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October 6, 2025 30 mins

En este segundo episodio de #OctubreDeRelatos, una familia descubre que un gesto aparentemente inocente en el panteón puede traer consecuencias que ningún rezo ni disculpa logran borrar del todo.

Lo que comenzó como un día de visita para recordar a los que ya no están, pronto se convierte en una experiencia que marcará sus vidas para siempre.

Una presencia silenciosa, una figura imposible… y un hogar que nunca volverá a sentirse igual. ¿Te atreves a escuchar?

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Transcript

Episode Transcript

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Speaker 1 (00:02):
Estaba dormida sola en mi cuarto, muy tranquilamente cuando me
despertó el frío. Me volví a tapar bien, pero de
repente volví a sentirlo. Jalé la cobija y me di
la vuelta para atorarla con el peso de mis brazos.
Entonces sentí un jalón, luego otro, y otro que finalmente
me destapó por completo. No estaba sola en mi cuarto.

(00:28):
Había algo ahí abajo. Muy buenas noches comunidad. Hoy es
uno de esos episodios donde una sola historia va a
llenar el espacio. Una historia aterradora como todas las que
hemos prometido en octubre de relatos. La siguiente experiencia, como notarán,

(00:49):
es de esas que lamentablemente no podemos contar con un
punto y final, sino con puntos suspensivos. Es una experiencia
que al día de hoy sigue atormentando a una familia.
Es por eso que además de pedirles discreción y que
tomen la siguiente historia con mucha madurez, envíen buenas fibras
a sus protagonistas. Y si creen en un Dios, por supuesto,

(01:12):
una oración es más que bienvenida. Estoy completamente seguro que
la van a agradecer. Sin más, es momento de adentrarnos
en ella, y como muchas veces, les voy a dar
una oportunidad. Tienen 15 segundos para salir de aquí y buscar
otro contenido, algún otro podcast que les dé confianza de

(01:34):
ser ficción, porque la historia de hoy se puede quedar
con ustedes. Espero que su decisión esté tomada y sea
la correcta, y si se quedan, déjense llevar. Ya estás
escuchando relatos. De la noche. Hola comunidad. Antes que nada

(01:58):
quiero aclarar que esta historia no es algo que haya terminado.
No lo siento así. De hecho me da miedo pensar
que apenas estamos en el principio. Todo comenzó en noviembre
del año pasado, el día primero, cuando fuimos al panteón.
No era por el día de muertos ni por ninguna
tradición de esas. Simplemente es el día del cumpleaños de

(02:19):
mi madre. Y aunque ya no está con nosotros, nunca
la dejaríamos sola en su día. Fuimos muy temprano al cementerio.
Por suerte, en esos días todavía no se llenaba de gente.
Es un panteón pequeño, tranquilo, de esos donde cada sonido
se escucha desde la entrada hasta las tumbas del fondo.
Nos quedamos un buen rato frente a su tumba, primero

(02:42):
platicando entre nosotros y luego, en silencio, hablándole a ella.
Mi papá y yo nos turnamos para hablarle en silencio.
Como si de verdad pudiera escucharnos y le diéramos oportunidad
de tener conversaciones con ambos. Es algo que hacemos desde
que murió cada que la visitamos. Mi hermanito en cambio

(03:03):
se aleja siempre. Él tenía tres años cuando mi mamá falleció,
así que no lo recuerda tanto. Supongo que por eso,
como soy mayor que él, 16 años, me ve más como
una figura materna que como su hermana. Lo entiendo, pero
me duele pensar que algún día podría olvidar por completo
los pocos recuerdos que tiene de su madre. Cuando regresamos

(03:27):
a casa trayemos ese cansancio raro que se siente cuando
la tristeza no te deja soltarla del todo, que no
es físico pero se siente en los huesos, bien adentro.
Para levantar un poco el ánimo pedimos una pizza. Es
como un ritual pequeño que tenemos ese día, cenar juntos,
ver alguna caricatura con mi hermano y no hablar tanto

(03:48):
de lo que sentimos. Mi hermano se quedó dormido muy
rápido frente a la tele, con la boca manchada de
salsa todavía. Mi papá y yo platicamos un rato en
la sala, nada profundo, cosas del día, de la escuela,
del trabajo, del panteón. Luego él se fue a su
cuarto como siempre, en silencio. Yo me quedé guardando la

(04:10):
pizza que sobró. Me sentía sensible, tocada como cada año.
Aunque habían pasado ya tres desde su muerte, esa fecha
siempre habría heridas que a veces, solo a veces se
podían sentir cerradas. Y fue en ese momento cuando escuchamos
que tocaron a la puerta. Lo primero que pensé fue

(04:33):
que había escuchado mal, porque nadie puede tocar la puerta directamente.
No se puede entrar. Hay que cruzar un patio grande
antes y tenemos rejas y barda. No podía haber alguien
adentro del patio. Pero no fue mi imaginación. Mi papá
también lo escuchó. Salió de su cuarto de inmediato y
me preguntó si había sido yo. Le dije que no

(04:56):
y él salió rápido a revisar. Yo lo seguí aún confundida.
Dimos la vuelta a la casa. No había nada, nadie,
ni en la reja, ni en el patio, ni en
la calle. Cuando regresamos a la sala mi hermano ya
no estaba. Sentí que el corazón me dio un brinco.

(05:16):
Lo buscamos en la cocina, en el baño, nada, hasta
que entramos a su cuarto y lo encontramos acostado, bien tapado,
profundamente dormido. Eso fue lo más raro. Él nunca se
despertaba por su cuenta cuando estaba en la sala. Siempre
teníamos que cargarlo hasta su cama cuando se quedaba dormido

(05:37):
viendo la televisión. No entendimos cómo lo hizo, pero tratamos
de no pensar demasiado en eso. Fue un momento extraño,
pero lo dejamos pasar. No podíamos hacer nada más. Al
día siguiente amanecí sintiéndome débil, muy débil. Mi papá también.

(06:01):
Pensamos que estábamos enfermándonos porque de verdad apenas si podíamos
mantenernos de pie. Él dijo que no quería desayunar y
apenas logré servirme un poco de cereal. Era sábado y
estaba lloviendo, así que cancelé los planes que tenía con
mis amigas. Quería descansar y recuperarme en casa, descansar lo

(06:21):
que pudiera. Mi papá no salió de su cuarto en
todo el día, ni para comer, ni para hacerse café,
ni para nada. Varias veces fui a ver cómo estaba
y siempre lo encontré profundamente dormido, respirando muy profundo, casi roncando,
así que lo dejé. A veces así le pasa, cuando

(06:43):
no alcanza la tristeza, simplemente se duerme todo el día.
Llegó la noche casi sin darme cuenta. Llevé a mi
hermano a su cuarto, lo acosté y yo me quedé
en un sillón cómodo que teníamos ahí en su habitación
desde que era bebé. No tenía fuerzas para irme a
mi cuarto. La lluvia seguía cayendo constante y el sonido

(07:05):
me arrullaba. Ni modo, aquí me duermo, pensé. Agarré una
cobija y ahí hecha bolita me dejé ir. Me quedé
bien dormida. Entonces escuché. Tocaron a la puerta, muy despacio.
Entre la lluvia apenas era un murmullo, pero lo escuché.

(07:29):
Y después oí claramente cómo se abría la puerta de
la casa. Mi cuerpo apenas respondía. Me levanté como pude
con las piernas flojas. Cerré la puerta del cuarto y
me quedé recargada en ella, intentando aturarla con mi propio peso.
Quise gritar a mi papá, pero no me salía la voz.
Era como si algo me presionara el pecho. Escuché pasos, lentos,

(07:59):
muy lentos. Pasaron frente al cuarto donde estábamos mi hermano
y yo, y siguieron hasta el fondo, hasta mi cuarto.
Ahí escuché como la puerta se cerraba. No recuerdo bien
qué pasó después. Mis pensamientos empezaron a anularse como si
me hubieran dado un somnífero. Me acosté en el suelo,

(08:22):
justo al lado de la puerta, para detenerla con el
peso de mi cuerpo y me quedé dormida. No sé
cuánto tiempo pasó. Desperté de golpe cuando mi papá abrió
la puerta. Era de madrugada. Me encontró ahí tirada. Lo
primero que vi fue su cara de preocupación. Me dijo

(08:44):
que se había despertado porque soñó que alguien estaba dentro
de la casa y fue a revisarnos. Volteé hacia la cama.
Mi hermano no estaba. Lo buscamos y lo encontramos dormido
en mi cuarto, tapado, profundamente dormido, como si nada hubiera pasado.

(09:04):
Me dio un escalofrío. Cuando me quedé dormida, él estaba
en su cama. No había forma de que se hubiera
levantado por su cuenta, atravesado la casa y acostado en
mi cama sin que yo lo escuchara, sin que pasara
por donde yo estaba. O lo hizo mientras yo estaba
en ese estado tan extraño como de hipnosis, o alguien

(09:27):
más lo llevó. Esa fue la primera noche. Desde ahí,
nada volvió a sentirse igual. A la mañana siguiente, cuando
por fin pudimos hablar con calma sobre lo que había pasado,
mi papá me contó lo que había estado soñando todo
el día anterior, mientras estuvo enfermo. No fue un sueño cualquiera.

(09:50):
Me dijo que desde que se durmió en la mañana,
cuando se levantó sintiéndose mal, sintió que estaba atrapado en
una especie de bucle. Todo el día, todo el tiempo
que durmió, soñó exactamente lo mismo. En el sueño alguien
daba vueltas alrededor de la casa, una y otra vez,
una y otra vez, de nuevo, sin detenerse, sin descansar,

(10:14):
como si estuviera vigilándonos, como si quisiera entrar o como
si vigilara que nosotros no saliéramos. No podía ver quién era,
pero podía sentirlo. Pasaba por las ventanas, se asomaba, tocaba
las puertas como probándolas, buscando alguna que estuviera abierta, y
luego volvía a dar la vuelta, otra vez, así sin parar.

(10:38):
Mi papá me dijo que incluso en el sueño podía
ver cómo el cielo se iba oscureciendo, cómo caía la noche,
y esa cosa seguía ahí, dando vueltas alrededor. Él quería despertar,
pero no podía. Le dolía mucho la cabeza, como si
algo lo retuviera adentro, como si algo muy pesado lo
mantuviera pegado a la cama. Sus ojos no podían abrirse

(11:00):
por más que lo intentaba, por más que luchara por hacerlo.
Despertaba unos segundos y luego volvía a lo mismo, al
mismo sueño, a ver eso ahí afuera de nuevo. Cuando
por fin logró abrir los ojos ya era muy de noche.
Escuchó la puerta de la casa abrirse y luego los pasos.
Pero pensó que era yo, que tal vez había salido

(11:23):
por algo y estaba regresando. Se quedó seguro cuando escuchó
que los pasos se dirigían hacia mi cuarto. Por eso
no se alarmó y volvió a dormirse. Y volvió a soñar.
Pero esta vez fue diferente. Me contó que soñó con
mi cuarto, que lo podía ver, desde afuera, desde la

(11:45):
puerta entreabierta, que había alguien adentro, sentado ahí. Primero no
era una figura clara, no hacía una silueta. Luego se
acercó para ver con más claridad a pesar de que
todo estaba apagado. Dijo que lo que estaba ahí sentado
en la cama era como una persona completamente cubierta con

(12:06):
una sábana. como dibujaría son fantasma pero la sábana no
era blanca sino negra la cubría de los pies a
la cabeza en el sueño esa figura se levantó como
si se hubiera dado cuenta que la veía y ahí
fue cuando él se despertó de golpe y fue a

(12:27):
buscarme escucharon me puso los pelos de punta no era
solo mi percepción algo más había pasado esa noche algo
real Aún así tratamos de no obsesionarnos. Estábamos nerviosos, sí,
pero también nos sentíamos muy débiles y cansados. Así que

(12:50):
decidimos salir. Era domingo y queríamos aprovechar el día afuera.
Tal vez distraernos nos ayudaría a relajarnos un poco. A
dejar de imaginarnos cosas. Nos fuimos a un centro comercial.
Dimos vueltas sin rumbo fijo. Entramos al cine. Luego fuimos
al súper y compramos cosas que ni siquiera necesitábamos realmente.

(13:12):
De hecho, fue extraño. Al principio solo íbamos por un
par de cosas básicas, pero terminamos llenando la cajuela del coche.
Como si ninguno quisiera decir, ya vámonos. Como si en
el fondo los tres supiéramos que nadie quería regresar a
la casa todavía. Recuerdo muy bien nuestro recorrido lento, a

(13:33):
paso de tortuga por cada pasillo del súper. Lo recuerdo
porque tenía mucho miedo, porque no quería que termináramos de recorrerlo,
de comprar. Porque sentía de verdad, sentía que alguien estaba
en la casa, esperándonos. En el camino de regreso bromeamos

(13:53):
sobre cuánto habíamos gastado. Hablamos del precio de las cosas,
de cómo estaba todo más caro. Era una charla normal,
casi absurda después de todo lo que habíamos vivido. Creo
que era nuestra manera de no hablar del miedo, de
no aceptar cómo nos estábamos sintiendo. Cuando llegamos, metimos el

(14:14):
coche al patio. Abrí rápido la puerta con mi llave
y volví hacia el carro. Mi hermano agarró la bolsa
con los cereales y corrió a dejarla en la cocina
mientras mi papá y yo descargábamos las cosas pesadas del auto.
Y entonces, escuché uno de los gritos más horribles que
he escuchado en mi vida. Fue una mezcla entre susto

(14:36):
y llanto. La voz de mi hermanito desde adentro de
la casa. Soltamos todo y corrimos. Él salió disparado hacia
la calle, completamente aterrado. Mi papá tuvo que alcanzarlo para detenerlo.
No dejaba de llorar. Temblaba. Entre sollozos repetía que había
alguien en la casa. Dijo que entró a dejar la

(14:59):
bolsa en la cocina y que al voltear hacia la
sala vio a una mujer sentada en la oscuridad sin moverse,
solo mirándolo. Revisamos toda la casa, pero no vimos nada.
Aún así, la sensación era clara. Era completamente palpable. Había
alguien más ahí con nosotros. No la podíamos ver, pero

(15:23):
se sentía. En el aire, en los rincones, en la
forma en que el silencio parecía poco real. Intentamos calmar
a mi hermano. Encendimos todas las luces, abrimos puertas, revisamos
cada rincón. Nada. Pero él no quería ni ir al
baño solo, así que esa noche durmió con mi papá.

(15:46):
Me preguntaron si yo también quería dormirme con ellos, pero
dije que no. Quería ser quien mantuviera la calma. Quería
convencerme a mí misma de que no estaba pasando nada
fuera de lo normal. La verdad es que nunca me
había interesado el tema de fantasmas, ni siquiera me lo
había cuestionado. Si alguien me hubiera preguntado que nunca lo hicieron,

(16:08):
diría que pensaba que esas cosas no existían, que eran
muy improbables y ya. Por eso, cuando llegó la hora
de dormir, me fui a mi cuarto como siempre. Quería
demostrarme que estaba tranquila. Pero esa noche no lo fue.
Para nada. Al contrario. Me desperté de madrugada con frío.

(16:31):
Me había destapado. Me arropé otra vez y seguí durmiendo.
Poco después me volvió a despertar el frío. Otra vez
estaba completamente destapada. Me molesté. Jalé la cobija hacia mí
con fuerza. Me volteé de lado y acomodé los brazos
encima para atorarla con mi propio peso. No había forma

(16:52):
de que se moviera sola. Entonces lo sentí. Un jalón.
Luego otro. Y otro más. Tres jalones muy claros, firmes,
como si alguien estuviera tirando de la cobija desde abajo,

(17:15):
hasta que finalmente cayó al suelo, a un costado de
mi cama. Me quedé quieta, paralizada. La cobija había caído
justo donde tendría que poner los pies para salir de
la cama y alcanzar la puerta, y yo no podía hacerlo.
No podía bajar. Empecé a sentir mi cuerpo temblando. No

(17:37):
podía controlarlo. Me asomé lentamente hacia el borde con el
corazón acelerado. Alcancé a ver un pedazo de cobija en
el suelo, y justo en ese momento la jalaron por
completo hacia abajo de la cama, como si alguien estuviera ahí.

(17:59):
Gracias por estar por aquí, por llegar a este punto
de la historia y como siempre te digo, si estás
escuchando este mensaje es porque estás adentrado en el episodio,
porque estás oyendo con atención y creo que deberías ser
parte de la comunidad, así que suscríbete si aún no
lo haces y déjanos un comentario que nos ayuda mucho,

(18:20):
mucho a seguir llevando a cabo este hermoso proyecto, a
seguir perpetuando nuestras historias. a seguir dejando este archivo de
relatos que se va a quedar a vivo por mucho
tiempo incluso cuando nosotros ya no estemos otras generaciones seguirán
accediendo a nuestras historias antes de continuar déjenme decirles que

(18:40):
en la descripción están todos los enlaces que necesiten para
conocer más para tener más relatos de la noche el
correo para enviar sus historias la página relatos de la
noche sin censura el libro todo lo van a encontrar
ahí Y muchas personas, fíjense, nos han preguntado recientemente por
el cómic que hicimos hace un par de años. Lamentablemente

(19:01):
ya se acabó. Eran muy poquitos ejemplares. Cuando les dije
que eran pocos, lo decía con toda sinceridad. Así que
si eres de los afortunados que tiene uno, tienes algo
de verdad valioso. No lo vayas a vender. Continuamos con
el resto de la historia de esta noche. No sé

(19:25):
cómo logré moverme, pero en mi cabeza calculé exactamente cuántos
pasos me tomaría llegar hasta la puerta. Bajé el pie
con cuidado, respiré hondo y corrí. Corrí lo más rápido
que pude sin mirar hacia abajo, sin pensar en lo
que pudiera haber debajo de la cama. Abrí la puerta
de golpe y me fui directo al cuarto de mi papá.

(19:46):
Entré como una ráfaga despertándolos a los dos, a mi
papá y a mi hermanito que todavía dormía junto a él.
Antes de que pudiera explicarles lo que había pasado, escuchamos
los pasos. Pasos que venían corriendo desde mi cuarto, que
pasaron hasta el cuarto de mi hermano. Y entonces escuché
algo más. Una risa, casi imperceptible, como si quien fuera

(20:10):
que estuviera allí se burlara de nosotros. Mi papá se
levantó de inmediato y fue a revisar. Al poco rato
regresó y nos pidió que lo acompañáramos. No había nada, salvo...
salvo por las huellas. En el piso, claramente marcadas, se
veían huellas de piezas calzos llenos de tierra. Entraban al

(20:34):
cuarto de mi hermano, daban una vuelta y terminaban justo
en su cama. O se habían subido a ella, o
se habían metido debajo. Mi papá me preguntó qué estaba pasando.
Yo solo pude decirle que no lo sabía. Luego volteó
hacia mi hermano y con voz más dura de lo

(20:54):
que me gustó, le preguntó por qué algo se había
metido en su cuarto. Yo ya iba a intervenir para
decirle que no lo regañara, que no era su culpa,
pero no hizo falta. Mi hermano con total naturalidad contestó.
Tal vez vinieron por mi pelota. Nos quedamos helados. Le

(21:16):
preguntamos a qué se refería y fue hasta su cajón.
Revolvió un poco entre su ropa y sacó una esfera metálica,
más o menos del tamaño de mi puño. Parecía hecha
de un metal dorado, opaco, vieja, pesada. Y al moverla
se escuchaba algo líquido adentro. Le preguntamos qué era y

(21:37):
de dónde la había sacado. Dijo que la había tomado
de una tumba en el panteón. No necesitamos más explicaciones.
Era eso. Tenía que ser eso. Sin pensarlo demasiado dejamos
la esfera sobre la mesa y nos fuimos directo al carro.
Y ahí dentro los tres juntos intentamos dormir. Era lo

(22:00):
único que se sentía seguro en ese momento. Más tarde,
cuando tuve que ir al baño, entramos los tres juntos
a la casa, como si fuéramos un solo cuerpo. La
temperatura ahí adentro era distinta. Estaba congelado, como si algo
se hubiera instalado ahí por completo. Por la mañana intentamos

(22:25):
retomar la normalidad. Yo fui a la escuela. Mi hermano
se quedó en casa y mi papá pidió el día
en el trabajo. No supe qué hicieron, pero al salir
de clases me estaban esperando. Llevaban la pelota en una
bolsa de papel. Fuimos directamente al panteón. Le pedimos a
mi hermano que nos llevara la tumba de donde había

(22:46):
sacado la esfera. Caminamos por más de dos horas, de verdad.
Pasamos una y otra vez por las mismas secciones sin
encontrar nada. Era como si la tumba se escondiera. Y
entonces de pronto, casi cuando nos íbamos, ahí estaba. En
un rincón donde juraría que ya habíamos pasado varias veces.

(23:08):
Una tumba sin cruz, sin lápida. Solo un nombre de
mujer grabado en ella, sin apellidos. Un nombre que prefiero
no repetir. En ella había símbolos tallados que formaban figuras entrelazadas,
todas terminando en un círculo hueco al centro. Y en

(23:30):
ese círculo claramente faltaba algo. La esfera. La colocamos con cuidado,
exactamente donde encajaba. Y ahí, frente a esa tumba, pedimos perdón.
Le pedimos que nos dejara en paz. Después fuimos a
la tumba de mi mamá. Nos quedamos un momento ahí.

(23:52):
Le pedimos que pidiera por nosotros, que nos protegiera. No
sé si fue fe, casualidad o algo más, pero desde
ese día la casa se tranquilizó. No volvimos a escuchar
pasos ni a sentir presencias. Mi hermano volvió a dormir
en su cuarto y por un momento creímos que todo
había terminado, hasta que una tarde una vecina se acercó.

(24:15):
Con tono casual, como si comentara algo cualquiera, preguntó,¿ Hace
poco vino alguien a visitarlos o ya se va a
quedar alguien más con ustedes? Nos quedamos confundidos. Lo digo
porque el fin de semana pasado se veía que alguien
se asomaba por la ventana del cuarto del niño. Continuó.

(24:36):
Se veía una silbeta. No quiero decirlo así, pero era
como una persona cubierta con algo negro. Escuchar eso fue
como abrir de nuevo una puerta que creíamos cerrada. Aunque
en la casa ya no estaba pasando nada, fue como revivirlo.
Saber que alguien más lo había visto, lo hacía más real,

(24:59):
lo hacía imposible de negar. Fue real, más allá de nosotros,
fue real. Algo no estaba bien. Nadie lo decía en
voz alta, pero todos lo sentíamos. La casa estaba tranquila, sí,

(25:22):
ya no se escuchaban pasos ni jalones de cobijas, pero
la presencia seguía ahí, como si simplemente hubieras decidido quedarse quieta, observando.
Fueron semanas muy extrañas hasta que llegó la Navidad, la
mañana de Navidad. Mi papá se había llevado a mi
hermano a visitar a una de mis tías y yo

(25:43):
me quedé dormida hasta tarde. Desperté con el sonido del portón.
Era mi tía Diana, la mejor amiga de mi mamá.
Desde que tengo memoria, cada Navidad ella venía temprano a
dejarnos regalos. Siguió haciéndolo cuando mi mamá ya no estaba.
Ese día llegó un poco antes de lo habitual. Se

(26:03):
lamentó de no haber encontrado a mi papá para saludarlo,
y mientras yo saludaba a su esposo en la puerta,
ella entró con una bolsa para dejar los regalos junto
al árbol. Pero cuando regresó venía pálida. Le pregunté qué
pasaba y me dijo casi susurrando. Me asustó la señora
de la sala. Le pregunté qué señora. Ella me explicó

(26:29):
que había visto a una mujer sentada detrás del árbol
de Navidad, sonriendo muy ampliamente, una sonrisa que le heló
la sangre. Cuando le dije que no había nadie más
en la casa, no me creyó al principio, pero al
ver mi cara entendió que no era una broma. Su
esposo revisó toda la casa antes de que yo entrara.

(26:52):
No encontraron nada. Me ofrecieron quedarse conmigo hasta que regresara
mi papá, pero les dije que no. Que era algo
con lo que ya estábamos viviendo. Y desde ese día
la sensación regresó. Más fuerte. Mi hermano volvió a dormir
con mi papá. Yo también por algunas semanas. Después intenté

(27:14):
volver a mi cuarto. Parecía que todo estaba calmado. que
la señora simplemente estaba ahí, en algún lugar, mirándonos, pero
no se estaba manifestando como antes. Hasta un mes después,
cuando pasó lo de mi hermanito, se estaba bañando solo,
había recuperado algo de independencia. De pronto escuchamos un grito

(27:38):
que nos hizo correr a verlo. Cuando llegamos estaba llorando, temblando.
Dijo que alguien le había jalado el cabello con mucha
fuerza mientras tenía los ojos cerrados, enjabonándose. En el piso
encontramos un mechón de pelo arrancado. No había nadie más
en el baño. La puerta estaba cerrada por completo y

(27:59):
no era algo que él se hubiera hecho a sí mismo.
Lo último me pasó a mí hace apenas unos meses.
Después de varias semanas tranquilas, sin ruidos ni sobresaltos, sin manifestaciones,
me despertó un ruido extraño en la madrugada. Un ruido

(28:24):
en el techo. Abrí los ojos a medias y ahí estaba.
Una mujer horrible, colgada boca abajo justo sobre mí. Supe
en ese instante que era la misma que había visto
mi tía Diana, por la sonrisa, esa sonrisa que no
tenía nada de humana. Sentí que se iba a dejar

(28:47):
caer sobre mí. No lo pensé. Simplemente corrí. Fui directo
al cuarto de mi papá. Me vio tan mal que
en ese momento nos fuimos, que decidimos pasar unos días
en casa de mi abuelita, pero teníamos miedo. miedo de
llevarle con nosotros lo que fuera que nos seguía así
que cuanto antes decidimos regresar cuando lo hicimos la vecina

(29:12):
nos contó que por las noches se escuchaban risas muy
fuertes desde dentro de la casa risas que los vecinos
escuchaban desde la calle y lo peor es que todos
sabían que la casa estaba sola y así fue como
nos convertimos en los de la casa embrujada La gente
empezó a comentar, a hacer preguntas, a venir a tomar

(29:35):
fotos y nosotros ya no sabíamos qué responder. Sabemos que
todo comenzó con eso que mi hermanito trajo, en su
inocencia del panteón, pero lo regresamos y pedimos perdón y
nunca se resolvió. Hasta el día de hoy esa presencia
sigue con nosotros, a veces más fuerte, a veces más sutil,

(29:57):
como si esperara algo. Por eso decidí contarles nuestra historia.
Porque me gustaría saber si alguien ha vivido algo parecido.
Si alguien tiene alguna recomendación, alguna idea sobre cómo terminar
con esto. Y sobre todo quizás para advertirles. Nunca se
lleven nada de un panteón. Nunca. Probablemente volverán a saber

(30:24):
de nosotros. Espero que pasen mucho tiempo. Gracias por escuchar.
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