Episode Transcript
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Speaker 1 (00:04):
Vieron desde el techo, asomada por el borde, la cara
de una señora muy vieja con el cabello blanco, mirándose abajo,
hacia ellos. Cuando se dieron cuenta de que ella los
estaba viendo, la viejita se escondió hacia atrás, como si
se arrastrara o se deslizara rápido por el techo. Muy
(00:33):
buenas noches comunidad, es momento de continuar un diciembre de
terror en el que vamos a traer las historias más
aterradoras que nos han enviado para toda esa gente tan
especial como nosotros que seguimos escuchando historias de fantasmas, de
encuentros paranormales e incluso una temporada decembrina. Mientras los demás
se toman un descanso, ustedes y yo nos vamos a
(00:54):
adentrar en las historias más oscuras del año. Hoy tenemos
tres grandes relatos para ustedes y claro, Vienen especiales porque
hay muchos motivos para celebrar, porque por tercer año consecutivo
fuimos el podcast más escuchado de México, el podcast en
español más escuchado del mundo, el podcast de terror más
(01:18):
escuchado en cualquier idioma en este planeta. De ese calibre
es esta comunidad, asĂ que un especial, por supuesto, o varios,
son lo que se merecen, asà que espérenlos. Por ahora
es hora de cerrar los ojos y dejarse llevar, porque
ya estás escuchando relatos de la noche. Hola, buenas noches comunidad.
(01:46):
Yo me llamo Francisco Alvarado y quiero contarles algo que
me pasĂł hace poquito, hace como dos meses. Trabajo en
una fábrica que está fuera de la ciudad, por una
carretera donde no hay casas ni nada, puro monte y
un puente antes de llegar. Yo entro a las 5 en punto,
pero varias veces me voy antes porque paso a dejar
a mi esposa al hospital para unos tratamientos. Cuando eso
(02:09):
pasa termino llegando a las 4.15 de la mañana, cuando todavĂa
ni siquiera abren el estacionamiento. Y este dĂa del que
les voy a hablar hice lo mismo de siempre. Justo
iba cruzando el puente con el carro todavĂa a baja
velocidad cuando vi algo que nunca, de verdad nunca pensé
ver a esa hora. Un niño. Un niño sentado en
(02:32):
la orilla, con las piernitas colgándose al vacĂo, como si
estuviera esperando, no sé, el momento de aventarse. Yo pensé
que estaba alucinando o que era alguien jugando, pero eran
las cuatro de la mañana. No habĂa ni un alma
por ahĂ. No pasan coches a esa hora y ahĂ
(02:52):
no hay casas, no hay nada. Cuando me fui acercando
a él, volteó. No se movió del todo, solo giró
la cabeza, despacito. Y cuando los faros le pegaron en
la cara, los ojos le brillaron, como si tuviera algo
en ellos. No sé cómo explicarlo, pero brillaron. No reflejaron
(03:16):
la luz. Estaban brillando de una forma muy extraña. Yo
sentĂ algo horrible, algo que no supe reconocer en el momento.
Solo aceleré un poco más sin frenar, sin voltear otra vez.
Pasé el puente y seguà derecho. Me repetà cien veces
que seguro era un niño que se habĂa salido de
su casa, pero es que ahĂ no vive nadie. HabrĂa
(03:40):
tenido que ir desde muy, muy lejos. Llegué al punto
donde siempre me estaciono, ahĂ donde me quedo a esperar
a que abran. Apagué el carro, recliné el asiento y
traté de olvidar lo que vi. Me forcé a pensar
que estaba cansado, que mi mente me jugĂł una broma macabra.
(04:00):
Cerré los ojos y solo intenté dormir un ratito. No
sé cuánto tiempo pasó, pero sà sé que me estaba
quedando dormido cuando escuché la puerta. No fue un golpe,
no fue un roce. La estaban intentando abrir. Escuché el
tirĂłn clarito, como cuando alguien quiere abrir y jala la
(04:20):
manija con mucha fuerza. Yo me desperté de golpe con
el corazón en la garganta, y lo primero que pensé fue...
Ya me vieron dormido y me van a asaltar. Me incorporé.
Miré afuera. Me asomé con cuidado para todos lados, en
todas direcciones, pero... No habĂa nadie. Y cuando digo nadie,
(04:44):
es nadie. AhĂ cerca no hay absolutamente nada. No hay tiendas,
no pasan carros, no hay paradas de camiĂłn. A mi
alrededor solo habĂa carretera vacĂa y oscuridad. me quedĂ© quieto
escuchando sin moverme, bajé tantito la ventana pero no se
escuchaba nada más, no escuché ni sentà pasos, no vi sombras,
(05:08):
no escuché correr a alguien, nada, me quedé ahà sentado
con el corazĂłn todavĂa acelerado, viendo hacia todas partes por
los espejos, cuando abrieron el estacionamiento avancé despacio y ya
me sentà un poco más tranquilo, como cuando amanece y
uno piensa que imaginĂł todo, Las cosas se ven mucho
(05:29):
más fáciles cuando sale el sol. Me bajé del carro,
cerré la puerta y ahà fue cuando vi en la pintura,
exactamente en la puerta que habĂan intentado abrir, manitas. HabĂan
manitas pintadas, manitas chiquitas como de niño, marcadas, perfectas, como
(05:51):
si las hubieran presionado con fuerza. No eran sucias de
lodo ni de grasa, ni de tierra del camino. Estaban
pintadas como blancas, como hechas con tiza o pintura escolar. Dos,
bien claritas, dibujadas exactamente como si hubieran intentado abrir. Me
(06:13):
quedé mirándolas un rato. Ni siquiera supe qué hacer. No
pude decir nada en el trabajo porque,Âż cĂłmo lo explicas?,Âż
Cómo dices que viste a un niño en un puente
a oscuras y que luego alguien o algo te quiso
abrir la puerta y dejó sus manos marcadas? Las limpié
después ya en la tarde cuando salà y sà se
(06:34):
quitaron pero costĂł. Como si hubieran tenido ahĂ mucho tiempo.
Como si hubieran estado mucho antes de esa noche. Por
ahora ya no he vuelto a pasar tan temprano por
el puente. Si tengo que llevar a mi esposa al hospital...
Cuando la dejo me voy al trabajo, pero me quedo
al lado de la carretera, antes de llegar al puente.
(06:57):
AhĂ me estaciono y me duermo, pero ya no me
acerco a ese tramo cuando está todavĂa tan oscuro. Me
da mucho miedo, un miedo terrible volver a verlo. Hola Uriel,
(07:21):
hola comunidad. Me llamo Caroline y les quiero contar algo
que me pasĂł. Es de esas cosas que si las
pienso rápido todavĂa puedo decir, igual y fue coincidencia. Pero
cuando junto todas las piezas, ya se vuelve más difĂcil desestimar.
Yo soy de un pueblito de Michoacán. Allá vivà toda
(07:41):
mi vida con mis papás y mis hermanos. Nunca me
he ido de casa hasta que me aceptaron en la
Universidad de Morelia. Mis papás estaban muy orgullosos, pero también
muy nerviosos, porque soy la mayor, la primera en la
familia que estudia en la universidad y la primera que
se iba a la ciudad. Ellos sabĂan que no me
(08:01):
podĂan estar pagando una renta muy alta, asĂ que empezamos
a buscar una casa que quedara más o menos cerca
de la escuela, pero que aguantara después a más roomies
para que entre todos pudiéramos pagar. Al final encontramos una
casita en una calle tranquila, a unas cuadras de una
avenida donde pasan combis y hay tienditas. No era céntrica,
(08:23):
pero tampoco estaba perdida. Era una casa vieja de un piso,
con fachada un poquito descuidada, pero nada extraordinario. PortĂłn de metal,
una ventanita a un lado y ya adentro, un pequeño
pasillo que llevaba a un patio y a los cuartos.
El plan era que yo me quedara los primeros meses
(08:43):
sola y ya, Y que cuando hiciera amigas a confianza
en la universidad, pudiera invitarlas a compartir la casa. Lo
raro para mĂ desde el principio fue sentir esa casa
demasiado silenciosa. En mi pueblo siempre escuchaba perros, gallos, radios,
gente platicando a todas horas. AhĂ no. A veces pasaban carros, sĂ,
(09:06):
pero ya en la noche era casi puro eco de
mis propios pasos. Como si la gente no estuviera despierta
tan tarde ahĂ. La casa tenĂa tres cuartos, uno daba
a la calle y ese lo agarré yo porque me
encantaba ver a la gente pasar, otro que daba al
patio y el tercero que estaba al fondo, junto a
un baño que parecĂa agregado despuĂ©s, con azulejo distinto. La
(09:31):
sala y el comedor estaban casi vacĂos, con unos sillones
viejos que dejaron los últimos inquilinos y una mesa de plástico.
Yo llevé mi colchón, mi ropero, mis cosas y al
principio me emocionaba, Y es que era la primera vez
que tenĂa un cuarto, solo mĂo, sobre todo en otro lugar.
(09:52):
Quiero aclarar desde ya, para que no esperen otra cosa,
que yo nunca he visto ni escuchado nada raro directamente.
Nunca vi una sombra, nunca escuché una voz, nada. Todo
lo que voy a contar viene de las otras personas
que sintieron, escucharon y vieron cosas ahĂ. Y justo eso.
(10:14):
El yo no poder ver es lo que me da
más miedo. Bueno, el punto es que las primeras semanas
fueron normales. Ir a la universidad, regresar, hacer tarea, videollamada
con mis papás. Yo estaba emocionada, pero tambiĂ©n me sentĂa
muy sola. Mis amigas de la prepa se quedaron en
el pueblo y aunque hablábamos no es lo mismo. En
(10:38):
una de esas semanas conocĂ a Gerardo, un chavo de
la escuela. Empezamos a platicar en una clase, luego en
la cafeterĂa, y un dĂa me dijo que si querĂa
salir al cine. Yo acepté, obviamente, y quedamos un sábado
en el centro. Fuimos a un cine por el centro histĂłrico,
caminamos un rato por las calles empedradas, vimos la funciĂłn,
(10:59):
salimos a tomar algo y la verdad yo la pasé
muy bien. No fue una cita asà súper romántica, pero
sĂ se sentĂa como que habĂa algo de quĂmica. Al
menos eso pensé yo. Ya era algo tarde cuando tomamos
el transporte de regreso. Él se bajó conmigo en la
parada cercana a mi casa, porque todavĂa le quedaba caminar
(11:19):
un rato más a la suya, y me dijo que
me acompañarĂa hasta la puerta. Yo se lo agradecĂ porque,
aunque la calle no era peligrosa, sĂ estaba muy sola
esa hora. Recuerdo muy bien esa caminata. ĂŤbamos platicando de
cosas X, maestros, tareas, chismes de la facultad. Yo sentĂa
(11:40):
que todo iba fluyendo bien. Llegamos al portĂłn de la
casa y yo, pues, estaba nerviosa. No sabĂa si se
iba a despedir de mano, de abrazo o qué. Me
detuve frente a la puerta. Le di las gracias por
acompañarme y volteé a verlo. Y ahà vi que su
cara habĂa cambiado por completo. Volteaba para otros lados. No
(12:01):
me sostenĂa la mirada. No me podĂa ver a los ojos.
Le preguntĂ© si todo estaba bien y Ă©l respondiĂł que sĂ,
pero que tenĂa que irse. No me abrazĂł ni nada.
Se dio la media vuelta y se fue caminando rápido
sin voltear. Yo me quedé ahà parada un segundo sin
entender quĂ© habĂa pasado. Quise pensar que tal vez se
(12:23):
acordó de algo, que se sintió mal. No sé, según
yo no habĂa hecho nada. EntrĂ© a la casa, me
metà a mi cuarto, me cambié y me fui a
dormir con esa sensaciĂłn rara pero sin imaginar lo que
de verdad habĂa sucedido. Al dĂa siguiente le mandĂ© mensaje
como si nada. Le dije que gracias por la salida,
(12:45):
que me la habĂa pasado muy bien. Vio el mensaje,
pero no me contestĂł. Pasaron semanas y en la escuela
empezó a evitarme. Si yo estaba en el grupo, él
se iba con otro. Si lo saludaba, apenas me respondĂa.
Yo empecé a darle mil vueltas al asunto, pensando en
quĂ© habĂa dicho o hecho mal. Hasta que un dĂa
(13:07):
después de una clase... Salimos casi al mismo tiempo y
por primera vez en todo ese tiempo no pude evitar
que quedáramos frente a frente en la puerta del salón.
Yo respiré hondo y me le acerqué. Oye, le dije,¿
te hice algo? De verdad, si te molestĂł algo que
hice o que dije, prefiero que me lo digas y ya.
(13:30):
Gerardo se incomodó, miró para todos lados como asegurándose de
que nadie estuviera escuchando. Después suspiró como resignado. No, tú
no hiciste nada, dijo. Solo... No quiero tener problemas. Esa
frase me cayĂł todavĂa peor. Y es que no la entendĂa.Âż
(13:52):
Problemas con quién? Le pregunté. Se quedó callado unos segundos
y al final, en voz baja, soltó... Pues, con tu mamá.
Yo sentĂ como si me vaciara la cabeza en ese momento.
Le dije intentando no sonar enojada... Gerardo, mi mamá ni
siquiera vive en Morelia.¿ Qué te pasa? Él se rió
(14:16):
pero sin humor y me contestĂł. Carolina,Âż crees que estoy
inventando cosas? Yo las vi. Me acuerdo perfecto cĂłmo clavĂł
esa frase en mĂ. Las vi.Âż A quiĂ©nes? Me dijo
entonces que cuando me llevĂł, cuando yo estaba de espaldas
a mi casa, atrás de mà en la ventana, pudo
(14:40):
ver como una señora peinaba a una niña yo sentĂ
que algo se me apretĂł en el pecho cuando me
lo dijo pero no respondà nada y el continuó pensé
que era tu mamá con tu hermana o una tĂa
no sĂ© pero no se veĂan normales la señora le
estaba calando el pelo a la niña muy feo la
(15:02):
niña tenĂa la cara como como apretada aguantando el dolor
y yo no querĂa ver mucho la verdad pero de
reojo veĂa como la señora le daba jalones bien feos.
Se quedó callada un segundo y luego bajó aún más
la voz. De repente las dos dejaron de ver hacia
abajo y voltearon juntas a verme a mĂ. La señora
(15:27):
agarrĂł todavĂa más fuerte el pelo de la niña, como
si me estuviera presumiendo que lo podĂa jalar más, y
con la otra mano se pasĂł el dedo por el cuello, lento,
como siendo una señal de cortarse la garganta. Y todo
esto sin dejar de verme. No sé cuánto tiempo me
(15:49):
quedĂ© callada. Lo Ăşnico que tenĂa que contestarle fue... En
ese cuarto no habĂa nadie. No habĂa nadie en la
casa esa noche. AhĂ no vivĂa nadie más que yo.
Gerardo me mirĂł con una cara que mezclaba miedo, incomodidad
y algo de lástima. No pues entonces está peor Pero
(16:13):
yo no me voy a meter en eso PerdĂłn Caro
pero Yo no quiero broncas Con Con lo que sea
que esté ahà en tu casa Y se fue Y
esta vez sĂ supe que ya no iba a volver
a hablarme igual Ese dĂa salĂ de la facultad como
en automático Tomé la combi a mi casa Abrà el
(16:35):
portón Entré y me quedé parada en la sala viéndose
a mi cuarto Cerré las cortinas de la ventana que
da la calle, como si con eso pudiera borrar la
imagen que me habĂa descrito. Poco tiempo despuĂ©s de eso,
por fin llegaron las roomies que estaban esperando. Dos chavas
de otras carreras que tambiĂ©n venĂan de fuera y necesitaban
(16:55):
un lugar donde vivir. Una se llama Mariana y la
otra Fer. Hasta el dĂa de hoy, grandes amigas. Al
principio todo fue buena onda. Cada quien con su cuarto,
acordamos lo de la renta, los servicios, quién sacaba la
basura y esas cosas. Yo no les dije nada de
lo que me contĂł Gerardo, porque honestamente no sabĂa cĂłmo
sacarlo sin sonar loca. Además pensaba que si ellas no
(17:18):
sentĂan nada raro, a lo mejor si habĂa alguna explicaciĂłn
para lo que él vio, o que simplemente estaba sugestionado.
Pero no pasĂł mucho tiempo antes de que el tema
saliera solo. Una noche estábamos las tres en la cocina cenando.
Era una de esas en las que te quedas platicando
mientras lavas los trastes, revisas el celular... y que ya
(17:39):
se te hizo tarde sin darte cuenta. Acaban de pasar
los finales y estábamos más relajados que de costumbre. No
sé cómo salió, pero terminé contándoles lo de la cita.
EmpecĂ© por lo normal, que habĂa salido con un chavo,
que de repente se habĂa puesto raro, que luego me evitĂł,
y eso hacĂan caras, se indignaban por mĂ, ya sabes.
(18:01):
Luego les dije, pero después hablé con él, y me
dijo por qué se alejó, Y se los quiero contar
nada más para que me digan si suena muy loco.
Y entonces les conté tal cual lo que les acabo
de contar a ustedes. La señora peinando a la niña,
los jalones, la mirada, la seña en el cuello. Cuando
(18:23):
terminé las dos se quedaron viéndome con la boca entreabierta.¿
Estás bromeando? Dijo Mariana. No, le dije.¿ Por qué o qué?
Fer soltĂł una risa nerviosa y dijo, Caro, esta casa
está sĂşper embrujada. Nosotras pensamos que tĂş ya sabĂas. Y
(18:45):
ahĂ sĂ sentĂ miedo. No porque me hubieran dicho embrujada,
sino por la forma en que lo dijeron. No sonĂł chiste,
sonĂł algo que ya habĂan hablado antes entre ellas.Âż CĂłmo
que embrujada?¿ Qué han sentido ustedes? Les pregunté. Mariana fue
la primera que hablĂł. Yo no he visto nada, pero
(19:06):
desde que llegué te puedo decir que casi todas las
noches escucho como si una niña llorara, como si viniera
del closet. Se me hizo un nudo en la garganta
al escuchar. Le preguntĂ© si hablaba del closet de su cuarto. SĂ,
y no me vas a creer, pero yo hasta le
pongo una silla en la noche, atorando la puerta para
(19:29):
que no se abra. SĂ© que parece ridĂculo, pero... No
puedo dormir si no atoro la puerta asĂ. Luego dijo Fer.
Lo mĂo fue diferente. Una vez me quedĂ© sola porque
ustedes se fueron a sus casas el fin de semana.
Me metà a bañar tarde, como a las once. Estaba
tranquila con la puerta cerrada, cuando de la nada sentĂ
(19:51):
un golpe bien fuerte en la cara. Una cachetada asĂ, directa,
y no con la mano abierta normal, sino fuerte. Me
dejĂł la cara hirviendo. PensĂ© que me habĂa pegado con algo,
pero no habĂa nada. Se tocĂł la mejilla al recordarlo.
Yo los escuchaba y sentĂa que me iba haciendo chiquita
(20:13):
en la silla.¿ Pero nunca vieron a alguien? Pregunté. Entonces
contestĂł Fer. ÂżVer? Yo no. Pero mis amigas sĂ. Me
explicĂł que un par de veces habĂan venido amigas suyas
y de Mariana a hacer tareas o a ver pelĂculas.
y que más de una, cuando salĂan a fumar al
(20:34):
patio o cuando iban llegando, habĂan volteado a la ventana
de mi cuarto y preguntado cosas como,Âż Ya llegĂł tu Rumi?
La habĂa asomada en la ventana.Âż QuiĂ©n está contigo? PensĂ©
que estaba sola, pero vi a alguien en la ventana.
Y siempre se referĂan al mismo lugar, a la misma ventana,
(20:55):
la que da la calle, la misma donde Gerardo habĂa
visto a la señora con la niña. Mariana me miró
raro y me preguntĂł si de verdad nunca habĂa escuchado nada,
y yo solamente negué con la cabeza. Les conté que
lo más extraño que habĂa sentido era incomodidad con el silencio,
sobre todo cuando estaba sola, pero nada más. Ni llantos,
(21:16):
ni golpes, ni cachetadas, ni gente en la ventana. Nada.«
Pues qué bueno, la verdad», dijo Fer.« Igual y no
eres sensible, pero eso no significa que no esté pasando».
Y esa frase se me quedĂł grabada, porque ese es
justo el problema. Hasta el dĂa de hoy, yo no
(21:37):
puedo decir, vi esto, me pasĂł tal cosa dentro de
esa casa. Pero ya no puedo caminar por el pasillo
en la noche sin imaginar el closet de Mariana, con
la silla atorando la puerta. O el baño donde alguien
le dio una cachetada a Fer sin que hubiera nadie
en casa. O mi propia ventana, donde segĂşn otros siempre
desaparece alguien. Siempre. evidentemente yo nunca he visto a la
(22:03):
señora peinando a la niña, ni he escuchado su llanto,
ni me han tocado, pero sĂ sĂ© que hay algo ahĂ,
porque demasiada gente ha visto y sentido cosas muy especĂficas
como para que todo sea una coincidencia, y lo peor
no es ver algo, lo peor, al menos para mĂ,
es saber que si hay algo en esa casa, yo
(22:25):
jamás voy a saber en qué momento está a un
metro de mĂ,Âż En quĂ© momento me está intentando hablar
al oĂdo y yo ni enterada? Solo querĂa compartirlo con ustedes.
Tal vez alguien en la comunidad haya vivido algo parecido.
Casas donde todos ven cosas menos el que vive ahĂ.
Y eso aunque suene raro da un miedo diferente. Porque
(22:47):
no sabes si eres el más afortunado o el más expuesto.
Me encantarĂa saber cĂłmo empezar a ver cosas. Gracias por
continuar por aquĂ comunidad... Recuerden, recuerden por favor... Que se
pueden ganar 5 libros autografiados... Comentando aquĂ en Youtube... Desde donde
(23:11):
escuchan relatos... Y si nos escuchan en podcast... Etiquetándonos en
una historia... En Instagram... Mostrando desde que plataforma... Nos están escuchando...
El siguiente episodio vamos a anunciar... A los ganadores... SuscrĂbanse
a este espacio... Si aĂşn no lo hacen... Vuelvanse parte
de esta familia... Si están escuchando esta parte del episodio,
(23:34):
no hay ninguna razón para que no estén suscritos y
no vuelvan a perderse uno solo. Créanme que viene lo mejor,
que estamos preparando muchas sorpresas e historias que de verdad
se van a convertir en sus favoritas. Hoy nos queda
una más, una historia que precisamente le da nombre a
este episodio. Continuamos. Hola, buenas noches comunidad. Mi nombre es
(24:07):
Julio y aunque llevo poquito escuchándolos quiero contar algo que
mi familia nunca se olvidĂł. No me pasĂł a mĂ
sino a mis papás, pero ellos me lo contaron tantas
veces que pareciera que yo tambiĂ©n estuve ahĂ. Cuando ellos
se mudaron a la ciudad, hace muchos años, les tocó
vivir como se podĂa. Casas con piso de tierra, humedad
por todos lados y agujeros en las paredes que dejaban
(24:29):
entrar el frĂo en la noche. Nunca se quejaron porque
fue lo primero que pudieron pagar. pero sĂ la pasaron
muy mal al inicio. Después de eso alguien les ofreció
quedarse en otra casa, cerca de esa misma zona. No
era bonita, y lo raro no era la pintura descascarada
ni los vidrios viejos, ni que apareciera un taller por
(24:50):
las ventanas tan altas que no dejaban ver hacia afuera.
Lo más raro era lo alto del techo. La dueña
les advirtiĂł al entregarles la llave que se quedaran en
el primer piso, que no subieran. que no habĂa nada arriba,
y eso claro les llamĂł la atenciĂłn porque sĂ habĂa
una escalera, vieja, de cemento, sin barandal, pero ahĂ estaba,
(25:15):
entre la cocina y la sala, sin llegar a nada, oscura.
Arriba terminaba una puerta metálica cerrada con candado, y se
notaba que no se abrĂa desde hace mucho tiempo, porque
estaba cubierta de polvo, telarañas y marcas de óxido como
de agua que se escorriĂł desde adentro, Y desde la
(25:36):
primera noche hubo señales de lo que estaban a punto
de vivir. Y eso era más allá del frĂo tan
terrible que hacĂa. Verán, mi mamá se quedĂł sola y
mi papá regresó a las 3 de la mañana de su trabajo.
Cuenta que él se bajó de la combi como si
nada y caminĂł las 6 cuadras oscuras hasta la casa. Cuando entrĂł,
(25:59):
encontró a mi mamá sentada en la orilla de la cama, temblando,
llorando de miedo. Ella apenas pudo decirle que habĂa alguien arriba.
Susurraba como con miedo de que la escucharan, y dijo
que estaba segura que era una persona, que algo estuvo
caminando dando vueltas. Mi papá trató de tranquilizarla. Le dijo
(26:20):
que seguro eran las láminas moviéndose por el viento, pero
ella insistiĂł en que no podĂa ser algo asĂ, que
se escuchaban claramente los pasos. Lo eran, y no pasos rápidos.
Pasos lentos, como con paciencia, dejándose escuchar, dando la vuelta
una y otra y otra vez. Mi papá salió a ver,
(26:45):
pero desde abajo no se distinguĂa nada. Solo se veĂa
el techo altĂsimo y negro. No habĂa escaleras afuera ni
cĂłmo subirse, ni accesos desde el primer piso. Y afuera
tampoco habĂa escaleras, ni bardas cercanas, ni casas pegadas. A
sesenta metros a la redonda no habĂa nada. Las siguientes
(27:05):
noches fueron iguales. Mi papá se hacĂa fuerte, pero mi
mamá casi no dormĂa. Siempre tenĂa que esperar sola hasta
entrada la madrugada que llegaba mi papá. Los pasos volvĂan,
y lo peor fue cuando ya no eran solo pasos.
A veces se escuchaba como un arrastre, como algo pesado moviéndose.
(27:26):
Y una noche, risas. Risas que no temĂan esconderse, al
igual que los pasos. Lo que sé que estaba arriba
querĂa que la notaran. Y mi papá finalmente saltĂł. Un jueves,
(27:47):
a las dos y media de la mañana, cuando los
pasos sonaron otra vez justo cuando él iba llegando, subió
las escaleras. GolpeĂł la puerta de metal con todas sus fuerzas.
Las risas se callaron, los pasos también. Luego bajó y
(28:10):
se quedĂł escuchando desde el primer piso sin respirar. No
se escuchó nada más en toda la madrugada, ni un roce,
ni un peso moviĂ©ndose. Al dĂa siguiente pidiĂł herramientas en
la obra donde trabajaba. Esa noche cuando volviĂł a sonar
algo allá arriba, subió nuevamente. Forzó el candado con un
(28:31):
martillo y un desarmador. La puerta se abriĂł. Y lo
que vio fue... nada. Un cuarto vacĂo en medio de
la azotea. Sin techo, sin ventana, sin nada. Totalmente en
obra negra. Sin señales de alguien ahà y sin señales
de cómo alguien pudo haberse subido. Pero mi mamá no
(28:54):
se tranquilizĂł. Al contrario, siguiĂł estresada. Pero al menos pasaron
unas noches sin ruidos. Por primera vez pudieron dormir de corrido.
Sin embargo, un sábado después de visitar a unos amigos,
ya muy tarde, cuando iban caminándose a la casa, la vieron.
Por primera vez la vieron. Mi papá dice que primero
(29:15):
pensĂł que era un bulto, un costal, algo olvidado que
parecĂa salir del techo. Pero no. Era una cara, desde
el techo asomada por el borde. La cara de una
señora muy vieja, con el cabello blanco mirando hacia abajo,
hacia ellos. Cuando se dieron cuenta de que ella los
(29:37):
estaba viendo, la viejita se escondió hacia atrás, como si
se arrastrara o se deslizara rápida por el techo. Y
esa noche, esa noche no quisieron entrar, no se atrevieron
a dar un paso más hacia su casa. Se regresaron
sin voltar, llegaron a la carretera y tomaron un taxi.
(29:58):
Volvieron a casa de sus amigos y les pidieron quedarse
esa noche, y por suerte aceptaron. Al dĂa siguiente fueron
a hablar con la dueña y preguntarle quĂ© habĂa ahĂ arriba,
que quiĂ©n o quĂ© vivĂa en ese techo. Le dijeron
que forzaron la puerta, que subieron al techo y lo
que vieron ahĂ. La señora se enojĂł. Primero les gritĂł
(30:20):
por haber abierto la puerta que especĂficamente les habĂa prohibido.
Luego les dijo que debĂan irse lo antes posible, sin
más explicaciĂłn. Y ellos aceptaron sin discutir. Solo querĂan sacar
sus cosas y se irĂan. Cuando ya llevaban lo poco
que tenĂan y caminaban con trabajo rumbo a la carretera,
(30:42):
unos niños de la zona pasaron y les preguntaron.¿ Ustedes
vivĂan en la casa de la bruja? Mi papá dice
que trató de no escuchar eso, pero los niños siguieron.
La bruja vive en el techo. A veces asoma. A
veces da saltos grandes para caer en otros techos y
se llevan gatitos o perros. Por eso le tiran piedras.
(31:04):
Para que no se acerque. Para que no nos haga nada.
No dijeron más. No preguntaron más. Se fueron a seguir jugando.
Muchos años después yo conocà la historia por las pláticas
de mis padres. Los dos la contaban por separado. Y
muy diferente. Mi mamá nunca querĂa contarla. Te lastimaba mucho
(31:26):
el recuerdo. Mi papá la hacĂa más emocionante, más entretenida,
pero los dos la contaban con los mismos detalles, tal cual.
Hoy mi mamá ya no está, y desde entonces como
que mi papá dejó de contarla, pero de vez en
cuando la recuerda, en un solo comentario para describirla, para
(31:47):
describir ese momento de su vida, esa memoria. Se refiere
a ella como la casa de la bruja en el techo. Gracias.