Pastor Gerardo Ampie

¿Tu vida está llena de ruido? ¿Tu itinerario está demasiado ocupado? Esas son la forma, la razón y el momento en que nos olvidamos de que Dios es Dios. Lo cierto es que nos distraemos con muy poco. Así que, ¿Cuál es la solución? La solución es la quietud. O mejor dicho, la quieta y apacible voz de Dios.

El salmos veintitrés nos muestra que nuestro Dios es el Dios de la promesa y también es el Dios del proceso.

Algunas porciones del Evangelio simplemente no son tan fáciles de comer. Sin embargo, la instrucción de Dios es que coman todas las partes del cordero. Por lo tanto, no tenemos el lujo de escoger qué partes de la Escritura vamos a aceptar; es todo o nada. Vamos a recibir todo lo que la Biblia dice acerca de Jesús.

Lo que los hijos desean y lo que más necesitan es una relación con nosotros sus padres. Desean conocer nuestro corazón. Nos desean a nosotros. Y si no consiguen tenernos es menos probable que conozcan a Dios y se entreguen a él.

Necesitamos un encuentro transformador con Dios que produzca cambios significativos en nuestra vida. Por mucho que intentemos cambiar a nuestro modo, o según nuestras conveniencias no resultará sino está Dios de por medio. 

Vivir con el impulso espiritual es vivir para Dios fervientemente. Es vivir intencionalmente, entrañablemente, intensamente para Dios. Es Orar, adorar, con deseo, con ansia de manera que produzca acceso y cercanía con Dios.

Siempre es importante trazarnos metas, programar proyectos nuevos y establecer planes, pero es más importante considerar nuestra necesidad de enmendar nuestros caminos ante Dios.

La estrategia del enemigo para que creamos que nos ha vencido es cansarnos.

La familia es una institución divina para reflejar el carácter de Dios al mundo.

Cuando sembramos, estamos sembrando semillas que germinarán milagrosamente y producirán según su género en medidas aumentadas y abundantes.

Nuestra vida es como una computadora que de vez en cuando hay que reiniciar para que funcione de manera óptima.

Abraham soltó lo que tenía en la mano y recibió la promesa. Si retenía la semilla solo la usaría en el ahora, al darla a Dios tuvo una cosecha abundante, bendecida, que perdura por siempre, de generación en generación, y por la eternidad.

No se trata de mirar quién es un Acán, sino que hay un poquito de Acán en cada uno de nosotros.

La ley de los Primeros Frutos determina que cualquier cosa que usted haga primero determinará el resto de lo que habrá de suceder. Dios no puede habitar en nuestras vidas y bendecirnos si él no es el primero.

Existe una obsesión por mantener y aumentar lo que creemos son nuestros derechos, y algunos creyentes traemos esta mala actitud a la iglesia, y a nuestra propia relación personal con Dios.

En la prosperidad y bienestar cuidemos el corazón, que no se apoye en lo que poseemos y en lo que nos puede resolver la vida, podemos olvidar que nuestro apoyo y confianza está en Dios.

Bendice en vez de maldecir, en medio del problema, la ingratitud, la deslealtad o la prueba amarga, la bendición está cuando puedes convertir la aflicción en triunfo.

Dios nos hace justos cuando: Ponemos nuestra fe en Jesucristo y creemos en su sacrificio. Él nos declara justos gratuitamente por medio de Cristo Jesús. Justo es aquel que tiene una correcta relación personal con Dios por medio de Jesucristo. 

Para nosotros Cristo es nuestro Josué, el capitán de nuestra salvación, que lucha nuestras batallas, y nuestro Moisés que, en lo más alto, vive siempre para interceder por nosotros (He. 7:25), para que nuestra fe no falle.