Episode Transcript
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(00:59):
El que despierta los espectros para que te susurren al oído.
Esta noche, el número 26 de nuestro maratón infernal, 31
noches de pánico. El velo entre lo real y lo que
(01:22):
has hecho se rasga un poco más. Imagina un disco olvidado que no
guarda recuerdos, sino tu propiorostro mirándote desde el
abismo. Prepárate para el eco de la
(01:44):
séptima Carpeta, donde el terrorno solo se ve.
¿Lo sientes? Como de 2 helados Trepando por
tu espina dorsal 10 segundos nada más, pero suficientes para
(02:05):
que la presencia se instale en TI.
Pero escucha valientes del vacíopara que estas noches de pánico
se extiendan como una plaga eterna.
Ayúdame a crecer. Comparte este episodio con esa
(02:29):
amiga que salta con las sombras subscríbete en tu plataforma
favorita para que el terror te persiga sin tregua, deja una
reseña que haga palidecer a los Santos más.
Y sígueme en mis redes para unirte a nuestra legión de
(02:52):
Insomnios. Juntos haremos que gritos de
terror sea el eco que nadie pueda silenciar.
Ahora recuerda lo que viene no se va con el amanecer.
(03:13):
Bienvenidos al terror. Donde las calles se retuercen
(03:49):
como venas hinchadas, bajo la piel agrietada del asfalto se
guía el taller de Sebastián Kra,un restaurador de reliquias
digitales. No era un lugar de luz y
(04:09):
progreso, sino un manzoleo subterráneo de circuitos muertos
y memorias pudriéndose en el eter, el aire allí abajo,
espeso, cargado de un hedor a ozono quemado y polvo acumulado
(04:30):
durante décadas. Como si las máquinas agonizantes
exhalas en su último aliento metálico las paredes cubiertas
de estanterías improvisadas con tablones carcomidos por la
(04:52):
humedad. Sostenían Torres de discos duros
oxidados, cintas VHSY, vetas enrolladas como serpientes,
disecadas y servidores que zumbaban con un ronroneo
irregular, como el corazón de unmoribundo luchando por un latido
(05:18):
más la única iluminación. Provenía de una bombilla
colgante amarillenta y temblorosa que proyectaba
sombras alargadas sobre el suelode cemento manchado de aceite
negro y regueros de café rancio.Fuera la lluvia de octubre
(05:44):
azotaba las rejillas de ventilación.
Entrándose en gotas frías que salpicaban el piso como lágrimas
de un fantasma arrepentido. Era un lugar donde el tiempo se
coagulaba, donde los egos del pasado no susurraban, sino que
(06:05):
arañaban las paredes de la mentehasta dejar surcos sangrantes.
Sebastián. Un hombre de 50 años, con la
piel pálida y surcada de arrugascomo grietas en porcelana rota,
(06:26):
se inclinaba sobre su mesa de trabajo esa noche de octubre del
2025. Sus manos gallosas y manchadas
de soldadura, temblaban ligeramente mientras manipulaba.
Un disco óptico rescatado de unacaja de donaciones anónima.
(06:53):
El disco era 1 C D genérico, conuna etiqueta Descolorida que
decía Carpeta 7 privado. Lo había encontrado entre pilas
de basura electrónica de un viejo cine abandonado.
Un lugar donde las películas unavez habían proyectado ilusiones,
(07:19):
pero ahora solo albergaba ratas y el eco de Risas muertas.
Sebastián era un devorador del olvidado restauraba videos
perdidos para coleccionistas excéntricos, extrayendo
fragmentos de vidas ajenas. Como un cirujano diseccionando
(07:41):
cadáveres frescos, pero esa noche algo en el aire, se sentía
equivocado. El zumbido de su computadora
vieja, una torre oxidada con ventiladores que jadeaban como
pulmones asmáticos, parecía más insistente, más atento.
(08:08):
El reloj de la pared con sus manecillas torcidas marcaban las
3:17 h de la mañana. Era el tiempo allí abajo.
No obedecía a las leyes de los vivos.
Se estiraba como carne bajo un listurí.
(08:30):
Con un suspiro que arrastraba elpeso de sus propias sombras, una
esposa muerta en un accidente deauto 10 años atrás con un hijo
que nunca llegó a nacer, Sebastián insertó el disco en la
unidad lectora. La máquina protestó con un
(08:51):
chirrido cultural como huesos frotándose en una articulación
seca. La pantalla de su monitor 1 c R
t relicto con Bordes culpados y un brillo verdoso.
Fantasmal parpadeo al reconocer el archivo, era un vídeo
(09:15):
encriptado, un clip apenas 10 segundos titulado Eco M P 4.
La encriptación era primitiva, un cifrado.
De 10 de los 90, pero con un matiz extraño, capas de ruido
(09:36):
digital que parecían orgánico, como venas punzantes codificadas
en Binario Sebastián, con los ojos inyectados en la sangre por
horas de trabajo bajo esa luz mortecina.
Tecleó el código de Descifrado en su declaro desgastado, sus
(10:00):
dedos manchados de nicotina de los cigarrillos que fumaba para
ahuyentar el silencio, volaron sobre las teclas con la
precisión de un verdugo afilandosu disruptina.
El archivo se abrió, no hubo fanfarria.
(10:22):
Son un pitido bajo y sostenido como el último estertor de un
ahogado. La pantalla se llenó de un negro
absoluto, un vacío que absorbía la luz de la habitación,
haciendo que las sombras en las paredes parecieran más densas,
(10:44):
más vivas, como si se retorcieran en anticipación.
Luego el video comenzó 10 segundos, nada más, pero en esos
10 segundos El Mundo de Sebastián se desangró.
(11:06):
La Cámara enfocaba un rostro, noera un recuerdo del pasado, no
era una cara borrosa de un archivo familiar, era nítida,
cristalina. Como si la lente hubiera sido
limpiada con sangre fresca, un rostro masculino de unos 30
(11:29):
años, con ojos castaños hundidosen ojeras profundas, mejillas
hundidas y una barba incipiente salpicada de gris la piel en la
palta. Casi translucida, con venas
azules latiendo visiblemente bajo la superficie, como gusanos
(11:53):
excavando túneles en arcilla húmeda, la boca entreabierta, en
una expresión de sorpresa petrificada, dejaba ver dientes
amarillentos y una lengua rosadaque parecía hinchada.
Como si hubiese estado masticando algo ácido y
(12:15):
prohibido. Pero eran los ojos, oh Dios, los
ojos helados inquebrantables, perforaban la pantalla con una
mirada que no parpadeaba, que notitubeaba.
Era una mirada que te conocía. Que te había esperado en la
(12:38):
oscuridad de tu propia habitación acechando desde el
otro lado del vidrio, Sebastián sintió el primer escalofrío como
un chorro de hielo. Derramándose por su espalda,
retrocedió en su silla chirriante la piel agrietada
(13:02):
crujiendo bajo su peso. El rostro y la pantalla era el
suyo. Era una versión joven, no un eco
distorsionado. Era él, tal como se veía en ese
preciso instante, el sudor Fernando su frente, una gota
(13:25):
resbalando por la sí como una lágrima.
Genti nervioso en su párpado izquierdo, que siempre lo
traicionaba cuando el insomnio lo devoraba.
Incluso el moretón fresco en su mandíbula, cortesía de un
resbalón en las escaleras del taller.
(13:47):
Esa misma tarde la Cámara no grababa desde el pasado, grababa
desde ahora desde el reflejo de su propia alma.
Capturando en un bucle eterno deobservación mutua, el pánico se
enroscó en su pecho como alambres de púas oxidadas.
(14:12):
Intentó pausar el vídeo, pero elcursor del Mao se movía solo
errático, como un dedo espectraltrazando runas en la pantalla,
el eclipse repetía en luz. 10 segundos de esa mirada gélida en
cada iteración, el rostro se acercaba 1 mm más.
(14:36):
Ahora Sebastián podía ver los poros dilatados de su propia
piel, obstruidos por suciedad y células muertas, el hilo de
saliva que se escapaba de la comisura de sus labios goteando
como savia de una herida abierta.
El sonido, porque había sonido, un susurro que antes no había
(15:02):
notado, era su propia respiración, amplificada y
distorsionada, entrecortada, como la de un animal herido en
una trampa. Mírame parecía decir el eco.
No con palabras, sino con el roce de uñas invisibles contra
(15:24):
el interior de sus oídos. Estoy aquí.
Como siempre, el taller de momentos antes era solo un COVID
de sombras. Se transformó en una tumba viva.
El zumbido de la computadora se convirtió en un rugido, como de
(15:44):
un enjambre de moscas devorando carne.
Cetrefacta, las gotas de lluvia en el techo ahora sonaban como
nudillos, golpeando una puerta sellada.
Insistentes, furiosas. Sebastián se levantó de un
salto, derribando una pila de discos que rodaron por el suelo
(16:09):
como cráneos, sueldos en una fosa, como un corrió hacia la
puerta de mitad. Pero el picaporte estaba helado,
pegajoso, como si lo hubiesen untado con gelatina fría y
viscosa. Al girarlo, la puerta no se dio
en su lugar un chorro de aire fétido roto del pasillo,
(16:35):
trayendo con si el olor a podredumbre dulce, la carne
humana descompuesta en etapas tempranas cuando la piel se
ablanda. Y las larvas comienzan su
gestión. Volvió a la pantalla,
hipnotizado, aterrorizado el rostro, su rostro ahora sonreía.
(17:02):
No era una sonrisa humana, sino una grieta en la carne.
Un Tajo horizontal que se extendía de oreja a oreja,
revelando encías sangrantes y dientes astillados como
fragmentos de vidrio. Roto la sangre, brotaba de las
(17:22):
comisuras, una roja y viva, sinonegra y espesa como alquitrán, y
viendo goteando en riachuelos que se deslizaban por el cuello
y se perdían. En la camisa, pero lo peor era
la lengua se retorcía dentro de la boca, alargándose como un
(17:46):
tentáculo viscoso lamiendo los labios con una avidez obscena,
saboreando el borde de la realidad que se deshilachaba.
Elías tocó la pantalla sus dedosdejando huellas crecientas en el
vidrio empañado. Y entonces el tacto, la piel del
(18:11):
rostro, se sentía cálida, bolsante bajo sus yemas, carne
real, carne suya, grito un alarido que rasgó su garganta
como papel de hija. Y en ese momento el video se
(18:31):
detuvo. La pantalla se oscurecía, pero
no del todo. En el centro, un punto de luz
persistía como el ojo de una cerradura.
En una puerta infernal, Sebastián retrocedió tropezando
con los cables que serpenteaban por el suelo como venas
(18:55):
expuestas. Su corazón martillaba.
Un tambor de guerra en su pecho y sintió un ardón en la
mandíbula, justo donde el mortónla tira.
Bajó la mirada su mano, la que había tocado la pantalla,
sangraba. No era un corte superficial.
(19:19):
La piel se había abierto en una línea perfecta, como si un
bisturí invisible hubiera trazado el contorno de su
propia. Sonrisa forzada, la sangre
manaba opiosal, caliente y pegajosa, salpicando el teclado
(19:39):
y tiñendo las teclas de rojo carne.
Sí, pero mira solo sangre. Entre los hilos viscosos se
retorcíen vientos, filamentos digitales, píxeles hechos,
carne. Nanobots microscópicos que se
arrastraban hacia su muñeca inyectándose en los poros como
(20:03):
parásitos hambrientos, corrió albaño junto al taller, un
cubículo húmedo con azulejos agrietados y un espejo
acompañado por años de vapor condensado.
El agua del grifo salió helada, teñida de un óxido rojizo que
(20:24):
olía a cobre y muerte. Se lavó las manos, frotando con
furia jabón en barra que se deshizo de espuma rosada.
Pero los filamentos no se iban, se multiplicaban trepando por
sus antebrazos como raíces negras en suelo fértil en el
(20:46):
espejo. Su reflejo no miró de vuelta,
pero ahora, con esa misma sonrisa en día, la lengua
asomando juguetona lamiendo el vidrio desde el otro lado, eco
susurró el reflejo, ni la palabra reverberó en el taller
como un trueno subterráneo. Naturalmente, Sebastián no
(21:13):
durmió esa noche ni la siguiente.
El disco permanecía inorita, Reproduciéndose en silencio
invisible para los ojos mortalesal amanecer.
Cuando los primeros rayos grisesse filtraron por las rejillas,
encontró las primeras marcas en su pecho bajo la camisa empapada
(21:38):
de sudor, una carpeta digital tatuada en su piel.
Séptima carpeta. Con venas digitales
ramificándose como circuitos vivos, intentó quemar el disco,
pero en las llamas se lo rechazaron, lamiéndolo sin
consumir, como si la materia se negara a perecer.
(22:04):
Llegó un amigo, un té con la superficie, pero cuando este
llegó el video ya lo había reclamado.
El hombre entró sonriendo. Con la mandíbula abierta en un
Tajo azufrante y sus ojos helados fijos en Sebastián con
(22:25):
esa mirada eterna. Semanas después el taller fue
encontrado vacío. Solo quedaban las pilas de
reliquias, el monitor encendido con un lupo infinito de
estática. Y en el suelo, un charco de
sangre coagulada que formaba la silueta de un rostro, el rostro
(22:51):
de quienquiera que lo encontraraquien quiera que lo viera porque
le no era un vídeo, era una puerta, una presencia que se
filtraba a través de las pantallas, alojándose en ti en
tu piel. En el pulso de tu propia sangre.
(23:15):
Y ahora, mientras escuchas esto en la quietud de tu habitación
con el cursor parpadeando como un ojo malicioso, el ventilador
zumbando como un susurro conspirador, siente el frío
detrás de tu pantalla. Escucha el pitido bajo de tu
(23:37):
dispositivo. El roce de uñas digitales contra
el cristal 10 segundos nada más,pero en esos 10 segundos verás
tu rostro sonriendo, sangrando, esperandote.
Y cuando el Grupo comience de nuevo no serás el observador,
(24:02):
serás el eco y así. El eco se apaga, pero no del
todo. Sientes esa mirada aún clavada
en tu nunca verdad, esa sonrisa en vida que se filtra en tus
sueños, goteando como tinta negra en las páginas de tu
(24:26):
subconsciente. El eco de la séptima carpeta nos
deja con la piel erizada y el corazón latiendo en Binario.
Recordándonos que lo digital no muere, solo espera acechando en
el cableado de tu propia alma. Pero el maratón no termina aquí.
(24:52):
Devoradores de la oscuridad, mañana en la noche, 27 de
nuestras 31 noches de pánico, octubre no será la otra daga en
la espalda. Una historia nueva cada noche,
tallada en las venas del mes másmaldito del año.
(25:13):
Comparte el terror con tus compañeros de insomnio.
Suscríbete para que el pánico teencuentre sin falta y deja tu
comentario como un grito en la noche.
Juntos haremos que devore El Mundo.
(25:34):
Una pesadilla a la vez que tengas dulces pesadillas.