Episode Transcript
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Speaker 2 (00:00):
Lo que estás por escuchar son cuatro aterradoras historias de
brujas en Halloween. Relatos únicos que te pondrán los pelos
de punta. Pero eso no es todo. Esta noche nos
acompaña nuestro querido amigo del canal Relatos de Terror del Gato.
(00:21):
Después de terminar de escuchar estas historias, pásate a su
canal donde verás la colaboración que hicimos juntos. Abajo en
la descripción y en el comentario fijado encontrarás el enlace.
Sin más por el momento, comenzamos.
Speaker 3 (00:57):
Desde siempre tomé muy a la ligera eso de que,
en las noches de Halloween, las brujas hacen rituales para
el señor de la oscuridad y de la maldad. Pero
con lo que les voy a contar, no pude volver
a ver esa festividad, como el simple hecho de salir,
disfrazarse y pedir dulces. Mi nombre es Amayra, soy de Tijuana, México.
(01:18):
Y esto que les voy a contar sucedió en el año 2017.
Y disculpen si no les doy detalles del lugar exacto,
porque aquello sigue sucediendo hasta el día de hoy. Un
año antes, recuerdo que vendieron la casa que se encuentra
enseguida a la nuestra. Ahí terminaría mudándose una mujer mayor
a los 60 años. Esta señora era viuda, con una hija
(01:42):
que parecía sacada de una pasarela de modas. A esta
mujer le pondremos el nombre de Doña Fernanda, muy amable
y muy gentil. De esas que ayudan al prójimo, que
van a misa todos los domingos, pero detrás de esa
fachada dulce y tierna. Aquello no era más que una
pantomima de lo que en realidad era. Y es que
aquí en la colonia es conocida como la bruja Fernanda.
(02:06):
Clientes van y vienen buscando que la bruja les solucione
sus problemas. Cabe aclarar que nosotros no hemos tenido problema
alguno con ella. A pesar de que sabemos lo que
hace en su casa a medianoche. Ya que la barda
de nuestro patio... nos deja ver claramente lo que ocurre
en el de ella. En una ocasión, una de las
vecinas con más años viviendo por esta calle, tuvo problemas
(02:30):
con esta bruja Doña Fernanda. La vecina tuvo un aparatoso accidente,
del cual ya no volvió a caminar. Pero como decimos
muchos por aquí, si tienes los pelos en las manos,
entonces actúa. Si no los tienes, quédate callado. La vecina
comenzaría a difamarla, diciendo que doña Fernanda se robaba a
(02:51):
los niños y que por eso se mantenía joven, pero
lo que les contaré no fue algún chisme inventado por
los vecinos, yo misma fui testigo de aquel suceso. Era
plena noche de Halloween, y en casa de mis padres,
habían llevado a mis hermanos a pedir dulces. Yo me
fui con mis amigos a una fiesta que terminó antes
(03:12):
de lo pensado, así que no me quedó de otra
que regresar a casa, como me encontraba sola. Me puse
a ver una película de terror, pero sería alrededor de
la medianoche, cuando me llegó un olor como si alguien
estuviera atizando en algún patio. El olor a humo desagradable
se sintió a pesar de que las ventanas estuvieran cerradas.
(03:33):
Me asomé y vi que doña Fernanda estaba en su patio,
había hecho una fogata. Los palos estaban acomodados de una
manera que no había visto antes, y a pesar de
que eran bastantes como para una gran fogata, la alumbrada
no llegaba muy alto. La señora Fernanda estaba vestida de
una manera distinta. Me di cuenta que estaba haciendo una
(03:56):
especie de ritual. así que me acomode cerca de la
ventana de manera que no se diera cuenta que la
estaba observando la mujer se movía de un lado a
otro y levantando objetos que para mí eran sus herramientas
de trabajo en una mesa tenía varios y una olla
cubierta con una tela negra repentinamente la señora tomó esa
(04:17):
olla y la colocó frente a la hoguera y comenzó
a desvestirse El cuerpo de la señora se veía con
los cueros colgando desde sus pechos hasta sus piernas. Me
quedé con la boca abierta, pues ese cuerpo no parecía
a una mujer de 60 años, sino a alguien con mucha
más edad. El cabello canoso y largo le llegaba hasta
(04:40):
la cintura. Esta mujer comenzó a meter las manos a
la olla cuando la destapó y comenzó a untarse en
todo su cuerpo con aquel líquido oscuro que estaba dentro.
Lo hacía desde la cabeza hasta los pies. Yo estaba
anonadada con lo que estaba haciendo esa señora. Pero la
cosa no terminó allí. Pues les puedo asegurar que la
(05:02):
señora entró a la fogata y ni siquiera se le
quemó el cabello. Sentí náuseas por lo que veía. Estaba
mirando un ritual de una verdadera bruja. Me sentía paralizada.
No podía dejar de ver aquello. Lamentablemente no pude ver
cómo terminó la situación. Porque repentinamente... la luz se fue
en toda la colonia todo quedó a oscuras y eso
(05:25):
me arrebató la visión que tenía hacia el patio trasero
de doña Fernanda mire como las llamas de la fogata
se fueron apagando poco a poco pero no vi que
saliera la bruja de estas si lo contaba sabía que
nadie me lo iba a creer así que hasta no
tener pruebas de eso no podía decir nada además en
ese tiempo lo único que tenía en mis manos era
(05:47):
un smartphone de muy mala calidad La cosa no paró ahí,
porque al día siguiente nos enteramos que un niño de
las calles más abajo en el barrio había desaparecido y
nadie lo encontraba. Aquel era un bebé de tan solo
nueve meses y fue aquí donde la otra vecina comenzaría
a hablar de la señora Fernanda. Y es que ella
(06:09):
aseguró haber visto a doña Fernanda entrar con un niño
en brazos, pero que lo tenía cubierto con una cobijita.
Esta breve declaración, aquella otra vecina la plasmó en unos
pequeños volantes impresos, los cuales andaba repartiendo en el lugar.
Las autoridades, al haber recibido la denuncia y al notar
(06:30):
que era un caso que realmente necesitaba atención, se hicieron
presentes en esa casa, pero no encontraron ni rastro alguno
de lo que buscaban. Cabe aclarar que mi hermana me
contó que miró a la mujer, metiendo ropa en un
horno que tiene en su patio. Mi hermana aseguraba que
era ropita de niño, pero mi madre le dijo que
(06:50):
se quedara callada, pues nos metería en un lío si
eso no fuera cierto. Por varios días no se le
vio a doña Fernanda salir de su casa, pero cuando
lo hizo... era otra persona se le veía mucho más
joven no caminaba encorvada como los días anteriores ni tampoco
su andar era lento al contrario se le notaba una
(07:11):
piel como la de bebé muy rejuvenecida en una ocasión
me la encontré de frente y no le pude ni
sacar la vuelta ella se me colocó frente cerrándome el
paso me hizo un comentario sobre mi cabello asegurando que
lo tenía muy bonito y que también mi hermana era
muy preciosa para mí sus palabras fueron una advertencia de
(07:32):
que cerrara la boca o de lo contrario algo malo
podría pasarnos Así es que lo he hecho desde entonces.
Esto se ha quedado como un secreto en aquel barrio,
pues aunque las autoridades ya investigaron, no lograron encontrarla culpable.
Han pasado alrededor de 7 años desde aquello, y la vieja
bruja de doña Fernanda sigue igual, no envejece. Es como
(07:56):
si tuviera un pacto con el diablo. Aquel bebé nunca
lo encontraron. Realmente me doy cuenta que en este lugar
es muy fácil perderse o desaparecer. En la actualidad yo
tengo un niño de dos años y siempre lo mantengo
a mi lado. Y más cuando esa maldita vieja me
ve con una sonrisa. Como si supiera que yo la
vi hacer aquel ritual. A mis 16 años fue que vi
(08:20):
a esa bruja hacerlo. Ya no salgo ni me asomo
en las noches previas a Halloween. Ni siquiera he hecho
un vistazo a la ventana cuando veo que enciende su
fogata en el patio, pues no quiero volver a ver
lo mismo que presencié aquella noche, lo cual me ha
dejado con un gran trauma, porque me he dado cuenta
de que así como ella, seguramente hay muchas más mujeres
(08:42):
en el mundo que conocen los secretos de la brujería,
de la antigua magia negra, y que a causa de esto,
muchos más seres inocentes seguirán desapareciendo.
Speaker 4 (09:01):
¡Ah!
Speaker 2 (09:12):
Muy buenas noches comunidad de inframundo. Mi nombre es Ignacio
López y lo que voy a contarles ocurrió en la
víspera de Halloween del año 2003 en Puebla. Desde esa noche
me convertí en un creyente absoluto de lo paranormal, porque
(09:33):
lo que vivimos no tiene explicación lógica. Yo era paramédico
en ese entonces, y estaba acostumbrado a ver accidentes, muertes
y emergencias de todo tipo, pero nada me preparó para
lo que presenciamos esa noche maldita. Eran casi las ocho
(09:53):
de la noche cuando recibimos una llamada de auxilio. Una
mujer gritaba con desesperación que su hermana embarazada se había
desmayado al iniciar el trabajo de parto. La voz al
otro lado de la línea se escuchaba quebrada, suplicante. rogándonos
(10:14):
que llegáramos lo más rápido posible. Subimos a la ambulancia
tres compañeros y yo, entre ellos Juliana, una enfermera que
había asistido partos en ocasiones anteriores. El domicilio estaba en
una colonia precaria a las afueras de la ciudad, en
(10:35):
una zona donde apenas había luz y el pavimento desaparecía
entre calles de terracería. Al llegar nos sorprendimos la soledad
del lugar. La casa estaba apartada, rodeada de campo abierto
y parcelas abandonadas. Afuera, nos esperaba una mujer joven, temblando
(10:58):
y llorando, que nos hizo pasar de inmediato. Por dentro,
la vivienda era pobre y oscura, apenas iluminada por una
bombilla amarilla que parpadeaba. En un cuarto sobre una cama
improvisada estaba la embarazada, inconsciente y con un sangrado alarmante.
(11:20):
No había tiempo que perder. Juliana preparó lo necesario para
una cesárea de urgencia, mientras yo trataba de calmar a
la supuesta hermana que no dejaba de repetir que debíamos
salvar al bebé. Desde el principio noté algo extraño en
su comportamiento. Su ansiedad no era normal. Parecía no importarle
(11:44):
en lo absoluto al estado crítico de la madre. Solo
pedía con voz imperiosa que el niño naciera pronto. Su
mirada fija, clavada en el vientre ensangrentado, me helaba la sangre.
Tenía los ojos abiertos de par en par, con un
brillo enfermizo, y a veces esbozaba una especie de sonrisa
(12:07):
que no correspondía a la situación. Cuando Juliana comenzó el
corte y la sangre brotó, aquella mujer se inclinó hacia
adelante con los labios apretados, como si disfrutara del espectáculo.
Yo me coloqué frente a ella para impedir que se
acercara demasiado, y creo que esa decisión salvó la vida
(12:32):
del recién nacido. Tras unos minutos de tensión insoportable, el
llanto del bebé llenó la habitación. Fue un sonido puro,
desgarrador y esperanzador en medio del horror. Juliana lo levantó
entre sus manos, aún cubierto de sangre, y en ese
(12:55):
instante la mujer extendió los brazos para exigir que se
lo entregáramos. No lo pedía, lo exigía como si el
niño le perteneciera. Me interpuse de inmediato y le grité
que se calmara. Sus facciones cambiaron de preocupación fingida a
(13:16):
una expresión de rabia. estaba a punto de forcejear cuando
escuchamos golpes en la puerta y la voz de un
hombre llamando desesperado entró corriendo hasta la habitación y al
ver a la mujer que nos había recibido su rostro
se transformó en odio puro sacó un arma de fuego
(13:37):
y le apuntó sin dudarlo los segundos siguientes fueron un
infierno Esa mujer al verse descubierta lanzó un alarido espantoso
que nos perforó los oídos. Su piel joven se transformó
frente a nosotros en la de una anciana decrépita. Sus
(14:00):
mejillas se hundieron, sus dientes se afilaron, sus cabellos negros
se volvieron canosos en un abrir y cerrar de ojos.
Un olor insoportable, como de carne podrida mezclada con azufre,
invadió el cuarto. todos retrocedimos aterrados la anciana saltó hacia
(14:23):
la ventana y con una agilidad inhumana salió huyendo hacia
el campo en medio de la oscuridad el silencio que
quedó después fue sofocante el hombre bajó el arma se
acercó a nosotros con lágrimas en los ojos y se
presentó como el esposo de la mujer que yacía en
(14:47):
la cama Acarició la frente de su esposa y preguntó
por su estado con voz temblorosa. Juliana aún tenía al
bebé en brazos, y él lo recibió con delicadeza infinita,
como si temiera que algo se lo arrebatara entre sus manos.
(15:07):
Cuando pudimos recuperar el aliento, el hombre nos explicó entre
sollozos la verdad. la joven que había hecho la llamada
no era su cuñada la verdadera hermana estaba inconsciente y
amordazada en un cuarto trasero a donde fuimos y la
encontramos tirada débil pero con vida la que nos recibió
(15:32):
era en realidad una bruja había llegado a la casa
esa tarde fingiendo ser pariente y se había instalado con
la excusa de ayudar en el parto En realidad, esperaba
el momento para apropiarse del recién nacido. Según el Señor,
esas criaturas buscan niños que nazcan en fechas como Halloween,
(15:57):
cuando la frontera entre este mundo y el otro se
vuelve más frágil. Nos quedamos en la casa casi media
hora más intentando asimilar lo ocurrido. La madre despertó y
estaba llorando de felicidad mientras amamantaba a su hijo, ajena
(16:17):
al horror que había rondado tan cerca. Nosotros temblábamos todavía,
incapaces de pronunciar alguna palabra. Esa noche entendí algo que
jamás había creído del todo. Las brujas existen. No son
cuentos de ancianas ni supersticiones del pueblo. Son reales y
(16:40):
caminan entre nosotros, disfrazados de mujeres comunes. Se alimentan de
engaños y buscan momentos vulnerables para atacar. Si no hubiera
sido por la llegada oportuna del padre, esa criatura maldita
quizás habría logrado su objetivo, y el destino del niño
habría sido indescriptiblemente macabro. Después de lo ocurrido, no volvimos
(17:07):
a hablar del tema con mis compañeros. Juliana se negó
a recordarlo y el otro paramédico renunció poco después. Yo,
en cambio, no puedo sacarlo de mi mente. Cada vez
que escucho a un bebé llorar recuerdo aquella escena. Los
brazos huesudos de aquella anciana extendiéndose para arrebatar lo que
(17:30):
no era suyo. Y los 31 de octubre siento que ella
anda cerca buscando a otra víctima. Mi nombre es Ignacio López,
soy paramédico y esta es mi historia de Halloween. Muy
buenas noches y gracias por escucharme.
Speaker 3 (18:10):
Muy buenas noches comunidad, esto que les voy a contar
sucedió hace ya varios años, fue antes de la alerta sanitaria,
y es que cuando quise buscar ayuda, tuve que esperar
a que pasara el tiempo, pues con brujo o bruja
que iba, era la misma respuesta, nadie podría ayudarme en
ese tiempo, se me hacía algo ilógico. pues lo que
(18:31):
yo quería era que me quitaran un daño. Pero te
vuelvo a repetir, todos se negaban a ayudarme. Me llamo
José Alonso López, radico en el estado de Tamaulipas, México.
Mi exnovia me hizo un trabajo de brujería que casi
me manda a tres metros bajo tierra. La muy maldita,
me juró que jamás volvería a andar con alguna mujer.
(18:54):
No era porque yo anduviera de mujeriego, al contrario, nos
íbamos a casar. Pero nunca fui del agrado de su
señora madre. Y es que con calumnias, con falsos rumores,
esa mujer se encargó de desprestigiarme y de poner incluso
a su hija en mi contra. Yo traté de buscar
a mi exnovia para arreglar todo, para que ella entendiera
(19:15):
que yo era buen hombre. Pero finalmente tuve que parar,
porque algo muy extraño y terrible empezó a ocurrirme. Todo
empezó cuando comencé a orinar sangre. Primero el color en
la orina no era de un rojo que diera a
entender que algo malo estuviera pasando. Fue sino hasta las
tres semanas después. Además que ya me dolía incluso ir
(19:38):
al baño. Esto sumado a que mi parte íntima apestaba mucho.
a pesar de que siempre había sido una persona muy
limpia el mal aroma y las manchas que quedaban en
mi ropa interior decían otra cosa una mañana fui a
visitar al médico pero los estudios que me hicieron tuvieron
(19:59):
resultados positivos el doctor me dijo que todo en mí
estaba bien que no se explicaba por qué estaba padeciendo
eso me dijo que me daría un tratamiento y que
con él esperaba que hiciera efecto y que mi situación
cambiara salí de la clínica con más preguntas que otra
cosa la palabra brujería pasó por mi mente y fue
(20:22):
cuando empecé a buscar ayuda mi hermana me recomendó a
una señora estuve yendo con ella pero por desgracia La
pandemia llegó en un mal momento para mí y para todos,
pues la señora que me atendía falleció en ese tiempo.
Esto complicó un poco las cosas, ya que los dolores
y el sangrado eran cada vez más dolorosos, y hasta
(20:45):
pensé en desvivirme, pues me estaba volviendo loco del dolor,
además que, desde mi vientre hasta mis rodillas, tenía un
color oscuro en la piel, como si este fuera un hígado.
Se veía grotesco y no podía ni siquiera usar ropa interior.
Para variar, estaba solo en el apartamento donde vivía y
los víveres que tenía para subsistir estaban por terminarse. Mi
(21:09):
situación estaba muy, muy grave. No sabía cómo aquello iba
a poder solucionarlo. Una ocasión incluso como pude, casi arrastrándome.
Fui a una tienda de abarrotes que estaba casi en
la esquina de la calle por donde estaba mi apartamento.
Don Eleazar, el dueño de la tienda, al verme, me
(21:30):
dijo que me tomaría la orden y que uno de
sus muchachos me llevaría lo que compré. Así estuvo por
alrededor de casi dos meses. Un joven de nombre Pedro,
era quien me entregaba las cajas o las bolsas con
mis pedidos. Una noche salí del apartamento, y cuando iba
pasando por uno de los callejones, vi a dos tipos
(21:51):
que intentaban robar a una persona. No sé de dónde
saqué las fuerzas, pero los enfrenté. Aunque adolorido, lo hice.
Ya como pude, les metí unos buenos golpes para que
soltaran a aquel muchacho. Ahí me di cuenta de que
este era Pedro, aquel muchacho que me llevaba los abarrotes.
Este yacía tirado, con la nariz rota y con la
(22:14):
cara morada de los golpes. Aquel muchacho era pequeño, además
que era muy joven, tenía unos 18 años. Por lo que
yo sabía, él había llegado a la ciudad para estar
con una tía que estaba enferma. Le extendí la mano
para ayudarlo a levantarse. Aquel chico me miró con una
cara de susto, que me quedé helado con lo que
(22:34):
me reveló. De verdad no entiendo cómo es que ese
joven tenía idea de lo que me estaba pasando. Pero
Pedro me miró de arriba hacia abajo, como si él
pudiera ver a través de mí. Antes de decírmelo me
preguntó si yo creía en brujería o en cosas de
magia negra. Yo le dije que no mucho, pero ahí.
Este muchacho me dijo que yo traía un mal muy fuerte,
(22:57):
que alguien me lo había puesto. Una persona cargada de rencor,
que seguramente lo que quería era sacarme del camino. Pedro
me dijo que me habían puesto esa brujería para que enfermara,
para que mis genitales se deterioraran y para que finalmente falleciera.
Lo que más me dio miedo, es que Pedro me
(23:17):
dijo que si yo no me atendía, mi miembro estaría
a punto de inflamarse, al grado de reventar. La verdad
es que yo no entendía, pero tenía miedo, y sobre
todo mucho dolor. Y es que era imposible que Pedro
supiera todo aquello de mí. Esto me llevó a confiar
en él y le pregunté si conocía a alguien que
(23:37):
me pudiera ayudar. Le conté que me había dado de
topes contra la pared en la búsqueda de alguien que
me curara de esa maldita enfermedad. Él me aseguró que
su madre era una bruja reconocida en Catemaco, Veracruz, que
si yo quería... Él podía llevarme a visitarla. Yo no
tenía ya nada que pensar. Quedamos en salir al día siguiente.
(23:59):
Y aunque Pedro tenía cosas que hacer, él se las
arregló con su patrón para poder acompañarme. Él estaba agradecido
porque lo ayudé. Y bien, aunque eran tiempos muy difíciles
de pandemia, aún con esto, decidimos emprender ese viaje. Salimos
muy temprano por la mañana Y llegamos al día siguiente
alrededor de las 9 El día apenas iniciaba Así que llegamos
(24:23):
rápido a donde vivía aquella mujer La cual era una
persona de unos 60 años No se le veía que fuera
algo amigable Sentí como si me estuviera escaneando Como si
estuviera viendo mi cuerpo La mujer se detuvo justamente a
donde tenía la brujería Y la muy maldita vieja Me
dijo sin más que ya era tarde para hacer algo
(24:44):
por mí. Yo no lo podía creer. Yo necesitaba sentir
la esperanza. Casi le supliqué por su ayuda. Le dije
que todas mis puertas se habían cerrado y que ya
no soportaba el dolor. La mujer me miró sin inmutarse,
como si no le importara. La señora me dijo que
no estaba interesada en ayudarme, que su trabajo valía mucho
(25:05):
y que yo quizá no tendría el dinero suficiente para pagarle.
La verdad es que me sentí peor que nunca. Ya
me habían dicho que en ese sitio había personas que
cobraban muy caros sus trabajos y caí injustamente con una
de ellas. Le di las gracias y me salí del cuartucho.
Me subí al auto. Estaba llorando por mi mal infortunio.
(25:28):
Tenía mucho miedo de morirme. Estaba llorando inconsolablemente, pero antes
de arrancar el auto, repentinamente Pedro salió de la casa
de su madre. Me hacía señas con la mano para
que entrara nuevamente al cuchitril. Me bajé del auto y
caminé hacia allá. Cuando entré, el semblante de la mujer
era otro. Me dijo que por qué no le había
(25:49):
dicho que le había salvado la vida a su hijo.
Y eso para mí no era un boleto para que
ella me ayudara, le contesté. Pero la bruja me aseguró
que ella me ayudaría, que me quitaría el daño que
traía encima, en agradecimiento por haber ayudado a Pedro. Aquella
señora me dijo que se trataría de un ritual muy especial,
pero que no sería en ese momento, sino que... Sería
(26:12):
en la noche de las brujas, aquella señora me aseguró
que a quien me hizo ese daño, ni ganas les
iban a quedar de haberme puesto ese maleficio. Con esto
tenía que esperar un poco para que llegara la fecha
del 29 de octubre. Mientras tanto, la mujer me entregó unas
(26:34):
hierbas con las que me lavaría y apaciguaría temporalmente el sufrimiento.
No lo niego que la fecha se me hizo eterna,
pero créanme que valió la pena. Aquella noche de Halloween,
cuando la luna se veía más grande que de costumbre,
la bruja... Estaba vestida completamente de negro, con un vestido
que según me contó su hijo. En esas fechas, las
(26:57):
brujas se ponen sus mejores galas y otras lo hacen desnudas.
Durante el ritual había dos mujeres más. Me metieron a
una tina y con el agua que se veía de
lo más turbia, me pidieron que me sentara. En un
inicio sentí mucho dolor en mi entrepierna y sentí un
ardor horrible que hasta ganas de llorar me dieron. La
(27:18):
bruja sonrió y me dijo que, así como me ardía
y lloraba, esas dos mujeres también padecerían lo mismo. El
ritual inició un par de minutos antes de la medianoche.
A ellas las vi cómo se movían y las dos
mujeres jóvenes se hincaron y no levantaban sus cabezas. Sentí
mucho miedo cuando la bruja comenzó a hablar en un
(27:40):
idioma que nunca había escuchado. No era latino o algo
que le pareciera. Mientras tanto, Pedro, quien también estaba presente,
Encendió una hoguera que estaba preparada para dicho ritual. La
bruja no paraba en decir palabras, y mientras, yo estaba
sentado en aquella tina desnudo. Repentinamente, comenzó a hacer un
(28:01):
viento muy frío, pero este cambió como si estuviéramos en
temporada de verano. Otra cosa es que, el ambiente... De
pronto empezó a oler mucho como a caño, a azufre.
No sé por qué intuí que en cualquier momento se
iba a manifestar el señor de la oscuridad. Y así,
créanme que sucedió. De un instante a otro, entre el
(28:24):
movimiento de las mujeres, la tensión y toda aquella atmósfera oscura,
Algo enorme emergió entre las llamas de la hoguera. No
se visualizaba bien, pues creo que ni siquiera uno es
digno de ver al mismísimo Satanás presente. Ni siquiera la bruja, pues.
Vi cómo esta bajó su cabeza en señal de respeto
(28:45):
hacia quien le concedía su don para hacer aquellos trabajos
de magia negra. Sé que mis palabras quizá causen duda,
pero aquello que vi fue algo realmente aterrador. En esos
momentos sí creí que las brujas estaban pactadas con el
innombrable y que hacían sus aquelarres en aquellas noches de Halloween.
La noche de las brujas, como me dijo esa mujer.
(29:07):
No sé cuánto tiempo permaneció ese ser ahí, pero su
voz se escuchaba como si muchas almas estuvieran presentes en
ese sitio. Cuando todo terminó, la bruja me dijo que
podía salir de ahí y que al caer el alba,
ella revisaría qué fue lo que dejé en el agua
de la tina. Y en base a ello, el mal
se revertiría a las mujeres que me hicieron el daño.
(29:32):
Esa noche no pude dormir, veía al diablo en mis sueños,
y mi miedo lo sentía como si estuviera conmigo, de
estar dormido ahí cerca. Escuché los cánticos de las brujas
durante la noche, pero esa fiesta pagana no era para
que yo estuviese presente, aunque créanme que sentía ganas de asomarme,
(29:52):
pero el miedo de que me sucediera o viera algo
peor que lo que había visto momentos atrás, me llevó
a mantenerme en distancia. Al día siguiente miré a la
mujer concentrada, mirando el interior de la tina. Me acerqué,
pero no sabía que podía haber ahí. Lo que sí
puedo comentarles es que aquel asqueroso olor seguía ahí. Aquello
(30:15):
era lo que me había quitado la maldición que me hicieron.
Eso me lo aseguró la bruja. Ya estando más relajado,
Me dijo que podía regresar a casa, que no le
debía nada, pues el haber salvado a su hijo valía
más que lo que ella cobraba por su trabajo. Lo
que me recomendó es que regresara cuando tuviera noticias de
las mujeres, y yo le prometí que así sería. No
(30:38):
sé cuántas semanas pasaron, pero un día... Me enteré que
mi exnovia estaba muy enferma, que ya tenía algunos días,
que su situación se había complicado a tal grado, que
le habían tenido que amputar sus dos piernas hasta la
altura de sus rodillas, pero que al parecer, el daño
que ella tenía, ya se había esparcido por su cuerpo,
(30:59):
y esto de alguna forma la estaba condenando a la muerte.
Esa noticia me llegó como un impacto, algo que me
perturbó de una manera que sentía que vivía una pesadilla.
Pero esto no era todo, porque también resulta que la
mamá de mi exnovia también estaba enferma, pues estaba padeciendo
(31:20):
algo muy similar a lo que tenía su hija, pero
aquella mujer... Parecía que estaba pudriéndose en vida, decían que
apestaba horrible y que incluso de su zona íntima le
brotaban gusanos, pues por dentro ella ya estaba completamente destruida.
La verdad era difícil de creer de todo aquello que
me estaba enterando. porque ahí caí en cuenta que de
(31:43):
verdad ellas me habían puesto la brujería honestamente no sé
por qué yo nunca les hice nada malo si aquella
relación con mi exnovia terminó fue porque su madre intervino
ella empezó a meter chismes y rumores y lo que
más me dolió es que terminó enfermando la mente de
su hija al grado de haberla hecho cómplice de trabajos
(32:05):
de brujería en mi contra No me da alegría, al
contrario me siento triste, de que ellas hayan tenido que
pagar por lo que me desearon, pero al final la
vida tiene que hacer justicia, y si no, entonces uno
debe de buscarla, y de no ser por la ayuda
de aquella bruja, la madre de Pedro. es que yo
estaría podrido y a mí es a quien me hubieran
(32:26):
tragado los gusanos. No saben cuánto agradezco estar aquí para
contarles esto, porque sé bien que el día de mañana,
quienes puedan ser víctimas de brujería, de envidias o de
malas energías, pueden ser ustedes que escuchan mi historia.
Speaker 2 (33:01):
Excelente noche para todos y saludos para la comunidad en general.
Mi nombre es Carlos Fernández y lo que les voy
a contar ocurrió en fechas de Halloween, pero en el
año de 1993, en las afueras de Querétaro, en una finca
perdida entre los cerros. Han pasado tres décadas y todavía
(33:27):
no puedo dormir tranquilo cuando llega octubre. Esa noche, la
peor de mi vida, la viví con mis dos mejores amigos,
Julián y Mateo. Uno de ellos nunca volvió a ser
el mismo. Éramos jóvenes de 19 años, llenos de ganas de
(33:47):
probar el mundo, creyendo que nada nos podía pasar. Fue
Julián quien propuso el viaje. Él llevaba meses trabajando como
peón en una finca dedicada a la alfalfa y nos
convenció de que lo acompañáramos a pasar unos días ahí.
(34:07):
Decía que podríamos ayudar. ganar un poco de dinero y
alejarnos de la rutina del pueblo. No lo pensamos demasiado
y aceptamos. Tomamos un camión hasta donde llegaba el camino
y después nos aventamos otras cinco horas de trayecto en
una camioneta desvencijada que nos dejó en medio del monte.
(34:33):
La finca era enorme, una casona antigua, de muros gruesos
y tejas carcomidas. Se levantaba en el centro del terreno.
A un costado se extendía el campo verde de alfalfa,
y alrededor solo había cerros y maleza espesa. El dueño,
(34:54):
Don Ramiro, nos recibió con gesto serio, aunque no fue grosero.
Nos llevó a un cuarto apartado al límite de la propiedad,
donde apenas había tres catres y un par de cobijas.
Ahí dejaríamos nuestras cosas. El trabajo no era complicado. Cortar
la alfalfa con machetes, amontonarla y dejar que se secara
(35:19):
para luego recogerla. El sol era pesado, pero la rutina
no nos asustaba. La finca estaba bien surtida de provisiones,
y para nuestra sorpresa, en la cocina había un refrigerador
lleno de cervezas. Ese detalle bastó para que Mateo y
yo nos entusiasmáramos aún más. Don Ramiro no nos prohibió beber,
(35:45):
pero antes de dejarnos nos advirtió con voz firme que jamás,
bajo ninguna circunstancia, saliéramos al campo durante la noche. No
dio explicaciones y nuestra necesidad juvenil lo tomamos como una
superstición de campesinos. Esa primera jornada de trabajo terminó al
(36:09):
caer la tarde. El cansancio se mezcló con la emoción
de sentirnos lejos de casa. Apenas anocheció, Mateo sacó las
cervezas y nos pusimos a beber. Julián, más reservado, apenas
tomó un par. Entre risas y pláticas, se nos fue
la noche. Cuando se acabaron las botellas, eran ya las diez.
(36:33):
Decidimos acostarnos. Sin embargo, antes de dormir, yo le pregunté
a Julián si sabía algo de esa advertencia del dueño.
Él solo respondió que había cosas del monte que era
mejor no preguntar, y se tapó con la cobija. No insistimos.
(36:54):
No sé cuánto tiempo pasó cuando Mateo me sacudió el hombro.
Estaba pálido y con los ojos abiertos de par en par.
Me pidió que guardara silencio y escuchara. Afuera se podía
escuchar claramente música. No era de radio ni de ningún aparato.
(37:15):
Eran tambores y flautas que parecían venir desde el fondo
del cerro. Un ritmo extraño, hipnótico, que se colaba por
las rendijas de la madera. El alcohol y la curiosidad
hicieron lo suyo. Salimos a investigar, dejando a Julián dormido.
(37:36):
la luna llena iluminaba apenas lo suficiente para distinguir el
camino entre arbustos y piedras seguimos el sonido durante varios
minutos avanzando cada vez más dentro del monte entre más
nos acercábamos la música se hacía más fuerte acompañada de
(37:58):
voces que entonaban cánticos en lenguas que no entendíamos. De pronto,
entre los árboles, vimos el resplandor de un fuego. Nos
escondimos detrás de unas rocas, y lo que observamos nos
cortó el aliento. En un claro había una fogata enorme
(38:20):
rodeada de personas. No eran jóvenes, eran hombres y mujeres ancianos, desnudos,
bailando en círculos. Sus cuerpos flacos y deformes se movían
con movimientos grotescos, y sus voces se unían al compás
de los tambores. Jamás había visto algo tan perturbador. Mi
(38:44):
instinto me decía que nos fuéramos, pero antes de dar
un paso atrás, sentí una mano dura que me sujetó
del brazo. Era Don Ramiro, acompañado de dos hombres armados
con escopetas. Su rostro estaba desencajado de furia. Nos ordenó
(39:06):
correr de inmediato y nos jaló hacia el rancho. Apenas
comenzamos a alejarnos, la música se interrumpió de golpe y
en su lugar se escucharon carcajadas
Unas risas agudas y retumbantes que se multiplicaban entre los cerros.
(39:27):
El eco nos envolvía por todas partes. Yo quería mirar atrás,
pero el dueño me gritó que no lo hiciera. No
tardé en descubrir por qué. Entre la maleza aparecieron figuras
deformes que corrían a nuestro lado. No eran humanos. Sus
(39:47):
pieles eran oscuras, con extremidades torcidas, garras largas y rostros
que parecían máscaras de pesadillas. Reían mientras nos perseguían. Los
hombres que iban con Don Ramiro disparaban sin parar. y
cada fogonazo iluminaba por un instante a aquellas criaturas, mostrándonos
(40:13):
su aspecto espantoso. Fue entonces cuando escuché el grito de Mateo.
Me giré apenas lo suficiente para verlo. Una de esas
cosas lo había atrapado del cabello y lo arrastraba hacia
la oscuridad. Sus pies se agitaban en el aire hasta
que desapareció entre los árboles. Quise correr hacia él, pero
(40:37):
Don Ramiro me jaló con fuerza y me obligó a
seguir adelante. Sentí que en cualquier momento me alcanzaban las
garras de esas cosas, pero seguí corriendo hasta que por
fin llegué al rancho. Juliano se esperaba con un rifle
en las manos, pálido del miedo. Don Ramiro dejó que
(40:59):
me quedara con él y se regresó al monte con
sus hombres. Pasó más de una hora. El silencio de
esos minutos fue insoportable. Finalmente volvieron. Traían a Mateo con ellos.
Estaba desnudo. Cubierto de moretones y heridas profundas. Su cuerpo
(41:21):
sangraba por todas partes. Tenía huesos fracturados que asomaba entre
la piel. Apenas respiraba. Lo subimos a la camioneta y
salimos rumbo al hospital más cercano. Esa noche condujimos como locos.
Rezando por su vida, contra todo pronóstico sobrevivió, pero quedó
(41:45):
parapléjico para siempre. Jamás quiso hablar con detalle de lo
que le pasó en ese lapso en que lo perdimos
en el monte. Solo decía que las risas lo seguían
hasta en sueños. Con los días supe la verdad. Lo
que habíamos visto era un aquelarre. Reuniones de brujos y
(42:08):
brujas en la noche de Halloween cuando le rinden culto
al innombrable, al demonio. Nadie ajeno debe presenciarlo, y quienes
lo hacen pagan un precio alto. Don Ramiro lo sabía,
por eso nos había advertido. Cada año los cerros de
(42:29):
esa zona se iluminaban con hogueras y tambores, y cada
año alguien desaparecía o era encontrado sin vida en circunstancias horribles.
Mateo nunca volvió a ser el mismo. Su cuerpo quedó
atrapado en la silla de ruedas y su mente, aunque
(42:49):
intentaba mostrarse fuerte, siempre estaba marcada por el terror de
aquella noche. Julián y yo jamás volvimos a esa finca
y desde entonces... Cada 31 de octubre, me encierro temprano y
evito mirar hacia el monte. El sonido de los tambores
aún resuena en mi cabeza cuando llega Halloween, acompañado de
(43:15):
aquellas risas que parecían provenir de todas partes. No sé
si lo que vimos fueron personas transformadas, demonios o espíritus
del monte. Pero sé que lo que se reunió esa
noche en aquel claro no era humano. Sé que cometimos
(43:35):
el peor error al salir, que la advertencia estaba ahí
y que por necios casi perdemos la vida. Mateo fue
quien cargó con las consecuencias más terribles, pero yo también
quedé marcado. Desde esa noche supe que en México, en
los cerros y en los pueblos más apartados, aún existen
(43:57):
rituales prohibidos que nadie debería presenciar. Han pasado como les
dije 30 años y todavía maldijo mi curiosidad. Nunca olvidaré la
imagen de esas siluetas danzando alrededor del fuego, ni las
carcajadas que parecían venir del mismo infierno. Muchas gracias por escucharme.
(44:22):
Me despido y espero no anden haciendo travesuras en una
noche maldita de Halloween. Cuéntame en la caja de comentarios
cuál de estas historias de brujas te aterró más o
te gustó. Agradezco a Relatos de Terror del Gato por
(44:45):
esta increíble colaboración. Sin más, me despido, no sin antes
desearles dulces pesadillas. Nos vemos en otra emisión más de
Inframundo Relato.