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December 8, 2025 50 mins

Hoy regresamos a uno de los temas más pedidos, más comentados y más temidos por ustedes: esas historias que provienen directamente de quienes han estado en el frente, en la oscuridad del monte, en los operativos nocturnos… donde no siempre el enemigo es humano.

En este episodio escucharemos testimonios de soldados que, además de cargar con el peso de su deber, han tenido que enfrentarse a presencias que no aparecen en los informes, que no se explican en los manuales, y que jamás se mencionan en los ascensos ni en las ceremonias.

Algunos de ellos vieron figuras observándolos desde lo más alto de los árboles; otros escucharon pasos entre los matorrales cuando todo el pelotón estaba dormido. También hay quienes aseguran haber sido llamados por voces familiares justo antes de perder a un compañero.

Y, en más de un caso, lo que parecía una simple misión rutinaria terminó convirtiéndose en una noche marcada para siempre. Esta noche, comunidad, nos adentramos no solo en el trabajo silencioso y duro de quienes sirven… sino en lo que ellos nunca pueden contar en voz alta, porque nadie les creería.

Porque a veces, incluso en una zona controlada, rodeados de su propio equipo, el verdadero terror llega del otro lado de la oscuridad, sin rostro, sin identidad… y sin miedo a enfrentarlos. Apaguen la luz, acomódense, y prepárense para escuchar lo que los militares solo confiesan cuando vuelven a casa y no pueden dormir.

Bienvenidos a Relatos de la Noche.

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Episode Transcript

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Speaker 1 (00:03):
Morales bajó el volumen de su respiración. Gustavo solo levantó
la mano para que nadie se moviera y la figura
apareció de a poco, como quien sale a ver si
alguien llegó. De solos matorrales, una silueta blanca, delgada, con
un rebozo que no era rebozo sino algo más largo,
como una prenda sin costura. Caminaba lento, como envuelta en

(00:26):
ella de los pies a la cabeza, sin intención de acercarse.
Se detuvo frente a la capellita, justo donde había un
Cristo excitado. Volteó hacia ellos, ni rápido ni dramático, volteó
como quien escucha su nombre. Muy buenas noches comunidad, por

(00:49):
favor sean bienvenidos y bienvenidas a este especial de historias
de soldados, de militares, de cuerpos castrenses. Un tema que
les gusta mucho, como lo hicieron ver en una reciente
encuesta donde les preguntamos de qué tenía que tratar nuestro
siguiente episodio especial. Es por esto que estuvimos reuniendo las
historias más escalofriantes sobre este tema que hemos recibido recientemente

(01:11):
y algunas también que buscamos entre los archivos y que
por fin, por fin van a poder ser compartidas con
todos ustedes. Así que esperamos que disfruten mucho de este episodio,
que estén de buenas, que todo vaya bien y si no,
que este es el pretexto para dejar ir por un
rato cualquier problema que les quite el sueño. Aquí la
única buena razón para no dormir es por el miedo

(01:33):
de las historias de esta noche. Ah, y por cierto,
no se vayan antes de que acabe el episodio porque
al final les tenemos a los ganadores de estos primeros 10
libros autografiados y por supuesto, va a haber más sorpresas.
Así que apaga ya la luz y déjate llevar, que
está comenzando Relatos de la Noche. Hola comunidad, me llamo

(02:02):
Janet y tengo un niño de 5 años. Ya no llevo
con el papá de mi hijo, pero tenemos muy buena relación.
Él es soldado y la última vez que vino a
vernos nos contó algo que creo es digno de Relatos
de la Noche. Verán. Estuvieron varios meses destacados en una
zona violenta, peligrosa. Todos los días estaban alertas desde la

(02:22):
primera luz hasta que anochecía, y hasta dormidos andaban listos
para lo que pudiera suceder. De pronto se hizo un
escándalo por una patrulla con la que habían perdido comunicación.
No habían reportado nada raro a ellos, ni un enfrentamiento,
ni presencia de sospechosos, nada. La patrulla solo había avisado
la zona en la que entraba, y luego nada más.

(02:44):
Puro silencio. y de alguna forma el silencio era todavía
más preocupante a que hubieran avisado que entraban a una
emboscada o algo así. Esa simple desaparición levantó alertas y
mandaron a buena parte del personal a buscar a la
patrulla perdida. Ahí fue cuando pasó lo peor para Esteban,

(03:04):
el papá de mi niño, pues en medio de un camino,
al pasar por un barranco notaron algo raro, un olor
a muerte, a muerte vieja que les llamó la atención.
Aunque estaban buscando a sus compañeros, no podían ignorar lo
que notaban, lo que olían, porque ellos ya reconocen cuando
la muerte que huelen es humana. Y ahí cerca, en

(03:27):
ese barranco, definitivamente había cristianos muertos. Era de noche y
la zona era peligrosa, así que reportaron el hallazgo y
que bajarían un par de elementos a revisar mientras los
demás montaban guardia en el camino. Y uno de los
que bajó fue Esteban. Luego, luego se dio cuenta de
que por ahí había caído un carro, por las ramas

(03:49):
rotas de los árboles, pero también se notaba que había
sido semanas atrás, porque las ramas rotas habían retoñado. Al
bajar lo suficiente notaron que abajo había una camioneta del ejército,
y cuando llegaron a ella, encontraron los cuerpos de varios compañeros,
ya descompuestos por el tiempo. Ahora bien, lo extraño comunidad,

(04:14):
Lo increíble de esto es que la camioneta y los
compañeros eran los mismos que habían desaparecido horas antes. Sin embargo,
tanto el estado de los cadáveres como de la camioneta
y sus alrededores evidenciaban que tendrían al menos un par
de semanas ahí. Al menos. No creyeron lo que veían,

(04:34):
ni los superiores cuando llegaron al lugar. Llegó gente de
otros rangos, de los que casi nunca veían. Llegaron autoridades
civiles muy importantes. Llegó un grupo de peritos y forenses
de la capital. Nadie entendía lo que estaba viendo. Y
sobre todo, nadie podía hablar de lo sucedido.¿ Qué iba

(04:56):
a decir la prensa ante una situación como esa?¿ O
los familiares de las víctimas? No sé qué le habrán
inventado a las pobres familias para darles los restos sin
dejarlos verlos. No sé si los incineraron al final. Y
les dieron solo las cenizas o si todo se arregló
con dinero. Pero a los que llegaron primero a la camioneta,
a los que vieron todo, les dieron un mes de descanso.

(05:19):
Esteban aún no se recupera. No entiende lo que vio.
Yo no entiendo que el pobre haya envejecido tanto en
un par de meses. Dice que todo es a raíz
de lo que vio. Esa experiencia lo va a marcar
para siempre. En sus ojos se nota que vio algo terrible.

(05:42):
La siguiente historia, querida comunidad, puede ser de las más
inquietantes que hemos contado en un buen tiempo, y aunque
como todas tiene ese elemento paranormal difícil de creer, que
quizás va más allá de fantasmas o brujas, recuerden que
todos somos escépticos de acuerdo a nuestras experiencias, que todos
vamos creyendo un poco más conforme a lo que vamos viviendo,

(06:03):
y si tienen la gran fortuna de seguir siendo escépticos, aprovechenla.
Continuamos con este episodio especial de historias de militares. Mi
tío Gabo fue militar. La historia que les quiero compartir, comunidad,
es una que me contó alguna vez cuando yo tenía

(06:25):
unos 11 o 12 años. En ese entonces él y su esposa
vivieron en una casita que mis papás rentaban, justo atrás
de la nuestra. Fue por unos meses, una emergencia, en
lo que ponían al corriente unas deudas, pero recuerdo bien
que yo disfruté mucho ese tiempo porque mi tío se
la pasaba poniéndome música, enseñándome bandas y cantantes que yo
no conocía. Un tiempo en mi vida que formó muchos

(06:48):
de los gustos que ahora tengo, y también recuerdo ese
tiempo por las historias que él me contaba. Era un
hombre lleno de anécdotas, y entre ellas había algunas de
carácter inexplicable, sobrenatural. Como les dije al inicio de mi relato,
él fue militar. Y durante esos años le ocurrieron un
par de eventos completamente inexplicables. Pero el más impactante solo

(07:10):
me lo contó una vez. Y después, cuando le pedí
que repitiera la historia junto a otros de mis primos,
él prefirió no hacerlo. Le costaba narrarla y lo había
hecho conmigo en confianza, nada más. Esto sucedió en los 80,
en una misión que metió a su tropa en la
sierra entre los estados mexicanos de Michoacán, Jalisco y Guanajuato.

(07:32):
Si alguien ve las noticias en México sabrá que ahora
esos estados tienen zonas muy peligrosas, con mucho crimen organizado,
pero en aquel entonces no era así, no tanto, y
su pequeña tropa avanzaba en labores de reconocimiento, buscando un
rastro en específico. Tenían información de que alguien se escondía

(07:52):
en esos lugares donde ya no vivía nadie, donde nadie
podía vivir, en la sierra, en lo más inhóspito de
la región. Avanzaban habiendo dejado medio día atrás los últimos pueblos.
Una madrugada le tocó hacer a él la última guardia.
Despertó para cuidar de la tropa las últimas horas del amanecer. Braulio,

(08:15):
el más joven del grupo, que por alguna razón lo
admiraba mucho y siempre estaba detrás de él, despertó también
aunque no le tocaba guardia y decidió acompañarlo. El lugar
era tranquilo. El silencio allá arriba era absoluto. Dudaban de
las pistas que seguían, así que andaban algo despreocupados, siguiendo
porque cumplían órdenes, pero no tanto porque creyeran que algo

(08:38):
se iban a encontrar. Pero como siempre me decía mi
tío Gabo, por algo pasan las cosas, y yo creo
que andaban allá arriba por una razón, una que quizás
fue más importante que la original, por la que los
habían enviado. Eran como las cuatro, casi las cinco, cuando

(09:00):
seguía siendo de noche pero ya no tan oscuro y
más azul. Cuando desde su puesto de vigía, él y
Braulio miraban una pequeña meseta frente a ellos, una que
daba hacia pequeños senderos que eventualmente, luego de decenas de kilómetros,
daban hacia poblados de la zona. Allí estaban platicando en

(09:20):
voz baja, cuando de pronto Braulio se quedó callado a
media sentencia, peló los ojos, se levantó y se asomó
hacia la meseta, Pero pecho tierra... Como si hubiera escuchado algo...
Mi tío Gabo hizo exactamente lo mismo... Confiando en los
instintos y el buen oído del muchacho... Sacó su arma

(09:41):
y observó con atención... A lo lejos se podía escuchar
que alguien se acercaba... Alguien que venía cantando... Vio con
mucha atención... Podían escucharlo pero aún no lo veían... Pero
alguien se acercaba... Alguien que cantaba muy quitado de la pena...
Y finalmente pudieron verlo, saliendo de entre las ramas que

(10:03):
daban al sendero y entrando en la meseta con pasto
bajo donde ya podían observarlo con toda claridad. Cuando me
describió lo siguiente, mi tío Gabu quiso esconder que se
le llenaban los ojos de lágrimas. Paró el relato por
un momento, respiró, y luego me contó lo siguiente. Vio,

(10:26):
a través de la mira de su arma, a un
hombre que avanzaba bailando, como en una danza infantil, pero
lo hacía avanzar, y además como si todo fuera parte
de un bailable macabro, tenía puesto un disfraz, su ropa
era muy holgada y parecía llena de musgo, como el
que sale a las piedras, como si llevara puesto un zarape,

(10:49):
un poncho de musgo verde apagado, a pesar de que
estaban un par de decenas de metros de distancia, En
cuanto ese extraño hombre entró en su campo de visión,
trajo consigo una peste humedad que le escalaba en las narices.
Tenía un gorro extraño además, un sombrero que describe como
de vaquero pero aplastado, sucio y con los extremos hacia

(11:13):
los lados, en lugar de hacia el frente y hacia
atrás como siempre se usan. Y hubo algo más. Ese
hombre llevaba una máscara, una máscara de bufón medieval. una
máscara que parecía de porcelana vieja, sucia, con ojos negros.

(11:34):
Cuando entró en la meseta, cuando se adentró varios metros,
pudieron ver que alguien venía detrás. Un niño, siguiendo en
unos cuantos metros, avanzando en el mismo baile extraño. Un
niño que no debía pasar de los ocho años. Y
luego otro, y otro, y otro, y otro, y uno más.

(11:59):
Las seis figuras pequeñas lo seguían bailando a distancia, en
ropas que no podían protegerlos del frío de la sierra.
Mi tío Gabo, con una seña silenciosa, le pidió a
Braulio que fuera con mucho cuidado a despertar a los demás.
Observó a cada uno de los niños, desde el más
pequeño hasta atrás. Fue avanzando uno a uno hasta llegar

(12:21):
al primero, y luego llevó su mira de nuevo al bufón.
Cuando lo hizo, notó que éste ya se había detenido
y que observaba directamente hacia él, con una cara que
parecía furiosa y las dos cosas resultaban completamente imposibles. Mi

(12:43):
tío Gabo estaba entre las ramas, con camuflaje, sin hacer
un solo sonido. Era imposible que lo hubiera podido ver,
pero era claro que lo hacía. También le pareció imposible
ver un semblante de furia... En una máscara que él
acababa de ver segundos antes... Y que no lo tenía...

(13:06):
Dice que quizás esa es una confusión de la memoria...
Lo que sí recuerda... Es una señal de esa cosa
que hizo que todos los niños salieran corriendo hacia todos lados...
En diferentes direcciones... Hacia los arbustos... Hacia los barrancos... Hacia
donde íbamos de regreso... Y se acuerda también que... Contra
toda indicación... cuando volvió su vista a esa cosa que

(13:28):
ahora corría también hacia los arbustos. Disparó. Disparó dándole entre
la espalda y el hombro, pero aquella cosa siguió corriendo
hasta perderse de vista. La tropa en un segundo ya
estaba ahí, corriendo hacia la meseta, perdiéndose entre los arbustos,

(13:50):
entre los barrancos, intentando alcanzar a los niños que se
escondían en ese baile macabro. Lo hicieron como si hubieran
estado esperando una señal para correr e ir tras ellos,
aunque la realidad era que apenas unos segundos atrás estaban dormidos,
y que corrían detrás de ellos aunque no sabían ni
por qué, solo con la intención de ponerlos a salvo.

(14:12):
Ponerlos a salvo, de lo que fuera que fuera eso.
Y los alcanzaron a todos excepto a uno, al más chico.
Del bufón ese no hubo la más mínima señal. aunque
lo buscaron por horas. Reunieron a los chicos en la
meseta y les hicieron cobijas para cubrirse del frío. Temblaban

(14:35):
con el aire de la sierra, con ese aire helado.
Los niños no sabían qué estaban haciendo ahí. No tenían
idea de cómo habían llegado hasta ese lugar, ni de
qué era eso a lo que iban siguiendo. De nada.
Cuando les preguntaron de dónde eran, de dónde venían, todos
dijeron pueblos diferentes. que estaban a horas de distancia unos

(14:57):
de los otros. Todos recordaban haberse ido a dormir la
noche anterior sin sentir nada extraño, sin experimentar nada raro.
Todos lloraban de los nervios, intentando entender por qué habían
despertado de pronto en medio de la montaña, siendo atrapados
por soldados entre las ramas, entre los arbustos. Un helicóptero

(15:22):
llegó por ellos unas horas más tarde, y la tropa
recibió instrucciones de volver. Ellos querían seguir buscando al hombre,
al bufón y al niño que faltaba, pero les aseguraron
que enviarían helicópteros a seguir peinando la zona. Mi tío
Gabo no dejaba de pensar en esa mirada, en lo

(15:42):
que sintió cuando esa cosa lo volteó a ver, una
mirada que sintió que le atravesaba el pecho y el alma.
También pensaba en aquel disparo, certero, en cómo entró en
la espalda de aquel hombre sin inmutarlo, sin frenarlo en
lo más mínimo a pesar del calibre del arma. Siempre

(16:03):
pensó en aquel pobre niño, el más pequeño, del que
nadie volvió a saber nada. Por esa experiencia y por
otras más terrenales, pero igual de duras, mi tío Gabo
entendió que no tenía lo que se requería para hacer
carrera en el ejército. No era tan duro como se necesitaba,

(16:23):
Las cosas que pasaban se quedaban con él por mucho
tiempo y en cuanto tuvo oportunidad pidió su baja. Buscó
entonces la vida más tranquila que pudo encontrar, como comerciante,
con un puesto de esos que se ponen en los mercados,
en los tianguis que se montan en la calle, cada
día en un lugar distinto de la ciudad. Y aunque

(16:46):
era una profesión que en épocas flacas lo hacía pasar
por momentos complicados, como ese que lo llevó a vivir
en la casita que alquilaban mis papás. Nunca volvió a
enfrentarse a los terrores, a los horrores que hay ahí afuera,
muy cerca de nosotros, o lejos, en la sierra. Cuento

(17:06):
esta historia no porque no había querido antes, sino porque
mi tío falleció en octubre. He estado pensando mucho en él,
y siento que, aunque era muy tímido para contar estas experiencias...
Es una forma de recordarlo, de mantener vivo su recuerdo,
conmigo y ahora con ustedes. Gracias por su atención comunidad.

(17:35):
Es momento de un breve respiro comunidad y también momento
de invitarles a suscribirse si no lo han hecho a
este espacio. Un 40% de nuestros escuchas no están suscritos,
así que no sean de esos, anímense y vuélvanse parte
de la comunidad Relatos de la Noche. Y por supuesto,
si ya están de buenas, dejen también un comentario, dejen

(17:58):
un pulgar arriba, una calificación de 5 estrellas, esa es la
mejor forma de ayudarnos, de saber que vamos por buen
camino y que les gustan los episodios. Antes de continuar,
déjenme decirles que si están buscando un regalo de Navidad,
económico pero significativo aún pueden encontrar en algunas librerías mi
libro relatos de la noche es muy sencillo de leer

(18:22):
aunque son cuentos está escrito de forma parecida al lenguaje
de este podcast directa fácil aunque se lo den a
alguien que no lea mucho se lo va a echar
muy fácil van a ver y según me han dicho
lo va a disfrutar es un buen primer libro para
que alguien inicie la lectura y luego siga con más
cuentos de terror o con clásicos de la literatura, no sé,

(18:45):
así empecé yo precisamente a leer, con libros de cuentos
a terror, y finalmente me convertí en un lector empedernido.
Y bueno, si no lo puedes buscar en librerías, voy
a dejarles los enlaces en la descripción, recuerden que está
disponible en México, Estados Unidos, España y Chile. Y después

(19:05):
de mi mención de siempre, ahora sí, continuamos que aún
quedan muchos relatos esta noche. Me llamo José Armando, soy
profesor de español en una escuela rural, y ya les
compartiré algunas de las historias que los niños han escrito
en ejercicios, relatos y leyendas de sus familias. Por acá

(19:29):
hay poco que hacer, uno es maestro, militar o narco.
No tenemos más oportunidades porque ya no se siembra. Mi
primo Gustavo es soldado, como sus tíos y como su abuelo.
Él no suele exagerar, habla siempre como si las cosas
fueran instrucciones, reportes o listas por cumplir. Parte de su
formación militar, de familia, por el lado de su mamá.

(19:53):
Por eso cuando empezamos a hablar de lo que pasó
en la sierra aquella madrugada, su voz se sintió diferente
a como habla siempre. No impostada ni firme. Nomás cansada.
Como si lo que vio ya no quisiera ni recordarlo,
pero tampoco pudiera sacárselo de la cabeza. La orden de
patrullaje llegó simple. Revisar el perímetro de la zona donde

(20:15):
se habían dado reportes desde días antes. de movimientos extraños
en los que solía ser un caserío. Era un pueblo
minero abandonado, un puñado de casas a medio caer desde
hacía décadas, techos de lámina doblados por el viento y
una capilla tan pequeña que parecía una bodega. No quedaba
nadie ahí desde hace muchos años, demasiados. Los rumores sobre

(20:38):
lo que causó el abandono variaban según quién lo contara,
qué grupos paramilitares, disputas, desapariciones… y otros relatos que ya
no eran rumores, sino advertencias. Lo cierto es que no
fue por el cierre de la mina que formó el pueblo,
porque esa tenía un par de décadas más de haber
cerrado por completo, y el pueblo había quedado ahí. El

(21:00):
convoy que iba era pequeño, solo dos camionetas. Llegaron de
madrugada porque el comandante decía que de día no se
escuchaba nada, que el sol engaña. En la noche, en cambio,
se filtra el sonido verdadero de los lugares. el que
queda entre ramas y techos. Gustavo nunca había estado en
esa sierra, pero las montañas se sentían como pesadas, enormes, quietas,

(21:24):
como si no quisieran compañía, como si no les gustara
que nadie se paseara por ahí. Caminaron primero el camino
de tierra y nada, una llanta vieja por allá, una
silla rota, una bicicleta sin llantas junto a un árbol
y haciéndose parte de él. El tipo de abandono que
no se siente reciente, sino muy viejo ya. Como si

(21:45):
al lugar también se le hubiera olvidado que alguien vivió
ahí alguna vez. A las 3.40, él y Morales, un cabo
delgado pero hablador hasta por los codos, se adelantaron unos metros.
No buscaban nada en específico, solo protocolar. Mirar ventanas, revisar puertas,
apuntar la lámpara sin entrar. Al llegar a la última

(22:08):
casa del camino... Una pared entera había cedido, dejando ver
el interior. La lámpara apenas alcanzaba a iluminar un muro
con estampas religiosas descoloridas, y un gato flaco cruzó la
sala sin apuro.¿ Quién sabe cuánto tiempo habría vivido ahí?¿
Quién sabe de dónde había venido? Todo estaba quieto, tanto

(22:29):
que comenzaba a considerar replegar unidad y marcar perímetro cuando,
sin aviso, las radios sonaron a todo volumen. No eran
voces claras, tampoco estática. Era como un intento de palabra, cortado.

(22:50):
Gustavo dijo que lo primero que pensaron fue que era
otra tropa llegando, pero nada en el sonido tenía cadencia humana.
Aún así respondieron, y nadie contestó. No fue hasta que
escucharon el primer sonido afuera que entendieron que no estaban solos.
Fue algo parecido a una canción, pero sin melodía. Como

(23:12):
un tarareo bajo, hecho para sí mismo. No venía de frente,
sino de los árboles. Era una sola voz, pero no
sabían si era de mujer, de hombre, de anciana, de joven.
No se podía identificar. Morales bajó el volumen de su respiración.
Gustavo solo levantó la mano para que nadie se moviera.

(23:36):
y vieron como la figura apareció de a poco, como
quien sale a ver si alguien llegó, desde los matorrales,
una silueta blanca, delgada, con un rebozo que no era rebozo,
sino algo más largo, como una prenda sin costura, caminaba lento,
como envuelta en ella de los pies a la cabeza,

(23:57):
sin intención de acercarse, se detuvo frente a la capillita,
justo donde había un cristo oxidado, Volteó hacia ellos, no
rápido ni dramático. Volteó como quien escucha su nombre. La
cara estaba cubierta, no sabían con qué. No una máscara,
no un velo, pero tampoco era piel descubierta. Era algo intermedio,

(24:22):
demasiado pálido, pero que alcanzaba a ocultar su rostro, sus facciones.
Mi primo Gustavo dijo que lo más raro no fue
la figura. sino que nadie dio la orden de apuntar
armas y aún así todos lo hicieron, como si el
cuerpo hubiera decidido solo. Ninguna instrucción, ningún grito de mando.

(24:43):
La figura levantó la cabeza hacia la nada, hacia la montaña,
y detrás de esa acción el bosque respondió. El viento
se escuchó moviendo las ramas, las más pesadas. Los radios
volvieron a sonar, esta vez nítido.

Speaker 2 (25:01):
¡Retírense!

Speaker 1 (25:04):
No era voz de nadie conocido. Ningún nombre. Ninguna clave.
Solo la orden. Morales juró después que la voz era femenina.
Gustavo dijo que era imposible saberlo. Lo único en lo
que coincidieron fue en que no había estática. En que
fue nítida. Demasiado. Al apuntar de nuevo hacia la silueta

(25:27):
ya no estaba sola. A su lado, entre arbustos y piedras,
había otras dos figuras. Uno de los reclutas quiso hablar,
preguntar algo, pero no salió sonido. La garganta simplemente no obedeció.
Mi primo aseguró que no era miedo, que era otra cosa,
más profundo, como si no le saliera ni la voz.

(25:51):
Una de las figuras levantó el brazo como despidiéndose, o bendiciendo,
o despachándolos, Y entonces sí, el bosque habló. Era como
si la misma montaña respirara. Fuerte, hondo, una sola vez.
Como si se sacudiera todo, el terreno, los árboles. Y

(26:11):
después silencio. Se replegaron sin correr, porque correr habría sido
admitir que no comprendían lo que vieron. Subieron a las camionetas.
Nadie habló. Mi primo solo dijo... No nos querían hacer daño.
Pero tampoco querían que siguiéramos ahí. Querían que nos fuéramos.

(26:36):
A la mañana siguiente el reporte se archivó con un
código que nadie explicó. Algo que significa sin contacto hostil,
sin evidencia física, sin baja. Lo común, lo que se
firma cuando no se quiere escribir lo cierto. Mi primo
Gustavo cree que ese pueblo no se abandonó solo. que

(26:57):
simplemente esa sierra, lo que la habita todavía, ya no
quiere más huéspedes. Comunidad, seguimos por aquí. Gracias por continuar escuchando.
La historia anterior y la que sigue me parece que
van en una misma línea porque nos hablan de pueblos

(27:20):
fantasmas y de esos tenemos muchos en México y Latinoamérica.
por distintos motivos que si vemos bien, en el fondo,
igual y no son tan diferentes. Aprovechamos para pedirte que
si tú o tu familia provienen de un pueblo que
ya no existe, busques en la memoria por historias de
ese lugar. Te hará, les hará bien recordarlo, y además,

(27:44):
cada que yo al menos paso por un lugar así,
me lleno de curiosidad por verlo en otras épocas, lleno
de vida, lleno de gente, Y qué mejor que poder
hacer eso a través de sus historias. Pero bueno, por
ahora seguimos con más relatos. Mi hermano es soldado. Somos cuates.

(28:08):
Es decir que nacimos del mismo embarazo aunque no somos gemelos.
De todas formas, aunque no seamos idénticos, como imaginarán, tenemos
una conexión muy especial. De hecho, esta experiencia que estoy
a punto de compartirles, de alguna forma yo la sentí.
incluso antes de que él me la contara. Sentí ese miedo,
esa desolación de lo que ocurrió aquella noche. Mi hermano

(28:32):
también escucha relatos de la noche, pero me pidió que
yo escribiera esta historia, y lo haré respetando todo lo
que me contó. Así que, va para ti, carnal. Lo
que voy a contar sucedió en Oaxaca, en febrero de 2020.
Un destacamento lanzó una llamada de auxilio desde un pueblo fantasma,

(28:52):
un poblado de unas cuantas casas que hacía ya más
de un año que no era habitado por nadie. Era
una zona algo asediada por grupos paramilitares, los que hicieron
que se fuera huyendo toda la gente. La compañía de
mi hermano respondió al llamado. Era de madrugada y encontraron
a los miembros del destacamento encerrados en una de las casas,

(29:13):
con barricadas y verdaderamente aterrados, en serio muertos de miedo.
Me dice que encontraron a hombres valientes, de esos que
se enfrentan a la muerte sin pensarlo para cumplir órdenes,
asustados como niños, temblando, agradeciendo a Dios cuando vieron que
llegaron los compañeros. Todos estaban asustados y solo uno de

(29:37):
ellos logró explicar qué es lo que pasaba, por qué
estaban ahí escondidos, qué fue lo que habían vivido aquella noche.
El cabo les explicó que estaban realizando un patrullaje en
la zona. Tenía ya tiempo abandonado ese pueblo, pero dieron
una vuelta para verificar que no anduviera nadie escondido por ahí,

(29:57):
o saqueando lo que quedó en las casas. Ahí les
llamó la atención un perro flaco que se acercó a
ellos sin miedo, como esperando agua, algo de comer, o
una caricia en la cabeza, lo que fuera. Les dio lástima.
Cuando la gente se va a la mitad de la
noche para salvar su vida, la de sus hijos, a

(30:18):
veces los animales quedan atrás. Y era obvio que si
ahí había otros perros que se habían quedado, él era
el único que sobrevivía. Y quién sabe cómo, porque era
evidente que tenía semanas sin comer. Le dieron algo para
que se comiera, pensando que no iba a sobrevivir la noche.
Sacaron lo que traían para darle de comer, pero sabían

(30:41):
que no iba a sobrevivir la noche. Así que decidieron
quedarse un rato con él, acariciarlo. No podían jugar con
el pobre perro porque no tenía energías, pero no querían
dejar que muriera solo. Le dieron agua también, pero era tarde.
Parecía que los estaba esperando porque en cuanto caminaron con él,

(31:02):
siguiéndolo a lo que parecía haber sido su casa, el
pobre se echó en la entrada a dormir y ya
no despertó. El soldado dijo que él tenía un perro
que extrañaba y que no pudo dejar de verlo en
el lugar de ese pobre animal abandonado. pensó en lo
mucho que le dolería que el suyo muriera así así

(31:22):
que decidieron enterrarlo ahí en lo que fue su casa
y al hacer esto al hacer el hoyo y enterrarlo
les dio la noche cuando echaron la última palada de
tierra sobre él de la nada todos sintieron algo digamosle
corazónada pero sintieron el peligro cerca fue tan claro que

(31:45):
tomaron sus armas aunque no habían visto nada aún Formaron
una posición de defensa casi sin pensarlo, y entonces escucharon
como de la oscuridad de una casa abandonada frente a ellos.
Algo se parecía aproximar. De detrás de unas maderas viejas
vieron que algo se asomaba. Lo primero que pensaron es

(32:06):
que se trataba de otro perro abandonado, por las orejas
y los ojos brillantes, pero luego mostró su cabeza por completo,
y era claro que no se trataba de un perro.
El tamaño, el color, las orejas. Se trataba de un coyote.
Un coyote enorme asomado, acechando. Le gritaron y no reaccionó.

(32:31):
Alguien tomó una piedra que lanzó y pegó justo en
una madera, a unos centímetros del rostro del animal. Pero
no se inundó en lo más mínimo. No se movió
en absoluto. Y eso les incomodó. Que no se asustara.
Los coyotes generalmente rehúyen el contacto con los humanos y
ante la más mínima amenaza corren, pero este no. Al contrario,

(32:57):
se puso de pie, se dejó ver. Fue entonces que
se dieron cuenta que eso no era ya un coyote,
era algo más. Era algo que se paró en dos
patas como un humano y era alto, muy alto. Sin embargo,
la cabeza, los brazos, era obvio que no era una persona,

(33:20):
que era una bestia, pero algo que ellos jamás habían
visto antes, algo que no podían entender. Hubo disparos al aire.
El ser, de nuevo, permaneció quieto sin mutarse. Ellos entendieron
que si no temía los disparos, era porque no iban
a provocar mucho en él. Uno de los soldados gritó groserías.

(33:45):
Otro comenzó a rezar. Sin pensarlo mucho, retrocedieron y se
refugiaron en la casa donde habían enterrado al perro. Escucharon
movimiento junto a la puerta. Uno de ellos se dio
cuenta de que esa cosa allá afuera quería desenterrar al
perro y disparó. No sabía para qué quería ese cuerpo,

(34:08):
pero no iba a dejar que lo usaran para algo malo,
o que se lo comiera, o lo que fuera para
lo que quería es enterrarlo. Después del tiro lo vieron
alejarse a través de una ventana, correr hacia las casas
abandonadas de nuevo. En ese momento aún no querían enviar
ninguna llamada de auxilio, no les había parecido correcto. Decían

(34:31):
que creían que era una situación que podían controlar solos, pero...
Lo cierto es que le estaba vergüenza, y minutos más
tarde escucharon gritos, gritos de varios hombres, como contestándose de
un lado del pueblo a otro entre las casas, comunicándose
entre sí. Eran gritos en mixteco, una lengua que reconocían bien.

(34:53):
Perdieron de vista la calle de tierra frente a ellos
por un instante, y fue suficiente para que cuando se
dieran cuenta, observaran que estaban rodeados. Había coyotes, Sentados como
si fueran un animal normal, pero con tamaños que no
correspondían con los animales de la zona. Pudieron ver varios

(35:14):
de ellos sentados en diferentes puntos alrededor de la casa.
No respondían a las groserías que gritaban ellos, ni a
los tiros al aire. Tampoco se iban por las oraciones
que hicieron dos de los soldados desde dentro, pidiendo su
protección a Dios. Al contrario, esto último les provocó risas.

(35:36):
Risas que venían desde afuera, que se escuchaban como de hienas.
Risas que luego se juntaron con palabras que no entendían,
pero que sin duda se burlaban de su miedo. Por
un momento hubo silencio total, silencio allá afuera. Parecía que
se habían ido por fin, que tendrían una oportunidad para

(35:57):
salir de ahí, correr hasta su camioneta en las afueras
del pueblo. Pero también hubo dudas. porque aunque nadie quería expresarlo,
nadie quería decirlo en voz alta. Sabían que estaban en
tierra de Nahuales. Era bien sabido que por la zona
había muchos, pero claro, nadie creía en ellos. Uno no

(36:19):
cree hasta que ya no le queda más remedio. Eso
discutían cuando uno de los soldados escuchó algo. Algo junto
a la pared y se acercó, convencido de que algo
rozaba con la ventana, pero no era eso. Cuando alumbró

(36:43):
con su lámpara vio una mano que entraba entre los
tablones de la puerta. No una pata, no la garra
de un animal. Una mano muy larga con dedos delgados,
cubierta de pelo, negra, pero con uñas humanas. Y la
mano buscaba el pestillo para abrir. Hubo disparos, hubo llamadas

(37:05):
por radio, la llamada desesperada a la que acudió mi hermano,
la que llevó a encontrarlos muertos de miedo. Y quizás
nadie hubiera creído este relato si no fuera porque, mientras
los rescataban, mientras escuchaban esta historia, decenas de soldados fueron
testigos de cómo aullidos los rodeaban desde la oscuridad, como

(37:28):
dejándoles ver que todo lo que se contaba en verdad
había pasado. Mi hermano llegó solo para ser testigo de
ese relato, del miedo que vivieron, pero fue suficiente para asustarse,
para comprender que algo muy raro andaba cerca. Y bueno,
por una experiencia con mi abuelo, los dos hemos creído

(37:50):
en Aguales desde muy pequeños. Es algo en lo que
creemos y respetamos. Y fue por eso que ese momento
de tensión, que además a él le recordó tantas cosas
de nuestra niñez, Ese momento yo también pude sentirlo, a
cientos de kilómetros de distancia, en otra ciudad. Sentí el

(38:10):
miedo que vivió mi hermano aquella noche. Y yo sé,
yo entiendo que los Nahuales son para muchas personas solo fantasía, folklore, leyendas,
pero pongan atención por favor a los aullidos en la noche,
sobre todo si están solos, en medio de un pueblo
con poca gente, o peor aún, Si los escuchan en

(38:32):
el bosque, nunca saben qué es lo que está allá afuera.
Mi nombre es Ramiro, comunidad. Me da mucho gusto saludarles.
Ya envié alguna vez un relato de mi infancia, pero
no ha salido todavía. Y ahora voy a intentar con este.

(38:55):
Estuve destacado en el norte, por la zona más o
menos cercana de Madera, Chihuahua, en mi primer año en
el ejército. Había entrado, y lo digo sin pena, porque
no me quedaban más caminos. No puedo decir más de
la ubicación exacta, claro, pero menciona ese lugar para que
más o menos se ubiquen. Mi mamá murió cuando yo
tenía quince. Mi papá, ni para qué mencionarlo. Y la

(39:18):
única persona que me quedaba era mi abuela, la mamá
de mi mamá. Allá en un pueblito de Sonora. El enlistarme,
como les digo, no fue un acto heroico ni patriótico,
como pasa con muchos de mis compañeros. Fue hambre y necesidad.
Pero ella, mi abuelita, mi segunda mamá, me abrazó como
si hubiera elegido la gloria. Mi problema, el que oculté

(39:41):
de los exámenes, fue el oído derecho. Un accidente cuando
era niño. Una infección mal curada por un animal. Una
infección mal curada que me dio por un animal. Un
insecto que se me metió o algo así. El caso
es que escucho poco por ese lado. Casi nada. Y
en entrenamiento eso fue un infierno. Aprendí a dormir con
el oído bueno hacia la tropa, a girar la cabeza

(40:03):
a lo justo, a fingir que escuchaba órdenes completas. Un
soldado que no oye es un problema, y yo no
podía permitirme serlo. Fue en ese primer año, en la
anotada silenciosa de las noches sin luz, cuando conocí a Iglesias. Joven, delgado.¿
Qué les digo, comunidad? Un muchacho escuálido. No pasaba de

(40:24):
los veinte. Su mamá había muerto también. Y él fue
criado por su abuela, igual que yo. Así que conectamos
desde la primera plática que tuvimos. Nos hicimos cercanos no
por afinidad, sino por necesidad. Éramos dos huérfanos tratando de
hacer familia ahí dentro. En ese destacamento la guardia nocturna

(40:45):
se hacía de uno en uno. Turnos largos, a veces inútiles. Bueno,
la mayoría de las veces, la verdad. Porque muy rara
vez había movimientos sospechosos o de grupos armados. Pero era
peor confiarse. A Iglesias le tocó la guardia dos noches seguidas,
y fue la segunda de estas cuando empezó a reportar
lo raro. No pidió apoyo, no dio ninguna clave anunciando peligro.

(41:10):
Solo habló bajito por el radio y dijo...

Speaker 2 (41:14):
Está arriba.

Speaker 1 (41:18):
¿Quién, soldado?

Speaker 2 (41:21):
La mujer.

Speaker 1 (41:24):
Todos pensamos que había visto siluetas, sombras normales de los cerros.
Pero no insistió. Tiene un vestido negro.¿ Dónde la ves?

Speaker 2 (41:37):
En los árboles. Pero no en el suelo. Está allá arriba.

Speaker 1 (41:46):
Esto fue lo que empezó a poner nerviosos a los demás.
Porque una cosa es ver un cuervo entre ramas y
otra muy distinta a verlo en lo alto, donde solo
llegan aves o nada. Después no supo o no quiso
explicar más. Ya en persona nos dijo exactamente lo mismo,
así de seco, así de escueto, que había una señora

(42:08):
en los árboles. Y miren, ni siquiera a mí, que
me tenía mucha más confianza que a los demás, se
animó a contarme algo más. La tercera noche no le
tocaba guardia, pero pidió cambiarse el turno con otro. No
quería dormir, o no podía. A las dos diez de
la madrugada volvió a hablar por radio Su voz no

(42:30):
era temblorosa ni histérica. Era muy plana, casi tranquila. Más
que las otras noches, de hecho.

Speaker 2 (42:39):
La mujer está aquí otra vez.¿ Se mueve? Le pregunté. No.
Solo mira para acá. Pues mira. Mira para el campamento.

Speaker 1 (42:58):
Alguien le preguntó desde qué ángulo para calcular la visibilidad.
Desde arriba, mi cabo. Está allá en los árboles.¿ En
qué árbol está? En todos. Fue lo último que dijo.

(43:22):
Luego silencio. Simple y sencillamente silencio y nada más. Cuando
salimos a buscarlo no había señales de pelea, ni de
ningún incidente. No escuchamos nada más, ni disparos, ni pasos,
ni sonidos en las ramas. Ni vimos tampoco huellas que
se metieran en el monte. Pero sí había algo encima

(43:43):
de nosotros, allá arriba en las copas. Allá estaba Iglesias,
mi compañero, mi amigo. Iglesias estaba enroscado entre las ramas
más altas de un sabino enorme. Unos 18 o 20 metros, no
lo medí, pero era imposible subir ahí, imposible. No estaba colgado,

(44:04):
ni clavado, ni amarrado, solo ahí incrustado entre las ramas,
como si hubiera caído desde arriba y el árbol lo
hubiera detenido, como si hubiera caído desde muy alto. Pero
el médico nos dijo que no tenía facturas de caída libre.
que era como si lo hubieran dejado ahí arriba nada más.

(44:25):
Pero no se veía atacado, ni devorado, ni tenía nada destrozado.
Era como si hubieran puesto el cuerpo ahí arriba, como
una ofrenda al revés, dijeron los que subieron a bajar
el cuerpo. El reporte oficial fue accidente, lo bajaron en silencio,
y el capitán mandó callar cualquier comentario. La misa se

(44:48):
hizo sin cuerpo, porque no pudieron entregarlo a tiempo. La
abuela nunca supo la posición en la que lo encontraron,
ni dónde. Que yo sepa, no supo nada al respecto.
Y yo no podía traicionar la confianza de la institución
para decirle. Y pues también,¿ qué le iba a decir?

(45:08):
A nosotros nos dieron quince días de descanso sin explicación.
El tipo de descanso en el que lo que menos
se hace es descansar. En el que uno nomás piensa
y piensa y piensa. Lo que vino después no fue
persecución ni rondines especiales. Fue algo que se me hace
todavía más perturbador. Una constancia rara. Cada vez que pasábamos

(45:31):
por esa zona, sin importar la temporada, seca o de lluvias,
alguien la veía. Nunca de frente, nunca cerca. Siempre arriba,
entre las copas de los árboles, asomándose. La primera vez
que yo la vi, Es una de las peores noches
de mi vida. Era una cara horrible, no solo por

(45:53):
la apariencia. Una mujer delgada, quieta, vestida de negro, con
ojos muy abiertos y furiosos. También por lo antinatural que
resultaba ver a un ser humano moverse entre las ramas
como una bestia. A veces en una sola copa, como
yo la vi. A veces, según los más jóvenes, se

(46:13):
veía como duplicada en varias. La misma mujer... en varios
lugares a la vez, sin movimiento, solo mirando, como si
estuviera esperando al siguiente, al siguiente de nosotros, a alguien
más que por alguna razón le atrajera como le atrajo Iglesias,

(46:34):
mi pobre Iglesias. Yo pedí mi baja un año después,
no por miedo, yo creo que fue hartazgo, o por cansancio,
mucho cansancio, O simplemente entendí que mi abuela era lo
único que tenía, y aunque está orgullosa, no quería que
enterrar otro nieto. Iglesias no era mi sangre, pero era

(46:56):
lo más parecido a un hermano que tuve en ese año.
No se habla de él, no hay placa, no hay
cuartel con su nombre ni nada. De hecho, ya casi
nadie se acuerda. Solo hay un punto del monte donde
nadie quiere hacer guardia, y no por lo que pueda
pasar abajo, a nivel de tierra. Sino por lo que

(47:17):
puede estar esperándote arriba. Lo que te puede llevar. La bruja,
como le dicen los más jóvenes. La bruja allá arriba
en los árboles. La bruja de las copas. Cuando duermo
de lado todavía pongo el oído bueno hacia la puerta. Costumbre,
me dijeron en terapia. Pero no es eso. Es que

(47:38):
pienso en él. En iglesias. En la hermandad que tuvimos
y en la muerte. En su muerte. Me duele mucho,
mucho de verdad pensar en esos últimos momentos, en que
esperaba quizás que yo lo pudiera ayudar, en que confiaba
en mí y yo no estuve ahí para ayudarlo. Pienso
en lo último que debió vivir, en lo que lo

(48:00):
llevó hacia allá arriba, en que ha sido la única
persona que tocó a esa cosa, que la vio de cerca,
a esa mujer que asusta hasta a los más experimentados,
y entre más los asusta, menos quieren hablar de ella.
de la mujer de los árboles comunidad antes de terminar

(48:27):
este episodio como les prometí vamos a anunciar a los
ganadores de este sorteo donde hay 5 5 ganadores de libros fotografiados
para youtube y 5 más para plataformas de podcast Recuerden por favor,
si escuchan su nombre, escribirnos lo más pronto que puedan
a mirelatodelanoche.gmail.com Es el mismo correo que está por ahí

(48:52):
en la descripción del episodio para que manden sus historias.
Y bueno, sin más preámbulos, para YouTube los ganadores son
arroba karengarcia-ib5po arroba lucerohp En plataformas, los que nos etiquetaron
en Instagram y son ganadores del sorteo son Rafael Zapata

(49:40):
que es arroba-r.a.f.a Lilia Delgado arroba 1 liadelgado arroba amanda-rgz arroba
eduardo-hh-y y Estefanía Espíritu arroba infani-espíritu aquí están Los 10 ganadores

(50:08):
entonces escriban cuanto antes por favor para hacerles llegar sus
libros a donde quiera que se encuentren. Gracias por participar
y gracias por llevarnos a ser el podcast en español
más escuchado del mundo. Pronto habrá otro especial, así que
cuéntenos de qué tema lo quieran. Esto fue Relatos de

(50:31):
la Noche. Gracias.
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