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July 13, 2025 486 mins
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LA RIQUEZA DE LAS NACIONES

La riqueza de las naciones de Adam Smith es mucho más que un libro de economía: es un viaje al corazón del pensamiento que dio forma al mundo moderno. Escucharlo en formato audiolibro ha sido una experiencia reveladora. La narración es clara y bien modulada, lo cual ayuda muchísimo dado que el contenido, aunque fascinante, puede volverse técnico o denso en ciertos pasajes.

Smith expone con asombrosa lucidez ideas fundamentales como la división del trabajo, el valor de los bienes, la función del mercado y la famosa “mano invisible” que guía el interés individual hacia el bien común. Lo impactante es que, pese a haber sido escrito en el siglo XVIII, muchas de sus observaciones siguen vigentes y ofrecen claves para entender cómo funciona (o debería funcionar) el comercio, la industria y el papel del Estado.

Este audiolibro es perfecto para quienes quieren ir más allá de los titulares y entender los principios que rigen nuestras economías. Requiere atención y paciencia, pero la recompensa intelectual es enorme. Recomiendo tomarlo por capítulos, como si fuera una serie documental, y dejarse sorprender por la claridad visionaria de Adam Smith. Ideal para economistas, empresarios, estudiantes y cualquier persona que quiera comprender de verdad por qué el mundo funciona como funciona.


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Speaker 1 (00:03):
Hola apreciado oyente. Si estás aquí es porque tal vez
te apasionan los libros y el conocimiento y la sabiduría
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(00:44):
un mundo mejor por medio de los libros. Pigeon, Casa Editorial,
presenta La riqueza de las naciones Autor, Adam Smith Considerado
fundador de la ciencia económica por la riqueza de las naciones,
el escocés Adam Smith no sólo puso con esta obra

(01:06):
los cimientos de una ciencia, sino también de una doctrina,
el liberalismo económico. La idea de que la riqueza proviene
del trabajo, y no del oro ni de la plata,
siendo susceptible de aumentar con una adecuada regulación del funcionamiento
del mercado. La noción de la competencia como mecanismo limitador
de la sed de beneficios y fomentador del bien común,

(01:27):
y el deseo de un Estado fuerte, aunque no grande,
que garantice la libertad, la propiedad y el funcionamiento de
la mano invisible que armoniza los intereses de la persona
y de la comunidad, son, en efecto, superdurable. Aportación al
mundo que se había de desarrollar en los siglos siguientes.
Estudio preliminar y traducción de Carlos Rodríguez Brown. Estudio preliminar.

(01:52):
Aunque hubo pensamiento económico desde la más remota antigüedad, la
economía no se desarrolla como disciplina científica hasta el siglo XVIII.
El libro que tiene el lector entre sus manos, y
cuya versión original fue publicada en dos volúmenes en Londres
a comienzos de marzo de 1776, es una suerte de partida
de nacimiento de la ciencia económica. No sólo fue la

(02:15):
referencia fundamental de la escuela clásica de economía, que agrupa
a figuras como Malthus, Say, Ricardo, John Stuart Mill e
incluso Karl Marx. Desde entonces hasta hoy los economistas lo
han leído y existe un amplio consenso en que el
primero y más ilustre de sus colegas fue el escocés
Adam Smith, el autor de una investigación sobre la naturaleza

(02:36):
y las causas de la riqueza de las naciones, tal
el título completo de la obra. Esto sólo ya bastaría
para que el libro mereciese un lugar en la biblioteca
de cualquier persona medianamente culta. Pero hay algo más. Adam
Smith no es solamente el padre de una ciencia sino
también de una doctrina, el liberalismo económico. Es en este

(02:58):
segundo aspecto donde se cimenta la fama de Smith más
allá del círculo de los economistas. Probablemente muy pocos políticos
han leído La riqueza de las naciones, pero muchos hablan
del« liberalismo smithiano», y todos saben que fue Adam Smith
el autor de la más célebre metáfora económica, según la
cual el mercado libre actúa como una« mano invisible» que

(03:19):
maximiza el bienestar general. El lector curioso podrá encontrar la
cita apenas comenzado el capítulo segundo del libro cuarto. La
expresión aparece solamente una vez en esta obra y Smith
la había empleado antes en sólo dos oportunidades. una en
la teoría de los sentimientos morales y otra en un
temprano ensayo sobre la historia de la astronomía. Adam Smith

(03:41):
nació en Kirkcaldy, un pueblo de la costa este de Escocia,
cerca de Edimburgo, en enero de 1723. Nunca conoció a su padre,
llamado también Adam Smith, juez e inspector de aduanas, que
murió pocas semanas antes de que naciera su hijo. Entre
esta traumática circunstancia y la débil salud del niño, se

(04:02):
anudó una estrechísima relación entre Adam Smith y su madre,
vivió siempre con ella, nunca se casó y de hecho
la sobrevivió apenas seis años. Smith ha sido llamado el
primer economista académico. En efecto, con anterioridad quienes escribían sobre
economía fueron con frecuencia hombres de negocios o profesionales o
intelectuales que sólo marginalmente abordaban cuestiones económicas. Incluso en el

(04:27):
siglo XIX habría grandes economistas que ni estudiaron en la
universidad ni fueron después profesores, como sucedió con David Ricardo
y John Stuart Mill, quizás las dos mentes más importantes
de la escuela clásica después del propio Smith, que fue
un universitario. Hasta tenía las señas personales casi caricaturescas del
profesor distraído, hablaba solo, se abstraía, salía a pasear y

(04:50):
se perdía, etc. En 1737 ingresó en la Universidad de Glasgow
y recibió la influencia de la Escuela Histórica Escocesa al
estudiar con Francis Hutchison y otros. Hutchison era catedrático de
filosofía moral, en su asignatura había una parte dedicada a
moral práctica, que abordaba los cuatro temas siguientes, justicia, defensa,

(05:14):
finanzas públicas y lo que llamaban entonces, policía, es decir,
organización social o política. Allí está el germen de buena
parte de la riqueza de las naciones. En 1740 obtiene una
beca para ir a estudiar en el Balliol College de Oxford,
una universidad entonces decadente, como apunta Smith en el libro

(05:35):
Quinto de la riqueza. Seis años más tarde regresa a
casa y dedica un par de años a escribir ensayos
sobre retórica y literatura, astronomía, física y filosofía. En 1748 es
invitado por un grupo de amigos a dictar una serie
de conferencias sobre literatura y otros temas en Edimburgo. La

(05:55):
experiencia resulta un éxito de público y en 1751 es nombrado
catedrático en la Universidad de Glasgow, primero de Lógica y
después de Filosofía Moral, y traba una firme amistad con
el gran filósofo e historiador David Hume, que también iba
a escribir páginas extraordinarias sobre economía. Smith destruyó los originales

(06:16):
de sus notas y manuscritos. Por fortuna, sin embargo, en 1896
y en 1963 se publicaron unos juegos de apuntes de clase
tomados por dos alumnos suyos de los cursos de 1762 y 1763.
En 1759 aparece su primer libro, La teoría de los sentimientos morales,

(06:37):
que volverá a Asmed muy conocido dentro y fuera de
su país. Hubo seis ediciones en vida del autor y
tres traducciones francesas y dos alemanas antes de que acabara
el siglo XVIII. El libro tuvo un éxito inmediato y
de hecho cambiaría por completo la vida de Asmed puesto
que dio lugar a su siguiente y muy redituable empleo.

(06:58):
Charles Townsend, que llegaría a ser ministro de Economía con
el gobierno de William Pitt Padre, y cuyas medidas fiscales
avivarían la lucha por la independencia norteamericana, quedó fascinado con
la teoría y decidió que su autor debía ser el
mentor de su hijastro, el duque de Bucklewk, se lo
propuso en 1763 y el pensador escocés aceptó. En 1764 Smith abandona

(07:22):
la universidad y durante tres años se convierte en el
preceptor del joven duque de Buchleuch, con quien viaja a Francia. Smith,
que en el capítulo primero del libro Quinto de la
riqueza iba a despotricar contra la costumbre de hacer viajar
a los jóvenes al extranjero, aprovecha su estancia en el
continente para ir a Ginebra, donde conoce a Voltaire, y

(07:42):
a París, donde su amigo David Hume terminaba su periodo
como secretario de la embajada inglesa. En París iba a
trabar relación con la flor y nata del pensamiento galo,
por ejemplo con el notable economista y político A.R.J. Turgot,
y con François Quesnay, líder de primera escuela económica propiamente dicha,
llamada hoy fisiocracia y conocida entonces como Escuela de los Economistas.

(08:08):
De vuelta a Kirkcaldy en 1767, y gracias a una pensión
vitalicia que le asignó el duque, Smith dedica los diez
años siguientes, los dos últimos en Londres, a escribir La
riqueza de las naciones, que ve la luz en 1776. El
economista escocés no pensó que su obra iba a tener
mucho éxito, pero al cabo de poco tiempo lo tuvo,

(08:31):
inspiró las reformas liberalizadoras comerciales y fiscales de William Perijo,
un admirador declarado de Smith, y es el libro por
el cual la posteridad lo iba a reconocer hasta hoy.
Hubo cinco ediciones en vida de Smith. La primera versión
española apareció en 1794. En 1778 este padre de libre comercio fue

(08:53):
designado comisario de aduanas de Escocia en Edimburgo, donde habían
trabajado tanto su padre como otros antepasados suyos. Smith cumplió
con sus tareas a conciencia hasta el final de su vida,
tareas que ciertamente no eran contradictorias con su doctrina económica,
puesto que él no fue partidario de la desaparición de
los aranceles sino de su moderación y su reforma según

(09:15):
los cánones de la tributación que expone en el capítulo
segundo del libro Quinto de la Riqueza. Tres años antes
de su muerte recibió Adam Smith un honor que lo
llenó de emoción, fue nombrado en 1787 rector de su antigua
casa académica, donde había estudiado y enseñado, la Universidad de Glasgow.
No tenía dudas Smith sobre cuál había sido la etapa

(09:37):
más feliz de su vida, los trece años en que
fue profesor. Murió en Edimburgo en julio de 1790. Tenía 67 años.
Es curioso que con frecuencia sea Adam Smith caracterizado como
la imagen del capitalismo salvaje, desconsiderado y brutal. El primero
que se indignaría ante semejante descripción sería sin duda el mismo,

(10:00):
que era después de todo un profesor de moral y
que se preocupó siempre por las reglas éticas que limitan
y constriñen la conducta de los seres humanos. La base
de su teoría es la simpatía y el amor propio.
Dentro de cada persona hay un espectador imparcial que juzga
la medida en que las acciones son beneficiosas para el
individuo o para su entorno. Es normal que las personas

(10:24):
asignen más importancia a su ambiente inmediato, ellas mismas y
sus familias, que al más lejano, su ciudad, el país,
el mundo. Pero que las personas estén interesadas más en
sí mismas no quiere decir que no les importe lo
que suceda con los demás. El capítulo primero de la
teoría de los sentimientos morales se abre con la siguiente afirmación.

(10:47):
Por más egoísta que se pueda suponer al hombre, existen
evidentemente en su naturaleza algunos principios que lo mueven a
interesarse por la suerte de otros y a hacer que
la felicidad de éstos le resulte necesaria, aunque no derive
de ella nada más que el placer de contemplarla. La
simpatía hacia los demás y el propio interés, por lo tanto,

(11:07):
coinciden en todas las personas y son dos emociones genuinas.
Para compatibilizarla se podría decir que está la conciencia humana,
o lo que Smith llama él. Espectador imparcial, una especie
de desdoblamiento de la personalidad que hace no sólo que
podamos ver nuestra conducta y juzgarla individualmente, sino también que

(11:27):
podamos evaluar los condicionamientos y resultados sociales de nuestro comportamiento,
en particular cómo nos juzgarán los demás. Algo importante porque
la opinión de los otros es determinante para nuestros actos.
No nos precipitamos hacia un individualismo egoísta porque nos lo
impide la presencia de lazos familiares, de amistad, vecindad, nacionalidad.

(11:48):
Como todas las personas afrontan el mismo contexto, de esa
mezcla ponderada de simpatía y atención por los demás y
de amor propio emergen reglas morales que hacen posible, como
consecuencia no deseada, una sociedad ordenada. Esto es típicamente smithiano,
en la riqueza de las naciones la conducta económica fundada
en el propio interés desencadena a través de la mano

(12:10):
invisible del mercado. Siempre que haya un Estado que garantice
la paz y la justicia, un resultado que no entraba
en los planes de cada individuo, el desarrollo económico y
la prosperidad general. Es en este sentido en el que
emplea la expresión« mano invisible» en el capítulo primero, parte cuarta,
de su libro sobre moral. El que la persecución del

(12:32):
propio interés sea moralmente legítimo y económicamente beneficioso para la
sociedad no es una noción original de Smith, pero nadie
la había expuesto antes con tanto rigor y detalle. Los
escritos de Smith pueden verse como un gran conjunto, inspirado
por el programa de filosofía moral de Hutchison y el
suyo propio. Y es un conjunto incompleto. En la última

(12:55):
página de la Teoría de los Sentimientos Morales de 1759 escribió Smith,«
En otro estudio procuraré explicar los principios generales de la
legislación y el Estado, y los grandes cambios que han
experimentado a lo largo de los diversos periodos y etapas
de la sociedad, no sólo en lo relativo a la
justicia sino en lo que ataña a la administración, las

(13:15):
finanzas públicas, la defensa y todo lo que cae bajo
el ámbito legislativo». En el prólogo a la sexta edición
de la teoría, redactado meses antes de morir, escribió que
la riqueza satisfizo sólo, parcialmente esa promesa, en lo referido
a la administración, las finanzas y la defensa. Todavía le quedaba, confesó,

(13:36):
la teoría de la justicia, aunque mi avanzada edad me
hace abrigar pocas esperanzas de completar esta gran obra satisfactoriamente.
Y efectivamente no pudo hacerlo. Lo que sí completó fue
la riqueza de las naciones. Para ser el fundador de
la ciencia económica, Adam Smith no emplea en absoluto esa expresión,
que se generalizaría mucho después, y cuando habla de economía

(14:00):
se refiere a la economía política, y otorga mucho peso
al aspecto político, es, una rama de la ciencia del
hombre de estado o legislador, dice al comenzar el libro cuarto.
Sin embargo, Smith es evidentemente un economista y que además
se plantea una gran pregunta de esta disciplina en el
título mismo de su obra, que en términos modernos se leería,¿

(14:21):
en qué consiste y cómo se logra el desarrollo económico?
Smith va directamente al grano desde la primera línea de
la introducción, la riqueza de una nación deriva de su trabajo,
el producto anual del trabajo y la tierra del país,
dirá una y otra vez Smith, es decir, algo muy
parecido al producto interior bruto. no es el excedente de

(14:42):
la balanza comercial, como habían pensado muchos autores antes que él,
en lo que a partir de Smith se llamaría mercantilismo,
y tampoco es el excedente agrícola, como creían sus contemporáneos,
los fisiócratas franceses. Además, es claro que para Smith la
riqueza que cuenta es la que está repartida entre los
habitantes de un país, lo que hoy se denomina la

(15:04):
renta o el PIB per cápita. Una vez establecido que
el trabajo es el fondo del que en última instancia
brotan todas las riquezas, la cuestión es cómo aumentar ese fondo,
y de eso trata el libro primero, que parte de
la división del trabajo. El célebre ejemplo de la fábrica
de alfileres, derivada de la propensión innata del ser humano

(15:25):
a trocar, permutar y cambiar una cosa por otra. De
la división del trabajo surge el comercio y el dinero,
y de allí los problemas del valor y la distribución.
Smith va a explicar el valor por la oferta, porque
creía que el precio, natural, o de equilibrio en el
largo plazo venía determinado por el coste de producción, con

(15:45):
lo que la idea de la determinación simultánea de precios
y costes se demoró todavía un siglo. El libro segundo
trata de la forma de ampliar ese fondo a través
del ahorro, la acumulación del capital, Smith vuelve a considerar
aquí al dinero, pero como parte del capital, y los
dos tipos de trabajo, productivo e improductivo. El libro tercero

(16:06):
aborda una cuestión de gran importancia práctica, porque unos países
crecen más que otros. Característicamente, Smith adjudica gran importancia a
las instituciones y a la política económica, y condena en
particular a las medidas que intentan favorecer a un sector
de la economía a expensas de los demás. Si el
libro tercero puede verse como una historia de los hechos económicos,

(16:30):
el libro cuarto es una historia de las doctrinas económicas,
o Sistemas de economía política, de los que Smith se
centra particularmente en uno, el sistema comercial o mercantil, es decir,
el mercantilismo, y critica su espíritu proteccionista y monopólico. Menos
espacio dedica, en cambio, a rebatir a los fisiócratas, porque

(16:52):
en realidad a su juicio no habían hecho sino exagerar
una doctrina que era fundamentalmente verdadera, la idea de que
la agricultura era el más productivo de los sectores económicos. Además,
Smith simpatiza con el mensaje liberal de la fisiocracia. Y
por último el libro quinto es un tratado de hacienda
pública dividido en tres partes, gastos, impuestos y deuda pública.

(17:16):
Desde el primer libro aparecen las características del modo de
razonar de Smith. Aunque los economistas han llevado desde siempre,
y en muchas ocasiones con razón, el estigma de la
torre de marfil, de elaborar visiones fantasiosas sin contacto alguno
con la realidad. Para el fundador de la ciencia económica
era evidente que la economía no podía ser analizada en abstracto,

(17:38):
en especial no se podía perder de vista una doble dimensión,
la historia y las instituciones. El pensador escocés demuestra no
sólo una gran soltura a la hora de manejar la
historia en general, sino en particular los datos de la
historia económica, como puede verse en la notable y extensa
digresión sobre el valor de la plata en el capítulo 11
del libro I. Pero además de la proyección histórica, Smith

(18:03):
insiste en explicar el funcionamiento de la economía real, con
todas sus imperfecciones y limitaciones, y con todo su marco institucional,
que según Smith es básico para el crecimiento económico. Hay
un« sistema de libertad natural», afirma Smith, pero en absoluto
se impone por sí mismo, sino que necesita un complejo
entramado político y legislativo, es decir, la mano visible del

(18:26):
Estado y las instituciones. Otros aspectos que chocan con la
visión simplista de Smith capitalismo salvaje es su respaldo a
que la riqueza se refleje en un incremento en el
nivel de vida del pueblo y el intenso recelo que
siente Smith hacia los empresarios. Una cosa es defender al capitalismo,
parece decir, y otra cosa muy distinta es defender a

(18:48):
los capitalistas, que sólo son útiles a la sociedad en
la medida en que compitan en el mercado ofreciendo bienes
y servicios buenos y baratos, con lo que los consumidores
se benefician, y el consumo es el fin último de
la producción. Adam Smith dedica a los capitalistas y a
su espíritu monopólico y de conspiración contra el público, unos
comentarios durísimos, de gran relevancia para comprender numerosas polémicas actuales,

(19:13):
puesto que Smith demuestra cómo los diversos grupos económicos consiguen
privilegios del Estado sobre la base de fingir que representan
los más amplios intereses de la sociedad. Pero desde el
momento en que se conceden privilegios especiales se está atentando
contra el interés general. Smith lo explica con numerosos ejemplos
concretos de desvío forzado de capital hacia una u otra

(19:35):
rama específica, que da lugar a unos precios mayores y
una producción menor, el esquema clásico del monopolio, que los
que habrían tenido lugar en otra circunstancia. El mercantilismo, así,
da lugar a un crecimiento menor, pero no a una
ausencia de crecimiento. Smith reconoce que los recursos naturales y
sobre todo los recursos humanos, y, el deseo de cada

(19:58):
persona de mejorar su propia condición, se potencian con las
instituciones buenas y consiguen compensar los efectos retardatarios de las
instituciones malas. E igualmente reconoce que las múltiples reglamentaciones mercantilistas
estaban siendo dejadas de lado con más celeridad en Inglaterra
que en el resto de Europa, no titubea en aplaudir
los méritos de las reformas que ampliaban el campo de

(20:20):
la libertad. En ese sentido España es un ejemplo, aunque desgraciado,
en repetidas oportunidades Smith demuestra cómo las intervencionistas instituciones españolas
eran particularmente dañinas para el crecimiento económico. El realismo de
Smith brilla en el extenso capítulo séptimo del libro cuarto,
Sobre las colonias. En los imperios se ha establecido el

(20:43):
sistema mercantilista, por doquiera hay monopolios, proteccionismo, compañías exclusivas, prohibiciones
y reglamentaciones de todo tipo. Y sin embargo, ha sido
tan beneficiosa la extensión del mercado que se ha producido
gracias a las colonias, y la extensión del mercado es
la clave para la división del trabajo, que a su
vez lo es para el crecimiento, que ha podido con

(21:05):
todos los efectos perniciosos del imperialismo mercantilista. Algo parecido se
observa en el capítulo primero del libro quinto, cuando Smith
analiza las instituciones que facilitan el progreso. La extensa digresión
sobre la educación, muy a propósito para comprender los problemas
que padece la universidad actual, contiene incisivas críticas al sistema

(21:27):
educativo de su época pero al menos, reconoce el escocés,
enseñó algo. Ese mismo capítulo contiene una famosa predicción equivocada
de Smith, que aparte de bancos, compañías de seguros y
algunas obras públicas hidráulicas, descreía de las posibilidades de las
sociedades anónimas, precisamente la personalidad jurídica que iban a adoptar

(21:48):
las empresas después de forma masiva. Ha de reconocerse, sin embargo,
que la realidad de las últimas décadas del siglo XX
y los más recientes estudios sobre la economía empresarial demuestran
que no andaba descaminado el escocés en un punto importante.
Los problemas que hoy se llamarían de« el principal y
el agente», es decir, los peligros del abuso por los

(22:10):
ejecutivos de la responsabilidad que les confieren los accionistas. pero
probablemente lo que más asombre a un lector moderno que
se aproxime a Smith con la imagen que habitualmente se
tiene de él sea el marco de acción aceptable para
el Estado. Al terminar el libro IV expone Smith los
tres deberes fundamentales del soberano en una sociedad liberal. Primero,

(22:31):
el deber de proteger a la sociedad de la violencia
e invasión de otras sociedades independientes. Segundo, el deber de proteger,
en cuanto sea posible, a cada miembro de la sociedad
frente a la injusticia y opresión de cualquier otro miembro
de la misma, o el deber de establecer una exacta
administración de la justicia. Y tercero, el deber de edificar

(22:52):
y mantener ciertas obras públicas y ciertas instituciones públicas que
jamás será del interés de ningún individuo o pequeño número
de individuos el edificar y mantener, puesto que el beneficio
nunca podría reponer el coste que representarían para una persona
o un reducido número de personas, aunque frecuentemente lo reponen
con creces para una gran sociedad. Esto basta de por

(23:14):
sí para pulverizar toda imagen anarquista de Smith. Pero hay más.
El economista escocés, y el grueso de los economistas liberales
que lo han sucedido hasta la fecha, admiten otras intervenciones
del Estado en la vida económica. El propio Smith llegó
a alabar dos instituciones paradigmáticas del mercantilismo, las leyes de

(23:35):
la usura y las de navegación. Ponderó a las primeras
porque la limitación a los tipos de interés impedía que
los empresarios más irresponsables drenaran fondos para sus osados proyectos,
arrebatándoselos a los más prudentes al ofrecer pagar tasas de
interés desorbitadas. y elogió a las leyes de navegación que
establecían la protección de bandera para el comercio exterior británico,

(23:58):
con el argumento de que así se contribuía a sostener
una marina de guerra. La defensa es mucho más importante
que la opulencia, afirma en el capítulo segundo del libro cuarto.
Adam Smith es, por tanto, un liberal matizado, que no
quiere hacer tabla rasa con el sistema anterior, que tenía
a sí mismo más elementos liberales de los que Smith apunta,

(24:19):
y mucho menos instaurar en su lugar una anarquía sin Estado.
A un anarquista le tienen sin cuidado los impuestos, y
Adam Smith redacta un extenso capítulo sobre los mismos, analizándolos prolijamente.
Un anarquista, por definición, es enemigo de la propiedad, y
para Smith la propiedad privada es característica y renunciable de
la prosperidad y su defensa misión y renunciable del Estado.

(24:44):
Es evidente, no obstante, que es un liberal, que cree
en el mercado, que apoya aquellas intervenciones públicas en donde
claramente se demuestre que los fallos del Estado son menores
que los del mercado, y que propone además intervenciones en
cuya forma los criterios competitivos sean menos vulnerados. Rechaza específicamente
las intervenciones particulares del Estado para fomentar tal o cual actividad,

(25:07):
para proteger tal o cual sector en mayor beneficio de
la comunidad. El argumento que emplea es profundamente práctico, el
Estado no sabe cómo hacerlo. Para Smith Hill. Sencillo y
obvio sistema de la libertad natural, equivale a lo siguiente.
Toda persona, en tanto no viole las leyes de la justicia,

(25:29):
queda en perfecta libertad para perseguir su propio interés a
su manera y para conducir a su trabajo y su
capital hacia la competencia con toda otra persona o clase
de personas. El soberano queda absolutamente exento de un deber
tal que al intentar cumplirlo se expondría a innumerables confusiones,
y para cuyo correcto cumplimiento ninguna sabiduría o conocimiento humano

(25:50):
podrá jamás ser suficiente. El deber de vigilar la actividad
de los individuos y dirigirla hacia las labores que más
convienen al interés de la sociedad. Todas las matizaciones intervencionistas
de Smith, en efecto, empalidecen frente a los estados modernos,
que absorben la mitad de la riqueza nacional y se
afanan cotidianamente en la persecución justo de aquellos objetivos que

(26:11):
el escocés quería alejar de la preocupación del sector público.
Es posible que la imagen anarquista de Smith derive del
contraste entre su liberalismo moderado y prudente y el intervencionismo
hipertrofiado y audaz de los estados actuales. Ahí estriba un
aspecto en el que Smith está definitivamente anticuado, como lo
están casi todos los economistas, salvo un puñado de contemporáneos,

(26:34):
a todos les falta una correcta teoría del Estado. Pero
al menos Adam Smith abogaba, como buen ilustrado, por un
gobierno reformador y liberalizador del antiguo régimen mercantilista, un gobierno
diferente del antiguo despotismo nobiliario y eclesial. Y al menos
los liberales del siglo XIX, herederos de Smith, pretendieron mantener

(26:55):
al Estado dentro de ciertos límites. En cambio John Menner
Keynes y el grueso de los economistas del siglo XX
no tuvieron ni siquiera la preocupación ante la ampliación del
tamaño del Estado, más aún, la recomendaron como la mejor
forma de resolver los problemas económicos. Su responsabilidad en las
dificultades creadas por la expansión inédita del sector público en

(27:17):
nuestros días es, así, mucho mayor que la del viejo escocés.
En todo caso, es claro que en las postremerías del
siglo XX se está viviendo un agotamiento del Estado presuntamente
benefactor y un renacimiento de las ideas liberales.¿ Puede ayudar
Adam Smith a los políticos que llevan a cabo las
reformas económicas de hoy? La riqueza de las naciones aparece

(27:41):
en un año crítico para la historia colonial, la independencia
de los Estados Unidos. Este tema, que guarda ciertas analogías
con la cuestión nacionalista del presente, es aludido por Smith
en diversas ocasiones, habla de« actuales disturbios», y aunque su
pensamiento es bastante ambiguo y complejo es claro que para
él lo óptimo es un nuevo imperio, un Commonwealth diferente,

(28:03):
de comunidades autónomas y autofinanciadas en un marco de libre
comercio internacional. Pero en ese momento, hablar de un nuevo
imperio cuando el viejo se estaba resquebrajando le parece a Smith,
cuando vuelve sobre el tema al final del libro quinto,
algo utópico. Significativamente, la palabra utopía aparece en sólo dos

(28:23):
oportunidades en la obra de Smith. Una es esta del
nuevo imperio liberal, y la otra, en el capítulo segundo
del libro cuarto, es la posibilidad de que el libre
comercio sea una realidad completa alguna vez. No se puede sostener, entonces,
que Smith no haya tenido conciencia de las limitaciones prácticas
de sus ideales. Y eran limitaciones poderosas, no son los

(28:47):
prejuicios de la gente, apunta el escocés, la verdadera barrera
para la libertad económica, sino los intereses creados. La riqueza
de las naciones, entonces, puede alumbrar las reformas modernas en
la necesidad de abordarlas con cauto realismo. Otro punto fundamental
es que Adam Smith explica la lógica de la intervención

(29:07):
y las perturbaciones que comporta en la asignación eficiente de
los recursos, y permite combatir a los grupos de presión
que pretenden hacer y hacen comulgar a gobiernos y ciudadanos
con ruedas de molino. La riqueza de las naciones, además,
explica por qué la« libertad natural» es económicamente ventajosa, por
qué la competencia da lugar a mayor crecimiento que el monopolio.

(29:31):
Y un último aspecto de sobresaliente importancia es que su
autor ni engaña ni se engaña sobre la dificultad de
alcanzar una economía más libre, esa dificultad es enorme. Adam
Smith lo expone magistralmente en el capítulo séptimo del libro cuarto,
al comentar que los verdaderos problemas del intervencionismo no aparecen
cuando se lo impone sino cuando se lo suprime. Así

(29:52):
son de desgraciados los efectos de todas las reglamentaciones del
sistema mercantil. No sólo introducen desórdenes muy peligrosos en el
estado del cuerpo político, sino que son desórdenes con frecuencia
difíciles de remediar sin ocasionar, al menos durante un tiempo,
desórdenes todavía mayores. Lecturas Esta edición recoge completos a los

(30:16):
libros I, II y III de La riqueza de las naciones,
salvo las notas al pie de página, y una selección
de los libros IV y V, que representan cada una
aproximadamente la mitad del original. El criterio de selección ha
sido retener lo analíticamente relevante de esos dos últimos libros,
y sólo sacrificar los detalles y explicaciones de carácter más incidental,

(30:39):
histórico o ilustrativo. Si esta edición parcial de La riqueza
a las naciones estimula al lector a proseguir su estudio
sobre Smith y los economistas clásicos, podría empezar a recorrer
la bibliografía smithiana por los textos siguientes. Una buena biografía
de Smith es E. G. West, Adam Smith. El hombre

(31:01):
y sus obras, Madrid, Unión Editorial, 1989. El mejor estudio sobre
la economía clásica, que permite analizar a Smith y a
sus sucesores, es DP. O'Brien, Los economistas clásicos, Madrid, Alianza, 1989.
Los mitos sobre el capitalismo o liberalismo, salvaje, de Adam

(31:25):
Smith son despejados en Jacob Baine, Adam Smith y Elyaises Faire,
en J. J. Spengler y W. R. Allen, I. X.
El pensamiento económico de Aristóteles a Marshall, Madrid, Tecnos, 1971. Para
comprender la complejidad del sistema económico más duramente atacado por

(31:47):
Smith y observar el grado de continuidad que existe en
las doctrinas económicas, puede verse en el mismo volumen editado
por Spengler y Allen. William de Gramp, Los elementos liberales
en el mercantilismo inglés. Hay buenos artículos en idioma español
sobre Smith en Hacienda Pública Española, número 23, 1973, número 40, 1976 y número 59. 1979

(32:21):
Información Comercial Española, número 519, noviembre de 1976. Moneda y Crédito, número 139,
diciembre de 1976, y número 141, junio de 1977. Y si el lector
desea abordar la edición completa de La riqueza de las naciones,

(32:44):
hay varias versiones en español, de la editorial madrileña Aguilar,
del Fondo de Cultura Económica de México y, la más
recomendable con diferencia, de la editorial Oicostau de Barcelona, en
dos volúmenes. Por desgracia, todavía no existe una traducción de
la teoría de los sentimientos morales, salvo una parcial y
muy deficiente del Fondo de Cultura Económica. Recientemente han aparecido

(33:08):
las lecciones sobre jurisprudencia, Granada, Editorial Comares, 1995. La bibliografía sobre
Adam Smith en otros idiomas es vastísima. Pueden consultarse, por ejemplo,
las referencias en los libros mencionados de E. G. West
y de P. O'Brien. Si el lector conoce el idioma

(33:29):
inglés debería empezar por el propio Smith, por la justamente famosa,
edición de Glasgow, The Glasgow Edition of the Works and
Correspondence of Adam Smith, una magnífica edición de los escritos
de Smith que comprende, The Theory of Moral Sentiments, An
Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations,
Assays on Philosophical Subjects, Lectures on Rhetoric and Bell's Letra,

(33:50):
Lectures on Jurisprudence, así como Tambien Correspondence of Adam Smith
y dos. Volúmenes asociados, Assassin Adam Smith y Life of
Adam Smith. Estos títulos fueron publicados por Oxford University Press
a partir de 1976 en tela, de todos ellos, asimismo, salvo
los dos últimos, hay ediciones en rústica publicadas en la

(34:12):
colección Liberty Classics de Liberty Press, Indianapolis. Hay tres importantes
colecciones de artículos en inglés sobre Smith, que recogen prácticamente
todo lo que han escrito sobre él los mejores especialistas,
y donde se citan también los numerosos libros publicados sobre
el gran economista escocés. Una investigación sobre la naturaleza y

(34:48):
las causas de la riqueza de las naciones. Introducción y
plan de la obra El trabajo anual de cada nación

(35:14):
es el fondo del que se deriva todo el suministro
de cosas necesarias y convenientes para la vida que la
nación consume anualmente, y que consisten siempre en el producto
inmediato de ese trabajo, o en lo que se compra
con dicho producto a otras naciones. En consecuencia, la nación
estará mejor o peor provista de todo lo necesario y
cómodo que es capaz de conseguir según la proporción mayor

(35:37):
o menor que ese producto o lo que con él
se compra. Guarde con respecto al número de personas que
lo consumen. En toda nación, esa proporción depende de dos
circunstancias distintas, primero, de la habilidad, destreza y juicio con
que habitualmente se realiza el trabajo, y segundo, de la
proporción entre el número de los que están empleados en

(35:57):
un trabajo útil y los que no lo están. Sean
cuales fueran el suelo, clima o extensión territorial de cualquier
nación en particular, la abundancia o escasez de su abastecimiento
anual siempre depende, en cada caso particular, de esas dos circunstancias. Además,
la abundancia o escasez de ese abastecimiento parece depender más

(36:18):
de la primera circunstancia que de la segunda. Entre las
naciones salvajes de cazadores y pescadores, toda persona capaz de
trabajar está ocupada en un trabajo más o menos útil
y procura conseguir, en la medida de sus posibilidades, las
cosas necesarias y convenientes de la vida para sí misma
o para aquellos miembros de su familia o tribu que

(36:38):
son demasiado viejos, o demasiado jóvenes o demasiado débiles para
ir a cazar o a pescar. Sin embargo, esas naciones
son tan miserablemente pobres que por pura necesidad se ven obligadas,
o creen que están obligadas a veces a matar y
a veces a abandonar a sus niños, sus ancianos o
a los que padecen enfermedades prolongadas, para que perezcan de

(36:59):
hambre o sean devorados por animales salvajes. Por el contrario,
en las naciones civilizadas y prósperas, numerosas personas no trabajan
en absoluto y muchas consumen la producción de diez veces
y frecuentemente cien veces más trabajo que la mayoría de
los ocupados. Y sin embargo, la producción del trabajo total
de la sociedad es tan grande que todos están a

(37:20):
menudo provistos con abundancia, y un trabajador, incluso de la
clase más baja y pobre, si es frugal y laborioso,
puede disfrutar de una cantidad de cosas necesarias y cómodas
para la... vida mucho mayor de la que pueda conseguir
cualquier salvaje. Las causas de este progreso en la capacidad
productiva del trabajo y la forma en que su producto

(37:41):
se distribuye naturalmente entre las distintas clases y condiciones del
hombre en la sociedad, son el objeto del libro primero
de esta investigación. Sea cual fuere el estado de la habilidad,
la destreza y el juicio con que el trabajo es
aplicado en cualquier nación, la abundancia o escasez de su
producto anual debe depender, mientras perdure ese estado, de la

(38:02):
proporción entre el número de los que están anualmente ocupados
en un trabajo útil y los que no lo están.
El número de trabajadores útiles y productivos, como se verá
más adelante, está en todas partes en proporción a la
cantidad de capital destinada a darles ocupación, y a la
forma particular en que dicha cantidad se emplea. El libro segundo, así,

(38:23):
trata de la naturaleza del capital, de la manera en
que gradualmente se acumula, y de las cantidades diferentes de
trabajo que pone en movimiento según las distintas formas en
que es empleado. Las naciones aceptablemente avanzadas en lo que
se refiere a habilidad, destreza y juicio en la aplicación
del trabajo han seguido planes muy distintos para conducirlo o dirigirlo,

(38:45):
y no todos esos planes han sido igualmente favorables para
el incremento de su producción. La política de algunas naciones
ha estimulado extraordinariamente el trabajo en el campo, la de otras,
el trabajo en las ciudades. Casi ninguna nación ha tratado
de forma equitativa e imparcial a todas las actividades. Desde
la caída del Imperio Romano, la política de Europa ha

(39:08):
sido más favorable a las artes, las manufacturas y el comercio,
actividades de las ciudades, que a la agricultura, el quehacer
del campo. Las circunstancias que parecen haber introducido y fomentado
esa política son explicadas en el libro III. Esos planes
diferentes fueron probablemente establecidos debido a intereses y prejuicios privados

(39:29):
de algunos estamentos particulares, sin consideración o previsión alguna de
sus consecuencias sobre el bienestar general de la sociedad. Sin embargo,
han dado lugar a teorías muy distintas de economía política,
algunas de las cuales magnifican la importancia de las actividades
llevadas a cabo en las ciudades y otras la de
las llevadas a cabo en el campo. Dichas teorías han

(39:50):
ejercido una considerable influencia, no sólo sobre las opiniones de
las personas ilustradas sino también sobre la conducta pública de
los príncipes y estados soberanos. He procurado, en el libro cuarto,
explicar esas teorías de la forma más completa y precisa,
y también los efectos más importantes que han producido en
diferentes épocas y naciones. El objeto de los primeros cuatro

(40:14):
libros de esta obra es explicar en qué ha consistido
la renta del conjunto de la población o cuál ha
sido la naturaleza de los fondos que, en naciones y
tiempos diferentes, han provisto su consumo anual. El libro quinto
y último aborda la renta del soberano o del Estado.
En este libro intento mostrar, en primer término, cuáles son

(40:34):
los gastos necesarios del Estado, cuáles de estos gastos deben
ser sufragados por el conjunto de la sociedad y cuáles
sólo por una parte específica o por unos miembros particulares
de la misma. En segundo término, cuáles son los diversos
métodos mediante los cuales se puede lograr que toda la
sociedad contribuya a afrontar los pagos que corresponden a la
sociedad en su conjunto y cuáles son las ventajas e

(40:56):
inconvenientes principales. de cada uno de esos métodos, y en
tercer y último término, cuáles son las razones y causas
que han inducido a casi todos los estados modernos a
hipotecar una fracción de sus ingresos, o a contraer deudas,
y cuáles han sido los efectos de tales deudas sobre
la riqueza real, que es el producto anual de la

(41:17):
tierra y el trabajo de la sociedad. Libro I De
las causas del progreso en la capacidad productiva del trabajo
y de la forma en que su producto se distribuye
naturalmente entre las distintas clases del pueblo. CAPÍTULO 1 DE LA
DIVISIÓN DEL TRABAJO El mayor progreso de la capacidad productiva

(41:39):
del trabajo, y la mayor parte de la habilidad, destreza
y juicio con que ha sido dirigido o aplicado, parecen
haber sido los efectos de la división del trabajo. Será
más fácil comprender las consecuencias de la división del trabajo
en la actividad global de la sociedad si se observa
la forma en que opera en algunas manufacturas concretas. Se

(41:59):
supone habitualmente que dicha división es desarrollada mucho más en
actividades de poca relevancia, no porque efectivamente lo sea más
que en otras de mayor importancia, sino porque en las
manufacturas dirigidas a satisfacer pequeñas necesidades de un reducido número
de personas la cantidad total de trabajadores será inevitablemente pequeña,
y los que trabajan en todas las diferentes tareas de

(42:21):
la producción están asiduamente agrupados en un mismo taller y
a la vista del espectador. Por el contrario, en las
grandes industrias que cubren las necesidades prioritarias del grueso de
la población, cada rama de la producción emplea tal cantidad
de trabajadores que es imposible reunirlos en un mismo taller.
De una sola vez es muy raro que podamos ver

(42:42):
a más de los ocupados en una sola rama. Por
lo tanto, aunque en estas industrias el trabajo puede estar
realmente dividido en un número de etapas mucho mayor que
en las labores de menor envergadura, la división no llega
a ser tan evidente y ha sido por ello menos observada.
Consideremos por ello como ejemplo una manufactura de pequeña entidad,

(43:02):
aunque una en la que la división del trabajo ha
sido muy a menudo reconocida, la fabricación de alfileres. Un
trabajador no preparado para esta actividad, que la división del
trabajo ha convertido en un quehacer específico, no familiarizado con
el uso de la maquinaria empleada en ella, cuya invención
probablemente derive de la misma división del trabajo, podrá quizás,

(43:23):
con su máximo esfuerzo, hacer un alfiler en un día,
aunque ciertamente no podrá hacer veinte. Pero en la forma
en que esta actividad es llevada a cabo actualmente no
es sólo un oficio particular sino que ha sido dividido
en un número de ramas, cada una de las cuales
es por sí misma un oficio particular. Un hombre estira
el alambre, otro lo endereza, un tercero lo corta, un

(43:46):
cuarto lo afila, un quinto lo lima en un extremo
para colocar la cabeza. El hacer la cabeza requiere dos
o tres operaciones distintas. El colocarla es una tarea especial
y otra el esmaltar los alfileres, hasta el empaquetarlos es
por sí mismo un oficio, y así la producción de
un alfiler se divide en hasta 18 operaciones diferentes, que en
algunas fábricas llegan a ser ejecutadas por manos distintas, aunque

(44:10):
en otras. Una misma persona puede ejecutar dos o tres
de ellas. He visto una pequeña fábrica de este tipo
en la que sólo había diez hombres trabajando, y en
la que consiguientemente algunos de ellos tenían a su cargo
dos o tres operaciones. Y aunque eran muy pobres y
carecían por tanto de la maquinaria adecuada, si se esforzaban

(44:31):
podían llegar a fabricar entre todos unas doce libras de
alfileres por día. En una libra hay más de cuatro
mil alfileres de tamaño medio. Esas diez personas, entonces, podían
fabricar conjuntamente más de 48.000 alfileres en un solo día, con
lo que puede decirse que cada persona, como responsable de
la décima parte de los 48.000 alfileres, fabricaba 4.800 alfileres diarios. Ahora bien,

(44:59):
si todos hubieran trabajado independientemente y por separado, y si
ninguno estuviese entrenado para este trabajo concreto, es imposible que
cada uno fuese capaz de fabricar 20 alfileres por día, y
quizás no hubiesen podido fabricar ni uno, es decir, ni
la 240ª parte, y quizás ni siquiera la 4800ª parte de lo

(45:19):
que son capaces de hacer como consecuencia de una adecuada
división y organización de sus diferentes operaciones. En todas las
demás artes y manufacturas las consecuencias de la división del
trabajo son semejantes a las que se dan en esta
industria tan sencilla, aunque en muchas de ellas el trabajo
no puede ser así subdividido, ni reducido a operaciones tan sencillas.

(45:41):
De todas formas, la división del trabajo ocasiona en cada actividad,
en la medida en que pueda ser introducida, un incremento
proporcional en la capacidad productiva del trabajo. Como consecuencia aparente
de este adelanto ha tenido lugar la separación de los
diversos trabajos y oficios, una separación que es asimismo desarrollada
con más profundidad en aquellos países que disfrutan de un

(46:03):
grado más elevado de laboriosidad y progreso. Así, aquello que
constituye el trabajo de un hombre en un estadio rudo
de la sociedad es generalmente el trabajo de varios en
uno más adelantado. En toda sociedad avanzada el agricultor es
solo agricultor y el industrial solo industrial. Además, la tarea
requerida para producir toda una manufactura es casi siempre dividida

(46:26):
entre un gran número de manos.¿ Cuántos oficios resultan empleados
en cada rama de la industria del lino o de
la lana, desde quienes cultivan la planta o cuidan el
vellón hasta los bataneros y blanqueadores del lino, o quienes
tintan y aprestan el paño? Es cierto que la naturaleza
de la agricultura no admite tanta subdivisión del trabajo como
en la manufactura, ni una separación tan cabal entre una

(46:49):
actividad y otra. Es imposible separar tan completamente la tarea
del ganadero de la del cultivador como la del carpintero
de la del herrero. El hilandero es casi siempre una
persona distinta del tejedor, pero el que ara, rastrilla, siembra
y cosecha es comúnmente la misma persona. Como esas diferentes
labores cambian con las diversas estaciones del año, es imposible

(47:12):
que un hombre esté permanentemente empleado en ninguna de ellas.
Esta imposibilidad de llevar a cabo una separación tan profunda
y completa de todas las ramas del trabajo empleado en
la agricultura es probablemente la razón por la cual la
mejora en la capacidad productiva del trabajo en este sector
no alcance siempre el ritmo de esa mejora en las manufacturas.

(47:33):
Las naciones más opulentas superan evidentemente a sus vecinas tanto
en agricultura como en industria, pero lo normal es que
su superioridad sea más clara en la segunda que en
la primera. Sus tierras están en general mejor cultivadas, y
al recibir más trabajo y más dinero producen más, relativamente
a la extensión y fertilidad natural del suelo. Pero esta

(47:54):
superioridad productiva no suele estar mucho más que en proporción
a dicha superioridad en trabajo y dinero. En la agricultura,
el trabajo del país rico no es siempre mucho más
productivo que el del país pobre, o al menos nunca
es tanto más productivo como lo es normalmente en la industria.
El cereal del país rico, por lo tanto, y para

(48:15):
un mismo nivel de calidad, no siempre será en el
mercado más barato que el del país pobre. A igualdad
de calidades, el cereal de Polonia es más barato que
el de Francia, pese a que este último país es
más rico y avanzado. El cereal de Francia es, en
las provincias grañeras, tan bueno y casi todos los años
tiene el mismo precio que el cereal de Inglaterra, a

(48:38):
pesar de que en riqueza y progreso Francia esté acaso
detrás de Inglaterra. Las tierras cerealistas de Inglaterra, asimismo, están
mejor cultivadas que las de Francia, y las de Francia
parecen estar mucho mejor cultivadas que las de Polonia. Pero
aunque el país más pobre, a pesar de la inferioridad
de sus cultivos, puede en alguna medida rivalizar con el

(48:59):
rico en la baratura y calidad de sus granos, no
podrá competir con sus industrias, al menos en las manufacturas
que se ajustan bien al suelo, clima y situación del
país rico. Las sedas de Francia son mejores y más
baratas que las de Inglaterra porque la industria de la seda,
al menos bajo los actuales altos aranceles a la importación
de la seda en bruto, no se adapta tan bien

(49:21):
al clima de Inglaterra como al de Francia. Pero la
ferretería y los tejidos ordinarios de lana de Inglaterra son
superiores a los de Francia sin comparación y también mucho
más baratos considerando una misma calidad. Se dice que en
Polonia virtualmente no hay industrias de ninguna clase, salvo un
puñado de esas rudas manufacturas domésticas sin las cuales ningún

(49:43):
país puede subsistir. Este gran incremento en la labor que
un mismo número de personas puede realizar como consecuencia de
la división del trabajo se debe a tres circunstancias diferentes. Primero,
al aumento en la destreza de todo trabajador individual. Segundo,
al ahorro del tiempo que normalmente se pierde al pasar
de un tipo de tarea a otro. Y tercero, a

(50:04):
la invención de un gran número de máquinas que facilitan
y abrevian la labor y permiten que un hombre haga
el trabajo de muchos. En primer lugar, el aumento de
la habilidad del trabajador necesariamente amplía la cantidad de trabajo
que puede realizar y la división del trabajo, al reducir
la actividad de cada hombre a una operación sencilla, y
al hacer de esta operación el único empleo de su vida,

(50:27):
inevitablemente aumenta en gran medida la destreza del trabajador. Un
herrero corriente que aunque acostumbrado a manejar el martillo nunca
lo ha utilizado para fabricar clavos no podrá, si en
alguna ocasión se ve obligado a intentarlo, hacer más de 200
o 300 clavos por día, y además los hará de muy
mala calidad. Un herrero que esté habituado a hacer clavos

(50:49):
pero cuya ocupación principal no sea esta difícilmente podrá, aun
con su mayor diligencia, hacer más de 800 o 1000 al día.
Pero yo he visto a muchachos de menos de 20 años
de edad que nunca habían realizado otra tarea que la
de hacer clavos y que podían, cuando se esforzaban, fabricar
cada uno más de 2,300 al día. Y la fabricación de

(51:11):
clavos no es en absoluto una de las operaciones más sencillas.
Una misma persona hace soplar los fuelles, aviva o modera
el fuego según convenga, calienta el hierro y forja cada
una de las partes del clavo. Al forjar la cabeza
se ve obligado además a cambiar de herramientas. Las diversas
operaciones en las que se subdivide la fabricación de un clavo,

(51:32):
o un botón de metal, son todas ellas mucho más
simples y habitualmente es mucho mayor la destreza de la
persona cuya vida se ha dedicado exclusivamente a realizarlas. La
velocidad con que se efectúan algunas operaciones en estas manufacturas
se cede a lo que quienes nunca las han visto
podrían suponer que es capaz de adquirir la mano del hombre.

(51:53):
En segundo lugar, la ventaja obtenida mediante el ahorro del
tiempo habitualmente perdido al pasar de un tipo de trabajo
a otro es mucho mayor de lo que podríamos imaginar
a simple vista. Es imposible saltar muy rápido de una
clase de labor a otra que se lleva a cabo
en un sitio diferente y con herramientas distintas. Un tejedor campesino,

(52:13):
que cultiva una pequeña granja, consume un tiempo considerable en
pasar de su telar al campo y del campo a
su telar. Si dos actividades pueden ser realizadas en el
mismo taller, la pérdida de tiempo será indudablemente mucho menor.
Sin embargo, incluso en este caso es muy notable. Es
normal que un hombre araganee un poco cuando sus brazos

(52:35):
cambian de una labor a otra. Cuando comienza la tarea
nueva rara vez está atento y pone interés, su mente
no está en su tarea y durante algún tiempo está
más bien distraído que ocupado con diligencia. La costumbre de
haraganear o de aplicarse con indolente descuido, que natural o
más bien necesariamente adquiere todo trabajador rural forzado a cambiar

(52:55):
de trabajo y herramientas cada media hora, y a aplicar
sus brazos en veinte formas diferentes a lo largo de
casi todos los días de su vida, lo vuelve casi
siempre lento, perezoso e incapaz de ningún esfuerzo vigoroso, incluso
en las circunstancias más apremiantes. Por lo tanto, independientemente de
sus deficiencias en destreza, basta esta causa sola para reducir

(53:18):
de manera considerable la cantidad de trabajo que puede realizar.
En tercer y último lugar, todo el mundo percibe cuánto
trabajo facilita y abrevia la aplicación de una maquinaria adecuada.
Ni siquiera es necesario poner ejemplos. Me limitaré a observar, entonces,
que la invención de todas esas máquinas que tanto facilitan

(53:39):
y acortan las tareas derivó originalmente de la división del trabajo.
Es mucho más probable que los hombres descubran métodos idóneos
y expeditos para alcanzar cualquier objetivo cuando toda la atención
de sus mentes está dirigida hacia ese único objetivo que
cuando se disipa entre una gran variedad de cosas. Y
resulta que como consecuencia de la división del trabajo, la

(54:01):
totalidad de la atención de cada hombre se dirige naturalmente
hacia un solo y simple objetivo. Es lógico esperar, por
lo tanto, que alguno u otro de los que están
ocupados en cada rama específica del trabajo descubra pronto métodos
más fáciles y prácticos para desarrollar su tarea concreta, siempre
que la naturaleza de la misma admita una mejora de

(54:22):
ese tipo. Una gran parte de las máquinas utilizadas en
aquellas industrias en las que el trabajo está más subdividido
fueron originalmente invenciones de operarios corrientes que, al estar cada
uno ocupado en un quehacer muy simple, tornaron sus mentes
hacia el descubrimiento de formas más rápidas y fáciles de
llevarlo a cabo. A cualquiera que esté habituado a visitar

(54:43):
dichas industrias le habrán enseñado frecuentemente máquinas muy útiles inventadas
por esos operarios para facilitar y acelerar su labor concreta.
En las primeras máquinas de vapor se empleaba permanentemente a
un muchacho para abrir y cerrar alternativamente la comunicación entre
la caldera y el cilindro, según el pistón subía o bajaba.

(55:03):
Uno de estos muchachos, al que le gustaba jugar con
sus compañeros, observó que se ataba una cuerda desde la
manivela de la válvula que abría dicha comunicación hasta otra
parte de la máquina, entonces la válvula se abría y
cerraba sin su ayuda, y le dejaba en libertad para
divertirse con sus compañeros de juego. Uno de los mayores
progresos registrados en esta máquina desde que fue inventada resultó

(55:26):
así un descubrimiento de un muchacho que deseaba ahorrar su
propio trabajo. No todos los avances en la maquinaria, sin embargo,
han sido invenciones de aquellos que las utilizaban. Muchos han
provenido del ingenio de sus fabricantes, una vez que la
fabricación de máquinas llegó a ser una actividad específica por
sí misma, y otros han derivado de aquellos que son

(55:48):
llamados filósofos o personas dedicadas a la especulación y cuyo
oficio es no hacer nada pero observarlo todo. Por eso mismo,
son a menudo capaces de combinar las capacidades de objetos
muy lejanos y diferentes. En el progreso de la sociedad,
la filosofía o la especulación deviene, como cualquier otra labor,
el oficio y ocupación principal o exclusiva de una clase

(56:10):
particular de ciudadanos. Y también como cualquier otra labor se
subdivide en un gran número de ramas distintas, cada una
de las cuales ocupa a una tribu o clase peculiar
de filósofos, y esta subdivisión de la tarea en filosofía,
tanto como en cualquier otra actividad, mejora la destreza y
ahorra tiempo. Cada individuo se vuelve más experto en su

(56:31):
propia rama concreta, más trabajo se lleva a cabo en
el conjunto y por ello la cantidad de ciencia resulta
considerablemente expandida. La gran multiplicación de la producción de todos
los diversos oficios, derivada de la división del trabajo, da lugar,
en una sociedad bien gobernada, a esa riqueza universal que
se extiende hasta las clases más bajas del pueblo. Cada

(56:54):
trabajador cuenta con una gran cantidad del producto de su
propio trabajo, por encima de lo que él mismo necesita,
y como los demás trabajadores están exactamente en la misma situación,
él puede intercambiar una abultada cantidad de sus bienes por
una gran cantidad, o, lo que es lo mismo, por
el precio de una gran cantidad de bienes de los demás.

(57:14):
los provee abundantemente de lo que necesitan y ellos le
suministran con amplitud lo que necesita a él, y una
plenitud general se difunde a través de los diferentes estratos
de la sociedad. Si se observan las comodidades del más
común de los artesanos o jornaleros en un país civilizado
y próspero se ve que el número de personas cuyo trabajo,
aunque en una proporción muy pequeña, ha sido dedicado a

(57:37):
procurarle esas comodidades supera todo cálculo. Por ejemplo, la chaqueta
de lana que abriga al jornalero, por tosca y basta
que sea, es el producto de la labor conjunta de
una multitud de trabajadores. El pastor, el seleccionador de lana,
el peinador o cardador, el tintorero, el desmotador, el hilandero,

(57:58):
el tejedor, el batanero, el confeccionador y muchos otros deben
unir sus diversos oficios para completar incluso un producto tan corriente.
Y además, cuántos mercaderes y transportistas se habrán ocupado de
desplazar materiales desde algunos de estos trabajadores a otros, que
con frecuencia viven en lugares muy apartados del país. Especialmente,

(58:19):
cuánto comercio y navegación, cuántos armadores, marineros, fabricantes de velas
y de jarcias, se habrán dedicado a conseguir los productos
de droguería empleados por el tintorero, y que a menudo
proceden de los rincones más remotos del mundo. y también
qué variedad de trabajo se necesita para producir las herramientas
que utiliza el más modesto de esos operarios. Por no

(58:41):
hablar de máquinas tan complicadas como el barco del navegante,
el batán del batanero, o incluso el telar del tejedor,
consideremos sólo las clases de trabajo que requiere la construcción
de una máquina tan sencilla como las tijeras con que
el pastor esquila la lana de las ovejas. El minero,
el fabricante del horno donde se funde el mineral, el
leñador que corta la madera, el fogonero que cuida el crisol,

(59:05):
el fabricante de ladrillos, el albañil, los trabajadores que se
ocupan del horno, el fresador, el forjador, el herrero, todos
deben agrupar sus oficios para producirlas. Si examinamos, análogamente, todas
las distintas partes de su vestimenta o su mobiliario, la
tosca camisa de lino que cubre su piel, los zapatos

(59:26):
que protegen sus pies, la cama donde descansa y todos
sus componentes, el hornillo donde prepara sus alimentos, el carbón
que emplea a tal efecto, extraído de las entrañas de
la tierra y llevado hasta el quizás tras un largo
viaje por mar y por tierra, todos los demás utensilios
de su cocina, la vajilla de su mesa, los cuchillos
y tenedores, los platos. De peltre o losa en los

(59:49):
que corta y sirve sus alimentos, las diferentes manos empleadas
en preparar su pan y su cerveza, la ventana de
cristal que deja pasar el calor y la luz pero
no el viento y la lluvia, con todo el conocimiento
y el arte necesarios para preparar un invento tan hermoso
y feliz, sin el cual estas regiones nórdicas de la
Tierra no habrían podido contar con habitaciones confortables, junto con

(01:00:11):
las herramientas de todos los diversos trabajadores empleados en la
producción de todas esas comodidades. Si examinamos, repito, todas estas
cosas y observamos qué variedad de trabajo está ocupada en
torno a cada una de ellas, comprenderemos que sin la
ayuda y cooperación de muchos miles de personas el individuo
más insignificante de un país civilizado no podría disponer de las.

(01:00:34):
Comodidades que tiene, comodidades que solemos suponer equivocadamente que son
fáciles y sencillas de conseguir. Es verdad que en comparación
con el lujo extravagante de los ricos su condición debe
parecer sin duda sumamente sencilla, y sin embargo, también es
cierto que las comodidades de un príncipe europeo no siempre
superan tanto a las de un campesino laborioso y frugal,

(01:00:56):
como las de éste superan a las de muchos reyes
africanos que son los amos absolutos de las vidas y
libertades de diez mil salvajes desnudos. Capítulo 2 Del principio que
da lugar a la división del trabajo Esta división del trabajo,
de la que se derivan tantos beneficios, no es el
efecto de ninguna sabiduría humana, que prevea y procure la

(01:01:17):
riqueza general que dicha división ocasiona. Es la consecuencia necesaria,
aunque muy lenta y gradual, de una cierta propensión de
la naturaleza humana, que no persigue tan vastos beneficios, es
la propensión a trocar, permutar y cambiar una cosa por otra.
No es nuestro tema inquirir sobre si esta propensión es
uno de los principios originales de la naturaleza humana, de

(01:01:40):
los que no se pueden dar más detalles, o si,
como parece más probable, es la consecuencia necesaria de las
facultades de la razón y el lenguaje. La propensión existe
en todos los seres humanos y no aparece en ninguna
otra raza de animales que revelan desconocer tanto este como
cualquier otro tipo de contrato. Cuando dos galgos corren tras

(01:02:00):
la misma liebre, a veces dan la impresión de actuar
bajo alguna suerte de acuerdo. Cada uno empuja la liebre
hacia su compañero, o procura interceptarla cuando su compañero la
dirige hacia él. Pero esto no es el efecto de
contrato alguno, sino la confluencia accidental de sus pasiones hacia
el mismo objeto durante el mismo tiempo. Nadie ha visto

(01:02:21):
jamás a un perro realizar un intercambio honesto y deliberado
de un hueso por otro con otro perro. Y nadie
ha visto tampoco a un animal indicar a otro, mediante
gestos o sonidos naturales, esto es mío, aquello tuyo, y
estoy dispuesto a cambiar esto por aquello. Cuando un animal
desea obtener alguna cosa, sea de un hombre o de

(01:02:42):
otro animal, no tiene otros medios de persuasión que el
ganar el favor de aquellos cuyo servicio requiere. El cachorro
hace fiestas a su madre, y el perro se esfuerza
con mil salamerías en atraer la atención de su amo
durante la cena, si desea que le dé algo de
su comida. El hombre recurre a veces a las mismas
artes con sus semejantes, y cuando no tiene otros medios

(01:03:04):
para impulsarles a actuar según sus deseos, procura seducir sus
voluntades mediante atenciones serviles y obsecuentes. Pero no podrá actuar
así en todas las ocasiones que se le presenten. En
una sociedad civilizada él estará constantemente necesitado de la cooperación
y ayuda de grandes multitudes, mientras que toda su vida
apenas le resultará suficiente como para ganar la amistad de

(01:03:27):
un puñado de personas. En virtualmente todas las demás especies animales,
cada individuo, cuando alcanza la madurez, es completamente independiente y
en su estado natural no necesita la asistencia de ninguna
otra criatura viviente. El hombre, en cambio, está casi permanentemente
necesitado de la ayuda de sus semejantes, y le resultará

(01:03:49):
inútil esperarla exclusivamente de su benevolencia. Es más probable que
la consiga si puede dirigir en su favor el propio
interés de los demás y mostrarles que el actuar según
el demanda redundará en beneficio de ellos. Esto es lo
que propone cualquiera que ofrece a otro un trato. Todo
trato es, dame esto que deseo y obtendrás esto otro

(01:04:10):
que deseas tú, y de esta manera conseguimos mutuamente la
mayor parte de los bienes que necesitamos. No es la
benevolencia del carnicero, el cervecero, o el panadero lo que
nos procura nuestra cena, sino el cuidado que ponen ellos
en su propio beneficio. No nos dirigimos a su humanidad
sino a su propio interés, y jamás les hablamos de

(01:04:31):
nuestras necesidades sino de sus ventajas. Sólo un mendigo escoge
depender básicamente de la benevolencia de sus conciudadanos. Y ni
siquiera un mendigo depende de ella por completo. Es verdad
que la caridad de las personas de buena voluntad le
suministra todo el fondo con el que subsiste. Pero aunque
este principio le provee en última instancia de todas sus necesidades,

(01:04:54):
no lo hace ni puede hacerlo en la medida en
que dichas necesidades aparecen. La mayor parte de sus necesidades
ocasionales serán satisfechas del mismo modo que las de las
demás personas, mediante trato, trueque y compra. Con el dinero
que recibe de un hombre compra comida. La ropa vieja
que le entrega otro sirve para que la cambie por

(01:05:15):
otra ropa vieja que le sienta mejor, o por albergue,
o comida, o dinero con el que puede comprar la comida,
la ropa o el cobijo que necesita. Así como mediante
el trato, el trueque y la compra obtenemos de los
demás la mayor parte de los bienes que recíprocamente necesitamos,
así ocurre que esta misma disposición a trocar es lo
que originalmente da lugar a la división del trabajo. En

(01:05:38):
una tribu de cazadores o pastores una persona concreta hace
los arcos y las flechas, por ejemplo, con más velocidad
y destreza que ninguna otra. A menudo los entrega a
sus compañeros a cambio de ganado o caza, eventualmente descubre
que puede conseguir más ganado y caza de esta forma
que yéndolos a buscar el mismo al campo. Así, y

(01:05:59):
de acuerdo con su propio interés, la fabricación de arcos
y flechas llega a ser su actividad principal, y él
se transforma en una especie de armero. Otro hombre se
destaca en la construcción de los armazones y techos de
sus pequeñas chozas o tiendas. Está habituado a servir de
esta forma a sus vecinos, quienes lo remuneran análogamente con

(01:06:19):
ganado y caza, hasta que al final él descubre que
es su interés el dedicarse por completo a este trabajo,
y volverse una suerte de carpintero. Un tercero, de igual modo,
se convierte en herrero o calderero, y un cuarto en
curtidor o adobador de cueros o pieles, que son la
parte principal del vestido de los salvajes. Y así, la

(01:06:40):
certeza de poder intercambiar el excedente del producto del propio
trabajo con aquellas partes del producto del trabajo de otros
hombres que le resultan necesarias, estimula a cada hombre a
dedicarse a una ocupación particular y a cultivar y perfeccionar
todo el talento o las dotes que pueda tener para
ese quehacer particular. La diferencia de talentos naturales entre las

(01:07:01):
personas es en realidad mucho menor de lo que creemos,
y las muy diversas habilidades que distinguen a los hombres
de diferentes profesiones, una vez que alcanzan la madurez, con
mucha frecuencia no son la causa sino el efecto de
la división del trabajo. La diferencia entre dos personas totalmente distintas,
como por ejemplo un filósofo y un vulgar mozo de cuerda,

(01:07:23):
parece surgir no tanto de la naturaleza como del hábito,
la costumbre y la educación. Cuando vinieron al mundo, y
durante los primeros seis u ocho años de vida, es
probable que se parecieran bastante, y ni sus padres ni
sus compañeros de juegos fuesen capaces de detectar ninguna diferencia notable.
Pero a esa edad, o poco después, resultan empleados en

(01:07:45):
ocupaciones muy distintas. Es entonces cuando la diferencia de talentos
empieza a ser visible y se amplía gradualmente hasta que
al final la vanidad del filósofo le impide reconocer ni
una pequeña semejanza entre ambos. Pero sin la disposición a permutar,
trocar e intercambiar, todo hombre debería haberse procurado el mismo
todas las cosas necesarias y convenientes para su vida. Todos

(01:08:08):
los hombres habrían tenido las mismas obligaciones y habrían realizado
el mismo trabajo y no habría habido esa diferencia de
ocupaciones que puede ocasionar una gran diversidad de talentos. Así
como dicha disposición origina esa diferencia de talentos que es
tan notable en personas de distintas profesiones, así también es
esa disposición lo que vuelve útil a esa diferencia. Muchos

(01:08:31):
grupos de animales reconocidos como de la misma especie derivan
de la naturaleza una diferencia de talentos mucho más apreciable
que la que se observa, antes de la costumbre y
la educación, entre los seres humanos. Un filósofo no es
por naturaleza ni la mitad de diferente ingenio y disposición
de un mozo de cuerda como un mastín es diferente
de un galgo, un galgo de un perro de aguas

(01:08:52):
y este de un perro pastor. La fuerza del mastín
no se combina en lo más mínimo con la rapidez
del galgo, ni con la astucia del perro de aguas,
ni con la docilidad del perro pastor. Los efectos de
estos genios y talentos diferentes, ante la falta de capacidad
o disposición para trocar e intercambiar, no pueden ser agrupados
en un fondo común, y en absoluto contribuyen a aumentar

(01:09:15):
la comodidad o conveniencia de las especies. Cada animal está
todavía obligado a sostenerse y defenderse por sí mismo, de
forma separada e independiente, y no obtiene ventaja alguna de
aquella diversidad de talentos con que la naturaleza ha dotado
a sus congéneres. Entre los seres humanos, por el contrario,
hasta los talentos más dispares son mutuamente útiles, los distintos

(01:09:39):
productos de sus respectivas habilidades, debido a la disposición general
a trocar, permutar e intercambiar, confluyen por así decirlo en
un fondo común mediante el cual cada persona puede comprar
cualquier parte que necesite del producto del talento de otras personas.
Capítulo 3 La división del trabajo está limitada por la extensión
del mercado. Así como la capacidad de intercambiar da lugar

(01:10:03):
a la división del trabajo, así la profundidad de esta
división debe estar siempre limitada por la extensión de esa capacidad,
o en otras palabras por la extensión del mercado. Cuando
el mercado es muy pequeño, ninguna persona tendrá el estímulo
para dedicarse completamente a una sola ocupación, por falta de
capacidad para intercambiar todo el excedente del producto de su

(01:10:24):
propio trabajo, por encima de su consumo, por aquellas partes
que necesita del producto del trabajo de otras personas. Hay
algunas actividades, incluso del tipo más modesto, que no pueden
desarrollarse sino en una gran ciudad. Un mozo de cuerda,
por ejemplo, no podrá hallar empleo ni subsistencia en ningún

(01:10:44):
otro lugar. Un pueblo le resulta una esfera demasiado estrecha,
ni siquiera una ciudad corriente con un mercado normal podrá
suministrarle una ocupación permanente. En las casas solitarias y las
minúsculas aldeas esparcidas en parajes tan poco habitados como las
tierras altas de Escocia, todo campesino debe ser el carnicero,

(01:11:04):
el panadero y el cervecero de su propia familia. En
tales circunstancias es raro encontrar a un herrero, un carpintero
o un albañil a menos de 20 millas de otro. Las
familias que viven desperdigadas a 8 o 10 millas del más cercano
de ellos deberán aprender a hacer por sí mismas un
gran número de pequeños trabajos que en sitios más poblados

(01:11:25):
reclamarían el concurso de dichos artesanos. Estos, en el campo,
están en casi todas partes obligados a realizar todas las
diversas actividades que son afines en el sentido de que
utilizan el mismo tipo de materiales. Un carpintero rural se
ocupa de todas las labores que emplean madera, un herrero
rural de todas las que emplean hierro. El primero no

(01:11:48):
es sólo un carpintero sino un ensamblador, un constructor de
muebles y hasta un evanista, así como un fabricante de ruedas,
arados y carruajes. los oficios del segundo son aún más variados.
En las partes más remotas y aisladas de las tierras
altas de Escocia no puede haber ni siquiera un fabricante
de clavos. A un ritmo de mil clavos por día

(01:12:10):
y 300 días laborables por año, un artesano de ese tipo
haría 300 mil clavos anuales. Pero en una región como esa
no podría vender ni un millar de clavos, es decir,
ni el producto de un día de trabajo en el año.
como el transporte por agua abre para todos los sectores
un mercado más amplio que el que puede abrir sólo

(01:12:30):
el transporte terrestre. Es en las costas del mar y
en las orillas de los ríos navegables donde los trabajos
de toda suerte empiezan naturalmente a subdividirse y a progresar,
y sucede con frecuencia que debe transcurrir mucho tiempo hasta
que dicho progreso se traslade al interior del país. Un
gran carro guiado por dos hombres y tirado por ocho caballos,
con unas cuatro toneladas de carga, demora ocho semanas en

(01:12:53):
un viaje de ida y vuelta entre Londres y Edimburgo.
En aproximadamente el mismo tiempo, un barco tripulado por seis
u ocho personas lleva de Londres a Leith y vuelta
doscientas toneladas de carga. Así, con la ayuda del transporte
por agua, seis u ocho hombres pueden desplazar entre Londres
y Edimburgo, y vuelta, la misma cantidad de mercancías que 50 carros,

(01:13:15):
guiados por 100 hombres y tirados por 400 caballos. Por lo tanto,
sobre 200 toneladas de mercancías, transportadas por vía terrestre de la
forma más barata posible, hay que cargar la manutención de 100
hombres durante tres semanas y el mantenimiento, o lo que
es casi igual que el mantenimiento, el desgaste de 400 caballos

(01:13:36):
y 50 carros. Mientras que si el transporte es por agua
hay que cargar sobre la misma cantidad de bienes sólo
la manutención de 6 u 8 personas y el desgaste de un
barco con una carga de 200 toneladas, además del valor del
riesgo mayor, o sea, la diferencia entre el seguro del
transporte por tierra y por agua. Si sólo fuera posible

(01:13:58):
el transporte terrestre entre esos dos lugares, por lo tanto,
como no sería posible transportar otras mercancías que aquellas cuyo
precio fuera muy elevado en relación a su peso, no
podría haber sino una pequeña proporción del comercio que actualmente existe,
y consiguientemente sólo una pequeña parte del estímulo que hoy
cada ciudad ofrece a las actividades de la otra. Y

(01:14:20):
casi no podría existir comercio entre las zonas más distantes
de la Tierra.¿ Qué mercancías soportarían el coste del transporte
por tierra entre Londres y Calcuta?¿ Y si hubiese alguna
tan preciosa como para absorber este coste con qué seguridad
sería acarreada a través del territorio de tantas naciones bárbaras?
En la actualidad, sin embargo, esas dos ciudades entablan un

(01:14:43):
considerable comercio y al suministrarse mutuamente un mercado se animan
recíprocamente de forma extraordinaria. Dadas las ventajas del transporte por agua,
es natural que los primeros progresos en las artes y
la industria aparezcan allí donde el mundo es abierto por
esta facilidad como mercado para la producción de toda suerte
de trabajos, y que siempre ocurra que se extiendan mucho

(01:15:05):
después a las regiones interiores del país. Estas regiones tendrán
como mercado para la mayor parte de sus bienes sólo
a las tierras circundantes, que las separan del mar y
los grandes ríos navegables. La extensión de su mercado se
mantendrá durante mucho tiempo en proporción a la riqueza y
población del país y en consecuencia su progreso siempre será

(01:15:25):
posterior al progreso del país. En nuestras colonias norteamericanas las
plantaciones siempre se han ubicado a lo largo de las
costas del mar o las orillas de los ríos navegables,
y en casi ninguna parte lo han hecho a una
gran distancia de las dos. De acuerdo a la historia
más autorizada, las naciones que se civilizaron primero fueron las

(01:15:45):
establecidas en torno a la costa del mar Mediterráneo. Este mar,
con mucha diferencia el mayor de los mares interiores que
existen en el mundo, al no tener mareas, y por
tanto tampoco olas, salvo las provocadas sólo por el viento,
resultó ser, por la calma de su superficie, por la
multitud de sus islas y la proximidad de sus orillas,

(01:16:06):
extremadamente favorable para la naciente navegación del mundo, en esos
tiempos los hombres, ignorantes de la brújula, temían perder de
vista la costa, y debido a la imperfección de la
industria naval recelaban de abandonarse a las vociferantes olas del océano.
Ir más allá de las columnas de Hércules, es decir,

(01:16:26):
navegar pasando el estrecho de Gibraltar, fue considerado en la
antigüedad el viaje más maravilloso y arriesgado. Pasó mucho tiempo
hasta que los fenicios y cartagineses, los navegantes y constructores
de barcos más diestros de la época, lo intentaron, y
durante un periodo muy prolongado fueron las únicas naciones que
lo hicieron. De todos los países de la costa del

(01:16:48):
mar Mediterráneo fue Egipto el primero en el que tanto
la agricultura como las manufacturas alcanzaron un nivel apreciable de
cultivo y desarrollo. El Alto Egipto no se alejaba del
milo más que unas pocas millas, y en el Bajo
Egipto ese gran río se divide en una gran cantidad
de canales que, con la ayuda de obras menores, permitieron
la comunicación por agua no sólo entre todas las grandes

(01:17:10):
ciudades sino también entre todos los pueblos importantes e incluso
muchos caceríos del país, casi igual a como sucede hoy
en Holanda con el Rin y el Mosa. La amplitud
y facilidad de esta navegación interior fue probablemente una de
las causas fundamentales del progreso temprano de Egipto. Los adelantos
en la agricultura y las manufacturas parecen remontarse también a

(01:17:32):
muy antiguo en las provincias de Bengala en las Indias
Orientales y en algunas de las provincias orientales de China,
aunque ello no ha sido contrastado por las historias que
en esta parte del mundo nos resultan más fiables. En Bengala,
el Ganges y otros amplios ríos forman un elevado número
de canales navegables, de igual manera que el Nilo en Egipto. Asimismo,

(01:17:55):
en las provincias del este de China, varios grandes ríos
forman con sus diversos brazos una multitud de canales, y
en su mutua comunicación permiten una navegación interior tan vasta
como la del Nilo o del Ganges, y quizás tanto
como ambos ríos juntos. Es notable que ni los antiguos egipcios,
ni los indios, ni los chinos hayan estimulado el comercio exterior,

(01:18:16):
sino que hayan derivado toda su opulencia de dicha navegación interior.
Todas las regiones interiores de África, y toda la región
de hacia el norte de los mares Negro y Caspio,
la antigua Esitia y las modernas Tartaria y Siberia, parecen
haberse mantenido siempre en el estado bárbaro e incivilizado en
que se encuentran hoy. El mar de Tartaria es el

(01:18:38):
océano helado que no admite navegación alguna, y aunque algunos
de los mayores ríos del mundo atraviesan ese país, están
demasiado separados como para permitir el comercio y la comunicación
en buena parte del mismo. En África no hay mares interiores,
como el Báltico y el Adriático en Europa, el Mediterráneo
y el Negro en Europa y Asia, y los golfos

(01:19:00):
de Arabia, Persia, India y Bengala en Asia, que permitan
llevar el comercio marítimo hacia las regiones interiores de ese
gran continente, y los caudalosos ríos de África se hayan
separados por distancias demasiado grandes como para que se pueda
acometer ninguna navegación interior apreciable. El comercio que puede realizar
una nación mediante un río que no se divide en

(01:19:21):
muchos brazos o canales, y que fluye a lo largo
de otro territorio antes de desembocar en el mar, nunca
puede ser muy importante, puesto que las naciones que dominan
ese otro territorio siempre pueden bloquear la comunicación entre dicha
nación y el mar. La navegación del Danubio es de
poca utilidad para los distintos estados de Baviera, Austria y Hungría,

(01:19:42):
en comparación con lo que sucedería si cualquiera de ellos
poseyera todo el curso del río hasta que desemboca en
el Mar Negro. Capítulo 4 Del Origen y Uso del Dinero
Una vez que la división del trabajo se ha establecido
y afianzado, el producto del trabajo de un hombre apenas
puede satisfacer una fracción insignificante de sus necesidades. Él satisface

(01:20:05):
la mayor parte de ellas mediante el intercambio del excedente
del producto de su trabajo, por encima de su propio consumo,
por aquellas partes del producto del trabajo de otros hombres
que él necesita. Cada hombre vive así gracias al intercambio,
o se transforma en alguna medida en un comerciante, y
la sociedad misma llega a ser una verdadera sociedad mercantil.

(01:20:27):
Pero cuando la división del trabajo dio sus primeros pasos,
la acción de esa capacidad de intercambio se vio con
frecuencia lastrada y entorpecida. Supongamos que un hombre tiene más
de lo que necesita de una determinada mercancía, mientras que
otro hombre tiene menos. En consecuencia, el primero estará dispuesto
a vender, y el segundo a comprar, una parte de

(01:20:48):
dicho excedente. Pero si ocurre que el segundo no tiene
nada de lo que el primero necesita, no podrá entablarse
intercambio alguno entre ellos. El carnicero guarda en su tienda
más carne de la que puede consumir, y tanto el
cervecero como el panadero están dispuestos a comprarle una parte,
pero sólo pueden ofrecerle a cambio los productos de sus

(01:21:08):
labores respectivas. Si el carnicero ya tiene todo el pan
y toda la cerveza que necesita, entonces no habrá comercio.
Ni uno puede vender ni los otros comprar, y en
conjunto todos serán recíprocamente menos útiles. A fin de evitar
los inconvenientes derivados de estas situaciones, toda persona prudente en

(01:21:29):
todo momento de la sociedad, una vez establecida originalmente la
división del trabajo, procura naturalmente manejar sus actividades de tal
manera de disponer en todo momento, además de los productos
específicos de su propio trabajo, una cierta cantidad de alguna
o algunas mercancías que en su opinión pocos rehusarían aceptar
a cambio del producto de sus labores respectivas. es probable

(01:21:51):
que numerosas mercancías diferentes se hayan concebido y utilizado sucesivamente
a tal fin. Se dice que en las épocas rudas
de la sociedad el instrumento común del comercio era el ganado,
y aunque debió haber sido extremadamente incómodo, sabemos que en
la antigüedad las cosas eran a menudo valoradas según el
número de cabezas de ganado que habían sido entregadas a

(01:22:12):
cambio de ellas. Homero refiere que la armadura de Diomedes
costó sólo nueve bueyes, mientras que la de Glauco costó cien.
Se cuenta también que en Abicinia el medio de cambio
y comercio más común es la sal, en algunas partes
de la costa de la India es una clase de conchas,
el bacalao seco en Terranova, el tabaco en Virginia, el

(01:22:32):
azúcar en algunas de nuestras colonias en las Indias Occidentales,
y me han dicho que hoy mismo en un pueblo
de Escocia no es extraño que un trabajador lleve clavos
en lugar de monedas a la panadería o la taberna.
En todos los países, sin embargo, los hombres parecen haber
sido impulsados por razones irresistibles a preferir para este objetivo

(01:22:53):
a los metales por encima de cualquier otra mercancía. Los
metales pueden ser no sólo conservados con menor pérdida que
cualquier otra cosa, puesto que casi no hay nada menos
perecedero que ellos, sino que además pueden ser, y sin pérdida,
divididos en un número indeterminado de partes, unas partes que
también pueden fundirse de nuevo en una sola pieza. Ninguna

(01:23:14):
otra mercancía igualmente durable posee esta cualidad, que más que
ninguna otra vuelve a los metales particularmente adecuados para ser
instrumentos del comercio y la circulación. La persona que deseaba
comprar sal, por ejemplo, pero sólo poseía ganado para dar
a cambio de ella, debía comprar sal por el valor
de todo un huello toda una oveja a la vez.

(01:23:35):
En pocas ocasiones podía comprar menos, porque aquello que iba
a dar a cambio en pocas ocasiones podía ser dividido
sin pérdida, y si deseaba comprar más, se habrá visto forzado,
por las mismas razones, a comprar el doble o el
triple de esa cantidad, es decir, el valor de dos
o tres bueyes, o de dos o tres ovejas. Por
el contrario, si en lugar de ovejas o bueyes podía

(01:23:58):
dar metales a cambio, con facilidad podía adecuar la cantidad
de metal a la cantidad precisa de la mercancía que necesitaba.
Para este propósito se han utilizado diferentes metales en las
distintas naciones. Entre los antiguos espartanos el medio común de
comercio era el hierro, el cobre entre los antiguos romanos,
y el oro y la plata entre las naciones mercantiles ricas.

(01:24:21):
Al principio esos metales fueron empleados para esta finalidad en
barras toscas, sin sello ni cuño alguno. Plinio, basándose en
la autoridad de Taimeo, antiguo historiador, nos asegura que hasta
la época de Servio Tulio los romanos no acuñaron moneda,
sino que empleaban en sus compras unas barras de cobre
sin sellar. Estas barras en bruto desempeñaron entonces la función

(01:24:45):
del dinero. El empleo de los metales en ese estado
tan bruto adolecía de dos inconvenientes muy notables, primero, el
problema de pesarlos, y segundo, el de contrastarlos. En los
metales preciosos, donde una pequeña diferencia en la cantidad representa
una gran discrepancia en el valor, la tarea de pesarlos
con la exactitud adecuada exige pesas y balanzas muy precisas.

(01:25:09):
En particular, pesar oro es una operación bastante delicada. En
los metales más ordinarios, donde un pequeño error tendría poca importancia,
es indudable que se requiere una exactitud menor. Pero de
todos modos, si cada vez que un pobre hombre, necesitado
de vender o comprar bienes por valor de un cuarto

(01:25:29):
de penique, debiese pesar esta moneda, encontraríamos que este requisito
es extraordinariamente molesto. La operación de contrastar es todavía más difícil,
todavía más laboriosa y, salvo que se deshaga una parte
del metal en el crisol con los disolventes adecuados, toda
conclusión que de ella se derive resultará extremadamente incierta. Sin embargo,

(01:25:52):
antes de la llegada de la institución de la moneda acuñada,
si no pasaban por esta ardua y tediosa operación, las
gentes siempre estaban expuestas a los fraudes y estafas más groseros,
y a recibir a cambio de sus bienes no una
libra de plata pura, o cobre puro, sino de un
compuesto adulterado de los materiales más ordinarios y baratos, pero
cuya apariencia exterior se asemejaba a dichos metales. Para prevenir

(01:26:16):
tales abusos, facilitar el intercambio y estimular todas las clases
de industria y comercio, se ha considerado necesario en todos
los países que han progresado de forma apreciable el fijar
un sello público sobre cantidades determinadas de esos metales empleados
comúnmente en la compra de bienes. Y ese fue el
origen de la acuñación de moneda y de las oficinas

(01:26:37):
públicas denominadas SECAS, instituciones cuya naturaleza es la misma que
las del control de calidad y peso de los tejidos
de lana y de hilo. todas ellas se dedican a certificar,
mediante un sello público, la cantidad y calidad uniforme de
las diferentes mercancías que son traídas al mercado. Los primeros
sellos públicos de este tipo estampados en los metales atestiguaban

(01:27:00):
en muchos casos lo que era al mismo tiempo lo
más difícil y lo más importante, la bondad y finura
del metal, y se parecían a la marca esterlina que
actualmente se graba en vajillas y barras de plata, o
la marca española que en ocasiones se estampa en los
lingotes de oro y que, al estar fijada en un
solo lado de la pieza y no cubrir toda su superficie,
certifica la finura pero no el peso del metal. Abraham

(01:27:23):
pesó a Efron los cuatrocientos ciclos de plata que había
acordado pagar por el campo de Macpela. Se dice que
eran la moneda corriente en el mercado, y sin embargo
eran recibidas por peso y no por cantidad, de la
misma forma que hoy lo son los lingotes de oro
y las barras de plata. Se cuenta que las rentas
de los antiguos reyes sajones de Inglaterra eran pagadas no

(01:27:45):
en moneda sino en especie, es decir, en vituallas y
provisiones de toda suerte. Guillermo el Conquistador introdujo la costumbre
de pagarlas en dinero, un dinero que sin embargo fue
durante mucho tiempo recibido por el tesoro al peso y
no por cuenta. Los inconvenientes y dificultades de pesar estos
metales con precisión dieron lugar a la institución de las monedas,

(01:28:07):
se suponía que su sello, que cubría por completo ambas
caras y a veces también los bordes, garantizaba no sólo
la finura sino también el peso del metal. Esas monedas,
como ahora, fueron recibidas por cuenta, sin tomarse la molestia
de pesarlas. Los nombres de estas monedas expresaban originalmente el
peso o la cantidad del metal que contenían. En los

(01:28:30):
tiempos de Servio Tulio, quien primero acuñó moneda en Roma,
el as romano, o pondo, contenía una libra romana de
buen cobre. De la misma forma que nuestra libra llamada Troy,
se dividía en doce onzas, cada una de las cuales
contenía una onza verdadera de buen cobre. La libra esterlina inglesa,
en la época de Eduardo I, contenía una libra, con

(01:28:53):
el llamado peso de la torre, de plata de una
ley determinada. La libra de la torre pesaba algo más
que la libra romana y algo menos que la libra Troy.
Esta última no fue introducida en la circulación inglesa hasta
el decimoctavo año del reinado de Enrique VIII. La libra
francesa contenía en los tiempos de Carlomagno una libra, peso troy,

(01:29:15):
de una ley dada. En aquel tiempo la feria de Troís,
en Champaña, era frecuentada por todas las naciones de Europa,
y los pesos y medidas de un mercado tan famoso
eran vastamente conocidos y apreciados. La libra de moneda escocesa contenía,
desde los tiempos de Alejandro y hasta los de Robert Bruce,
una libra de plata del mismo peso y ley que

(01:29:36):
la libra esterlina inglesa. Asimismo, los peniques ingleses, franceses y escoceses,
contenían todos originalmente el peso auténtico de un penique de plata,
la vigésima parte de una onza y la doscientas cuarentava
parte de una libra. El chelín fue también al principio
el nombre de un peso. Un antiguo estatuto de Enrique

(01:29:58):
III reza, cuando el trigo valga doce chelines el cuartal,
la pieza de pan de un cuarto de penique pesará
once chelines y cuatro peniques. Pero la proporción entre el
cheline y el penique por un lado y la libra
por la otra no ha sido tan uniforme y constante
como la relación entre el penique y la libra. Durante
la primera dinastía de los reyes de Francia el sueldo

(01:30:19):
o cheline francés contuvo en diferentes ocasiones cinco, doce, veinte
y cuarenta peniques. Entre los antiguos sajones un chelín contuvo
en un momento sólo cinco peniques, y no es improbable
que haya sido entre ellos tan variable como lo fue
entre sus vecinos, los antiguos francos. Desde la época de
Carlo Magno entre los franceses y desde la de Guillermo

(01:30:41):
el Conquistador entre los ingleses, la proporción entre la libra,
el chelín y el penique parece haber sido siempre igual
a la actual, aunque el valor de cada moneda ha
sido muy distinto. Lo que ha ocurrido, en mi opinión,
es que la avaricia e injusticia de los príncipes y
estados soberanos, abusando de la confianza de sus súbditos, ocasionó

(01:31:02):
la paulatina disminución de la cantidad real de metal que
sus monedas contenían originalmente. El ash romano, en los últimos
tiempos de la República, fue reducido a la vigésimo cuarta
parte de su valor original y, en lugar de pesar
una libra, llegó a pesar sólo media onza. La Libra
y el Penique de Inglaterra contienen hoy apenas una tercera parte,

(01:31:23):
la Libra y el Penique de Escocia una trigésimo sexta parte,
y la Libra y el Penique de Francia una sexagésima
sexta parte de sus valores originales. Mediante estas operaciones, los
príncipes y estados soberanos que las llevaron a cabo pudieron,
en apariencia, pagar sus deudas y hacer frente a sus
compromisos con una cantidad menor de plata de la que

(01:31:44):
habrían necesitado en otro caso. pero fue verdaderamente sólo en apariencia,
porque sus acreedores en realidad resultaron defraudados en parte de
lo que se les debía. Todos los demás deudores en
el país recibieron idéntico privilegio y pudieron pagar la misma
suma nominal que debían en la moneda vieja con la
moneda nueva y envilecida. Estas operaciones, por lo tanto, siempre

(01:32:08):
han sido favorables para los deudores y ruinosas para los acreedores,
y en algunas ocasiones han generado una revolución más amplia
y universal en las fortunas de las personas privadas que
la que habría producido una gran calamidad pública. Ha sido
de esta manera, entonces, como el dinero se ha convertido
en todas las naciones civilizadas en el medio universal del comercio,

(01:32:30):
por intervención del cual los bienes de todo tipo son comprados,
vendidos e intercambiados. Examinaré a continuación las reglas que las
personas naturalmente observan cuando intercambian bienes por dinero o por
otros bienes. Estas reglas determinan lo que puede llamarse el
valor relativo o de cambio de los bienes. Hay que

(01:32:50):
destacar que la palabra valor tiene dos significados distintos. A
veces expresa la utilidad de algún objeto en particular y
a veces el poder de compra de otros bienes que
confiere la propiedad de dicho objeto. Se puede llamar a
lo primero, valor de uso, y a lo segundo, valor
de cambio. Las cosas que tienen un gran valor de

(01:33:11):
uso con frecuencia poseen poco o ningún valor de cambio.
No hay nada más útil que el agua, pero con
ella casi no se puede comprar nada, casi nada se
obtendrá a cambio de agua. Un diamante, por el contrario,
apenas tiene valor de uso, pero a cambio de él
se puede conseguir generalmente una gran cantidad de otros bienes.

(01:33:32):
Para investigar los principios que regulan el valor de cambio
de las mercancías procuraré demostrar. Primero,¿ cuál es la medida
real de este valor de cambio, o en qué consiste
el precio real de todas las mercancías? Segundo,¿ cuáles son
las diferentes partes que componen o constituyen este precio real? Y,

(01:33:52):
por último,¿ cuáles son las diversas circunstancias que a veces
elevan alguna o todas esas partes por encima y a
veces las disminuyen por debajo de su tasa natural u ordinaria?¿
O cuáles son las causas que a veces impiden que
el precio de mercado, es decir, el precio efectivo de
los bienes, coincida con lo que puede denominarse su precio natural?

(01:34:13):
Intentaré explicar, de la forma más completa y clara que pueda,
estas tres cuestiones en los tres capítulos siguientes, para lo
cual ruego encarecidamente al lector que me otorgue tanto su
paciencia como su atención. Su paciencia para analizar detalles que
podrán parecer en algunos puntos innecesariamente prolijos, y su atención
para comprender lo que quizás resulte, después de la más

(01:34:34):
cabal explicación de la que soy capaz, todavía en algún
grado oscuro. Siempre estoy dispuesto a correr el riesgo de
parecer tedioso si con ello garantizo que soy diáfano, pero
aún después de todos mis esfuerzos en ser claro, todavía
podrá permanecer alguna oscuridad en un asunto que es por
su propia naturaleza extremadamente abstracto. Capítulo 5 Del precio real y

(01:34:57):
nominal de las mercancías, o de su precio en trabajo
y su precio en moneda. Toda persona es rica o
pobre según el grado en que pueda disfrutar de las
cosas necesarias, convenientes y agradables de la vida. Pero una
vez que la división del trabajo sea consolidado, el propio
trabajo de cada hombre no podrá proporcionarle más que una
proporción insignificante de esas tres cosas. La mayoría de ellas

(01:35:22):
deberá obtenerlas del trabajo de otros hombres, y será por
tanto rico o pobre según sea la cantidad de ese
trabajo de que pueda disponer o que sea capaz de comprar.
Por lo tanto, el valor de cualquier mercancía, para la
persona que la posee y que no pretende usarla o
consumirla sino intercambiarla por otras, es igual a la cantidad
de trabajo que le permite a la persona comprar u ordenar.

(01:35:45):
El trabajo es, así, la medida real del valor de
cambio de todas las mercancías. El precio real de todas
las cosas, lo que cada cosa cuesta realmente a la
persona que desea adquirirla, es el esfuerzo y la fatiga
que su adquisición supone. Lo que cada cosa verdaderamente vale
para el hombre que la ha adquirido y que pretende

(01:36:05):
desprenderse de ella o cambiarla por otra cosa, es el
esfuerzo y la fatiga que se puede ahorrar y que
puede imponer sobre otras personas. Aquello que se compra con
dinero o con bienes se compra con trabajo, tanto como
lo que compramos con el esfuerzo de nuestro propio cuerpo.
Ese dinero o esos bienes en realidad nos ahorran este esfuerzo.

(01:36:26):
Ellos contienen el valor de una cierta cantidad de trabajo
que intercambiamos por lo que suponemos que alberga el valor
de una cantidad igual. El trabajo fue el primer precio,
la moneda de compra primitiva que se pagó por todas
las cosas. Toda la riqueza del mundo fue comprada al
principio no con oro ni con plata sino con trabajo,
y su valor para aquellos que la poseen y que

(01:36:48):
desean intercambiarla por algunos productos nuevos es exactamente igual a
la cantidad de trabajo que les permite comprar o dirigir.
Como afirma Hobbes, riqueza es poder. Pero la persona que
consigue o hereda una fortuna, no necesariamente consigue o hereda
ningún poder político, sea civil o militar. Puede que su

(01:37:08):
fortuna le proporcione medios para adquirir ambos, pero la mera
posesión de esa fortuna no proporciona necesariamente ninguno de ellos.
Lo que sí confiere esa fortuna de forma directa e
inmediata es poder de compra, un cierto mando sobre el trabajo,
o sobre el producto del trabajo que se halla entonces
en el mercado. Y la fortuna será mayor o menor

(01:37:29):
precisamente en proporción a la amplitud de ese poder, o
a la cantidad del trabajo de otros hombres o, lo
que es lo mismo, al producto del trabajo de otros hombres,
que permita comprar o controlar. El valor de cambio de
cualquier cosa debe ser siempre exactamente igual a la extensión
de este poder que confiere a su propietario. Pero aunque

(01:37:49):
el trabajo es la medida real del valor de cambio
de todas las mercancías, no es la medida con la
cual su valor es habitualmente estimado. Es con frecuencia difícil
discernir la proporción entre dos cantidades distintas de trabajo. El
tiempo invertido en dos tipos diferentes de labor no siempre
bastará por sí solo para determinar esa proporción. Habrá que

(01:38:11):
tener en cuenta también los diversos grados de esfuerzo soportado
y destreza desplegada. Puede que haya más trabajo en una
hora de dura labor que en dos de una tarea sencilla,
o en una hora de un oficio cuyo aprendizaje costó
diez años que en un mes de un trabajo común
y corriente. Pero no es fácil encontrar una medida precisa
ni de la fatiga ni de la destreza. Es común

(01:38:33):
que se conceda un margen para ambas en el intercambio
de las producciones de tipos de trabajo distintos, pero el
ajuste no se efectúa según una medición exacta sino mediante
el regateo y la negociación del mercado, que desemboca en
esa suerte de igualdad aproximada, no exacta pero suficiente para
llevar adelante las actividades corrientes. Además, cada mercancía se intercambia,

(01:38:55):
y por lo tanto se compara, más habitualmente con otras
mercancías que con trabajo. Es por lo tanto más natural
estimar su valor de cambio mediante la cantidad no de
trabajo sino de alguna otra mercancía que pueda comprar. Asimismo,
la mayoría de las personas entienden mejor lo que significa
una cantidad de una mercancía concreta que una cantidad de trabajo.

(01:39:18):
La una es un objeto claro y palpable, la otra
es una noción abstracta que, aunque puede volverse suficientemente inteligible,
en absoluto resulta tan natural y evidente. Pero cuando se
acaba el trueque y el dinero se transforma en el
medio habitual del comercio, cada mercancía particular se intercambia más
frecuentemente por dinero que por cualquier otra mercancía. Es raro

(01:39:40):
que el carnicero lleve carne de vaca o de oveja
al panadero o al cervecero para cambiarlas por pan o cerveza,
sino que las lleva al mercado, donde las intercambia por dinero,
y después cambia ese dinero por pan y cerveza. La
cantidad de dinero que obtiene por su mercancía regula asimismo
la cantidad de pan y cerveza que puede comprar después.

(01:40:01):
Es más lógico y natural para él, en consecuencia, estimar
el valor de su mercancía según la cantidad de dinero,
la mercancía por la cual las cambia, que según la
cantidad de pan o cerveza, las mercancías por las cuales
las intercambia sólo mediante de la intervención de otra mercancía,
y es más lógico que se afirme que la carne
del carnicero vale tres o cuatro peniques por libra, y

(01:40:23):
no que se diga que vale tres o cuatro libras
de pan, o tres o cuatro cuartillos de cerveza. Y
así ocurre que el valor de cambio de toda mercancía
es habitualmente estimado según la cantidad de dinero que se
obtiene por ella, y no según la cantidad de trabajo
o de alguna otra mercancía que se obtiene a cambio
de ella. Pero el oro y la plata, como cualquier

(01:40:44):
otra mercancía, cambian de valor, y a veces son más
caros y otras veces más baratos, unas veces más fáciles
y otras más difíciles de comprar. La cantidad de trabajo
que cualquier cantidad dada de ellas puede comprar o dirigir,
o la cantidad de otros bienes por la que se
puede cambiar, depende siempre de la riqueza o pobreza de
las minas conocidas cuando tiene lugar el intercambio. El descubrimiento

(01:41:08):
de las ricas minas de América en el siglo XVI
redujo el valor del oro y la plata en Europa
a cerca de un tercio del valor que tenían antes.
Como costaba menos trabajo trasladar esos metales desde la mina
hasta el mercado, cuando llegaban allí podían comprar u ordenar
menos trabajo, y esta revolución en su valor, aunque fue
quizás la mayor, en modo alguno fue la única que

(01:41:29):
registra la historia. Pero así como una medida de cantidad,
como el pie, el brazo o el puño de una persona,
que cambia continuamente, nunca puede ser la medida exacta de
la cantidad de otras cosas. Una mercancía cuyo valor se
modifica permanentemente jamás puede constituir una medida precisa del valor
de las demás mercancías. Puede sostenerse que iguales cantidades de trabajo,

(01:41:53):
en todo tiempo y lugar, tienen el mismo valor para
el trabajador. En su estado normal de salud, fuerza y temperamento,
de habilidad y destreza, sacrificará siempre la misma porción de
su tranquilidad, su libertad y su felicidad. El precio que
paga deberá ser siempre el mismo, cualquiera sea la cantidad
de bienes que recibe a cambio. En realidad a veces

(01:42:16):
comprará más de estos y a veces menos, pero lo
que cambia es su valor, no el del trabajo que
los compra. En todo tiempo y lugar lo caro es
lo que es difícil de conseguir, o lo que cuesta
mucho trabajo adquirir, y lo barato es lo que se
obtiene fácilmente o con muy poco trabajo. El trabajo exclusivamente, entonces,
al no variar nunca en su propio valor, es el

(01:42:38):
patrón auténtico y definitivo mediante el cual se puede estimar
y comparar el valor de todas las mercancías en todo
tiempo y lugar. Es su precio real, y el dinero
es tan sólo su precio nominal. Aunque para el trabajador
las cantidades iguales de trabajo siempre tienen el mismo valor,
para el hombre que lo emplea tienen a veces un

(01:42:58):
valor mayor y otras veces uno menor. Él las compra
en algunas ocasiones con una cantidad mayor de bienes y
en otras ocasiones con una cantidad menor, y para él
el precio del trabajo cambia como el de las demás cosas.
En un caso le parece caro y en otro barato.
Pero en realidad lo que resulta barato en un caso
y caro en otro son las mercancías. En este sentido vulgar,

(01:43:22):
por lo tanto, puede decirse que el trabajo tiene como
las mercancías un precio real y un precio nominal. Su
precio real consiste en la cantidad de cosas necesarias y
cómodas para la vida que se dan a cambio de él,
su precio nominal, en la cantidad de dinero. El trabajador
es rico o pobre, es remunerado bien o mal, no
en proporción al precio nominal de su trabajo sino al

(01:43:44):
precio real. La distinción entre precio nominal y real de
las mercancías y del trabajo no es un asunto de
mera especulación sino que puede a veces resultar en la
práctica de gran utilidad. El mismo precio real tiene siempre
el mismo valor, pero debido a las variaciones en el
valor del oro y la plata, el mismo precio nominal
tiene a veces valores muy diferentes. Cuando se vende un

(01:44:08):
terreno a cambio de una renta perpetua, si se pretende
que esta renta tenga siempre el mismo valor, es importante
para la familia receptora de esta renta que ella no
consista en una suma específica de dinero. En tal caso
su valor sería susceptible de modificaciones de dos tipos distintos. Primero,
las que surgen de las diferentes cantidades de oro y

(01:44:29):
plata que en diversas épocas tienen las monedas de una
misma denominación. Y segundo, las que se originan en los
distintos valores que en momentos diferentes tienen las mismas cantidades
de oro y plata. Los príncipes y estados soberanos han
creído con frecuencia que su interés temporal era disminuir la
cantidad de metal puro contenido en sus monedas, pero muy

(01:44:49):
rara vez han creído que era su interés el aumentarla.
Por eso la cantidad de metal de las monedas, pienso
que en todos los países, ha bajado casi sin interrupción
y casi nunca ha subido. Esas variaciones, por consiguiente, han
tendido casi siempre a disminuir el valor de una renta monetaria.

(01:45:10):
El descubrimiento de las minas de América rebajó el valor
del oro y la plata en Europa. Se supone habitualmente,
pero a mi juicio sin pruebas definitivas, que esa disminución
todavía prosigue y que es probable que continúe durante mucho tiempo.
Con este supuesto, entonces, es más verosímil que esas variaciones
disminuyan el valor de una renta monetaria y no que

(01:45:32):
la incrementen, incluso aunque fuese estipulado que se pague no
en una cantidad dada de moneda acuñada de una denominación determinada,
por ejemplo, en tantas libras esterlinas, sino en tantas onzas
bien de plata pura o de plata de una cierta ley.
Las rentas estipuladas en grano han mantenido su valor mucho
más que las establecidas en dinero, aun donde la denominación

(01:45:54):
de la moneda no ha sido alterada. En el año 18
del reinado de Isabel se decretó que un tercio de
las rentas pagaderas a los colegios lo serían en grano,
bien en especie o de acuerdo con los precios corrientes
en el mercado público más cercano. El dinero proveniente de
esta renta en cereal, aunque representaba originalmente un tercio del total,

(01:46:15):
en la actualidad es, según el Dr. Blackstone, normalmente casi
el doble de lo que se obtiene de los otros
dos tercios. De acuerdo con este cómputo, las antiguas rentas
monetarias deben haberse reducido a casi la cuarta parte de
su valor primitivo, o valen hoy poco más de la
cuarta parte del trigo que valían antes. Pero desde el

(01:46:36):
reinado de Felipe y María la denominación de la moneda
inglesa ha sufrido poca o ninguna alteración, y el mismo
número de libras, chelines y peniques contienen casi la misma
cantidad de plata pura. De donde se infiere que esa
degradación en el valor de la renta monetaria de los
colegios se originó totalmente de la degradación en el valor
de la plata. Cuando la depreciación del valor de la

(01:46:58):
plata se combina con el descenso en la cantidad de
plata contenida por las monedas de la misma denominación, la
pérdida es a menudo todavía mayor. En Escocia, donde la
denominación de la moneda ha experimentado aún mayores alteraciones que
la de Inglaterra, y en Francia, donde los cambios son
incluso más intensos que en Escocia, algunas rentas antiguas, que

(01:47:19):
originalmente eran de un valor considerable, han sido reducidas de
esta forma virtualmente a nada. En momentos distintos se comprarán
cantidades iguales de trabajo con cantidades iguales de cereal, la
subsistencia del trabajador, más que con cantidades iguales de oro
y plata, y quizás de cualquier otra mercancía. Por lo tanto,

(01:47:40):
las mismas cantidades de cereal tendrán en épocas diferentes aproximadamente
el mismo valor real, o permitirán a su propietario adquirir
o dirigir aproximadamente la misma cantidad del trabajo de otras personas.
Lo harán, como he dicho, de forma más aproximada que
cantidades iguales de prácticamente cualquier otra mercancía, pero ni siquiera

(01:48:01):
las cantidades iguales de cereal lo harán de forma exactamente igual.
La subsistencia del trabajador, o el precio real del trabajo,
es muy diversa según cambian los tiempos, como procuraré demostrar
más adelante. Es más copiosa en una sociedad que progresa
hacia la riqueza que en una que permanece estacionaria, y
más en una estacionaria que en una decadente. Cualquier otra

(01:48:24):
mercancía en cualquier momento dado comprará una cantidad de trabajo
mayor o menor en proporción a la cantidad de alimentos
que con ella se puedan adquirir. Una renta estipulada en cereal, entonces,
es susceptible de variación sólo por los cambios en la
cantidad de trabajo que puede adquirir una cantidad dada de cereal.
Pero una renta fijada en cualquier otra mercancía está expuesta

(01:48:45):
no sólo a las variaciones en la cantidad de trabajo
que puede comprar una cantidad dada de cereal, sino a
las variaciones en la cantidad de cereal que pueda comprar
cualquier cantidad dada de dicha mercancía. Hay que señalar, no obstante,
que aunque el valor real de una renta en cereal
varía mucho menos de un siglo a otro que una
renta monetaria varía mucho más de un año a otro.

(01:49:08):
El precio en moneda del trabajo, como explicaré más adelante,
no fluctúa de un año a otro con el precio
monetario del cereal, sino que en todas partes se ajusta
al precio, no al temporario ni ocasional, sino al promedio
o habitual de este artículo. El precio medio o corriente
del cereal está determinado, como también demostraré después, por el

(01:49:29):
valor de la plata, por la riqueza o esterilidad de
las minas que suministran dicho metal al mercado, o por
la cantidad de trabajo que debe ser empleado, y en
consecuencia la cantidad de cereal que debe ser consumida, para
traer una cantidad dada de plata desde la mina hasta
el mercado. Pero el valor de la plata, aunque a
veces varía considerablemente de un siglo a otro, en raras

(01:49:51):
ocasiones cambia mucho de un año a otro, frecuentemente continúa estable,
o casi estable, durante medio siglo o incluso un siglo completo.
En consecuencia, el precio monetario corriente o medio del trigo
puede mantenerse estable también durante ese lapso tan extenso, y
con él el precio en moneda del trabajo, siempre que
la sociedad permanezca, en las demás circunstancias, en una situación

(01:50:15):
igual o muy semejante. Mientras tanto, el precio temporal y
ocasional del cereal puede con asiduidad ser un año el
doble de lo que fue el año anterior, u oscilar,
por ejemplo, entre 25 y 50 chelines el cuartal. Pero cuando el
cereal está a 50 chelines, el valor no sólo nominal sino
real de una renta en cereal será el doble de

(01:50:36):
cuando está a 25, o podrá ordenar el doble de la
cantidad de trabajo o de la mayor parte de las
demás mercancías, y durante todas estas fluctuaciones, el precio monetario
del trabajo, y con el el de la mayoría de
las cosas, permanecerá igual. Es evidente, por lo tanto, que
el trabajo es la única medida universal y precisa del

(01:50:57):
valor o el único patrón mediante el cual podemos comparar
los valores de distintas mercancías en cualquier tiempo y lugar.
No podemos estimar, por supuesto, el valor real de diversas
mercancías de un siglo a otro según las cantidades de
plata que se entregan a cambio de ellas. Tampoco podemos
estimarlo de un año a otro según las cantidades de cereal.

(01:51:19):
pero según las cantidades de trabajo podemos estimarlo con la
mayor precisión tanto de un siglo a otro como de
un año a otro. Entre siglos el cereal es una
medida mejor que la plata, porque de un siglo a
otro las mismas cantidades de cereal ordenarán la misma cantidad
de trabajo más precisamente que cantidades iguales de plata. De
un año a otro, por el contrario, la plata es

(01:51:42):
mejor medida que el cereal, porque con iguales cantidades de
la misma se dispondrá con mayor exactitud de la misma
cantidad de trabajo. Pero aunque es de utilidad el distinguir
entre precio real y nominal al establecer rentas perpetuas o
arrendamientos muy prolongados, no lo es al comprar y vender,
que son las transacciones más comunes y corrientes de la

(01:52:02):
vida humana. En un mismo tiempo y lugar, el precio
real y el nominal de todas las mercancías guardan exactamente
la misma proporción. Cuanto más o menos dinero se obtenga
a cambio de cualquier mercancía en el mercado de Londres,
por ejemplo, más o menos trabajo permitirá comprar o dirigir
en ese momento y lugar. En consecuencia, el dinero es

(01:52:24):
la medida exacta del valor de cambio real de todas
las mercancías en un mismo tiempo y lugar. Pero lo
es sólo en tales circunstancias. Entre sitios apartados no hay
una proporción fija entre el precio real y el nominal
de las mercancías, y sin embargo el comerciante que lleva
bienes de uno a otro no presta atención más que
a su precio en dinero, o a la diferencia entre

(01:52:46):
la cantidad de plata que entrega al comprarlos y la
cantidad que espera obtener al venderlos. Media onza de plata
en Cantón, China, puede ordenar una cantidad mayor tanto de
trabajo como de cosas necesarias y convenientes para la vida
que una onza en Londres. Una mercancía, por lo tanto,
que se venda por media onza de plata en Cantón

(01:53:07):
puede ser en realidad más cara, de más importancia real
para la persona que la posea allí, que una mercancía
que se venda por una onza en Londres para su
propietario en Londres. Si un comerciante londinense puede comprar en
Cantón por media onza de plata una mercancía que puede
vender en Londres por una onza, ganaría el 100% con
el negocio, como si una onza de plata en Londres

(01:53:29):
valiese exactamente igual que en Cantón. A él no le
importa nada que media onza de plata en Cantón le
permita ordenar más trabajo y una mayor cantidad de cosas
necesarias y convenientes para la vida que una onza en Londres.
Pero con una onza en Londres siempre podrá comprar el
doble de esas cosas que con media onza, y esto
es precisamente lo que quiere. Así, como es el precio

(01:53:53):
nominal o precio en moneda de las cosas lo que
finalmente determina la prudencia o imprudencia de todas las compras
y las ventas, y por ello regula casi todos los
negocios de la vida cotidiana que tienen que ver con
el precio, no debe sorprendernos si ha sido objeto de
mucho más atención que el precio real. En una obra
como esta, sin embargo, a veces puede ser conveniente el

(01:54:15):
comparar los diferentes valores reales de una mercancía concreta en
momentos y lugares distintos, o los varios grados de poder
sobre el trabajo de otras personas que es capaz de
otorgar a sus propietarios en ocasiones diferentes. Debemos en tal
caso comparar no las diversas cantidades de plata a cambio
de las cuales fue vendida sino las diferentes cantidades de

(01:54:35):
trabajo que dichas cantidades diversas de plata podrían haber adquirido.
Los precios corrientes del trabajo en tiempos y lugares lejanos,
en pero, casi nunca pueden ser conocidos con exactitud. Los
del cereal, aunque sólo han sido registrados en unos pocos
lugares de forma regular, son en general mejor conocidos y
han sido más frecuentemente estudiados por los historiadores y otros autores.

(01:55:00):
Deberemos generalmente, entonces, contentarnos con ellos, no porque siempre estén
en exactamente la misma proporción que los precios corrientes del trabajo,
sino porque son la aproximación más cercana que podemos tener
a esa proporción. Tendré oportunidad más adelante de formular bastantes
comparaciones de esta índole. Con el progreso de la industria,

(01:55:22):
las naciones comerciales han creído conveniente el acuñar varios metales
en forma de moneda, el oro para los pagos más grandes,
la plata para los moderados, y el cobre o algunos
metales ordinarios para los pagos más pequeños. pero siempre han
considerado sólo a uno de estos metales como una mejor
medida del valor que los otros dos, y la preferencia

(01:55:43):
se ha inclinado generalmente por el metal que utilizaron primero
como instrumento del comercio. Comenzaron a emplearlo como patrón cuando
no tenían otra moneda, y por regla general continuaron después
aun cuando la necesidad no fuera ya la misma. Se
dice que los romanos no tenían más que moneda de
cobre hasta cinco años antes de la Primera Guerra Púnica,

(01:56:04):
cuando acuñaron plata por primera vez. Y así el cobre
continuó siempre siendo la medida del valor en esa república.
Todas las cuentas en Roma y los valores de todas
las propiedades se calculaban en ases y sestercios. El as
fue siempre el nombre de una moneda de cobre. La
palabra sestercio significa dos ases y medio. Por lo tanto,

(01:56:26):
aunque el cestercio fue originalmente una moneda de plata, su
valor fue estimado en cobre. En Roma cuando una persona
debía una gran suma de dinero, se decía que tenía
una gran cantidad de cobre ajeno. Las naciones nórdicas que
se establecieron sobre las ruinas del Imperio Romano recurrieron a
las monedas de plata desde sus primeros asentamientos, y durante

(01:56:48):
siglos no conocieron las monedas ni de oro ni de cobre.
Hubo monedas de plata en Inglaterra en tiempo de los sajones,
pero se acuñó muy poco oro hasta la época de
Eduardo III, y ningún cobre hasta la de Jacobo I.
En Inglaterra, por tanto, y creo que por la misma
razón en todas las otras naciones modernas de Europa, todas

(01:57:09):
las cuentas son llevadas y los valores de todos los
bienes y todas las propiedades son generalmente computados en plata,
y cuando deseamos expresar la suma de la fortuna de
una persona rara vez hablamos de las guineas sino de
las libras esterlinas que suponemos se darían a cambio de ella.
Al principio, en todos los países un pago de curso
legal sólo podía efectuarse en la moneda del metal particularmente

(01:57:32):
considerado como patrón o medida del valor. En Inglaterra el
oro no fue considerado de curso legal durante mucho tiempo
después de haber sido acuñado como moneda. La proporción entre
los valores de las monedas de oro y la plata
no fue estipulada por ley ni declaración oficial alguna y
se dejó que la determinara el mercado. Si un deudor

(01:57:52):
ofrecía pagar en oro, el acreedor podía o bien rechazar
esta forma de pago totalmente, o bien aceptarla con una
valoración del oro que él y su deudor acordasen. El
cobre no es actualmente de curso legal, salvo cuando se
cambia por moneda de plata fraccionaria. En tales circunstancias, la
distinción entre el metal que era el patrón y los

(01:58:13):
que no lo eran representaba bastante más que una distinción nominal.
con el transcurso del tiempo y a medida que la
gente se familiarizó con el empleo de diferentes metales acuñados
y apreció por ello mejor la proporción entre sus valores respectivos.
En la mayoría de los países se ha creído conveniente
fijar esa proporción y estipular mediante una ley pública que

(01:58:35):
una guinea, por ejemplo, de determinado peso y ley, se
deberá cambiar por 21 chelines o tendrá capacidad liberatoria legal de
una deuda de tal monto. En este estado de cosas,
y en tanto perdure cualquier proporción regulada de esa suerte,
la distinción entre el metal que es el patrón y
el que no lo es resulta poco más que una

(01:58:55):
distinción nominal. Pero como consecuencia de cualquier cambio en esta
proporción regulada, la distinción nuevamente se vuelve, o al menos
parece volverse, algo más que nominal. Si el valor establecido
de una guinea, por ejemplo, fuese reducido a 20 o aumentado
a 22 chelines, y todas las cuentas se llevaran y casi

(01:59:16):
todas las obligaciones por deuda se expresaran en moneda de plata,
la mayor parte de los pagos en cualquiera de los
casos se saldarían con la misma cantidad de moneda de
plata que antes, pero requerirían muy diversas cantidades de moneda
de oro, mayores en un caso y menores en el otro.
El valor de la plata parecería más invariable que el
del oro. La plata parecería medir el valor del oro,

(01:59:39):
pero el oro no el de la plata. El valor
del oro parecería depender de la cantidad de plata, y
el de la plata no depender de la cantidad de
oro por la que se intercambiaría. Esta diferencia, en pero,
derivaría totalmente de la costumbre de llevar las cuentas y
de expresar el monto de todas las sumas grandes y
pequeñas en moneda de plata y no de oro. Uno

(02:00:02):
de los billetes del señor Drammen de 25 o 50 guineas aún valdría,
después de una alteración de ese tipo, 25 o 50 guineas como antes.
Después de tal modificación valdría la misma cantidad de oro
que antes, pero unas cantidades muy distintas de plata. Al
hacer efectivo ese billete, el valor del oro parecería más

(02:00:23):
invariable que el de la plata. El oro parecería medir
el valor de la plata, y la plata no el
del oro. Si la costumbre de llevar las cuentas y
expresar los pagarés y otras obligaciones monetarias de esta forma
se transforma alguna vez en general, será el oro y
no la plata el considerado como el metal patrón o
medida del valor. En la práctica, durante la permanencia de

(02:00:46):
cualquier proporción regulada entre los valores respectivos de los diferentes
metales acuñados, el valor del metal más precioso determina el
valor de todas las monedas. 12 peniques de cobre contienen
media libra abuerdupois de cobre, no de la mejor calidad,
que antes de ser acuñado rara vez vale más de 7
penique de plata. Pero como por ley 12 de tales peniques

(02:01:08):
deben intercambiarse por un chelín, se considera en el mercado
que valen un chelín, y se puede obtener en cualquier
momento por ellos un chelín. Incluso antes de la última
reforma de la acuñación del oro en Gran Bretaña, el oro,
o al menos el que circulaba en Londres y sus alrededores,
estaba en general menos devaluado con relación a su peso
legal que la mayor parte de la plata. Veintiún chelines

(02:01:32):
gastados y lisos eran considerados equivalentes a una guinea, que
acaso estaba también gastada y lisa, pero rara vez tanto.
Las últimas reglamentaciones han llevado a la moneda de oro
tan cerca de su peso legal como es posible llevar
a la moneda de cualquier nación, y la orden de
no recibir oro en las oficinas públicas si no es
por peso probablemente lo preservará en tanto continúen esas reglamentaciones

(02:01:55):
en vigor. La moneda de plata prosigue en el mismo
estado depreciado y desgastado que antes de la reforma en
la acuñación del oro. pero en el mercado 21 chelines de
esta devaluada moneda de plata todavía se considera que valen
una guinea de esa excelente moneda de oro. La reforma
de la moneda de oro evidentemente ha elevado el valor

(02:02:16):
de la moneda de plata por la que se intercambia.
En la casa de la moneda inglesa con una libra
de peso en oro se acuñan 44 guineas y media, lo
que a 21 chelines la guinea es igual a 46 libras, 14 chelines
y 6 peniques. Por lo tanto, una onza de ese oro
acuñado vale 3 libras 17 chelines 10 peniques y medio en plata. En

(02:02:39):
Inglaterra no se paga ningún derecho ni señoreaje por la acuñación,
y el que lleva un peso de una libra o
de una onza en barras o pasta de oro de
ley a la casa de la moneda recibe un peso
de una libra o de una onza en oro acuñado,
sin ninguna deducción. 3 libras, 17 chelines y 10 peniques y medio, así,
es el precio de acuñación del oro en Inglaterra, o

(02:03:01):
la cantidad de oro acuñado que la casa de la
moneda entrega a cambio de oro normal en barras. Antes
de la reforma de la moneda de oro, el precio
del oro en pasta en el mercado había sido durante
muchos años superior a 3 libras 18 chelines, a veces a 3 libras 19
chelines y con frecuencia superior a 4 libras la onza. Es

(02:03:22):
probable que esta suma, en las monedas de oro desgastadas,
rara vez contuviese más de una onza de oro normal.
Desde la Reforma, el precio de mercado del oro normal
en barras en pocas ocasiones supera las 3 libras 17 chelines 7 peniques
la onza. Antes de la Reforma, el precio de mercado
siempre estaba más o menos por encima del precio de acuñación,

(02:03:44):
desde la Reforma ha estado permanentemente por debajo. Pero este
precio de mercado es el mismo sea que se pague
en oro o en moneda de plata. La última reforma
de la moneda de oro, entonces, ha incrementado no sólo
el valor de la moneda de oro, sino también el
de la moneda de plata en proporción al oro en barras,
y probablemente también en proporción a todas las demás mercancías,

(02:04:07):
aunque como el precio de la mayor parte de las
mercancías es influido por muchas otras causas, el aumento en
el valor de las monedas de plata y oro con
respecto a ellas quizá no haya sido tan claro y perceptible.
En la casa de la moneda inglesa con una libra
de peso en plata de ley se acuñan 62 chelines que contienen, análogamente,

(02:04:27):
una libra de peso de plata ordinaria. Se dice entonces
que 5 chelines y 2 peniques la onza es el precio de
acuñación de la plata en Inglaterra, o la cantidad de
moneda de plata que la casa de la moneda entrega
a cambio de plata ordinaria en pasta. Antes de la
reforma de la moneda de oro, el precio de mercado
de la plata normal en barra cera, según los momentos,

(02:04:49):
de 5 chelines y 4 peniques, 5 chelines y 5 peniques, 5 chelines y 6 peniques, 5
chelines y 7 peniques, y con alguna frecuencia hasta 5 chelines y 8
peniques la onza. El precio más corriente parece haber sido 5
chelines y 7 peniques. Desde la reforma de la acuñación del oro,

(02:05:10):
el precio de mercado de la plata normal en pasta
ha caído ocasionalmente hasta 5 chelines y 3 peniques, 5 chelines y 4 peniques
y 5 chelines y 5 peniques la onza, y rara vez ha
superado este último precio. Aunque el precio de mercado de
la plata en pasta ha caído considerablemente desde la reforma
de la acuñación del oro, no ha caído tanto como

(02:05:32):
el precio de acuñación. En la proporción entre los diferentes
metales acuñados en Inglaterra, así como el cobre es apreciado
muy por encima de su valor real, la plata es
apreciada algo por debajo del mismo. En el mercado europeo,
en las monedas francesas y holandesas, una onza de oro
de ley se cambia por unas 14 onzas de plata de ley.

(02:05:54):
En moneda inglesa, se cambia por unas 15 onzas, es decir,
por más plata de la que vale según las estimaciones
más comunes en Europa. Pero así como el precio del
cobre en barras no aumenta, ni siquiera en Inglaterra, por
el elevado precio del cobre en la moneda inglesa, el
precio de la plata en pasta no se reduce por
la baja estimación de la plata en la moneda inglesa.

(02:06:17):
La plata en pasta aún conserva su adecuada proporción con
el oro, y por la misma razón que los lingotes
de cobre la mantienen con la plata. Después de la
reforma de la acuñación de la plata durante el reinado
de Guillermo III, el precio de la plata en pasta
siguió algo por encima del precio de acuñación. El señor
Lack imputó este precio más alto al permiso para exportar

(02:06:38):
plata en barras y a la prohibición de exportar plata
en monedas. Adujo que esa autorización para exportar hacía que
la demanda de plata en barras fuese mayor que la
demanda de plata en monedas. Pero el número de personas
que desean monedas de plata para su utilización cotidiana en
compras y ventas locales es seguramente muy superior al que
quienes desean plata en bruto, sea para exportarla o para

(02:07:01):
cualquier otro propósito. Existe hoy un permiso similar para exportar
oro en pasta y una prohibición semejante de exportar monedas
de oro, y sin embargo el precio del oro en
bruto ha caído por debajo del precio de acuñación. Pero
en la moneda de plata inglesa ocurría entonces que la plata,
de forma parecida a lo que sucede hoy, estaba subvalorada

(02:07:22):
en proporción al oro, y la moneda de oro, que
entonces no se pensaba que requiriese reforma alguna, regulaba en
esa época, igual que ahora, el valor real de todas
las monedas. Así como la reforma de la moneda de
plata no redujo entonces el precio de la plata en
pasta al precio de acuñación, no es muy probable que
una reforma parecida lo redujese hoy. Si la moneda de

(02:07:45):
plata retornase tan cerca de su peso legal como la
de oro, es probable que una guinea, según las proporciones actuales,
se cambiase por más plata acuñada que en pasta. Si
la moneda de plata contuviese todo su peso legal, habría
en ese caso un beneficio a obtener fundiéndola, para vender
primero la pasta a cambio de monedas de oro, e

(02:08:05):
intercambiar después este oro acuñado por plata acuñada, que se
llevaría a la fundición nuevamente. Una modificación en la proporción
actual parece ser el único método de prevenir estos inconvenientes.
Los problemas serían quizás menores si la plata fuese tasada
en monedas tanto por encima de su proporción adecuada con
el oro como lo está hoy por debajo, siempre que

(02:08:27):
al mismo tiempo se decretase que la plata no es
de curso legal en cantidades superiores a una guinea, de
la misma forma en que el cobre no es de
curso legal para cambiar más de un chelín. En este caso,
ningún acreedor podría ser engañado por el elevado valor de
la plata acuñada, igual que ningún acreedor puede ser hoy
estafado como consecuencia de la alta valoración del cobre. Los

(02:08:50):
únicos que sufrirían con esta reglamentación serían los banqueros. Cuando
se produce una carrera, intentan ganar tiempo pagando en monedas
de seis peniques, y dicha reglamentación les impediría recurrir a
un método tan poco honorable de eludir el pago inmediato.
se verían en consecuencia forzados a mantener siempre en sus
cofres una cantidad mayor de efectivo que en la actualidad,

(02:09:12):
y aunque esto indudablemente sería muy inconveniente para ellos, al
mismo tiempo daría una gran seguridad a sus acreedores. Tres libras,
diecisiete chelines y diez peniques y medio, el precio de
acuñación del oro, ciertamente no contienen, incluso en nuestras excelentes
monedas de oro actuales, más de una onza de oro

(02:09:33):
de ley, y podría pensarse en consecuencia que no serían
capaces de comprar más oro en pasta de ley. Pero
el oro amonedado es más útil que el oro en bruto,
y aunque en Inglaterra la acuñación es gratuita, de todas
formas el oro que es llevado en pasta o barras
a la casa de la moneda rara vez regresa acuñado
a manos de su dueño antes de que pasen varias semanas,

(02:09:53):
con el trabajo que tiene hoy la casa de la moneda,
la demora puede ser de varios meses. Este retraso equivale
a un pequeño impuesto, y vuelve al oro acuñado algo
más valioso que una cantidad igual de oro en bruto.
Por lo tanto, si en la moneda inglesa la plata
fuese estimada según su adecuada proporción con el oro, el
precio de la plata en pasta probablemente caería por debajo

(02:10:16):
del precio de acuñación incluso sin ninguna reforma de la
moneda de plata, porque incluso el valor de la presente
moneda de plata lisa y desgastada es regulado por el
valor de la excelente moneda de oro por la que
puede cambiarse. Un pequeño señoreaje o impuesto sobre la acuñación
tanto de oro como de plata probablemente incrementaría aún más
la superioridad de estos metales en moneda sobre una cantidad

(02:10:39):
igual de cualquiera de ellos en pasta. La acuñación en
este caso elevaría el valor del metal acuñado en proporción
al peso de este pequeño impuesto, por la misma razón
de que el labrado aumenta el valor de los utensilios
de oro y plata en proporción al precio de dicho labrado.
La superioridad de la moneda sobre la pasta impedirá la
fundición de las monedas y desanimará su exportación. Si por

(02:11:02):
alguna necesidad pública fuese perentorio el exportar monedas, la mayor
parte de las mismas volvería, en el extranjero se venderían
sólo por su peso en pasta, pero dentro del país
lo harían por más que su peso, y habría en
consecuencia un beneficio a recoger al traerlas nuevamente al país.
En Francia el señoreaje sobre la acuñación es de cerca

(02:11:22):
del 8% y se dice que la moneda francesa, una
vez exportada, vuelve al país espontáneamente. Las fluctuaciones ocasionales en
el precio de mercado del oro y la plata en
pasta responden a las mismas causas que las fluctuaciones semejantes
en el precio de todas las demás mercancías. La frecuente
pérdida de dichos metales debida a diversos accidentes en la

(02:11:44):
tierra y en el mar, el continuo desgaste en dorados
y niquelados, en galones y bordados, en el uso y
deterioro de la moneda y los utensilios de plata, todo
ello requiere, en los países que no posean minas propias,
una permanente importación que repare estas pérdidas y desgastes. Los
comerciantes importadores, como cualquier otro comerciante, intentan ajustar en la

(02:12:07):
medida de lo posible sus ocasionales importaciones a lo que
ellos esperan que sea la demanda inmediata más probable. Pero
por más cuidado que pongan, a veces exageran su negocio
y otras veces se quedan cortos. Cuando importan más metal
del que se demanda, más que incurrir en el riesgo
y los inconvenientes de reexportarlo nuevamente, están a veces dispuestos

(02:12:28):
a vender una parte por algo menos que el precio
corriente o medio. Por otro lado, cuando importan menos de
lo que se demanda, obtienen algo más que ese precio.
Pero cuando más allá de estas fluctuaciones ocasionales, el precio
de mercado del oro o de la plata en pasta
se mantiene durante muchos años firme y constantemente algo por
arriba o algo por debajo del precio de acuñación, podemos

(02:12:52):
estar seguros de que esta firme y constante superioridad o
inferioridad en el precio es el efecto de algo en
el estado de la moneda, algo que en ese momento
hace que una determinada cantidad de moneda valga más o
menos que la cantidad precisa de metal que debería contener.
La firmeza y constancia del efecto supone una firmeza y
constancia proporcional en la causa. El dinero de cualquier país es,

(02:13:16):
en un momento y lugar concretos, una medida más o
menos precisa del valor en tanto la moneda corriente se
ajuste más o menos exactamente a su ley, o contenga
más o menos exactamente la cantidad determinada de oro o
plata puros que debería contener. Si en Inglaterra, por ejemplo, 44
guineas y media contuviesen precisamente el peso de una libra

(02:13:37):
de oro de ley, u 11 onzas de oro puro y
una de aleación, la moneda de oro de Inglaterra sería
una medida tan exacta del valor efectivo de los bienes
en cualquier momento y lugar dados como puede admitirlo la
naturaleza de las cosas. Pero si debido al roce y
al uso 44 guineas y media contienen generalmente menos que el
peso de una libra de oro, siendo además la disminución

(02:14:00):
más acusada en algunas piezas que en otras, la medida
del valor resulta susceptible de la misma clase de incertidumbre
a la que están expuestos comúnmente todos los demás pesos
y medidas. Como rara vez ocurre que se ajusten exactamente
a su patrón, el comerciante acomoda el precio de sus bienes,
lo mejor que puede, no a lo que esos pesos
y medidas deberían ser sino a lo que en promedio

(02:14:22):
la experiencia le indica que son en la práctica. Como
consecuencia de un desorden parecido en la moneda, el precio
de los bienes resulta análogamente ajustado no a la cantidad
de oro o plata puros que la moneda debería contener,
sino a la que en promedio la experiencia demuestra que
efectivamente contiene. Debe destacarse que por precio monetario de los

(02:14:43):
bienes entiendo siempre la cantidad de oro o plata puros
por la cual se venden, sin consideración alguna sobre la
denominación de la moneda. Pienso que seis chelines y ocho peniques,
por ejemplo, en la época de Eduardo V, era el
mismo precio monetario que una libra esterlina en los tiempos presentes,
puesto que contenían, hasta donde es posible juzgar, la misma

(02:15:05):
cantidad de plata pura. Capítulo 6 De las partes que componen
el precio de las mercancías En aquel estado rudo y
primitivo de la sociedad que precede tanto a la acumulación
del capital como a la apropiación de la tierra, la
proporción entre las cantidades de trabajo necesarias para adquirir los
diversos objetos es la única circunstancia que proporciona una regla

(02:15:26):
para intercambiarlos. Si en una nación de cazadores, por ejemplo,
cuesta habitualmente el doble de trabajo cazar un castor que
un ciervo, un castor debería naturalmente intercambiarse por, o valer,
dos ciervos. Es natural que lo que es el producto
habitual de dos días o dos horas de trabajo valga
el doble de lo que normalmente es el producto de

(02:15:47):
un día o una hora de trabajo. Si un tipo
de trabajo es más duro que otro, habrá naturalmente alguna
ventaja a cambio de esa dureza mayor, y el producto
de una hora de ese tipo de trabajo se intercambiará
habitualmente por el producto de dos horas del otro. Si
una clase de trabajo requiere un extraordinario grado de destreza

(02:16:07):
e ingenio, el aprecio que los hombres tengan por tales
talentos naturalmente dará valor a su producción, un valor superior
al que se derivaría sólo del tiempo empleado en la misma.
Esos talentos casi nunca pueden ser adquiridos sin una larga dedicación,
y el mayor valor de su producción con frecuencia no
es más que una compensación razonable por el tiempo y

(02:16:27):
trabajo invertidos en conseguirlos. N. Estado avanzado de la sociedad
Estas compensaciones por esfuerzo y destreza se hallan comúnmente incorporadas
en los salarios del trabajo, y algo similar tuvo probablemente
lugar en su estado más primitivo y rudo. En ese
estado de cosas todo el producto del trabajo pertenece al trabajador,

(02:16:48):
y la cantidad de trabajo usualmente empleada en conseguir o
producir cualquier mercancía es la única circunstancia que regula la
cantidad de trabajo que con ella debería normalmente poderse comprar
o dirigir o intercambiar. Tan pronto como el capital se
haya acumulado en las manos de personas concretas, algunas de
ellas naturalmente lo emplearán en poner a trabajar a gentes laboriosas,

(02:17:10):
a quienes suministrarán con materiales y medios de subsistencia, para
obtener un beneficio al vender su trabajo o lo que
su trabajo incorpore al valor de los materiales. Al intercambiar
la manufactura completa sea por dinero, trabajo u otros bienes,
en una cantidad superior a lo que costaron los materiales
y los salarios de los trabajadores, algo debe quedar como

(02:17:31):
beneficio del empresario que arriesga en esta aventura su capital.
El valor que los trabajadores añaden a los materiales, entonces,
se divide en este caso en dos partes, una que
paga los salarios y la otra que paga el beneficio
del empleador sobre todos los materiales y salarios que adelantó.
No habría tenido interés en emplearlo si no esperase de

(02:17:52):
la venta de su trabajo algo más de lo suficiente
para reemplazar su capital, y no estará interesado en emplear
un capital mayor antes que uno menor, a no ser
que sus beneficios guarden alguna proporción con la cuantía de
su capital.¿ Podría acaso pensarse que los beneficios del capital
son sólo un nombre distinto para los salarios de un
tipo de trabajo particular, el trabajo de inspección y dirección? Son,

(02:18:16):
sin embargo, totalmente diferentes, los principios que los regulan son
muy distintos, y no guardan proporción alguna con la cantidad,
la dureza o el ingenio de esa supuesta labor de
inspección y dirección. Están regulados completamente por el valor del
capital invertido y son mayores o menores en proporción a
la cuantía de este capital. Supongamos, por ejemplo, que en

(02:18:39):
un lugar determinado, donde el beneficio anual corriente del capital
industrial sea el 10%, hay dos industrias diferentes, cada una
de las cuales emplea a 20 trabajadores a una tasa anual
de 15 libras o a un coste de 300 libras por año
en cada industria. Supongamos también que las materias primas consumidas
anualmente en una cuestan sólo 700 libras, mientras que en la

(02:19:02):
otra son materias muy finas y cuestan 7,000. El capital anualmente
invertido en una será en este caso sólo 1,000 libras, mientras
que el invertido en la otra será de 7,300 libras. A
una tasa del 10%, entonces, el empresario de la una
esperará un beneficio anual de apenas unas 100 libras, mientras que

(02:19:23):
el empresario de la otra esperará uno de 730 libras. Pero
aunque sus beneficios son tan divergentes, su trabajo de inspección
y dirección puede ser completa o casi completamente el mismo.
En muchos talleres grandes, casi la totalidad de este tipo
de labor es realizada por un empleado de alta categoría.

(02:19:43):
Su remuneración refleja adecuadamente el valor de este trabajo de
inspección y dirección. Aunque cuando se establece su salario se
toma en consideración normalmente no sólo su trabajo y destreza
sino la confianza que se deposita en él, nunca guarda
ninguna proporción regular con el capital cuya administración supervisa, y
el propietario de este capital, aunque resulta de esta forma

(02:20:05):
liberado de casi todo trabajo, aún espera que sus beneficios
mantengan una proporción regular con respecto a su capital. En
el precio de las mercancías, por lo tanto, los beneficios
del capital constituyen una parte componente totalmente distinta de los
salarios del trabajo y regulada por principios muy diferentes. En

(02:20:26):
este estado de cosas, el producto del trabajo no siempre
pertenece por completo al trabajador. En muchos casos deberá compartirlo
con el propietario del capital que lo emplea. Y tampoco
es la cantidad de trabajo normalmente empleada en adquirir o
producir una mercancía la única circunstancia que determina la cantidad
que con ella se puede comprar, dirigir o intercambiar. Es

(02:20:49):
evidente que una cantidad adicional debe destinarse a los beneficios
del capital que adelantó los salarios y proveyó de materiales
a dicho trabajo. Tan pronto como la tierra de cualquier
país se ha vuelto completamente propiedad privada, los terratenientes, como
todos los demás hombres, gustan de cosechar donde nunca han sembrado,
y demandan una renta incluso por su producción natural. La

(02:21:12):
madera del bosque, la hierba del campo, y todos los
frutos naturales de la tierra, que cuando ésta era común
costaban al trabajador sólo la molestia de recogerlos, pasan a tener,
incluso para él, un precio adicional. Deberá pagar por el
permiso para recogerlos y deberá entregar al terrateniente una parte
de lo que su trabajo recoge o produce. Esta parte o,

(02:21:35):
lo que es lo mismo, el precio de esta parte,
constituye la renta de la tierra y es el tercer
componente del precio de la mayor parte de las mercancías.
Debe destacarse que el valor real de todos los varios
componentes del precio viene medido por la cantidad de trabajo
que cada uno de ellos puede comprar u ordenar. El
trabajo mide el valor no sólo de aquella parte del

(02:21:57):
precio que se resuelve en trabajo sino de la que
se resuelve en renta y la que se resuelve en beneficio.
En todas las sociedades el precio de toda mercancía se
resuelve en última instancia en alguna u otra de esas
partes o en todas, y en toda sociedad avanzada, las
tres entran más o menos como partes componentes en el
precio de la gran mayoría de las mercancías. En el

(02:22:19):
precio del cereal, por ejemplo, una parte paga la renta
del terrateniente, otra los salarios o la manutención de los
trabajadores y el ganado empleados en su producción, y una
tercera paga los beneficios del agricultor. Estas tres partes, bien
de forma inmediata, bien en última instancia, forma el precio
total del grano. Se podría pensar que es necesaria una

(02:22:42):
cuarta parte, para reemplazar el capital del agricultor o para
compensar el desgaste y deterioro de su ganado y otros
instrumentos de su labor. Pero debe considerarse que el precio
de cualquiera de esos instrumentos, como por ejemplo un caballo,
está a su vez compuesto de las mismas tres partes,
la renta de la tierra sobre la que crece, el

(02:23:02):
trabajo de criarlo y cuidarlo, y los beneficios del agricultor
que adelanta tanto la renta de esa tierra como los
salarios de ese trabajo. Aunque el precio del grano, entonces,
puede pagar tanto el precio como el mantenimiento del caballo,
el precio total sigue resolviéndose bien inmediatamente bien finalmente en
las mismas tres partes, renta, trabajo, beneficio. En el precio

(02:23:26):
de la harina o del grano molido debemos añadir al
precio del cereal los beneficios del molinero y los salarios
de sus sirvientes, en el precio del pan, los beneficios
del panadero y los salarios de sus sirvientes, y en
el precio de ambos el trabajo de transportar el grano
desde la casa del agricultor hasta la del molinero, y
desde la del molinero hasta la del panadero, junto con

(02:23:46):
los beneficios de aquellos que adelantaron los salarios de ese trabajo.
El precio del lino se divide en las mismas tres
partes que el del grano. En el precio del lienzo
debemos añadir a dicho precio los salarios del cardador, el hilandero,
el tejedor, el tintorero, etc., junto con los beneficios de
sus respectivos empleadores. En la medida en que una mercancía

(02:24:09):
concreta llegue a ser más y más elaborada, la parte
del precio que se resuelve en salarios y beneficios resulta
ser una proporción mayor que la que se resuelve en renta.
En el progreso de la industria no sólo aumenta la
cantidad del beneficio sino que cada beneficio ulterior es mayor
que el anterior, porque el capital del que se deriva
siempre debe ser mayor. El capital que emplea a los tejedores,

(02:24:32):
por ejemplo, debe ser mayor que el que emplea a
los hilanderos, porque no sólo reemplaza a este capital con
sus beneficios sino que paga además los salarios de los tejedores,
y los beneficios siempre deben guardar una cierta proporción con
el capital. En la mayoría de las sociedades avanzadas, en pero,
hay siempre un puñado de mercancías cuyo precio se resuelve

(02:24:54):
sólo en dos partes, los salarios del trabajo y los
beneficios del capital, y un número todavía más pequeño en
donde consiste sólo en salarios. En el precio del pescado
de mar, por ejemplo, una parte paga el trabajo de
los pescadores y la otra los beneficios del capital empleado
en la pesca. Es raro que la renta forme parte
del mismo, aunque a veces lo hace, como explicaré más adelante.

(02:25:18):
En la pesca de río, al menos en buena parte
de Europa, ocurre algo diferente. Una pesquería de salmón paga
una renta, y aunque no puede llamarse renta de la tierra,
forma parte del precio de un salmón tanto como los
salarios y los beneficios. En algunas partes de Escocia grupos
de gentes pobres se ganan la vida recogiendo, a lo

(02:25:39):
largo de la orilla del mar, unas piedras multicolores conocidas
vulgarmente como guijarros escoceses. El precio que por ellas les
paga el tallista responde totalmente a los salarios de su trabajo,
ni la renta ni el beneficio forman parte de él.
Pero el precio total de cualquier mercancía debe de todas
maneras resolverse finalmente en alguna u otra de esas tres partes,

(02:26:01):
o en todas. Cualquier parte remanente después de pagar la
renta de la tierra y el precio de todo el
trabajo empleado en conseguirla, fabricarla y llevarla al mercado, debe
necesariamente ser el beneficio de alguien. como el precio o
el valor de cambio de cualquier mercancía particular, tomada por separado,
se divide en una u otras de esas tres partes,

(02:26:22):
o en todas. Así ocurre que el precio de todas
las mercancías que componen el producto anual de cualquier país,
tomadas en conjunto, debe resolverse en las mismas tres partes,
y distribuirse entre los diferentes habitantes del país en la
forma de salarios de su trabajo, beneficios de su capital
o renta de su tierra. La totalidad de lo que

(02:26:43):
es anualmente recogido o producido por el trabajo de cualquier sociedad,
o lo que es lo mismo, el precio de esa totalidad,
se distribuye así originalmente entre sus diversos miembros. Los salarios,
los beneficios y las rentas son las tres fuentes originales
del ingreso tanto como lo son de todo el valor
de cambio. Todo otro ingreso se deriva en última instancia

(02:27:05):
de alguno de ellos. Quien derive su ingreso de un
fondo de su propiedad debe obtenerlo de su trabajo o
de su capital o de su renta. El ingreso derivado
del trabajo se llama salario. El derivado del capital, por
la persona que lo dirige o emplea, se llama beneficio.
El derivado del capital no por la persona que lo

(02:27:26):
emplea a ella misma sino que lo presta a otro,
se llama interés o uso del dinero. Es la compensación
que el prestamista paga al prestatario por el beneficio que
tiene la oportunidad de conseguir mediante el uso del dinero.
Una parte de ese beneficio pertenece naturalmente al prestatario, que
corre con el riesgo y las molestias de emplearlo, y

(02:27:46):
otra parte al prestamista, que le da la oportunidad de
conseguir ese beneficio. El interés del dinero es siempre un
ingreso derivado, que si no es pagado a partir del
beneficio conseguido mediante el uso del dinero, debe ser pagado
mediante alguna otra fuente de ingreso, salvo quizás cuando el
prestatario es un despilfarrador que contrae una segunda deuda para

(02:28:07):
pagar el interés de la primera. El ingreso que procede
completamente de la tierra se llama renta y pertenece al terrateniente.
El ingreso del agricultor se deriva en parte de su
trabajo y en parte de su capital. Para él la
tierra es sólo el instrumento que le permite ganar los
salarios de ese trabajo y conseguir los beneficios de ese capital.

(02:28:28):
Todos los impuestos, y todos los ingresos que están basados
en ellos, todos los sueldos, pensiones y anualidades de todo
tipo se derivan en última instancia de alguna u otra
de esas tres fuentes originales de ingreso, y son pagados
directa o indirectamente de los salarios del trabajo, los beneficios
del capital o la renta de la tierra. Cuando estas

(02:28:49):
tres distintas fuentes de ingreso pertenecen a personas distintas son
claramente distinguibles, pero cuando pertenecen a una misma persona resultan
a veces confundidas unas con otras, al menos en el
lenguaje corriente. Un caballero que cultiva una parte de su propiedad,
después de pagar los gastos del cultivo, deberá ganar tanto
la renta del terrateniente como el beneficio del agricultor. Sin embargo,

(02:29:14):
tenderá a llamar beneficio a todo lo que gana, confundiendo
así la renta con el beneficio, al menos en el
hablar cotidiano. Es la situación de la mayor parte de
nuestros cultivadores en América del Norte y las Indias Occidentales.
La mayoría cultiva sus propiedades, y por eso rara vez
oímos hablar de la renta de sus plantaciones y frecuentemente

(02:29:35):
de sus beneficios. Los agricultores en contadas ocasiones contratan a
un supervisor para que dirija las operaciones de la granja.
En general trabajan mucho ellos mismos con sus propias manos
como labradores, rastrilladores, etc. Lo que resta de la cosecha
después de pagar la renta, en consecuencia, debería no sólo

(02:29:56):
reemplazarles el capital invertido en el cultivo, junto con los
beneficios corrientes, sino también pagarles su salario, como trabajadores y
como supervisores. Todo lo que resta después de pagar la
renta y mantener el capital se llama beneficio, pero es
evidente que los salarios forman parte de él. El agricultor,
al ahorrarse el pago de estos salarios, debe evidentemente ganarlos él. Así,

(02:30:21):
en este caso los salarios resultan confundidos con los beneficios.
Un industrial independiente, que cuenta con un capital suficiente para
comprar materiales y para mantenerse hasta que pueda llevar su
producción al mercado, deberá ganar tanto el salario del jornalero
que trabaja para un patrón como el beneficio que ese
patrón obtiene de la venta del trabajo del jornalero. Su

(02:30:43):
ganancia total, sin embargo, recibe habitualmente el nombre de beneficio
y también en este caso, entonces, el salario aparece confundido
con el beneficio. Un jardinero que cultiva una huerta con
sus propias manos unifica en sí mismo las personalidades diferentes
del terrateniente, el agricultor y el trabajador. Su producto, en consecuencia,

(02:31:06):
deberá pagarle la renta del primero, el beneficio del segundo
y el salario del tercero. Pero comúnmente se considera al
conjunto como los ingresos de su trabajo. En este caso
tanto la renta como el beneficio se confunden con el salario.
Así como en un país civilizado hay muy pocas mercancías
cuyo valor de cambio emerge sólo del trabajo, porque la

(02:31:28):
renta y el beneficio representan una parte importante de la
mayoría de ellas, el producto anual de su trabajo será
siempre suficiente para comprar o dirigir una cantidad de trabajo
mucho mayor que la empleada en conseguir, preparar y llevar
ese producto al mercado. Si la sociedad emplease cada año
todo el trabajo que podría comprar anualmente, como la cantidad

(02:31:48):
de trabajo se incrementaría considerablemente cada año, así el producto
de cada año sucesivo sería de un valor vastamente superior
al del anterior. Pero no hay país en donde todo
el producto anual sea empleado en mantener a las personas laboriosas.
Los ociosos consumen en todas partes una porción muy grande
de él, y según sean las diferentes proporciones en las

(02:32:10):
que se divida anualmente entre esos dos grupos de personas,
así su valor corriente o medio deberá aumentar, o disminuir
o permanecer constante de un año a otro. Capítulo 7 Del
Precio Natural y del Precio de Mercado de las Mercancías
En toda sociedad o población existe una tasa corriente o
media tanto de salarios como de beneficios en todos los

(02:32:32):
diferentes empleos del trabajo y del capital. Esta tasa está
anualmente determinada, como demostraré después, en parte por las condiciones
generales de la sociedad, su riqueza o pobreza, su situación
de progreso, estancamiento o decadencia, y en parte por la
naturaleza particular de cada uno de esos empleos. De la

(02:32:53):
misma forma, hay en cada sociedad o población una tasa
corriente o media de renta, que también es regulada, como
demostraré posteriormente, en parte por las condiciones generales de la
sociedad o población en donde está situada la tierra, y
en parte por la fertilidad natural o artificial de la tierra.
Estas tasas corrientes o medias pueden ser denominadas tasas naturales

(02:33:16):
de salario, beneficio y renta, en el momento y lugar
en donde habitualmente prevalezcan. Cuando el precio de una mercancía
no es ni mayor ni menor de lo que es
suficiente para pagar las tasas naturales de la renta de
la tierra, el salario del trabajo y el beneficio del
capital destinados a conseguirla, prepararla y traerla al mercado, entonces

(02:33:36):
la mercancía se vende por lo que puede llamarse su
precio natural. La mercancía se vende entonces exactamente por lo
que vale, o por lo que realmente le cuesta a
la persona que la trae al mercado. Porque aunque en
el lenguaje cotidiano lo que se llama el coste primario
de cualquier mercancía no comprende el beneficio de la persona
que la revende, si la vende a un precio que

(02:33:57):
no le reporta la tasa corriente de beneficios en su zona,
esa persona está evidentemente perdiendo dinero, puesto que si emplease
su capital en alguna otra forma habría podido obtener esos beneficios.
Su beneficio, además, es su ingreso, el fondo adecuado para
su subsistencia. Y así como cuando prepara y trae los

(02:34:18):
bienes al mercado adelanta a sus trabajadores sus salarios o
su subsistencia, se avanza a sí mismo de la misma
forma su propia subsistencia, que en general se ajusta al
beneficio que pueda razonablemente esperar obtener de la venta de
sus bienes. Si no le reportan este beneficio, entonces no
le compensan por lo que con precisión podría decirse que

(02:34:38):
realmente le han costado. Aunque el precio que le proporciona
este beneficio, por tanto, no siempre es el más bajo
al que un comerciante puede vender sus mercancías, si es
el más bajo al que puede venderlas durante un tiempo considerable,
al menos donde hay libertad plena o donde puede cambiar
su actividad tan frecuentemente como desee. El precio efectivo al

(02:35:00):
que se vende habitualmente una mercancía se llama precio de mercado.
Puede estar por encima o por debajo, o ser exactamente
igual al precio natural. El precio de mercado de cada
mercancía concreta está determinado por la proporción entre la cantidad
que de hecho se trae al mercado y la demanda
de los que están dispuestos a pagar el precio natural

(02:35:20):
de la mercancía, o el valor total de la renta,
el trabajo y el beneficio que deben pagarse para llevarla
al mercado. Estas personas pueden ser llamadas demandantes efectivos y
su demanda la demanda efectiva porque basta para efectuar la
puesta de la mercancía en el mercado. Es diferente de
la demanda absoluta. Puede decirse en algún sentido que un

(02:35:42):
hombre muy pobre tiene una demanda de un carruaje tirado
por seis caballos. Es posible que lo desee, pero su
demanda no es una demanda efectiva, porque la mercancía nunca
será llevada al mercado para satisfacerla. Cuando la cantidad de
cualquier mercancía llevada al mercado es menor que la demanda efectiva,
todos aquellos que están dispuestos a pagar el valor completo

(02:36:03):
de la renta, los salarios y el beneficio que deben
ser pagados para llevarla al mercado, no podrán ser suministrados
con la cantidad que desean. En lugar de pasarse sin ella,
algunos estarán dispuestos a pagar más. Se establecerá inmediatamente una
competencia entre ellos, y el precio de mercado subirá más
o menos por encima del precio natural, según que la

(02:36:25):
mayor o menor escasez, o la riqueza y el deseo
de ostentación de los competidores anime más o menos su
afán de competir. Entre competidores de la misma riqueza y lujo,
una misma escasez generalmente ocasionará una competencia más o menos
aguda según que la adquisición de la mercancía les resulte
más o menos importante. De ahí el precio exorbitante de

(02:36:47):
los medios de subsistencia durante el bloqueo de una ciudad
o durante una hambruna. Cuando la cantidad traída al mercado
cede la demanda efectiva, no podrá ser totalmente vendida a
los que están dispuestos a pagar el valor total de
la renta, salarios y beneficios que deben ser pagados para
llevarla al mercado. Una parte deberá ser vendida a los

(02:37:07):
que están dispuestos a pagar menos y el precio menor
que pagarán por ella deberá reducir el precio del conjunto.
El precio de mercado se hundirá más o menos por
debajo del precio natural, según que la amplitud del exceso
aumente más o menos la competencia de los vendedores, o
según sea más o menos importante para ellos el desprenderse
inmediatamente de la mercancía. El mismo exceso en la importación

(02:37:31):
de artículos perecederos ocasionará una competencia mucho más intensa que
en la de bienes durables, más en la importación de naranjas,
por ejemplo, que en la de chatarra. Cuando la cantidad
traída al mercado es exactamente suficiente para satisfacer la demanda
efectiva y nada más, el precio de mercado llega a
coincidir precisamente, o tan precisamente como pueda pensarse, con el

(02:37:54):
precio natural. Toda la cantidad ofrecida se venderá a ese precio,
y no podrá venderse más cara. La competencia entre los
diversos comerciantes obliga a todos a aceptar este precio, pero
no uno menor. La cantidad de toda mercancía llevada al
mercado se ajusta naturalmente a la demanda efectiva. Está en

(02:38:14):
el interés de todos los que emplean su tierra, trabajo
y capital en traer al mercado cualquier mercancía el que
la cantidad nunca supere a la demanda efectiva, y está
en el interés de todas las demás personas el que
nunca sea menor que dicha demanda. Si en un momento
dado supera a la demanda efectiva, alguna de las partes
componentes del precio deberá ser pagada por debajo de su

(02:38:36):
tasa natural. Si es la renta, el interés de los
terratenientes les llevará de inmediato a retirar una parte de
su tierra, si es el salario o el beneficio. El
interés de los trabajadores en un caso y de sus
empleadores en el otro los conducirá a retirar una parte
de su trabajo o de su capital de este empleo.
La cantidad presentada en el mercado pronto no será más

(02:38:58):
que suficiente como para satisfacer la demanda efectiva. Todas las
diversas partes de su precio subirán hasta su tasa natural
y el precio total hasta su precio natural. Por el contrario,
si la cantidad traída al mercado cae en un momento
dado por debajo de la demanda efectiva, alguna de las
partes componentes de su precio deberá subir por encima de

(02:39:20):
su tasa natural. Si es la renta, el interés de
todos los demás terratenientes los impulsará a preparar más tierra
para producir esa mercancía, si es el salario o el beneficio.
El interés de los demás trabajadores y comerciantes los alentará
a emplear más trabajo y capital en prepararla y llevarla
al mercado. La cantidad allí presentada pronto será suficiente como

(02:39:42):
para satisfacer la demanda efectiva. Todas las diversas pares de
su precio bajarán hasta su tasa natural y el precio
total hasta su precio natural. El precio natural, por tanto,
es como un precio central en torno al cual gravitan
constantemente los precios de todas las mercancías. Accidentes diversos pueden

(02:40:02):
a veces mantenerlos suspendidos muy por encima de él y
a veces forzarlos algo por debajo de dicho precio. Pero
cualesquiera sean los obstáculos que les impidan asentarse en ese
centro de reposo y estabilidad, tienden constantemente hacia él. El
esfuerzo total desarrollado para traer cualquier mercancía al mercado se
ajusta naturalmente de esta forma a la demanda efectiva. Procura

(02:40:26):
naturalmente traer la cantidad precisa que será suficiente para abastecer
esa demanda, y nada más. Pero en algunos quehaceres el
mismo esfuerzo producirá en momentos diferentes cantidades muy distintas de mercancías,
mientras que en otras actividades producirá siempre las mismas cantidades
o cantidades muy parecidas. El mismo número de trabajadores agrícolas

(02:40:49):
producirá en años distintos cantidades muy diversas de cereal, vino, aceite, lúpulo, etc.
Pero el mismo número de hilanderos y tejedores producirá todos
los años una idéntica o casi idéntica cantidad de tejidos
de lino y lana. En el primer tipo de labor
es sólo la producción media la que puede ajustarse a
la demanda efectiva, y como su producción real es a

(02:41:11):
menudo mucho mayor o mucho menor que la media, la
cantidad de mercancías en el mercado a veces excederá con
mucho a la demanda efectiva y otras veces se quedará
muy corta. Entonces, incluso aunque esa demanda permanezca siempre constante,
el precio de mercado será susceptible de violentas fluctuaciones, y
en ocasiones caerá considerablemente por debajo y en otras ocasiones

(02:41:33):
subirá muy por encima del precio natural. En las actividades
del segundo tipo, como la producción de cantidades iguales de
trabajo será siempre la misma o casi la misma, podrá
acomodarse mejor a la demanda efectiva. En consecuencia, si esa
demanda sigue siendo la misma, el precio de mercado probablemente
hará lo propio y coincidirá exactamente, o lo más exactamente

(02:41:56):
que se pueda juzgar, con el precio natural. La experiencia
de cualquier persona confirma que el precio de los tejidos
de lino o lana no está expuesto a variaciones ni
tan frecuentes ni tan intensas como el precio de los granos.
El precio de las primeras mercancías varía sólo ante cambios
en la demanda. El precio de las segundas lo hacen
no sólo ante cambios en la demanda sino ante los

(02:42:18):
cambios más habituales y más acusados en la cantidad que
es ofertada en el mercado para satisfacer dicha demanda. Las
fluctuaciones ocasionales y temporales en el precio de mercado de
cualquier mercancía repercuten principalmente sobre aquellas partes de su precio
que se resuelven en salarios y beneficios. La parte que
se traduce en renta queda menos afectada. Una renta fijada

(02:42:41):
en dinero no resulta en absoluto afectada por esas fluctuaciones,
ni en su tasa ni en su valor. En una
renta que consista en una proporción determinada o en una
cantidad determinada de productos de la tierra, el valor anual
resulta indudablemente afectado por todas las fluctuaciones ocasionales y temporales
en el precio de mercado de dichos productos, pero la

(02:43:02):
tasa anual rara vez se ve afectada por ellas. Al
estipular las condiciones del arrendamiento, el terrateniente y el agricultor procuran,
con arreglo a su mejor criterio, ajustar dicha tasa no
al precio temporal y ocasional sino al precio promedio y
corriente de los productos. Esas fluctuaciones afectan tanto al valor
como a la tasa de salarios y de beneficios, según

(02:43:24):
que el mercado esté sobreabastecido o desabastecido de mercancías o
de mano de obra, con trabajo hecho o con trabajo
por hacer. Un luto nacional eleva el precio de las
telas negras, de las que el mercado está casi siempre
desabastecido en tales ocasiones, y expande los beneficios de los
comerciantes que posean un inventario considerable de las mismas. Pero

(02:43:46):
no tiene impacto alguno sobre los salarios de los tejedores.
El mercado está desabastecido de mercancías, no de mano de obra,
le falta trabajo hecho, no trabajo por hacer. Lo que
sí hace es subir los salarios de los astres. Aquí
el mercado está desabastecido de mano de obra. Existe una
demanda efectiva insatisfecha de más mano de obra, de más

(02:44:09):
trabajo por hacer. Los precios de las sedas y tejidos
de color se hunden, y por ello hacen lo propio
los beneficios de los comerciantes que disponen de existencias considerables
de los mismos. También se deprimen los salarios de los
obreros empleados en la preparación de dichas mercancías, cuya demanda
se interrumpe por completo durante seis meses, e incluso quizás

(02:44:30):
durante doce. El mercado en este caso se haya sobreabastecido
tanto de mercancías como de mano de obra. Pero aunque
el precio de mercado de cada mercancía específica se encuentra
de esta forma, y si se permite la expresión, gravitando
hacia el precio natural. En algunas ocasiones puede ocurrir que
accidentes o causas naturales o medidas políticas concretas mantengan, en

(02:44:52):
el caso de numerosas mercancías, el precio de mercado durante
mucho tiempo considerablemente por encima del precio natural. Cuando por
un aumento en la demanda efectiva, el precio de mercado
de alguna mercancía en particular asciende muy por encima de
su precio natural. Aquellos que emplean sus capitales para ofertarla
en el mercado se cuidan en general de ocultar este cambio.

(02:45:15):
Si fuera conocido por todo el mundo, sus abultados beneficios
tentarían a tantos nuevos rivales a invertir sus capitales de
la misma forma que, al quedar la demanda efectiva plenamente satisfecha,
el precio de mercado caería pronto hasta el precio natural,
e incluso durante algún tiempo por debajo del mismo. Si
el mercado está situado a una gran distancia de las

(02:45:36):
residencias de quienes lo suministran, puede que ellos sean capaces
de mantener el secreto durante varios años, y durante todo
ese tiempo disfrutar de sus beneficios extraordinarios sin ningún nuevo competidor.
Hay que reconocer, no obstante, que es muy difícil conservar
durante bastante tiempo secretos de esta índole, y los beneficios

(02:45:56):
extraordinarios no pueden durar más que hasta un poco después
de lo que duran los secretos. Los secretos en la
industria pueden perdurar más tiempo que los secretos en el comercio.
Un tintorero que descubre el medio de producir un color
determinado con materiales que cuestan apenas la mitad de los
utilizados habitualmente puede, si se maneja con precaución, disfrutar de

(02:46:17):
las ventajas de su descubrimiento durante toda su vida e
incluso dejarlo como herencia a sus descendientes. Sus extraordinarias ganancias
derivan del elevado precio que se paga por su trabajo específico,
son con propiedad los altos salarios de dicho trabajo. Pero
como repercuten sobre todas las partes de su capital, y
como su monto guarda por ello una relación proporcional con

(02:46:40):
el mismo, son usualmente considerados como beneficios extraordinarios del capital.
Estas elevaciones del precio de mercado son evidentemente las consecuencias
de accidentes concretos, aunque el proceso pueda a veces extenderse
a lo largo de muchos años. Algunos productos naturales requieren
un suelo y una localización tan especiales que toda la

(02:47:01):
tierra apta para su cultivo en un gran país puede
resultar insuficiente para satisfacer la demanda efectiva. La cantidad total
ofertada en el mercado, entonces, será adquirida por aquellos que
están dispuestos a pagar más de lo suficiente para pagar
las tasas naturales de la renta de la tierra que
los produjo, junto con los salarios del trabajo y los

(02:47:21):
beneficios del capital que fueron empleados en prepararlos y traerlos
al mercado. Estas mercancías pueden mantenerse durante siglos enteros a
precios elevados, y la parte de los mismos que se
resuelve en renta es en este caso la parte que
es sistemáticamente pagada por encima de su tasa natural. La
renta de la tierra que permite producciones tan singulares y apreciadas,

(02:47:43):
como la renta de algunos viñedos en Francia cuya situación
y suelo son particularmente privilegiados, no guarda ninguna proporción regular
con la renta de otras tierras vecinas, igualmente fértiles y
bien cultivadas. Los salarios del trabajo y los beneficios del
capital empleados en traer esas mercancías al mercado, por el contrario,
rara vez están fuera de su proporción natural con respecto

(02:48:06):
a los demás empleos del trabajo y del capital en
las cercanías. Estos aumentos del precio de mercado son evidentemente
consecuencia de causas naturales que pueden impedir que la demanda
efectiva resulte alguna vez satisfecha, y que por ello pueden
perdurar para siempre. Un monopolio concedido a un individuo o
una compañía tiene el mismo efecto que el secreto en

(02:48:28):
el comercio o la industria. Los monopolistas, al mantener al
mercado constantemente desabastecido, al no suministrar nunca plenamente a la
demanda efectiva, ofertan sus mercancías muy por encima de su
precio natural y elevan sus remuneraciones, sea que consistan en
salarios o beneficios, considerablemente sobre su tasa natural. El precio

(02:48:50):
de monopolio es siempre el más alto posible. El precio natural,
o precio de libre competencia, por el contrario, es el
más bajo posible, no en todas las ocasiones, pero sí
durante cualquier periodo prolongado de tiempo. El primero es siempre
el máximo que puede arrancarse a los compradores, o que
se supone que ellos consentirán que se les arranque. El

(02:49:13):
segundo es el más bajo que los vendedores pueden normalmente
aceptar y al mismo tiempo continuar con su negocio. los
privilegios exclusivos de los gremios, los estatutos de los aprendices,
y todas aquellas leyes que restringen la competencia en algunos
sectores concretos y la limitan a un número menor de
competidores del que en otras circunstancias podría acceder a ellos

(02:49:34):
tienen el mismo efecto, aunque en un grado menor. Son
una especie de monopolios ampliados y pueden a menudo mantener
durante muchísimo tiempo en cualquier clase de actividad al precio
de mercado de algunas mercancías determinadas por encima de su
precio natural, y mantener tanto los salarios del trabajo como
los beneficios del capital empleados en ese sector algo por

(02:49:54):
encima de sus tasas naturales. Estos incrementos del precio de
mercado perduran hasta tanto lo hagan las reglamentaciones políticas que
los han ocasionado. Aunque el precio de mercado de cualquier
mercancía puede mantenerse durante mucho tiempo por encima de su
precio natural, rara vez puede hacerlo por debajo de dicho precio.

(02:50:15):
Sea cual fuere la parte del mismo pagada a menos
de su tasa natural, las personas cuyos intereses resulten afectados
experimentarán una pérdida de inmediato, y acto seguido retirarán la
tierra o el trabajo o el capital en la medida
necesaria para que la cantidad ofertada en el mercado llegue
pronto a ser apenas suficiente para satisfacer la demanda efectiva.

(02:50:36):
Así el precio de mercado pronto subirá hasta el precio natural.
Así ocurrirá al menos en el caso de que haya
plena libertad. Los mismos estatutos de aprendizaje y otras leyes
gremiales que permiten, cuando una manufactura prospera, que cada trabajador
aumente sus salarios muy sobre su tasa natural, lo obligan
a veces, cuando la manufactura languidece, a aceptar una reducción

(02:50:59):
muy por debajo de dicha tasa. Así como en un
caso impiden a muchas personas competir por su puesto de trabajo,
en el otro le impiden a él competir por muchos
puestos de trabajo. Sin embargo, los efectos de tales reglamentaciones
no duran tanto cuando hunden los salarios del trabajador por
debajo de su tasa natural como cuando los elevan sobre

(02:51:20):
dicha tasa. Su acción en este caso puede perdurar durante siglos,
mientras que en el otro no puede durar más de
lo que duren las vidas de algunos de los trabajadores
que fueron preparados para esa actividad durante su fase de prosperidad.
Desaparecidos éstos, el número de los que después se preparen
para ese negocio se adaptará naturalmente a la demanda efectiva.

(02:51:42):
Una política capaz de hundir en un sector determinado los
salarios o los beneficios por debajo de su tasa natural
durante muchas generaciones deberá ser tan violenta como la del
Indostano o el Antiguo Egipto, donde cada hombre estaba forzado
por un principio religioso a seguir la ocupación de su padre,
y se suponía que si la cambiaba cometía el más
horrible de los sacrilegios. Esto es lo que hasta este

(02:52:04):
punto creo necesario destacar acerca de las desviaciones, sean ocasionales
o permanentes, entre precio de mercado de las mercancías y
su precio natural. El propio precio natural varía con la
tasa natural de cada uno de sus componentes, salarios, beneficios
y rentas, y en cada sociedad esta tasa varía según
las circunstancias, según su riqueza o su pobreza, según su

(02:52:28):
condición progresiva, estacionaria o decadente. En los próximos cuatro capítulos
intentaré explicar de la forma más completa y clara que
pueda las causas de estas distintas variaciones. En primer lugar,
intentaré analizar cuáles son las circunstancias que determinan naturalmente la
tasa de salarios y en qué manera resultan afectadas por

(02:52:49):
la riqueza o la pobreza, por la condición progresiva, estacionaria
o regresiva de la sociedad. En segundo lugar, trataré de
demostrar las circunstancias que naturalmente determinan la tasa de beneficio,
y también de qué manera esas circunstancias resultan afectadas por
las mismas variaciones en el estado de la sociedad. Aunque

(02:53:09):
los salarios y los beneficios monetarios son muy diferentes en
los diferentes empleos del trabajo y del capital, existe normalmente
una cierta proporción entre los salarios monetarios en todos los
diversos empleos del trabajo y de los beneficios pecuniarios en
todos los diversos empleos del capital. Esta proporción, como se
verá más adelante, depende en parte de la naturaleza de

(02:53:32):
los distintos empleos y en parte de las varias leyes
y políticas de la sociedad en que se realizan. Pero
aunque dependa en muchos aspectos de las leyes y las políticas,
esta proporción no parece estar afectada por la riqueza o
pobreza de esa sociedad, ni por su condición progresiva, estacionaria
o declinante. En todas esas diversas situaciones permanece igual o

(02:53:53):
casi igual. Lo que haré en tercer término será explicar
las diferentes circunstancias que regulan esta proporción. En cuarto y
último lugar, procuraré demostrar cuáles son las circunstancias que regulan
la renta de la tierra y que aumentan o disminuyen
el precio real de todas las diferentes sustancias que ella produce.

(02:54:15):
El producto del trabajo constituye su recompensa natural o salario.
En el estado original de cosas que precede tanto a
la apropiación de la tierra como a la acumulación del capital,
todo el producto del trabajo pertenece al trabajador. no lo
comparte con terrateniente ni con patrono alguno. Si ese estado

(02:54:37):
hubiese continuado, los salarios del trabajo habrían aumentado con todos
aquellos progresos en su capacidad productiva ocasionados por la división
del trabajo. Todas las cosas se hubiesen vuelto gradualmente más baratas.
se producirían con menos cantidad de trabajo, y como las
mercancías producidas con las mismas cantidades de trabajo se intercambiarían

(02:54:58):
entonces naturalmente unas con otras, se comprarían con una cantidad
menor de trabajo. Pero aunque todas las cosas se hubiesen
vuelto en realidad más baratas, muchas de ellas podrían haberse
convertido en más caras o intercambiarse por una cantidad mayor
de otros bienes. Supongamos por ejemplo que en el grueso
de los empleos la capacidad productiva del trabajo se hubiese

(02:55:20):
multiplicado por 10, o que una jornada laboral pudiese producir 10 veces
la cantidad de trabajo que antes, pero que en un
empleo concreto se hubiese multiplicado sólo por 2, o que una
jornada laboral pudiese producir sólo el doble de trabajo que antes.
Al intercambiar el producto de un día de trabajo en
la mayoría de las actividades, por el de un día

(02:55:41):
de trabajo en esa actividad concreta, diez veces la cantidad
original de trabajo en las primeras compraría sólo dos veces
la cantidad original de trabajo en la segunda. Así, una
cantidad particular de esta, una libra de peso por ejemplo,
parecería cinco veces más cara que antes. En realidad, sería
dos veces más barata. Aunque su compra requiriese cinco veces

(02:56:05):
la cantidad de otros bienes, el producirla o comprarla requeriría
la mitad de trabajo. Su adquisición, por lo tanto, sería
dos veces más fácil que antes. Pero ese estado original
de cosas en donde el trabajador disfrutaba de todo el
producto de su propio trabajo no podía durar una vez
que empezó a desarrollarse la propiedad de la tierra y

(02:56:25):
la acumulación del capital. Terminó, en consecuencia, mucho antes de
que la capacidad productiva del trabajo registrase los progresos más considerables,
y no tiene sentido especular más sobre cuál habría sido
su posible impacto sobre la recompensa o salarios del trabajo.
Una vez que la tierra se convierte en propiedad privada,

(02:56:46):
el terrateniente demanda una parte de casi toda la producción
que el trabajador pueda cultivar o recoger de la misma.
Su renta es la primera deducción del producto del trabajo
empleado en la tierra. Rara vez ocurre que la persona
que cultiva la tierra disponga de lo suficiente para mantenerse
hasta que recoge la cosecha. Su subsistencia en general le

(02:57:07):
es adelantada a partir del capital de un patrono, el
granjero que lo emplea y que no tendría interés alguno
en hacerlo si no fuera a compartir el producto de
su trabajo, o si su capital no le fuese reemplazado
con un beneficio. Este beneficio es la segunda deducción del
producto del trabajo empleado en la tierra. El producto de
casi todos los demás trabajos está sujeto a una deducción

(02:57:30):
análoga por el beneficio. En todas las artes y manufacturas
la mayor parte de los trabajadores necesitan de un patrono
que les facilite los materiales con los que trabajan y
los salarios y subsistencias hasta que sean elaborados. El patrono
comparte el producto de su trabajo, o el valor que
añade a los materiales a los que se incorpora, su

(02:57:50):
cuota es su beneficio. Ocurre a veces, en pero, que
un trabajador independiente dispone de un capital suficiente tanto para
comprar los materiales con los que trabaja como para mantenerse
hasta que sean elaborados. Es a la vez patrono y obrero,
y disfruta del producto completo de su trabajo, o del
valor completo que añade a los materiales sobre los que

(02:58:12):
se aplica. Incluye lo que normalmente son dos remuneraciones separadas,
pertenecientes a personas separadas, los beneficios del capital y los
salarios del trabajo. Estos casos, sin embargo, no son muy frecuentes,
y en toda Europa por cada 20 obreros que sirven a
un patrón no hay uno que es independiente, y se

(02:58:32):
entiende que los salarios son en todas partes, como de
hecho son, pagos que tienen lugar cuando el trabajador es
una persona y otra el propietario del capital que lo emplea.
Los salarios corrientes dependen en todos los lugares del contrato
que se establece normalmente entre dos partes, cuyos intereses en
modo alguno son coincidentes. Los trabajadores desean conseguir tanto, y

(02:58:55):
los patronos entregar tan poco, como guión bajo sea posible.
Los primeros están dispuestos a asociarse para elevar los salarios,
y los segundos para disminuirlos. No resulta, en pero, difícil
prever cuál de las dos partes se impondrá habitualmente en
la puja, y forzará a la otra a aceptar sus condiciones.

(02:59:16):
Los patronos, al ser menos, pueden asociarse con más facilidad,
y la ley, además, autoriza o al menos no prohíbe
sus asociaciones, pero sí prohíbe las de los trabajadores. No
tenemos leyes del Parlamento contra las uniones que pretendan rebajar
el precio del trabajo, pero hay muchas contra las uniones
que aspiran a subirlo. Además, en todos estos conflictos los

(02:59:39):
patronos pueden resistir durante mucho más tiempo. Un terrateniente, un granjero,
un industrial o un mercader, aunque no empleen a un
solo obrero, podrían en general vivir durante un año o
dos del capital que ya han adquirido. Pero sin empleo
muchos trabajadores no podrían resistir ni una semana, unos pocos
podrían hacerlo un mes y casi ninguno un año. A

(03:00:02):
largo plazo el obrero es tan necesario para el patrono
como el patrono para el obrero, pero esta necesidad no
es tan así a corto plazo. Se ha dicho que
las asociaciones de patronos son inusuales y las de los
obreros usuales. Pero el que imagine que por ello los
patronos no se unen, no sabe nada de nada. Los
patronos están siempre y en todo lugar en una especie

(03:00:25):
de acuerdo, tácito pero constante y uniforme, para no elevar
los salarios sobre la tasa que exista en cada momento.
Violar este concierto es en todo lugar el acto más
impopular y expone al patrono que lo comete al reproche
entre sus vecinos y sus pares. Es verdad que rara
vez oímos hablar de este acuerdo, porque es el estado
de cosas usual, y uno podría decir natural, del que

(03:00:48):
nadie oye hablar jamás. Los patronos a veces entran en
uniones particulares para hundir los salarios por debajo de esa tasa.
Se urden siempre con el máximo silencio y secreto hasta
el momento de su ejecución, y cuando los obreros, como
a veces ocurre, se someten sin resistencia, pasan completamente desapercibidas.

(03:01:09):
Sin embargo, tales asociaciones son frecuentemente enfrentadas por una combinación
defensiva de los trabajadores, y a veces ellos también, sin
ninguna provocación de esta suerte, se unen por su cuenta
para elevar el precio del trabajo. Los argumentos que esgrimen
son a veces el alto precio de los alimentos, y
a veces el gran beneficio que sus patronos obtienen gracias

(03:01:30):
a su esfuerzo. Pero sea que sus asociaciones resulten ofensivas
o defensivas, siempre habla mucho sobre ellas. Para precipitar la
solución del conflicto siempre organizan grandes alborotos y a veces
recurren a la violencia y los atropellos más reprobables. Se
trata de personas desesperadas, que actúan con la locura y

(03:01:51):
frenesí propios de desesperados, que enfrentan la alternativa de morir
de hambre o de aterrorizar a sus patronos para que
acepten de inmediato sus condiciones. En estas ocasiones los patronos
son tan estruendosos como ellos, y nunca cesan de dar
voces pidiendo el socorro del magistrado civil y el cumplimiento
riguroso de las leyes que con tanta severidad han sido

(03:02:11):
promulgadas contra los sindicatos de sirvientes, obreros y jornaleros. Los trabajadores,
en consecuencia, rara vez derivan alguna ventaja de la violencia
de esas tumultuosas asociaciones que, en parte por la intervención
del magistrado civil, en parte por la mayor resistencia de
los patronos, y en parte por la necesidad del grueso

(03:02:31):
de los obreros de someterse simplemente para garantizar su subsistencia presente,
suelen terminar en nada salvo el castigo o la ruina
de sus dirigentes. Pero aunque en los conflictos con sus
obreros los patronos llevan generalmente ventaja, existe una tasa determinada
por debajo de la cual es imposible reducir durante mucho
tiempo los salarios normales incluso de los tipos de trabajo

(03:02:54):
más modestos. Un hombre ha de vivir siempre de su trabajo,
y su salario debe al menos ser capaz de mantenerlo.
En la mayor parte de los casos debe ser capaz
de más, si no le será imposible mantener a su familia,
y la raza de los trabajadores se extinguiría pasada una generación.
El señor Cantillon supone por esta razón que en todas

(03:03:15):
partes los trabajadores más modestos deben ganar al menos el
doble de lo que necesitan para subsistir, para que puedan
por parejas criar dos hijos, y supone que el trabajo
de la mujer, que se encarga de criarlos, sólo alcanza
para su propia subsistencia. Ahora bien, se estima que la
mitad de los niños muere antes de llegar a la
edad adulta. Según esto, los trabajadores más pobres deben intentar

(03:03:39):
criar al menos a cuatro niños por matrimonio, para que
al menos dos tengan la posibilidad de llegar a esa edad.
Se supone, así, que el mantener a cuatro niños es
lo mismo que mantener a un hombre. El mismo autor
añade que el trabajo de un esclavo vale el doble
de lo que cuesta su subsistencia, y él piensa que
el del trabajador más modesto no puede valer menos que

(03:04:01):
el de un esclavo. Es entonces evidente que para poder
mantener a una familia, el trabajo conjunto del marido y
la mujer, incluso en las labores más modestas, debe ser
capaz de ganar más de lo necesario para su propia subsistencia, renuncio.
Sin embargo, a precisar en qué proporción, si en la
antes mencionada o en alguna otra. Hay ciertas circunstancias que

(03:04:25):
permiten a veces a los trabajadores llevar una ventaja y
aumentar sus salarios considerablemente por encima de ese nivel, que
es evidentemente el mínimo coherente con la existencia humana. Cuando
en un país la demanda por los que viven de
su salario, trabajadores, jornaleros, sirvientes de toda clase, aumenta sin cesar,
cuando cada año hay empleo para un número mayor que

(03:04:47):
el año anterior, los trabajadores no necesitan coaligarse para obtener
un salario mayor. La escasez de mano de obra desencadena
una competencia entre los patronos para conseguir trabajadores, y rompen
así voluntariamente su combinación natural para no incrementar los salarios.
Es evidente que la demanda por los que viven de
su salario no puede expandirse sino en proporción al aumento

(03:05:10):
de los fondos destinados al pago de salarios. Estos fondos
son de dos clases, primero, el ingreso que está por
encima y más allá de lo necesario para la subsistencia,
y segundo, el capital que está por encima y más
allá de lo necesario para el empleo de sus patronos.
Cuando el terrateniente, rentista o persona adinerada tiene un ingreso

(03:05:32):
mayor que el que juzga suficiente para mantener a su familia,
dedica parte o todo el excedente a mantener uno o
más sirvientes. Si aumenta ese excedente, él aumentará naturalmente el
número de dichos sirvientes. Cuando un trabajador independiente, como un
tejedor o un zapatero, tiene más capital del suficiente para

(03:05:52):
comprar los materiales con los que trabaja y para mantenerse
hasta que venda sus productos, empleará naturalmente con el excedente
a uno o más jornaleros con el objeto de obtener
un beneficio de su trabajo. Si aumenta ese excedente, él
aumentará naturalmente el número de sus jornaleros. La demanda por
aquellos que viven de su salario, entonces, aumenta necesariamente con

(03:06:16):
la expansión del ingreso y el capital de cualquier país,
y no puede aumentar sin ella. El incremento del ingreso
y el capital es el incremento de la riqueza nacional.
La demanda por los que viven de su salario, en consecuencia,
aumenta naturalmente con la expansión de la riqueza nacional, y
no puede aumentar sin ella. Lo que ocasiona una subida

(03:06:38):
en los salarios no es el tamaño efectivo de la
riqueza nacional sino su permanente crecimiento. Los salarios, por lo tanto,
no son más altos en los países más ricos sino
en los que prosperan más o en los que se
hacen ricos más rápidamente. Los salarios, así, son mucho más
altos en América del Norte que en ninguna parte de Inglaterra.

(03:06:59):
En la provincia de Nueva York los peones ordinarios ganan
tres chelines y seis peniques de moneda corriente por día,
lo que equivale a dos chelines esterlinas. Los carpinteros navales
ganan diez chelines y seis peniques en moneda corriente y
una pinta de ron que vale seis peniques esterlinos, lo
que en conjunto equivale a seis chelines y seis peniques esterlinos.

(03:07:20):
Los carpinteros y albañiles ganan ocho chelines corrientes o cuatro
chelines y seis peniques esterlinos. Los peones desastre. cinco chelines
corrientes o unos dos chelines y diez peniques esterlinos. Todos
estos precios son superiores a los de Londres, y parece
que los salarios son tan abundantes en las demás colonias

(03:07:40):
como en Nueva York. El coste de la vida es
en toda América del Norte mucho más bajo que en Inglaterra.
Nunca se conoció allí una gran carestía de alimentos. En
las peores épocas siempre han tenido suficiente para ellos, aunque
hayan tenido menos para exportar. Si el precio monetario del trabajo, entonces,

(03:08:01):
es mayor que en cualquier lugar de la metrópoli, su
precio real, el poder real sobre las cosas necesarias y
convenientes para la vida que proporciona al trabajador deberá ser
mayor en una proporción aún más amplia. Aunque América del
Norte no es todavía tan rica como Inglaterra, prospera mucho
más rápido y avanza con mucha más rapidez en la

(03:08:21):
consecución de riquezas. La señal más patente de la prosperidad
de cualquier país es el aumento en el número de
sus habitantes. En Gran Bretaña y la mayoría de los
demás países de Europa se supone que no se duplican
en menos de 500 años. En las colonias británicas de América
del Norte se ha comprobado que se duplican cada 20 o 25 años.

(03:08:44):
En nuestros días este incremento no se debe a la
permanente importación de nuevos habitantes sino a la enorme multiplicación
de la población. Se dice que los que llegan a
una edad avanzada con frecuencia llegan a ver a 50 o 100 descendientes,
y a veces incluso a más. El trabajo está allí
tan bien remunerado que una familia numerosa, en vez de

(03:09:04):
ser una carga, es una fuente de riqueza y prosperidad
para los padres. El trabajo de cada niño, antes de
que abandone el hogar, es estimado en un valor de 100
libras de ganancia neta para los padres. Una joven viuda
con cuatro o cinco niños, que en las clases medias
o bajas de Europa casi no tendría posibilidad de encontrar

(03:09:24):
un segundo marido, allí es asiduamente cortejada como una suerte
de fortuna. El valor de los niños es el mayor
de todos los estímulos al matrimonio. No podemos, por tanto,
extrañarnos de que la gente en América del Norte se
case generalmente muy joven. Y a pesar del gran aumento
en la población ocasionado por esos matrimonios tempranos, hay una

(03:09:47):
queja permanente por la escasez de mano de obra. La
demanda de trabajadores, los fondos destinados a su manutención, aumenta
más rápido que la posibilidad de encontrarlos. Si la riqueza
de un país es muy grande, pero ha permanecido estacionaria
durante bastante tiempo, entonces no deberíamos esperar que los salarios

(03:10:07):
sean muy elevados. Los fondos destinados al pago de salarios,
el ingreso y el capital de sus habitantes, pueden ser
muy copiosos, pero si se han mantenido en el mismo
nivel o casi en el mismo nivel durante varios siglos,
el número de trabajadores empleados cada año fácilmente satisfará, y
quizás hasta más que satisfará, el número demandado el año siguiente.

(03:10:30):
Rara vez ocurrirá que haya escasez de mano de obra,
y no se verán los patronos obligados a competir por ella.
Por el contrario, en este caso la mano de obra
se multiplicará naturalmente más allá de los puestos de trabajo.
Habrá una escasez permanente de empleos y los trabajadores se
verán forzados a competir entre sí para obtenerlos. Si en

(03:10:52):
un país en esas condiciones los salarios habían sido en
alguna oportunidad más que suficientes para mantener al trabajador y
para permitirle sacar adelante a una familia, la competencia entre
los trabajadores y el interés de los patronos reduciría velozmente
esos salarios al nivel mínimo consistente con la existencia humana.
Desde hace mucho tiempo China es el país más fértil,

(03:11:14):
mejor cultivado, más laborioso y más poblado del mundo. pero
también se ha mantenido durante mucho tiempo en un estado estacionario.
Marco Polo, que visitó el país hace más de 500 años,
describe sus cultivos, su industria y su población casi en
los mismos términos que utilizan los viajeros en la actualidad.

(03:11:34):
Es posible que incluso mucho antes de su época el
país ya había alcanzado la plenitud de riquezas compatible con
la naturaleza de sus leyes e instituciones. Los relatos de
todos los viajeros, contradictorios en muchos otros aspectos, concuerdan en
subrayar los reducidos salarios y la dificultad que un trabajador
encuentra en China para sacar adelante a una familia. Cualquiera

(03:11:57):
de ellos se da por satisfecho si tras cavar la
tierra todo el día consigue lo suficiente para comprar un
poco de arroz por la noche. La situación de los
artesanos es todavía peor, si cabe. En lugar de esperar
tranquilamente en sus talleres la llegada de los clientes, como
ocurre en Europa, están continuamente corriendo por las calles, cada

(03:12:17):
uno con las herramientas de su oficio respectivo, como si
mendigaran un empleo. La pobreza de las clases más bajas
en China es mucho más acusada que en las naciones
más pobres de Europa. Se cuenta que en los alrededores
de Cantón hay cientos y hasta miles de familias que
no tienen casa en tierra firme sino que viven constantemente
a bordo de pequeños botes de pesca en los ríos

(03:12:39):
y canales. La subsistencia que encuentran allí es tan magra
que se disputan las basuras más inmundas que arrojan desde
cualquier barco europeo. Cualquier carroña, un perro o un gato muertos,
por ejemplo, aunque esté semiputrefacto y maloliente, es bienvenida por
ellos igual que lo es el mejor manjar por las
gentes de otros países. El matrimonio es estimulado en China

(03:13:03):
no por la rentabilidad de los hijos sino por la
libertad de destruirlos, en todas las grandes ciudades se abandona
a muchos de ellos en las calles cada noche o
se los ahoga como a cachorros. Se dice incluso que
este oficio execrable es el negocio declarado mediante el cual
algunos obtienen su sustento. Pero aunque China se halle quizás
en un estado estacionario, no parece retroceder. Sus habitantes en

(03:13:28):
ningún sitio abandonan las ciudades, las tierras cultivadas siguen siendo cultivadas.
Se debe realizar entonces el mismo o casi el mismo
trabajo anual, y los fondos destinados a mantenerlo, en consecuencia,
no pueden haber disminuido sensiblemente. La clase más modesta de trabajadores, así,
a pesar de lo escaso de sus medios de vida,

(03:13:49):
debe de alguna forma ingeniársela para mantener la especie al
menos en su número habitual. El panorama sería diferente en
un país donde los fondos destinados al mantenimiento del trabajo
estuviesen cayendo marcadamente. Cada año la demanda de sirvientes y
trabajadores sería, en todos los distintos tipos de ocupación, menor
que el año anterior. Muchos miembros de las clases más altas,

(03:14:13):
al no poder encontrar empleo en labores de su rango,
lo buscarían en los niveles más modestos. La clase baja
no sólo resultaría sobresaturada con sus propios trabajadores sino con
el excedente de las demás clases. La competencia por los
puestos de trabajo sería tan intensa que reduciría los salarios
a la más mínima y miserable subsistencia del trabajador. Muchos

(03:14:35):
no podrían encontrar un puesto de trabajo ni siquiera en
esas condiciones, con lo que o bien morirían de hambre
o bien se verían empujados a buscar su subsistencia mediante
la mendicidad o quizás perpetrando las mayores barbaridades. La miseria,
el hambre y la mortandad prevalecerían de inmediato en esta
clase y se extenderían desde allí hacia todas las clases superiores,

(03:14:57):
hasta que el número de habitantes del país se redujera
hasta el que pudiese ser mantenido con el ingreso y
el capital que quedara. Esos habitantes serían los que hubiesen
podido escapar de la tiranía y las calamidades que habrían
destruido al resto. Este cuadro se aproxima quizás a lo
que ocurre en el presente en Bengala y en algunas
otras colonias inglesas en las Indias Orientales. Si hay un

(03:15:19):
país fértil, despoblado desde hace tiempo, y donde en consecuencia
la subsistencia no debe ser muy ardua, pero donde a
pesar de todo mueren de hambre 300 o 400 mil personas en
un año, entonces podemos estar seguros de que los fondos
destinados a mantener a los trabajadores pobres están achicándose vertiginosamente.
La diferencia entre el espíritu de la Constitución británica que

(03:15:42):
protege y gobierna a América del Norte, y el de
la compañía mercantil que oprime y sojuzga a las Indias orientales,
no puede ser mejor ilustrado que mediante el estado tan
diverso de esos países. La retribución abundante del trabajo, por
lo tanto, así como el efecto necesario, también es el
síntoma natural de una riqueza nacional creciente. La magra subsistencia

(03:16:05):
del pobre trabajador, por otro lado, es el síntoma natural
de que las cosas están estancadas, si su condición es
de hambre, entonces están retrocediendo rápidamente. En la actualidad los
salarios en Gran Bretaña son evidentemente superiores a lo que
apenas basta para que un obrero mantenga a su familia.
Para convencernos de ello no será necesario entrar en aburridos

(03:16:28):
y dudosos cálculos acerca de cuál es la suma mínima
con la que dicho objetivo puede ser alcanzado. Hay muchos
síntomas patentes de que los salarios no están en ninguna
parte del país fijados al nivel mínimo compatible con la
existencia humana. En primer lugar, en casi toda Gran Bretaña
existe una distinción entre los salarios de verano y de invierno,

(03:16:49):
incluso para los empleos más modestos. Los salarios de verano
siempre son mayores. Pero debido a los gastos extraordinarios en calefacción,
la manutención de la familia es más cara en invierno.
Al ser entonces los salarios más altos cuando esos gastos
son más bajos, parece evidente que no están regulados por
dichos gastos sino por la cantidad y el valor estimado

(03:17:12):
del trabajo. Puede ciertamente pensarse que el trabajador debería ahorrar
parte de sus salarios de verano para sufragar sus gastos
en invierno, y que los salarios en el conjunto del
año no superarían lo necesario para mantener a su familia
también en el conjunto del año. Un esclavo, o alguien
que dependiese absolutamente de nosotros para su inmediata subsistencia, no

(03:17:33):
sería tratado de esa forma. Su subsistencia diaria estaría en
proporción a sus necesidades diarias. En segundo lugar, en Gran
Bretaña los salarios no fluctúan con los precios de los alimentos.
Estos varían en todas partes de año a año y
con frecuencia de mes a mes. pero en muchos lugares

(03:17:54):
el precio monetario del trabajo continúa siendo uniformemente el mismo
en ocasiones hasta durante medio siglo. Si en estos lugares
los trabajadores más pobres pueden mantener a sus familias en
años de carestía, entonces podrán hacerlo con holgura en momentos
de abundancia moderada y con gran comodidad en momentos de
gran baratura. El elevado precio de las provisiones durante los

(03:18:16):
últimos 10 años no se ha visto acompañado, en muchos lugares
del reino, con ningún incremento destacable en el precio monetario
del trabajo. En algunos lugares sí ha ocurrido eso, pero
debido probablemente más al aumento en la demanda de trabajo
que al alza en el precio de los alimentos. En
tercer lugar, como el precio de las provisiones varía más

(03:18:38):
de un año a otro que los salarios, así también,
por otro lado, varían más de un sitio a otro
los salarios que el precio de las provisiones. Los precios
del pan y la carne son los mismos o casi
los mismos a lo largo de la mayor parte del
Reino Unido. Estás y buena parte de las demás cosas
vendidas al por menor, que es la forma como los

(03:18:58):
trabajadores pobres lo compran todo, son normalmente tan baratas o
más en las grandes ciudades como en los parajes más
remotos del país, por razones que tendré ocasión de explicar
más adelante. Pero los salarios en una gran ciudad y
sus alrededores son a menudo una cuarta o quinta parte,
un 20 o un 25 por ciento, más elevados que a unas

(03:19:19):
pocas millas de distancia. 18 peniques al día es el
precio corriente del trabajo en Londres y sus proximidades. Pocas
millas más allá cae a 14 o 15 peniques. En Edimburgo y
sus alrededores es de 10 peniques, a unas millas de distancia
baja a 8 peniques, que es el precio habitual del trabajo
en la mayor parte de las tierras bajas de Escocia,

(03:19:41):
donde varía mucho menos que en Inglaterra. Tal diferencia de precios,
que no es siempre suficiente para desplazar a un hombre
de una parroquia a otra, ocasionaría necesariamente un gran desplazamiento
de las mercancías más voluminosas, no sólo de una parroquia
a otra sino de un extremo del reino, casi de
un extremo del mundo, al otro, lo que pronto eliminaría

(03:20:03):
esa diferencia. A pesar de todo lo que se ha
dicho de la ligereza e inconstancia de la naturaleza humana,
la experiencia indica claramente que de todos los equipajes, el
ser humano es el más difícil de transportar. Si los
trabajadores pobres, por lo tanto, pueden mantener a sus familias
en aquellas comarcas del reino donde el precio del trabajo

(03:20:24):
es más reducido, deberán vivir con holgura en aquellas donde
es más elevado. En cuarto lugar, las variaciones en el
precio del trabajo no sólo no se corresponden ni en
lugar ni en tiempo con las del precio de los alimentos,
sino que frecuentemente son opuestas. El cereal, el alimento del
pueblo llano, es más caro en Escocia que en Inglaterra,

(03:20:46):
de donde Escocia recibe todos los años grandes cantidades. Pero
el grano inglés debe ser vendido más caro en Escocia,
el país a donde va, que en Inglaterra, el país
de donde viene, y en proporción a su calidad no
puede ser vendido en Escocia más caro que el cereal
escocés con el que compite en el mismo mercado. La
calidad del grano depende básicamente de la cantidad de harina

(03:21:09):
en floro integral que rinde en el molino, y en
este aspecto el cereal inglés es muy superior al escocés,
aunque más caro, en apariencia o en proporción a su volumen,
es en general realmente más barato, en proporción a su
calidad e incluso a su peso. El precio del trabajo,
por el contrario, es más caro en Inglaterra que en Escocia.

(03:21:30):
Si los pobres, entonces, pueden mantener a sus familias en
una parte del Reino Unido, deberán hacerlo con mucha comodidad
en la otra. La harina de avena constituye la mayor
y mejor parte de la alimentación del pueblo llano en Escocia,
una alimentación que es en general muy inferior a la
de sus vecinos del mismo rango en Inglaterra. Esta diferencia

(03:21:51):
no es la causa de las diferencias de sus salarios,
sino la consecuencia, sin embargo, oigo a menudo la interpretación
errónea según la cual es su causa. Pero no es
por el hecho de tener un carruaje o ir andando
que un hombre es rico y otro pobre, por el
hecho de ser rico uno tiene un carruaje, y por
ser pobre el otro va a pie. Durante el último siglo,

(03:22:13):
en promedio, el cereal fue más caro en ambas partes
del Reino Unido que en el presente. Esto es un
hecho que no admite hoy ninguna duda razonable, y la
prueba del mismo es y cabe todavía más evidente con
respecto a Escocia que con respecto a Inglaterra. En Escocia
existen los datos de las tasaciones públicas, valoraciones anuales hechas

(03:22:34):
bajo juramento, según el estado real de los mercados de
todos los diversos tipos de cereal en cada condado de Escocia.
Si una prueba tan clara requiriese confirmación mediante un testimonio colateral,
yo observaría que este fue el caso también en Francia
y probablemente en la mayor parte de Europa. Con respecto

(03:22:54):
a Francia existen las pruebas más claras. Pero aunque es
patente que en ambas partes del Reino Unido el cereal
fue más caro en el siglo pasado que en el actual,
es también indudable que el trabajo era mucho más barato.
Si los trabajadores más pobres pudieron sacar adelante a sus
familias entonces, lo harán con mucho más comodidad hoy. En

(03:23:15):
el siglo pasado, los jornales más habituales del trabajo ordinario
en la mayor parte de Escocia eran de seis peniques
en el verano y cinco en el invierno. Se sigue
pagando casi el mismo precio, tres chelines por semana, en
algunas comarcas de las Tierras Altas y en las islas occidentales.
En la mayor parte de las tierras bajas de Escocia

(03:23:36):
los salarios habituales del trabajo ordinario son hoy de 8 peniques
al día, y de 10 peniques, a veces un chelín en
los alrededores de Edimburgo, en los condados que limitan con Inglaterra,
probablemente debido a esa vecindad, y en otros sitios donde
se ha registrado últimamente un aumento considerable en la demanda
de trabajo, cerca de Glasgow, Carrón, Ayrshire, etc. En Inglaterra

(03:24:00):
las mejoras en la agricultura, la industria y el comercio
comenzaron mucho antes que en Escocia. La demanda de trabajo,
y en consecuencia su precio, debió necesariamente aumentar con esas mejoras.
En el siglo pasado, en consecuencia, igual que en este,
los salarios eran mayores en Inglaterra que en Escocia. también

(03:24:21):
han aumentado considerablemente desde entonces, aunque debido a la mayor
variedad de salarios pagados en diferentes lugares es más difícil
determinar en cuánto lo han hecho. En 1614, la paga de
un soldado raso era la misma que hoy, ocho peniques
por día. Cuando se estableció por vez primera, debió haber
correspondido al salario normal de los peones ordinarios, la clase

(03:24:45):
del pueblo de donde se reclutan comúnmente los soldados rasos. Lordales,
justicia mayor, que escribió en tiempos de Carlos XI, estimó
los gastos necesarios para la familia de un trabajador, compuesta
de seis personas, el padre, la madre, dos niños capaces
y otros dos no capaces de trabajar, en diez chelines

(03:25:05):
por semana o veintiséis libras por año. Afirmó que si
no podían ganar este dinero con su trabajo, deberían conseguirlo
con la mendicidad o el robo. Parece haber investigado esta
cuestión con mucho cuidado. En 1688 el señor Gregory King, cuya
destreza en la aritmética política fue tan alabada por el

(03:25:25):
doctor Davenant, calculó que el ingreso corriente de trabajadores y
sirvientes no domésticos en 15 libras al año, para una familia
que él supuso integrada en promedio por tres personas y media.
Su estimación, por lo tanto, aunque en apariencia diferente de
la del juez Sales, es en el fondo muy parecida.
Ambos suponen que el gasto semanal de las familias es

(03:25:47):
de unos 20 peniques por cabeza. Tanto el ingreso como el
gasto pecuniarios de esas familias han aumentado notablemente desde esa
época en la mayor parte del reino, en algunos lugares
más que en otros, aunque quizás en ninguno tanto como
han pretendido algunos exagerados informes sobre los salarios actuales, publicados recientemente.

(03:26:08):
Debe subrayarse que el precio del trabajo no puede ser
determinado con mucha precisión en ninguna parte, con frecuencia se
pagan en un mismo lugar y por un mismo trabajo
sumas diferentes, no sólo debido a la diversa destreza de
los trabajadores, sino a la gentileza o dureza de los patronos.
Allí donde los salarios no están fijados por la ley,
lo único que podemos aspirar a determinar es cuáles son

(03:26:31):
los más corrientes, y la experiencia nos demuestra que la
ley nunca puede regularlos adecuadamente, aunque a menudo pretende hacerlo.
La recompensa real del trabajo, la cantidad real de cosas
necesarias y cómodas para la vida que procura al trabajador,
ha crecido durante el siglo actual probablemente en una proporción
aún mayor que su precio monetario. No sólo el cereal

(03:26:53):
se ha abaratado algo, sino que muchas otras cosas de
las que los pobres laboriosos obtienen un alimento variado, apetecible
y saludable, se han abaratado muchísimo. Las patatas, por ejemplo,
en el grueso del Reino Unido, no cuestan hoy ni
la mitad de lo que costaban hace 30 o 40 años. Lo
mismo podría decirse de los nabos, zanahorias, coles, bienes que

(03:27:17):
antes sólo eran cultivados mediante la asada y hoy lo
son mediante el arado. Las frutas y hortalizas de todas
clases se han abaratado también. La mayor parte de las
manzanas y hasta de las cebollas consumidas en Gran Bretaña
eran en el siglo pasado importadas desde Flandes. Los apreciables
avances en las manufacturas ordinarias de los tejidos de lana

(03:27:38):
y lino permiten a los trabajadores pagar menos y vestirse mejor,
y los registrados en las industrias de los metales les
proporcionan mejores y más baratos instrumentos de trabajo, así como
muchos muebles cómodos y agradables. Es verdad que el jabón,
la sal, las velas, los cueros y los licores fermentados
se han encarecido bastante, debido principalmente a los impuestos con

(03:28:01):
que han sido grabados. Pero la cantidad de estos bienes
que los trabajadores más pobres necesitan consumir es tan pequeña
que el incremento en su precio no compensa la disminución
en los precios de tantas otras cosas. La queja habitual
de que el lujo se está extendiendo incluso hasta las
clases más bajas del pueblo, y que los pobres no
están satisfechos hoy con la misma comida, el mismo vestido

(03:28:23):
y la misma vivienda que antes, nos convencerá de que
no es sólo el precio monetario del trabajo lo que
ha aumentado, sino su recompensa real.¿ Debe considerarse a esta
mejora en las condiciones de las clases más bajas del
pueblo como una ventaja o un inconveniente para la sociedad?
La respuesta inmediata es totalmente evidente. Los sirvientes, trabajadores y

(03:28:46):
operarios de diverso tipo constituyen la parte con diferencia más
abundante de cualquier gran sociedad política. Y lo que mejore
la condición de la mayor parte nunca puede ser considerado
un inconveniente para el conjunto. Ninguna sociedad puede ser floreciente
y feliz si la mayor parte de sus miembros es
pobre y miserable. Además, es justo que aquellos que proporcionan alimento,

(03:29:10):
vestimenta y alojamiento para todo el cuerpo social reciban una
cuota del producto de su propio trabajo suficiente para estar
ellos mismos adecuadamente bien alimentados, vestidos y alojados. La pobreza,
aunque desanima a los matrimonios, no siempre los impide, incluso
parece que incentiva la procreación. Una mujer medio muerta de

(03:29:30):
hambre en las tierras altas escocesas con frecuencia llega a
tener más de veinte hijos, mientras que una dama mimada
y elegante muchas veces es incapaz de tener ninguno y
generalmente queda exhausta después de dos o tres. La esterilidad,
tan extendida entre las señoras de alto rango, es muy
rara en las de humilde condición. El lujo en el

(03:29:51):
sexo bello, aunque quizás inflama el afán de placer, casi
siempre debilita las facultades reproductivas y a menudo las destruye
por completo. Pero aunque la pobreza no impide la procreación,
resulta extremadamente desfavorable para criar a los hijos. La planta

(03:30:12):
tierna nace, pero en un suelo tan frío y un
clima tan severo pronto se marchita y muere. Me han
relatado muchas veces que no es extraño que en las
tierras altas de Escocia de una madre que ha tenido 20
hijos sólo sobrevivan dos. Varios oficiales muy experimentados me han
asegurado que al hacer la recluta para sus regimientos nunca
son capaces de conseguir los tambores y pífanos a partir

(03:30:35):
de los hijos de los soldados. En parte algunas se
ven más muchachos magníficos que en las barracas de los soldados,
pero muy pocos llegan a la edad de 13 o 14 años.
En algunos lugares la mitad de los niños mueren antes
de los cuatro años, en muchos, antes de los siete,
y en casi todos antes de los nueve o diez.

(03:30:55):
Pero esta enorme mortalidad se limita fundamentalmente a los hijos
del pueblo llano, que no puede dedicarles tantos cuidados como
los otorgados a los de las clases superiores. Aunque sus
matrimonios son generalmente más prolíficos que los de la gente elegante,
una proporción menor de sus hijos llega a una edad madura.
En los hospicios y entre los niños de los asilos

(03:31:16):
de las parroquias la mortalidad es aún mayor que entre
el pueblo llano. Toda especie animal se multiplica naturalmente en
proporción a sus medios de subsistencia, y ninguna especie puede
multiplicarse más allá. Pero en una sociedad civilizada es sólo
en las clases más bajas del pueblo donde la escasez
de subsistencia puede trazar un límite a la ulterior multiplicación

(03:31:38):
de la especie, y lo hace destruyendo una gran parte
de los hijos que sus fecundos matrimonios generan. Una retribución
generosa del trabajo, al permitirles cuidar mejor a sus hijos
y en consecuencia criar un número mayor, tiende naturalmente a
ampliar y extender ese límite. Merece ser destacado también que
lo hace necesariamente de forma ajustada a la proporción requerida

(03:32:01):
por la demanda de trabajo. Si esta demanda crece permanentemente,
la remuneración del trabajo debe inevitablemente incentivar de tal forma
al matrimonio y multiplicación de los trabajadores, como para permitirle
satisfacer esa demanda siempre creciente con una población también creciente.
Si en algún momento dado la remuneración es menor que

(03:32:21):
lo necesario para alcanzar este objetivo, la escasez de mano
de obra pronto la elevaría, y si es mayor, su
multiplicación excesiva pronto la rebajaría hasta la tasa necesaria. El
mercado estaría tan desabastecido de mano de obra en un
caso y tan saturado en el otro, que rápidamente forzaría
de nuevo al precio hasta la tasa requerida por las

(03:32:42):
circunstancias de la sociedad. De esta forma la demanda de personas,
igual que la de cualquier otra mercancía, necesariamente regula la
producción de personas, la acelera cuando avanza muy despacio y
la frena cuando lo hace muy rápido. Es esta demanda
lo que regula y determina la procreación en todos los
países del mundo, en América del Norte, en Europa y

(03:33:04):
en China, es lo que hace que sea velozmente progresiva
en el primer caso, lenta y gradual en el segundo,
y completamente estancada en el tercero. Se ha sostenido que
los gastos de mantenimiento de un esclavo corren por cuenta
de su amo, mientras que los de un sirviente libre
corren por su propia cuenta. pero la manutención del segundo

(03:33:24):
en realidad es pagada por su patrono tanto como la
del primero. Los salarios de los jornaleros y sirvientes de
toda suerte deben ser tales que les permitan continuar la
raza de jornaleros y sirvientes según requiera la creciente, decreciente
o estacionaria demanda social. Pero aunque el mantenimiento de un
sirviente libre corresponda también al patrono, le costará en general

(03:33:46):
mucho menos que el de un esclavo. El fondo destinado
a reemplazar o reparar el desgaste de un esclavo, si
se me permite hablar así, está normalmente administrado por un
amo negligente o por un capataz descuidado. El destinado a
cumplir el mismo papel en el caso de un hombre
libre es administrado por el propio hombre libre. Los desórdenes

(03:34:07):
que generalmente prevalecen en la economía del rico se introducen
naturalmente en la administración del primero. La estricta frugalidad y
cuidada atención del pobre se establecen también naturalmente en la
administración del segundo. Con manejos tan distintos, la ejecución del
mismo propósito debe exigir grados de gasto muy diferentes. Y

(03:34:27):
así ocurre a mi juicio a partir de la experiencia
de todos los tiempos y naciones que el trabajo de
las personas libres llega al final a ser más barato
que el realizado por esclavos. Esto es cierto incluso en Boston,
Nueva York y Filadelfia, donde los salarios del trabajo corriente
son tan elevados. La retribución generosa del trabajo, entonces, así

(03:34:49):
como es la consecuencia de una riqueza creciente, también es
la causa de una población creciente. Lamentarse por ella es
lamentarse por el efecto y la causa indispensable de la
máxima prosperidad pública. Debe subrayarse, quizás, que en el estado progresivo,
cuando la sociedad avanza hacia la consecución de la riqueza plena,

(03:35:10):
más que cuando ya la ha adquirido, es cuando la
condición del pueblo trabajador, la gran masa de la población,
es más feliz y confortable. Su condición es dura en
el estado estacionario y miserable en el regresivo. El estado
progresivo es realmente el alegre y animoso para todas las
clases de la sociedad. El estacionario es desvaído, el regresivo, melancólico.

(03:35:34):
Así como la remuneración abundante del trabajo estimula la procreación,
también incrementa la laboriosidad del pueblo llano. Los salarios son
el estímulo del esfuerzo, que como cualquier otra cualidad humana
mejora en proporción al incentivo que recibe. Una subsistencia copiosa
eleva la fortaleza física del trabajador y la confortable esperanza

(03:35:55):
de mejorar su condición y determinar sus días quizás en
paz y plenitud lo anima para ejercitar esa fortaleza al máximo.
Por eso siempre veremos que los trabajadores son más activos,
diligentes y eficaces donde los salarios son altos que donde
son bajos, más en Inglaterra, por ejemplo, que en Escocia,
en los alrededores de las grandes ciudades que en los

(03:36:15):
parajes remotos del campo. Es verdad que algunos trabajadores, allí
donde pueden ganar en cuatro días el sustento de una semana,
permanecerán ociosos durante los otros tres días. Pero esto en
modo alguno sucede con la mayoría de ellos. Al contrario,
cuando los trabajadores a destajo reciben una paga abundante, son

(03:36:35):
capaces de trabajar en exceso y de arruinar su salud
y su constitución en pocos años. Se cree que un
carpintero en Londres, y en algunos otros sitios, no puede
trabajar con su máximo vigor más de ocho años. Algo
similar ocurre con muchos otros oficios en los que los
trabajadores son pagados a destajo, como sucede generalmente en las

(03:36:56):
manufacturas e incluso en el trabajo agrícola, siempre que los
salarios superen su nivel corriente. Casi todas las clases de
artesanos están expuestas a alguna enfermedad particular ocasionada por una
aplicación excesiva a su labor. Ramazzini, un eminente médico italiano,
ha escrito un libro acerca de estas dolencias. No solemos

(03:37:17):
considerar a nuestros soldados como el grupo de gente más
laboriosa entre nosotros, y sin embargo cuando los soldados han
sido empleados en algún trabajo concreto y pagados abundantemente a destajo,
sus oficiales se han visto con frecuencia obligados a estipular
con el empresario que no se les permitiría ganar más
de una suma determinada por día con arreglo a la
tasa que recibían. Hasta que se fijó este requisito, la

(03:37:40):
mutua competencia y el deseo de ganar más los empujaban
a esforzarse en demasía y a dañar su salud por
el trabajo excesivo. Una aplicación exagerada durante cuatro días por
semana es habitualmente la causa real del ocio durante los
otros tres, que ha suscitado tantas y tan ruidosas quejas.
Una labor intensa, sea de la mente o del cuerpo,

(03:38:02):
continuada a lo largo de varios días, es naturalmente seguida
en la mayoría de las personas por un agudo deseo
de descanso que, si no es bloqueado por la fuerza
o por alguna necesidad perentoria, resulta casi irresistible. Es el
llamado de la naturaleza, que exige algún alivio, a veces
sólo el descanso pero otras veces también la distracción y

(03:38:22):
las diversiones. Si ese llamado no es atendido, las consecuencias
son normalmente peligrosas y a veces fatales, y casi siempre
generan tarde o temprano la enfermedad típica del oficio de
que se trate. Si los patronos escucharan siempre los dictados
de la razón y la humanidad, tendrían repetidas ocasiones para
moderar más que para animar la dedicación de muchos de

(03:38:45):
sus trabajadores. Puede comprobarse, creo, en todos los oficios, que
la persona que trabaja tan moderadamente como para poder trabajar
sin cesar, no sólo conserva su salud durante más tiempo
sino que a lo largo del año ejecuta la cantidad
máxima de trabajo. Se afirma que en los años de
abundancia los trabajadores son en general más perezosos que lo

(03:39:06):
habitual y en los de carestía más laboriosos. Se ha concluido,
a partir de ello, que una subsistencia copiosa relaja sus
esfuerzos y una escasa los incentiva. No puede dudarse que
un poco más de abundancia del habitual convertirá a algunos
trabajadores en perezosos, pero no es probable que tenga el
mismo efecto sobre la mayor parte, ni que los hombres

(03:39:28):
en general trabajen mejor cuando están mal que cuando están
bien alimentados, cuando están desanimados que cuando están animados, cuando
están habitualmente enfermos que cuando gozan generalmente de buena salud.
Nótese que los años de carestía son entre el pueblo
llano años de enfermedad y mortalidad, lo que inevitablemente disminuirá
el producto de su trabajo. En años de abundancia, los

(03:39:51):
sirvientes abandonan frecuentemente a sus patronos y confían su subsistencia
a lo que puedan obtener con su propio esfuerzo. Pero
la misma baratura de las provisiones, al incrementar el fondo
destinado al mantenimiento de los sirvientes incentiva a los patronos,
especialmente a los granjeros, a emplear un número mayor. En
estas ocasiones los granjeros esperan obtener un beneficio mayor de

(03:40:14):
sus cereales por contratar unos trabajadores más que por la
venta de los mismos en el mercado a un precio bajo.
La demanda de trabajadores aumenta mientras que el número de
los que están dispuestos a satisfacer dicha demanda disminuye. Por
eso el precio del trabajo a menudo aumenta en los
años de abundancia. En periodos de escasez, la dificultad e

(03:40:35):
incertidumbre de la subsistencia hacen que todas esas personas estén
ansiosas de regresar a sus empleos. Pero el elevado precio
de los alimentos, al contraer los fondos destinados al mantenimiento
de los sirvientes, vuelve a los patronos más dispuestos a
reducir que a aumentar los que tienen contratados. Asimismo, en
años de escasez los trabajadores independientes pobres frecuentemente consumen los

(03:40:59):
pequeños capitales que utilizaban para suministrarse los materiales de su
trabajo y se ven obligados a convertirse en jornaleros para sobrevivir.
Hay más gente buscando un puesto de trabajo de la
que puede conseguirlo, muchos están preparados a aceptar unas condiciones
peores a las habituales, y en tales años los salarios
tanto de los sirvientes como de los jornaleros suelen hundirse.

(03:41:21):
Los patronos de todas las clases, por lo tanto, entablan
mejores tratos con sus sirvientes en años caros que en
años baratos, y los encuentran más dóciles y sumisos en
los primeros que en los segundos. Es por ello natural
que consideren a los años caros como los más favorables
para la laboriosidad. Los terratenientes y los granjeros, las dos

(03:41:42):
clases más abundantes de patronos, tienen además otra razón para
sentirse satisfechos con esos años. Las rentas de unos y
los beneficios de otros dependen estrechamente del precio de los alimentos.
Por añadidura, sería totalmente absurdo pensar que las personas en
general trabajan menos cuando lo hacen para sí mismas que
cuando lo hacen para otras personas. Un pobre trabajador independiente

(03:42:06):
será normalmente más activo que un jornalero que trabaje a destajo.
Uno disfruta del producto total de su labor, el otro
debe compartirlo con su patrono. El primero, en su situación
de independencia, es menos susceptible a las tentaciones de las
malas compañías, que en las grandes fábricas a menudo arruinan
el ánimo del segundo. La superioridad del trabajador independiente con

(03:42:28):
respecto a los sirvientes que son contratados por un mes
o por un año, y cuya manutención y cuyos salarios
son siempre los mismos sea que se esfuercen mucho o poco,
será probablemente aún mayor. Y los años baratos tienden a
incrementar la proporción de trabajadores independientes sobre la de jornaleros
y sirvientes de diversa suerte, mientras que los años caros

(03:42:49):
tienden a disminuirla. Un autor francés de gran sabiduría e inteligencia,
el señor Mesance, recaudador de la teya en la circunscripción
de St. Étienne, procura demostrar que los pobres trabajan más
en los años baratos que en los caros, y compara
la cantidad y el valor de los bienes elaborados en
esas ocasiones en tres industrias distintas, una de tejidos ordinarios

(03:43:11):
de lana en el Beuve, otra de tejidos de lino
y otra de seda, ambas muy extendidas en la zona
de Rouen. Según sus cálculos, basados en datos tomados de
registros públicos, la cantidad y el valor de los artículos
producidos en esas tres industrias han sido en general mayores
en años baratos que en años caros, y la diferencia
siempre ha sido máxima en los años más baratos y

(03:43:33):
mínima en los más caros. Las tres manufacturas parecen ser estacionarias,
su producción puede variar algo de año a año, pero
en líneas generales ni avanza ni retrocede. La manufactura de
lino en Escocia y la de tejidos ordinarios de lana
en el West Rathen de Yorkshire son industrias en crecimiento,
cuya producción en general, aunque con oscilaciones, aumenta tanto en

(03:43:56):
cantidad como en valor. Y al examinar los registros que
han sido publicados sobre su producción anual, no he podido
detectar ninguna conexión significativa entre sus variaciones y la abundancia
o escasez de los distintos periodos. En 1740, un año de
gran escasez, ambas industrias retrocedieron marcadamente. Pero en 1756, otro año

(03:44:21):
de acusada escasez, la manufactura escocesa experimentó un progreso notable.
La industria de Yorkshire, en cambio, decayó y su producción
no recuperó el nivel que había registrado en 1755 hasta 1766, tras
la derogación de la ley del timbre americana. en ese
año y el siguiente superó con mucho cualquier nivel anterior,

(03:44:43):
y no ha dejado de crecer desde entonces. La producción
de todas las grandes industrias que se exporta a mercados
distantes debe depender necesariamente no tanto de la escasez o
abundancia que experimenten los países productores como de las circunstancias que,
determinen la demanda en los países consumidores, de si hay
paz o guerra, de la prosperidad o depresión de otras

(03:45:05):
manufacturas rivales y del buen o mal humor de sus
principales clientes. Además, una buena parte del trabajo extra que
probablemente se realiza en los años baratos jamás es recogido
por los registros públicos de las industrias. Los sirvientes que
abandonan a sus patronos se transforman en trabajadores independientes. Las

(03:45:25):
mujeres vuelven a la casa de sus padres y normalmente
tejen su propia ropa y la de sus familias. Incluso
los trabajadores independientes no siempre trabajan para la venta al
público sino que son empleados por algunos de sus vecinos
en manufacturas de uso familiar. El producto de su trabajo,
por lo tanto, frecuentemente no aparece en esos registros que

(03:45:46):
se publican de cuando en cuando con tanta ostentación, y
a partir de los cuales nuestros comerciantes e industriales a
menudo pretenden vanamente anunciar el auge o la caída de
los mayores imperios. Aunque las variaciones en el precio del
trabajo no sólo no se corresponden siempre con las variaciones
en el precio de los alimentos, sino que muchas veces
son totalmente opuestas, no debemos por ello pensar que el

(03:46:09):
precio de los alimentos no tiene influencia alguna sobre el
precio del trabajo. El precio monetario del trabajo está necesariamente
determinado por dos circunstancias, la demanda de trabajo y el
precio de las cosas necesarias y cómodas para la vida.
La demanda de trabajo, según sea creciente, estacionaria o decreciente,
o según requiera una población creciente, estacionaria o decreciente, determina

(03:46:34):
la cantidad de las cosas necesarias y convenientes para la
vida que deben ser entregadas al trabajador y el precio
monetario del trabajo está determinado por lo que se necesita
para comprar esa cantidad. Así, aunque a veces el precio
monetario del trabajo es alto cuando el de los alimentos
es bajo, sería todavía mayor si el precio de los
alimentos fuese alto, siempre que la demanda no cambie. Debido

(03:46:58):
a que la demanda de trabajo aumenta en años de
abundancia súbita y extraordinaria, y disminuye en los de escasez,
el precio monetario del trabajo a veces aumenta en los
primeros y disminuye en los segundos. En un año de
repentina y extraordinaria plenitud, muchos empleadores disponen de fondos suficientes
para mantener y emplear a un número de trabajadores mucho

(03:47:19):
mayor que el que empleaban un año antes, y no
siempre pueden encontrar esta cantidad extra. Estos patronos que buscan
más obreros, entonces, compiten entre sí para contratarlos, lo que
a veces eleva tanto el precio monetario del trabajo como
el precio real. Lo contrario sucede en un año de
sorpresiva y aguda escasez. Los fondos destinados al empleo son

(03:47:42):
menores de lo que eran el año anterior. Un número
considerable de personas se quedan sin sus puestos de trabajo
y compiten entre sí para recuperarlos, en ocasiones esto reduce
tanto el precio monetario del trabajo como el precio real. En 1740,
ante una gran escasez, mucha gente estaba dispuesta a trabajar

(03:48:02):
por la subsistencia mínima. En los años prósperos sucesivos era
más difícil conseguir trabajadores y sirvientes. La escasez de un
año caro, al disminuir la demanda de trabajo, tiende a
rebajar su precio, a la vez que el elevado precio
de los alimentos tiende a aumentarlo. La abundancia de un
año barato, por el contrario, al incrementar esa demanda, tiende

(03:48:26):
a subir al precio del trabajo, a la vez que
la baratura de los alimentos tiende a bajarlo. En las
fluctuaciones normales del precio de las provisiones, esas dos causas
opuestas parecen contrapesarse mutuamente, lo que probablemente explique en parte
por qué los salarios son en todas partes mucho más
estables y permanentes que los precios de los alimentos. El

(03:48:47):
incremento de los salarios necesariamente eleva el precio de muchas mercancías,
al ampliar la parte de las mismas que se resuelve
en salarios, y por ello tiende a disminuir su consumo,
tanto en el interior como en el exterior. Pero la
misma causa que sube los salarios, o sea, la expansión
del capital, tiende a aumentar la capacidad productiva del trabajo

(03:49:08):
y a hacer que una cantidad de trabajo menor produzca
una cantidad de producto mayor. El dueño del capital que
emplea a un gran número de trabajadores inevitablemente procurará, por
la cuenta que le trae, establecer aquella división y distribución
del empleo que conduzca a la máxima producción posible. Por
idéntica razón, intentará suministrarles la maquinaria que su juicio o

(03:49:31):
al de ellos sea la mejor. Lo que tiene lugar
entre los trabajadores de una fábrica en particular sucede también,
por la misma razón, en toda la sociedad. Cuanto mayor
sea su número, más naturalmente se dividirán entre las distintas
clases y subdivisiones del empleo. Habrá más cerebros ocupados en
la invención de la maquinaria más adecuada para ejecutar la

(03:49:53):
labor de cada persona, con lo cual es más probable
que sea efectivamente inventada. Habrá, entonces, tantas mercancías que debido
a estos progresos serán producidas con tanto menos trabajo que
antes que el aumento en el precio del trabajo resultará
compensado con la disminución de su cantidad. CAPÍTULO 9 DE LOS
BENEFICIOS DEL CAPITAL El aumento y la disminución de los

(03:50:17):
beneficios dependen de las mismas causas que el aumento y
la disminución de los salarios, es decir, del estado creciente
o decreciente de la riqueza de la sociedad, pero esas
causas afectan a unos y otros de forma muy diversa.
El incremento del capital, que eleva los salarios, tiende a
reducir los beneficios. Cuando los capitales de muchos comerciantes ricos

(03:50:39):
son invertidos en el mismo negocio, la mutua competencia naturalmente
tiende a rebajar el beneficio, y cuando existe un aumento
similar en todos los negocios de la sociedad, la misma
competencia ejerce el mismo efecto sobre todos ellos. Ya se
ha destacado que no es fácil determinar cuál es el
salario medio, ni siquiera en un lugar y momento dados.

(03:51:01):
Incluso en este caso rara vez podremos precisar algo más
que el nivel habitual de los salarios. Pero con respecto
a los beneficios del capital ni siquiera se puede hacer eso.
El beneficio es algo tan fluctuante que la persona que
lleva un negocio concreto no siempre es capaz de aclararnos
cuál es su beneficio medio anual. Será afectado no sólo

(03:51:21):
por cada variación en el precio de las mercancías de
que trata el negocio sino por la buena o mala
fortuna tanto de sus competidores como de sus clientes y
por los miles de posibles accidentes a que están expuestas
las mercancías cuando son transportadas por tierra o por mar
e incluso cuando están depositadas en un almacén. El beneficio varía,
en consecuencia, no sólo de año a año sino de

(03:51:44):
día a día y casi de hora a hora. El
detectar cuál es el beneficio medio de todos los negocios
de un gran reino debe ser todavía más difícil, y
el estimar con alguna precisión cómo ha sido en el
pasado inmediato o en periodos más remotos debe ser completamente imposible.
Pero aunque no sea posible delimitar con exactitud los beneficios

(03:52:05):
del capital, ni en el presente ni en el pasado,
se puede obtener alguna noción sobre los mismos a partir
del interés del dinero. Puede proponerse como regla general que
siempre que se pueda conseguir mucho mediante el uso del dinero,
se pagará mucho por él, y siempre que se pueda
conseguir poco, se pagará poco. Así, en la medida en

(03:52:25):
que el tipo de interés de mercado varía en cualquier país,
sabremos con certeza que los beneficios normales del capital variarán
en igual sentido, y se hundirán cuando se hunda y
se elevarán cuando se eleve. La evolución del interés, por
lo tanto, nos dará una idea de la evolución del beneficio.
En el año 37 del reinado de Enrique VIII se declaró

(03:52:46):
ilegal todo interés superior al 10%, al parecer las tasas
habían sido mayores con anterioridad. Durante el reinado de Eduardo
VIII el celo religioso llevó a la prohibición de todo
tipo de interés. Esta medida, como todas las de su estilo,
no produjo efecto alguno, y probablemente expandió y no restringió
el mal de la usura. La disposición de Enrique VIII

(03:53:10):
fue restablecida en el año 13 de Isabel, y el 10%
fue la tasa legal de interés hasta el año 21 de
Jacobo I, cuando el límite bajó al 8%. Volvió a
bajar al 6% poco después de la restauración y al
5% en el año 12 de la reina Ana. Todas estas
regulaciones legales parecen haber sido adoptadas juiciosamente, siguieron y no

(03:53:33):
precedieron a la tasa de interés de mercado, o tasa
a la que se endeudan normalmente las personas de cierta solvencia.
Desde la época de la reina Ana el límite del
5% estuvo más bien por encima que por debajo de
la tasa de mercado. Antes de la última guerra, el
gobierno tomaba préstamos al 3%, y la gente solvente de

(03:53:54):
la capital y otras partes del reino al 3,5%, 4, y 4,5%.
Desde los tiempos de Enrique VIII la riqueza y el
ingreso del país han progresado continuamente y el ritmo de
ese avance parece más haberse acelerado gradualmente que frenado. No
sólo han crecido sino que lo han hecho cada vez
más rápido. Los salarios han aumentado sin cesar durante el

(03:54:17):
mismo periodo, mientras que en la mayor parte de las
diversas ramas del comercio y la industria los beneficios han disminuido.
En general se requiere un capital mayor para llevar adelante
cualquier negocio en una gran ciudad que en un pueblo rural.
Los grandes capitales empleados en todas las actividades y el
número de ricos competidores generalmente deprimen la tasa de beneficio

(03:54:40):
en la primera por debajo de la que rige en
el segundo. pero los salarios son habitualmente más altos en
la ciudad que en el pueblo. En una ciudad próspera,
las personas que tienen abultados capitales con frecuencia no pueden
contratar el número de trabajadores que desean, y por ello
compiten entre sí para conseguir el mayor número posible, lo
que aumenta los salarios y reduce los beneficios. En las

(03:55:04):
partes más remotas del país a menudo no existe el
capital necesario para dar empleo a toda la gente, que
compite entonces mutuamente para asegurarse un puesto de trabajo, lo
que reduce los salarios y eleva los beneficios. En Escocia,
aunque la tasa legal de interés es la misma que
en Inglaterra, la tasa de mercado es bastante más alta.

(03:55:26):
Las personas de más acreditada solvencia rara vez toman allí
prestado a menos del 5%. Incluso los banqueros privados de
Edimburgo ofrecen un 4% por sus pagarés, cuyo reembolso total
o parcial puede solicitarse en cualquier momento. Los banqueros privados
en Londres no pagan interés alguno por el dinero que
reciben en depósito. Y existen pocos negocios que no puedan

(03:55:50):
ser desarrollados con un capital menor en Escocia que en Inglaterra.
La tasa de beneficio normal, entonces, debe ser en cierto
grado mayor. Los salarios, como ya ha sido indicado, son
menores en Escocia que en Inglaterra. Y el país no
sólo es mucho más pobre sino que el ritmo en
que progresa, puesto que hay un evidente progreso, es mucho

(03:56:12):
más lento y pausado. En el caso de Francia, la
tasa legal de interés no siempre ha estado durante el
siglo actual determinada por la tasa de mercado. En 1720 el
interés fue reducido desde la vigésima a la quincuagésima parte
del penique, o del 5 al 2%. En 1724 subió al trigésimo
de penique, o al 3 y un tercio por ciento. En 1725
fue otra vez elevado hasta el vigésimo de penique, o 5%. En 1766,

(03:56:45):
durante la administración del señor Laverdi, fue reducido a una
vigésima quinta parte del penique, o al 4%. El abate
Terei lo subió después hasta la antigua tasa del 5%.
El objetivo implícito de muchas de esas bruscas rebajas en
el interés era preparar el camino para reducir el interés
de la deuda pública, un objetivo que fue en ocasiones alcanzado.

(03:57:09):
Francia es hoy un país quizás no tan rico como Inglaterra,
y aunque la tasa de interés legal ha sido frecuentemente
menor en Francia que en Inglaterra, la tasa de mercado
ha sido en general mayor, porque allí, como en otros países,
tienen métodos variados, sencillos y seguros para eludir la ley.
Me han asegurado comerciantes británicos que hacen negocios en los

(03:57:30):
dos países que los beneficios son mayores en Francia que
en Inglaterra, y es indudablemente por eso que muchos súbditos
británicos prefieren emplear sus capitales en un país donde el
comercio no goza de buena reputación y no en uno
donde es muy respetado. Los salarios son menores en Francia
que en Inglaterra. Si se viaja de Escocia a Inglaterra,

(03:57:51):
la diferencia que se observa en el atuendo y el
porte del pueblo llano en ambos lugares indica con claridad
la diversidad de su condición. El contraste es aún más
llamativo al regresar desde Francia. Aunque Francia es indudablemente un
país más rico que Escocia, no progresa tan aceleradamente. Es
una opinión extendida, y hasta casi popular, el que en

(03:58:13):
realidad está retrocediendo, opinión a mi juicio infundada con relación
a Francia, y que nadie sería capaz de defender con
respecto a Escocia, si ve cómo está el país ahora
y lo vio hace 20 o 30 años. La provincia de Holanda,
por otro lado, en proporción a la extensión de su
territorio y al número de sus habitantes, es un lugar

(03:58:34):
más rico que Inglaterra. Allí el gobierno se endeuda al
2% y los ciudadanos particulares solventes al 3%. Los salarios
son mayores en Holanda que en Inglaterra, y es bien
sabido que los holandeses negocian con menos beneficios que ningún
otro pueblo de Europa. Algunos han sostenido que la actividad
de Holanda está en decadencia, y eso puede ser cierto

(03:58:57):
en algunas ramas específicas. Pero estos síntomas prueban suficientemente que
no hay una decadencia generalizada. Cuando los beneficios disminuyen, los
hombres de negocio están siempre dispuestos a lamentarse por la
depresión de su negocio, a pesar de que la disminución
de los beneficios es el efecto natural de la prosperidad,
o de la inversión de un capital mayor que antes.

(03:59:19):
Durante la última guerra los holandeses se apropiaron del comercio
de tránsito de Francia, del que aún retienen buena parte.
La abultada cuota que poseen en los fondos de Francia
e Inglaterra, se ha dicho que 40 millones en Inglaterra, algo
que me parece una considerable exageración, y las grandes suman
que prestan a ciudadanos particulares en países donde la tasa

(03:59:40):
de interés es mayor que en el suyo, son circunstancias
que sin duda demuestran la abundancia de su capital, o
el hecho de que ha aumentado más allá de lo
que pueden invertir en las actividades de su propio país
con un beneficio tolerable, pero no. Demuestran que esas actividades
se hayan contraído. Así como el capital de un individuo,
adquirido en un negocio concreto, puede expandirse más allá de

(04:00:04):
lo que es posible invertir en él, y a pesar
de ello el negocio puede expandirse, igual sucede con el
capital de una gran nación. En nuestras colonias de América
del Norte y las Indias Occidentales tanto los salarios del
trabajo como el interés del dinero, y consecuentemente los beneficios
del capital son más altos que en Inglaterra. En las

(04:00:25):
colonias tanto la tasa de interés legal como la de
mercado fluctúan entre el 6 y el 8%. Salarios y beneficios
altos casi nunca se dan simultáneamente, salvo en las especiales
circunstancias de las nuevas colonias. Durante algún tiempo una nueva
colonia deberá siempre tener menos capital en proporción a la
extensión de su territorio y menos población en proporción a

(04:00:47):
la extensión de su capital que la mayoría de los
demás países. tienen más tierra que capital para cultivarla. El
capital que tienen, entonces, se dirige al cultivo sólo de
la tierra más fértil y mejor situada, la tierra cercana
al mar y a lo largo de las orillas de
los ríos navegables. Asimismo, esa tierra es a menudo adquirida

(04:01:09):
a un precio incluso inferior al valor de su producción natural.
El capital empleado en la compra y mejora de esas
tierras debe rendir un muy copioso beneficio y en consecuencia
podrá pagar un muy elevado interés. Su rápida acumulación en
un empleo tan redituable permitirá al colono incrementar su mano
de obra a un ritmo por encima de lo que

(04:01:29):
puede encontrar en una colonia nueva. Los trabajadores que consiga,
en consecuencia, serán remunerados muy generosamente. A medida que la
colonia se expande, los beneficios del capital gradualmente disminuyen. Cuando
la tierra más fértil y mejor situada ha sido totalmente ocupada,
el cultivo de la tierra inferior tanto en suelo como

(04:01:51):
en situación rendirá un beneficio menor, y se podrá pagar
menos interés por el capital empleado en ella. En el
grueso de nuestras colonias, así, tanto el tipo de interés
legal como el de mercado han caído considerablemente durante el
siglo actual. En la medida en que las riquezas, mejoras
y población han subido, el interés ha bajado. pero los

(04:02:12):
salarios no se hunden con los beneficios. La demanda de
trabajo se amplía con el capital, cualesquiera sean sus beneficios,
y después que estos descienden, el capital no sólo puede
seguir expandiéndose sino que lo puede hacer más aceleradamente que antes.
Con las naciones laboriosas que progresan en la adquisición de
riqueza ocurre lo mismo que con los individuos laboriosos. Un

(04:02:36):
gran capital, aunque con pequeños beneficios, generalmente aumenta más rápido
que un pequeño capital con beneficios grandes. El dinero, reza
el proverbio, llama al dinero. Cuando se tiene poco es
a menudo fácil obtener más, la mayor dificultad es conseguir
ese poco. La conexión entre el incremento del capital y

(04:02:56):
el de la actividad o el de la demanda de
trabajo útil ya ha sido explicada en parte y lo
será más prolijamente después al tratar de la acumulación del capital.
La adquisición de un nuevo territorio o de nuevas ramas
de actividad puede en ocasiones elevar el beneficio del capital
y con él el interés del dinero, incluso en un

(04:03:17):
país que avanza a grandes pasos en la adquisición de riquezas.
Al no ser suficiente el capital de un país para
desarrollar completamente los negocios que esas adquisiciones presentan a las
diversas personas entre las que se divide, se aplicará sólo
a aquellas ramas específicas donde el beneficio es mayor. Una
parte de lo que se había empleados antes en otros

(04:03:38):
negocios se retira inevitablemente de ellos y se orienta hacia
los nuevos y más rentables. En todos los negocios antiguos, entonces,
la competencia es menor que antes. el mercado resulta menos
plenamente abastecido con numerosos tipos de bienes. Su precio necesariamente
sube en algún grado, y genera un beneficio mayor a

(04:03:59):
los que negocian con ellos, que pueden así endeudarse a
un interés más alto. Durante algún tiempo después de finalizada
la última guerra, no sólo los ciudadanos particulares sino también
las mayores compañías de Londres tomaban normalmente préstamos al 5%,
mientras que antes no lo habían hecho a más del 4
o 4,5%. La vasta incorporación tanto en territorio como en comercio,

(04:04:23):
derivada de nuestras adquisiciones en América del Norte y las
Indias Occidentales explica eso suficientemente, sin que sea necesario suponer
contracción alguna en el capital de la sociedad. Una apertura
tan enorme de nuevos negocios a ser desarrollados con el
antiguo capital debe necesariamente haber disminuido la cantidad empleada en
numerosas ramas concretas donde la competencia, al ser menor, hizo

(04:04:47):
que los beneficios fueran mayores. Tendré después ocasión de mencionar
las razones que me llevan a pensar que el capital
de Gran Bretaña no se redujo ni siquiera por el
gasto gigantesco de la última guerra. La contracción del capital
de la sociedad o de los fondos destinados al mantenimiento
del trabajo, así como reduce los salarios del trabajo, aumenta

(04:05:08):
los beneficios del capital y consiguientemente el interés del dinero.
Al ser los salarios menores, los propietarios del capital que
reste en la sociedad podrán llevar los bienes al mercado
a un coste menor que antes y al haber empleados
menos capital que antes en abastecer al mercado, los podrán
vender más caro. Sus bienes les cuestan menos y obtienen

(04:05:29):
más a cambio. Sus beneficios, por ello, al expandirse en
ambos extremos, pueden pagar un interés más alto. Las grandes
fortunas acumuladas tan rápida y fácilmente en Bengala y las
demás colonias británicas en las Indias Orientales nos revelan que
en esos países miserables los salarios son muy bajos y
los beneficios muy altos. El interés del dinero también lo es, proporcionalmente.

(04:05:55):
En Bengala, el dinero es frecuentemente prestado a los granjeros al 40, 50
y 60 por ciento, y la cosecha siguiente es hipotecada para
asegurar el pago. Así como los beneficios que pueden afrontar
semejante interés absorben casi toda la renta del terrateniente, una
usura de esa clase absorbe casi todo de dichos beneficios.

(04:06:16):
Antes de la caída de la República Romana, una usura
similar era común en las provincias, bajo la ruinosa administración
de sus procónsules. El virtuoso Bruto prestó dinero en Chipre
al 48%, como sabemos por las cartas de Cicerón. En
un país que haya adquirido todas las riquezas que le
permiten conseguir la naturaleza de su suelo y clima, y

(04:06:38):
su situación con respecto a los demás países, un país que,
en consecuencia, no pudiese avanzar más pero que tampoco retrocediese,
tanto los salarios como los beneficios serían probablemente muy bajos.
En un país plenamente poblado en proporción a lo que
su territorio puede mantener y su capital emplear, la competencia
por los puestos de trabajo inevitablemente será tan intensa como

(04:07:01):
para reducir los salarios al límite suficiente apenas para mantener
el número de los trabajadores, y al estar el país
completamente poblado, ese número jamás podría aumentar. En un país
plenamente provisto de capital en proporción a los negocios que
puede realizar, se empleará en cada rama concreta tanto capital
como pueda admitir la naturaleza y extensión del negocio. La competencia,

(04:07:24):
por consiguiente, sería en todas partes la máxima posible y
por ello el beneficio corriente el mínimo posible. Pero¿ acaso
ningún país haya arribado todavía a este grado de opulencia?
China ha permanecido estacionaria durante mucho tiempo, y hace probablemente
mucho que consiguió la plenitud de las riquezas compatible con
la naturaleza de sus leyes e instituciones. Pero esas riquezas

(04:07:49):
pueden ser muy inferiores a las que con otras leyes
e instituciones le corresponderían por la naturaleza de su suelo,
clima y situación. Un país que ignora o desprecia al
comercio exterior y que sólo permite que los barcos de
las naciones extranjeras entren en uno o dos de sus puertos,
no puede entablar el mismo volumen de negocios que bajo
leyes e instituciones diferentes. Asimismo, un país donde los ricos

(04:08:13):
o los propietarios de grandes capitales disfrutan de una amplia seguridad,
pero los pobres o los propietarios de capitales pequeños casi
no tienen ninguna, sino que están expuestos, sobre texto de
la justicia, al pillaje y saqueo por los mandarines de
bajo rango, tendrá una cantidad de capital empleada en todas
las distintas ramas de la economía que jamás será igual

(04:08:34):
a la que la naturaleza y extensión de esas ramas
podrían admitir. En cada rama, la opresión de los pobres
deberá traducirse en el monopolio de los ricos, que al
acaparar todo el negocio cosecharán muy copiosos beneficios. Por ello
el interés normal sobre el dinero en China es, según
se dice, del 12%, y los beneficios corrientes deberán ser

(04:08:56):
lo suficientes como para afrontar tan elevado interés. Un defecto
en la legislación puede en ocasiones subir la tasa de
interés marcadamente por encima de lo requerido por la condición
del país en lo que hace a su riqueza o pobreza.
Cuando la ley no garantiza el cumplimiento de los contratos
coloca a todos los prestatarios al mismo nivel que los
quebrados o las personas de dudoso crédito en países mejor administrados.

(04:09:21):
La incertidumbre en la recuperación de su dinero hace que
el prestamista exija el mismo interés usurario que se requiere
normalmente a los quebrados. Entre las naciones bárbaras que invadieron
las provincias occidentales del Imperio Romano, el cumplimiento de los
contratos fue abandonado durante muchísimos años a la confianza de
las partes contratantes. Las cortes de justicia de sus reyes

(04:09:43):
pocas veces se inmiscuían en estos asuntos. La elevada tasa
de interés que regía en esos tiempos antiguos puede haberse
debido en parte a esta causa. Cuando la ley prohíbe
directamente todo interés, no por ello lo evita. Hay mucha
gente que debe tomar prestado y nadie les prestará sin
una remuneración adecuada al uso del dinero, no sólo a

(04:10:05):
lo que se puede obtener con él, sino también a
la dificultad y riesgos de eludir la ley. Esta causa
en parte y en parte la dificultad de recuperar el
dinero explican según el señor Montesquieu el elevado tipo de
interés entre todas las naciones maometanas, y no su pobreza.
La tasa mínima de beneficio ordinario debe siempre ser algo

(04:10:25):
superior a lo que es suficiente para compensar las pérdidas
ocasionales a que está expuesto cualquier empleo del capital. Es
sólo este excedente lo que constituye el beneficio neto o puro.
Lo que se denomina beneficio bruto comprende frecuentemente no sólo
dicho excedente sino lo que es retenido para compensar esas
pérdidas extraordinarias. El interés que el prestatario puede afrontar está

(04:10:48):
en proporción sólo al beneficio neto. La tasa mínima de
interés ordinaria, análogamente, debe ser algo superior a lo que
es suficiente para compensar las pérdidas ocasionales a que todo préstamo,
incluso con tolerable prudencia, está expuesto. Si no fuera mayor,
los únicos motivos para prestar serían la caridad o la amistad.

(04:11:10):
En un país que adquiere la plenitud de sus riquezas,
donde en cada rama específica de la economía se invierte
la máxima cantidad de capital posible, como la tasa corriente
de beneficio neto será muy pequeña, también lo será la
tasa de interés normal de mercado, que será tan baja
que sólo los muy ricos podrán vivir del interés de
su dinero. Todas las demás personas de fortunas pequeñas o

(04:11:33):
medianas se verían obligadas a ocuparse ellas mismas del empleo
de sus capitales. Sería necesario que casi todos los hombres
fuesen hombres de negocios, o que se ocupasen en alguna
clase de actividad. La provincia de Holanda parece estar aproximándose
a una situación parecida. Allí es mal visto el no
ser un hombre de negocios. La necesidad hace que resulte

(04:11:56):
habitual que cada hombre lo sea, y la costumbre regula
la moda, así como es ridículo no vestir como los demás,
en alguna medida también lo es el no estar empleado
como los demás. Y así como un profesional civil está
fuera de lugar en un campamento o guarnición, e incluso
corre el riesgo de ser allí objeto de desprecio, lo
mismo ocurre con un hombre ocioso entre personas que trabajan.

(04:12:19):
La tasa ordinaria máxima de beneficio puede ser una que absorba,
en el precio del grueso de las mercancías, la totalidad
de lo que debería ir a la renta de la tierra,
y que deje sólo lo suficiente para pagar el trabajo
de prepararlas y traerlas al mercado, según la tasa mínima
que pueda pagarse por el trabajo, o la mera subsistencia
del trabajador. El obrero debe ser de alguna forma u

(04:12:42):
otra alimentado mientras se ocupa de su labor, pero no
hay necesidad siempre de pagar al terrateniente. Los beneficios del
comercio que los funcionarios de la Compañía de las Indias
Orientales llevan a cabo en Bengala quizás no estén muy
lejos de esta situación. La proporción que debe establecerse entre
la tasa de interés normal de mercado y la tasa

(04:13:02):
corriente de beneficio neto varía necesariamente según el beneficio suba
o baje. Los comerciantes en Gran Bretaña consideran que un
beneficio bueno, moderado y razonable, lo que a mi juicio
quiere decir el beneficio normal y corriente, equivale al doble
del interés. En un país donde la tasa corriente de
beneficio neto es del 8 o del 10%, puede ser razonable

(04:13:25):
que la mitad vaya al interés en aquellos negocios desarrollados
con dinero prestado. El prestatario corre con el riesgo del
capital y, por así decirlo, se lo asegura al prestamista,
y en la mayor parte de los negocios un 4 o
un 5% puede ser tanto un beneficio suficiente para el
riesgo de ese seguro como una recompensa suficiente para el

(04:13:46):
empleo del capital. Pero la proporción entre el interés y
el beneficio neto puede no ser la misma en países
donde la tasa corriente de beneficio sea mucho más baja
o mucho más alta. Si fuera más baja, no podría
destinarse la mitad a pagar interés, si fuera más alta
se podría pagar más de la mitad. En países que

(04:14:06):
progresan velozmente hacia la riqueza, la baja tasa de beneficio
puede compensar, en el precio de muchas mercancías, los altos salarios,
y permitir a esos países vender tan barato como sus
vecinos menos prósperos, donde los salarios pueden ser menores. En
realidad los beneficios elevados tienden a aumentar el precio de
las cosas mucho más que los salarios elevados. Si en

(04:14:29):
la manufactura de lino, por ejemplo, los salarios de los
diversos obreros, los cardadores, hilanderos, tejedores, etc., aumentaran en dos
peniques por día, sería necesario subir el precio de una
pieza de hilo sólo en dos peniques por cada persona
que hubiese estado empleada en producirla, multiplicados por el número
de días durante los que hubiese estado empleada. la parte

(04:14:52):
del precio de la mercancía que se resuelve en salarios
aumentaría a lo largo de las diversas etapas de la
industria sólo en una proporción aritmética con esa subida en
los salarios. Pero si los beneficios de todos los diferentes
empleadores de obreros subiesen en un 5%, la parte del
precio de la mercancía que se resuelve en beneficios aumentaría
a través de las distintas etapas de la industria en

(04:15:15):
proporción geométrica con esa elevación de los beneficios. El empleador
de los cardadores exigiría, al vender su lino cardado, un
5% adicional sobre el valor total de los materiales y
los salarios que adelantó a sus trabajadores. El patrono de
los hilanderos exigiría un 5% adicional tanto sobre el precio

(04:15:35):
aumentado del lino cardado como sobre los salarios de los hilanderos.
Y el empleador de los tejedores reclamaría un 5% de
manera similar, tanto sobre el precio aumentado del hilo como
sobre los salarios de los tejedores. En el aumento del
precio de las mercancías las subidas salariales actúan como el
interés simple lo hace en la acumulación de una deuda.

(04:15:57):
Las subidas de los beneficios actúan como el interés compuesto.
Nuestros comerciantes e industriales se quejan mucho de los efectos
perjudiciales de los altos salarios porque suben los precios y
por ello restringen la venta de sus bienes en el
país y en el exterior. Nada dicen de los efectos
dañinos de los beneficios elevados. Guardan silencio sobre las consecuencias

(04:16:18):
perniciosas de sus propias ganancias. Sólo protestan ante las consecuencias
de las ganancias de otros. Capítulo 10 De los salarios y
los beneficios en los diferentes empleos del trabajo y el
capital Las ventajas y desventajas totales de los diversos empleos
del trabajo y el capital en una misma zona deben
o bien ser perfectamente iguales o tender constantemente hacia la igualdad.

(04:16:43):
Si es un mismo lugar hubiese un empleo evidentemente mucho
más o mucho menos ventajoso que los demás, habría tanta
gente que invertiría en él en el primer caso, o
que lo abandonaría en el segundo, que sus ventajas pronto
retornarían al nivel de los demás empleos. Este sería el
caso al menos en una sociedad donde se permitiese que
las cosas siguieran su curso natural, donde hubiese total libertad,

(04:17:06):
y donde cada persona fuese perfectamente libre tanto para elegir
la ocupación que desee como para cambiarla cuantas veces lo
juzgue conveniente. El interés de cada persona lo induciría a
buscar el empleo más ventajoso y a rechazar el menos ventajoso.
Es verdad que los salarios y beneficios monetarios son en
toda Europa extremadamente diferentes en los diversos empleos del trabajo

(04:17:29):
y el capital. Pero esas diferencias surgen en parte de
algunas circunstancias específicas de los empleos mismos que, sea en
la realidad o sea en la imaginación de los hombres,
justifican una ganancia pequeña en algunos y compensan una ganancia
grande en otros, y en parte dichas diferencias provienen de
la política de Europa, que en ninguna parte deja que

(04:17:50):
las cosas se desenvuelvan con completa libertad. La consideración particular
de dichas circunstancias y de dicha política dividirá a este
capítulo en dos partes. Parte 1 Desigualdades que derivan de la
naturaleza misma de los empleos Hasta donde he podido observar
las principales circunstancias que justifican una ganancia pecuniaria pequeña en

(04:18:13):
algunos empleos y compensan una grande en otros son cinco. Primero,
si los empleos son agradables o desagradables. Segundo, si el
aprenderlos es sencillo y barato o difícil y costoso. Tercero,
si son permanentes o temporales. Cuarto, si la confianza que
debe ser depositada en aquellos que los ejercitan es grande
o pequeña. Y quinto, si el éxito en ellos es

(04:18:35):
probable o improbable. En primer lugar, los salarios varían con
la sencillez o dificultad, con la limpieza o la suciedad,
con lo honroso o deshonroso que sea el empleo. Así,
tomando un año en su conjunto, en la mayor parte
de los lugares un peón desastre gana menos que un
jornalero tejedor. Su trabajo es mucho más sencillo. Un tejedor

(04:18:59):
gana menos que un herrero. Su trabajo no siempre es
más sencillo, pero es mucho más limpio. Un herrero, aunque
sea un artesano, rara vez gana tanto en doce horas
como un minero, que sólo es un trabajador, en ocho horas.
Su trabajo no es tan sucio, es menos peligroso y
es realizado a la luz del día y en la superficie.

(04:19:21):
El prestigio representa una gran parte de la remuneración de
cualquier profesión respetable. En lo relativo a las ganancias pecuniarias,
y considerando todas sus particularidades, están normalmente mal recompensadas, como
demostraré más adelante. Y la deshonra tiene el efecto contrario.
El oficio del carnicero es brutal y odioso, pero en

(04:19:43):
casi todas partes es más rentable que el grueso de
los trabajos comunes. El más detestable de todos los empleos,
el del verdugo, resulta ser el oficio de lejos mejor pagado,
en proporción a la cantidad de trabajo realizada. La caza
y la pesca, los empleos más importantes de la humanidad
en el estado rudo de la sociedad, se transforman en

(04:20:05):
su estado avanzado en los entretenimientos más gratos, y los
seres humanos persiguen por placer lo que antes era una necesidad.
En el estado avanzado de la sociedad, por consiguiente, son
muy pobres aquellos que tienen como oficio lo que para
otras personas es un pasatiempo. Los pescadores lo han sido
desde los tiempos de Teócrito. Un cazador furtivo en Gran

(04:20:27):
Bretaña es en todas partes un hombre pobre. En países
donde el rigor de la ley no tolera a los furtivos,
el cazador con licencia no se halla en una condición
mucho mejor. El gusto natural por estas actividades hace que
las practiquen muchas más personas que las que podrían vivir
cómodamente de ellas, y el producto de su trabajo, en

(04:20:47):
proporción a la cantidad del mismo, viene al mercado a
un precio siempre tan bajo que no proporciona a los
trabajadores apenas nada más que la mínima subsistencia. El desagrado
y la deshonra afectan a los beneficios de igual forma
que a los salarios. El tabernero o posadero, que nunca
se siente amo de su propia casa y que está

(04:21:07):
expuesto a la brutalidad de cualquier borracho, no ejerce un
negocio grato ni bien conceptuado. Pero casi no hay otro
negocio en donde un capital tan pequeño rinda un beneficio
tan abultado. En segundo lugar, los salarios varían según lo
sencillo y barato, o difícil y caro que sea el
aprendizaje del trabajo. Cuando se construye una costosa máquina, se

(04:21:30):
debe esperar que el trabajo extra que va a desarrollar
antes de que deje de funcionar repondrá el capital invertido
en ella, con al menos los beneficios corrientes. Una persona
que se ha educado con la inversión de mucho tiempo
y trabajo en cualquier ocupación que requiere una destreza y
habilidad extraordinarias puede ser comparada con una de esas costosas máquinas.

(04:21:51):
La labor que aprende a realizar le repondrá, más allá
y por encima de los salarios normales, el gasto total
de su educación, con al menos los beneficios comunes para
un capital igualmente valioso. Deberá hacer esto además en un
periodo razonable, considerando la muy incierta duración de la vida humana,
en comparación a la más cierta duración de una máquina.

(04:22:13):
Sobre este principio se basa la diferencia entre los salarios
del trabajo cualificado y del trabajo ordinario. En Europa se
aplica la política de considerar a todos los que se
dedican a la mecánica, la artesanía y la manufactura como
trabajadores especializados, y a los que trabajan en el campo
como trabajadores comunes. Se supone que aquella labor es más

(04:22:34):
sutil y delicada que esta. Quizás sea así en algunos casos,
pero en la mayoría de ellos sucede todo lo contrario,
como demostraré más adelante. Las leyes y costumbres de Europa,
en consecuencia, para autorizar el ejercicio de aquellos trabajos, imponen
la obligación del aprendizaje, aunque con un rigor que varía
según los lugares. Y dejan a los otros trabajos libres

(04:22:58):
y abiertos a todos. Mientras dura el aprendizaje, todo el
trabajo del aprendiz pertenece a su patrono. En ese tiempo
debe ser en muchos casos mantenido por sus padres o
familiares y en casi todos los casos vestido también por ellos.
e incluso se entrega habitualmente al patrono una suma de
dinero por enseñarle el oficio. Los que no pueden entregar

(04:23:21):
dinero entregan tiempo, o quedan atados al aprendizaje durante más
tiempo que el habitual, algo que aunque no siempre es
ventajoso para el patrono, dada la usual holgazanería de los aprendices,
es siempre desventajoso para éstos. En las labores agrícolas, por
el contrario, el trabajador, mientras está ocupado en los menesteres
más sencillos, aprende la parte más complicada de su trabajo,

(04:23:44):
y su propio esfuerzo lo mantiene durante todas las diversas
etapas de su empleo. Es por ello razonable que en
Europa los salarios de los mecánicos, artesanos y manufactureros serán
algo superiores a los de los trabajadores comunes. Lo son, efectivamente,
y estas ganancias mayores hacen que sean considerados en casi

(04:24:04):
todas partes como gente de una clase más alta. Sin embargo,
la superioridad de sus salarios es generalmente muy pequeña, la
ganancia diaria o semanal de los obreros en las manufacturas
más comunes, como las de los paños ordinarios de lino
y lana, es en promedio en la mayoría de los
sitios apenas muy poco superior que el jornal de los
peones ordinarios. Su empleo es ciertamente más estable y regular,

(04:24:28):
y la superioridad de su remuneración, tomando el año en
su conjunto, quizás sea un poco más amplia. Pero es
evidente que no lo es tanto como para compensar el
mayor gasto en su educación. La formación en las artes
más especializadas y en las profesiones liberales es todavía más
fatigosa y más cara. La recompensa pecuniaria de los pintores

(04:24:50):
y escultores, de los abogados y los médicos, debería por
lo tanto ser más abultada. Y lo es. Los beneficios
del capital parecen ser muy poco afectados por la sencillez
o dificultad de aprender el oficio en el que se
emplea dicho capital. Todas las formas diferentes en las que
el capital se invierte habitualmente en las grandes ciudades parecen

(04:25:12):
ser de un aprendizaje igualmente fácil o difícil. Una rama
del comercio, sea interior o exterior, no puede ser mucho
más intrincada que otra. En tercer lugar, los salarios en
las distintas ocupaciones varían según que el empleo sea permanente
o temporal. El trabajo es mucho más constante en algunos

(04:25:32):
sectores que en otros. En la mayor parte de las manufacturas,
un jornalero puede estar seguro de que tendrá trabajo casi
todos los días del año que sea capaz de trabajar.
Un albañil, por el contrario, no puede trabajar en una
helada o con mal tiempo, y su trabajo depende en
el resto del tiempo del llamado ocasional de sus clientes.

(04:25:54):
Está expuesto, por consiguiente, a estar a menudo sin ocupación. Entonces,
lo que gane cuando trabaje no debe sólo permitirle mantenerse
cuando no lo haga, sino también compensarle por todos aquellos
momentos de angustia y desesperación que su precaria situación a
veces debe suscitar. Así como los ingresos registrados de la

(04:26:14):
mayor parte de los obreros industriales son muy similares a
los de los peones ordinarios, los de los albañiles son
una mitad más y hasta el doble que aquellos. Donde
los trabajadores corrientes ganan 4 y 5 chelines por semana, los albañiles
a menudo ganan 7 y 8, donde aquellos ganan 6, estos ganan 9 y 10,
y donde aquellos ganan 9 y 10, como ocurre en Londres, estos

(04:26:37):
ganan normalmente 15 y 18. Parece, no obstante, que ningún trabajo especializado
es más fácil de aprender que el del albañil. Se
dice que a veces, durante el verano, se emplea como
albañiles en Londres a los porteadores de sillas. Los elevados
salarios de esos trabajadores, entonces, no constituyen tanto la remuneración

(04:27:00):
por su habilidad como la compensación por la inconstancia de
su empleo. Un carpintero parece ejercer un oficio de más
cuidado e ingenio que un albañil. pero en muchos lugares,
aunque no en todos, sus salarios son algo menores. Su empleo,
si bien depende mucho del llamado ocasional de sus clientes,
no depende tan completamente de ello y tampoco está expuesto

(04:27:23):
a ser interrumpido por el clima. Cuando las actividades que
proporcionan en general un empleo fijo no lo hacen en
algunos lugares, los salarios de los trabajadores siempre suben allí
muy por encima de su proporción habitual con los del
trabajo corriente. En Londres casi todos los artesanos son susceptibles
de ser contratados y despedidos por sus patronos en el

(04:27:44):
mismo día o la misma semana, igual que ocurre con
los jornaleros en otros sitios. Por eso los artesanos más modestos,
los peones de sastre, ganan media corona por día, mientras
que los salarios corrientes son de 18 peniques. En las ciudades
y pueblos más pequeños, los salarios de los peones de
sastre a menudo son casi iguales a los de los

(04:28:05):
trabajadores no especializados, pero en Londres están muchas veces varias
semanas sin empleo, particularmente durante el verano. Cuando la eventualidad
en el empleo se combina con la dureza, el desagrado
y la suciedad, ello incrementa en ocasiones los salarios del
trabajo más común por encima de los de los artesanos
más expertos. Un minero que trabaja a destajo en Newcastle

(04:28:28):
gana normalmente el doble y hasta el triple del salario
de los trabajadores no cualificados en muchas partes de Escocia.
Su alto salario deriva totalmente de lo duro, desagradable y
sucio de su labor. Su empleo es en la mayoría
de los casos tan permanente como él quiera. Los cargadores
de carbón en Londres ejercen un oficio que es tan fatigoso,

(04:28:49):
sucio e ingrato como el de los mineros, y por
la ineludible irregularidad del arribo de los barcos carboneros, el
empleo de la mayoría de ellos es necesariamente muy inconstante.
Si los mineros, por tanto, ganan normalmente el doble y
el triple de los salarios del trabajo no especializado, no
sería irrazonable que los cargadores de carbón obtuviesen en ocasiones

(04:29:11):
unos salarios cuatro o cinco veces más altos. En una
investigación sobre sus condiciones de trabajo, llevada a cabo hace
unos pocos años, se descubrió que a la tasa a
la que se les pagaba podían ganar de 6 a 10 chelines
por día. 6 chelines es aproximadamente cuatro veces el salario
del trabajo ordinario en Londres, y en cualquier oficio concreto

(04:29:33):
las ganancias mínimas son las que corresponden al mayor número
de personas. Por más copiosos que puedan parecer esos ingresos,
si fueran más que suficientes para contrapesar todas las circunstancias
desagradables de la tarea, pronto acudiría una cantidad tan abundante
de competidores que, en una actividad que no tiene privilegios
de exclusión, los empujarían rápidamente a una tasa menor. La

(04:29:57):
fijeza o eventualidad de los empleos no puede afectar a
los beneficios corrientes del capital en ningún sector en particular.
Si el capital está empleado constantemente o no, eso no
depende del negocio sino del negociante. En cuarto lugar, los
salarios varían según la menor o mayor confianza que se
deposite en los trabajadores. Los salarios de los orfebres y

(04:30:20):
joyeros son en todas partes mayores a los que muchos
otros trabajadores no sólo de igual sino de muy superior destreza,
ello se debe a los preciosos materiales que se les confían.
Depositamos nuestra salud en manos del médico, nuestra fortuna y
en ocasiones nuestra vida en manos del abogado y el procurador.
Tal confianza no puede ser entregada a personas de baja

(04:30:42):
y humilde condición. Su remuneración, en consecuencia, debe otorgarles el
rango social que esa responsabilidad exige. El abundante tiempo y
gasto invertidos en su formación, combinado con dicha circunstancia, necesariamente
expande todavía más el precio de su trabajo. Cuando una
persona emplea en su oficio sólo su propio capital, no

(04:31:04):
hay confianza, y el crédito que pueda conseguir de otras
personas depende no de la naturaleza de su labor sino
de la opinión de esas personas acerca de su fortuna,
probidad y prudencia. Las distintas tasas de beneficio en las
varias ramas de los negocios no dependen, entonces, de los
diferentes grados de confianza depositados en los negociantes. En quinto lugar,

(04:31:26):
los salarios en los diversos empleos varían según que el
éxito en ellos sea probable o improbable. La probabilidad de
que una persona concreta pueda llegar a ser apta para
el empleo en el que se ha formado es muy
diversa según la ocupación de que se trate. En la
mayor parte de los oficios mecánicos, el éxito es casi seguro,
es en cambio muy incierto en las profesiones liberales. Si

(04:31:50):
uno pone a su hijo de aprendiz de zapatero, no
hay duda de que aprenderá a hacer un par de zapatos.
Pero si uno lo envía a estudiar derecho habrá apenas
una probabilidad entre 20 de que pueda ganarse la vida en
esa profesión. En una lotería sin trampa alguna, los que
obtienen premios ganan lo que los otros pierden. En una
profesión donde por uno que triunfa fracasan 20, ese uno debería

(04:32:14):
ganar todo lo que podrían haber ganado los 20 derrotados. Un
abogado que a los 40 años empieza a conseguir algo de
su profesión debería recibir la retribución no sólo por su
cansadora y onerosa formación sino también por la de la
veintena de otros que probablemente nunca obtendrán nada de ella.
Por más disparatados que puedan parecer los honorarios de los abogados,

(04:32:35):
su remuneración real jamás alcanza a cubrir eso. Si se
calcula en cualquier sitio lo que probablemente ganan y gastan
anualmente los diferentes trabajadores de un mismo oficio, como los
zapateros o los tejedores, se verá que la primera suma
generalmente cede a la segunda. Pero si se realiza el
mismo cómputo con los abogados y estudiantes de derecho se

(04:32:57):
comprobará que sus ganancias anuales guardan una proporción muy pequeña
con sus gastos anuales, aunque se estime a las primeras
tan alto y a los segundos tan bajo como sea posible.
La lotería del derecho, entonces, está lejos de ser perfectamente justa,
y esa actividad, como muchas otras profesiones liberales y honorables,
está en lo relativo a las ganancias pecuniarias evidentemente poco remunerada.

(04:33:22):
No obstante, esas profesiones se mantienen a la par con
otras ocupaciones, y a pesar de esos inconvenientes hay muchos
espíritus liberales y generosos que se afanan por apiñarse dentro
de ellas. Hay dos causas distintas que las vuelven atractivas. Primero,
el deseo de alcanzar la reputación que deriva de lograr
una gran excelencia en cualquiera de ellas, y segundo, la

(04:33:45):
mayor o menor confianza natural que toda persona tiene no
en sus propias capacidades sino en su buena suerte. Pero
destacarse en cualquier profesión, en la que incluso son pocos
los mediocres, es la señal más elocuente de lo que
se denomina genio o talento superiores. La admiración pública otorgada
a esas habilidades tan distinguidas forma parte siempre de su remuneración,

(04:34:07):
una parte grande o pequeña en proporción al nivel de distinción.
Es una parte muy considerable en la remuneración de los médicos,
es quizás mayor en la de los abogados, y es
casi la totalidad de la remuneración de los poetas y filósofos.
Hay talentos gratos y hermosos cuya posesión suscita una cierta
dosis de admiración, pero cuyo ejercicio con fines de lucro

(04:34:30):
es considerada, con razón o por un prejuicio, como una
suerte de prostitución pública. Por lo tanto, la recompensa pecuniaria
de los que así la ejercen debe ser suficiente para
pagar no sólo el tiempo, trabajo y coste de adquirir
esos talentos, sino también el descrédito que conlleva su empleo
como medio de vida. Los exorbitantes sueldos de los actores,

(04:34:51):
cantantes de ópera, bailarines, etc., derivan de esos dos principios,
la rareza y belleza de los talentos y el descrédito
de emplearlos de esa forma. Parece a primera vista absurdo
que despreciemos a sus personas y sin embargo remuneremos tan
profusamente a sus talentos. Sin embargo, al hacerlo uno debemos

(04:35:12):
necesariamente hacerlo otro. Si un día cambia la opinión o
el prejuicio del público con respecto a estas ocupaciones, su
retribución pecuniaria bajaría rápidamente. Habría más candidatos a ejercerlas y
la competencia pronto deprimiría el precio de su trabajo. Aunque
esos talentos no son comunes, no resultan en absoluto tan

(04:35:33):
raros como se cree. Hay muchas personas que los poseen
en un alto grado de perfección, pero que desdeñan el
emplearlos de ese modo, y muchas más serían capaces de
adquirirlos si se pudiese hacer con ellos algo honorable. La
petulante presunción que el grueso de los hombres tiene sobre
sus propias capacidades es un mal de vieja data, subrayado

(04:35:54):
desde siempre por filósofos y moralistas. La ridícula confianza en
su buena suerte, en cambio, ha sido menos destacada. y
sin embargo es, si cabe, todavía más universal. No existe
hombre alguno que no participe de ella, si está en
condiciones aceptables de salud y de ánimo. Todo hombre sobrevalora

(04:36:15):
en cierta medida sus posibilidades de éxito y la mayoría
subvalora sus posibilidades de fracaso. Casi ningún hombre en su
estado normal asigna a estas últimas posibilidades un valor mayor
que el que en realidad tienen. El amplio éxito de
las loterías demuestra que la probabilidad de ganar es naturalmente sobrevaluada.
El mundo no ha visto nunca ni verá jamás una

(04:36:37):
lotería perfectamente justa, una en donde las ganancias totales compensen
las pérdidas totales, el empresario de la lotería no obtendría
en tal caso beneficio alguno. En las loterías públicas los
billetes realmente no valen el precio que pagan los suscriptores
originales y sin embargo se venden en el mercado por un 20,
un 30 y a veces hasta un 40% más. La única

(04:37:00):
explicación de esta demanda es la vana esperanza de acertar
alguno de los grandes premios. Hay gente muy prudente que
no considera una tontería el pagar una pequeña suma por
la probabilidad de ganar 10 o 20 mil libras, aunque saben que
incluso esa pequeña suma vale el 20 o el 30% más
que lo que vale esa probabilidad. Los billetes de una

(04:37:21):
lotería en donde ningún premio fuese superior a 20 libras, aunque
en otros aspectos se aproximaría más a una lotería justa
que las loterías estatales normales, no suscitarían la misma demanda.
Para lograr una posibilidad mayor de acertar uno de los
premios mayores, algunas personas compran varios billetes y otras compran
participaciones en un número todavía mayor. Sin embargo, no hay

(04:37:45):
proposición matemática más cierta que cuanto más billetes se compran,
más probabilidades hay de perder. Si se compran todos los billetes,
entonces la pérdida es segura, y cuantos más se adquieran
más se aproxima uno a esa certeza. El que las
posibilidades de perder son frecuentemente infravaloradas y casi nunca ponderadas

(04:38:06):
por más de lo que valen, se demuestra mediante los
muy moderados beneficios de los aseguradores. Para que el seguro,
sea contra riesgos de incendio o marítimos, exista como actividad,
las primas comunes deberán ser suficientes para compensar las pérdidas normales,
pagar los gastos de administración y proporcionar un beneficio como
el que podría recogerse de un capital similar invertido en

(04:38:28):
cualquier otro negocio. La persona que paga eso y nada más,
evidentemente paga nada más que el valor real del riesgo
o el precio mínimo al que puede razonablemente asegurarse contra él.
Pero aunque muchas personas han hecho algo de dinero con
los seguros, muy pocas han amasado una vasta fortuna. Esta
sola consideración basta para que resulte nítido que el equilibrio

(04:38:50):
normal entre beneficios y pérdidas no es más ventajoso en
este negocio que en los otros donde tanta gente acumula fortunas.
Y es que por moderada que habitualmente sea la prima
de los seguros, numerosas personas desprecian tanto el riesgo que
no quieren pagarla. Tomando la media de todo el reino, 19
de cada 20 casas, o quizás 99 de cada 100, no están aseguradas

(04:39:13):
contra incendios. Los riesgos marítimos son más alarmantes para la
mayoría de las personas, y la proporción de barcos asegurados
con respecto a los que no lo están es bastante mayor.
Muchos de ellos, en pero, se dan a la mar
en todas las estaciones, e incluso en tiempo de guerra,
sin seguro alguno. En algunos casos esto puede no ser imprudente.

(04:39:36):
Cuando una gran compañía, o un gran comerciante, tiene 20 o 30
barcos en el mar, ellos pueden asegurarse mutuamente, por así decirlo.
Las primas que entre todos se ahorran pueden más que
compensar las pérdidas que puedan padecer en circunstancias normales del azar.
Pero en la mayor parte de los casos el descuido
en el seguro marítimo es, igual que en el seguro

(04:39:58):
de las casas, consecuencia no de prolijos cálculos sino del insensato,
temerario y presuntuoso desprecio del riesgo. Ese desprecio por el
riesgo y esa petulante confianza en el éxito nunca están
más activos que en aquel periodo de la vida en
que los jóvenes escogen sus carreras. La escasa medida en
que el temor al fracaso contrarresta la esperanza en la

(04:40:20):
buena suerte aparece más claramente aún en la disposición del
pueblo llano a enrolarse como soldados o a hacerse a
la mar, que en el afán de las personas de
clases más altas para ingresar en las denominadas profesiones liberales.
Lo que un soldado raso puede perder es bastante evidente.
Sin embargo, olvidando el peligro, nunca los voluntarios jóvenes se

(04:40:41):
alistan con tanto entusiasmo como cuando comienza una nueva guerra,
y aunque las posibilidades de ascenso son muy escasas se
figuran en sus juveniles fantasías que tropezarán con mil ocasiones
para adquirir honores y distinciones que jamás se harán realidad.
Estas románticas aspiraciones constituyen todo el precio de su sangre.
Su paga es menor que la de un peón ordinario

(04:41:03):
y sus fatigas durante el servicio son mucho mayores. La
lotería del mar no es tan desventajosa como la del ejército.
El hijo de un trabajador o artesano acreditado puede a
menudo hacerse a la mar con el consenso de su padre,
pero si se alista como soldado, lo hará frecuentemente sin él.
En el primer caso, algunas personas creerán que tiene alguna

(04:41:25):
posibilidad de avanzar en esa actividad, en el segundo caso,
lo creerá sólo él. El gran almirante es objeto de
menor admiración pública que el gran general, y el máximo
éxito en el mar asegura una fortuna y una reputación
menos brillantes que un éxito similar en tierra. La misma
diferencia existe en todos los rangos inferiores. Con arreglo a

(04:41:47):
la jerarquía, un capitán en la marina tiene el mismo
rango que un coronel en el ejército, pero no gozan
del mismo aprecio general. Si los grandes premios en la
lotería son pocos, los pequeños deben ser más numerosos. Los marineros, así,
consiguen alguna fortuna y ascenso más a menudo que los soldados,
y la esperanza de conseguirlos es lo que hace atractivo

(04:42:10):
a este quehacer. Aunque su habilidad y destreza es muy
superior a la de casi cualquier artesano, y aunque toda
su vida es un escenario continuo de fatigas y peligros,
sin embargo, a pesar de toda esa habilidad y destreza,
de todos estos peligros y fatigas, no reciben mientras no
ascienden otra remuneración que el placer de ejercitar las primeras

(04:42:31):
y superar los segundos. Sus salarios no son mayores que
los de los peones comunes de puerto, que sirven para
regular la tasa de los sueldos de los hombres de mar.
Como están permanentemente yendo de un puerto a otro, la
paga mensual de aquellos que parten de todos los diversos
puertos de Gran Bretaña está más a la par que
la de cualesquiera otros trabajadores en esos sitios diferentes. Y

(04:42:53):
la tasa del puerto hacia y desde donde navega la mayoría,
es decir, el puerto de Londres, regula la de los demás.
En Londres los salarios de la mayoría de los trabajadores
es aproximadamente el doble de lo que cobran las mismas
clases en Edimburgo, pero los marineros que zarpan del puerto
de Londres rara vez gana tres o cuatro chelines por
mes más que los que zarpan del puerto de Leith,

(04:43:15):
y la diferencia es a menudo menor. En tiempos de paz,
y en el servicio comercial, el precio en Londres es
de entre una guinea y unos 27 chelines al mes. Un
peón corriente en Londres, a una tasa de 9 o 10 chelines
semanales puede ganar al mes entre 40 y 45 chelines. Es verdad

(04:43:36):
que el marinero recibe, además de su paga, los alimentos.
El valor de estos, sin embargo, puede que no siempre
ceda a la diferencia entre su paga y la del
trabajador ordinario, y aunque a veces lo haga, el exceso
no será una ganancia clara para el marinero, porque no
podrá compartirla con su mujer y su familia, a las
que deberá mantener en casa con su salario. Los peligros

(04:44:00):
y escapes por los pelos que caracterizan a una vida
de aventuras, en lugar de desanimar a los jóvenes, a
menudo la vuelven más atractiva para ellos. Entre las clases
más bajas del pueblo, a una madre cariñosa le atemorizará
el enviar a su hijo a la escuela en una
ciudad costera. No vaya a ser que el espectáculo de
los barcos y la conversación y aventuras de los marineros

(04:44:21):
lo inciten a hacerse a la mar. La perspectiva de
peligros distantes, de los que podemos esperar librarnos con coraje
y decisión, no nos es desagradable y no incrementa los
salarios en ningún empleo. Lo contrario sucede en aquellos en
donde el coraje y la decisión no sirven para nada.
En oficios reconocidamente insalubres los salarios siempre son asombrosamente elevados.

(04:44:45):
La insalubridad es algo desagradable, y sus efectos sobre los
salarios corresponden a esta categoría general. En todos los campos
de empleo del capital la tasa corriente de beneficio varía
más o menos con la certidumbre o incertidumbre de los rendimientos.
Estos son en general menos inciertos en el comercio interior
que en el exterior y menos en algunas ramas del

(04:45:07):
comercio exterior que en otras, en el comercio con América
del Norte, por ejemplo, que en el comercio con Jamaica.
La tasa corriente de beneficio siempre aumenta más o menos
con el riesgo. No parece, sin embargo, aumentar en proporción
o de forma de compensarlo totalmente. Las bancarrotas son más
frecuentes en las actividades más peligrosas. La más peligrosa de todas,

(04:45:32):
el contrabando, es el camino infalible hacia la bancarrota, aunque
cuando la aventura tiene éxito es, de la misma forma,
la más rentable. La presuntosa confianza en el éxito parece
actuar aquí como en todas las demás ocasiones, e incitar
a muchos aventureros a estos oficios tan riesgosos, de tal
forma que su competencia reduce los beneficios por debajo de

(04:45:53):
lo suficiente para compensar el riesgo. Para compensarlo totalmente los
rendimientos comunes deberían cubrir, más allá de los beneficios habituales
del capital, no sólo todas las pérdidas ocasionales sino también
un beneficio extra para los aventureros, de la misma naturaleza
que el beneficio de los aseguradores. Pero si los rendimientos

(04:46:14):
habituales fueran suficientes para todo esto, entonces las bancarrotas no
serían más frecuentes en estos sectores que en otros. Por
lo tanto, de las cinco circunstancias que influyen sobre los
salarios sólo dos afectan a los beneficios, lo agradable o
desagradable del negocio y el riesgo o seguridad con que
se lleva a cabo. En lo que hace a lo

(04:46:35):
agradable o desagradable, hay poca o ninguna diferencia en la
mayoría de los empleos del capital, pero una gran diferencia
en los del trabajo y el beneficio corriente, aunque aumenta
con el riesgo, no siempre lo hace proporcionalmente. De todo
esto se seguiría que en una misma sociedad o zona
las tasas de beneficio ordinarias o medias en los diversos

(04:46:55):
empleos del capital deberían estar más a la par que
los salarios pecuniarios de los diversos tipos de trabajo, y
así ocurre efectivamente. La brecha entre los ingresos de un
trabajador corriente y los de un abogado o un médico
bien situados es evidentemente mucho más acusada que la que
existe entre los beneficios corrientes de dos ramas distintas de
la economía. Asimismo, la aparente separación entre los beneficios de

(04:47:20):
los negocios es generalmente producto de nuestra confusión por no
distinguir siempre entre lo que debe considerarse como salarios y
lo que debe considerarse como beneficio. El beneficio de los
boticarios se ha convertido en un lugar común para designar
algo extraordinariamente copioso. Sin embargo, este abultado beneficio aparente es

(04:47:40):
a menudo nada más que un salario razonable. La destreza
de un boticario es un asunto mucho más prolijo y
delicado que la de cualquier artesano, y la confianza en
el depositada es de una importancia incomparablemente mayor. En todos
los casos él es el médico de los pobres, y
cuando el malo el peligro no es muy acusado también
no es de los ricos. Su retribución, por lo tanto,

(04:48:04):
debe ser adecuada a su habilidad y su responsabilidad, y
deriva generalmente del precio al que vende sus medicamentos. Pero
la totalidad de los remedios que el mejor boticario de
una gran ciudad vende en un año puede que no
le hayan costado más de 30 o 40 libras. Aunque los venda
con un beneficio del 300 o 400 o 1000%, esto será con

(04:48:25):
frecuencia poco más que el salario razonable de su trabajo,
cobrado de la única forma en que puede cobrarlo, cargándolo
sobre el precio de sus medicamentos. El grueso de su
beneficio aparente es en realidad salario disfrazado bajo la indumentaria
de beneficio. En una pequeña ciudad que sea puerto de mar,
un modesto tendero cosechará un beneficio del 40 o 50% sobre

(04:48:48):
un capital de sólo 100 libras, mientras que un importante mayorista
en el mismo sitio apenas conseguirá un 8 o un 10%
sobre un capital de 10.000. El comercio del tendero puede ser
necesario para la comodidad de los habitantes y la estrechez
del mercado puede impedir el empleo en el negocio de
un capital mayor. El hombre deberá no sólo vivir de

(04:49:10):
su tienda sino además en consonancia con la calificación que
su negocio requiere. Además de contar con un pequeño capital,
deberá ser capaz de leer, escribir y contar, y deberá
también conocer adecuadamente quizás 50 o 60 tipos de bienes diferentes, sus precios,
calidades y los mercados donde pueden ser adquiridos a mejor precio.

(04:49:31):
Deberá en suma atesorar todo el conocimiento necesario para ser
un gran mercader, algo en lo que nada le impide convertirse,
salvo la falta de un capital suficiente. Treinta o cuarenta
libras por año no pueden ser consideradas una remuneración demasiado
voluminosa por el trabajo de una persona tan preparada. Si
se restan de los aparentemente tan abultados beneficios de su capital,

(04:49:54):
entonces quedará probablemente muy poco más que los beneficios corrientes.
El grueso del beneficio aparente es, también en este caso,
verdaderamente salarios. La diferencia entre el beneficio aparente en el
comercio minorista y mayorista es mucho menor en la capital
que en las ciudades y pueblos pequeños. Donde se pueden invertir 10.000

(04:50:15):
libras en una tienda, los salarios del tendero constituirán un
añadido insignificante a los beneficios de un capital tan grande.
Los beneficios aparentes del detallista acaudalado, entonces, serán allí más
parecidos a los del comerciante mayorista. Por eso los bienes
vendidos al por menor son generalmente tan baratos y a

(04:50:35):
menudo mucho más baratos en la capital que en los pueblos.
Los ultramarinos, por ejemplo, son usualmente mucho más baratos, el
pan y la carne frecuentemente igual de baratos. No cuesta
más llevar ultramarinos a una gran ciudad que a una aldea,
pero cuesta mucho más llevar cereales y ganado, porque el
grueso de los mismos deberá ser transportado desde una distancia

(04:50:58):
mucho mayor. Como el coste primario de los ultramarinos es
el mismo en los dos lugares, resultan más baratos cuando
se carga sobre ellos un beneficio menor. El coste primario
del pan y la carne es mayor en una gran
ciudad que en un pueblo rural, y aunque el beneficio
es menor no son siempre más baratos allí, sino frecuentemente
igual de baratos. En los artículos como el pan y

(04:51:21):
la carne, la misma causa que disminuye el beneficio aparente,
incrementa el coste primario. La extensión del mercado, al permitir
la inversión de más capital, reduce el beneficio aparente, pero
al requerir suministros desde mayores distancias, eleva el coste primario.
En la mayoría de los casos esa reducción y esa
elevación parecen compensarse recíprocamente, lo que probablemente es la razón

(04:51:45):
por la cual aunque los precios del cereal y del
ganado son normalmente muy distintos en las diversas partes del reino,
los del pan y la carne son generalmente los mismos
en casi todas partes. Aunque los beneficios en el comercio
mayorista y minorista son generalmente menores en la capital que
en los pueblos, se acumulan en la primera notables fortunas

(04:52:05):
a partir de comienzos modestos, lo que casi nunca sucede
en los segundos. En los pueblos y las aldeas rurales,
debido a la estrechez del mercado, el comercio no siempre
puede ampliarse a medida que lo hace el capital. En
esos lugares, entonces, aunque la tasa de los beneficios de
una persona particular pueda ser muy alta, la suma de

(04:52:26):
ellos nunca será muy voluminosa, ni consecuentemente lo será la
de su acumulación anual. En las grandes ciudades, por el contrario,
la actividad puede extenderse junto con el capital, y el
crédito de una persona frugal y próspera crece mucho más
rápido que su capital. Su negocio crece en proporción a
la suma de ambos, y el monto de sus beneficios

(04:52:48):
guarda proporción con la extensión de su negocio, y su
acumulación anual con la suma de sus beneficios. Pocas veces ocurre,
sin embargo, que se amasen caudalosas fortunas incluso en las
grandes ciudades en labores normales, establecidas y bien conocidas, si
no es como consecuencia de toda una vida de esfuerzo,
frugalidad y concentración en el negocio. Es verdad que en

(04:53:11):
esos lugares a veces se cosechan fortunas súbitamente, por lo
que se llaman negocios de especulación. El comerciante especulador no
cultiva un quehacer normal, establecido y bien conocido. Es un
negociante de cereales este año, de vinos el año siguiente,
y de azúcar, tabaco o té el siguiente. Entra en

(04:53:31):
cualquier negocio cuando prevé que puede ser más rentable de
lo corriente y lo abandona cuando estima que es probable
que sus beneficios regresen al mismo nivel que los de
las demás actividades. Sus beneficios y pérdidas, en consecuencia, no
pueden guardar ninguna proporción regular con los de ninguna rama
de los negocios establecida y conocida. Un empresario audaz puede

(04:53:53):
a veces adquirir una fortuna colosal mediante dos o tres
especulaciones acertadas, pero eso es tan probable como que la
pierda mediante dos o tres desacertadas. Esta actividad sólo puede
ser llevada a cabo en las grandes ciudades. La información
necesaria para desarrollarla sólo existe en lugares donde el comercio
y las comunicaciones tienen una amplitud máxima. Las cinco circunstancias mencionadas,

(04:54:17):
aunque generan notables desigualdades en los salarios del trabajo y
los beneficios del capital, no provocan ninguna en el conjunto
de las ventajas o desventajas, reales o imaginarias, de los
diversos empleos de ambos. La naturaleza de esas circunstancias es
tal que compensan una pequeña ganancia pecuniaria en algunos casos
y contrarrestan una ganancia mayor en otros. No obstante, para

(04:54:42):
que esta igualdad pueda establecerse en el conjunto de sus
ventajas o desventajas son necesarios tres requisitos incluso allí donde
exista plena libertad. Primero, los empleos deben ser bien conocidos
y estar arraigados en la comunidad desde tiempo atrás. Segundo,
deben estar en su estado ordinario, o que podría llamarse
su estado natural. Y tercero, deberán ser la única o

(04:55:04):
principal ocupación de quienes a ellos se dedican. Primero, esta
igualdad sólo puede existir en aquellos empleos bien conocidos y
durante mucho tiempo asentados en la comunidad. Si las demás
circunstancias permanecen iguales, los salarios generalmente son mayores en los
negocios nuevos que en los viejos. Cuando un empresario intenta

(04:55:26):
establecer una nueva industria, debe primero atraer a sus trabajadores
con salarios más altos de los que cada uno gana
en su propio puesto, o de lo que la naturaleza
de su trabajo exigiría en otro caso, y debe transcurrir
un periodo de tiempo considerable antes de que pueda reducirlos
hasta el nivel normal. Las manufacturas cuya demanda proviene totalmente

(04:55:46):
de la moda y el capricho están cambiando continuamente, y
rara vez duran lo suficiente como para ser consideradas como
las industrias largamente asentadas. Aquellas, por el contrario, cuya demanda
deriva fundamentalmente de la utilidad o la necesidad están menos
expuestas al cambio, y el mismo diseño o artículo puede
ser demandado durante siglos enteros. Por lo tanto, los salarios

(04:56:10):
serán probablemente más elevados en las primeras manufacturas que en
las segundas. Birmingham tiene principalmente industrias de la primera clase
y Seffield de la segunda, y se cree que los
salarios en ambas ciudades se adaptan a esta diferencia en
la naturaleza de sus manufacturas. El establecimiento de cualquier industria nueva,

(04:56:32):
cualquier rama nueva del comercio, o cualquier procedimiento nuevo en
la agricultura, es siempre una especulación, por la que el
empresario se promete a sí mismo copiosos beneficios. Estos beneficios
son a veces muy grandes y a veces, más a
menudo quizás, son más bien lo opuesto, pero en general
no guardan proporción regular alguna con los de los negocios

(04:56:52):
antiguos de la zona. Si el proyecto tiene éxito, son
normalmente muy altos al principio. Cuando el negocio se consolida
y llega a ser conocido, la competencia los reduce al
nivel de las demás actividades. Segundo, esa igualdad en el
conjunto de las ventajas y desventajas de los diversos empleos
del trabajo y el capital tiene lugar sólo en el

(04:57:15):
estado ordinario, o lo que podría denominarse estado natural de
dichos empleos. La demanda de casi todas las clases de
trabajo es en ocasiones más alta y en ocasiones más
baja de lo normal. En el primer caso las ventajas
del empleo suben por encima y en el otro caen
por debajo de su nivel corriente. La demanda de trabajo

(04:57:36):
agrícola es mayor en el momento de la recogida del
heno y de la cosecha que durante la mayor parte
del año, y los salarios suben con la demanda. En
tiempos de guerra, cuando 40 o 50 mil marineros son forzados a
desplazarse de la marina mercante a la Armada Real, la
demanda de marineros para los buques mercantes sube necesariamente debido
a su escasez, y en tales ocasiones los salarios habitualmente

(04:57:59):
aumentan de entre una guinea y 27 chelines hasta entre 40 chelines
y 3 libras por mes. En una industria decadente, por el contrario,
muchos obreros prefieren no abandonar su viejo trabajo y están
dispuestos a aceptar un salario menor al que correspondería en
otro caso a la naturaleza de su empleo. Los beneficios

(04:58:19):
del capital varían con el precio de las mercancías en
las que se invierte. En la medida en que el
precio de cualquier mercancía se eleva sobre la tasa ordinaria
o media, los beneficios al menos de una parte del
capital invertido en traerla al mercado aumentan por encima de
su nivel normal, y caen por debajo de dicho nivel
cuando lo hace el precio. Todas las mercancías son más

(04:58:41):
o menos susceptibles de cambios en sus precios, pero algunas
lo son mucho más que otras. En todas las mercancías
producidas mediante el trabajo humano, la cantidad de trabajo empleada
anualmente es determinada necesariamente por la demanda anual, de tal
manera que la producción anual media sea, en la medida
de lo posible, igual al consumo anual medio. Ya ha

(04:59:03):
sido señalado que en algunas actividades la misma cantidad de
trabajo producirá siempre la misma o casi la misma cantidad
de mercancías. En las manufacturas de lino o lana, por ejemplo,
el mismo número de manos elaborará anualmente casi la misma
cantidad de paños de lana o hilo. Las variaciones en
el precio de mercado de esas mercancías, por lo tanto,

(04:59:25):
sólo pueden originarse por variaciones accidentales en la demanda. Un
luto nacional eleva el precio de las telas negras. Pero
como la demanda de la mayor parte de los paños
y lienzos es bastante uniforme, también no es su precio.
Ahora bien, hay otros empleos en donde la misma cantidad
de trabajo no siempre producirá la misma cantidad de mercancías.

(04:59:48):
La misma cantidad de trabajo, por ejemplo, producirá en años
diferentes cantidades marcadamente diferentes de cereales, vino, lúpulo, azúcar, tabaco, etc.
El precio de tales mercancías, entonces, varía no sólo ante
cambios en la demanda sino con las mucho más agudas
y frecuentes variaciones en la cantidad y es por ello

(05:00:09):
extremadamente oscilante. Pero el beneficio de algunos de los comerciantes
necesariamente fluctuará con el precio de las mercancías. Las operaciones
de un mercader especulador se concentran principalmente en este tipo
de mercancías. Procura adquirirlas cuando prevé que su precio va
a subir y venderlas cuando estima que va a bajar. Tercero,

(05:00:32):
esa igualdad en el conjunto de las ventajas y desventajas
de los diversos empleos del trabajo y el capital sólo
puede existir en aquellas labores que sean la ocupación única
o principal de quienes a ellas se dedican. Cuando una
persona se gana la vida con un solo trabajo que
no le absorbe la mayor parte de su tiempo, muchas
veces sucede que está dispuesta a ocupar sus ratos de

(05:00:53):
ocio en otro trabajo por un salario menor al que
correspondería en otro caso a la naturaleza del empleo. Todavía
subsisten en muchas partes de Escocia unas personas llamadas catilles,
si bien en menor número que hace algunos años. Son
una especie de sirvientes eventuales de los terratenientes y granjeros.
La remuneración habitual que reciben de sus patronos es una casa,

(05:01:16):
un pequeño huerto para legumbres, una cantidad de pasto como
para alimentar una vaca, y quizás un acre o dos
de mala tierra cultivable. Cuando el patrón no necesita su
trabajo les da, además, dos pecs de harina de avena
por semana, que valen unos 16 peniques esterlinas. Durante buena parte
del año casi no los necesita, y el cultivo de

(05:01:38):
su pequeña posesión no es suficiente para ocupar todo su
tiempo disponible. Cuando estos ocupantes eran mucho más numerosos que ahora,
estaban dispuestos a entregar su tiempo libre a cualquiera por
una magra retribución y a trabajar por menos salario que
los demás trabajadores. en épocas antiguas había muchos en toda
europa en países mal cultivados y poco poblados la mayoría

(05:02:02):
de los terratenientes y granjeros no tenían otra forma de
asegurarse la mano de obra extraordinaria que las labores rurales
exigen en determinadas estaciones la remuneración diaria o semanal que
estos trabajadores recibían de sus patronos no era evidentemente todo
el precio de su trabajo su pequeño asentamiento constituía una
buena parte del mismo No obstante, su remuneración diaria o

(05:02:26):
semanal ha sido considerada como su salario total por muchos
autores que han recopilado los precios del trabajo y las
provisiones en tiempos antiguos, y se han complacido en presentarlos
a ambos como extraordinariamente bajos. El producto de un trabajo
de ese tipo llega a menudo al mercado más barato
de lo que correspondería en otro caso a su naturaleza.

(05:02:47):
Las medias son tejidas en muchas partes de Escocia a
un precio menor del que cuesta hacerlas en los telares
de cualquier otro sitio. Son obra de sirvientes y trabajadores
que obtienen la parte principal de su subsistencia en otros empleos.
En Leith se importan por año más de mil pares
de medias de Zetland, al precio de entre 5 y 7 peniques
el par. Me han asegurado que en Lerwick, la pequeña

(05:03:11):
capital de las islas Zetland, el salario corriente es de 10
peniques por día. En las mismas islas se tejen medias
de punto de lana por una guinea el par e
incluso más caras. El hilado de la fibra de lino
se realiza en Escocia casi de la misma forma que
el tejido de las medias, es decir, por sirvientes que
trabajan esencialmente en otras ocupaciones. Aquellos que pretenden ganarse la

(05:03:36):
vida sólo con una de esas labores reciben apenas lo
necesario para subsistir pobremente. En la mayor parte de Escocia
sólo una buena hilandera puede ganar 20 peniques por semana. En
los países ricos el mercado es generalmente tan amplio que
cualquier actividad es suficiente para emplear todo el trabajo y
todo el capital de quienes a ella se dedican. Los

(05:03:58):
casos de personas que vivan con un empleo y al
mismo tiempo obtengan alguna ventaja de otro, tienen lugar básicamente
en países pobres. El ejemplo siguiente, sin embargo, de un
caso de este tipo, corresponde a la capital de uno
muy rico. Creo que no hay ciudad en Europa donde
las rentas urbanas sean tan caras como en Londres, y

(05:04:19):
a pesar de ello no conozco ninguna capital en donde
el alquiler de un apartamento amueblado sea tan barato. Las
habitaciones amuebladas no son sólo más baratas en Londres que
en París, son más baratas que en Edimburgo para calidades similares,
y lo que podrá parecer notable es que la carestía
de los alquileres es la causa de la baratura de
las habitaciones amuebladas. El elevado precio de la renta de

(05:04:42):
las casas en Londres se origina no sólo por las
causas que lo elevan en todas las grandes capitales, a saber,
el alto precio del trabajo, de los materiales de la
construcción que deben ser generalmente transportados desde una gran distancia,
y sobre todo la carestía de la renta del suelo,
al actuar cada terrateniente como un monopolista y cobrar a
menudo por un acre de mala tierra en la ciudad

(05:05:04):
lo mismo que por cien de la mejor tierra en
el campo, sino que se Origina en parte por los
usos y costumbres peculiares de la gente que fuerzan a
cada padre de familia a alquilar una casa completa, desde
la base hasta el tejado. Una vivienda en Inglaterra quiere
decir todo lo contenido bajo el mismo techo. En Francia,

(05:05:24):
Escocia y muchas otras partes de Europa, a menudo quiere
decir sólo un piso. Un comerciante en Londres se ve
obligado a alquilar una casa completa en aquella parte de
la ciudad donde viven sus clientes. En el bajo está
la tienda, él y su familia duermen en la guardilla,
y para pagar una parte del alquiler subarrienda los dos
pisos intermedios a otros inquilinos. Confía en mantener a su

(05:05:49):
familia gracias a su negocio, no gracias a estos inquilinos.
En cambio en París y en Edimburgo, las personas que
tienen viviendas para alquilar suelen no contar con otros medios
de vida, con lo cual el precio del alquiler debe
pagar no sólo la renta de la casa sino todos
los gastos de la familia. Parte 2. Desigualdades producidas por la

(05:06:11):
política de Europa. Las desigualdades mencionadas hasta aquí en el
conjunto de las ventajas y desventajas de los diferentes empleos
del trabajo y el capital, derivan de la falta de
alguno de los tres requisitos indicados y surgen incluso cuando
existe plena libertad. Pero la política de Europa, al no
dejar a las cosas en perfecta libertad, da lugar a

(05:06:32):
otras desigualdades mucho más importantes. Y lo hace fundamentalmente de
tres maneras. Primero, al restringir la competencia en algunos sectores
a un número menor de personas de las que estarían
dispuestas a entrar en ellos en otra circunstancia. Segundo, al
incrementar en otros ese número más allá de lo que
sería natural. Y tercero, al obstruir la libre circulación del

(05:06:56):
trabajo y el capital, tanto de un empleo a otro
como de un lugar a otro. Primero, la política de
Europa ocasiona una notable desigualdad en las ventajas y desventajas
totales de los diversos empleos del trabajo y el capital
al restringir la competencia en algunas actividades a un número
menor de personas de las que estarían dispuestas a entrar

(05:07:16):
en ellas en otro caso. El medio principal del que
se sirve para este propósito son los privilegios exclusivos de
las corporaciones o gremios. El privilegio exclusivo otorgado a un
oficio corporativo necesariamente restringe la competencia en la ciudad donde
se establece a aquellos que pueden ejercer el oficio. Normalmente,

(05:07:38):
el requisito indispensable para ejercerlo es haber trabajado como aprendiz
en la ciudad a las órdenes de un maestro debidamente cualificado.
Los estatutos del gremio regulan a veces el número de
aprendices que puede tener un maestro y casi siempre el
número de años que debe trabajar cada aprendiz. El objetivo
de ambas regulaciones es limitar la competencia a un número

(05:08:00):
de personas mucho menor que el que estaría dispuesto a
entrar en el oficio en otro caso. El número máximo
de aprendices lo limita directamente. Y un aprendizaje prolongado lo
limita indirectamente, pero de forma igualmente efectiva, al incrementar el
coste de la educación. En Sheffield los estatutos corporativos impiden

(05:08:21):
que un maestro cuchillero tenga más de un aprendiz al
mismo tiempo. A Norfolk y Norwich ningún maestro tejedor puede
contar con más de dos aprendices, bajo multa de cinco
libras al mes al tesoro. Ningún maestro puede tener más
de dos aprendices en cualquier parte de Inglaterra o en
las plantaciones inglesas, bajo multa de cinco libras mensuales, a

(05:08:43):
pagar la mitad al tesoro y la mitad a la
persona que lo denuncia ante los tribunales. Ambas regulaciones, aunque
han sido confirmadas por una ley del reino, responden evidentemente
al mismo espíritu corporativo que promulgó los estatutos de Sheffield.
No había pasado casi un año desde que los tejedores
de seda de Londres se agruparon en un gremio, cuando

(05:09:04):
impusieron un estatuto que prohibía a cada maestro tener más
de dos aprendices a un mismo tiempo. Para derogar este
reglamento fue precisa una ley específica del parlamento. Antiguamente el
plazo normal de duración del aprendizaje era de siete años
en los gremios de toda Europa. Todas estas corporaciones eran

(05:09:24):
llamadas entonces universidades, que es realmente el nombre latino más
adecuado para cualquier gremio. La Universidad de los Herreros, la
Universidad de los Astres, etc., son expresiones que encontramos frecuentemente
en los fueros de las ciudades antiguas. Cuando se fundaron
esos gremios concretos que se llaman hoy universidades, el número

(05:09:46):
de años que era menester estudiar para obtener el grado
de maestro en arte se copió del plazo del aprendizaje
en los oficios comunes, cuyos gremios eran mucho más antiguos.
Como siete años de trabajo con un maestro debidamente cualificado
eran necesarios para que cualquier persona pudiese ser un maestro,
y tener a su vez aprendices de un oficio común,

(05:10:07):
resultó que también fueron necesarios siete años de estudio con
un maestro debidamente cualificado para llegar a ser un maestro,
profesor o doctor, palabras que antiguamente eran sinónimos, en las
artes liberales, y tener entonces discípulos o aprendices, que también
eran sinónimos antes. Por el comúnmente llamado Estatuto del Aprendizaje,

(05:10:28):
del año V de la Reina Isabel, se dispuso que
ninguna persona podría ejercer en el futuro ningún oficio, arte
o profesión en Inglaterra si no había trabajado antes en
dicho que hacer como aprendiz durante al menos siete años.
Y lo que antes había sido el Estatuto de varias
corporaciones concretas se transformó en la ley pública y general
para todos los oficios de las ciudades con mercado de Inglaterra.

(05:10:51):
porque aunque el texto del Estatuto es muy general, y
parece claro que se refiere a la totalidad del reino,
su ámbito ha sido interpretado como limitado a las ciudades mercantiles,
y se daba por supuesto que en los pueblos rurales
una persona podía ejercer diversos oficios aunque no hubiese pasado
siete años de aprendizaje en cada uno, dado que eran
oficios necesarios para la comodidad de los habitantes y dado

(05:11:13):
que a menudo no era suficiente el número de personas
para suministrar mano de obra específica para cada actividad. Mediante
una interpretación literal del texto, la jurisdicción del Estatuto ha
sido restringida a los oficios que se habían establecido en
Inglaterra antes del quinto año del reinado de Isabel, y
nunca ha sido extendida a los que han sido introducidos

(05:11:35):
desde entonces. Esta restricción ha dado lugar a una prolija
casuística que, considerada como un conjunto de reglas de política,
es lo más disparatado que imaginarse pueda. Se ha estimado,
por ejemplo, que un fabricante de coches no podía ni
hacer las ruedas de sus coches ni emplear a jornaleros
para que las hiciesen, sino que debía comprarlas a un

(05:11:57):
maestro fabricante de ruedas, puesto que este oficio existía en
Inglaterra antes del año quinto de Isabel. Pero un fabricante
de ruedas, aunque nunca hubiese sido aprendiz de fabricante de coches,
sí podía fabricarlos o emplear a jornaleros para que los hicieran,
porque el oficio de fabricante de coches no caía bajo
el Estatuto porque no se ejercía en Inglaterra cuando aquel

(05:12:19):
fue promulgado. Las manufacturas de Manchester, Birmingham y Wolverhampton caen
en muchos casos también fuera del Estatuto, porque no existían
en Inglaterra antes del año quinto de la Reina Isabel.
En Francia la duración del aprendizaje varía según las ciudades
y los oficios. En París, en la mayor parte de

(05:12:39):
ellos se exigen cinco años, pero antes de que cualquier
persona pueda ser cualificada para ejercer el oficio como un
maestro deberá, en muchos casos, trabajar cinco años más como jornalero.
Durante este segundo plazo se le denomina el« compañero» del maestro,
e incluso el plazo mismo recibe el nombre« de compañía».

(05:13:00):
En Escocia no hay una ley general que regule la
duración del aprendizaje. El plazo varía según las diversas corporaciones.
Cuando es prolongado, una parte del mismo puede generalmente redimirse
mediante el pago de una pequeña cantidad. En la mayor
parte de las ciudades con una prima muy pequeña se
puede adquirir la licencia de cualquier gremio. Los tejedores de

(05:13:23):
lino y cáñamo, la principal industria del país, así como
los demás artesanos auxiliares suyos como los fabricantes de ruedas
y de banaderas, pueden ejercer su oficio en cualquier ciudad
gremial sin pagar tasa alguna. En todas las ciudades gremiales
cualquier persona es libre de vender carne en los días
de la semana permitidos. Un plazo normal de aprendizaje en

(05:13:45):
Escocia es tres años, incluso en algunos de los oficios
más delicados, y en general no conozco ningún país europeo
donde las leyes gremiales sean tan poco opresivas. Así como
la propiedad que cada persona tiene de su trabajo es
la base fundamental de todas las demás propiedades, también es
la más sagrada e inviolable. El patrimonio de un hombre

(05:14:07):
pobre estriba en la fuerza y destreza de sus manos.
El impedir que emplee esa fuerza y esa destreza de
la forma en que él crea más conveniente sin perjudicar
a nadie es una violación flagrante de la más sagrada
de las propiedades. Es una manifiesta usurpación de la justa
libertad tanto del trabajador como de los que podrían estar
dispuestos a emplearlo. Así como impide que uno trabaje en

(05:14:29):
lo que cree más adecuado, impide también a los otros
el emplearlo en lo que ellos creen más conveniente. El
juicio sobre si ese hombre está en condiciones de ser
empleado debe ciertamente ser dejado a la discreción de los empleadores,
a cuyo interés concierne mucho. La inquietud artificial del legislador
para evitar que empleen a personas inadecuadas es tan impertinente

(05:14:51):
como opresiva. La institución de los aprendizajes prolongados no es
garantía de que no se presenten a la venta al
público objetos insuficientemente trabajados. Cuando esto ocurre se debe generalmente
al fraude, no a la incapacidad. Para prevenir tales abusos
se precisan reglamentaciones muy distintas. La marca esterlina en los

(05:15:12):
utensilios de plata y los sellos en los lienzos y
los paños proporcionan al comprador una seguridad mucho mayor que
ningún estatuto de aprendizaje. El cliente apreciará esas marcas, pero
jamás pensará que es importante averiguar si el trabajador ha
cumplido los siete años de aprendizaje. Los aprendizajes largos no
tienden a formar jóvenes laboriosos. Es probable que un jornalero

(05:15:36):
a destajo sea trabajador, porque obtiene un beneficio al serlo.
Es probable que un aprendiz sea perezoso, y casi siempre
lo es, porque no tiene un interés inmediato en actuar
de otra manera. En los oficios inferiores, el placer del
trabajo consiste exclusivamente en su remuneración. Aquellos que estén antes

(05:15:56):
en condiciones de disfrutar de ese placer, antes le tomarán
el gusto al trabajo y adquirirán el hábito de la laboriosidad.
Todo joven que durante mucho tiempo no haya obtenido beneficio
alguno de su esfuerzo desarrollará una aversión natural al trabajo.
Los muchachos que proceden de los asilos públicos suelen ser
aprendices durante más tiempo de lo normal, con lo que

(05:16:17):
generalmente se vuelven holgazanes e inservibles. En la antigüedad el
aprendizaje era algo totalmente desconocido. En toda legislación moderna hay
numerosos artículos referidos a las obligaciones recíprocas de maestro y aprendiz.
Nada de eso hay en el derecho romano. No conozco
ninguna palabra griega ni latina, me atrevo a afirmar que

(05:16:40):
no existe ninguna, que exprese la idea que reflejamos hoy
con la palabra aprendiz, un sirviente obligado a trabajar en
una actividad particular en beneficio del maestro durante un plazo determinado,
a condición de que el maestro le enseñe el oficio.
Los aprendizajes prolongados son totalmente innecesarios. Las artes que son

(05:17:00):
muy superiores a los oficios comunes, como la fabricación de relojes,
no albergan tantos misterios como para requerir un extenso curso
de instrucción. La primera invención de esas bellas máquinas e
incluso de algunos de los instrumentos utilizados en su fabricación
debió sin duda haber requerido reflexiones muy profundas y mucho tiempo,
y bien puede ser considerada como uno de los esfuerzos

(05:17:23):
más felices del ingenio humano. Pero cuando ambos han sido
ya inventados y son bien comprendidos, el explicar a un
joven de manera detallada cómo aplicar los instrumentos y cómo
construir las máquinas no puede exigir más de unas pocas
semanas de lecciones. Quizás sean suficientes unos pocos días. En
los oficios mecánicos más comunes bastan sin duda unos días.

(05:17:46):
Es cierto que la destreza manual, incluso en las labores
más comunes, no puede ser adquirida sin mucha práctica y experiencia.
Pero un joven se aplicaría con mucha más diligencia y
atención si desde el principio trabajara como un jornalero, si
se le pagara en proporción al poco trabajo que pudiese ejercitar,
y si pagara él a su vez por los materiales

(05:18:06):
que en ocasiones pudiese estropear por su torpeza e inexperiencia.
De esta manera su educación sería generalmente más eficaz y
siempre menos fatigosa y costosa. El maestro perdería, sin duda.
Perdería durante siete años todos los salarios del aprendiz, que
hoy se ahorra. Es posible que al final el propio

(05:18:27):
aprendiz perdiese. En un oficio fácil de aprender tendría más competidores,
y cuando llegase a ser un trabajador hecho y derecho
sus salarios serían menores que los actuales. El mismo incremento
de la competencia reduciría los beneficios de los maestros y
los salarios de los trabajadores. Los oficios, las artes y
las profesiones, todos perderían. pero ganaría el público, porque el

(05:18:52):
trabajo de todos los artesanos llegaría al mercado a un
precio mucho menor. El prevenir esta reducción en el precio,
y consecuentemente en los salarios y los beneficios, es el
propósito por el que han sido promulgadas la mayor parte
de las leyes corporativas, cuyo objetivo es restringir la libre
competencia que inevitablemente ocasionaría ese abaratamiento. En la antigüedad, para

(05:19:15):
establecer un gremio en muchas partes de Europa no se
requería más autoridad que la de la ciudad. Es verdad
que en Inglaterra era necesaria una autorización del rey, pero
esta prerrogativa real tenía como objetivo arrancar dinero de los
súbditos y no defender la libertad general contra tan opresivos monopolios.
Mediante el pago de una suma al rey, la autorización

(05:19:38):
era otorgada con facilidad, y cuando una clase particular de
artesanos o comerciantes se decidía a actuar como un gremio
sin permiso real, dichas corporaciones clandestinas, como entonces se las llamaba,
no siempre perdían por ello su franquicia sino que se
las obligaba a pagar una prima anual al rey para
ejercer los privilegios que habían usurpado. La inspección inmediata de

(05:19:59):
todos los gremios, y de los estatutos que estimaban conveniente
promulgar para su propio gobierno, corría a cargo del ayuntamiento
de la ciudad donde se establecían, y cualquier disciplina jurisdiccional
que se les imponía no provenía normalmente del rey sino
de aquella otra corporación más amplia de la que eran
ellos sólo parte o miembros. El gobierno de las ciudades

(05:20:20):
estaba totalmente en manos de comerciantes o artesanos, y era
el interés manifiesto de todo grupo concreto de ellos el
prevenir lo que llamaban el abarrotamiento del mercado con los
productos que fabricaban, lo que en realidad quería decir que
pretendían mantener al mercado siempre desabastecido. Cada grupo estaba ansioso
por implantar reglamentos con este propósito y, siempre que le

(05:20:42):
fuese permitido hacerlo, admitía que todos los demás grupos hicieran
lo propio. Como resultado de estas reglamentaciones, cada grupo era
forzado a comprar los bienes que necesitaba de los demás
grupos a un precio superior al que habría regido en
otro caso, pero a cambio el grupo podía vender sus
productos también mucho más caros. Así que, como ellos dicen,

(05:21:03):
la cosa era tan larga como ancha, y en los
negocios recíprocos de las diversas clases de la ciudad nadie
perdía merced a esas regulaciones. pero en los negocios con
el campo todos ganaban mucho, y en estos negocios descansa
todo el comercio que mantiene y enriquece a cualquier ciudad.
Toda ciudad obtiene del campo toda su subsistencia y todos

(05:21:24):
los materiales de su industria. paga por ellos básicamente de
dos formas. Primero, al enviar de vuelta al campo una
parte de esos materiales ya trabajados y manufacturados, en cuyo
caso su precio viene incrementado por los salarios de los
trabajadores y los beneficios de sus maestros o empleadores inmediatos. Segundo,
al enviar al campo una parte tanto de las materias

(05:21:46):
primas como de los productos manufacturados que son importados a
la ciudad, sea desde otros países o sea desde lugares
alejados del mismo país, en cuyo caso el El precio
original de estos bienes resulta también incrementado por los salarios
de los transportistas o marineros y por los beneficios de
los empresarios que los emplean. De las ganancias de la

(05:22:07):
primera de estas ramas comerciales se nutre la ventaja que
la ciudad cosecha gracias a su industria, de lo que
se gana en la segunda rama, la ventaja de su
comercio interior y exterior. Los salarios de los trabajadores y
los beneficios de sus diversos empleadores suman el total de
lo que se gana en ambas. Por lo tanto, todas
las reglamentaciones que tiendan a aumentar esos salarios y beneficios

(05:22:29):
por encima de lo que serían en otro caso tienden
a permitir a la ciudad comprar con una cantidad menor
de su trabajo el producto de una cantidad mayor del
trabajo del campo. Otorgan a los comerciantes y artesanos de
la ciudad una ventaja sobre los terratenientes, granjeros y trabajadores
del campo, y quiebran la igualdad natural que se impondría
en otro caso en el comercio que entablan entre sí.

(05:22:53):
El producto anual total del trabajo de la sociedad se
divide cada año entre esos dos grupos distintos de personas.
Mediante dichas regulaciones se entrega a los habitantes de la
ciudad una cuota mayor a lo que les correspondería en
otro caso, y una menor a los del campo. El
precio real que la ciudad paga por las provisiones y
materiales que importa anualmente es la cantidad de manufacturas y

(05:23:15):
otros bienes que exporta cada año. Cuando más caro se
venda lo que exporte, más barato le resultará lo que importe.
La actividad de la ciudad se volverá más ventajosa y
la del campo menos. Sin entrar en cálculos muy complicados,
una observación sencilla y obvia nos convencerá de que el
trabajo llevado a cabo en las ciudades es, en todas

(05:23:37):
partes de Europa, más ventajoso que el realizado en el campo.
En todos los países europeos encontraremos al menos 100 personas que
a partir de comienzos muy modestos han acumulado una voluminosa
fortuna en el comercio y la industria, que a seres
típicamente urbanos. Por una que lo haya hecho en la
actividad propiamente rural, la recogida de productos a partir del

(05:23:58):
cultivo y la mejora de la tierra. Las actividades, entonces,
deben ser mejor retribuidas, y los salarios y beneficios deben
ser evidentemente mayores en el primer caso que en el segundo.
pero el capital y el trabajo buscan naturalmente el empleo
más provechoso. Por ello, acuden en la medida de lo
posible a la ciudad y abandonan el campo. Los habitantes

(05:24:22):
de una ciudad, al estar concentrados en un solo lugar,
pueden ponerse de acuerdo fácilmente. Las labores urbanas más insignificantes
se han agremiado en algunos casos, y aunque no lo
hayan hecho, late en ellas el espíritu corporativo, la suspicacia
frente a los extraños, la aversión a tomar aprendices o
a comunicarles los secretos del oficio. Ese espíritu prevalece en

(05:24:45):
ellas y a menudo las impulsa, mediante asociaciones y acuerdos voluntarios,
a restringir la libre competencia que no pueden prohibir mediante estatutos.
Los oficios más fácilmente susceptibles a tales componendas son los
que emplean un número pequeño de personas. Una media docena
de cardadores de lana puede ser suficiente para dar trabajo

(05:25:05):
a mil hilanderos y tejedores. Si se ponen de acuerdo
para no tomar aprendices pueden no sólo aumentar el empleo
sino reducir a todos en la industria a una suerte
de esclavos suyos, y elevar el precio de su trabajo
muy por encima de lo que correspondería a la naturaleza
de su labor. Los habitantes del campo, dispersos en lugares apartados,

(05:25:26):
no pueden ponerse de acuerdo fácilmente. No sólo no se
han agremiado nunca sino que el espíritu corporativo jamás ha
prevalecido entre ellos. En ningún caso se ha pensado que
era necesario pasar por un aprendizaje para obtener la calificación
de labrador, que es el principal oficio en el campo.
Y sin embargo, después de las denominadas bellas artes y

(05:25:48):
las profesiones liberales, casi no hay oficio que requiera una
variedad tan amplia de conocimientos y experiencias. Los innumerables volúmenes
que se han escrito sobre esta cuestión en todas las
lenguas nos demuestran que en las naciones más sabías e
ilustradas nunca ha sido considerada como una materia de muy
fácil comprensión. Y de todos estos volúmenes no podremos obtener

(05:26:10):
el conocimiento de sus variadas y complejas operaciones, algo que
habitualmente posee el agricultor más modesto, a pesar del desdén
con que a veces petulantemente lo tratan algunos autores que
son ellos mismos desdeñables. En cambio, casi no hay labores
mecánicas comunes cuyas operaciones no puedan ser explicadas de forma
completa y detallada en un folleto de muy pocas páginas,

(05:26:33):
con la claridad que es posible utilizando palabras y figuras ilustrativas.
En la historia de las artes, hoy en curso de
publicación por la Academia de Ciencias de Francia, muchas de
ellas son de hecho explicadas de esta forma. La dirección
de las operaciones agrícolas, asimismo, al variar necesariamente con cada
cambio climático y con muchos otros accidentes, requiere mucho más

(05:26:57):
criterio y prudencia que la de las actividades que son
siempre las mismas o casi las mismas. No sólo el
arte del granjero, la dirección general de las faenas agrícolas,
requiere más habilidad y experiencia que la mayor parte de
los oficios mecánicos, sino que otro tanto ocurre con muchas
ramas inferiores del trabajo en el campo. La persona que

(05:27:18):
trabaja con latón o hierro lo hace con instrumentos y
materiales cuya condición es siempre la misma o casi la misma.
Pero el hombre que labra la tierra con una yunta
de caballos o bueyes trabaja con instrumentos cuya salud, fuerza
y condición son muy diferentes en cada ocasión. Y la
condición de los materiales con los que opera es tan
variable como la de sus instrumentos, y ambos requieren un

(05:27:40):
manejo juicioso y prudente. Al labrador corriente, aunque es habitualmente
considerado el paradigma de la estupidez y la ignorancia, no
le suelen faltar ni criterio ni prudencia. Es verdad que
está menos acostumbrado a la vida social que el trabajador
mecánico que vive en la ciudad. Su acento y su
lenguaje son más rudos y más difíciles de comprender por

(05:28:02):
aquellos que no los conocen bien. Sin embargo, al estar
habituado a manejar una variedad de objetos mayor, su comprensión
es generalmente muy superior a la de aquellos otros cuya
atención de la mañana a la noche está completamente ocupada
en la realización de una o dos operaciones muy simples.
La medida en que las clases más bajas de la
gente de campo son realmente superiores a las de las

(05:28:24):
ciudades bien conocida por cualquier persona que, sea por negocios
o por curiosidad, se haya familiarizado con ambas. Por eso
en China y el Hindustán parece que tanto la categoría
social como los salarios de los trabajadores del campo son
mayores que los de la amplia mayoría de artesanos y manufactureros.
Y así probablemente ocurriría en todas partes, de no haberlo

(05:28:46):
impedido las leyes gremiales y el espíritu corporativo. La superioridad
de las actividades urbanas sobre las rurales en toda Europa
no se debe exclusivamente a los gremios y sus normas.
Se apoya también en muchas otras reglamentaciones. Los elevados aranceles
sobre manufacturas extranjeras y sobre todos los bienes importados por

(05:29:07):
comerciantes foráneos persiguen idéntico objetivo. La legislación corporativa permite que
los habitantes de las ciudades aumenten sus precios sin temor
a la libre competencia de sus paisanos. Las otras regulaciones
los protegen de la misma forma frente a la competencia
de los extranjeros. El aumento que ambas inducen en los
precios es en todas partes pagado finalmente por los terratenientes,

(05:29:31):
los granjeros y los trabajadores del campo, que rara vez
se alzan en oposición a tales monopolios. normalmente carecen tanto
de proclividad como de capacidad para agruparse, y el clamor
y los sofismas de los comerciantes y los industriales los
persuaden fácilmente de que el interés particular de una parte,
y una parte subalterna, de la sociedad equivale al interés general.

(05:29:54):
En Gran Bretaña la superioridad de los trabajos urbanos sobre
los rurales fue más amplia en el pasado que en
el presente. Los salarios del trabajo rural se aproximan a
los del trabajo industrial, y los beneficios del capital invertido
en la agricultura a los del invertido en el comercio
y la industria, más hoy que durante el siglo pasado,
o a comienzos del actual. Este cambio puede ser considerado

(05:30:17):
como la consecuencia necesaria, aunque tardía, del extraordinario estímulo otorgado
a los quehaceres urbanos. El capital acumulado en ellos llega
con el tiempo a ser tan caudaloso que ya no
puede ser invertido con el mismo beneficio que antes en
las actividades característicamente urbanas. Dichas actividades tienen límites, como todas

(05:30:37):
las demás, y el incremento del capital, al elevar la competencia,
inevitablemente deprime el beneficio. Debido a la caída en los
beneficios en las ciudades, el capital se ve forzado hacia
el campo y allí, al crear una nueva demanda de
trabajo rural, aumenta necesariamente los salarios. Entonces el capital se desparrama,

(05:30:57):
si me permite la expresión, sobre la faz de la tierra,
y al ser empleado en la agricultura es en parte
devuelto al campo, a expensas del cual se había acumulado
en gran medida originalmente en la ciudad. Demostraré más adelante
que en toda Europa los principales adelantos en el campo
se han debido a este desbordamiento del capital acumulado originalmente

(05:31:18):
en las ciudades. Mostraré al mismo tiempo que aunque algunos
países han alcanzado a través de este camino un considerable
nivel de riqueza, se trata de un proceso lento, incierto,
susceptible de ser perturbado e interrumpido por innumerables accidentes y
desde todo punto de vista contrario al orden natural y racional.
En los libros tercero y cuarto de la presente investigación

(05:31:41):
procuraré explicar en la forma más completa y detallada que
pueda los intereses, prejuicios, leyes y costumbres que lo han ocasionado.
Es raro que se reúnan personas del mismo negocio, aunque
sea para divertirse y distraerse, y que la conversación no
termine en una conspiración contra el público o en alguna
estratagema para subir los precios. Es ciertamente imposible prevenir tales

(05:32:04):
reuniones por ley alguna que fuese practicable o coherente con
la libertad y la justicia. Pero aunque la ley no
puede impedir que las personas del mismo negocio se agrupen,
tampoco debería hacer nada para facilitar esas agrupaciones, y mucho
menos para volverlas necesarias. Una reglamentación que obliga a todos
los que se dedican al mismo oficio en una ciudad

(05:32:26):
cualquiera a inscribir sus nombres y domicilios en un registro
público facilita esas asambleas. Conecta a individuos que en otro
caso no se habrían conocido y proporciona a cada persona
del negocio las direcciones para encontrar a todas las demás.
Una reglamentación que permite a los del mismo negocio el
imponerse una tasa para socorrer a sus pobres, viudas y huérfanos,

(05:32:47):
al entregarles la administración de un interés común, hace que
esas agrupaciones sean necesarias. Un gremio no sólo las transforma
en necesarias sino que somete al conjunto a las decisiones
vinculantes de la mayoría. En una actividad libre no se
puede anudar ningún acuerdo que sea eficaz si no existe
el consenso unánime de todos los del oficio, un acuerdo

(05:33:09):
que sólo se mantendrá mientras todos y cada uno no
cambien de opinión. Una corporación puede por mayoría promulgar un
estatuto con las sanciones pertinentes para limitar la competencia de
forma mucho más eficiente y duradera que ninguna combinación posible
de tipo voluntario. La pretensión de que las corporaciones son
necesarias para el mejor funcionamiento de una actividad no tiene

(05:33:31):
ningún fundamento. La verdadera y más eficaz disciplina que se
puede ejercer sobre un trabajador no es la de su
gremio sino la de sus clientes. Lo que restringe el
fraude y corrige la negligencia es el temor a perder
el empleo. Una corporación exclusiva necesariamente debilita la fuerza de
esta disciplina. Un conjunto determinado de trabajadores deberá en ese

(05:33:54):
caso ser empleado, sea que se conduzcan bien o mal.
Tal el motivo de que en muchas ciudades gremiales no
se pueden encontrar trabajadores capaces en algunos de los oficios
más indispensables. Si se desea un trabajo bien hecho se
lo deberá buscar en los suburbios donde los trabajadores, al
carecer de privilegios exclusivos, no cuentan más que con su reputación,

(05:34:16):
y después habrá que introducirlo de contrabando en la ciudad
de la mejor forma posible. De esta manera la política
de Europa, al limitar la competencia en algunos sectores a
un número menor de personas del que estaría dispuesto a
entrar en ellos en otro caso, da lugar a una
desigualdad muy importante en el conjunto de las ventajas y
desventajas de los diversos empleos del trabajo y el capital. Segundo,

(05:34:40):
la política de Europa, al aumentar la competencia en algunos
empleos por encima de lo que sería natural genera otra
desigualdad de índole contraria en el total de las ventajas
y desventajas de los distintos empleos del trabajo y el capital.
Se ha considerado de tanta importancia que un número suficiente
de jóvenes se eduque en determinadas profesiones, que a veces

(05:35:01):
el público y a veces la piedad de algunos donantes
privados han constituido pensiones, becas, premios, bolsas, etc., para ese objetivo,
lo que ha atraído a esos oficios a mucha más
gente de la que los habría abrazado en otro caso.
Creo que en todos los países cristianos la educación del
grueso de los sacerdotes se paga de esta forma. son

(05:35:23):
muy pocos los que se pagan toda su educación. En consecuencia,
la larga, fatigosa y costosa preparación de los que sí
lo hacen no siempre les producirá una remuneración adecuada, al
estar la iglesia saturada de personas que, para conseguir un empleo,
están dispuestas a aceptar una retribución mucho menor que la
que les correspondería por su formación en otro caso, y

(05:35:45):
así la competencia de los pobres arrebata remuneración los ricos.
Sería sin duda indecoroso comparar a un cura o un
capellán con un jornalero en cualquier quehacer corriente. Pero el
estipendio de un cura o un capellán puede perfectamente ser
considerado como de la misma naturaleza que los salarios del jornalero.
A los tres se les paga por su trabajo con

(05:36:06):
arreglo a un contrato que suscriben con sus superiores respectivos.
Según se desprende de los decretos de diferentes concilios nacionales,
hasta mediados del siglo XIV el estipendio común de un
cura o un párroco en Inglaterra era de cinco marcos,
que contenían tanta plata como diez libras de nuestra moneda actual.
Y la paga de un maestro albañil era entonces de

(05:36:28):
cuatro peniques por día, que contenían la misma plata de
un chelín de hoy, la de un peón de la
construcción era de tres peniques al día, que equivalían a
nueve peniques de hoy. Los salarios de estos dos trabajadores,
por tanto, suponiendo que estuviesen empleados sin interrupción, eran muy
superiores a los del cura. Los salarios del maestro albañil

(05:36:49):
habrían coincidido con los del cura si aquel hubiese estado
sin empleo durante la tercera parte del año. En el
año décimo segundo de la reina Ana, se declaró, calle 12, que,
puesto que en varios lugares no se ha provisto suficientemente
para el adecuado mantenimiento y estímulo de los curas, y
por tal causa ha habido escasez de ellos, se otorga

(05:37:10):
a los obispos el poder de determinar por su firma
y sello un estipendio o asignación suficiente, que no es
seda de cincuenta ni sea menor que veinte libras por año.
40 libras es considerado hoy una buena paga para un cura,
y a pesar de esa ley del Parlamento, hay muchos
que cobran menos de 20 libras por año. Hay peones zapateros

(05:37:31):
en Londres que ganan hoy 40 libras por año, y en
esa ciudad casi no hay trabajador laborioso de ninguna clase
que no gane más de 20. Esta última cifra ciertamente no
supera lo que ganan frecuentemente los trabajadores ordinarios en muchas
parroquias rurales. Cada vez que la ley ha intentado regular
los salarios de los trabajadores, siempre lo ha hecho para reducirlos,

(05:37:53):
no para aumentarlos. Pero la ley ha procurado en muchas
ocasiones elevar los salarios de los curas y obligar a
los párrocos, en aras de la dignidad de la iglesia,
a entregarles más de lo que ellos mismos en su
precaria subsistencia estaban dispuestos a aceptar. En ambos casos la
ley ha sido igualmente ineficaz y nunca ha podido subir
los salarios de los curas ni bajarlos de los trabajadores

(05:38:16):
en la medida en que se lo había propuesto, porque
nunca ha podido impedir que los primeros acepten menos que
la asignación legal, debido a la indigencia de su situación
y a la multitud de competidores, y porque nunca ha
podido impedir que los segundos reciban más, debido a la
competencia en un sentido opuesto de aquellos que al emplearlos
esperan obtener un beneficio o un placer. Las grandes prebendas

(05:38:39):
y otras dignidades apuntalan el honor de la Iglesia, a
pesar de la mísera condición de algunos de sus miembros inferiores.
E incluso en este caso el respeto que se les
tiene compensa en algo lo escueto de su recompensa pecuniaria.
En Inglaterra, y en todos los países católicos romanos, la
lotería de la Iglesia es en realidad mucho más ventajosa

(05:39:01):
de lo que sería necesario. El ejemplo de las iglesias
de Escocia, de Ginebra, o de varios otros credos protestantes,
demuestran que en una profesión tan apreciada, donde la educación
sea tan fácil de conseguir, las expectativas de beneficios mucho
más moderados bastan para inducir a ingresar en las órdenes
sagradas a un número suficiente de hombres instruidos, honestos y respetables.

(05:39:25):
En profesiones que carecen de tales canonjías, como el derecho
o la medicina, si una proporción equivalente de personas fuese
educada a expensas del público, la competencia pronto sería tan
acusada que hundiría considerablemente su remuneración pecuniaria. En ese caso
podría ocurrir que no le conviniese a un hombre el
pagar para educar a su hijo en ninguna de esas profesiones.

(05:39:48):
serían en tal caso abandonadas a los que han sido
educados merced a la caridad pública, y cuyo número y
necesidades les obligarán en general a contentarse con una muy
magra recompensa, hasta la plena degradación de las hoy respetables
profesiones del derecho y la medicina. Esa poco próspera raza
habitualmente denominada hombres de letra se halla en una situación

(05:40:09):
muy parecida a la que probablemente se encontraría los abogados
y los médicos en el supuesto mencionado antes. En toda
Europa la mayor parte de ellos han sido educados por
la iglesia, pero por varias razones no han ingresado en
las órdenes sagradas. Al haber sido formados, entonces, a expensas
del público, su número es tan abundante que en todas

(05:40:30):
partes ha moderado el precio de su trabajo hasta una
muy parva recompensa. Antes de la invención de la imprenta
el único empleo donde un hombre de letras podía aprovechar
de alguna manera su talento era el de profesor particular
o público, es decir, comunicando a otros el conocimiento curioso
y útil que había adquirido, y este es todavía ciertamente

(05:40:50):
el empleo más honorable, más útil y en general incluso
más rentable que el de escribir para un editor, ocupación
a que la imprenta ha dado lugar. El tiempo y
el estudio, el genio, sabiduría y aplicación necesarios para llegar
a ser un profesor eminente en la ciencia son al
menos iguales a los necesarios para ser uno de los
mejores abogados o médicos. Pero la remuneración habitual de un

(05:41:14):
profesor distinguido no guarda ninguna proporción con la del abogado
o el médico, porque el oficio del primero está abarrotado
de personas indigentes que han sido educados para el mismo
a expensas del público, mientras que en las otras dos
profesiones son pocos los que llegan sin haberse costeado ellos
mismos sus estudios. Pero en todo caso la remuneración normal

(05:41:34):
de los profesores públicos y particulares, por pequeña que pueda parecer,
sería indudablemente todavía menor si la competencia de aquellos otros
hombres de letras que escriben a cambio de pan no
hubiese desaparecido del mercado. Antes de inventarse la imprenta, estudioso
y pordiosero eran vocablos casi sinónimos. Parece que con anterioridad

(05:41:55):
los rectores de las universidades otorgaban a menudo a sus
estudiantes un permiso para mendigar. En la antigüedad, cuando no
existían esas caridades para formar a indigentes en las profesiones ilustradas,
las remuneraciones de los profesores eminentes eran muy elevadas. Y Sócrates,
en lo que se llama su discurso contra los sofistas,

(05:42:15):
acusa de incoherencia a los profesores de su época. hacen
a sus estudiantes magníficas promesas, sostiene, y les enseñan a
ser sabios, felices y justos, y a cambio de un
servicio tan relevante estipulan la magra retribución de cuatro o
cinco minas. Los que enseñan sabiduría, continúa, deberían realmente ser sabios,

(05:42:37):
pero si cualquier hombre ofreciera ese trato por ese precio,
sería con seguridad reo de la estupidez más evidente. Es
claro que no pretendía exagerar la remuneración y podemos estar
seguros de que no era menor de lo que dice.
Cuatro minas equivalían a trece libras, seis chelines y ocho peniques,
cinco minas a dieciséis libras, trece chelines y cuatro peniques.

(05:43:00):
Por lo tanto, una suma no más pequeña que la
mayor de ellas debía ser entonces lo que se pagaba
normalmente a los profesores más distinguidos de Atenas. Y Sócrates
mismo pedía a cada estudiante diez minas, o treinta y
tres libras, seis chelines y ocho peniques. Se dice que
cuando enseñó en Atenas tenía cien discípulos. Pienso que tal

(05:43:22):
era el número de los que enseñaba al mismo tiempo,
o que acudían a lo que podríamos llamar un curso
de lecciones, un número que no parece extraordinario para una
ciudad tan grande y un maestro tan famoso, que además
enseñaba la ciencia que en aquellos tiempos estaba más en boga,
la retórica. Por cada curso, entonces, debía cobrar unas mil minas,

(05:43:42):
o tres mil trescientas treinta y tres libras, seis chelines
y ocho peniques. Plutarco nos dice en otro lugar que
mil minas era su didactrón, o el precio habitual de
sus enseñanzas. Muchos otros grandes profesores de la época amasaron
cuantiosas fortunas. Gorgias regaló al templo de Delfo su propia
estatua en oro puro, aunque no creo que debamos suponer

(05:44:05):
que era de tamaño natural. Su estilo de vida, como
el de Hipies y Protágoras, otros dos eminentes profesores de
la época, es descrito por Platón como espléndido e incluso ostentoso.
Se dice que el propio Platón vivió magníficamente. Aristóteles, después
de haber sido tutor de Alejandro y haber sido, como

(05:44:26):
es universalmente reconocido, magníficamente remunerado por él y por su
padre Filipo, decidió a pesar de todo que le convenía
volver a Atenas y reanudar sus enseñanzas en su escuela.
Los profesores de ciencias eran entonces probablemente menos comunes de
lo que llegarían a ser una o dos generaciones después,
cuando la competencia probablemente redujo tanto el precio de su

(05:44:47):
trabajo como la admiración por sus personas. Los más relevantes,
de todas maneras, disfrutaron siempre de una consideración muy superior
a la de cualquiera de sus semejantes en la actualidad.
Los atenienses enviaron a Carneades el académico y a Diógenes
el estoico en solemne embajada a Roma, aunque su ciudad
había declinado entonces desde su antiguo esplendor, era todavía una

(05:45:10):
república independiente y respetable. Carneades, además, era babilonio por nacimiento,
y dado que nunca hubo gente más cerrada que los
atenienses a la admisión de extranjeros en cargos públicos, la
consideración que le tenían debió ser muy grande. Tomada en
su conjunto,¿ acaso esta desigualdad sea más ventajosa que perjudicial

(05:45:31):
para el público? Puede degradar la profesión de un profesor público,
pero la baratura de la educación es sin duda una
ventaja que compensa con creces este ligero inconveniente. Si la
constitución de los colegios y universidades fuese más razonable de
lo que actualmente es en la mayor parte de Europa,
la sociedad obtendría un beneficio aún mayor. Tercero, la política

(05:45:54):
de Europa, al obstruir la libre circulación de trabajo y
capital tanto entre empleos como entre lugares, ocasiona a veces
una muy inconveniente desigualdad en el conjunto de las ventajas
y desventajas de sus distintos empleos. El Estatuto de Aprendizaje
obstruye la libre circulación del trabajo de un empleo a otro,
incluso en el mismo lugar. Los privilegios exclusivos de los

(05:46:17):
gremios lo obstruyen de un lugar a otro, incluso en
el mismo empleo. Ocurre a menudo que mientras los trabajadores
de una industria reciben altos salarios, los de otra deben
conformarse con apenas la subsistencia. Los unos están en un
estado progresivo y disfrutan, por tanto, de una demanda permanente
de mano de obra adicional, los otros padecen un estado regresivo,

(05:46:40):
y la sobreabundancia de mano de obra crece sin cesar.
Esas dos industrias pueden a veces coincidir en la misma ciudad,
a veces en el mismo barrio, y no ser capaces
de brindarse asistencia recíproca alguna. El estatuto de aprendizaje puede
impedirlo en un caso, y tanto el como una corporación
exclusiva en el otro. pero en muchas industrias distintas las

(05:47:03):
operaciones son tan parecidas que los trabajadores podrían sin dificultad
cambiar de una a otra si esas leyes absurdas no
lo impidiesen. Las artes de tejer lienzos y sedas lisos,
por ejemplo, son casi idénticas. La de tejer lana es
algo diferente, pero la diferencia es tan insignificante que un
tejedor de lienzo o seda podría convertirse en un obrero

(05:47:25):
aceptable en muy pocos días. Si alguna de esas tres
industrias estuviese en decadencia, por lo tanto, los trabajadores podrían
encontrar cobijo en cualquiera de las otras dos que estuviese
en una condición más próspera, y sus salarios no subirían
tanto en la industria progresiva ni bajarían tanto en la regresiva.
Es verdad que la manufactura de lino en Inglaterra está,

(05:47:47):
por un estatuto especial, abierta a cualquiera, pero al no
estar demasiado desarrollada en la mayor parte del país no
puede suministrar un abrigo universal a los trabajadores de las
industrias decadentes que, siempre que el estatuto de aprendizaje esté
en vigor, no tienen más opción que recurrir a la
caridad de las parroquias o trabajar como peones ordinarios, para
lo cual están mucho peor cualificados que para cualquier tipo

(05:48:10):
de industria que se parezca en algo a la suya.
Por ello, generalmente escogen la parroquia. Todo lo que obstaculice
la libre circulación del trabajo de un empleo a otro,
hace lo propio con el capital, puesto que la cantidad
de capital que puede ser invertida en cualquier negocio depende
muy estrechamente de la cantidad de trabajo que pueda ser

(05:48:31):
empleada en él. Las leyes gremiales, en pero, obstruyen menos
la libre circulación del capital de un lugar a otro
que la del trabajo. En todas partes es más sencillo
para un comerciante acaudalado el obtener el permiso de negociar
en una ciudad gremial que para un pobre artesano el
de trabajar en ella. La obstrucción de las leyes gremiales

(05:48:52):
a la libre circulación del trabajo es algo común, creo,
en todas partes de Europa. Pero la derivada de las
leyes de pobres es, en la medida de mis conocimientos,
peculiar de Inglaterra. Consiste en la dificultad de un pobre
para conseguir la residencia o incluso el permiso de trabajo
en cualquier otra parroquia que no sea la suya. Las

(05:49:13):
leyes gremiales obstaculizan sólo la libre circulación de artesanos y manufactureros.
Pero la dificultad de obtener la residencia obstaculiza incluso la
de los peones. Quizás valga la pena describir el origen,
desarrollo y estado actual de este trastorno, quizás el mayor
de todos los de la política de Inglaterra. Cuando la

(05:49:34):
destrucción de los monasterios privó a los pobres de la
caridad de esas casas religiosas, después de algunos frustrados intentos
de aliviar su situación, en el año 43 del reinado de
Isabel se estableció, calle 2, que cada parroquia debía socorrer a
sus propios pobres, y que se nombrarían anualmente celadores que
junto con los procuradores recaudarían las sumas necesarias para este

(05:49:56):
propósito mediante una tasa parroquial. Este estatuto impuso sobre cada
parroquia la necesidad de atender a los pobres. Por lo tanto,
quien debía ser considerado un pobre de una parroquia se
convirtió en una cuestión importante. Después de algún debate la
cuestión se zanjó en los años 13 y 14 de Carlos II,
cuando se decretó que toda persona obtendría su residencia en

(05:50:19):
una parroquia tras 40 días seguidos de permanencia en ella, pero
que durante ese tiempo era lícito que dos jueces de paz,
a instancias de los celadores y procuradores, trasladasen a cualquier
habitante nuevo de la parroquia hasta la última parroquia donde
hubiese estado legalmente establecido, salvo que pudiese alquilar un alojamiento de 10.
libras anuales, o que pudiese brindar en descargo de la

(05:50:42):
parroquia donde estaba tantas seguridades como esos jueces considerasen suficientes.
Se cuenta que a consecuencia de este estatuto se cometieron
algunos fraudes, los funcionarios parroquiales sobornaban a veces a sus
propios pobres para que clandestinamente se fuesen a otra parroquia,
estuviesen allí ocultos durante cuarenta días y ganasen así la

(05:51:02):
residencia allí, en descargo de la parroquia a la que
en realidad pertenecían. Se estableció por ello en el primer
año de Jacobo II que los cuarenta días de permanencia
ininterrumpida necesarios para obtener la residencia contasen sólo desde el
momento en que el recién llegado notificase por escrito su
domicilio y el número de sus familiares a alguno de

(05:51:22):
los celadores o procuradores de la parroquia. Parece, sin embargo,
que los funcionarios parroquiales no eran siempre más honestos con
respecto a su propia parroquia de lo que habían sido
con respecto a las parroquias ajenas, y en ocasiones actuaron
como cómplices de las intrusiones, recibieron la notificación pero no
tomaron ninguna medida en consecuencia. Como se suponía que toda

(05:51:45):
persona en una parroquia estaría interesada en prevenir en todo
lo posible la carga que representaban los intrusos, se decretó
en el tercer año de Guillermo III que los 40 días
de permanencia contarían sólo desde el momento de la publicación
de dicha notificación por escrito un domingo inmediatamente después del
servicio religioso. Después de todo, dice el Dr. Byrne, es

(05:52:07):
raro que se obtenga el permiso de residencia merced a
los 40 días continuados después de la publicación de la notificación
por escrito. El objetivo de tales disposiciones no es tanto
otorgar permisos de residencia como evitarlos, puesto que la notificación
fuerza a las parroquias a expulsar a las personas que
entran clandestinamente en ellas. Pero si la situación de una

(05:52:28):
persona es tal que resulta dudoso que pueda permanecer o no,
la notificación con pele a la parroquia viene a aceptar
su permanencia continuada durante 40 días. Viene a demostrar que con
arreglo a la ley tiene derecho a expulsarla. En consecuencia,
el Estatuto hizo imposible que un pobre obtuviese la residencia
a la manera tradicional, mediante los 40 días de permanencia. Sin embargo,

(05:52:52):
a fin de no dar la impresión de que el
pueblo llano de una parroquia jamás podría establecerse con ninguna
seguridad en otra, se indicaron cuatro vías adicionales para obtener
la residencia sin entrega ni publicación de notificación alguna. La
primera era la aceptación y el pago de las tasas parroquiales.
La segunda, el ser elegido para un oficio en la

(05:53:12):
parroquia y servir durante un año. La tercera, actuar como
aprendiz en la parroquia. La cuarta, tener un contrato de
trabajo durante un año y no cambiar de empleo durante
el mismo. Nadie puede conseguir la residencia mediante las dos
primeras vías como no sea con el consentimiento público de
toda la comunidad, que conoce bien las consecuencias de adoptar

(05:53:33):
a un recién llegado que no tiene para mantenerse más
que su trabajo, y que o bien le imponga las
tasas parroquiales o lo seleccione para un cargo en la parroquia.
Ningún hombre casado podrá obtener la residencia mediante las dos
últimas vías. Un aprendiz casi nunca está casado, y se
ha establecido expresamente que ningún sirviente casado podrá conseguir la

(05:53:55):
residencia a merced a un contrato anual. El efecto principal
de haber estipulado la residencia por trabajo ha sido abolir
en gran medida la vieja costumbre de contratar por un año,
que antes estaba tan extendida en Inglaterra que incluso hoy,
a menos que se especifique lo contrario, la ley supone
que cada sirviente es contratado por un año. Pero los

(05:54:15):
patronos no están siempre dispuestos a otorgar a sus sirvientes
la residencia mediante contratos de ese tipo, y los sirvientes
no están siempre dispuestos a ser contratados por ese plazo,
dado que como cada residencia supone la renuncia a las anteriores,
pueden así perder su residencia original en el sitio donde
han nacido y donde viven sus padres y familiares. Es

(05:54:37):
evidente que ningún trabajador independiente, obrero o artesano, podrá alcanzar
una nueva residencia sea por aprendizaje o por servicio. cuando
esa persona, entonces, llevaba su trabajo a una nueva parroquia,
estaba expuesto a ser expulsado, por más saludable y laborioso
que fuese, según el capricho del celador o procurador, salvo

(05:54:58):
que alquilase un alojamiento de diez libras por año, algo
imposible para quien sólo vive de su trabajo, o que
presentase una garantía que eximiese a la parroquia de sus obligaciones,
a satisfacción de dos jueces de paz. La garantía que
ellos puedan exigir queda totalmente a su arbitrio, pero no
será menor a 30 libras, puesto que se ha decretado que

(05:55:19):
la compra de una finca de pleno dominio por menos 30
libras no proporciona a nadie el derecho de residencia, puesto
que no es suficiente para descargar a la parroquia de
sus obligaciones. Evidentemente no es una garantía que pueda aportar
una persona que viva de su trabajo, y con frecuencia
se exigen fianzas mucho mayores. Los certificados fueron inventados para

(05:55:41):
restaurar en alguna medida la libre circulación del trabajo que
estos diversos estatutos llegaron a suprimir casi por completo. En
los años VIII y IX de Guillermo III se estipuló
que si cualquier persona podía aportar un certificado de la
última parroquia donde había residido, firmado por los celadores y
procuradores de los pobres, y autorizado por dos jueces de paz,

(05:56:03):
entonces cualquier otra parroquia quedaba obligada a recibirlo. No podría
ser expulsado meramente por la probabilidad de llegar a ser
una carga para la parroquia sino cuando se convierte en
una carga de hecho. En tal caso la parroquia que
expidió el certificado se comprometía a pagar tanto los gastos
de su manutención como de su traslado. Y para abundar

(05:56:23):
en la perfecta seguridad de la parroquia a donde iba
a residir la persona con un certificado, se estableció por
el mismo estatuto que no podría obtener la residencia allí
en manera alguna, salvo mediante el alquiler de un alojamiento
de 10 libras por año o desempeñando durante un año a
sus propias expensas un cargo en la parroquia, es decir,
ni por notificación, ni servicio, ni aprendizaje, ni pago de

(05:56:47):
las tasas parroquiales. En el año 12 de la reina Ana, Stat.
Y calle 18, se decretó adicionalmente que ni los sirvientes ni
los aprendices de las personas certificadas obtendrían la residencia en
la parroquia donde residiesen con dichos certificados. Esta juiciosa observación
del Dr. Brown nos permite evaluar en qué medida esta

(05:57:08):
invención ha restaurado la libre circulación del trabajo que los
estatutos precedentes habían virtualmente aniquilado, es obvio, sostiene. Que existen
varias buenas razones para exigir certificados a todas las personas
que vienen a instalarse a cualquier sitio, a saber, que
las personas que residan gracias a ellos no puedan obtener
la domiciliación mediante aprendizaje, o servicio, o notificación o pago

(05:57:32):
de las tasas parroquiales, que no puedan domiciliar a aprendices
ni sirvientes, que si se vuelven una carga, haya un
sitio definido a donde remitirlos, y que la parroquia va
a ser resarcida por su traslado y su manutención. durante
ese tiempo, y que si caen enfermos y no pueden
ser trasladados, la parroquia que expidió el certificado debe mantenerlos,

(05:57:54):
nada de esto se lograría sin certificados. Estas razones impulsarán
las parroquias a no conceder certificados en los casos normales,
ya que es más que probable que recibirán nuevamente a
las personas certificadas y en peores condiciones. La moraleja de
esta observación es que los certificados deberían siempre ser exigidos
por la parroquia a donde un pobre viene a vivir,

(05:58:16):
pero que casi nunca deberían ser expedidos por la parroquia
que se propone abandonar. El mismo y muy inteligente autor
dice en su Historia de las leyes de pobres, existe
una cierta crueldad en esta cuestión de los certificados, al
otorgar a un funcionario parroquial el poder de, por así decirlo,
encarcelar a un hombre de por vida, a pesar de

(05:58:36):
lo inconveniente que pudiese resultar para el continuar en el
sitio donde tiene la desgracia de residir, o de lo
ventajoso que estimase el vivir en otra parte. Aunque un
certificado no es un testimonio de buena conducta, y no
certifica nada más que la persona pertenece a la parroquia
a la que efectivamente pertenece, el concederlo o rechazarlo es
materia absolutamente discrecional de los funcionarios parroquiales. El Dr. Byrne

(05:59:02):
cuenta que una vez se presentó una propuesta para obligar
a los celadores y procuradores parroquiales a expedirlos, pero el
Tribunal Supremo del Rey la rechazó, considerándola fuera de lugar.
El precio tan distinto del trabajo que a menudo vemos
en Inglaterra en lugares no muy distantes entre sí se
debe probablemente a la obstrucción que la legislación de residencia

(05:59:22):
impone al pobre que podría ir con su trabajo de
parroquia en parroquia si no hubiese certificados. Es verdad que
a veces se tolera que resida sin certificado un hombre soltero,
si es sano y laborioso. Pero si lo intenta un
hombre con mujer e hijos, es casi seguro que en
la mayoría de las parroquias sería expulsado. Y si el
hombre soltero se casa, con toda probabilidad lo expulsarían también.

(05:59:46):
Y así, la escasez de mano de obra en una parroquia,
no puede ser aliviada por la sobreabundancia en otra, tal
como ocurre normalmente en Escocia y, según creo, en todos
los países donde no existen dificultades para la residencia. En
esos países, aunque los salarios pueden en ocasiones subir un
poco en las cercanías de una gran ciudad, o donde

(06:00:07):
sea que haya una demanda extraordinaria de trabajo, y bajar
gradualmente a medida que aumenta la distancia a tales sitios
hasta alcanzar la tasa corriente del país, nunca encontraremos esas
diferencias abruptas e inexplicables en los salarios de lugares vecinos
que vemos en ocasiones en Inglaterra, donde a menudo es
más difícil para un pobre el atravesar la frontera artificial

(06:00:28):
de Una parroquia que un brazo de mar o una cordillera,
fronteras naturales que en ocasiones separan muy claramente tipos salariales
muy diferentes en otros países. El expulsar a un hombre,
sin que haya cometido falta alguna, de la parroquia que
ha elegido como residencia es una violación evidente de la
libertad natural y la justicia. Y el pueblo inglés, tan

(06:00:51):
celoso de su libertad, pero como el pueblo de tantos
otros países desconocedor de su significado, ha soportado esta opresión
durante más de un siglo sin ponerle remedio. Aunque hombres
cultos han criticado la ley de residencia como un agravio público,
jamás ha sido objeto de un clamor popular generalizado, como
el que se alzó contra las garantías generales, práctica indudablemente

(06:01:13):
abusiva pero que no era probable que diese lugar a
una vejación universal. Y me atrevería a decir que no
casi no hay un pobre de cuarenta años en Inglaterra
que en algún momento de su vida no haya sentido
la cruel opresión de la absurda legislación de residencia. Concluiré
este largo capítulo observando que aunque antiguamente era usual tasar

(06:01:34):
los salarios, primero mediante leyes generales que abarcaban todo el reino,
y después mediante órdenes particulares de los jueces de paz
en cada condado, ambas prácticas se hallan hoy completamente en desuso.
Dice el Dr. Byrne, la experiencia de los últimos 400 años
indica que ya es hora de abandonar todos los intentos
de regular estrictamente aquello que por su propia naturaleza no

(06:01:57):
se presta a limitaciones prolijas, porque si todas las personas
que realizan el mismo tipo de trabajo recibiesen idéntico salario,
no habría emulación ni posibilidad para desarrollar la laboriosidad y
el ingenio. Sin embargo, todavía hay determinadas leyes parlamentarias que
en ocasiones intentan regular los salarios en algunos oficios y lugares.

(06:02:18):
Así en el octavo año de Jorge XIII se prohibió
bajo cuantiosas multas que los maestros astres de Londres y
cinco millas a la redonda pagasen, y sus trabajadores aceptasen,
más de dos chelines y siete peniques y medio por día,
excepto en el caso de un luto nacional. Cada vez
que los legisladores tratan de regular las diferencias entre los
patronos y sus trabajadores, consultan siempre a los patronos. Entonces,

(06:02:44):
cuando la reglamentación favorece a los trabajadores, es siempre justa
y equitativa, pero a veces ocurre lo contrario cuando favorece
a los patronos. Así, la ley que obliga a los
patronos en diversas actividades a pagar a sus trabajadores en
dinero y no en especie es bastante justa y equitativa.
no impone una verdadera carga sobre los patronos. Sólo los

(06:03:06):
fuerza a pagar en dinero lo que antes decían que
pagaban en mercancías, aunque en realidad no siempre lo hacían.
Esta ley está a favor de los trabajadores, pero la
del octavo año de Jorge III favorece a los patronos.
Cuando los patronos se unen para reducir los salarios de
sus trabajadores, normalmente acuerdan de forma privada no pagar más

(06:03:27):
de una cierta cantidad en salarios, bajo una pena determinada.
Si los trabajadores se agrupasen análogamente en sentido contrario para
no aceptar bajo multa menos de un salario dado, la
ley los castigaría con toda severidad. Si fuese imparcial, trataría
de igual forma a los patronos, pero la disposición del
año octavo de Jorge III impone de forma legal esa

(06:03:49):
misma regulación que los patronos procuran a veces establecer mediante
sus asociaciones. Las protestas de los trabajadores porque pone en
pie de igualdad a los más capaces y laboriosos y
a los corrientes están perfectamente bien fundadas. En la antigüedad
era también habitual intentar regular los beneficios de los comerciantes
y otros empresarios mediante la tasa del precio de las

(06:04:12):
provisiones y otros bienes. La tasa del pan es, que
yo sepa, la única sobreviviente de esa antigua costumbre. Cuando
existen corporaciones exclusivas quizás resulte conveniente regular el precio de
lo que es más necesario para la vida. Pero cuando
no las hay, la competencia lo regulará mucho mejor que
ninguna tasa. El método para tasar el pan establecido en

(06:04:36):
el año 31 de Jorge XI no se pudo aplicar en Escocia,
por un defecto de la ley, su ejecución dependía de
la oficina de inspección del mercado, que allí no existía.
El defecto no fue subsanado hasta el tercer año de
Jorge III. La ausencia de la taza no produjo inconveniente
alguno y su establecimiento en los pocos lugares en que
ha sido posible no generó ninguna ventaja apreciable. En la

(06:05:00):
mayor parte de las ciudades de Escocia hay gremios de
panaderos que reivindican privilegios exclusivos, aunque no son respetados estrictamente.
La proporción entre las diferentes tasas de salarios y beneficios
en los distintos empleos del trabajo y el capital no
parece verse muy afectada, como ya se ha indicado, por
la riqueza o la pobreza, ni el estado progresivo, estacionario

(06:05:23):
o regresivo de la sociedad. Aunque estas revoluciones en el
bienestar general influyen sobre las tasas tanto de salarios como
de beneficios, lo hacen en última instancia de la misma
forma en los diferentes empleos. La proporción entre ellas, por
lo tanto, permanece inalterada y no puede ser modificada por
tales revoluciones, al menos no durante un tiempo prolongado. Capítulo 11

(06:05:48):
De la renta de la tierra La renta, considerada como
el precio que se paga por el uso de la tierra,
es naturalmente la más elevada que el arrendatario pueda pagar
según las circunstancias efectivas de la tierra. Al establecer los
términos del contrato, el terrateniente procura dejarle una fracción de
la producción no mayor a la suficiente para mantener el

(06:06:09):
capital que suministra las semillas, paga la mano de obra
y compra y conserva el ganado y demás instrumentos de labranza,
junto a los beneficios corrientes en la región para el
capital invertido en la agricultura. Esa fracción es evidentemente la
más pequeña que el arrendatario puede aceptar sin salir perjudicado,
y rara vez el terrateniente le otorga una mayor. El

(06:06:31):
propietario trata de reservarse naturalmente toda aquella parte de la
producción o, lo que es lo mismo, toda aquella parte
de su precio que esté por encima de dicha fracción
como renta de su tierra, que es evidentemente la máxima
que puede pagar el arrendatario en las condiciones vigentes de
la tierra. Es verdad que a veces la generosidad del propietario,
y más frecuentemente su ignorancia, lo lleva a aceptar una

(06:06:54):
porción menor, y también es verdad, aunque es más raro,
que a veces la ignorancia del arrendatario hace que pague
algo más o que admita recibir algo menos que los
beneficios corrientes en la zona para el capital invertido en
la agricultura. Aún así se puede seguir considerando a dicha
porción como la renta natural de la tierra, o la
renta a la que es natural que se arriende la

(06:07:15):
mayor parte de esa tierra. Podría pensarse que la renta
de la tierra es a menudo nada más que un
beneficio o interés razonable del capital invertido por el dueño
en mejorarla. Y sin duda esto puede ser parcialmente cierto
en algunas ocasiones, pero sólo parcialmente cierto y sólo en
algunas ocasiones. El propietario exige una renta incluso de la

(06:07:37):
tierra no mejorada, y el supuesto interés o beneficio sobre
lo invertido en mejoras es en general una adición a
esa renta original. Dichas mejoras, además, no siempre se realizan
con el capital del dueño, a veces derivan del capital
del arrendatario. Pero cuando llega el momento de renovar el
contrato de arriendo, el terrateniente suele exigir un incremento de

(06:07:59):
la renta como si todas las mejoras se hubiesen realizado
con su capital. A veces incluso reclama una renta por
lo que el trabajo humano es totalmente incapaz de mejorar.
Las laminarías son una especie de algas de cuya ceniza
se obtiene una sal alcalina empleada en la fabricación de vidrio,
jabón y otras cosas. Crece en diversas partes de Gran Bretaña,

(06:08:21):
particularmente en Escocia, en rocas elevadas que la marea cubre
dos veces por día, su producción, por lo tanto, jamás
ha sido aumentada mediante el trabajo humano. Pero el propietario
cuya finca esté bordeada por una costa de laminarías de
ese tipo exige por ella una renta igual que por
sus tierras cerealeras. El mar que rodea a las islas

(06:08:42):
Zetlan es extraordinariamente rico en pesca, de la que obtienen
sus habitantes el grueso de su alimentación. Pero para aprovecharse
de los productos del mar necesitan tener una vivienda en
la costa cercana. Y la renta del propietario no está
en proporción a lo que el granjero puede obtener de
la tierra sino de lo que puede obtener tanto de
la tierra como del agua. Se paga en parte en pescado,

(06:09:05):
y esta zona proporciona uno de los muy pocos ejemplos
donde la renta forma parte del precio de dicha mercancía.
La renta de la tierra, por lo tanto, considerada como
el precio que se paga por su uso, es naturalmente
un precio de monopolio. No guarda relación alguna con lo
que el dueño de la tierra pueda haber invertido en
mejorarla o con lo que pueda permitirse aceptar, sino con

(06:09:28):
lo que el granjero pueda permitirse pagar. En condiciones normales,
la única parte de la producción de la tierra que
puede traerse al mercado es aquella cuyo precio corriente alcanza
para reemplazar el capital invertido en llevarla al mercado, junto
con los beneficios corrientes. Si el precio ordinario es superior,
la parte excedente del mismo irá naturalmente a la renta

(06:09:50):
de la tierra. Si no lo es, aunque la mercancía
pueda ser llevada al mercado, no proporcionará renta al terrateniente.
El que sea superior o no dependerá de la demanda.
Hay partes del producto de la tierra para las que
la demanda siempre determinará un precio superior al suficiente para
llevarlas al mercado, y hay otras partes para las que

(06:10:12):
a veces lo hará y a veces no. Las primeras
suministrarán siempre una renta al terrateniente. Las segundas lo harán
o no, según las circunstancias. Ha de observarse, entonces, que
la renta entra en la composición de los precios de
las mercancías de una forma diferente a como lo hacen
los salarios y los beneficios. Los salarios y beneficios altos

(06:10:35):
o bajos son la causa de los precios altos o bajos.
La renta alta o baja es la consecuencia del precio.
El precio de una mercancía particular es alto o bajo
según que sean altos o bajos los salarios y beneficios
que hay que pagar para traerla al mercado. pero la
renta será alta o baja o nula como consecuencia de
que el precio sea alto o bajo, es decir, que

(06:10:56):
sea mucho más alto, o un poco más alto, o
apenas justo lo suficiente para pagar dichos salarios y beneficios.
Este capítulo se divide en tres partes que analizan, primero,
aquellas secciones de la producción de la tierra que siempre
proporcionan alguna renta, segundo, aquellas que a veces lo hacen
y otras veces no, y tercero, las variaciones que en

(06:11:18):
las diversas etapas del progreso tienen naturalmente lugar en el
valor relativo de esas dos clases distintas de productos en bruto,
tanto si se los compara entre sí como con los
productos manufacturados. Parte 1 de la producción de la tierra que
siempre proporciona renta. Dado que los hombres, como todos los

(06:11:39):
demás animales, se multiplican naturalmente en proporción a sus medios
de subsistencia, siempre habrá más o menos demanda de alimentos.
Los alimentos siempre pueden comprar o dirigir una cantidad mayor
o menor de trabajo, y siempre se podrá encontrar a
alguien dispuesto a hacer algo para conseguirlos. Es verdad que
la cantidad de trabajo que pueden comprar no siempre es

(06:12:00):
igual a la que pueden mantener con la administración más eficaz,
debido a los elevados salarios que en ocasiones se pagan
a los trabajadores. Pero siempre pueden adquirir la cantidad de
trabajo que pueden mantener a la tasa en la que
esa clase de trabajo es normalmente retribuida en la comarca.
Ahora bien, la tierra casi siempre produce una cantidad de

(06:12:21):
alimentos mayor que la suficiente para mantener con la máxima
generosidad posible a todo el trabajo necesario para llevarlos al mercado.
El excedente es también siempre más que suficiente para reponer
el capital que empleó ese trabajo, junto con sus beneficios.
Por ello, siempre queda algo para la renta del terrateniente.

(06:12:42):
Los páramos más desiertos de Noruega y Escocia producen algo
de pasto para el ganado, cuya leche y cría siempre
son más que suficientes no sólo para mantener al trabajo
necesario para atenderlos y para pagar los beneficios corrientes del
granjero o dueño de las vacas o las ovejas, sino
también para pagar una pequeña renta al propietario de la tierra.

(06:13:02):
La renta sube en proporción a la calidad de los pastos.
La misma extensión de tierra no sólo mantiene un número
mayor de cabezas de ganado sino que, como están agrupadas
en un espacio más pequeño, el trabajo requerido para cuidarlas
y recoger su producción es menor. El terrateniente gana de
dos maneras, por el incremento de la producción y por
la disminución del trabajo que aquella debe mantener. La renta

(06:13:26):
de la tierra cambia no sólo con su fertilidad, cualquiera
sea su producción, sino también con su situación, cualquiera sea
su fertilidad. Por la tierra en los alrededores de una
ciudad se paga más renta que por una tierra igualmente
fértil en un lugar remoto. Aunque no cueste más trabajo
cultivar una que la otra, siempre costará más traer al

(06:13:46):
mercado el producto de la que está más lejos. Por
lo tanto, deberá mantener a una cantidad de trabajo mayor,
y el excedente, del que se derivan tanto el beneficio
del granjero como la renta del terrateniente, deberá ser menor.
Ya se ha demostrado que en las zonas más apartadas
del país la tasa de beneficio es generalmente superior que

(06:14:07):
en las cercanías de una gran ciudad. En consecuencia, al
terrateniente le deberá tocar una proporción más reducida de un
excedente más reducido. Las buenas carreteras, canales y ríos navegables
colocan a las zonas más distantes a la par con
los alrededores de las ciudades. Son por ello las mejoras
más importantes. Fomentan el cultivo de las tierras más apartadas,

(06:14:31):
que forzosamente son las más extensas del país. Son ventajosas
para la ciudad, al quebrar el monopolio de las tierras
que la circundan. e incluso son convenientes para estas últimas tierras,
aunque introducen mercancías competitivas en su antiguo mercado, también abren
nuevos mercados para su producción. El monopolio, asimismo, es el

(06:14:53):
peor enemigo de la buena administración, que nunca puede establecerse
de forma generalizada si no es a consecuencia de esa
competencia libre y universal que fuerza a cada uno a
recurrir a ella por su propio interés. Hace menos de 50 años,
algunos condados cercanos a Londres solicitaron al Parlamento que no
se extendiesen las carreteras de peaje a los condados más lejanos.

(06:15:16):
Argulleron que esos condados remotos podrían, gracias a la baratura
de su trabajo, vender sus pastos y sus cereales en
Londres a un precio más bajo que ellos, lo que
reduciría sus rentas y arruinaría sus cultivos. Sin embargo, sus
rentas han aumentado y sus cultivos han mejorado desde entonces.
Un campo cerealero de fertilidad moderada produce mucho más alimentos

(06:15:39):
para el hombre que el mejor campo de pastos de
la misma extensión. Aunque su cultivo exige mucho más trabajo,
el excedente que queda tras reponer las semillas y mantener
todo ese trabajo es también mucho mayor. Si se supone
entonces que una libra de carne nunca ha valido más
que una libra de pan, este excedente mayor será en
todas partes de un valor también mayor, y constituirá un

(06:16:02):
fondo mayor tanto para el beneficio del granjero como para
la renta del terrateniente. Y así parece haber sido universalmente
en los rudos comienzos de la agricultura. Pero el valor
relativo de esas dos clases de alimento, el pan y
la carne, es muy diverso en los distintos periodos de
la agricultura. En sus orígenes primitivos las tierras salvajes, que

(06:16:24):
ocupan la mayor parte del país, son completamente abandonadas al ganado.
Hay más carne que pan, y en consecuencia el pan
es el alimento para el que existe una competencia más aguda.
Según nos cuenta Ulloa, hace 40 o 50 años, el precio de
un buey en Buenos Aires, seleccionado de una manada de 200
o 300 cabezas, era de 4 reales, o 21 peniques y medio de

(06:16:49):
moneda esterlina. Nada dice sobre el precio del pan, probablemente
porque no lo consideró algo destacable. Pero afirma que allí
un buey vale poco más que el esfuerzo de capturarlo.
El cereal no puede ser cultivado en ninguna parte sin
una considerable dosis de trabajo, y en un país a
las orillas del río de la Plata, que entonces era

(06:17:10):
la ruta directa desde Europa hasta las minas de plata
de Potosí, el precio monetario del trabajo no podía ser
muy bajo. Lo contrario sucede cuando el cultivo se extiende
en la mayor parte del país, la competencia cambia de
sentido y el precio de la carne se vuelve mayor
que el precio del pan. Asimismo, la extensión de los

(06:17:30):
cultivos hace que las tierras cereales sean insuficientes para satisfacer
la demanda de carne. Una parte apreciable de las tierras
cultivadas debe dedicarse a la cría y engorde del ganado
cuyo precio, por lo tanto, debe ser suficiente para pagar
no sólo el trabajo necesario para atenderlo sino la renta
y el beneficio que el terrateniente y el granjero podrían

(06:17:50):
haber obtenido de la utilización agrícola de dicha tierra. El
ganado procedente de los páramos incultos se vende en el mercado,
en proporción a su peso o calidad, al mismo precio
que el criado en las tierras más mejoradas. Los propietarios
de dichos páramos se benefician de ello y elevan la
renta de sus tierras en proporción al precio de su ganado.

(06:18:11):
Hace menos de un siglo en muchas partes de las
tierras altas de Escocia la carne era tanto o más
barata que el pan ordinario de avena. Pero la unión
de ambos reinos abrió el mercado de Inglaterra al ganado
de las tierras altas. Hoy su precio corriente es tres
veces superior al de principios de siglo, y en el
mismo periodo las rentas de numerosas propiedades en las tierras

(06:18:33):
altas se han triplicado y cuadruplicado. En casi toda Gran
Bretaña una libra de la mejor carne generalmente equivale hoy
a más de dos libras del mejor pan blanco, y
en años de abundancia a veces a tres y cuatro libras.
Así ocurre que, con el progreso, la renta y el
beneficio de las tierras cereales de pastos llegan a ser

(06:18:53):
regulados en alguna medida por la renta y el beneficio
de las tierras mejoradas, y ellos a su vez por
la renta y el beneficio del cereal. El cereal es
de cosecha anual. La carne requiere un desarrollo de cuatro
o cinco años. Así como un acre de terreno producirá,
en consecuencia, una cantidad mucho menor de un alimento que

(06:19:13):
del otro, la inferioridad en la cantidad debe ser compensada
con la superioridad en el precio. Si fuera más que compensada,
se convertirían en pastos más campos de cereal. Si no
fuera compensada, una parte de los pastos se convertirían en
campos cerealeros. Debe entenderse, no obstante, que esta igualdad entre

(06:19:33):
la renta y el beneficio de los pastos y el cereal,
de la tierra cuyo producto inmediato es el alimento para
el ganado y la tierra cuyo producto inmediato es el
alimento para el hombre, sólo rige al considerar el grueso
de las tierras mejoradas de un gran país. En algunas
localidades particulares puede ocurrir todo lo contrario, y la renta
y el beneficio de los pastos resultan muy superiores a

(06:19:55):
los del cereal. Así, en las cercanías de una gran
ciudad la demanda de leche y de forraje para los
caballos a menudo contribuye, junto al precio de la carne,
a elevar el valor de los pastos por encima de
lo que podría denominarse su proporción natural con el cereal.
Esta ventaja localizada, evidentemente, no puede extendida a las tierras

(06:20:16):
más apartadas. Algunas circunstancias específicas han llevado en ocasiones a
algunos países a ser tan poblados que todo su territorio,
igual que las tierras en los alrededores de una ciudad importante,
no ha sido suficiente para producir ni el pasto ni
el cereal necesarios para la subsistencia de sus habitantes. Por
ello sus tierras han sido utilizadas principalmente para la producción

(06:20:39):
de pasto, la mercancía más voluminosa y que no puede
ser fácilmente transportada desde una gran distancia, y el cereal,
el alimento de la mayoría de la población, ha sido
básicamente importado desde países extranjeros. Holanda se halla hoy en
esta situación y en ella se encontró una parte considerable
de la Italia antigua durante la prosperidad de los romanos.

(06:21:03):
Catón el Censor decía, según nos cuenta Cicerón, que en
la administración de una finca privada lo primero y más
rentable era conseguir buenos pastos, lo segundo, unos pastos aceptables,
lo tercero, unos pastos malos. Y colocaba sólo en el
cuarto lugar al cultivo de la tierra con el arado.
Es claro que el cultivo en aquella zona de la

(06:21:24):
Italia Antigua cercana a Roma debe haber sido muy desalentado
por el reparto de trigo que a menudo se realizaba
entre la gente, bien de forma gratuita o bien a
un precio sumamente bajo. Este trigo provenía de las provincias conquistadas,
muchas de las cuales, en lugar de impuestos, eran obligadas
a pagar a la República una décima parte de su
producción a un precio tasado, aproximadamente de seis peniques el PEC.

(06:21:49):
El reducido precio al que este trigo era distribuido entre
la población debe necesariamente haber hundido el precio del que
se traía a Roma desde el Lacio, el antiguo territorio
de Roma, y debe haber desanimado su cultivo en ese país.
En un país de campos abiertos, cuya producción principal sean
los cereales, un terreno bien cercado para pastos frecuentemente proporcionará

(06:22:11):
una renta más elevada que la de cualquier campo cerealero vecino.
Resultará útil para el mantenimiento del ganado empleado en el
cultivo de cereales y su alta renta será en tal
caso pagada no tanto del valor de su propia producción
como del valor de la producción de las tierras cerealeras,
cultivadas gracias a ella. Si alguna vez las tierras vecinas

(06:22:32):
son cercadas, la renta probablemente caerá. Las elevadas rentas actuales
de las tierras cercadas en Escocia se derivan de la
escasez de cercados, y no perdurarán probablemente en la medida
en que no lo haga dicha escasez. La ventaja del
cercado es mayor para los pastos que para los cereales.
Ahorra el trabajo de vigilar el ganado, que además se

(06:22:53):
alimenta mejor si no lo molesta el pastor o su perro.
Pero cuando no existen circunstancias locales de ese tipo, la
renta y el beneficio del cereal, o lo que sea
la comida vegetal normal de la gente, debe necesariamente regular
en la tierra adecuada para producirlo la renta y el
beneficio de los pastos. Es razonable esperar que los forrajes artificiales, nabos, zanahorias,

(06:23:17):
coles y otras cosas a las que se ha recurrido
para conseguir que una misma extensión de tierra alimente a
un número mayor de cabezas de ganado que los pastos naturales,
reduzcan algo la superioridad que en un país avanzado tiene
naturalmente el precio de la carne sobre el precio del pan.
Y así parece haber sucedido. Hay razones para creer que,
al menos en el mercado de Londres, el precio de

(06:23:40):
la carne en proporción al precio del pan es bastante
menor hoy que a principios del siglo pasado. En el
apéndice a la vida del príncipe Enrique, el Dr. Birch
incluye una referencia a los precios de la carne pagados
por dicho príncipe. Dice allí que el coste de los
cuatro cuartos de una vaca que pesaba 600 libras solía ser
de 9 libras y 10 chelines, más o menos, es decir, 31 chelines

(06:24:05):
y 8 peniques por cada 100 libras de peso. El príncipe Enrique
murió el 6 de noviembre de 1612, a los 19 años de edad.
En marzo de 1764 se abrió una investigación parlamentaria sobre las
causas del elevado precio de los alimentos. Según el testimonio
de un comerciante de Virginia, en marzo de 1763 había aprovisionado

(06:24:30):
sus barcos con carne de vaca a 24 o 25 chelines por
cada 100 libras, lo que consideró un precio normal, pero en
aquel año de carestía había pagado 27 chelines por el mismo
peso y calidad. Ahora bien, el alto precio de 1764 resulta 4
chelines y 8 peniques más barato que el precio usual pagado

(06:24:51):
por el príncipe Enrique. Y hay que subrayar que la
carne apta para la salazón en viajes tan largos es
sólo la de mejor calidad. El precio pagado por el
príncipe Enrique equivale a tres peniques y cuatro quintos por
libra de peso en bruto, incluyendo las partes ordinarias y
las seleccionadas, y a ese precio las partes escogidas no
pudieron haberse vendido al por menor a menos de cuatro

(06:25:13):
peniques y medio o cinco peniques la libra. En la
investigación parlamentaria de 1764, los testigos afirmaron que el precio de
venta al público de las partes seleccionadas de la mejor
carne de vaca era de cuatro y cuatro peniques y
un cuarto. Las peores partes iban de siete fartins a
dos peniques y medio y dos peniques tres cuartos, y

(06:25:34):
decían que esos precios eran medio penique más caros de
lo que las mismas piezas habían costado en marzo. Pero
incluso este elevado precio es todavía mucho más barato de
lo que era en los tiempos del príncipe Enrique. Durante
los doce primeros años del siglo pasado, el precio medio
del trigo de la mejor calidad en el mercado de
Windsor era de un libra, dieciocho chelines y tres y

(06:25:56):
un sexto peniques el cuartal de nueve bucels de Winchester.
Pero en los doce años anteriores a 1764, incluyendo este último,
el precio medio de la misma medida del mejor trigo
en el mismo mercado fue de dos libras, un cheline
y nueve peniques y medio. En los doce primeros años
del siglo pasado, entonces, el trigo parece haber estado mucho

(06:26:19):
más barato y la carne mucho más cara que en
los doce años que precedieron a 1764 inclusive. En los países grandes,
el grueso de las tierras cultivadas se emplea para producir
alimentos para las personas o alimentos para el ganado. La
renta y el beneficio de ellas regula la renta y
el beneficio de las demás tierras cultivadas. Si un producto

(06:26:42):
en particular rindiese menos, la tierra sería pronto destinada a
cereales o pastos, y si rindiese más, una parte de
las tierras de cereales y pastos se dedicaría pronto a
dicho producto. Es verdad que las producciones que requieren bien
un gasto original mayor en mejoras, o un superior gasto
anual en cultivos para preparar la tierra para las mismas,

(06:27:03):
suelen rendir la primera una renta más alta y la
segunda un beneficio mayor que el cereal o los pastos.
No obstante, rara vez esa diferencia representa más que un
interés o compensación razonable por el gasto mayor. En un
huerto de lúpulo, de frutas, de verduras, tanto la renta
del propietario como el beneficio del granjero exceden generalmente los

(06:27:25):
de un campo de cereal o pasto. Pero la preparación
de la tierra requiere más gasto, de ahí la renta
mayor para el dueño. También se requiere una administración más
cuidada y diestra, de ahí el beneficio mayor para el granjero. Además,
la cosecha, al menos en las plantaciones de lúpulos y frutales,
es más precaria, su precio, en consecuencia, además de compensar

(06:27:48):
por las pérdidas ocasionales, debe cubrir algo similar al beneficio
del seguro. Las condiciones de vida de los hortelanos, generalmente
pobres y siempre modestas, sirven para demostrar que su mayor
ingenio no es habitualmente retribuido en exceso. Son tantas las
personas ricas que practican su arte tan gratificante sólo como
diversión que muy poca ventaja recogen los que lo practican

(06:28:12):
por un beneficio, debido a que quienes deberían ser naturalmente
sus mejores clientes se autoabastecen de sus productos más preciados.
El provecho que el terrateniente deriva de las mejoras no
es nunca tan amplio como el que fue suficiente para
compensar el coste original de llevarlas a cabo. En la
agricultura antigua, se suponía que después del viñedo, la sección

(06:28:33):
de la granja que generaba la producción más valiosa era
un huerto de verduras bien regado. Pero Demócrito, que escribió
sobre agricultura hace dos mil años, y que era considerado
por los antiguos como uno de los padres de esa actividad,
creía que los que cercaban las huertas no actuaban sabiamente.
El beneficio, decía, no compensaría el coste de un muro

(06:28:55):
de piedra, y los ladrillos, supongo que se refería a
los ladrillos cosidos al sol, se desmoronaban bajo la lluvia
y las tormentas de invierno, y exigían continuas reparaciones. Columela,
que refiere estas opiniones de Demócrito, no las refuta sino
que propone un método muy frugal de cercado mediante un
seto de zarzas y espinos que, asegura, ha probado por

(06:29:17):
experiencia que es un vallado duradero e impenetrable, aunque, al parecer,
no era muy conocido en los tiempos de Demócrito. Paladio
secunda la opinión de Columela, que antes había sido respaldada
por Barrón. En opinión de estos antiguos innovadores, el producto
de una huerta de verduras había sido apenas suficiente para

(06:29:37):
pagar las labores extra y el coste del riego, porque
en esos países tan próximos al sol se pensaba entonces,
como ahora, que era necesario disponer de una corriente de
agua que fluyera por todas las tablas de la huerta.
En la actualidad, en la mayor parte de Europa se
considera que una huerta no necesita un cercado mejor al
recomendado por Columela. En Gran Bretaña y algunas otras naciones

(06:30:01):
nórdicas las frutas más finas no pueden ser cultivadas sino
al abrigo de un muro. Su precio en dichos países,
por lo tanto, debe ser suficiente para pagar el gasto
de construir y mantener ese elemento esencial. A menudo el
cerco de los frutales rodea al de las verduras, que
disfruta así de un vallado que su propia producción sería

(06:30:21):
con frecuencia incapaz de sufragar. Una máxima indiscutible en la
agricultura antigua, como lo es hoy en todos los países vinícolas,
era que la parte más valiosa de la granja era
el viñedo, cuando había sido plantado correctamente y cuidado con
la máxima atención. Pero según nos cuenta Columela, había opiniones
enfrentadas sobre la cuestión de si era ventajoso plantar nuevas

(06:30:44):
viñas o no. Como buen amante de todos los cultivos
más elaborados, se decanta en favor del viñedo e intenta demostrar,
cotejando beneficio y coste, que constituye una mejora muy rentable.
Sin embargo, esas comparaciones entre beneficio y coste en nuevos
proyectos suelen ser muy falaces, y en ninguna parte más
que en la agricultura. Si la ganancia efectivamente obtenida en

(06:31:08):
tales plantaciones hubiese sido en general tan copiosa como él preveía,
no cabría debate alguno, pero todavía hoy la cuestión es
objeto de controversia en las naciones vinícolas. Es cierto que
sus escritores sobre temas agrícolas, amantes y promotores de los
cultivos más finos, normalmente están dispuestos a alinearse con Columela
en favor de las viñas. La preocupación de los dueños

(06:31:31):
de los viejos viñedos en Francia para evitar que se
planten nuevos parece apoyar esa opinión e indicar una convicción
por parte de gentes expertas de que esta clase de
cultivo es hoy en dicho país más rentable que ningún otro.
No obstante, avala al mismo tiempo otra opinión, la de
que esa rentabilidad superior no puede durar más que las
leyes que actualmente restringen el libre cultivo de la vid.

(06:31:56):
En 1731 los propietarios consiguieron una orden del Consejo que prohibió
tanto la plantación de nuevas cepas como la renovación de
las antiguas, cuyo cultivo se hubiese interrumpido durante dos años,
salvo que mediase un permiso especial del rey, a ser
concedido sólo tras un informe del intendente de la provincia,
que certificase que había examinado la tierra y que era

(06:32:17):
inútil para cualquier otro cultivo. La razón de esa orden
fue la escasez de granos y pastos y la sobreabundancia
de vino. Pero si esta abundancia hubiese sido real, habría
impedido eficazmente la plantación de nuevas cepas, sin necesidad de
ninguna orden del Consejo, al reducir los beneficios de este
tipo de cultivo por debajo de su proporción natural con

(06:32:39):
los de los cereales y los pastos. En lo que
hace a la supuesta escasez de granos ocasionada por la
multiplicación de los viñedos, en ninguna parte de Francia se
cultiva mejor el cereal que en las provincias vinícolas, donde
la tierra es adecuada para su producción, como en Borgoña,
Guyena y el Alto Languedoc. La numerosa mano de obra
empleada en un tipo de cultivo necesariamente anima al otro,

(06:33:02):
al suministrarle un mercado inmediato para su producción. El disminuir
el número de los que son capaces de pagar por
él es sin duda una estrategia poco prometedora para alentar
el cultivo del cereal. Es como la política que pretende
promover la agricultura castigando a la industria. Por lo tanto,
aunque la renta y el beneficio de aquellas producciones que

(06:33:24):
requieren un mayor gasto inicial de mejoras en la preparación
de la tierra, o un gasto mayor en su cultivo,
suelen ser muy superiores a los del cereal y los pastos,
cuando se limitan a compensar esos gastos extra están en
realidad regulados por la renta y el beneficio en esos
cultivos más corrientes. Es cierto que a veces ocurre que
la cantidad de tierra apta para una producción concreta es

(06:33:46):
demasiado pequeña para satisfacer la demanda efectiva. La totalidad de
la producción puede venderse entonces a aquellos que están dispuestos
a pagar algo más de lo que es suficiente para
pagar toda la renta, los salarios y los beneficios necesarios
para cultivarla y traerla al mercado a sus tasas naturales,
las tasas que se pagan en el grueso de las
otras tierras cultivadas. El excedente del precio que resta después

(06:34:10):
de sufragar todo el coste de las mejoras y del
cultivo no tendrá en este caso, pero sólo en este caso,
una proporción regular con el excedente semejante en los cereales
o los pastos, sino que puede superarlo casi en cualquier grado,
y la mayor parte de ese excedente va a parar
naturalmente a la renta del terrateniente. Por ejemplo, la proporción

(06:34:31):
habitual y natural entre la renta y el beneficio del
vino y de los cereales y pastos sólo rige con
referencia a los viñedos que producen solamente un buen vino común,
de esos que pueden ser obtenidos casi en cualquier parte,
con cualquier suelo ligero, pedregoso o arenoso, y que no
se pueden recomendar salvo porque son fuertes y saludables. Los

(06:34:51):
terrenos normales del país pueden entrar en competencia exclusivamente con
esos viñedos, es evidente que no podrán hacerlo con los
de una calidad especial. La diferente calidad de la tierra
afecta a la vid más que a ninguna otra fruta.
De algunas deriva un aroma que supuestamente ningún cultivo ni
manejo podrá conseguir en ninguna otra. Este aroma, real o imaginario,

(06:35:14):
es a veces peculiar de la producción de unos pocos viñedos,
otras veces se extiende a lo largo de un pequeño distrito,
y otras a través de una extensa provincia. La cantidad
total de vinos de ese origen que llega al mercado
es menor que la demanda efectiva, es decir, la demanda
de los que están dispuestos a pagar toda la renta,
el beneficio y los salarios necesarios para prepararlos y traerlos

(06:35:38):
al mercado a su tasa corriente, la tasa pagada en
los viñedos comunes. Por ello, la cantidad se vende a
los que están dispuestos a pagar más, lo que inevitablemente
aumenta el precio por encima del precio del vino común.
La diferencia será mayor o menor según que la moda
y la escasez del vino vuelvan a la competencia de
los compradores más o menos intensa. Si como fuere, la

(06:36:01):
mayor parte de la misma termina en la renta del propietario.
Aunque esos viñedos están en general mejor cultivados que los otros,
el alto precio del vino no es tanto el efecto
de ese cultivo más cuidado, sino la causa. En una
producción tan valiosa la pérdida ocasionada por la negligencia es
tan abultada que hasta los más descuidados prestan atención. Una

(06:36:23):
pequeña parte de ese precio alto, por lo tanto, es
suficiente para pagar los salarios del trabajo extra incorporado en
su cultivo y los beneficios del capital extra que pone
a ese trabajo en acción. Las colonias azucareras de las
naciones europeas en las Indias Occidentales pueden ser comparadas con
esos valiosos viñedos. Su producción total es inferior a la

(06:36:45):
demanda efectiva de Europa y se vende a aquellos que
están dispuestos a pagar más de lo que es suficiente
para pagar la renta, el beneficio y los salarios necesarios
para prepararla y traerla al mercado, con arreglo a las
tasas que suelen pagarse en los demás productos. En la Cochinchina,
según refiere el señor. Poibre, un observador muy atento de

(06:37:06):
la agricultura de ese país, el azúcar blanco de la
mejor calidad se vende normalmente a tres piastras el quintal,
o unos tres echelines y seis peniques en nuestra moneda.
Lo que se llama allí quintal pesa entre 150 y 200 libras
de París, o un promedio de 175 libras de París, lo
que reduce el precio del quintal inglés a unos 8 chelines esterlinos,

(06:37:29):
que no llega ni a la cuarta parte de lo
que se paga habitualmente por los azúcares morenos o mascabados
importados de nuestras colonias, ni a la sexta parte de
lo que se paga por el mejor azúcar blanco. El
grueso del área cultivada en la Cochinchina se dedica a
los cereales y el arroz, el alimento de la mayoría
del pueblo. Los precios respectivos del cereal, el arroz y

(06:37:51):
el azúcar están allí probablemente en la proporción natural, o
en aquella que se establece naturalmente entre las diversas cosechas
de la mayor parte de la superficie cultivada, y que
recompensan al propietario y al granjero, hasta donde es posible determinarlo,
de acuerdo a lo que normalmente es el gasto original
en mejoras y el gasto anual en los cultivos. Pero

(06:38:11):
en nuestras colonias azucareras el precio del azúcar no guarda
ninguna proporción de ese tipo con el precio de la
producción de un campo de arroz o cereales ni en
Europa ni en América. Se dice habitualmente que un plantador
de caña compensa sus costes de cultivo con el ron
y las melazas y que todo el azúcar es el
beneficio neto. Si esto fuese cierto, y no pretendo afirmar

(06:38:34):
que lo sea, sería como si un granjero que cultiva
cereales pudiese sufragar los gastos del cultivo con las granzas
y la paja, y le quedase el grano como ganancia neta.
Es frecuente que sociedades de comerciantes de Londres y otras
ciudades adquieran tierras vírgenes en nuestras colonias azucareras que esperan
mejorar y cultivar con beneficio valiéndose de administradores y agentes,

(06:38:56):
y ello a pesar de la gran distancia y la
incierta rentabilidad debida al deficiente funcionamiento de la justicia en
esos territorios. Nadie intentaría mejorar y cultivar en la misma
forma las tierras más fértiles de Escocia, Irlanda o las
provincias cerealeras de América del Norte, a pesar de que allí,
por la más satisfactoria acción de la justicia, se pueden

(06:39:17):
esperar rendimientos más estables. Andorgenia y Maryland se prefiere el
cultivo del tabaco al del cereal, porque es más rentable.
El tabaco podría cultivarse bien en muchas partes de Europa,
pero en casi toda ella se ha convertido en uno
de los artículos más grabados con impuestos. Y se ha
estimado que el recaudar un impuesto de todas las diversas

(06:39:38):
granjas que podrían dedicarse a este cultivo sería más difícil
que si se estableciese uno sobre su importación y se
cobrase en las aduanas. Así se ha llegado al extremo
absurdo de que el cultivo del tabaco ha sido prohibido
en la mayor parte de Europa, lo que necesariamente otorga
una suerte de monopolio a los países donde está permitido,
y como Virginia y Maryland producen el grueso de este bien,

(06:40:01):
se llevan, aunque con algunos competidores, la mayor parte de
la ventaja de ese monopolio. El cultivo del tabaco, sin embargo,
no parece ser tan provechoso como el del azúcar. Nunca
oí hablar de que alguna plantación de tabaco haya sido
roturada y cultivada con el capital de comerciantes residentes en
Gran Bretaña, y de nuestras colonias tabaqueras no llegan plantadores

(06:40:24):
tan opulentos como los que frecuentemente arriban desde nuestras islas azucareras.
Aunque por la preferencia que en esas colonias se otorga
al cultivo del tabaco sobre el cereal podría parecer que
la demanda efectiva de tabaco en Europa no está plenamente satisfecha.
Es probable que lo esté más que la de azúcar,
y aunque el precio actual del tabaco es probablemente más

(06:40:44):
que suficiente para pagar la renta, los salarios y el
beneficio necesarios para obtenerlo y transportarlo al mercado a las
tasas habitualmente pagadas en las tierras cerealeras, no supera dicho
nivel tanto como el precio del azúcar. Nuestros plantadores de tabaco, entonces,
han revelado el mismo temor al exceso de tabaco que

(06:41:04):
los propietarios de los viejos viñedos en Francia tienen al
exceso de vino. Se han agrupado y restringido su cultivo
a seis mil plantas, que se calcula rinden mil libras
de peso en tabaco por cada negro de entre 16 y 60
años de edad. Cada negro es capaz, por encima de
esa cantidad de tabaco, de cultivar cuatro acres de maíz.

(06:41:26):
El Dr. Douglas sostiene, pero creo que no está bien informado,
que en algunas ocasiones durante años de abundancia, y para
impedir que el mercado esté sobreabastecido, queman una cierta cantidad
de tabaco por negro, de la misma forma que se
dice que hacen los holandeses con las especias. Si se
requiere el empleo de métodos tan violentos para sostener el

(06:41:47):
precio actual del tabaco, la ventaja de su cultivo sobre
el del cereal, si es que todavía tiene alguna, es
improbable que dure mucho tiempo. De esta manera, la renta
de la tierra cuyo cultivo es el alimento humano regula
la renta de la mayor parte del resto de la
tierra cultivada. Ninguna producción puede rendir menos durante un periodo extenso,

(06:42:08):
porque la tierra sería inmediatamente destinada a otro uso. Y
si una producción rinde sistemáticamente más, es porque la cantidad
de tierra adecuada para su cultivo es insuficiente para satisfacer
la demanda efectiva. En Europa el principal producto de la
tierra que sirve de inmediato como alimento humano es el cereal.

(06:42:29):
Por lo tanto, salvo en situaciones especiales, la renta de
la tierra cerealera regula en Europa la de todas las
demás tierras cultivadas. Gran Bretaña no tiene por qué envidiar
las viñas de Francia ni los olivares de Italia. Salvo
en situaciones especiales, su valor se determina con arreglo al
valor del cereal, en cuyo cultivo la fertilidad británica no

(06:42:51):
es muy inferior a la de ninguno de esos dos países.
Si en una nación el alimento vegetal más corriente y
favorito de la población se obtiene de una planta cuyo rendimiento,
en la tierra más ordinaria, es muy superior al rendimiento
del cereal en la tierra más fértil, la renta del
propietario o la cantidad excedente de alimento que le quede

(06:43:11):
después del pago del trabajo y la reposición del capital
del granjero junto con los beneficios normales será necesariamente mucho mayor.
Cualquiera fuese la tasa usual de pago del trabajo en
esa nación, ese mayor excedente siempre podría mantener una cantidad
mayor del mismo, y consecuentemente permitir al terrateniente comprar o
dirigir una cantidad mayor. El valor real de su renta,

(06:43:34):
su poder y mandos reales, su control sobre las cosas
necesarias y convenientes para la vida que le suministra el
trabajo de otras personas, será inevitablemente muy superior. Un campo
de arroz produce una cantidad de alimento mucho mayor que
el más fértil campo cerealero. Se dice que la producción
corriente de un acre son dos cosechas al año, de

(06:43:57):
entre 30 y 60 bucels cada una. Aunque su cultivo exige más trabajo,
después de haberlo pagado queda un excedente mucho más amplio. Así,
en aquellos países donde el arroz es el alimento vegetal
más extendido y apreciado por la gente y con el
que básicamente se mantienen los cultivadores, corresponderá al terrateniente una

(06:44:17):
cuota mayor de dicho mayor excedente que en los países cerealeros.
En Carolina, donde los plantadores, como en otras colonias británicas,
son generalmente granjeros y propietarios al mismo tiempo, y donde
consiguientemente la renta y el beneficio se confunden. Es más
rentable cultivar arroz que trigo, aunque sus campos rinden sólo

(06:44:37):
una cosecha anual y aunque, al prevalecer las costumbres europeas,
el arroz no es allí el alimento de la gente
más habitual y estimado. Un buen arrozal es un pantano
en todas las estaciones, y en una de ellas un
pantano cubierto de agua. No sirve para cereales, pastos, viñas,
ni en realidad para ninguna otra producción vegetal útil para

(06:44:59):
el hombre, y las tierras adecuadas para estos propósitos no
lo son para el arroz. Incluso en los países arroceros,
por lo tanto, la renta de las tierras arroceras no
pueden regular la renta de las otras tierras cultivables que
nunca podrán ser destinadas a esa producción. El alimento producido
por un campo de patatas no es inferior en cantidad

(06:45:21):
al producido por un campo de arroz y es muy
superior al producido en un campo de trigo. 12.000 libras
de patatas extraídas de un acre de tierra no es
una producción mayor a 2.000 libras de trigo. El alimento o
capacidad nutritiva que puede obtenerse de cada una de esas
dos plantas no guarda proporción alguna con su peso, debido

(06:45:41):
a la naturaleza húmeda de las patatas. No obstante, si
se supone que la mitad del peso de este tubérculo
corresponde al agua, y es mucho suponer, ese acre de
patatas todavía produciría 6.000 libras de poder nutritivo, tres veces lo
que produce un acre de trigo. Un acre de patatas
se cultiva con un coste menor que un acre de trigo.

(06:46:02):
El barbecho, que generalmente precede a la siembra del trigo,
compensa con exceso la cava y otras labores extraordinarias que
siempre requieren las patatas. Si en algún momento ese tubérculo
llega a ser en algún lugar de Europa lo que
el arroz es en algunos países arroceros, el alimento ordinario
y preferido por el pueblo, y a ocupar la misma

(06:46:22):
proporción de tierras cultivadas como el trigo y otros cereales
para la alimentación humana ocupan hoy, la misma superficie cultivada
bastaría para mantener un número de personas muy superior, y
al alimentarse los trabajadores generalmente con patatas, quedaría un excedente
mayor después de reponer todo él. capital y pagar toda
la mano de obra empleada en el cultivo. Una sección

(06:46:45):
mayor de ese excedente correspondería a sí mismo al terrateniente.
La población se incrementaría y las rentas subirían muy por
encima de su nivel actual. La tierra adecuada para las
patatas lo es para casi cualquier otra planta útil. Si
ellas ocuparan la misma proporción de la tierra cultivada como
los cereales lo hacen hoy, ellas regularían de la misma

(06:47:07):
manera la renta de la mayor parte del resto de
la tierra cultivada. Me han dicho que en algunas comarcas
del Ancacire se afirma que el pan hecho de harina
de avena es más nutritivo que el pan de trigo,
y con frecuencia he escuchado sostener la misma doctrina en Escocia.
Pero no tengo claro que sea verdad. El pueblo llano
en Escocia, que se alimenta de avena, no es en

(06:47:30):
general tan fuerte ni tan gallardo como las gentes del
mismo nivel en Inglaterra, que comen pan de trigo. No
trabajan tan bien, ni tienen tan buen aspecto, y como
no existe la diferencia entre las personas distinguidas en ambos países,
la experiencia parece demostrar que el alimento del pueblo en
Escocia no es tan adecuado para el organismo humano como

(06:47:50):
el de sus vecinos en Inglaterra. Pero con las patatas
parece suceder lo contrario. Se dice que los porteadores de sillas,
los mozos de cuerda y los cargadores de carbón en Londres,
y esas infortunadas mujeres que viven de la prostitución, es decir,
los hombres más fuertes y las mujeres más bellas de
los dominios británicos, provienen en su mayoría de las clases

(06:48:12):
más bajas de Irlanda, que se alimentan por lo general
con ese tubérculo. Ninguna otra comida puede aportar una prueba
más concluyente de su calidad nutritiva, ni de su capacidad
de ser particularmente favorable a la salud del cuerpo humano.
Es difícil conservar a las patatas a lo largo del
año y totalmente imposible almacenarlas, como se hace con los cereales,

(06:48:34):
durante dos o tres años. El temor a no poder
venderlas antes de que se pudran desanima su cultivo y
es quizás el mayor obstáculo para que se vuelvan, como
el pan, el principal alimento vegetal de todas las clases
del pueblo. Parte 2 De la producción de la tierra que
unas veces proporciona renta y otras veces no. El único

(06:48:57):
producto de la tierra que siempre y necesariamente rinde alguna
renta al propietario parece ser el alimento humano. Otras producciones
a veces la rinden y a veces no, según las circunstancias.
Después de la comida, las dos grandes necesidades de la
humanidad son el vestido y la vivienda. En su rudo
estado original, la tierra puede suministrar materiales de vestido y

(06:49:20):
alojamiento a un número de personas muy superior al que
puede alimentar. Con el progreso a veces ocurre que sea
capaz de alimentar a un número superior al que puede
abastecer con dichos materiales, al menos en la forma en
que los demandan y están dispuestos a pagar por ellos.
Al principio, entonces, siempre hay un exceso de estos materiales

(06:49:41):
que con frecuencia tienen por esa razón un valor escaso
o nulo, y después existe a menudo una escasez que
necesariamente aumenta su valor. Al principio una gran parte de
los mismos es desechada por inútil, y el precio de
los que se utilizan es considerado sólo equivalente al trabajo
y gastos necesarios para convertirlos en aprovechables y no queda,

(06:50:01):
en consecuencia, nada como renta para el terrateniente. Pero después
se utilizan plenamente y a menudo la demanda queda insatisfecha.
Hay alguien que siempre está dispuesto a pagar por cada
cantidad de ellos más de lo que es suficiente para
cubrir el coste de traerlos al mercado. Su precio, por
lo tanto, siempre da lugar a una renta para el terrateniente.

(06:50:25):
Los primeros materiales de la indumentaria fueron las pieles de
los animales más grandes. Así, en las naciones de cazadores
y pastores, cuyo comida consiste fundamentalmente en la carne de
esos animales, cuando cada hombre se surte de alimentos también
se surte de materiales para más ropa que la que
puede ponerse. Si no hubiese comercio con el exterior, el

(06:50:46):
grueso debería tirarse como cosa sin valor. Esto era probablemente
lo que ocurría entre las naciones cazadoras de América del
Norte antes de que su territorio fuese descubierto por los europeos,
con los que ahora intercambian el sobrante de sus pieles
por mantas, armas de fuego y aguardiente, lo que le
da algún valor. Creo que en el estado actual del

(06:51:07):
comercio en el mundo conocido incluso las naciones más bárbaras,
si han establecido la propiedad de la tierra, mantienen algún
comercio con el exterior de esa clase, y encuentran entre
sus vecinos ricos tanta demanda por los materiales de vestido
que produce su tierra y que ellos no pueden ni
elaborar ni consumir, que su precio se eleva por encima
de lo que cuesta llevárselos a esos vecinos más prósperos.

(06:51:30):
Esto rinde, en consecuencia, una cierta renta para el propietario.
Cuando la mayor parte del ganado de las tierras altas
escocesas era consumido en las mismas montañas, la exportación de
pieles era el más importante renglón comercial de ese país,
y lo que se obtenía a cambio de ellas comportaba
una adición a la renta de la propiedad en las
tierras altas. La lana de Inglaterra, que en la antigüedad

(06:51:54):
no podía ser ni manufacturada ni consumida localmente, encontró un
mercado en Flandes, entonces más rico y avanzado, y su
precio aportó algo a la renta de la tierra que
la producía. En países no mejor cultivados que Inglaterra entonces
o que las tierras altas de Escocia hoy y que
carecen de comercio exterior, los materiales para el atuendo resultan

(06:52:16):
evidentemente tan abundantes que en su mayor parte se desechan
por inservibles y en ningún caso rinden una renta al terrateniente.
Los materiales para las viviendas no siempre pueden ser transportados
a una distancia tan grande como los materiales del vestido
y no se convierten en objeto de comercio exterior tan fácilmente.
cuando sobreabundan en el país que los produce suele ocurrir,

(06:52:39):
incluso en el actual estado del comercio mundial, que no
tengan valor alguno para el terrateniente. Una buena cantera en
las proximidades de Londres proporcionaría una copiosa renta, pero en
muchas partes de Escocia y Gales no proporciona ninguna. La
madera para la construcción es muy valiosa en un país
poblado y bien cultivado, y la tierra que la produce

(06:53:00):
genera una renta considerable. Pero en muchas partes de América
del Norte el dueño de la tierra estaría muy agradecido
a cualquiera que se llevase la mayoría de sus árboles
más grandes. En algunas comarcas de las tierras altas de Escocia,
la corteza de los árboles es la única parte del
bosque que se puede llevar al mercado, debido a la
falta de caminos o de transporte fluvial. Y se deja

(06:53:23):
que la madera se pudra en el suelo. Cuando los
materiales para las viviendas son tan abundantes, la fracción de
ellos que se utiliza sólo vale el trabajo y el
gasto de prepararla para ese uso. No generan renta alguna
para el terrateniente, que por regla general los regala a
cualquiera que lo solicite. Sin embargo, a veces la demanda

(06:53:44):
de las naciones más ricas le permite obtener de ellos
una renta. El pavimentado de las calles de Londres ha
llevado a que los propietarios de algunas rocas estériles en
la costa de Escocia consigan una renta donde jamás la
hubo antes. Los bosques de Noruega y de las costas
del Báltico encuentran un mercado en muchas partes de Gran
Bretaña del que carecen en su país y proporcionan así

(06:54:06):
alguna renta a sus propietarios. Los países son populosos no
en proporción al número de personas cuya producción puede vestir
y alojar sino en proporción al número que pueda alimentar.
Una vez que hay comida, es fácil conseguir el atuendo
y la vivienda que se necesitan. Pero puede haber abundancia
de estos últimos y en cambio faltar comida. En algunas

(06:54:29):
partes de los dominios británicos, se llama, una casa, a
algo que puede ser construido por un hombre en un
día de trabajo. La forma más simple de indumentaria, las
pieles de los animales, requieren algo más de trabajo para
curtirlas y prepararlas para dicho uso, pero no mucho trabajo.
Entre las naciones salvajes y bárbaras, una centésima o poco

(06:54:51):
más de una centésima parte del trabajo anual bastará para
proveerlas del vestido y el alojamiento satisfactorios para la mayoría
de los habitantes. Las otras 99 partes resultan a menudo apenas
suficientes para proveerlas de comida. Pero cuando gracias a la
roturación y cultivo de la tierra, el trabajo de una
familia puede suministrar comida para dos, el trabajo de la

(06:55:14):
mitad de la sociedad resulta suficiente para obtener alimento para
el conjunto. La otra mitad, entonces, o al menos la
mayor parte de ella, puede ser empleada en suministrar otras cosas,
o en satisfacer las otras necesidades y caprichos de la humanidad.
El atuendo y la vivienda, los muebles y lo que
llaman el equipo, son los objetos principales del grueso de

(06:55:36):
esas necesidades y caprichos. El rico no consume más comida
que su vecino pobre. Puede que la calidad de su
comida sea muy diferente y que seleccionarla y prepararla pueda
requerir más trabajo y destreza, pero en cantidad son prácticamente iguales.
pero al comparar el amplio palacio y el surtido guardarropa
de uno con la choza y los harapos del otro

(06:55:58):
se comprende que la diferencia entre su indumentaria, alojamiento y
mobiliario es casi tan grande en cantidad como en calidad.
El apetito de alimentos está limitado en cada persona por
la estrecha capacidad del estómago humano, pero el afán de
comodidades y adornos en la casa, el vestido, el mobiliario
y el equipo no parece tener límites ni conocer fronteras.

(06:56:20):
En consecuencia, todos los que tienen el control sobre más
alimentos de los que pueden consumir estarán siempre dispuestos a
intercambiar ese sedente o, lo que es lo mismo, el
precio del mismo, por gratificaciones de ese tipo. Lo que
cede la satisfacción del deseo limitado se destina a colmar
aquellos deseos que no pueden ser satisfechos y parecen ser

(06:56:41):
completamente ilimitados. Para conseguir comida, los pobres se esfuerzan en
gratificar los caprichos de los ricos y para conseguirla con
más seguridad compiten entre sí en la baratura y perfección
de su trabajo. El número de trabajadores aumenta con la
creciente cantidad de comida o con la extensión de la
mejora y cultivo de las tierras, y como la naturaleza

(06:57:02):
de su labor admite la máxima subdivisión del trabajo, la
cantidad de materiales que pueden elaborarse incrementa en una proporción
muy superior a dicho número. De ahí surge una demanda
para toda clase de cosas que la invención humana puede emplear,
de forma útil o como adorno, en la vivienda, el vestido,
el equipo o el mobiliario, para los fósiles y minerales

(06:57:24):
que se hallan en las entrañas de la tierra, y
para las piedras y metales preciosos. De esta manera, el
alimento no es sólo la fuente original de la renta
sino que todas las otras producciones de la tierra que
proporcionan renta después derivan esa parte de su valor del
progreso en la capacidad del trabajo en producir alimentos mediante
la mejora y cultivo de la tierra. Pero esas otras

(06:57:47):
partes de la producción de la tierra que después generan renta,
no la generan siempre. Incluso en países adelantados y cultivados,
la demanda por ellas no siempre es tal como para
suscitar un precio mayor al suficiente para pagar el trabajo
y reponer, junto a sus beneficios corrientes, el capital que
debe emplearse para traerlas al mercado. El que lo sea

(06:58:09):
o no depende de diversas circunstancias. Por ejemplo, si una
mina de carbón puede proporcionar renta o no, depende en
parte de su fertilidad y en parte de su localización.
Se dice que una mina de cualquier tipo es productiva
o estéril según que la cantidad de mineral que puede
ser extraída de ella mediante una cierta cantidad de trabajo

(06:58:30):
sea mayor o menor que la que puede ser extraída
con él. Mismo trabajo en la mayor parte de las
minas del mismo tipo. Algunas minas de carbón bien situadas
no pueden ser explotadas debido a su esterilidad. La producción
no cubre los costes y ellas no proporcionan ni beneficio
ni renta. El rendimiento de algunas es apenas suficiente para

(06:58:51):
pagar el trabajo y reponer, junto con los beneficios normales,
el capital empleado en operarlas. Aportan algún beneficio para el empresario,
pero ninguna renta para el terrateniente. Sólo pueden ser ventajosamente
explotadas por el propietario mismo que al ser empresario recoge
el beneficio ordinario del capital que emplea. En Escocia se

(06:59:13):
explotan así muchas minas de carbón y no podrían funcionar
de otro modo. El terrateniente no permitiría que nadie las
explotara sin pagar alguna renta y nadie podría pagarla. Hay
otras minas de carbón en el mismo país cuya fertilidad
es suficiente pero que no pueden ser explotadas a causa
de su emplazamiento. Con la suma normal de trabajo, e

(06:59:35):
incluso con menos, se podría extraer una cantidad de mineral
suficiente para sufragar el coste de la explotación. Pero en
una región interior, escasamente poblada y sin facilidades para el
transporte terrestre o fluvial, esa cantidad no podría ser vendida.
El carbón es un combustible menos agradable que la leña,

(06:59:55):
se dice también que es menos saludable. Por ello, el
coste del carbón en el lugar donde se consuma debe
ser generalmente algo menor al de la leña. El precio
de la leña varía también con arreglo al estado de
la agricultura, casi de la misma forma y exactamente por
las mismas razones que el precio del ganado. En sus

(07:00:15):
rudos comienzos, la mayor parte de todos los países se
hallaba cubierta de bosques, que entonces eran un mero estorbo
sin valor para los propietarios, que se los darían encantados
a cualquiera que quisiese talarlos. A medida que progresa la agricultura,
los bosques en parte desaparecen por los avances en la
roturación y en parte decaen como consecuencia del incremento en

(07:00:37):
el número de cabezas de ganado. Este, aunque no aumenta
en la misma proporción que el cereal, que es por
completo resultado del trabajo humano, se multiplica en cualquier caso
bajo el cuidado y la protección de personas, que almacenan
en la estación de la abundancia lo que puede alimentarlo
durante la de la escasez, que durante todo el año
le dan una cantidad de comida superior a la que

(07:00:58):
podría conseguir espontáneamente la naturaleza, y que al destruir y
exterminar a sus enemigos les garantiza el libre disfrute de
lo que ella provee. Numerosos rebaños, al vagar libremente por
los bosques, no destruyen los árboles viejos pero sí impiden
que crezcan los retoños, de forma tal que en el
curso de un siglo o dos todo el bosque queda destruido.

(07:01:21):
La escasez de madera eleva entonces su precio, proporciona una
buena renta, y el terrateniente comprueba a veces que el
destino más rentable que puede dar a sus mejores tierras
es la plantación de árboles madereros, cuyos abultados beneficios con
frecuencia compensan la demora en obtenerlos. En actualidad parece que
esto ocurre en varias partes de Gran Bretaña, donde se

(07:01:43):
verifica que el beneficio de la plantación de árboles equivale
al del cereal o los pastos. La ventaja que el
propietario deriva de la plantación no puede ceder la renta
que obtiene de esos cultivos, al menos no por un
tiempo muy considerable, y en una región interior muy cultivada
no será muy inferior a dicha renta. En el litoral

(07:02:03):
de un país avanzado, si el carbón puede ser utilizado
como combustible, sucederá a veces que será más barato traer
madera para la construcción desde países extranjeros menos cultivados que
producirla en el propio país. En la ciudad nueva de Edimburgo,
que ha sido construida en estos últimos años, quizás no
haya ni una sola viga de madera escocesa. Cualquiera sea

(07:02:26):
el precio de la madera, si el del carbón es
tal que cuesta lo mismo alimentar un fuego con carbón
que con madera podemos estar seguros de que allí el
precio del carbón es el máximo posible. Así parece ocurrir
en algunas comarcas interiores de Inglaterra, particularmente en Oxford City,
donde es habitual, incluso en los hogares del pueblo llano,
mezclar carbón y madera, y donde la diferencia en el

(07:02:48):
coste de estos dos combustibles no puede ser, por ello,
muy abultada. En las regiones mineras el carbón está en
todas partes muy por debajo de ese precio límite. Si
así no lo fuera, no podría cubrir el coste del
transporte a lugares distantes, sea por tierra o por agua.
No podría venderse más que una pequeña cantidad, y los

(07:03:10):
empresarios y los propietarios de las minas consideran más interesante
vender una gran cantidad a un precio algo superior al
mínimo que una pequeña cantidad al precio máximo. Asimismo, las
minas de carbón más productivas regulan el precio del carbón
en todas las otras minas de la vecindad. Tanto el
propietario como el empresario comprueban que pueden conseguir el uno

(07:03:32):
una renta mayor y el otro un beneficio mayor si
venden a un precio inferior al de sus vecinos. Estos
se ven pronto obligados a vender al mismo precio, aunque
no puedan hacerlo con tanta facilidad y aunque ello siempre
disminuya y a veces elimine por completo tanto su renta
como su beneficio. Algunas minas resultan abandonadas y otras no

(07:03:52):
generan renta alguna y sólo pueden ser explotadas por sus propietarios.
Como sucede con todas las demás mercancías, el precio mínimo
al que puede venderse el carbón durante un tiempo prolongado
es el que resulta apenas suficiente para reembolsar el capital
invertido en traerlo al mercado, junto con los beneficios habituales.
En una mina de carbón de la que el propietario

(07:04:14):
no recoge renta alguna, y que debe explotar el mismo
o abandonarla, el precio del carbón debe generalmente ubicarse cerca
de ese nivel. Cuando el carbón proporciona una renta, ésta
representa una fracción menor del precio que en el grueso
de las materias primas de la tierra. La renta de
una finca supone por regla general un tercio de la

(07:04:35):
producción bruta, y es habitualmente una renta fija e independiente
de las ocasionales fluctuaciones de las cosechas. En las minas
de carbón, una renta de un quinto de la producción
bruta es muy alta, una de un décimo es normal,
y rara vez es una renta fija sino que depende
de las variaciones de la producción. Estas son tan amplias

(07:04:56):
que en un país donde se considere que un precio
moderado por la propiedad de una finca rústica es la
renta de 30 años, resultará que la renta de 10 años será
considerada un buen precio por la propiedad de una mina
de carbón. El valor de una mina de carbón para
su propietario depende con frecuencia tanto de su situación como
de su fertilidad. El de una mina metálica depende más

(07:05:19):
de su productividad y menos de su localización. Los metales ordinarios,
y aún más los preciosos, una vez separados del filón
son tan valiosos que generalmente pueden soportar el coste de
un transporte largo por tierra y del más prolongado viaje
por mar. Su mercado no se haya restringido a las
regiones vecinas de la mina sino que se extiende por

(07:05:39):
todo el mundo. El cobre del Japón es un artículo
del comercio en Europa, el hierro de España lo es
en el de Chile y Perú. La plata del Perú
se abre camino no sólo hacia Europa sino desde Europa
hasta la China. El precio del carbón en Westmoreland o
Sobsire tiene un efecto insignificante y el precio de Lyon
es ninguno sobre su precio en Newcastle. La producción de

(07:06:03):
minas tan distantes nunca puede entrar en competencia mutua. Pero
la producción de las minas metálicas más apartadas sí puede hacerlo,
y a menudo lo hace. El precio por tanto de
los metales ordinarios, y todavía más el de los preciosos,
en las minas más productivas del mundo afecta necesariamente más
o menos al precio en cualquier otra mina. El precio

(07:06:25):
del cobre en Japón debe ejercer alguna influencia sobre su
precio en las minas de cobre de Europa. El precio
de la plata en el Perú, o la cantidad de
trabajo o de otros bienes que compra allí, debe tener
algún impacto sobre su precio no sólo en las minas
de plata de Europa sino en las de la China.
Después del descubrimiento de las minas de plata del Perú,

(07:06:45):
las de Europa fueron en su mayoría abandonadas. El valor
de la plata cayó tanto que su producción dejó de
poder pagar el coste de explotarlas o de reponer, con
un beneficio, el alimento, vestido, alojamiento y otras cosas necesarias
que se consumían en esa actividad. Lo mismo ocurrió con
las minas de Cuba y Santo Domingo, e incluso con

(07:07:06):
las más antiguas del Perú, una vez que se descubrieron
las de Potosí. El precio de cualquier metal en cualquier mina,
en consecuencia, al ser en cierta medida determinado por su
precio en la mina más productiva en explotación en el mundo,
no podrá en la mayoría de las minas sino cubrir
apenas el coste de la explotación y rara vez proporcionará

(07:07:27):
al propietario una renta muy elevada. Por eso, en la
mayor parte de las minas, la renta parece pesar poco
en el precio de los metales ordinarios y todavía menos
en el precio de los metales preciosos. La mano de
obra y los beneficios absorben la mayor parte del precio
en ambos casos. La renta media en las minas de

(07:07:47):
estaño de Cornwallis, las más ricas del mundo, es de
un sexto de la producción bruta, según refiere el reverendo
señor Borlace, subdirector de las minas, que aclara que algunas
rinden más y otras menos. También un sexto es la
renta de muchas y muy productivas minas de plomo en Escocia.
Según relatan Fresier y Ulloa, en las minas de plata

(07:08:09):
del Perú el propietario a menudo no impone al empresario
de la mina más que la condición de que éste
lleve el mineral en bruto a la planta de tratamiento
de aquel y le pague el canon habitual por la operación.
Es verdad que hasta 1736 correspondía al rey de España el
quinto de la plata de ley, lo que podía considerarse
la renta efectiva de la mayor parte de las minas
de plata del Perú, las más ricas que el mundo

(07:08:32):
ha conocido. De no haber existido el gravamen, ese quinto
debía haber correspondido naturalmente al propietario, y muchas minas que
no fueron capaces de pagar el impuesto podrían haber sido explotadas.
El tributo al duque de Cornualle sobre el estaño se
supone que supera al 5% o un vigésimo del valor,
y cualquiera que haya sido su cuota, habría pertenecido también

(07:08:55):
naturalmente al propietario de la mina si el estaño estuviese
libre de impuestos. Ahora bien, si se suma un vigésimo
y un sexto se observa que la renta media de
las minas de estaño de Cornualles guardaba una proporción como
de 13 a 12 con respecto a la renta media de las
minas de plata del Perú. Pero las minas de plata
del Perú no pueden hoy ni siquiera pagar esta reducida renta,

(07:09:17):
y el impuesto sobre la plata fue rebajado en 1736 de
un quinto a un décimo. Este tributo sobre la plata
asimismo suscita más la tentación del contrabando que el impuesto
de un vigésimo sobre el estaño, y el contrabando debe
ser mucho más sencillo en la mercancía preciosa que en
la voluminosa. De ahí que se afirme que el cumplimiento

(07:09:38):
del pago del impuesto al rey de España sea muy endeble,
y mucho mejor el del pago del gravamen al duque
de Cornualles. Es por ello probable que la renta represente
una fracción mayor del precio del estaño en las minas
más fértiles que del precio de la plata en los
yacimientos más ricos. Después de reponer el capital invertido en
la explotación de esas minas, junto con los beneficios corrientes,

(07:10:01):
el residuo que le queda al propietario parece ser más
abultado en el metal vasto que en el precioso. Tampoco
son muy cuantiosos los beneficios de los empresarios de las
minas de plata en el Perú. Los mismos respetables y
bien informados autores sostienen que cuando una persona emprende en
Perú la explotación de una nueva mina, todos lo ven
como un hombre condenado a la bancarrota y la ruina,

(07:10:23):
y por ello es rehuido y evitado. Parece que la
minería es considerada allí igual que aquí, una lotería en
donde los premios no compensan los números no premiados, aunque
la magnitud de algunos pueda tentar a algunos aventureros a
que dilapiden sus fortunas en proyectos tan poco prometedores. Sin embargo,
como el soberano recauda una parte apreciable de sus ingresos

(07:10:45):
de la producción de las minas de plata, la legislación
en el Perú otorga los máximos estímulos posibles al descubrimiento
y explotación de nuevas minas. Todo el que descubra una
nueva mina tiene derecho a medir 246 pies a lo largo
de donde se supone que corre la veta y la
mitad de ese espacio a lo ancho. Esa porción de

(07:11:05):
la mina es de su propiedad y la puede explotar
sin pagar nada al dueño del terreno. El interés del
duque de Cornualles ha dado lugar a una reglamentación casi
igual en aquel antiguo ducado. Toda persona que descubra una
mina en tierras abiertas y sin cercar puede trazar sus
límites hasta una cierta extensión, lo que recibe el nombre
de limitación de la mina. El que traza esos límites

(07:11:29):
deviene propietario real de la mina y puede explotarla él
mismo o arrendarla a un tercero, sin necesitar el acuerdo
del dueño del terreno, al que en cualquier caso se
paga un pequeño canon por su explotación. En ambas reglamentaciones
el sacrosanto derecho a la propiedad privada es sacrificado en
aras de los supuestos intereses de la hacienda pública. El

(07:11:50):
mismo aliento se da en el Perú al descubrimiento y
explotación de nuevas minas de oro, y en el oro
el impuesto real supone sólo un vigésimo del metal de ley.
Antes era de un quinto y se bajó después a
un décimo, como en la plata, pero se vio que
la explotación no podía sufragar ni siquiera el menor de
esos tributos. Sostienen además los mismos autores, Frecier y Ulloa,

(07:12:13):
que es raro encontrar a una persona que haya hecho
una fortuna con una mina de plata, y todavía más
raro encontrar una que la haya acumulado gracias a una
mina de oro. Parece que ese vigésimo absorbe la totalidad
de la renta pagada en el grueso de las minas
de oro de Chile y Perú. El oro está además
mucho más expuesto al contrabando que la plata, no sólo

(07:12:34):
por el mayor valor del metal en proporción a su
volumen sino por la forma peculiar en que la naturaleza
lo produce. Es raro encontrar la plata virgen, como la
mayoría de los demás metales, se haya generalmente mezclada con
otros cuerpos minerales, de los que es imposible separarla en
cantidades suficientemente amplias como para pagar los gastos sin una

(07:12:54):
operación laboriosa y prolija, que no puede ser llevada a
cabo sino en talleres construidos con esa finalidad, y por
ello expuestos a la inspección de los funcionarios del rey.
El oro, por el contrario, se halla casi siempre virgen,
a veces en trozos de un cierto tamaño, y cuando
está mezclado con partículas pequeñas y casi impalpables de arena,

(07:13:15):
tierra y otros cuerpos extraños. Se lo puede separar de
ellos mediante una operación breve y sencilla, que puede ser
practicada en cualquier casa particular por cualquier persona que disponga
de una pequeña cantidad de mercurio. Por lo tanto, si
el impuesto real sobre la plata se paga con dificultad,
lo será todavía mucho más en el caso del oro,
y la renta deberá representar una fracción aún más pequeña

(07:13:38):
del precio del oro que del precio de la plata.
El precio mínimo al que se pueden vender los metales preciosos,
o la cantidad mínima de otros bienes por los que
pueden ser intercambiados durante un lapso apreciable de tiempo, se
determina con arreglo a los mismos principios que establecen el
precio normal mínimo de todos los demás bienes. queda determinado

(07:13:59):
por el capital habitualmente empleado, el alimento, atuendo y alojamiento
que deben ser usualmente consumidos para traerlos desde la mina
hasta el mercado. Deberá ser como mínimo suficiente para reponer
ese capital con los beneficios corrientes. El precio máximo, sin embargo,
no parece estar determinado por ninguna otra causa que no

(07:14:19):
sea la abundancia o escasez efectiva de dichos metales. No
depende del precio de ninguna otra mercancía, como el precio
del carbón depende del de la madera, y ninguna escasez
lo hará superar el precio de ésta. Si se extiende
la escasez de oro hasta un punto determinado, la más
pequeña partícula valdrá más que un diamante, y se intercambiará

(07:14:41):
por una cantidad mayor de otros bienes. La demanda de
dichos metales deriva en parte de su utilidad y en
parte de su belleza. Dejando aparte el caso del hierro,
es probable que sean más útiles que cualquier otro metal.
Al hallarse menos expuestos al óxido y las impurezas, es
más fácil conservarlos limpios, y los utensilios de mesa y

(07:15:02):
cocina elaborados con esos metales son por ello con frecuencia
más agradables. Una olla de plata es más limpia que
una de plomo, cobre o estaño, y por la misma
razón una de oro será mejor que una de plata.
Su atractivo principal, empero, proviene de su belleza, que los
vuelve particularmente adecuados para los adornos en vestidos y muebles.

(07:15:25):
Ninguna pintura o tinte puede dar un color tan espléndido
como el dorado. Y el mérito de su belleza resulta
vastamente ampliado por su escasez. El disfrute principal de la
riqueza para la gran mayoría de las personas ricas es
su ostentación, que a su juicio nunca es tan plena
como cuando demuestran que poseen esos signos inapelables de opulencia

(07:15:45):
que no posee nadie más que ellos. Según ellos, el
atractivo de un objeto útil o bello es enormemente incrementado
por su escasez o por el gran trabajo que requiere
la obtención de cualquier cantidad considerable del mismo, un trabajo
que sólo ellos podrán permitirse pagar. y estarán dispuestos a
pagar por objetos de esa clase un precio mayor que

(07:16:06):
por otras cosas que sean mucho más bellas y útiles,
pero que abunden. Esas calidades de utilidad, belleza y escasez
son el fundamento original del elevado precio de dichos metales,
o de la abultada cantidad de otros bienes por los
que en cualquier lugar pueden ser intercambiados. Este valor es
anterior e independiente de su uso como moneda, y fue

(07:16:27):
la cualidad que los volvió adecuados para dicho uso, aunque
al suscitar una demanda adicional y reducir la cantidad que
podía ser destinada a otro propósito, es posible que dicho
empleo haya contribuido ulteriormente a mantener o incrementar su valor.
La demanda de las piedras preciosas proviene exclusivamente de su belleza.
Son inútiles, salvo como adornos, y el mérito de esa

(07:16:50):
belleza queda extraordinariamente realzado por su escasez o por la
dificultad y coste de extraerlas de las minas. Los salarios
y los beneficios absorben en la mayoría de los casos
casi la totalidad de su elevado precio. La fracción correspondiente
a la renta es muy pequeña y a menudo es nula,
y sólo las minas más ricas proporcionan una renta de

(07:17:11):
alguna consideración. Cuando el joyero tabernier visitó las minas de
diamante de Golconda y Viciapour le informaron que el soberano
del país, por cuya cuenta eran explotadas, había ordenado el
cierre de todas álbolas que daban las piedras más grandes
y más finas, al parecer el propietario no estimaba rentable
explotar las demás. Como el precio de las piedras y

(07:17:33):
metales preciosos está regulado en todo el mundo por su
precio en las minas más productivas, la renta que una
mina puede aportar a su propietario está en proporción no
a su productividad absoluta sino a lo que podría ser
denominado productividad relativa, o su superioridad con relación a las
demás minas de la misma clase. Si se descubriesen nuevas
minas tanto más fértiles que las de Potosí como éstas

(07:17:55):
fueron con respecto a las de Europa, el valor de
la plata bajaría tanto que ni siquiera sería rentable explotar
las minas de Potosí. Antes del descubrimiento de las indias
occidentales españolas, las minas más ricas de Europa podían generar
una renta a sus propietarios equivalente a la que hoy
rinden las minas más productivas del Perú. Aunque la cantidad

(07:18:16):
de plata era mucho menor, se podía intercambiar por una
cantidad equivalente de otros bienes, y la parte correspondiente al
propietario le permitía comprar o dirigir una cantidad equivalente de
trabajo o de mercancías. El valor tanto de la producción
como de la renta, el ingreso real que conferían tanto
al público como al propietario, puede haber sido el mismo.

(07:18:39):
Una gran abundancia de minas de piedras o metales preciosos
añadiría poco a la riqueza del mundo. Un producto cuyo
valor se origina principalmente en su escasez resulta degradado cuando prolifera.
Se podría comprar una vajilla de plata y otros adornos
frívolos para el vestido y el mobiliario con una cantidad
menor de trabajo o de mercancías. En esto radicaría la

(07:19:00):
única ventaja que el mundo cosecharía merced a dicha abundancia.
En las fincas a flor de tierra ocurre lo contrario.
El valor tanto de su producción como de su renta
está en proporción a su productividad absoluta, no relativa. La
tierra que produce una cantidad determinada de comida, indumentaria y
alojamiento siempre puede alimentar, vestir y alojar a un cierto

(07:19:23):
número de personas, y cualquiera sea la parte del terrateniente,
siempre le otorgará un poder proporcional sobre el trabajo de
esas personas y sobre las mercancías que puede conseguir con
ese trabajo. El valor de las tierras más estériles no
resulta deprimido por la vecindad de las más fértiles. Al contrario,
en general aumenta por ello. El gran número de personas

(07:19:46):
que mantienen las tierras productivas suministran un mercado para muchas
partes del producto de las improductivas, un mercado que jamás
habrían encontrado entre aquellos que puede mantener su propia producción.
Todo lo que incremente la fertilidad de la tierra en
la producción de alimentos no sólo aumenta el valor de
las tierras donde tiene lugar esa mejora, sino que contribuye

(07:20:07):
también a subir el de muchas otras tierras, al crear
una nueva demanda para su producción. La abundancia de alimentos que,
como consecuencia de las mejoras en las tierras, hace que
muchas personas tengan más de lo que consumen es la
causa principal de la demanda tanto de piedras como de
metales preciosos, así como de todos los demás adornos y
comodidades en el vestido, la vivienda, el mobiliario y el equipo.

(07:20:31):
Los alimentos no sólo constituyen la parte fundamental de la
riqueza del mundo sino que la abundancia de alimentos es
lo que asigna la parte principal del valor de muchas
otras clases de riqueza. Los pobres habitantes de Cuba y
Santo Domingo, cuando fueron descubiertos por los españoles, solían ponerse
pequeños trozos de oro como adorno en el pelo y
en sus vestimentas. Los valoraban como nosotros haríamos con cualquier

(07:20:56):
piedrecilla más bonita que lo normal, y consideraban que valían
apenas el esfuerzo de recogerlos, pero no el de negárselos
a quien los pidiese. Regalaron esos trozos a sus nuevos
huéspedes a la primera solicitud, y no creyeron que al
hacerlo les obsequiaban con algo muy valioso. Quedaron atónitos al
comprobar el intenso afán de los españoles por conseguirlos, y

(07:21:18):
no tenían ni idea de que pudiese existir un país
cuyos pobladores dispusiesen de tan copioso excedente de comida, algo
siempre escaso entre ellos, que a cambio de una minúscula
cantidad de esas chucherías relucientes entregasen gustosamente lo que podría
bastar para mantener a una familia entera durante años. Si
hubiesen podido comprender esto, la pasión de los españoles no

(07:21:39):
les habría sorprendido. Parte 3 De las variaciones en la proporción
entre los valores de los tipos de producción que siempre
generan renta y de los tipos que algunas veces generan
renta y otras veces no. La creciente abundancia de alimentos,

(07:22:00):
debido al incremento en la roturación y el cultivo, debe
necesariamente aumentar la demanda de los demás productos de la
tierra que son alimentos y que son cosas útiles o adornos.
Se podría por ello esperar que en el curso del
progreso existiese sólo una variación en los valores relativos de
esas dos clases distintas de productos. El valor de aquella

(07:22:21):
clase que a veces genera renta y a veces no
debería aumentar siempre proporcionalmente con la que siempre genera renta.
A medida que las artes y la industria progresan, la
demanda por los materiales del vestido y la vivienda, los
fósiles y minerales útiles de la tierra, las piedras y
metales preciosos, debería ser cada vez mayor. Ellos deberían intercambiarse

(07:22:42):
gradualmente por una cantidad mayor de comida o, en otras palabras,
deberían volverse cada vez más caros. Y así ha sucedido
en la mayoría de las ocasiones, salvo cuando algunos accidentes
a veces incrementan la oferta de algunos de ellos en
una proporción incluso mayor a lo que aumenta la demanda.
Por ejemplo, el valor de una cantera de piedra necesariamente

(07:23:04):
subirá con el progreso y el crecimiento de la población
de la región circundante, esto será especialmente así si no
hay otra cantera en la vecindad. Pero el valor de
una mina de plata, incluso aunque no haya otra a
mil millas a la redonda, no subirá necesariamente con el
progreso del país donde se haya situada. El mercado para
la producción de una cantera rara vez se extiende más

(07:23:27):
allá de un radio de unas pocas millas, y la
demanda debe generalmente estar en proporción al progreso y la
población de tan pequeño distrito. Pero el mercado para la
producción de una mina de plata puede extenderse por todo
el mundo conocido. Entonces, salvo que todo el mundo esté
avanzando y poblándose, la demanda de plata puede no incrementarse

(07:23:48):
aunque progrese una vasta región en las proximidades de la mina.
E incluso en el caso de que todo el mundo
en general avanzase, si se descubren nuevas minas, más fértiles
que las conocidas antes, entonces aunque la demanda de plata
necesariamente aumentaría, la oferta lo haría en una proporción tanto
más grande que el precio del real de dicho metal

(07:24:08):
gradualmente disminuiría. Es decir, cualquier cantidad dada del mismo, una
libra de peso, por ejemplo, gradualmente compraría o controlaría una
cantidad cada vez menor de trabajo, o se intercambiaría por una.
Cantidad cada vez menor de cereales, la parte principal del
sustento del trabajador. El gran mercado para la plata es

(07:24:29):
la parte comercial y civilizada del mundo. Si debido al
progreso general la demanda de este mercado aumenta, mientras que
al mismo tiempo la oferta no lo hace proporcionalmente, el
valor de la plata aumentará gradualmente con relación al de
los cereales. Cualquier cantidad dada de plata se intercambiará por
una cantidad cada vez mayor de cereal, o en otras palabras,

(07:24:51):
el precio monetario medio del cereal será cada vez menor.
Si por el contrario la oferta crece debido a un
accidente durante muchos años relativamente más que la demanda, ese
metal se volverá gradualmente más barato, o en otras palabras
el precio monetario medio del cereal, a pesar de todos
los progresos, será cada vez mayor. Pero, por otro lado,

(07:25:15):
si la oferta del metal se eleva más o menos
en la misma proporción que la demanda, seguirá comprando o
intercambiándose por casi la misma cantidad de cereal y el
precio monetario medio del cereal. A pesar de todos los progresos,
continuará siendo virtualmente el mismo. Estos tres casos parecen agotar
todas las combinaciones posibles de factores que pueden tener lugar

(07:25:37):
en el curso del progreso y a lo largo de
los últimos cuatro siglos, a tenor de lo que ha
sucedido tanto en Francia como en Gran Bretaña, los tres
han estado presentes en el mercado europeo y aproximadamente en
el mismo orden en que los he expuesto. Digresión sobre
las variaciones en el valor de la plata durante el
transcurso de los cuatro últimos siglos. Primer periodo. En 1350, y

(07:26:03):
durante algún tiempo antes, el precio medio del cuartal de
trigo en Inglaterra no parece haber sido inferior a 4 onzas
de plata, peso de la torre, equivalentes a unos 20 chelines
de nuestra moneda actual. Desde este nivel se redujo gradualmente
hasta 2 onzas de plata, o unos 10 chelines de hoy, precio
que tenía a comienzos del siglo XVI y que se

(07:26:24):
mantuvo hasta alrededor de 1570. En 1350, el año XXV del reinado
de Eduardo III, se promulgó el llamado Estatuto de los Trabajadores.
En su preámbulo se vierten muchas quejas contra la insolencia
de los sirvientes que procuraban elevar sus salarios en perjuicio
de sus patronos. Ordena por ello que todos los sirvientes

(07:26:47):
y trabajadores deberían contentarse en el futuro con recibir los
mismos salarios y libreas, en aquella época libreas significaban no
sólo prendas de vestir sino también alimentos, que habían recibido
en el año vigésimo del reinado y en los cuatro precedentes,
que a este respecto su provisión de trigo no debería
valer más de diez peniques el bucel, y que el

(07:27:07):
patrono siempre tendría la opción de pagarla en trigo o
en dinero. Diez peniques por busel, entonces, era lo que
se estimaba en el año 25 del reinado de Eduardo 111 un
precio muy moderado del trigo, puesto que requería el dictado
de un estatuto específico para obligar a los sirvientes a
aceptarlo a cambio de su librea habitual de provisiones, y

(07:27:28):
había sido considerado un precio razonable diez años antes, en
el décimo sexto del reinado, al que se refiere el estatuto.
Pero en el año 16 de Eduardo 111 10 peniques contenían una media
onza de plata, peso de la torre, casi equivalente a
media corona de nuestra moneda presente. 4 onzas de plata,

(07:27:49):
peso de la torre, igual a 6 chelines y 8 peniques de
la moneda de entonces y a casi 20 chelines de la
moneda actual, debía ser considerado un precio moderado para el
cuartal de 8 bucels. El Estatuto es sin duda un mejor
indicador de lo que en esos tiempos se estimaba un
precio moderado del cereal que los precios de algunos años
concretos que recogen habitualmente historiadores y otros autores debido a

(07:28:12):
su extraordinaria baratura o carestía, y de los que en
consecuencia es difícil formarse opinión alguna sobre cuál sería el
precio normal. Hay además otras razones para creer que a
comienzos del siglo XIV, y durante algún tiempo antes, el
precio normal del trigo no era inferior a cuatro onzas
de plata al cuartal, y en proporción el de los

(07:28:33):
demás cereales. En 1309, Ralph de Bourne, prior de San Agustín
de Canterbury, dio una fiesta con motivo de su toma
de posesión, de la cual William Thorne conservó no sólo
la minuta sino el precio de muchos artículos. En el
banquete se consumieron, en primer lugar, 53 cuartales de trigo que

(07:28:53):
costaron 19 libras o 7 chelines y 2 peniques el cuartal, equivalentes a
unos 21 chelines y 6 peniques de hoy. En segundo lugar, 58 cuartales
de malta que costaron 17 libras y 10 chelines o 6 chelines el cuartal,
unos 18 chelines actuales. En tercer lugar, 20 cuartales de avena que

(07:29:13):
costaron 4 libras o 4 chelines el cuartal, equivalentes. a unos 12 chelines
de nuestra moneda. Los precios de la malta y la
avena parecen superar en este caso su proporción habitual con
respecto al precio del trigo. Estos precios quedaron registrados no
merced a su extraordinaria baratura ni carestía, sino que fueron

(07:29:34):
mencionados de forma accidental como los precios efectivamente pagados por
grandes cantidades de cereal consumidas en un festín que se
hizo célebre por su magnificencia. En 1262, el quincuagésimo primero del
reinado de Enrique III, volvió a ponerse en vigor un
antiguo estatuto denominado Taza del Pan y la Cerveza que,

(07:29:55):
según manifiesta el rey en el preámbulo, había sido promulgado
en tiempos en que sus antepasados habían sido reyes de Inglaterra.
Es probable que se remonte, en consecuencia, al menos a
la época de su abuelo Enrique II, y quizás proceda
de los tiempos de la conquista. Regula el precio del
pan de acuerdo a los precios del trigo, desde un

(07:30:15):
chelín a 20 chelines el cuartal en la moneda de entonces.
Se supone en general que los estatutos de esta clase
vigilan con igual cuidado todas las desviaciones del precio medio,
tanto hacia arriba como hacia abajo. Por lo tanto, bajo
este supuesto el precio medio del trigo cuando este estatuto
fue promulgado debió ser estimado en 10 chelines, que contenían 6 onzas

(07:30:37):
de plata, peso de la torre, y equivalían a unos 30
chelines de hoy, y debía seguir siendo así en el
año 51 del reinado de Enrique III. No podemos, en consecuencia,
equivocarnos mucho si suponemos que el precio medio no era
inferior a un tercio del precio máximo del pan que
fija el Estatuto, o seis chelines y ocho peniques de entonces,

(07:30:59):
que contenían cuatro onzas de plata, peso de la torre.
Se puede inferir de todo lo anterior que hacia mediados
del siglo XIV, y durante un tiempo considerable antes de
esa fecha, el precio medio o corriente del cuartal de
trigo no era inferior a cuatro onzas de plata, peso
de la torre. Entre mediados del siglo XIV y comienzos

(07:31:20):
del siglo XVI, lo que era considerado razonable y moderado,
es decir, el precio normal o medio del trigo, parece
haber declinado gradualmente hasta la mitad de dicho precio, y
cayó hasta unas dos onzas de plata, peso de la torre,
equivalentes a diez chelines actuales. Ese nivel se mantuvo hasta 1570 aproximadamente.

(07:31:42):
En el libro de gastos de la casa de Enrique,
quinto conde Nortumberland, correspondiente al año 1512 hay dos cálculos distintos
sobre el trigo. En uno de ellos se lo estima
a seis chelines y ocho peniques el cuartal, y en
el otro sólo a cinco chelines y ocho peniques. En 1512
seis chelines y ocho peniques contenían sólo dos onzas de plata,

(07:32:05):
peso de la torre, y equivalían a unos diez chelines
de hoy. Desde el año 25 de Eduardo III hasta comienzos
del reinado de Isabel, durante un lapso de más de 200 años,
y según aparece en numerosos estatutos, el precio moderado y razonable,
el precio normal o medio del trigo siguió siendo seis
chelines y ocho peniques. La cantidad de plata contenida en

(07:32:28):
esa suma nominal descendió continuamente en ese periodo a raíz
de algunas alteraciones efectuadas en la moneda. Pero el incremento
en el valor de la plata había compensado de tal
modo la reducción de su cantidad en la misma suma
nominal que la legislatura no creyó pertinente ocuparse de la cuestión. Así,
en 1436 se dispuso que el trigo podía ser exportado sin

(07:32:51):
licencia cuando el precio bajaba hasta seis chelines y ocho peniques,
y en 1463 se estableció que no se podía importar trigo
si el precio no superaba los seis chelines y ocho
peniques el cuartal. Los legisladores pensaron que cuando el precio
era tan bajo no habría inconveniente en autorizar la exportación,
pero cuando aumentaba era prudente permitir la importación. Por lo

(07:33:15):
tanto seis chelines y ocho peniques, que contenían una cantidad
de plata similar a trece chelines y cuatro peniques de hoy,
un tercio menos que la misma suma nominal en tiempos
de Eduardo III, era lo que se consideraba entonces el
precio moderado y razonable del trigo. En 1554, por el primer
y segundo estatutos de Felipe y María, y en 1558, por

(07:33:38):
el primero de Isabel, la exportación de trigo fue con
el mismo criterio prohibida si el precio del cuartal superaba
los seis chelines y ocho peniques, que entonces no contenían
ni dos peniques más en plata que lo que la
misma suma nominal contiene hoy. Pero pronto se comprobó que
restringir la exportación de trigo hasta que el precio cayera
tan bajo significaba en realidad prohibirla por completo. Por eso,

(07:34:02):
en el año V de Isabel, 1562, se permitió la exportación
de trigo desde ciertos puertos cuando el precio del cuartal
no excedía de 10 chelines, que contenían la misma cantidad de
plata que la misma suma nominal contiene hoy. Ese precio
era considerado entonces el precio moderado y razonable del trigo,
y concuerda con la estimación en el Libro de Gastos

(07:34:24):
de Nortumberland de 1512. Tanto el señor Dupré de St. Maur
como el elegante autor del ensayo sobre la política de
granos observan que en Francia el precio medio de los
cereales fue de la misma forma mucho más bajo a
finales del siglo XV y comienzos del XVI que en
los dos siglos anteriores. El precio debe haberse hundido de

(07:34:45):
manera similar en la mayor parte de Europa durante ese periodo.
El aumento en el valor de plata relativamente al del
cereal pudo provenir sólo del incremento en la demanda de
dicho metal, como consecuencia de la extensión del progreso y
los cultivos. Mientras que la oferta no experimentó variación alguna,
o quizás la demanda continuó igual que antes, y el

(07:35:06):
cambio provino sólo de la disminución gradual de la oferta,
el grueso de las minas entonces conocidas se habían agotado
prácticamente y por ello el coste de explotarlas había subido mucho,
o quizás provino. en parte de una circunstancia y en
parte de otra. A finales del siglo XV y principios
del XVI Europa se acercaba a una forma de gobierno

(07:35:27):
más estable que las que había disfrutado durante mucho tiempo.
El aumento en la seguridad debió incrementar naturalmente la laboriosidad
y el progreso, y la demanda de metales preciosos, así
como de todos los lujos y adornos, naturalmente se expandió
con el crecimiento de la riqueza. Un producto anual mayor
habrá requerido la circulación de una cantidad mayor de moneda,

(07:35:49):
y un número más amplio de personas ricas demandó una
cantidad mayor de vajillas y otros adornos de plata. Es
natural suponer también que la mayor parte de las minas
que abastecían entonces de plata al mercado europeo se agotaron
y su explotación se encareció. Muchas de ellas estaban en
explotación desde el tiempo de los romanos. Sin embargo, la

(07:36:11):
opinión de casi todos los que han escrito sobre los
precios de las mercancías en la antigüedad ha sido que
desde la conquista, y quizás desde la invasión de Julio
César hasta el descubrimiento de las minas de América el
valor de la plata disminuyó constantemente. Derivaron esta opinión en
parte de observar los precios tanto de los cereales como
de otros productos de la tierra, y en parte de

(07:36:33):
la idea popular de que a medida que se eleva
naturalmente la cantidad de plata en cualquier país con la
expansión de la riqueza, su valor disminuye de forma inversa
a la cantidad. Tres circunstancias distintas parecen haberlos inducido a
la confusión en sus observaciones sobre los precios de los granos.
En primer lugar, en la antigüedad casi todas las rentas

(07:36:54):
eran pagadas en especie, en una cantidad determinada de grano, ganado, aves, etc.
A veces ocurría que el propietario estipulaba que tenía la
libertad de requerir al arrendatario o bien el pago anual
en especie o bien una cierta suma de dinero en
su lugar. El precio al que se cambiaba de esa
forma una cantidad en especie por una cantidad de dinero

(07:37:16):
se denomina en Escocia precio de conmutación. Como el terrateniente
tiene la opción de escoger la sustancia o el precio,
es indispensable para la seguridad del arrendatario que el precio
de conmutación esté por debajo y no por encima del
precio de mercado. Por ello en muchos lugares no es
muy superior a la mitad de dicho precio. En la

(07:37:36):
mayor parte de Escocia esta costumbre persiste para las aves
y en algunos lugares para el ganado. Es probable que
continuase imperando también para los cereales si no le hubiese
puesto fin la institución de las tasaciones públicas. Estas son
valoraciones anuales, realizadas por un jurado, del precio medio de
todas las clases de granos y todas sus diversas calidades

(07:37:58):
según el precio efectivo de mercado en los diferentes condados.
Esta institución hizo que fuera suficientemente seguro para el arrendatario
y mucho más conveniente para el propietario conmutar lo que
llaman la renta en cereal al precio que resultase de
las tasaciones de cada año, y no a un precio
fijo determinado. Ahora bien, los autores que han recopilado los

(07:38:19):
precios de los granos en tiempos antiguos parecen haber confundido
frecuentemente lo que se llama en Escocia el precio de
conmutación con el precio real de mercado. En una ocasión
Fleetwood reconoce haber cometido esta equivocación. Sin embargo, como escribió
su libro con una finalidad determinada, no juzgó conveniente expresar
este reconocimiento sino hasta después de haber transcrito este precio

(07:38:42):
de conmutación 15 veces. El precio es de 8 chelines el cuartal
de trigo. Esta suma en 1423, el año en que comienzan
sus cálculos, contenía la misma cantidad de plata que 16 chelines
de nuestra moneda actual. pero en 1562, año que terminan, no
contenía más que lo que contiene la misma suma nominal hoy.

(07:39:06):
En segundo lugar, se han visco confundidos por la forma
desmañada en que copistas perezosos transcribieron algunos antiguos edictos sobre tazas,
y a veces por el descuido con que los redactó
la propia legislatura. Las antiguas ordenanzas sobre tazas empezaban siempre
estableciendo cuál debía ser el precio del pan y la
cerveza cuando el precio del trigo y de la cebada

(07:39:27):
fuesen mínimos, y procedían después gradualmente a fijar los precios
correspondientes según que los precios de dichas dos clases de
grano se elevaban por encima del mínimo. Pero los copistas
de dichos estatutos se limitaron a menudo a transcribir las
reglamentaciones sólo con respecto a los tres o cuatro primeros
y más bajos precios. Se ahorraba así trabajo y pensaban, supongo,

(07:39:49):
que con eso era suficiente para indicar qué proporción debía
establecerse en todos los precios más altos. Así, en la
taza del pan y la cerveza del año 51 del reinado
de Enrique III, el precio del pan fue regulado según
los diversos precios del trigo, entre 1 y 20 chelines el cuartal,
en la moneda de entonces. Pero en los manuscritos a

(07:40:11):
partir de los cuales se imprimieron todas las diversas ediciones
de los estatutos anteriores a la del señor Ruffead, los
copistas jamás transcribieron las regulaciones por encima del precio de 12 chelines.
De ahí que muchos autores, confundidos por esta transcripción incompleta,
concluyeran naturalmente que la mitad, seis chelines el cuartal, o

(07:40:31):
unos dieciocho chelines de nuestra moneda, era el precio corriente
o medio en esa época. En el Estatuto de Tumbrel
y Pilei, promulgado casi al mismo tiempo, el precio de
la cerveza es regulado según aumenta en seis peniques el
precio de la cebada, entre dos chelines y cuatro chelines
el cuartal. que esos cuatro chelines, en pero, no eran

(07:40:54):
considerados como el precio máximo que podía alcanzar la cebada,
y que dichos precios sólo eran ejemplos de la proporción
que debía guardarse en todos los demás precios, mayores o menores,
puede inferirse de las últimas palabras del Estatuto, et sic
de inceps cresetur bel diminuetur per sex denarios. La expresión
es muy descuidada pero su significado es suficientemente claro. El

(07:41:17):
precio de la cerveza ha de aumentar o disminuir de
esta forma con cada alza o baja de seis peniques
en el precio de la cebada. En la redacción de
este estatuto la propia legislatura parece haber sido tan negligente
como lo fueron los copistas al transcribir los otros. En
el antiguo manuscrito de la Regia Majestatem, un viejo código

(07:41:37):
legal escocés, hay un estatuto de tasas en el cual
el precio del pan es regulado según los diversos precios
del trigo, entre diez peniques y tres chelines por bol
barra diagonal escocés, que equivale más o menos a la
mitad de un cuartal inglés. Tres chelines escoceses, en la
época en que se supone que fue promulgada esta ordenanza,
eran como nueve chelines esterlinas de nuestra moneda. El señor

(07:42:01):
Rutiman infiere de ello que tres chelines era el precio
máximo del trigo en esa época, y que diez peniques,
un chelino a lo más dos chelines eran los precios corrientes.
Consultado el manuscrito, en pero, parece evidente que todos estos
precios son referidos como ejemplos de la proporción que debía
guardarse entre los precios respectivos del trigo y del pan.

(07:42:23):
Las últimas palabras del Estatuto son, reliquia judicavi secundum prescripta
habendo respectum a depretium vladi, se juzgarán los demás casos
según lo antes descrito en proporción al precio del grano.
En tercer lugar, parecen haber sido confundidos también por el
muy reducido precio al que el trigo fue a veces
vendido antiguamente, e imaginaron que como su precio mínimo era

(07:42:45):
entonces mucho más bajo que posteriormente, su precio corriente también
debió haber sido mucho menor. Podrían haber advertido, no obstante,
que en esos tiempos remotos su precio máximo estaba tan
por encima del registrado ulteriormente como el mínimo lo estaba
por debajo. Así en 1270 Fleetwood menciona dos precios para el

(07:43:06):
cuartal de trigo. Uno es 4 libras y 16 chelines de la
moneda de entonces, igual a 14 libras y 8 chelines de hoy.
No se puede encontrar precio alguno a finales del siglo
XV o comienzos del XVI que se aproxime a tan
extravagantes registros. El precio del cereal, aunque siempre susceptible de fluctuaciones,

(07:43:27):
oscila más en esas sociedades turbulentas y desordenadas en las
que la interrupción de todo comercio y comunicación impide que
la riqueza de una parte del país alivie la pobreza
del resto. En el caótico estado de Inglaterra bajo los Plantagenet,
que la gobernaron entre mediados del siglo XII y finales
del XV, un distrito podía nadar en la abundancia mientras

(07:43:48):
que otro, no muy lejano, padecía la destrucción de sus
cosechas por accidentes del clima o por la invasión de
un varón de las cercanías. Pero si las tierras de
algún señor hostil se imponían entre ambos, el uno no
podía brindar ni la más mínima ayuda al otro. Bajo
la vigorosa administración de los Tudor, que gobernaron Inglaterra durante
la última parte del siglo XV y todo el siglo XVI,

(07:44:11):
ningún varón fue lo suficientemente poderoso como para osar perturbar
la seguridad pública. Al final de este capítulo el lector
podrá encontrar los precios del trigo recopilados por Fleetwood entre 1202 y 1597,
ambos inclusive, convertidos a la moneda de hoy y agrupados
en siete divisiones de doce años cada una. Al final

(07:44:33):
de cada división hallará también el precio medio de cada una.
En ese extenso periodo Fleetwood no ha podido registrar más
que los precios de 80 años, con lo que faltan cuatro
para completar los últimos doce. He añadido, por tanto, y
a partir de las cuentas del Colegio de Eton, los
precios de 1598, 1599, 1600 y 1601. Es lo único que he agregado. El

(07:45:01):
lector observará que desde comienzos del siglo XIII y hasta
mediados del siglo XVI el precio medio de cada una
de las divisiones de doce años disminuye gradualmente, y que
hacia el final del siglo XVI empieza a subir. Es
evidente que los precios recopilados por Fleetwood fueron los que
se destacaron por su extraordinaria baratura o carestía, y no

(07:45:21):
pretendo que se pueda inferir de ellos ninguna conclusión indisputable.
Sin embargo, en la medida en que prueban alguna cosa,
confirman la argumentación que he expuesto. El mismo Fleetwood, junto
con casi todos los demás autores, creyó que durante ese
periodo el valor de la plata descendió continuamente, debido a
su creciente abundancia, pero sus propios datos sobre los precios

(07:45:44):
del trigo en absoluto ratifican su diagnóstico, sino que concuerdan
perfectamente con el del señor Dupré de ST Mauri con
el mío. El obispo Fleetwood y el señor Dupré de S.T.
Maur son los dos autores que han recogido los precios
de las cosas en tiempos antiguos con más diligencia y fidelidad.
Resulta bastante curioso que sus opiniones sean tan divergentes cuando

(07:46:07):
los hechos que exponen, al menos en lo referido a
los precios del trigo, coinciden tan puntualmente. Sin embargo, los
autores más juiciosos no han deducido tanto un alto valor
de la plata en esas épocas lejanas a partir del
bajo precio de los cereales sino de los precios de
otros productos de la tierra. Se ha dicho que como
el grano es una especie de manufactura, resultaba en esos

(07:46:29):
tiempos primitivos mucho más caro en proporción al grueso de
las demás mercancías. Supongo que con referencia a las mercancías
no manufacturadas como el ganado, las aves, la caza, etc.,
Y es indudablemente cierto que en ese pasado de pobreza
y barbarie ellas resultaban mucho más baratas que los cereales.
Pero esa baratura no era el efecto de un alto

(07:46:51):
valor de la plata sino de un bajo valor de
esas mismas mercancías. No se debía a que la plata
en esos años adquiría o representaba una mayor cantidad de
trabajo que hoy sino a que esas mercancías compraban o
representaban una cantidad mucho menor que en tiempos de mayor
riqueza y progreso. La plata debe ser ciertamente más barata
en América que en Europa, en el país donde es

(07:47:13):
producida que en el país a donde se la trae,
con el coste de un extenso transporte por tierra y
por mar, con un flete y un seguro. Según relata Ulloa,
el precio de una res en Buenos Aires, elegida de
un rebaño de 300 o 400, era no hace muchos años de 21
peniques esterlinas y medio. El Señor Byron dice que un

(07:47:36):
buen caballo en la capital de Chile costaba 16 chelines. En
un país naturalmente fértil, pero que en su mayor parte
no está cultivado, así como el ganado, las aves, la caza, etc.,
se pueden conseguir con una cantidad de trabajo muy pequeña.
También comprarán o comandarán una cantidad muy pequeña. El bajo

(07:47:56):
precio monetario al que pueden venderse no es prueba alguna
de que el valor real de la plata sea muy elevado,
sino de que el valor real de esas mercancías es
muy bajo. Hay que recordar siempre que la medida real
del valor tanto de la plata como de todas las
demás mercancías es el trabajo, y no una mercancía individual
ni un conjunto de ellas. En países vacíos o escasamente poblados,

(07:48:20):
el ganado, las aves, la caza, etc., son producciones espontáneas
de la naturaleza, y ésta los produce con frecuencia en
cantidades muy superiores a las que requiere el consumo de
los habitantes. En ese estado de cosas la oferta excede
normalmente a la demanda. Luego, en etapas diferentes de la sociedad,
en estadios diversos del progreso, esas mercancías representarán o serán

(07:48:44):
equivalentes a cantidades de trabajo muy distintas. En cualquier situación
de la sociedad, en todo estadio de su progreso, el
cereal es el producto del trabajo humano. Pero la producción
media de cualquier tipo de actividad siempre responde, con mayor
o menor precisión, al consumo medio, la oferta media a
la demanda media. Asimismo, en cualquier etapa del progreso el

(07:49:08):
cultivo de cantidades iguales de grano en el mismo suelo
y clima requerirán por término medio casi iguales cantidades de trabajo,
o lo que es lo mismo, el precio de cantidades
casi iguales, y el incremento incesante en las capacidades productivas
del trabajo en una etapa de adelanto en los cultivos
resultará más o menos compensado por el continuo encarecimiento del ganado,

(07:49:29):
el instrumento principal que se emplea en la agricultura. Por
todas estas razones, entonces, podemos estar seguros de que en
cada fase de la sociedad, en cada etapa del progreso,
cantidades iguales de cereal representarán o serán equivalentes a cantidades
iguales de trabajo en mayor medida que cantidades iguales de
cualquier otro producto de la tierra. En consecuencia, y como

(07:49:52):
ya se ha expuesto, el cereal es en todos los
estadios de la riqueza y el progreso una medida más
precisa del valor que ninguna otra mercancía o conjunto de ellas.
Y en todos esos estadios diferentes podremos estimar mejor el
valor real de la plata si la comparamos con el
del cereal que si la comparamos con el valor de
cualquier otra mercancía o conjunto de mercancías. Además, el grano

(07:50:16):
o lo que sea que resulte el alimento vegetal corriente
y favorito de la población constituye, en cualquier país civilizado,
la fracción principal de la subsistencia del trabajador. Como consecuencia
de la extensión de la agricultura, la tierra de todos
los países produce una cantidad mucho mayor de vegetales que
de carne, y el trabajador en todas partes se alimenta

(07:50:37):
fundamentalmente de la comida nutritiva que sea más barata y abundante.
La carne, salvo en los países más prósperos o donde
el trabajo es más ampliamente retribuido, forma sólo una sección
insignificante de su alimentación, las aves, una proporción todavía menor,
y la caza ninguna. En Francia, e incluso en Escocia,

(07:50:57):
donde el trabajo está algo mejor remunerado que en Francia,
el pueblo trabajador rara vez come carne, salvo en días
festivos y ocasiones extraordinarias. El precio monetario del trabajo, por
lo tanto, depende mucho más del precio monetario medio del cereal,
el alimento del trabajador, que del precio de la carne
o de cualquier otro producto de la tierra. El valor

(07:51:20):
real del oro y la plata, por tanto, la cantidad
real de trabajo que pueden comprar o dirigir, depende mucho
más de la cantidad de cereal que puedan adquirir o
comandar que de la carne o de cualquier otro producto
de la tierra. Pero las observaciones tan superficiales sobre los
precios del grano y otras mercancías probablemente no habrían podido
confundir a tantos autores inteligentes si ellos no hubiesen estado

(07:51:43):
influidos al mismo tiempo por la noción popular de que
a medida que la cantidad de plata naturalmente se expande
en cada país con el incremento de la riqueza, su
valor disminuye cuando su cantidad aumenta. Esta idea, sin embargo,
no tiene ningún fundamento. La cantidad de metales preciosos puede
aumentar en cualquier país por dos causas diferentes, primero, por

(07:52:06):
la abundancia creciente de las minas que lo abastecen, o segundo,
por la riqueza creciente de la población, o por el
creciente producto de su trabajo anual. La primera de estas
causas se haya indudablemente conectada con la disminución del valor
de los metales preciosos, pero la segunda no. Cuando se
descubren minas más ricas, una suma mayor de metales preciosos

(07:52:28):
arriba al mercado, y como la cantidad de cosas necesarias
y convenientes para la vida por las que deben intercambiarse
no se ha modificado, resulta que cantidades iguales de metales
se intercambiarán por cantidades menores de mercancías. En la medida, así,
en que el aumento en la cantidad de los metales
preciosos en cualquier país provenga de la creciente abundancia de minas,

(07:52:50):
se haya necesariamente vinculado con la disminución de su valor.
Por el contrario, cuando crece la riqueza de un país,
cuando el producto anual de su trabajo se vuelve gradualmente mayor,
se necesita una cantidad mayor de moneda para que pueda
circular una cantidad mayor de mercancías. Y la gente, al
disponer de más mercancías para dar a cambio, naturalmente adquirirá

(07:53:12):
más objetos de plata. La cantidad de su moneda aumentará
por necesidad, la cantidad de sus artículos de plata por
vanidad y ostentación, por la misma razón que las esculturas,
cuadros y otros lujos y curiosidades probablemente aumentarán también. Pero
así como no es verosímil que los escultores y pintores
sean peor remunerados en tiempos de riqueza y prosperidad que

(07:53:34):
en tiempos de pobreza y depresión, tampoco es probable que
el precio del oro y la plata sea menor. El
precio del oro y la plata, salvo que el descubrimiento
accidental de minas más ricas lo mantenga bajo, crece naturalmente
con la riqueza de cualquier país y, cualquiera sea el
estado de las minas, siempre es naturalmente más elevado en

(07:53:54):
un país rico que en uno pobre. Como todas las
demás mercancías, el oro y la plata buscan el mercado
donde obtienen el mejor precio, y los mejores precios se
pagan habitualmente por todas las cosas en el país que
más puede permitírselo. No hay que olvidar que el trabajo
es el precio último que se paga por todas las cosas,
y en países donde el trabajo es igualmente bien remunerado,

(07:54:17):
el precio monetario del trabajo estará en proporción al precio
de la subsistencia del trabajador. Pero el oro y la
plata se intercambiarán naturalmente por una cantidad mayor de alimentos
en un país rico que en uno pobre, en un
país donde abunden las provisiones que en uno donde no
sean tan abundantes. Si media una gran distancia entre ambos
países la diferencia puede llegar a ser muy abultada, porque

(07:54:41):
aunque los metales fluyen naturalmente de los mercados peores hacia
los mejores, puede resultar complicado transportarlos en el volumen suficiente
para que sus precios se nivelen en ambos. Si los
países están próximos la diferencia será menor y en ocasiones
puede ser imperceptible, porque en tal caso el transporte será sencillo.
China es un país más rico que cualquiera en Europa,

(07:55:03):
y la brecha entre el precio de las subsistencias en
China y Europa es muy amplia. El arroz en China
es mucho más barato que el trigo en cualquier parte
de Europa. Inglaterra es un país bastante más rico que Escocia,
pero la diferencia entre el precio monetario del cereal entre
ambos países es apenas perceptible. En proporción a su cantidad

(07:55:24):
o medida, el cereal escocés parece ser claramente más barato
que el inglés, pero en proporción a su calidad resulta
en verdad más caro. Casi cada año Escocia recibe copiosos
suministros desde Inglaterra, y normalmente las mercancías deben ser algo
más caras en el país a donde llegan que en
el país de donde salen. El grano inglés, por lo tanto,

(07:55:46):
debe ser más caro en Escocia que en Inglaterra aunque,
en proporción a su calidad, o a la cantidad y
bondad de la harina que de él puede extraerse, no
puede habitualmente venderse a un precio más elevado que el
cereal escocés que compite con él. La diferencia entre el
precio monetario del trabajo en China y en Europa es
aún más grande que la que existe entre el precio

(07:56:07):
de las provisiones, porque la retribución real del trabajo es
superior en Europa que en China, puesto que la mayor
parte de Europa se halla en un estadio progresivo mientras
que China parece estancada. El precio monetario del trabajo es
menor en Escocia que en Inglaterra porque la remuneración real
del trabajo es muy inferior, aunque Escocia progresa hacia una
riqueza mayor, lo hace a un ritmo menos acelerado que Inglaterra.

(07:56:32):
La frecuencia de la emigración desde Escocia y lo raro
de la misma en Inglaterra son prueba suficiente de que
la demanda de trabajo es muy diversa en ambos países.
Ha de recordarse que la proporción entre la remuneración real
del trabajo en los diferentes países no está regulada naturalmente
por su riqueza o pobreza efectiva sino por su condición progresiva,
estacionaria o decadente. Así como el oro y la plata

(07:56:56):
adquieren naturalmente el máximo valor en los países ricos, resulta
que su valor es mínimo entre las naciones más pobres.
Entre los salvajes, los pueblos más pobres de todos, apenas
tienen valor. En las grandes ciudades el cereal siempre es
más caro que en las zonas apartadas del interior del país,
pero esto es consecuencia no de la baratura real de

(07:57:17):
la plata sino de la carestía efectiva del grano. No
cuesta menos trabajo llevar la plata a la gran ciudad
que a un sitio remoto, pero sí cuesta mucho más
llevar el cereal. En algunos países ricos y comerciantes, como
Holanda y el territorio de Génova, el cereal es caro
por la misma razón que lo es en las grandes ciudades.

(07:57:38):
Ellas no producen lo suficiente para mantener a sus habitantes,
son ricas en el esfuerzo y la técnica de sus
artesanos e industriales, en la maquinaria de toda suerte que
facilita y abrevia el trabajo, en la navegación y en
todos los demás medios e instrumentos para el transporte y
el comercio. Pero son pobres en cereales, y como se
los debe traer de regiones lejanas, será necesario pagar el

(07:58:01):
transporte desde allí. No cuesta menos trabajo llevar plata a
Amsterdam que a Danzig, pero cuesta mucho más llevar trigo.
El coste real de la plata debe ser casi el
mismo en ambos lugares, pero el del cereal debe ser
muy distinto. Si disminuye la riqueza real de Holanda o
del territorio de Génova, mientras que el número de sus

(07:58:21):
habitantes permanece igual, si se contrae su poder de abastecerse
desde países lejanos, entonces el precio del cereal, en vez
de disminuir con la reducción en la cantidad de plata
que inevitablemente acompañará a esta depresión sea como causa o
como efecto, subirá hasta los niveles de las épocas de hambre.
Cuando nos falta lo necesario nos desprendemos de todo lo superfluo,

(07:58:43):
cuyo valor aumenta tanto en tiempos de riqueza y prosperidad
como disminuye en tiempos de pobreza y depresión. Con las
cosas necesarias ocurre lo contrario. Su precio real, la cantidad
de trabajo que pueden comprar o comandar, sube en épocas
de pobreza y depresión y se hunde en tiempos de
riqueza y prosperidad, que siempre son tiempos de copiosa abundancia,

(07:59:05):
puesto que en caso contrario no lo serían de riqueza
y prosperidad. El cereal es algo necesario, mientras que la
plata es sólo superflua. Por consiguiente, cualquiera que haya sido
la expansión en la cantidad de los metales preciosos que derivó,
en el periodo entre mediados del siglo XIV y mediados
del XVI, del incremento en la riqueza y el progreso,

(07:59:27):
no pudo haber influido en la caída de su valor,
ni en Gran Bretaña ni en parte alguna de Europa. Entonces,
si los que recopilaron los precios de las cosas en
la antigüedad no tenían durante este periodo, entonces, razón alguna
para inferir que el valor de la plata había disminuido
a partir de ninguna observación de los precios del cereal
o de otras mercancías. Aún tenían menos razón para inferirlo

(07:59:50):
a partir de ningún supuesto aumento en la riqueza y
el progreso. Segundo periodo. Por muy divergentes que hayan sido
las opiniones de los eruditos con respecto a la evolución
del valor de la plata durante el primer periodo, son
unánimes en lo que se refiere al segundo. Entre 1570 y 1640, aproximadamente,

(08:00:16):
durante un lapso de unos 70 años la variación en la
proporción entre los valores de la plata y el cereal
siguió un curso distinto. El valor real de la plata
se hundió, o se intercambió por una cantidad de trabajo
menor que antes, y el precio nominal del grano subió,
y en lugar de venderse normalmente a unas 2 onzas de
plata el cuartal, o unos 10 chelines de hoy, llegó a

(08:00:38):
venderse a 6 y a 8 onzas de plata el cuartal, o 30
y 40 chelines de nuestra moneda. El descubrimiento de los ricos
yacimientos de América parece haber sido la única causa de
esta disminución en el valor de la plata con relación
al cereal. Todos lo explican de esta forma y jamás
ha habido disputas ni sobre el hecho ni sobre su causa.

(08:00:59):
Durante este periodo la mayor parte de Europa progresó en
su industria y bienestar, y por ello la demanda de
plata debió aumentar. Pero el incremento de la oferta se
dio tanto al de la demanda que el valor de
dicho metal se hundió notablemente. Ha de observarse que el
descubrimiento de las minas de América no parece haber ejercido
efecto destacable alguno en Inglaterra hasta después de 1570, a pesar

(08:01:22):
de que las minas de Potosí habían sido descubiertas más
de 20 años antes. Entre 1595 y 1620, ambos inclusive, el precio medio
del cuartal de 9 bucels del mejor trigo en el mercado
de Windsor, de acuerdo a la contabilidad del Colegio de Eton,
fue de 2 libras un chelín 6 y 9 sobre 13 peniques. Despreciando la

(08:01:45):
fracción de esta suma y restando un noveno, o 4 chelines 7
y un tercio peniques, el precio del cuartal de 8 bucels
pasa a ser de 1 libra 16 chelines primero 2 tercios peniques. despreciando
análogamente la fracción de esta suma y restando un noveno,
o 4 chelines 1 y 1 sobre 9 peniques, para eliminar la diferencia entre

(08:02:06):
el precio del trigo de la máxima calidad y de
calidad media. El precio del trigo mediano resulta ser de 1
libra 12 chelines 8 y 8 sobre 9 peniques, o cerca de 6 onzas y
un tercio de plata. Entre 1621 y 1636, ambos inclusive y según
las mismas cuentas, el precio medio por igual medida del

(08:02:27):
mejor trigo en dicho mercado fue de 2 libras primero chelines.
Y tras efectuar las mismas deducciones que antes, el precio
medio del cuartal de 8 bucels de trigo de calidad media
resulta ser de 1 libra 19 chelines 6 peniques o unas 7 onzas y 2
tercios de plata. Tercer periodo. Entre 1630 y 1640, o en torno a 1636,

(08:02:54):
el efecto del descubrimiento de las minas de América en
la reducción del valor de la plata parece haberse agotado,
y el valor de ese metal en proporción al del
cereal nunca se hundió tanto como en aquella época. Aumentó
algo durante el siglo actual y probablemente había empezado a
hacerlo durante algún tiempo antes de terminar el siglo pasado.

(08:03:15):
Entre 1637 y 1700, ambos inclusive, los últimos 64 años del siglo pasado,
el precio medio del cuartal de nueve bucels del mejor
trigo en el mercado de Windsor fue, siempre según la
misma contabilidad, de 2 libras 11 chelines un tercio peniques, apenas un
cheline un tercio peniques más caro que lo que había
sido 16 años antes. Pero en el transcurso de esos 64 años

(08:03:40):
se produjeron dos acontecimientos que debieron dar lugar a una
escasez de grano muy superior a la que habrían podido
ocasionar las fluctuaciones estacionales, y que por tanto explican con
creces ese pequeño incremento, sin necesidad de suponer ninguna disminución
ulterior en el valor de la plata. El primero de
esos acontecimientos fue la Guerra Civil, que al desalentar el

(08:04:01):
cultivo e interrumpir el comercio debió elevar el precio del
cereal muy por encima de lo que habrían podido lograr
los accidentes del curso de las estaciones. Debió tener ese
efecto más o menos en todos los mercados del reino,
pero en particular en aquellos cercanos a Londres, que necesitan
ser abastecidos desde la máxima distancia. Así, en 1648, el precio

(08:04:24):
del mejor trigo en el mercado de Windsor fue, según
las mismas cuentas, de 4 libras 5 chelines, y en 1649 de 4 libras
el cuartal de 9 bucels. En esos dos años el precio
superó en 3 libras 5 chelines al de 2 libras 1 chelines, el precio
medio de los 16 años anteriores a 1637, lo que distribuido entre

(08:04:48):
los 64 últimos años del siglo pasado basta para explicar el
pequeño aumento del precio durante ese periodo. Asimismo, aunque estos
precios fueron los más altos, en absoluto son los únicos
precios altos a que dieron lugar las guerras civiles. El
segundo acontecimiento fue la prima a la exportación de cereales,
concedida en 1688. Muchas personas han pensado que este subsidio, al

(08:05:14):
estimular el cultivo, pudo ocasionar tras un lapso prolongado una
mayor abundancia y consecuentemente una mayor baratura del cereal en
el mercado local que la que se hubiese registrado en
otro caso. Más adelante explicaré en qué medida un subsidio
puede lograr ese objetivo en cualquier circunstancia. Aquí apuntaré tan
sólo que entre 1688 y 1700 no tuvo ocasión de producir ningún

(08:05:37):
efecto de esa clase. Durante ese breve lapso su única
consecuencia debió ser la elevación del precio en el mercado local,
porque estimuló la exportación de la producción excedente en cada
año e impidió así que la abundancia de un año
compensase la escasez de otro. La escasez que prevaleció en
Inglaterra entre 1693 y 1699, ambos inclusive, aunque sin duda provino fundamentalmente

(08:06:02):
de las malas condiciones climáticas y se extendió por ello
a través de buena parte de Europa, debió haber sido
en cierta medida acentuada por la prima. Debido a ello,
en 1699 la exportación de cereal fue prohibida durante nueve meses.
Hubo un tercer acontecimiento en ese periodo que aunque no
pudo provocar escasez alguna de grano, y acaso tampoco aumento

(08:06:25):
alguno en la cantidad real de plata que se pagaba
habitualmente a cambio del mismo, debió necesariamente ocasionar algún incremento
en la suma nominal. Este acontecimiento fue el acusado envilecimiento
de la moneda de plata por su desgaste y recorte.
El mal había comenzado en el reinado de Carlos II
y continuó a buen ritmo hasta 1695, fecha en que según

(08:06:47):
informa el señor Landés, la moneda corriente de plata valía
en promedio casi un 25% menos que su valor legal.
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I’m Jay Shetty host of On Purpose the worlds #1 Mental Health podcast and I’m so grateful you found us. I started this podcast 5 years ago to invite you into conversations and workshops that are designed to help make you happier, healthier and more healed. I believe that when you (yes you) feel seen, heard and understood you’re able to deal with relationship struggles, work challenges and life’s ups and downs with more ease and grace. I interview experts, celebrities, thought leaders and athletes so that we can grow our mindset, build better habits and uncover a side of them we’ve never seen before. New episodes every Monday and Friday. Your support means the world to me and I don’t take it for granted — click the follow button and leave a review to help us spread the love with On Purpose. I can’t wait for you to listen to your first or 500th episode!

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For more than 30 years The River Cafe in London, has been the home-from-home of artists, architects, designers, actors, collectors, writers, activists, and politicians. Michael Caine, Glenn Close, JJ Abrams, Steve McQueen, Victoria and David Beckham, and Lily Allen, are just some of the people who love to call The River Cafe home. On River Cafe Table 4, Rogers sits down with her customers—who have become friends—to talk about food memories. Table 4 explores how food impacts every aspect of our lives. “Foods is politics, food is cultural, food is how you express love, food is about your heritage, it defines who you and who you want to be,” says Rogers. Each week, Rogers invites her guest to reminisce about family suppers and first dates, what they cook, how they eat when performing, the restaurants they choose, and what food they seek when they need comfort. And to punctuate each episode of Table 4, guests such as Ralph Fiennes, Emily Blunt, and Alfonso Cuarón, read their favourite recipe from one of the best-selling River Cafe cookbooks. Table 4 itself, is situated near The River Cafe’s open kitchen, close to the bright pink wood-fired oven and next to the glossy yellow pass, where Ruthie oversees the restaurant. You are invited to take a seat at this intimate table and join the conversation. For more information, recipes, and ingredients, go to https://shoptherivercafe.co.uk/ Web: https://rivercafe.co.uk/ Instagram: www.instagram.com/therivercafelondon/ Facebook: https://en-gb.facebook.com/therivercafelondon/ For more podcasts from iHeartRadio, visit the iheartradio app, apple podcasts, or wherever you listen to your favorite shows. Learn more about your ad-choices at https://www.iheartpodcastnetwork.com

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