Episode Transcript
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Speaker 1 (00:03):
Estaba aterrorizada de lo que le había pasado a mi amiga,
pero más porque yo sabía lo que iba a suceder,
porque la ouija me lo había dicho. Fue todo peor
esa noche cuando de nuevo hablé con ella, con la tabla,
y me dijo que él, lo que sea que me
hablaba a través de la ouija, que él lo había hecho.
(00:28):
comunidad muy buenas noches es como siempre para mí un
gusto enorme poder darles la bienvenida a este espacio a
este lugar en el que reunimos historias de encuentros con
lo paranormal esta noche iremos desde apariciones a las afueras
de una iglesia hasta un juego macabro con la ouija
que trae algo que se hace presente físicamente que representa
(00:52):
un peligro completamente real Por eso debo advertirles que este
episodio tiene fragmentos que pueden ser muy impactantes para ciertas
personas allá afuera. Y recomendamos que no lo escuchen si
son sensibles, si se sugestionan o si están embarazadas. Y
ya entenderán por qué. Pero ahora es momento de continuar
(01:13):
si han decidido hacerlo. Si prefieres no escuchar, nos vemos pronto.
Si es quedarte, ya no hay vuelta atrás. Ya está
comenzando Relatos. de la noche. Hola comunidad, buenas noches. Me
(01:35):
llamo Andrés Primo y pues, bueno, aquí les va lo
que me pasó hace ya varios años, afuera de la
parroquia de San Ignacio de Loyola, aquí en Morelia. Yo
estaba en un retiro y esa noche a mí y
a un amigo, al chino, nos tocó quedarnos en la vigilancia.
Serían como, no sé, las tres de la mañana. Estábamos
(01:56):
sentados en la banqueta frente a la parroquia con la guitarra.
No la estábamos tocando bien ni nada, solo para mantenernos despiertos.
Todo tranquilo, nadie en la calle. Y en eso se
escuchó un ruido bien raro. Yo sé cómo se escucha
lo que voy a decir, como historia de fantasmas de antes,
de las abuelitas, pero les juro que se escuchaba como
(02:21):
cadenas arrastrándose. Pero no era un ruido fijo como de
un punto, se escuchaba que iba de un lado a
otro de la calle, y nos callamos, los dos al
mismo tiempo. Voltamos a ver alrededor, pero no había nadie,
no venía nadie, ni carros, ni gente, nada. Y ahí
(02:42):
fue donde yo pensé, a lo mejor ya estoy escuchando mal.
Pero cuando vi la cara del chino, cuando vi los
ojos que tenía, me di cuenta de que yo no
estaba exagerando. Era obvio que él también lo estaba oyendo.
No dijimos nada, como si al no comentarlo no fuera real,
pero los dos sabíamos que eso no era nada normal. Después,
(03:06):
cuando nos levantamos para hacer el rondín, fue cuando noté
a lo que estaba ahí, muy cerca de nosotros, quién
sabe desde cuánto tiempo había estado ahí. Atrás de un poste,
una mujer, así vestida toda de negro, parada sin moverse,
como si estuviera viéndose a nosotros, asomándose. La vi un
(03:30):
segundo y pensé que a lo mejor era alguien que
vivía por ahí, pero no sé, se sentía muy raro.
Llamé al chino y él también alcanzó a ver. Nomás
me dijo que sí, que la estaba viendo y se
puso blanco, blanco. Nos regresamos a sentar un ratito, todavía
esperando que fuera una persona, alguien normal. No estábamos tranquilos,
(03:53):
la verdad, pero era más fácil fingir que no pasaba nada.
Sin embargo, yo traía la espinita, y no sé por
qué me levanté otra vez para ver, como para asegurarme
de que todo sí estaba pasando. Y sí, ahí seguía.
Solo que ahora la vimos mejor porque ya no había
nada tapándola, porque ya nos estaba escondiendo en el poste.
(04:18):
Y fue entonces donde nos cayó el veinte. No estaba
tocando el piso. No estaba parada normal. Estaba como flotando,
tantito arriba del suelo. No mucho, pero se notaba. Los
dos empezamos a rezar. Ni pensamos qué rezar ni nada,
solo empezamos con el Padre Nuestro y las Aves Marías.
(04:40):
Y en eso los perros de las casas cercanas, todos
empezaron a ladrar, como si de repente se hubieran despertado todos.
Algunos hasta huyeron, pero feo, como si los mismos perros
tuvieran miedo. Cuando terminamos de rezar nos asomamos otra vez
hacia donde estaba. Ya no había nada. Ni la mujer,
(05:01):
ni el ruido. Nada. La calle normal y ya. El poste,
la banqueta. Silencio total. El silencio que se espera de
una calle a las tres de la mañana. Lo único
que se quedó con nosotros fue la sensación de que
algo muy raro andaba cerca. Que lo estuvo toda la noche.
(05:23):
Saludos desde Michoacán. Hola Uriel, buenas noches. Espero que estés bien.
Un saludo a la comunidad de relatos. Mi nombre es
Daniel y gracias a los relatos de Día de Muertos
me animé a contarte lo que viví. Todavía me cuesta aceptarlo,
(05:45):
pero a pesar de lo aterrador, también estoy agradecida de
cierta manera por lo que pasó. Esto ocurrió hace dos
años y cuatro meses. Yo estaba por cumplir 17, ya casi
para llegar a los 18. Mi mejor amiga, que lamentablemente ya
no está con nosotros, tenía los 17 recién cumplidos. Habían pasado
(06:05):
apenas dos semanas. Ella y yo siempre estábamos en contacto.
Ella estaba en Bogotá, Colombia, porque tuvo que viajar para
su tratamiento médico. Tenía cáncer. Viajó desde Venezuela, de donde
somos las dos. Yo en ese mismo tiempo tuve que
viajar con mi hermana menor y mi padrastro a Ecuador,
donde vivían mis hermanas mayores. No pude despedirme de ella
(06:29):
antes de irme. Ella también viajó unas semanas después y
ya no coincidimos. Durante meses no pude volver. Solo hablábamos
por videollamadas. Cada vez la veía más cansada en ellas,
aunque mi amiga trataba de estar animada. La última vez
que hablamos, esa noche se despidió de mí diciéndome Te
(06:53):
amo Chama, de verdad. Yo lo sentí, sentí que algo
no estaba bien. Esa noche me gustó muchísimo dormirme, tenía
una sensación horrible en el pecho como ganas de llorar,
pero como a la una y media por fin me
quedé dormida. Y ahí empezó lo raro. Sentí mi cuerpo extraño,
(07:15):
como si una corriente me recorriera entera y no podía moverme.
Al principio pensé que era parálisis del sueño, pero algo
se sentía distinto. Empecé a escuchar llanto, primero de mujer,
luego de niños. Luego de más personas, sonaba como si
estuvieran todos alrededor de mi cama, llorando muy bajito. Después
(07:40):
sentí que alguien me tocó el hombro, y una voz
de hombre me dijo, Oye, despierta Daniela. Me asustó que
dijera mi nombre, yo trataba de moverme pero no podía,
y luego empecé a escuchar más voces, primero como susurros diciéndome, despierta,
(08:08):
y después poco a poco subieron el tono, hasta que
literalmente me gritaban, despierta, despierta, despierta, despierta, yo apenas podía
mover los ojos pero veía sombras, varias, no sé cuántas,
Ahí me desperté de golpe. Respiré fuerte, pero tratando de
(08:29):
no hacer ruido porque mi hermana estaba dormida al lado.
Agarré el teléfono de debajo de la almohada. No sé
por qué lo hice, pero vi la hora. Eran las 3.33
de la madrugada. Tenía la sensación clarita de que alguien
me estaba mirando y lentamente volteé hacia una esquina del cuarto.
(08:51):
Y ahí vi una sombra. Estaba más oscura que todo
lo demás. Quietita, sin moverse. Empecé a llorar sin darme cuenta.
Sentí un dolor horrible en el pecho. Una tristeza que
no sabría explicar. No era miedo exactamente, era otra cosa.
A las 3.40 recibí un mensaje que decía...« Danny, te voy
(09:16):
a llamar. Contéstame, por favor. Sé que es tarde, pero contéstame».
Apenas terminé de leerlo, entró la llamada. Era Mark, el
novio de mi mejor amiga. Estaba llorando y me dijo…« Danny,
mi niña se me fue. Se fue». Se lo escuché
(09:39):
en la voz.« Se quebró yo también». Mientras hablábamos, la
sombra seguía ahí. No se movía. Finalmente, como el estrés 50 desapareció,
solo dejó un olor raro detrás, como dulce, como flores
mezclado con algo más fuerte, y ese olor duró por horas.
(10:04):
Mi mejor amiga murió al estrés de la madrugada. Desde
ese día cada vez que alguien cercano a mí está
por partir, ya sea una persona o una mascota, esa
sombra se aparece. Me han dicho que podría ser la
Santa Muerte, que quiere que la escuche, y yo no sé.
(10:24):
Yo le tengo respeto porque siento que ese día me
acompañó en algo muy duro, porque definitivamente no estaba sola.
Gracias por leer mi historia. Para mí es una forma
de recordar a mi amiga. Sé que ella quería despedirse
de mí. Y la extraño, pero sé que está en
un lugar mejor. Yo lo sé. Hola, Uriel. Buenas noches.
(10:57):
Y buenas noches a la comunidad. Miren, yo nunca había
contado esto así completo porque una piensa que la van
a juzgar, ¿verdad? Pero escuchando tantas historias en el programa dije, bueno, ya,
lo voy a soltar. Me toca a mí. Esto pasó
en los 90, cuando yo estaba en la prepa y tendría
unos 17 años. Era otra época. No había celulares, no había
(11:20):
redes sociales. Uno se entretenía con cualquier tontería. Y bueno,
yo vivía con mi papá, nada más. Él trabajaba por
la noche, así que la casa era mía desde que
oscurecía hasta casi el amanecer. Vivíamos en una privada chiquitita,
de esas donde todas las casas son iguales. Recuerdo que
la luz de los postres medio parpadeaba, sobre todo en
el invierno. Afuera había un árbol grandote que hacía sombra
(11:44):
hasta dentro de la sala, y la puerta siempre rechenaba, siempre.
Ese ruido de la puerta lo conocía yo mejor de
lo que recordaba la voz de mi mamá. Y bueno,
ahí estaba yo, sola todas las noches, aburrida, sin nada
que hacer, y fue entonces cuando se me hizo fácil
(12:04):
comprar una ouija en una papelería. Era de esas de
madera falsa, pintada bien corriente, pero a mí me parecía
la gran cosa. Y sí, ya sé, una sola no
debe jugarla. Sé que es peligroso, que no sé qué más,
pero en ese entonces yo estaba bien tonta. Bien valiente
o bien curiosa, o a lo mejor todo junto, el
(12:27):
caso es que jugaba todas las noches, todas. Apagaba las luces,
ponía una veladora que olía a vainilla que me encantaba,
cerraba la cortina y me sentaba en el piso de
la sala, porque era donde se sentía menos frío en
esa casa, y ahí ponía la ouija. A veces tardaba
en contestarme, a veces no decía nada, pero había noches
(12:49):
en las que sí se movía. Muy poquito, pero lo hacía.
Al principio pensé que yo lo empujaba sin querer. Después,
no tanto. Empecé a entender que no era así. Una
noche así de la nada, la tabla me dijo algo
que me dejó fría, Uriel. Me dijo, tu amiga está embarazada.
(13:14):
Cuando le pregunté que cuál amiga, señaló la letra X,
y pues yo me quedé viendo el triangulito ese como
una mensa porque sabía la ouija de mi vida, de
mis amigas, y específicamente porque la cosa es esta. Yo
tenía una amiga muy cercana a la secundaria, Jimena. Éramos
(13:35):
uña y mugre, como se dice cuando dos personas siempre
están juntas. Pero ella dejó de ir a la escuela
en la prepa, en primer semestre. Y desde ahí como
que tomamos rumbos distintos. Teníamos más de un año sin vernos.
Yo ni sabía dónde vivía exactamente ya ni qué estaba haciendo.
Y todavía pregunté, como si fuera de lo más normal,
(13:57):
a la ouija.¿ Cómo sabes eso? Y la tabla me respondió,«
Ahora la estoy viendo». Así, te juro que sentí como
si me hubieran echado agua fría por la espalda. Yo
cerré la tabla de golpe, bueno, cerrarla es decir mucho,
(14:19):
la empujé lejos como si quemara. Se me había hecho
tarde así que me fui a dormir, pero esa frase
no se me quitó de la cabeza. Y días después,
por obra del destino, me la encontré. Después de más
de un año me la encontré. Así nomás caminando rumbo
al mercado, a donde iba por unas frutas. No sé,
(14:42):
ver a mi amiga fue como ver un fantasma, sobre
todo por lo que acababa de pasar, porque la había
tenido mucho en la mente esos días. Ella también se
sorprendió al verme. Nos saludamos, pero había algo raro. Se
veía seria, como cuidándose las palabras. Y yo no pude,
(15:02):
no pude quedarme callada. Le pregunté no sé por qué. Oye,¿
y es cierto que estás embarazada? Ahí sí la vi
cambiar la cara, se puso tensa como la defensiva. Me
preguntó quién me había dicho eso, que con quién anduve hablando,
o que si se le notaba. Y yo nada más
(15:23):
estaba tragándome la lengua porque,¿ cómo le iba a decir
que me lo había dicho una tabla? Y ella se
enojó más. Pues mira, no te metas en lo que
no te importa. Nadie sabe, ni mi novio sabe, y
pobre de ti que lo andes contando. Me dolió lo
que me dijo. Sentí feo. Feo por decirlo. Feo por
(15:45):
verla así. Feo por pensar que tal vez yo estaba
metida en algo que no debía. Y me fui sin
contestarle nada. Me temblaban las manos. Y esa noche, de tonta,
de mensa, de necia, volví a sacar esa maldita ouija.
La puse en la sala y todo como siempre, la veladora,
(16:08):
la cortina cerrada, el silencio de la casa, y apenas
toqué el triangulito sin preguntar nada, la tabla empezó a moverse.
Me escribió, el bebé no va a nacer. Te juro
que sentí que se me atoró el aire en los pulmones. Después,
(16:32):
la tabla se quedó moviéndose entre la J y la A. Rápido. J, A, J, A, J, A.
Como si se estuviera riendo. Y yo no podía soltarla,
porque mis dedos seguían ahí, tiesos. Fue en ese momento
(16:57):
cuando la puerta de la casa se abrió sola. La
escuché clarito, el rechinido, el golpe contra la pared. Y
luego cómo se cerró otra vez. Fuerte. Sentí la casa
cimbrándose un poco. Y yo lo sabía muy bien. No
(17:20):
era mi papá. Él no llegaba hasta las dos o
tres de la mañana. La casa estaba completamente vacía. Y
la tabla seguía moviéndose como si se burlara. Y yo
para esas alturas ya estaba llorando. Le pregunté entonces qué
quería decir con lo del bebé, y lo único que
(17:40):
escribía a la tabla una y otra vez era,¿ Quieres saber?¿
Quieres saber?¿ Quieres saber? Cuando dije que sí, cuando finalmente
respondí que sí, cuando le dije que quería saber, la
(18:01):
tabla me escribió, yo lo hice. Yo no entendí nada.¿
Lo hice de qué?¿ De quién hablaba?¿ Del bebé?¿ De
mi amiga? No entendí nada. Guardé la tabla como pude,
(18:21):
me fui a mi cuarto y dormí con la luz encendida.
Me temblaban los labios, te lo juro. Pasaron días, semanas,
y un día la noticia corrió por toda la colonia,
que a mi amiga la habían atacado. Dijeron que esa
noche salió de su casa gritando, como si algo la persiguiera,
(18:41):
que atravesó el terreno baldío que había entre su casa
y la avenida. Ese terreno siempre fue feo. Pura tierra, maleza, basura.
Sin luz. Decían que ahí espantaban. Y ella corrió por
ahí sola. Y en medio de la oscuridad alguien la alcanzó.
(19:02):
No la asaltaron. No le quitaron nada. Lo único que
hicieron fue... Apuñalarla. Apuñalarla en el vientre. Lamentablemente perdió al bebé...
Y lo más terrible es que ella alcanzó a decir
que quien la había atacado era un hombre muy alto. Muy,
(19:24):
muy alto. Y los vecinos buscaron como locos mientras una
señora se la llevaba al hospital. Pero nunca lo encontraron.
Ni en el terreno, ni en las casas cercanas, ni
en las calles aledañas. Nada. Ni una sombra, ni un rastro,
ni huellas. Como si ese hombre simplemente no existiera. Cuando
(19:47):
escuché lo que pasó, lo único que pude pensar fue
en lo que la ouija me había dicho. En ese...
En ese maldito... Yo lo hice. En esa puerta abriéndose sola.
En esa risa escrita entre letras. tiré la guija ese
mismo día la rompí en pedazos y le eché a
(20:08):
la basura del vecino para no verla más y nunca,
nunca volví a tocar una aunque he tenido muchas oportunidades
jamás lo haría ni una sola vez ni con amigos
ni por curiosidad hasta hoy sigo sin saber qué pensar
si la tabla sabía algo en realidad o si se
(20:29):
burlaba de mí si algo se burlaba de mí o
si de verdad había alguien ahí, mirando a mi amiga
antes de que todo esto pasara, si realmente lo hizo,
eso que me hablaba desde la ouija. Gracias por seguir
(20:52):
por aquí comunidad, como siempre me gusta darles un descanso
antes del final y aprovechar para decirles que se suscriban,
que no dejen pasar la oportunidad de volverse parte de
esta familia. Y bueno, si se sienten con ánimo de
apoyarnos todavía más, lo agradeceríamos mucho si nos dejan su
pulgar arriba, una calificación de 5 estrellas dependiendo de donde nos
(21:16):
escuchen y claro, Un comentario diciéndonos cuál fue su historia
favorita de hoy. Esa es la mejor forma de apoyar
a este proyecto. Ahora sí, continuamos. Hola Uriel, hola comunidad.
(21:37):
Me llamo Valentina y esto que te voy a contar
nos pasó a mi novio Ale y a mí el
año pasado, cuando viajamos a La Habana, Cuba. Fue la
primera vez que vimos algo, algo que no era de
este mundo. Y desde ese día no sé cómo explicarlo,
pero ya no volvimos a ver la vida igual, ya
no como antes. A ver, todo empezó porque encontramos un
(22:02):
Airbnb baratísimo. De esos que dices, qué raro que esté
tan barato, pero bueno, ya lo agarramos. Estaba medio lejos
de La Habana Vieja, como en un barrio más apagado,
más solo, definitivamente no turístico. Los hosts nos dieron unas
instrucciones rarísimas para entrar, como si la casa no estuviera
(22:23):
registrada oficialmente para ese uso. Estuvimos esperando un buen tiempo
para poder entrar en una calle totalmente sola, aunque llegamos
de madrugada. Pero bueno, estábamos emocionados. Era nuestra primera vez
en Cuba y honestamente solo queríamos un lugar para dormir.
Y literal eso hacíamos. Amanecía y nos íbamos todo el
(22:45):
día al malecón, a caminar, a conocer. Y regresábamos ya
bien entrada la noche, cansados, a bañarnos, a dormir y ya.
Yo soy bien ansiosa y paranoica, entonces siempre, siempre reviso
ventanas y puertas antes de dormir, no importa en qué
parte del mundo esté. De hecho Ale siempre se ríe
(23:06):
de eso. Val, no te van a robar, nadie se
va a meter en el piso 3, pero yo reviso igual.
Nuestra última noche ahí estábamos ya listos para dormir un rato.
Ale ya estaba acostado, muy cansado, y yo estaba como
siempre revisando una ventana que daba, pues, según yo, al aire,
(23:29):
a un callejón, algo así. Era una ventana alta de
marco viejo, pintura escarapelada. Y, comunidad, cuando levanté la persiana,
había un señor asomándose. ahí pegado al vidrio un señor
mayor pero con su piel como inflada no sé cómo
(23:52):
explicarlo y estaba como intentando meter la mano como tanteando
y yo grité no sé ni qué grito fue pero
Alex se levantó asustado rapidísimo y lo alcanzó a ver
lo vio me gritó que alguien estaba ahí a veces
siento que él se asustó aún más que yo nunca
lo había escuchado así nunca lo había visto realmente descontrolado
(24:18):
Él corrió hacia la ventana, pero cuando llegó ya no
había nadie, y la ventana se veía completamente negra, como
si estuvieras viendo únicamente la noche. Yo estaba temblando. Ale también.
Decidimos ir con el host que vivía en el departamento
de abajo. Le tocamos fuerte la puerta y salió medio dormido.
(24:40):
Le contamos lo que vimos, y el señor solo dijo, vengan,
les voy a enseñar algo. Nos subió por unas escaleras
de caracol hasta la azotea. Desde allí se podía ver
la fachada del edificio y nuestras ventanas. Y nos dijo,«¿
Esa ventana, la ven? No da ninguna parte». Y nos
(25:02):
señaló justo hacia abajo. La ventana de nuestro cuarto, que
apenas se distinguía por la luz que daba, estaba pegada
a la pared de otro edificio, uno quemado como abandonado.
No había ni 10 centímetros entre el marco y el muro. Literal,
nunca había ni un gato ahí, mucho menos una persona.
(25:24):
Yo me quedé helada, y Ale también, y el host
como si nada nos dijo que seguramente fue nuestra imaginación,
que estábamos cansados o que a lo mejor habíamos tomado,
que eso le pasa a los turistas. Regresamos al cuarto
y Alice asomó con su celular para confirmar. Pejó la
cámara contra el cristal. Y sí, del otro lado no
(25:47):
había espacio. No había nada. Solo muro. Por eso se
veía tan oscuro. No dormimos. Solo esperamos a que fuera
hora de irnos al aeropuerto. Ya en México hicimos todo
lo que siempre hacemos, dejamos una reseña del lugar y
ahí hasta entonces fue cuando decidimos leer a fondo las demás,
(26:12):
las que había dejado la gente. El lugar tenía un
año de funcionar y varias reseñas mencionaban algo similar al
hombre de la ventana. Unos incluso decían que de noche
el departamento olía a carne quemada, otros que escucharon golpes
en el vidrio por la madrugada. Unos decían que era
(26:34):
buen precio, pero que no era la pena si no
ibas a poder dormir ahí, y otros así literal ponían,
lugar embrujado, no vuelvo. Como les decía, después de ese
viaje no sé qué pasó, pero Ale y yo hemos
visto más cosas, sobre todo en su casa. Yo veo
(26:54):
a una señora que pasa por la ventana de la
cocina en la noche, una viejita que se asoma. Él
también la ha visto, pero además ya van tres veces
que sueña cosas que luego pasan. Como si en Cuba,
no sé, como si algo nos hubiera abierto los ojos.
Y lo peor es que, aunque vimos exactamente lo mismo,
(27:16):
ninguno de los dos quiere volver a hablar de lo
que se asomó por esa ventana. Porque no había forma, Uriel.
No había espacio. Lo que vimos ahí no tenía cómo
estar detrás de esa ventana. Era imposible. Gracias por la
atención a mi relato, aunque no sea tan aterrador. Pero
(27:37):
es raro pensarlo. Es raro aceptarme así. Yo soy testigo
de que los fantasmas existen. Yo soy testigo de lo paranormal.