Episode Transcript
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Speaker 1 (00:00):
El sacerdote fue a ver a mi tía y la
escuchó hablar con esa otra voz. La vio intentar escapar
del cuarto donde la teníamos. El mismo tuvo que ayudar
a detenerla y sentir esa fuerza sobrehumana que tenía mientras
lo insultaba. Mientras le decía cosas hirientes que al ver
cómo le afectaban, parecían verdad. Luego él le dijo a
(00:21):
mi tío que no podía hacer nada para ayudarla y
nunca lo volvimos a ver. Estábamos completamente solos. Quédate hasta
el final de este episodio porque te vamos a decir
cómo ganar un libro autografiado de relatos de la noche.
(00:45):
Sean bienvenidos y bienvenidas a un nuevo episodio de Octubre
de Relatos, donde como ya habrán notado hemos estado llevando
a ustedes algunas de las historias más aterradoras que nos
han llegado en los últimos meses y que por supuesto
teníamos que dejar para este mes, para el mes más
aterrador del año, para nuestro Octubre de Relatos. Les recordamos
(01:08):
suscribirse si no lo han hecho para que se vuelvan
parte de esta comunidad de la mejor comunidad de internet
y sin más preámbulo vamos a darle. Se acabaron las excusas,
es hora de iniciar con el episodio de hoy de
relatos de la noche. Hola comunidad, mi nombre es Ivana.
(01:32):
Esta historia pasó hace algunos años, en 2016, cuando yo tenía 12.
Soy de Ciudad Obregón, Sonora, y esto ocurrió en San
Carlos durante las vacaciones de verano. Mi mamá había rentado
un condominio en la playa por una semana para pasarla
todos juntos, mis papás, mi hermano y yo. Era un
condominio muy bonito, de esos que dan justo frente al mar,
(01:55):
con grandes ventanales. Todo parecía perfecto, pero desde la primera
noche algo raro se sintió. Esa primera noche, ya muy
entrada la madrugada, mi hermano y yo escuchamos risas en
el pasillo, pero no de adultos, sino risas de niños.
Pensamos que serían los hijos de los vecinos porque el
(02:16):
lugar estaba lleno de familias. Mi hermano y yo solo
nos reímos también, tratando de no asustarnos, y nos volvimos
a dormir sin pensar mucho en eso. Pero la segunda
noche pasó algo todavía más extraño. Yo estaba acostada, ya
me había quedado dormida viendo la tele, cuando escuché que
(02:36):
mi hermano me habló desde el baño. Me dijo,« Oye Ivana,
pásame una toalla». Me levanté, caminé hasta el baño y
le pregunté,«¿ Cuál quieres?». No me contestó. Empujé la puerta,
pero estaba trabada. Entonces desde dentro escuché su voz otra vez.
(02:58):
La blanca... Le pasé la toalla por debajo de la puerta...
Y en ese momento escuché... La voz de mi hermano...
Detrás de mí... En la cama...¿ Qué haces? Me volteé...
Mi hermano estaba ahí sentado como si se acabara de despertar...
(03:18):
Me dijo que él no se había levantado... Que tenía
rato dormido... Que yo lo acababa de despertar hablando ahí
solo en el baño... Los dos nos quedamos callados, solo
escuchando el ruido del agua cayendo en la regadera. Mi
mamá entró a ver qué pasaba, pero no encontró nada
(03:38):
más allá de la regadera abierta, del baño lleno de vapor.
Nos dijo que seguro había sido el viento, una confusión,
que nos durmiéramos. No tenía ningún sentido lo que dijo,
pero la gente prefiere creer lo que sea antes que
en algo que no puede explicar. Como comprenderán esa noche
(03:59):
no pude pegar un ojo... Ya por la mañana mi
mamá me dijo que... Antes de dormir había escuchado pasos
en el pasillo del condominio... Como si alguien caminara de
madrugada descalzo... Mi papá dijo que seguro era gente que
regresaba de la playa afuera... Pero ya estaba segura de
que no... De que había sido adentro... Decían que eran
(04:21):
pasos de niño... Cortitos... Y además aunque hubiera sido allá afuera...
Sería muy raro que un niño anduviera despierto a las 3
de la mañana. Al tercer día nos fuimos todos a
la alberca. Cuando regresamos, la puerta del closet del cuarto
donde dormíamos estaba abierta. Mi mamá se enojó porque decía
(04:42):
que habíamos dejado todo desordenado, pero yo estaba bastante segura
de que la había cerrado antes de salir. Esa noche
mientras jugábamos en el celular, escuchamos una risa adentro del closet,
una risa bajita, como si alguien tratara de no ser oído.
(05:02):
Pensamos que era el vecino, pero el closet no daba
a otro departamento, sino al baño. Mi hermano, que siempre
fue más valiente, se acercó, abrió la puerta y dijo,¿
Hay alguien ahí? Nada, solo el reflejo del baño en
el espejo del fondo. Cerró la puerta y se fue
(05:24):
a dormir. Yo me quedé dormida con la sensación de
que alguien estaba mirándonos, y esa noche soñé con un
niño que tenía la misma cara que mi hermano, aunque
yo sabía que no era él. En el sueño me
hablaba desde el pasillo del condominio. Me pedía que saliera
con él, que lo acompañara. Desperté de golpe empapada en sudor.
(05:50):
Eran las 3 y 27 de la madrugada. Entonces, ya completamente despierta,
escuché pasos afuera del cuarto. Pasitos rápidos. Y después un
golpecito suave en la puerta. No abrí. Por supuesto que
no abrí. A la mañana siguiente le conté a mi mamá,
(06:12):
pero me pidió que no le dijera nada a mi
hermano porque podía asustarse más. Y esa misma noche pasó
algo peor. Mi abuela, que había llegado a pasar el
fin de semana con nosotros, durmía en el sofá del
área común. A esos de las doce de la mañana
escuchó que alguien caminaba hacia la cocina. Abrió los ojos.
(06:32):
Vio a un niño flaquito en la oscuridad. Dio por
sentado que era mi hermano. Le habló bajito. No puedes dormir,
mi amor. El niño se quedó quieto frente a ella,
pero no le respondió. Ella me contó que tenía la
misma estatura, la misma pijama, la misma cara de mi hermano,
(06:55):
pero que no le dijo nada, que solo dio media
vuelta y caminó hacia el pasillo de las habitaciones. Mi
abuela se levantó para seguirlo y al llegar al cuarto,
vio que mi hermano dormía profundamente en la cama. Dijo
que entonces sintió un frío horrible, como si todo el
cuarto estuviera en un congelador de repente. Las últimas noches
(07:19):
todos dormimos con las luces prendidas. El último día, mientras
mi mamá guardaba las maletas, yo me quedé solo en
la habitación. Estaba recogiendo unas cosas cuando escuché que alguien
me habló con voz infantil, muy suave, diciendo mi nombre.
Pensé que era mi hermano, pero cuando salí al pasillo,
(07:40):
vi que él estaba afuera con mis papás. Regresé al
cuarto y me quedé quieta. Vi mi reflejo en el espejo.
Detrás de mí estaba él, el mismo niño, idéntico a
mi hermano, pero muy pálido, con los ojos extremadamente abiertos.
(08:01):
Solo me miraba, no se movía, no parecía intentar asustarme.
Yo no dije nada, no grité, solo salí del cuarto
y me metí al coche sin mirar atrás. Mi mamá
me preguntó qué tenía, pero no le dije nada. No
tenía nada. Regresamos a Ciudad Obregón esa misma tarde. Todo
(08:24):
volvió a la normalidad hasta que un par de semanas después,
cuando ya nadie hablaba del viaje, me desperté a medianoche
porque escuché a alguien rezando en el cuarto de al lado.
Era la voz de un niño. Rezaba muy despacio como
en susurros. Me levanté y fui al cuarto de mi hermano,
pero él estaba dormido. Estaba sucediendo de nuevo. Volví al
(08:48):
mío y la voz siguió unos segundos más, hasta que
finalmente se detuvo de golpe. Desde entonces no lo he
vuelto a escuchar, pero nunca me atreví a preguntar si
alguien más lo hizo ya en la casa. Creo que
ese niño se vino con nosotros. Quién sabe, quizás después
de tantos años sigue aquí, pero al menos ya no
(09:11):
lo podemos escuchar. Hola Auriel y hola comunidad. Mi nombre
es Mariela y soy de Santiago de Chile. Hace un
tiempo mi hijo me hizo escuchar relatos de la noche
(09:33):
y junto a él y mi familia nos hicimos fans
de sus historias. Yo les conté una que sucedió en
mi familia cuando mi hijo mayor tenía tres años apenas.
Mis hijos luego de escucharla me animaron a enviártela. Me
gustaría que la escucharas y pudieras contarla a la comunidad.
Si lo haces, te pido solo por favor que nos
cambies los nombres. A mi familia no le gustaría. Aún
(09:56):
después de tantos años, no les gusta hablar de lo
que sucedió, y los que en ese entonces eran niños
ya no lo recuerdan. Y es mejor así. Esta es
mi historia. Fue en el año 1995. Junto a mi marido
y mi hijo nos fuimos a vivir a la casa
de mi abuelita. Ella me dejó su casita y la
(10:17):
compartía con mi tío Raúl y su familia. Mi abuela
se ha ido a vivir con su hija menor, Patricia,
y sus dos hijas, Carolina y Elisa, de cuatro y
cinco años, y su esposo Héctor. Vivían en otra comuna.
Una noche nos llamaron por teléfono. Era mi tío Héctor
avisando que mi tía Patricia estaba muy enferma. Mi tío
(10:38):
Raúl y su hijo mayor partieron de inmediato. Yo me
quedé intranquila, esperando hasta muy tarde a que regresaran con noticias.
Cuando lo hicieron, mi primo golpeó la puerta. Le pregunté
qué había pasado, cómo estaba mi tía. Recuerdo bien que
era de madrugada y hacía mucho frío. Mi primo entró
a mi cuarto y noté que venía muy asustado. Me
(11:01):
dijo que si podía dormirse en la cama de mi hijo.
Le dije que sí y pasé al niño a mi cama.
Al poco rato, sin poder dormir, mi primo me preguntó
si tenía una Biblia. Le pregunté por qué y me respondió,
porque tengo mucho miedo. Mañana te cuento. No quiero, no
(11:21):
puedo hablar ahorita. Estaba completamente pálido. En ese tiempo yo
no tenía Biblia ni nada de eso. No creía en
absolutamente nada. Al día siguiente nos contó muy por encima
lo que había ocurrido. Dijo que mi tía parecía poseída,
que no era ella. Contó que vio que quiso clavarse
(11:44):
un cuchillo, que tenía una fuerza descomunal y que lo
más le había impactado era cómo hablaba, las cosas que decía.
Pero no quiso entrar en detalles, solo repetía que estaba
muerto de miedo, que nunca lo iba a superar. Ese
día acordamos ir a verla. Mi primo no quiso y
me pidió que dejara a mi hijo en casa. Dijo
(12:06):
que no era buena idea que los niños fueran. Él
se quedó cuidando a mis sobrinos y a mi hijo,
así que fuimos mi tío Raúl, su esposa, mi esposo
y yo. Al llegar, mi abuelita y el marido de
mi tía estaban muy nerviosos. Habían empezado a colgar cruces
hechas con ramas de parque e hilo rojo en las
puertas y en las ventanas de la casa. Alguien les
(12:28):
había dicho que eso podía ayudar. Entré a la pieza
donde estaba mi tía. Estaba acostada. Se veía mal. Se
estaba quejando mucho de dolor de cabeza y pedía que
apagaran las luces porque le molestaban. Así que la casa
estaba en penumbra, con un ambiente bastante pesado. Ese día
(12:50):
me pidió que la acompañara al baño. Le costaba caminar.
El baño quedaba justo frente a su cuarto, con un
espejo grande sobre el lavamanos. La acompañé. Se apoyó bajo
un poco la cabeza y se miró en el espejo.
Me miró a mí a través de él. Y entonces
empezó a reír, pero no era una risa normal. Era ronca, aterradora.
(13:14):
Ella jamás se había reído de esa manera. Parecía que
su mandíbula se había dislocado de la abierta que la tenía,
como en las películas de terror. Curiosamente, esa era la
única pieza de la casa que no tenía una cruz
de parque en la ventana. La sacamos del baño y
la sentamos en una silla en la sala. Ella hablaba
con una voz casi masculina, diciendo cosas hirientes a todos
(13:36):
los que estábamos cerca. Muy hirientes. Reales. Cuando mi esposo
la escuchó, agarró a mis sobrinas pequeñas y las sacó
a la calle. Como pudimos, la llevamos de nuevo a
la pieza. Era increíble la fuerza que tenía, sobre todo
considerando lo flaquita que era. Forcejeaba, se reía. Yo, al
(13:59):
igual que mi esposo, quise salir corriendo, pero reaccioné. Pensé,¿
cómo me voy a ir? Es mi tía. Así que
entonces empecé a hablarle, a pedirle que reaccionara. En ese momento,
cuando me volteó a ver... Por primera vez en mi
vida sentí un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo.
(14:22):
Un tipo de escalofrío que no he vuelto a sentir.
Aún así logramos llevarla a la cama. Mi abuelita rezaba,
al igual que la esposa de mi tío Raúl. En
un momento mi tía, con esa misma voz ronca, miró
hacia donde estábamos mi tío Raúl y yo, y dijo,¿
Para qué traen a su papá, si esta es mía?
(14:45):
Y de pronto, la puerta de la habitación se cerró sola.
Por un segundo, por un segundo mi tía... Podría decir
que mi tía levitó unos cuantos centímetros de la cama
y luego cayó. Quizás fue imperceptible, pero yo lo vi.
(15:06):
Yo vi cómo se levantó, cómo se elevó unos centímetros
estando acostada. Justo en ese momento había llegado mi abuelo.
No sabíamos que venía, pero entró a la casa y
se cayó violentamente al cruzar la puerta. Yo, siendo escéptica,
trataba de encontrar una explicación lógica a todo. Pensaba que
(15:26):
quizás mi tía estaba enferma, una enfermedad mental que la
afectaba mucho, que algo le pasó de chica o que
se había dado un golpe en la cabeza, no sé.
Intentaba explicarlo de cualquier manera antes de aceptar que estábamos
ante una posesión. Cuando volvimos a casa solo podía pensar
(15:48):
en que se había vuelto loca, que mi tía se
había vuelto loca para siempre. Por eso decidimos que alguien
tenía que quedarse con mi abuela para ayudarla a cuidar
de mi tía y de las niñas. Le pedí a
la esposa de mi tío Raúl que cuidara a mi
hijo y yo me comprometí a ir cada mañana a
ayudar a mi abuela. Me fui valiente, o eso creía,
(16:10):
porque estaba reacia a convencerme de lo paranormal. Esa vez
que llegué a la casa noté que las niñas estaban raras, asustadas.
Normalmente andaban detrás mío, pero ese día estaban pegadas a mí,
como si buscaran protección. Esa noche mi tía se quejaba
de que no podía dormir, que se sentía mal. Mi
(16:34):
abuela había llenado la pieza con cruces hechas con parque
y no paraba de rezar. El marido de mi tía, Héctor,
trajo a un cura. Estábamos conversando con él en la
sala cuando mi tía salió de la habitación, fuera de sí,
gritando y ofendiendo al cura. Yo trataba de calmarla cuando
de repente se le aventó encima al padre. Entre él
(16:57):
y Héctor por fin la sujetaron y la tiraron al
suelo de la sala. El cura se subió sobre ella
sujetándole las manos con las rodillas y rezaba con una
cruz grande de plata. Mi abuelita y Héctor también rezaban.
Yo estaba detrás de ellos. El cura seguía rezando con
la cruz en alto y en un momento se la
metió en la boca mientras ella gritaba y se retorcía.
(17:20):
Cuando se la sacó la cruz estaba amarilla, como si
se hubiera oxidado. Después de eso se calmó. La tomaron
y la dejaron en la habitación. El cura echó agua
bendita por toda la casa. Luego llevó a Héctor al patio.
Conversaron por un rato y luego se fue. Héctor me
dijo que el cura no iba a volver. Le dijo
(17:43):
que no podía hacer nada más. Estábamos completamente solos. Al
día siguiente me fui temprano de nuevo para ayudar a
mi abuela. Ella andaba enferma y se veía muy cansada.
Era de esas abuelas antiguas que nunca dormía siesta, siempre cocinando, plantando,
(18:03):
siempre haciendo algo. Pero ese día se sentó en su
sillón y se quedó dormida porque había pasado una noche terrible.
Después de dejar a mi tía durmiendo, me senté en
la sala. Entonces, la Elisa y la Caro se sentaron
conmigo en el sillón grande. Me empezó a dar mucho sueño.
No podía mantener los ojos abiertos. Luchaba por no dormirme.
(18:27):
Me di cuenta de que las niñas también se habían
quedado dormidas en mis brazos. Las tenía abrazadas. Volté a
ver a mi abuela y también estaba dormida. De repente,
muy lejos, escuché mi nombre. Me paré de inmediato y
fui a donde mi tía Patricia. Cuando entré, mi tía
me gritó.—¡ No!¡ Sal de aquí! Yo intentaba calmarla con
(18:53):
la mano y ella insistía.—¡ No! ¡Ándate!¡ Sal de aquí!
Le tomé la mano y le dije, Patricia, soy yo.
Entonces se puso a llorar, la abracé y le pregunté
qué le pasaba. Me dijo, te estaba hablando desde hace
rato y entraste dos veces, pero no eras tú. Le
(19:16):
dije que se tranquilizara, que si era yo y la abracé.
Solo quería que se sintiera mejor. Ella tenía una Biblia
y una botella con agua bendita en su mesita de noche.
Me puse a leer la Biblia aunque yo no rezaba.
La abrí en el Salmo 23. El Señor es mi pastor.
Y empecé a leer, apoyada en el respaldo de la
(19:38):
cama con mi tía abrazada a mí. Y de repente
pasó algo muy, muy extraño. Por fuera de la puerta,
vi pasar una cosa negra por el pasillo, cruzándose a
la pieza de las niñas. Me paré, tomé el agua
bendita y me fui al cuarto donde estaban. Más por
(19:59):
rabia que por miedo, empecé a gritarle groserías, todas las
que se me ocurrieron. Había escuchado que eso se debe
hacer cuando un espíritu te molesta. Mi abuela despertó al
escucharme gritar y empezó a rezar, entendiendo lo que estaba pasando.
Yo seguía furiosa. Cambié el miedo por la ira por
(20:20):
el resto de la noche para soportarlo. Al otro día
Héctor trajo a los hermanos evangélicos porque el cura ya
no quiso volver. Llegaron en la tarde. A esa altura
las niñas ya estaban con mucho miedo. Mi abuelita lloraba
y rezaba. Mi tía pedía que trajeran a alguien que
la ayudara, a quien fuera. Héctor y el tío Raúl
(20:43):
llegaron con los evangélicos. Yo estaba ahí. Entraron todos al
cuarto de mi tía y empezaron a orar. De repente
el pastor se paró frente a mí y me dijo,
usted salga, porque corta la oración, usted no cree. Me
salí y no sé bien qué pasó esa vez, pero
(21:04):
escuché muchos gritos. Escuchaba desde afuera, pero no supe exactamente
qué tanto ocurrió allá adentro, porque el tío Raúl nunca
quiso hablar del tema. A él también le habían pasado
cosas antes, así que creo que le daba miedo incluso mencionarlo.
Al día siguiente Héctor se quedó en la casa y
no fue a trabajar. Yo aproveché y fui a hablar
(21:26):
con un cura. Fui al centro a buscar una iglesia.
Entré a la primera que encontré y pedí hablar con
el sacerdote. Me hicieron esperar un rato, pero al final
pude hablar con él. Le conté todo, tal como lo
había vivido, porque esto no es algo que me contaron.
Yo lo viví. El cura me miró y me dijo... Mira...
(21:50):
Yo no te puedo decir que esto es verdad, que
hay una posesión, pero tampoco te puedo decir que es mentira.
Me preguntó si tenía hijos. Le dije que sí, que
tenía uno de tres años. Entonces me regaló una cadenita
de plata que todavía tengo y me dijo, pónsela a
(22:10):
tu hijo. La bendijo a él mismo y me repitió, Pónsela,
y no lo lleves a ese lugar por ningún motivo,
porque de nuevo, mi intención no es asustarte, pero no
te puedo asegurar que todo esto sea una mentira. Quedé
con una sensación extraña, como si me confirmara sin hacerlo
(22:33):
que todo sí era verdad, que algo realmente estaba pasando.
Me senté en la iglesia por primera vez en mi vida,
y me fijé en una virgen que había ahí, Era
la Virgen del Rosario, la misma que mi mamá tenía
en su tumba. Yo no tenía idea de eso en
ese momento, de esa tan extraña casualidad. Me salió del
(22:58):
alma prometerle ir a rezarle nueve jueves seguidos ayudaba a
mi tía. Salí de la iglesia y justo afuera había
puestos que vendían estampitas y cadenitas de plata con crucifijos.
Compré dos cadenitas más y volví a hablar con el cura.
Le pedí si podía bendecirlas para las niñas de mi
tía y así fue. Volví a la casa de mi
(23:19):
pobre tía. Le puse las cadenas a las niñas y
les dije bien claro. No se las sacan por nada
del mundo. Si alguien les dice que se las tienen
que quitar, no lo vayan a hacer. Como siempre me
hacían caso, sobre todo la más chiquita, no se las quitaron.
Mi tía se veía un poco mejor, aunque no del
(23:40):
todo bien. Pasaron varios días en que parecía que todo
se había calmado. Después de la visita de los evangélicos,
la casa se sentía mucho más tranquila. Pero un día
las niñas me contaron que en la noche había pasado
algo raro. Que algo, bajo del techo. Una figura que
(24:01):
las invitaba a jugar. Les decía que para ir con él,
tenía que quitarse esas cadenas del cuello. Elisa, la más chiquita,
le dijo que no. Me contó que le respondió que
yo le había dicho que no se la podía quitar,
así que no iba a hacerlo. Y así fue. Después
(24:25):
de eso, de nuevo todo se calmó. Fue una semana tranquila,
pero de un momento a otro volvieron a llamarnos. Estábamos
en la casa del Pinar cuando nos avisaron que Patricia
había recaído otra vez. Todos partieron para allá, pero yo
no fui. No recuerdo bien por qué, pero creo que
me quedé con mi hijo. Después de eso decidieron llamar
(24:48):
a unos monjes brasileños que hacían trabajos espirituales a distancia.
Estos monjes eran muy fuertes espiritualmente, y desde que ellos
empezaron con sus rituales, mi tía comenzó a mejorar, de
a poco, pero cada día un poco más. Al poco tiempo,
no sé si fue un mes o dos, mi abuelita
nos contó algo impresionante. La vecina de enfrente estaba pasando
(25:11):
por lo mismo que Patricia, pero a la vecina le
estaban haciendo curas de sueño. La internaban y la hacían dormir.
Al final, como seis meses después, nos enteramos de que
la habían internado permanentemente en un manicomio. Pero yo sé
que esa señora nunca estuvo loca, y también sé que
eso que molestó a mi tía Aún anda por ahí.
(25:34):
Esa casa después intentó vender, pero nunca nadie la compró.
Y yo cumplí mi promesa. Fui los nueve jueves a
rezar a la Virgen del Rosario. Años después conocí una
religión que se llama santería. Hoy soy santera y me
dedico a ayudar a personas que tienen este tipo de problemas.
Tengo por supuesto más historias que he vivido en los
(25:56):
últimos años y espero poder contarlas pronto. Como les dije,
sé que eso que atacó a mi tía aún está
por aquí, pero ya estoy mucho más preparada para enfrentarlo.
Gracias por leerme. Que tengan muy buenas noches. Y gracias
(26:20):
a ustedes por seguir por aquí. Ya casi logra sobrevivir
a este episodio, aunque aún nos queda una historia más bastante,
bastante aterradora. Sin embargo, te queremos decir que celebrando que
nuestro libro Relatos de la Noche ya está disponible en
España con una edición española 100%, vamos a regalar 5 libros
(26:43):
en Instagram y 5 en TikTok. voy a seguirnos por allá
y comenta yo quiero un libro para participar estamos como
rdln oficial en ambos lados cualquier otra cuenta que tenga
puntos o guiones o números cualquier otra es pirata rdln
(27:04):
oficial es la única real la única verdadera el libro
te va a llegar no importa en donde estés escuchando
continuamos Hola comunidad de relatos de la noche, me llamo
(27:25):
Víctor Valera y quiero compartirles una historia que me pasó
hace poco, y bueno, aprendí que no siempre es adecuado
encontrar lo que uno anda buscando. Esto ocurrió apenas hace
dos semanas en San Pedro Cholula, Puebla, específicamente en el
Cerro Zapotecas, un lugar que además de ser una reserva ecológica,
es conocido por algo más oscuro. Una cueva que, según cuentan,
(27:49):
está habitada por el diablo. Dicen que ahí dentro se
hacen pactos, que la gente ha visto figuras oscuras y
que el tiempo no corre igual cuando entras, cuando estás ahí.
Se habla de un hombre vestido de negro que desaparece
en la madrugada, de voces que te llaman desde el
fondo si estás cerca y de personas que entran pero
(28:09):
nunca vuelven a salir. Mi amigo Guerra y yo habíamos
escuchado esas historias desde hace mucho tiempo. Una noche entre
plata y plática nos preguntamos,¿ y si vamos?¿ Y si
comprobamos por nosotros mismos qué hay ahí? Lo planeamos por semanas.
La idea era subir al cerro de noche, acampar y
estar justo a las 3 de la mañana en la entrada
(28:32):
de la famosa Cueva del Diablo. El día llegó. Era 8
de julio de 2025. Nos vimos en casa de mi amigo
que vive un poco más cerca del cerro. Eran como
las 7 de la noche. Alistamos mochilas, linternas, comida y salimos
poco después a las 9. El camino fue tranquilo. Calles solitarias
(28:53):
como siempre entre semana. Los que viven por ahí saben
que esas calles rumbo al cerro se llenan de ciclistas
los fines de semana. Pero entre semana no pasa nadie.
Llegamos a la entrada del cerro poco después de las diez.
Subimos con nuestras linternas, los sleeping bags o bolsas a
dormir y lo necesario para pasar la noche. No hacía frío,
(29:15):
pero el aire se sentía fresco. El cerro incluso desde
abajo tenía algo extraño en la noche, un silencio raro,
como si los sonidos naturales estuvieran apagados por algo. No sé,
por algo más viejo, más profundo. Pasamos por algunas zonas
(29:36):
abiertas con árboles que por un momento sentí que parecían
moverse más de lo normal. Encontramos un claro y ahí
armamos la tienda. Serían las once y media cuando ya
estábamos listos para dormir un rato antes de seguir subiendo
a la cueva. El cielo estaba completamente negro. Ni una luna,
ni una estrella. A guerra le costó trabajo dormirse. Yo
(30:00):
cerré los ojos, pero lo que viví o soñé, no
sé cómo explicarlo. Me dejó marcado. A las 12.37 sentí que
algo tocaba la tienda. Al principio pensé que era el
viento o algún animalito, pero luego escuché una respiración. Dificultosa, lenta,
muy cerca de mi oído, pero desde afuera. No quise moverme,
(30:30):
ni abrir la cremallera, y entonces escuché a Guerra susurrar.—
Tú también lo oyes, ¿verdad? No respondí. No sabía si
hablaba dormido o si él también estaba escuchando. Pasaron unos minutos.
El sonido se detuvo y después no se escuchó nada más.
(30:51):
Casi a las dos de la mañana nos levantamos. No
podíamos dormir. El ambiente se sentía opresivo, como si algo
nos apretara el pecho. Recogimos todo y comenzamos a caminar
hacia el sendero que llevaba a la cueva. Guerra empezó
a quedarse atrás. Le pregunté si estaba bien y solo dijo, Wey,
(31:14):
no estoy seguro de que esto sea buena idea. Ya
estamos aquí, aguanta. Le respondí. Y justo en ese momento
escuchamos pasos detrás de nosotros, claros, secos, como si alguien
nos estuviera siguiendo. Nos detuvimos. No había nadie, ni un
(31:35):
grillo ni el viento. El cerro parecía contener la respiración.
A lo mejor ahorita se burlan de mí, pero en
ese momento a mí me emocionaba, la verdad. Por eso
precisamente habíamos ido. Pero mi amigo tenía otra cara. Estaba pálido,
como si supiera que algo iba a pasar. Unos minutos
(31:56):
después lo encontramos. La entrada de la cueva. No estaba señalizada,
solo era una abertura entre piedras negras y tierra húmeda.
Desde fuera ya se sentía una oscuridad diferente, como si
la luz no pudiera entrar ahí. Encendimos las linternas y entramos.
El olor fue lo primero. Una mezcla entre hierro viejo
(32:19):
y tierra podrida. Después las linternas empezaron a parpadear como
si se quedaran sin carga. Y nuestras voces comenzaron a
sonar raras. Yo hablaba, pero la voz de guerra se
escuchaba como si vinieras de ese otro lugar. Más lenta,
más distorsionada, lejana. En una de las paredes había marcas
(32:41):
de manos, no pintadas, sino hundidas en las piedras. Avanzamos
un poco más y entonces escuchamos lo peor de aquella noche.
Un llanto infantil.¿ Escuchas eso? Le pregunté. ¿No? Me respondió Guerra,
(33:08):
pero su cara decía lo contrario. Era imposible.¿ Cómo iba
a haber un bebé a esa hora, en ese lugar?
Ya eran como las tres veinte cuando entramos. Al fondo
una hendidura en la roca. Ya eran como las tres
veinte cuando encontramos al fondo una hendidura en la roca.
Dentro había una especie de figura hecha con ramas. Cabello
(33:30):
largo que parecía humano y huesos de animal. Esperó. Era
como un tótem. Cuando iluminé su rostro, si es que
tenía uno, algo se movió detrás de él. No era
un animal. No era humano. Siento que... Era algo que
no debimos ver. La linterna de guerra se apagó de golpe.
(33:54):
Él gritó. Y en ese momento escuchamos una voz. No
con los oídos. La escuchamos dentro de la cabeza. Una
voz sin boca. Grave. Imposible.¿ Qué quieren? Y corrimos. Nos
golpeábamos con las paredes sin saber si íbamos hacia afuera
(34:14):
o más adentro. La cueva parecía cambiar como si nos tragara.
No había salida. No había entrada, solo oscuridad. Y de
pronto sentí un golpe en la cara, tremendo, como si
hubiera chocado con una pared. Solo podía sentir el impacto,
mi nariz ardiendo, la cara llena de lágrimas. Me levanté
(34:35):
intentando ver. Me di cuenta que estábamos tirados afuera de
la cueva. vi la hora según el reloj nunca habíamos
entrado no había pasado ni un minuto pero teníamos rasguños
la ropa llena de tierra y dentro de mi mochila
(34:55):
estaba aquella figura de ramas no sé cómo llegó ahí
pero la dejamos con mucho cuidado justo en la entrada
Guerra no decía una palabra. Caminaba como en trance. Yo
también estaba en shock. Comenzamos a bajar en silencio, pero
otra vez escuchamos las voces. Detrás de nosotros, preguntando.¿ Qué quieren?¿
(35:22):
Qué buscan? Intentamos ignorarlas, pero sentíamos que nos seguían cada
vez más de cerca. Escuchamos las voces cada vez más
cerca de nosotros. Ahí recordé que llevaba agua bendita de
la Basílica de Guadalupe. La saqué y me rocíe por completo.
(35:43):
También a mi amigo. Empecé a rezar en voz alta
apretando mi medalla de San Benito. Y solo así las
voces se fueron apagando. Se fueron quedando atrás. Pudimos bajar
de aquel cerro. Desde esa noche no dormimos bien. A
veces escucho rasguños en la pared de mi cuarto, aunque
(36:03):
vivo en un departamento, y Guerra dice que lo siguen,
que se ha dado cuenta. También dice que a veces
cuando se mira al espejo con la luz apagada, ve
una sombra detrás, una silueta. Tal vez no fuimos los
primeros en acercarnos a esa oscuridad, eso lo sé. Seguro
(36:24):
alguien más lo ha intentado y precisamente por eso escribo.
Porque si alguien más que se adentró allí me está escuchando,
quiero preguntar cómo volvió a la normalidad, si es que
pudo hacerlo. Porque lo que vive en el Cerro Zapotecas
a nosotros todavía no nos deja en paz. Sueñen tranquilo comunidad,
(36:47):
que tengan muy buenas noches.