rumor, comosi los puertorriqueños no
valieran la pena de serdefendidos.
Y lo peor estaba por venir,porque, mientras allá en Puerto
(19:51):
Rico se sentía la indignación,en Nueva York le estaban
preparando una nueva oficina.
Mientras en Puerto Rico lagente seguía exigiendo justicia,
en Estados Unidos a CorneliusRhodes lo estaban aplaudiendo.
Porque sí?
(20:23):
el mismo hombre que escribiócon su puño y letra que había
desvivido a ocho pacientes, elmismo que dijo que los
puertorriqueños deberíamos serexterminados, regresó a Nueva
York sin una mancha legal y conuna nueva carrera bajo el brazo.
1932 fue nombrado jefe delDepartamento de Patología del
Memorial Hospital for Cancer andAllied Diseases en Nueva York.
O sea, en vez de sancionarlo,le dieron más poder, más
recursos y más pacientes.
Lo pusieron a trabajar en elcampo que más le interesaba el
(20:47):
cáncer.
Y allí volvió a encontrarse consu colega y amigo Fred W
Stewart, el mismo a quien lehabía escrito aquella carta, y
juntos comenzaron a trabajar enlo que pronto se convertiría en
una de las instituciones másimportantes del país, el
Memorial Sloan Kettering CancerCenter.
(21:08):
Y quién fue el primer directorde ese centro?
Cornelius Packard Rhodes, elhombre que despreciaba a los
puertorriqueños y confesóhaberlos usado como conejillos
de indias, se convirtió en ellíder de una de las
instituciones más prestigiosasen la investigación contra el
(21:30):
cáncer.
Desde ahí, no solo dirigíaestudios, también decidía a qué
científicos se financiaba, quétratamientos se desarrollaban y
qué vidas merecían prioridad.
Y no quedó ahí.
Durante la Segunda GuerraMundial, rhodes fue nombrado
(21:51):
coronel por el Ejército de losEstados Unidos y lo pusieron a
cargo de una de las tareas mássensibles del momento dirigir el
programa de guerra química delArmy Chemical Warfare Service.
Traducido al español, claro.
Le dieron permiso paraexperimentar con armas químicas
(22:12):
en seres humanos.
Los experimentos se llevaron acabo en bases como Edgewood,
arsenal y afectaron a más de60.000 soldados estadounidenses.
Muchos de ellos eranpuertorriqueños, afroamericanos
y hombres de comunidadesmarginadas, usados como material
de prueba sin consentimiento,sin información, sin protección.
(22:35):
Los rociaban con gas mostaza,les provocaban quemadura, los
encerraban en cámaras, lesaplicaban compuestos tóxicos en
la piel.
Querían supuestamente medir lareacción del cuerpo humano bajo
ataques químicos, saber cuántopodía aguantar el cuerpo humano
y los resultados.
(22:56):
Obviamente que resultaron, condaños pulmonares permanentes,
ceguera, cicatrices genitales,traumas psicológicos que nunca
se curaron, y todo eso con elsello de aprobación de Cornelius
Rhodes.
Pero ni eso lo detuvo.
Al terminar la guerra, loregresaron al Sloan Kettering,
(23:20):
pero ahora con estatus de héroemilitar y científico, y desde
ahí comenzó una nueva etapa ensu carrera el desarrollo de la
quimioterapia.
Usó parte del expediente dearmas químicas del ejército para
probar compuestos en pacientescon cáncer.
(23:41):
Y algunos de esos estudiosaportaron avances importantes,
pero otros fueron solamenteabusos disfrazados de ciencia,
experimentos sin consentimiento,pruebas en manos vulnerables.
Y mientras todo eso pasaba, en1949 Cornelius Rhodes apareció
(24:04):
en la portada de la ciencia.
Lo mostraron como visionario,como un símbolo del progreso
médico, pero ni una sola palabrasobre Puerto Rico.
Bueno, pasaron los años yCornelius Rhodes murió el 21 de
(24:26):
agosto de 1959 a los 61 años, deun infarto.
Hasta el último día, seguíasiendo el director del Memorial
Sloan Kettering.
Nunca enfrentó una acusaciónformal, nunca pidió disculpas,
nunca pagó por nada.
Y la historia, como tantas casi, se pierde, pero casi no es lo
(24:50):
mismo que olvidada.
En 1979, la AARC, la AmericanAssociation for Cancer Research,
creó el premio CorneliusPackard Rhodes Memorial Award,
un galardón importante yrespetado que fue entregado por
más de 20 años a científicosdestacados en oncología, con el
(25:13):
nombre de un hombre que dijoexterminar a los puertorriqueños
.
Eso era lo correcto?
nada, nadie.
Y así, año tras año, su nombreseguía apareciendo en congresos,
en portadas de revistas y enmuchos discursos, como si nunca
(25:33):
hubiera escrito aquella cartaHasta que llegó el 1982.
Ese año, el sociólogopuertorriqueño Félix Toño Matos
Bernier y el historiador FélixOjeda Reyes comenzaron a
investigar el rol de científicosestadounidenses en la isla
durante la primera mitad delsiglo XX.
Y ahí, revisando documentos,cartas y archivos del gobierno,
(25:59):
se toparon con algo que muchosya habían sospechado.
Que muchos ya habían sospechado, había una segunda carta, una
aún más grave, una que, según elex gobernador James R Beverly,
fue tan perturbadora quedecidieron destruirla, no
archivarla, no investigarla, nomencionarla en informes
(26:21):
oficiales, simplemente laborraron de la historia.
Esa revelación lo cambió todo.
Porque si una carta ya eraespantosa, ¿qué era lo que decía
la segunda?
Con esa información, matos,bernier y otros intelectuales
(26:42):
exigieron al Departamento deJusticia de Puerto Rico que se
reabriera el caso, que sehiciera justicia aunque fuera
histórica.
Pero la respuesta fue la desiempre No se puede.
El Dr Rhodes ya falleció.
Pero y los muertos Y los queusaron como pruebas Y los que
nunca supieron que los estabanusando?
Nada silencio.
Pero ellos no se quedaron debrazos cruzados.
(27:05):
En el año 2002, el profesorEdwin Vásquez, biólogo de la
Universidad de Puerto Rico,encontró una copia autént
directamente a la AmericanAssociation for Cancer Research
(27:27):
Y les hizo esta pregunta ¿Sabena quién están honrando con este
premio?
¿Conocen la historia completadel Dr Rhodes?
Y esta vez mi gente no pudieronignorarlo.
En 2003, bajo la presiónpública y académica, la AACR
canceló el Cornelius PackardRoads Award.
(27:49):
Emitieron un comunicadodiciendo que, aunque no había
evidencia concluyente de quehubiera desvivido a pacientes o
trasplantado cáncer, elcontenido de la carta era tan
racista, tan despreciable, taninaceptable que no podían seguir
celebrando su nombre.
72 años después, mi gente, noporque el sistema lo reconoció
(28:12):
solo, sino porque lospuertorriqueños se negaron a
callarse.
La historia de Cornelius Rhodesno es solo la historia de una
carta vieja.
Es un retrato brutal de lo quepasa cuando el poder, el racismo
y la ciencia se mezclan sincontrol y sin consecuencias.
Este hombre escribió con puño yletra que mató a ocho pacientes
(28:35):
, que intentó inyectar a cánceren otros y que el pueblo
puertorriqueño debería serexterminado.
Y fue premiado, ascendido, sufoto fue puesta en portadas de
revistas, condecorado por elejército, un premio de medicina
con su nombre, y silencio, muchosilencio.
Pero ¿qué dice eso de lasinstituciones que lo protegieron
(29:00):
?
¿Qué dice de los que sabían ylo dejaron seguir, de los que lo
vieron como un genio, ignorandoque también era un monstruo?
La carta de Rhodes no solo fueuna aberración personal, fue una
ventana.
Cómo se veían lospuertorriqueños desde arriba?
como material descartable, comocuerpos sin derechos, como
(29:20):
números en un estudio, no comoseres humanos.
Y no, esto no fue un casoaislado.
Fue parte de una historia muchomás larga, porque después de
Rhodes vinieron losanticonceptivos experimentales a
esterilización forzada, laspruebas con medicamentos no
aprobados, los estudios secretosen comunidades pobres.
(29:41):
Y siempre el mismo patrón Espor el bien de la ciencia.
Ellos no entienden, pero es porsu bien, nadie va a preguntar.
Pues, estamos aquí preguntando,exigiendo y recordando, porque
contar esta historia así es unaforma de justicia, una forma de
decirle al mundo esto pasó y nolo vamos a dejar pasar.
(30:04):
Cornelius Rhodes murió en 1959,pero su sombra sigue presente,
no por él, sino por todo lo querepresenta El colonialismo
disfrazado de ayuda, el racismocientífico, el daño que causó,
el desprecio que dejó plasmadoen papel y el sistema que lo
aplaudió.
Todavía están presentes enmuchas formas.
(30:26):
Por eso no lo olvidamos, porqueesto no es solo historia, es
una advertencia.
Hoy, en el 2025, su nombre yano está en premios, pero su
historia sigue siendo nuestra.
Y si esta historia te diocoraje, te revolvió el estómago,
te abrió los ojos, compártela,no por mí, sino por todo lo que
(30:48):
ya no tienen voz para contarla.
Porque cuando un hombre escribeque mató a personas y lo
premian por eso, eso no esciencia, eso es una barbarie Y
nosotros, los boricuas, no somossujetos de prueba, somos un
pueblo con memoria y dignidad.
Que no se nos olvide.
A mí me da un coraje tan grandecuando yo tengo un paciente
(31:08):
especialmente latino no soloboricua latino que toma
medicamentos y no sabe ni porqué se lo están tomando, ni para
qué se lo están tomando.
Hay que desconfiar, haganpreguntas, porque no sabemos
todo lo que nos están dando.
Eso es un problema degeneración en generación que no
ha cambiado.
(31:29):
Yo llevo 21 años trabajando enemergencias médicas y siempre ha
sido lo mismo.
Esta historia me dio tanto ytanto coraje.
Mi gente, que Gracias poracompañarme y gracias por su
apoyo.
Saben que los quiero muchísimo.
Hagan bien sin mirar a quienDelitos de sangre.
Nos vemos, bye.