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October 20, 2025 • 25 mins

En este nuevo capítulo de Octubre de Relatos, conoceremos cuatro historias donde lo cotidiano se tuerce, donde una simple noche o un camino de regreso a casa se convierten en el escenario de algo macabro.

Una mujer que presencia un fallo en la realidad durante un viaje en carretera. Un hombre que, en la frontera entre Guatemala y El Salvador, se enfrenta a la presencia más aterradora de su vida. Voces que vienen desde debajo de la tierra como una advertencia… 

Hoy te presentamos testimonios reales que nos recuerdan que hay advertencias que no siempre llegan a tiempo, y presencias que no distinguen entre la vida y la muerte. Apaga la luz, acomódate… y prepárate para escuchar los nuevos Relatos de la Noche.

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Episode Transcript

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Speaker 1 (00:07):
La fiesta estaba llegando a su fin, quedábamos pocas personas.
La dueña nos habló de un fantasma en esa casa
que tenía años sin ver, y la reacción de todos
fue la misma, de terror, porque habĂ­a sido muy claro
que muchos de nosotros, sin saberlo, esa noche lo habĂ­amos visto.

(00:28):
Muy buenas noches comunidad, sean bienvenidos y bienvenidas a una
nueva ediciĂłn de este octubre de relatos en la que
como ya saben hemos intentado reunir las historias más macabras
y aterradoras que nos han llegado. Es por eso que
les pedimos que sean muy respetuosos con los relatos que
vamos a contar esta noche, nunca se sabe cuando uno

(00:50):
será el siguiente protagonista y tendrá que tomar nota de
cĂłmo otras personas han sobrevivido a un encuentro con lo paranormal.
AsĂ­ que esta es la Ăşltima oportunidad para buscar otro contenido,
a partir de este punto no hay vuelta atrás. En 10
segundos comenzamos con este episodio de relatos. de la noche.

(01:21):
Hola comunidad, me llamo Nadia y siento que acabo de
vivir un fallo en la realidad, o al menos eso creo.
Estoy completamente estupefacta pero quiero que ustedes juzguen, que me
ayuden a pensar qué es lo que viví. Vivo en
un pequeño rancho donde solamente hay cuatro casas. Por supuesto
que todos los vecinos nos conocemos y nos llevamos bien.

(01:43):
Estamos en medio del campo, por lo que no me
sorprendiĂł que cuando regresaba de la farmacia de la ciudad
más cercana, me topara con un camión de carga que
transportaba grano, justo delante de mi vehĂ­culo. Maldije mi suerte,
porque esos camiones agrĂ­colas al ser tan pesados avanzan muy lento,
máximo 30 kilómetros por hora. Y sin oportunidad de rebasarlo por

(02:07):
las curvas, iba a tener que irme detrás de él
todo el camino. AsĂ­ que la vuelta se iba a
hacer larga, y mi bebé ya estaba desesperada por llegar
a dormir. No me quedó de otra más que ser paciente,
conducir despacio, esperar. De repente vi que otro carro iba
detrás de mí. Lo reconocí de inmediato. Como íbamos tan lento,

(02:31):
tuve oportunidad de voltear y ver con claridad. Era el
carro de mis vecinos, una pareja de adultos mayores. El
señor iba manejando y la señora a su lado, como siempre.
Y pues, ni modo, Ă­bamos juntos en eso. Nos tocarĂ­a
hacer más tiempo de lo normal para poder llegar a
nuestras casas. Entonces por fin llegamos a la salida del

(02:54):
camino de tierra que nos lleva hasta nuestro rancho. Entré
hacia él con cuidado y mi sorpresa fue ver por
el retrovisor que mis vecinos se iban de largo. No
entendía que podían ir a buscar hacia allá, hacia la montaña,
pero bueno, algún asunto tendrían. Pero aquí viene lo extraño, comunidad,

(03:15):
porque al llegar y estacionar mi carro, justo enfrente de
mi casa estaba ese vehĂ­culo blanco, estacionado, y por la
ventana pude ver a mis vecinos, los adultos mayores, cenando
tranquilamente en su cocina. pero no me confundĂ­, no los
vi mal, yo los acababa de ver en la carretera,

(03:38):
ese carro con sus heridas de batalla, con su pintura vieja,
y a mis vecinos, a los dos con toda claridad.
Sé que puede no parecer la gran cosa, pero sé
que no me equivoqué, y no puedo explicarme qué fue
lo que vi. Me llamo Arturo Villeda. Esto me sucediĂł

(04:06):
hace unos años en la frontera entre Guatemala y El Salvador.
En ese entonces ya estaba separado de la madre de
mi hija, que tenía un año y medio. Yo vivía
en la capital y ellas vivĂ­an en la frontera, en
una aldea que está unos kilómetros adelante de Jalpatagua, Jutiapa,
en medio del río Paz y el río Pululá. La
comunidad se llama Las Pilas Comapa, para ser exacto. Esto

(04:30):
fue un martes, justo día del niño. Yo trabajaba como
gerente de seguridad en un centro comercial de la capital.
Ese día recibí pago, más dos bonos que me daban
por básicamente mantener todo en orden y cumplir las metas.
Yo tenía contemplado ir el sábado a ver a mi hija,
para estar de regreso en casa el lunes de madrugada

(04:50):
y llegar a tiempo al trabajo. AsĂ­ que al salir
ese martes a mi turno de descanso, pasé por una
coquetería a comprarle un muñeco de más de un metro, zapatos,
ropa y muchas cositas más. Más tarde llegué a casa,
a casa de mis papás cuando aún vive ahí. Saludé
a mi mamá y le enseñé todo lo que había comprado.
Le conté mi plan de ir a ver a mi

(05:11):
hija el sábado. Estaba en eso cuando llegaron las vecinitas,
de cinco y tres años, hijas de un matrimonio de
escasos recursos. Al ver esos ojitos de alegrĂ­a mirando los
juguetes que yo había comprado, pensé,¿ y si mi hija
está viendo a alguien recibir juguetes ahora?¿ Si está viendo
con añoranza actos de cariño con esos mismos ojitos? Ahí

(05:34):
fue cuando dije, no, tonterías esperar hasta el sábado. Ahí mismo,
siendo las nueve y media de la mañana, le dije
a mi mamá que me hiciera algo de comer, para
que estuviera listo al salir de bañarme. Tenía que irme.
Veinte minutos después ya estaba encendiendo el carro para ir
a ver a mi hija, pero para mi desgracia no arrancĂł.

(05:55):
Claramente en ese momento eso no me iba a detener,
así que tomé el bus que me llevaría a la
carretera a El Salvador para esperar otro hacia Jutiapa. Miren,
creo que cuando uno más apurado va, más contratiempos se
le atraviesan. Después de no encontrar buses y tener que
irme a jalones, cargando bolsas con montĂłn de cosas, a

(06:17):
eso de las diez de la noche apenas estaba llegando
a las pilas, colgando de un busito todo taligueado, pero ya,
por fin... Llegué finalmente y entré a la entrega de
regalos y jugar un ratito con mi hija. Se me
hicieron las 12 y ahí fue cuando empecé a pasarla difícil. Primero,
mi celular estaba sin carga porque la abuela de mi

(06:38):
bebé no me quiere y no me dejó conectarlo. Segundo,
yo tenĂ­a que estar el otro dĂ­a a las 7 de
la mañana en mi trabajo, así que no podía quedarme
a dormir. Además, no había dónde. Dije, pues ni modo,
a caminar. AsĂ­ emprendĂ­ mi viaje para llegar a la

(06:58):
ruta donde el primer bus pasaba a las tres de
la mañana. En las afueras de la aldea había una
tiendita abierta. Compré una linterna casi de juguete de tres
quetzales para iluminarme el camino, porque ahĂ­ no hay ni
un poste de luz. Caminé y caminé y caminé. Fue

(07:19):
ahí cuando empecé a sentir el ambiente raro, además eran
talegazos de lluvia y en cada trueno miraba sombras paradas
a la orilla del camino. Me las imaginaba con ojos
rojos como brasas, pero honestamente ya iba bien nervioso y
pensé que estaba imaginando cosas, pero no podía detenerme ni regresar.

(07:41):
Mi incertidumbre se calmĂł un poco cuando vi dos postes
de luz a lo lejos. Eso querĂ­a decir que estaba
llegando a un lugar que se llama el Tempisque, cacerĂ­o
antes de llegar al rĂ­o Pulula. Ya estaba a medio camino.
Pero a lo lejos, al pie de uno de los postes,
habĂ­a una piedra grande. Siempre habĂ­a estado ahĂ­, ya la conocĂ­a.

(08:04):
Lo que no estaba antes era... la mujer... y el
niño de unos cuatro años que estaban ahí, sentados en ella.
Al principio quise convencerme de que no era nada raro,
que quizás estaban esperando a alguien, pero fui perdiendo esa
esperanza al pensar,¿ qué mujer estaría a esa hora bajo

(08:25):
la lluvia, con su niño y en plena madrugada? Y
puede que también haya ayudado un potente olor a descomposición,
que se hacía más fuerte a cada paso que daba.
Llegué a unos tres metros. No la vi de frente,
a lo macho que sĂ­ quise, pero no me dio
la cara para hacerlo. Solo la vi de reojo. Los

(08:49):
dos eran pálidos, con la piel arrugada, hinchada, como cuando
uno pasa mucho tiempo en el agua. AsĂ­ se miraban.
Estaban agachados y se les notaban las venas del cuello hinchadas,
pese a una abertura que tenĂ­an de lado a lado.
Les juro que de ahĂ­ brotaba algo. No era sangre.

(09:10):
Era un lĂ­quido negro y espeso, como chapopotes derretido. Yo
nunca he sido tan religioso, pero en ese momento me
acordé de todas las oraciones del catecismo. Y es que, Dios,¿
ustedes qué hubieran hecho? Recé y recé, no para dejar
de ver, sino para que me volviera a la fuerza

(09:31):
el cuerpo, porque ya ni siquiera podĂ­a moverlo, porque cada
vez me costaba más avanzar. A cada paso sentía que
pesaba más y más y más, hasta que me di
cuenta de que, sobre mis hombros, colgaban las dos piernas
del niño. Pesaba más que un costal de cemento, les juro.

(09:55):
Ya no podĂ­a moverme. Y la mujer caminaba al lado mĂ­o...
Y empezĂł a llorar... Pero de una manera horrenda... A
chillar y a hacer gárgaras... Como si tuviera cortado el
cuello por donde respiraba... Y el lĂ­quido que le salĂ­a
a chorros... No le dejara llorar con fuerza... AhĂ­ sĂ­
sentí que me iba... Sentí miedo... Mucho... Y simplemente acepté

(10:20):
lo que estuviera a punto de pasarme... Me rendĂ­ al peso...
No solo en la espalda... Sino en el alma... CaĂ­
de rodillas. Bien recuerdo que dije dentro de mĂ­, bueno padre,
si esta es mi hora, es la hora. Solo por
favor cuida de mi hija y que por favor encuentre

(10:43):
mi cuerpo para que mamá no sufra tanto. Y cuando
dije eso, la muy maldita mujer a mi lado se
empezĂł a reĂ­r, se empezĂł a carcajear. Yo ahĂ­ de
rodillas con los ojos y el corazĂłn apretados a miel,
sentĂ­ un aire que en la vida habĂ­a sentido antes,

(11:03):
cálido y ligero, como una brisa que te da en
el puerto. Pero no abrĂ­ los ojos, solo seguĂ­ rezando
una oración a San Miguel Arcángel que me sé, y
asĂ­ seguĂ­ como por diez minutos, hasta que sentĂ­ que
me regresaban las fuerzas, una paz bien profunda que no
tengo idea de cĂłmo explicar.Âż Se acuerdan que les dije

(11:28):
que estaba antes de llegar al río Purulá, que iba
medio camino? Pues cuando abrĂ­ los ojos ya no estaba ahĂ­.
Estaba hincado pero justo donde tomaba mi bus, en la
entrada de la aldea del Coco. Han pasado años y todavía,
cuando me acuerdo, me vuelve a sudar todo. Jamás supe

(11:50):
qué carajos vi, ni cómo pasé de ese lugar antes
del rĂ­o, a la estaciĂłn a donde me dirigĂ­a. No
se lo puedo atribuir ni al guaro ni a las drogas,
porque son vicios que no tengo. Y aunque no sé cómo,
sí sé qué y quién me salvó esa noche. Buen día, Uriel.

(12:25):
Mi nombre es Sebastián Pérez y te saludo desde Barcelona, Cataluña.
La vivencia que quiero compartir contigo es algo que pasamos
junto con mi mejor amiga, Jennifer, en el año 2021. En
ese entonces aĂşn vivĂ­a en mi paĂ­s de nacimiento, El Salvador.
Recordé esta historia debido al video de la macabra mujer
en el árbol, y te explico por qué. Verás, con

(12:48):
mi mejor amiga tenĂ­amos la costumbre de quedarnos hasta la
llegada de la madrugada fuera de nuestras casas, sobre todo
los fines de semana en los que descansábamos del trabajo.
Esto fue un viernes por la noche. Estábamos como de
costumbre hablando, riendo y comiendo unos snacks y gaseosa, cuando
llegadas las tres de la mañana, escuchamos una voz. Te

(13:13):
juro que cuando escuché el ruido que mencionas en el
relato de la mujer del árbol, recordé inmediatamente la voz
tan grave que escuchamos aquella vez. era una voz profunda,
idéntica a la del video, una voz que salió del suelo,
y nos dijo, no te vayas para afuera, mi amiga

(13:39):
y yo nos quedamos viendo mutuamente, buscando de donde pudo
salir aquella voz, porque parecĂ­a venir desde unos 10 metros arriba
de donde estábamos, pero con una resonancia sumamente extraña, como
si vinieras desde abajo, desde la tierra. Mi amiga es

(14:00):
muy miedosa con esos temas y le dije que se calmara,
que quizás era algún vecino tratando de jugarnos una broma
por la hora en la que estábamos afuera. Caminé hacia
donde escuchamos la voz, pero todo estaba en silencio. No
habĂ­a nadie alrededor, ni una luz encendida en las casas prĂłximas.

(14:21):
AĂşn asĂ­, yo seguĂ­a con la idea de que tal
vez era broma de alguien. Me regresé a donde estaba
mi amiga y cuando llegué con ella, la misma voz
volvió a escucharse. Esta vez dijo... Y el mismo ruñido

(14:46):
que tĂş pusiste en el video, ese mismo sonido se escuchĂł...
Mi amiga estaba pálida del miedo, pero logré tranquilizarla. Lo
que no sabĂ­amos era que probablemente esa voz nos estaba
advirtiendo de lo que se avecinaba. Y es que estábamos
ahí afuera, más o menos una media hora después, cuando

(15:09):
volteamos a ver hacia arriba. Te juro que vi pasar
un grupo de tres o cuatro figuras. Lo más aterrador
no era ver personas caminando a las tres y media
de la madrugada, sino que parecĂ­an ir flotando, que eran
figuras que no tenĂ­an pies, solo se veĂ­a el torso

(15:31):
hacia arriba, de la cintura para abajo no tenĂ­an nada.
Le dije a mi amiga que volteara, que viera y
cuando lo hizo, se asustĂł tanto que nos metimos corriendo
a su casa y ahĂ­ esperamos hasta que se le
pasĂł el susto. En la direcciĂłn hacia donde iban esas figuras,

(15:52):
hacia donde iban flotando, habĂ­a una barranca. Y a los
pocos minutos de que desaparecieron, se empezĂł a escuchar como
si estuvieran degollando cerdos. Un sonido espantoso. Un chillido tan
fuerte y desgarrador que, hasta este momento, cuatro años después

(16:12):
de lo sucedido, lo tengo grabado en la mente. Era
horrible el ruido. Mi amiga se puso mal del susto
que se llevó. Lo extraño del caso es que nadie
más pareció escucharlo. Nadie salió de sus casas. Ninguna luz
se encendiĂł. ParecĂ­a que todo el vecindario dormĂ­a profundamente, como

(16:36):
si nada estuviera pasando. Solo un par de perros empezaron
a ladrar después de los chillidos, y luego silencio total.
A la noche siguiente tuvimos la idea de quedarnos nuevamente
hasta la madrugada, pero algo extraño nos hizo arrepentirnos. Empezó
a llover más o menos a la medianoche, así que

(16:58):
decidimos quedarnos dentro de la casa de mi amiga. Pero
cuando salimos a la terraza, vimos que en el cerro
que está frente a nuestra colonia, el Cerro San Jacinto,
habĂ­a una bola de fuego posada en una zona alta
de ahĂ­. Lo raro fue que a pesar de la lluvia,
ese fuego no se apagaba, al contrario, parecĂ­a que por

(17:20):
momentos crecía y luego volvía a su tamaño original. Debido
a lo sucedido la noche anterior, le dije a mi
amiga que mejor me irĂ­a a mi casa. No podĂ­amos
arriesgarnos con algo que no entendĂ­amos, con algo de lo
que no sabĂ­amos nada realmente. Nos quedamos viendo aquella bola
de fuego por casi 30 minutos, y aunque la lluvia era

(17:43):
muy fuerte, nunca se apagĂł. Me fui a casa y,
según me dijo mi amiga después, aquella bola de fuego
siguiĂł visible hasta muy tarde en la madrugada. Esa fue
la experiencia más fuerte que vivimos juntos. Lo más fuerte
que yo pasé solo, te lo cuento en otro correo,
y creo que es lo más duro que me ha

(18:05):
tocado enfrentar. Te envĂ­o un saludo Uriel y si algĂşn
día publicas esto, también le mando saludos a toda la comunidad.
Un abrazo muy fuerte desde Barcelona. Si ya llegaste hasta
este punto y no te has suscrito, no entiendo por

(18:25):
qué no quieres ser parte de la mejor comunidad de internet,
de la comunidad Relatos en la Noche, pero esta es
tu oportunidad. SuscrĂ­bete, no te pierdas ya ningĂşn nuevo episodio.
Les vamos a dejar en la descripciĂłn un enlace para
que compren mi libro, Relatos a la Noche. Ya está
agotado por completo en muchos lugares, pero sabemos que hay

(18:47):
librerĂ­as que todavĂ­a lo tienen, sobre todo en lĂ­nea. Pero
hay una muy, muy, muy buena noticia y es que
ya está disponible en España. Es una nueva edición 100%
española impresa allá con una portada especial para aquel país
y además hay algunos términos que adaptamos para que fuera

(19:10):
completamente comprensible para cualquier persona. que no domina nuestros regionalismos,
que no domina estas palabras que a veces usamos los mexicanos.
Estamos muy contentos, así que si nos escuchas desde allá,
ya puedes encontrar el libro en Amazon España y en

(19:31):
cualquier librerĂ­a. Nos encantarĂ­a por fin recibir una historia de
alguien con esta nueva ediciĂłn que todavĂ­a no ha pasado,
así que vamos a esperar quién es la primer persona
que nos la presume. Ojalá que lo disfruten, es una
pequeña pieza de literatura de terror mexicana muy, muy honesta

(19:51):
que les prometo está hecha con mucho cariño. Y ahora sí,
continuamos con una historia más esta noche. Mi nombre es
Katia y esto pasó hace tres años, en una fiesta
de Halloween a la que me invitaron algunos amigos de universidad. Bueno,

(20:14):
en realidad no eran mis amigos, eran amigos del chico
que me gustaba. Yo todavía estaba en último año de
prepa y no salĂ­a mucho, pero cuando me dijo que fuera,
que iba a ser una fiesta tranquila, acepté. La fiesta
era en una casa vieja, enorme, en una zona antigua
de Puebla, de esas casas que tienen techos altos, paredes

(20:35):
gruesas y pisos de madera que crujen con cualquier paso.
Me gusta mucho escuchar mis pasos en casas asĂ­, y
también cómo huelen, cómo se siente el tiempo en ellas.
Cuando llegué ya había mucha gente. La casa estaba decorada
con luces naranjas y calaveras de papel, y sonaba mĂşsica
por todos lados. HabĂ­a una barra con bebidas y un

(20:58):
montĂłn de personas disfrazadas, la mayorĂ­a de personajes de pelĂ­culas
o cosas asĂ­. Era la primera fiesta de Halloween a
la que iba que parecĂ­a una fiesta de pelĂ­cula. Yo
iba de bruja, pero nada del otro mundo. No era
una bruja slutty, simplemente bruja. Y entre toda esa gente
en medio del ruido, fue cuando vi algo que me

(21:20):
llamó la atención. un niño en medio de la fiesta,
sentado en el Ăşltimo escalĂłn de la escalera de caracol
que subĂ­a al segundo piso. Llevaba un disfraz rojo, con
una máscara de plástico de diablo. Estaba quieto, con las
manos en las rodillas, sentado muy derechito. Nadie le hablaba,

(21:40):
y como el baño de abajo estaba ocupado, subí las
escaleras a preguntarle si habĂ­a otro arriba, dando por hecho
que él vivía ahí.« No puedes subir, esta no es
tu casa», Me contestó muy despacio. Tuve que acercarme para
escucharlo porque la música abajo era alta. El niño levantó

(22:01):
un poco la cabeza y se quedó mirándome sin decir
nada más. Alcanzaba a sentir su mirada profunda debajo de
la máscara. No sé por qué, pero me dio una
sensaciĂłn muy rara. No querĂ­a provocar un problema y sentĂ­
que tenía... algo. No sé cómo explicarlo sin ser ofensiva,
pero se notaba que no era un niño común. Me

(22:23):
hizo sentir como si me hubiera equivocado al hablarle sin
saber qué tenía o cómo hacerlo. Me alejé y regresé
al baño de abajo porque no me animé a subir
las escaleras. PasĂł el tiempo. La fiesta siguiĂł, pero poco
a poco la gente se fue yendo. Ya eran casi
las tres de la mañana y quedábamos unas siete personas
en total. La dueña de la casa, su novio, el

(22:47):
chico que me gustaba y algunos amigos más. Nos sentamos
en la sala y cuando estábamos planeando un juego para
contactar con los muertos, alguien le dijo a la dueña, riéndose,« Oye,
pero primero que se vaya a dormir el guardia, ¿no?».
Ella se rió también por un momento, pero luego preguntó
a qué se refería.« Tu hermano, ¿no? Que ha estado

(23:10):
de guardia hoy», le dije yo. La chica se quedó
seria y contestó,« Mi hermano no está aquí, se fue
de viaje con su novia y su familia». Hubo un
silencio y alguien le preguntó,¿ Cuántos años tiene tu hermano? Veinticinco.
Ella contestĂł. Entonces el que habĂ­a hecho el primer comentario

(23:33):
volvió a preguntar, Oye, pero... Entonces,¿ Quién es el niño
que está sentado en las escaleras? El que no nos
dejaba subir. Todos volteamos hacia ese lugar. Creo que todos
habĂ­amos intentado en algĂşn momento subir con el mismo resultado.
pero la escalera estaba vacĂ­a, solo la luz tenue de

(23:55):
una vela iluminaba los escalones. Fuimos todos juntos a revisar,
por si acaso, nadie quiso separarse. Subimos los primeros peldaños
y en cuanto lo hicimos, nos llegĂł un olor horrible,
como humedad y a carne podrida. La dueña tapó la
nariz con la manga de su suéter y dijo que

(24:15):
venĂ­a de arriba, pero que no habĂ­a nadie en la casa.
Alguien bromeó diciendo que era el niño fantasma y ella
muy seria respondió. No, aquí no se aparece ningún niño.
Se quedĂł callado un momento y luego continuĂł. Cuando yo

(24:36):
era niña, sí veía algo, pero no era un niño.
Era un señor con cuernos. Se ponía en la escalera
y me decĂ­a que no subiera, que esta no era
mi casa, pero desde que tengo nueve años que no
lo veo. Nadie dijo nada más. Nos quedamos ahí, escuchando
como la casa crujĂ­a con el viento, como si algo

(24:59):
se moviera arriba. Por un momento yo estuve segura de
que se iban a empezar a reĂ­r, que me estaban
haciendo una broma, pero no era asĂ­. Y sin decirlo,
todos pensamos lo mismo. Que ese niño con la máscara
de diablo... Nunca lo fue, que sin saberlo esa noche

(25:20):
todos tuvimos contacto con un fantasma o con algo peor.
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