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November 12, 2021 21 mins
En este primer episodio de la serie dedicada a Las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas, Cindy Pantoja narra el inicio del viaje de Alicia: un salto inesperado por una madriguera que la lleva a un mundo tan absurdo como fascinante. ¿Qué representa esta caída interminable? ¿Es solo una aventura infantil o una metáfora de los cambios internos? Escucha, imagina y decide si lo que oyes es cuento, realidad… o ficción.
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Episode Transcript

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(00:00):
Cuento realidad o ficción, historias que viven en tu imaginación.

(00:11):
Bienvenidos a Cuento Realidad o ficción narrado por Cindy Pantoja, esto es una novela infantil
inglesa de 1865 de Lewis Carroll, que es un pseudónimo del escritor Charles Duxen.
Este cuento trata de una niña llamada Alicia, que cae a través de una madriguera de conejo

(00:38):
hacia un mundo de fantasía de criaturas inimaginables.
Este cuento es visto como un ejemplo del género literario sin sentido, que juega con
una lógica que le da a la historia una popularidad que ha durado a través de los años.

(01:01):
Según San Hugo, es una de las obras más conocidas de la ficción inglesa victoriana.
Su narrativa estructura, los personajes y las imágenes que se han creado ha tenido una
gran influencia en la cultura y literatura popular, especialmente en el género fantástico.

(01:24):
Y también este libro ha sido traducido a más de 97 idiomas y su legado se ha llevado
a adaptaciones como en teatro, el radio, valer, el arte y hasta parques temáticos, juegos
de mesa y un sínumero de adaptaciones que se han hecho en esta historia.

(01:51):
Y bueno, espero que les guste.
Este es el primer capítulo que se llama "Calliendo por la madriguera", así es que arreglate
un cafecito, un tecito por ahí, ponte cómoda y vamos a comenzar con este primer capítulo.
Por ahí, tal vez escuches los ronronéos de migatito que siempre me acompaña mientras

(02:15):
leo.
Su nombre es Fidi y ella también aquí está disfrutando de este cuento y pues bueno,
estamos con "Calliendo por la madriguera" de libro Alicia en el país de las maravillas
por Kero Lewys.

(02:36):
Alicia estaba empezando a burirse ahí, sentada en la orilla junto a su hermana, sin tener
nada que hacer.
Había echado un par de ojeadas al libro que esta leía, pero no tenía dibujos ni diálogos.
Y para qué puede servir un libro sin dibujos ni diálogos, se preguntaba Alicia.

(02:59):
De modo que estaba deliberando consigo misma.
Lo mejor posible, porque el día caluroso lacía sentirse soñolienta y boba.
Tratando de decidir si el placer de hacer una guinalda de margaritas, justificaba el esfuerzo
de ponerse de pie y recoger las flores.

(03:21):
Cuando de pronto pasó corriendo muy cerca de ella un conejo blanco de ojos rojos.
Eso no tenía nada de demasiado particular y tampoco le pareció demasiado desacostumbrado
a Alicia que el conejo se dijiese.

(03:42):
Ai, ai, ai, que llegó tarde.
Hoy sólo mucho después cuando volví a pensar en eso que se lo ocurrió que había debido
desconsertarse.
En ese momento le pareció bastante natural.
Pero cuando el conejo sacó un reloj del bolsillo del chaleco nada menos, lo miró y después

(04:06):
apuro el paso.
Alicia se puso de pie de un salto porque de golpe se le cruzó por la mente que jamás
había visto antes a un conejo con bolsillo de chaleco ni con reloj para sacar de ese bolsillo.
Y ardiendo de curiosidad corrió por el campo en su persecución y llegó justo a tiempo

(04:32):
para verlo desaparecer por una gran madriguera que había debajo del cerco.
En instante después y valíce atrás de él, sin pensar ni por un momento como se la
siva ingenia para volver a salir.
La madriguera se prolongaba, primero el lino erecta como un túnel y luego sin día de

(04:56):
pronto tan de pronto que Alicia no había tenido ni siquiera tiempo de empezar a pensar
en detenerse cuando ya se encontró cayendo en lo que parecía ser un paso muy profundo.
Una vez dos, o el paso era muy profundo o ella caía muy lentamente porque mientras

(05:20):
caía, tuvo todo el tiempo del mundo para mirar a su alrededor y para preguntarse qué
pasaría después.
No trató de mirar hacia abajo y de averiguar hacia donde se dirigía.

(05:41):
Pero estaba demasiado obscuro para ver nada.
Después miró las paredes del pozo y notó que estaban atestadas de armarios y bibliotecas.
De tanto en tanto había mapas y cuadros colgados de clavos.
Lo jugó al pasar un tarro de uno de los estantes.

(06:02):
La etiqueta decía mermelada de naranjas, pero para grandes ilusión suya estaba vacío.
No quiso dejarlo caer por miedo de matar a alguien allá abajo.
Así que se las arregló para colocarlo en uno de los armarios que iban desfilando en
su caída.

(06:24):
Bueno, pensó Alicia para sus adentros.
Después de una caída como esta, me van a parecer un chiste bajar rodando por las escaleras.
Qué valiente voy a aparecerles a todos en casa.
Más todavía no haría el menor comentario ni aunque me callese del techo de la casa,

(06:48):
lo que no dejaba de ser muy probablemente cierto.
Abajo, abajo, abajo, no iba a terminar nunca esa caída.
Me pregunto "¿Cuántas millas habré caído?" y dijo en voz alta.
"Debo dandar cerca del centro de la tierra".

(07:09):
Veamos un poco.
Eso serían unas 4.000 millas de profundidad.
Me parece.
Porque como bien se ve, Alicia había aprendido muchas cosas de este tipo en las clases de
la escuela.
Y aunque no era una oportunidad demasiado adecuada para hacer ostentación de sus conocimientos,

(07:34):
ya no había nadie para escucharla.
Repetir las lecciones no dejaba de ser un ejercicio muy útil.
Sí.
Creo que esa es más o menos la distancia.
Pero entonces me pregunto "¿A qué latitud o qué longitud habré caído?"
Alicia no tenía la más remota idea de qué significaba latitud y lo ojitud, pero consideraba

(08:01):
que esas palabras sonaban encantadoramente imponentes.
Pronto volví a pensar.
Me pregunto "¿Si no terminaré por transpasar toda la tierra?"
¿Qué cómico sería "aparecerme en medio de esa gente que camina de cabeza?"
Los antipáticos o algo así.

(08:24):
Si alegro bastante de que no hubiese nadie escuchando esta vez, porque esa palabra no le
sonaba para nada.
Pero voy a tener que preguntarles el nombre del país.
Claro está.
Por favor, señora, estamos en Nueva Zelandia o en Australia y trato de hacer una reverencia

(08:47):
mientras hablaba "¿Qué les parece haciendo reverencia mientras una se está cayendo
en el vacío?"
Ustedes serían capaces.
¿Y quién ena ignorante les voy a aparecer cuando haga esa pregunta?
No.

(09:07):
Me parece que preguntar "¿No es lo más adecuado?"
En una vez lo veo escrito en algún sitio.
Abajo, abajo, abajo.
No había ninguna otra cosa que hace.
Así que Alicia no tardó en ponerse a hablar nuevamente.

(09:27):
"Dina" me va a extrañar mucho a esta noche.
Me parece "Dina" en la gata.
Espero que se acuerden de su platito de leche a la hora del té.
¡Ay, Dina, querida!
Ojalá estuviese aquí abajo conmigo.
Me temo que no hay ratones en el aire.

(09:49):
Pero podrías casar un murciélago y los murciélagos se parecen mucho a los ratones, ¿sabías?
Pero no estoy tan segura de que los gatos como al murciélago.
Aquí, Alicia empezó a dormilarse un poco y sigó siguyo diciéndose como entre sueños.
Comen murciélagos los gatos, comen murciélagos los gatos y a veces, comen murciélagos los

(10:17):
gatos porque saben cómo no podía responder a ninguna de las dos preguntas, no importaba demasiado
el modo en que las formulase.
Tienen por la sensación de que se estaba adormeciendo y apenas había empezado a soñar que estaba
caminando de la mano con "Dina" y preguntándole con gran ansiedad.

(10:45):
Quiero que me digas la verdad, Dina.
¿Te comiste alguna vez un murciélago?
Cuando de pronto, puf, puf, aterrizó en un montón de ramas y hojas secas y terminó
la caída.
Alicia no se había lastimado un absoluto y en seguida se puso de pie de un salto, levantó

(11:10):
los ojos, pero a ríbe estaba todo muy oscuro, delante de ella se extendía otro largo pasillo,
por el que aún podía divizarse el conejo blanco, que se alejaba apurado.
No había ni un momento que perder.
Alicia se precipitó, Alicia, rápida como el viento, y llegó justo tiempo para oírle

(11:36):
decir mientras doblaba un recodo.
Por mis orejas y mis bigotes, qué tarde se me está haciendo.
Alicia estuvo por alcanzarlo al llegar al recodo, pero en cuanto pegó la vuelta, ya no lo
había más, por ninguna parte, y se encontró en un vestíbulo largo y bajo, iluminado por

(12:02):
una hilera del lámparas que colgaban del techo.
El vestíbulo estaba rodeado de puerta, pero todas estaban cerradas, y después de recorrerlas
una por una de la primera a la última para ver si alguna se abría, Alicia volvió tristemente

(12:24):
al centro del vestíbulo.
Preguntándose cómo iba a ser para salir de ahí.
De pronto se encontró con una mesita de tres papas, toda de vidro macisa.
No había en ella más que una diminuta y abecita dorada, y la primera idea que se le cruzó

(12:47):
a Alicia por la cabeza fue la de que esa yabecita podía corresponder a alguna de las puertas
del vestíbulo.
Pero ¿qué pena?
¿O bien las cerraduras eran demasiado grandes?
La llave demasiado pequeña. Lo cierto es que no podía abrir ninguna de esas puertas.

(13:12):
Sin embargo, en su segunda recorrida se tropezó con una cortina baja, que no había visto antes,
y detrás de ella encontró una portita de unas 15 pulgadas de alto.
Alicia provó la llave citadora y para su gran alegría entraba en la cerradura.

(13:38):
Abrió las puertas y dio que daba a un pasillo apenas más amplio que una ratonera.
Se ha gachó y allá en el fondo del otro lado del pasillo estaba el más hermoso jardín
que Alicia hubiese visto nunca, que Ana tenía de escaparse de ese vestíbulo oscuro y pasearse

(14:02):
por esos macizos de flores refulgentes y por esas frescas suentes.
Pero ni siquiera podía pasar la cabeza por el vano.
Y aunque pudiese pasar la cabeza pensó la pobre Alicia.
De poco me serviría sin los hombros. Ay, como me gustaría plegarme como un telescopio.

(14:27):
Creo que podría hacerlo si tan solo su pie se como empezó.
Porque, como ustedes comprenderán, eran tantas las cosas desacostumbradas que le habían
sucedido Alicia últimamente, que había empezado a pensar que eran pocas las realmente imposibles.

(14:48):
Parecía inútil quedarse esperando junto a la puertipa.
De modo que volvió a la mesa con la secreta esperanza de encontrar alguna otra llave,
o al menos un manual con instrucciones para plegar gente como si fuese telescopios.
Esta vez encontré una botellita.

(15:10):
Que estoy segura de que no estaba ahí antes, dijo Alicia.
Un etiqueta colgada del cuello y la palabra.
Bb. Primorosamente impresa con grandes caracteres.
Estaba muy bien eso de decir, Bb.
Pero la prudente Alicia no iba a obedecer así como así.

(15:33):
No.
Primero voy a mirar bien, dijo.
Para ver si no, dice veneno.
Alicia conocia muchos simpáticos cuentitos acerca de niños que habían resultado quemados.
Deborados por animales salvajes y otras cosas desagradables que sólo porque no habían querido

(15:55):
acordarse de los sencillos preceptos que les habían enseñado sus amigos como ser.
Que si unos tiene demasiado rato con la mano, un atizador al rojo vivo acaba porque marce.
Y que si uno hace un tajo muy profundo en el dedo con un cuchillo, casi seguro que sangra.

(16:18):
Y otra cosa que Alicia siempre había tenido presente era eso de que si uno bebe demasiado
de una botella que dice veneno, lo más probable es que la larga le caiga pesado.
Sin embargo, esta botella no decía veneno.

(16:38):
Así que Alicia se ateve o aprobar y como les sintió muy rico gusto, en realidad un sabor
combinado de tarta de cerezas, flan, anana, pavosado, almívar y tostaba caliente con manteca?
Enseguida lo terminó.

(17:00):
¿Qué rara me siento, dijo Alicia?
Voy a estar plegándome como un telescopio. Y así era no más.
Ahora no me día más que 10 pulgadas.
Y la clara se le iluminó cuando pensó que tenía el tamaño exacto para pasar por la
puertita y llegar al precioso jardín.

(17:24):
Sin embargo, primero espero unos minutos más para ver si seguía encogiéndose.
La sentía un poco nerviosa cuando pensaba en esa posibilidad, porque podría terminar
por apagarme del todo, como una bela se decía Alicia.
¿Y qué aspecto tendría yo entonces?

(17:48):
Eso querría saber y trató de preguntarse qué aspecto tenía la llama de una bela apagada,
porque no podía recordar a ver visto jamás nada semejante.
Después de un tiempo, cuando vio que nada nuevo sucedía, decidió irse derechito al jardín.

(18:10):
Pero, pobre Alicia, ¿qué pena?
Cuando llegó a la puerta, notó que se había olvidado la llavecita.
Y cuando volví a la mesa para buscarla, se dio cuenta de que de ningún modo podía alcanzarla.
La veía con toda claridad a través del vibrio, e hizo todos los esfuerzos posibles

(18:32):
por treparse por una de las patas.
Pero resbalaba demasiado.
Y cuando se cansó de intentarlo, se sentó en el suelo, pobrecita, y se puso a llorar.
¡Vamos!
¿De qué sirve llorar así?
Se dijo como bastante se veida.

(18:53):
Te aconsejo que calles de inmediato.
Por lo general, Alicia se daba muy buenos consejos, aunque Rara va a verlo seguía.
Y a veces se reprendía con tanto rigor que se hacía llenar los ojos de la grima.
Y recordaba haber tratado de darse una bofeta de un día por haberse hecho trampa en un

(19:17):
juego de croquet que jugaba con ella misma.
Porque esta peculiar criatura encontaba un placer especial en simularse dos personas a la
vez.
Pero ahora no me sirve de nada a simularse dos personas, pensó la pobre Alicia.
Si apenas quedó lo bastante de mí como para armar una sola persona como es de vido.

(19:43):
Muy pronto, sus ojos tropezaron con una cajita de vidrio que había debajo de la mesa.
La abrió y encontró en su anterior un bizcocho de minuto con la palabra "gómeme".
Escrita con pasas de uva.
Bueno, lo voy a comer, dijo Alicia.

(20:04):
Y si me hace crecer voy a alcanzar la llave.
Y si me hace todavía más chiquita, podría rastrarme por debajo de la puerta.
En cualquier modo voy a llegar a jardín y no me importa lo que pase.
Comió un bocadillo y se dijo con la ansiedad.

(20:25):
Hacia donde, hacia donde, mientras sostenía la mano por encima de la cabeza para controlar
si crecía.
Y se sorprendió bastante cuando notó que seguía estando del mismo tamaño.
No cabeduda, de que eso es lo que sucede por lo general cuando uno comé mi bizcocho.

(20:49):
Pero Alicia se había acostumbrado tanto a esperar sólo cosas desacostumbradas que
le parecía bastante tonto y aburrido que la vida siguiese su curso vulgar.
De modo que puso manos a la obra y muy pronto terminó el bizcocho.
¿Cuento realidad o ficción?

(21:13):
¿Historias que viven en tu imaginación?
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