Episode Transcript
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Speaker 2 (00:01):
Hola a todos y bienvenidos a Ideas para Vivir Mejor.
Soy Eugenio Paya Ruiz, lector empedernido, escritor y experto en
desarrollo personal. Y hoy te traigo las ideas principales de
Guía de un monje a la felicidad, un libro escrito
por Jelon Tuften. El libro se pregunta qué es exactamente
(00:24):
la felicidad. Es una cosa curiosa, ¿verdad? Porque llevamos media
vida persiguiéndola y aún así muy pocas personas podrían explicar
qué es esa felicidad con cierta claridad. Nos pasamos la
vida corriendo detrás de algo que ni siquiera hemos definido
bien y ni siquiera sabemos lo que es. Es como
(00:44):
si saliéramos de casa todas las mañanas buscando un tesoro
sin saber cómo es ese tesoro. Entonces, para entenderla mejor,
el libro divide la felicidad en tres piezas, en tres
ingredientes que cuando se mezclan crean eso que llamamos ser feliz.
La primera pieza es la plenitud.¿ Qué es la plenitud?
(01:06):
Pues la calma de sentir que en este momento no
te falta absolutamente nada, que no necesitas comprar, que no
necesitas conseguir nada, que no necesitas demostrar nada para sentirte completo.
Es ese momento en el que dejas de decirte« cuando
tenga esto, entonces seré feliz» Porque no hay cuándo, no
(01:26):
hay entonces, hay ahora. Y ese ahora es suficiente. Eso
es la plenitud. La segunda pieza de la felicidad es
permanecer anclado en el momento presente. Esto es clave. La
felicidad no está en lo que pasó, no está en
lo que vendrá, está aquí, en este instante en el
que estás respirando sin darte cuenta. Y si aprendes a
(01:50):
quedarte aquí, aunque sea por un momento, algo dentro de
ti va a empezar a aflojarse y va a empezar
a cambiar. Y la tercera pieza de la felicidad, según
el libro, es la libertad interior. No me refiero a
tener tiempo libre, no me refiero a hacer lo que
a cada uno le dé la gana sin consecuencias. Se
(02:10):
trata de una libertad más íntima, la libertad de no
ser esclavo de tus pensamientos, de no ser esclavo de
tus miedos y de no ser esclavo de tus deseos tampoco. Plenitud,
presencia y libertad. Tres cosas, tres coordenadas que apuntan a
un lugar que no está fuera de nosotros, sino dentro. Porque,
(02:33):
y esto es muy importante, la infelicidad que puedas sentir
no es culpa de tu jefe, no es culpa de
tu pareja, no es culpa de tus padres, ni de
la crisis, ni del gobierno. La infelicidad es una construcción interior.
Es un muro que levantamos sin querer, muchas veces, pensamiento
a pensamiento, hasta que nos damos cuenta de que Somos
(02:54):
nosotros mismos los que estamos siendo nuestros carceleros. La infelicidad
es una sensación de como si algo te faltara, aunque
todo a tu alrededor esté aparentemente en orden. Es como
si de repente miraras tu vida y vieras un hueco,
vieras una pieza que falta en ese puzle. Y ese
(03:18):
hueco aparece casi siempre cuando deseamos algo. Porque cada vez
que deseamos algo, estamos dibujando en nuestra mente un espacio vacío.
Y entonces nos decimos, cuando consiga eso, entonces estaré bien.
Y en ese momento, sin darte cuenta, estamos transformando algo externo,
(03:39):
me da igual que sea un ascenso, una pareja, un
coche nuevo, un viaje, un reconocimiento de cualquier tipo, lo
estamos convirtiendo en el centro de nuestra felicidad. Lo estamos
convirtiendo en una condición. Estamos diciéndonos de una manera muy sutil,
hasta que no tenga esto, algo me falta. Y claro,
(04:01):
de repente tu vida ya no te parece suficiente. Antes
tenías 100 piezas encajadas en ese puzzle, pero ahora solamente ves
la pieza que te falta, la pieza 101. Y esa pieza 101,
ese vacío, cada vez ocupa un espacio más grande en
tu mente. Y es justo ahí donde se esconde esa trampa.
(04:22):
Porque sin darnos cuenta estamos colocando nuestra felicidad fuera de nosotros.
Le estamos dando la llave de nuestro bienestar a otro.
A tu jefe, por ejemplo, o sea, si hablamos de
un ascenso, o a una pareja idealizada, o a una meta,
o a una cifra en tu cuenta bancaria, a un
resultado que además no controlamos del todo. Imagínate que no
(04:44):
te dan ese ascenso que tanto quieres. No solamente te
vas a frustrar, sino que sientes que alguien te ha
arrebatado una parte de tu felicidad. Pero da igual, porque
si te dan ese ascenso, al principio estarás exultante, estarás flotando,
el mundo te parecerá otro. Pero eso va a durar poco.
Al cabo de unos días, al cabo de unas semanas,
(05:05):
va a aparecer otra meta, otro deseo. Y ahí vas
a estar otra vez persiguiendo otra pieza y convencido o
convencida de que ahora sí, cuando tengas eso otro, estarás
completo o estarás completa. Y así, sin darnos cuenta, acabamos
metidos y atrapados en un bucle. Acabamos corriendo como esos
hamsters que corren dentro de una rueda que nunca se para.
(05:27):
Y cuanto más corres, más vas a pensar que la
felicidad está un poquito más adelante, justo un poquito más adelante.
Que solamente tienes que estirarte un poquito más, esforzarte un
poquito más, conseguir un poquito más. Y cuando llegas, en
realidad te das cuenta de que el premio se desvanece.
Porque no era la meta lo que te faltaba. Lo
(05:49):
que te faltaba era otra cosa. Por supuesto, desear es
parte de estar vivos. Desear nos mueve, nos impulsa, nos
hace avanzar. El problema es confundir el deseo con la felicidad.
Eso es lo que nos atrapa. Es como intentar perseguir
el horizonte. Cuanto más corres, el horizonte más lejos está.
(06:11):
Así que la salida no está en apagar nuestros deseos,
la salida no está en fingir que no nos importa
absolutamente nada. La salida está en dejar de atar nuestra
felicidad a algo que está fuera de nosotros. Es volver
a poner las llaves en nuestro bolsillo, en reconocer que
aunque el ascenso llegue o no llegue, aunque la meta
(06:33):
se cumpla o no se cumpla, tu capacidad de sentirte
en paz no depende de eso. Claro, la maquinaria que
sostiene a toda esta cultura del deseo en realidad se
apoya en tres piezas, ¿no? Publicidad, redes sociales y nuestra
cultura materialista. En realidad no te gritan que no vales
porque no hace falta, te lo susurran, te lo insinúan
(06:56):
con suavidad, con elegancia, con imágenes que están cuidadas al
milímetro y tú sin darte cuenta te lo crees.¿ Qué
nos enseñan? Rostros perfectos que no existen en la realidad,
sonrisas editadas, cuerpos que están moldeados por filtros. Nos enseñan
escenarios de mentira que se presentan como vidas reales. Y
(07:19):
detrás de todo eso hay un mensaje, un mensaje que
se repite una y otra vez. Tú, tal cual eres,
no eres suficiente. No eres lo bastante guapo, no eres
lo bastante respetable, no eres lo bastante eficiente. Pero tranquilo,
eso es lo que dicen, tranquilo, porque tenemos justo lo
que necesitas para arreglarlo. Esta crema, este coche, este móvil,
(07:42):
da igual, lo que sea. Cuando ese mensaje te bombardea
una y otra vez, día tras día, es casi imposible
no sentir que nos falta algo. Como si nuestra vida
tal y como es ahora mismo no bastara, no fuera suficiente.
Y por si eso fuera poco, además vivimos en medio
de un ruido constante, un ruido que el libro llama
(08:05):
sobrecarga sensorial. Ese ruido es el telón de fondo de
nuestro siglo. Pantallas que no se apagan nunca, colores, chillones
que gritan aquí y allí, canciones que no se nos
van de la cabeza, sabores que nos explotan en la boca,
notificaciones que aparecen justamente en ese instante perfecto para que
(08:26):
no puedas ignorarlas. Cada uno de esos estímulos, de esos
y de otros, puede ser también un me gusta, un mensaje,
un vídeo, un anuncio. Esos estímulos son pequeños disparos de dopamina.
Son subidones fugaces de dopamina. Duran poco, pero es muy intenso.
Y cuando esa dopamina se va, te deja con hambre.
(08:48):
Quieres otro, y otro, y otro más. Como si necesitaras
recargar algo que nunca se puede llenar del todo. El
problema es que cuanto más consumes, menos te llena. Cuantos
más estímulos tienes, más estímulos necesitas. Nuestro cerebro se acostumbra
(09:09):
a esos estímulos, se acostumbra a lo rápido. Y entonces
lo que ayer te gustaba y te emocionaba, hoy ya
te da igual. Lo que ayer te hacía sentirte vivo,
hoy ya te deja frío. Y esa sensación de vacío
es exactamente el combustible que mantiene girando esa rueda de
los deseos infinitos. Claro, es tentador culpar a la sociedad
(09:34):
de todo esto, ¿no? Pero no, la verdad es que
es más incómoda, ¿no? La trampa no está solamente fuera,
está dentro. Está en nosotros, en cada uno de nosotros,
cuando creemos que la felicidad depende de lo que tenemos
ahí fuera. Y todos caemos en esa trampa, por lo
menos alguna vez. El problema es que esas fuentes externas
(09:54):
de placer, que no de felicidad, tienen fecha de caducidad siempre.
lo que conseguimos fuera nos va a dar como mucho
una chispa corta, una pequeña dosis de placer que se
va a esfumar rápidamente. Se va a esfumar en cuanto
somos conscientes de que eso tiene un final y empezamos
(10:18):
a vivir con el miedo a perderlo también.¿ Qué pasa
cuando tenemos miedo a perder las cosas? Intentamos evitar que
eso que amamos desaparezca. queremos retenerlo, queremos congelarlo.¿ Por qué no?
Queremos controlarlo, nos volvemos posesivos, nos volvemos exigentes, demasiado vigilantes.
(10:39):
Y ahí, sin darnos cuenta, empezamos a destruir eso que
queríamos proteger. Tenemos el hábito de aferrarnos. Y aferrarnos a
lo que no podemos retener es otro de los grandes
responsables de nuestra sensación de infelicidad. Y cuando nos cansamos
(11:01):
de aferrarnos, cuando el miedo o el dolor nos superan,
entonces¿ qué hacemos? Hacemos justo lo contrario. Empujamos, cerramos, alejamos,
nos defendemos. Y ahí aparece otro hábito. El hábito de
alejar antes de que nos alejen. El hábito de cerrar
la puerta antes de que alguien más nos la cierre.
(11:25):
Este es un mecanismo de defensa muy humano. Te repito
el ciclo por si no ha quedado claro. Aferrarnos, alejar, aferrarnos, alejar.
Una y otra vez. Y eso que rechazamos tiene tanto
poder sobre nuestra felicidad como aquello que deseamos. A veces
incluso más. Porque mientras lo que deseamos está allá delante,
(11:47):
como una zanahoria colgando de un palo, ¿verdad?, Lo que rechazamos,
en cambio, está pegado a nosotros. Lo evitamos, lo intentamos evitar, sí,
pero no desaparece. Y rechazar puede tener mil formas. Puede
ser una persona a la que no soportas, puede ser
ese lugar en el que te incomoda estar, puede ser
(12:10):
una conversación que no quieres tener con otra persona, puede
ser un recuerdo que intentas evitar, un pensamiento que empujas
fuera de tu cabeza o una emoción que no quieres sentir.
Puede ser cualquier cosa, cualquier sensación física o no física
que odies. Y cuando aparece eso, lo primero que hacemos
es luchar contra ello. Queremos que desaparezca, ¿verdad? Queremos echarlo
(12:34):
de nuestra vida. Y entonces empieza la pelea. Cuanto más
piensas eso, más se intensifica. Es como si el propio
rechazo alimentara el dolor. Lo que nos recomienda el libro
es que dejemos de luchar. Imagínate que decides dejar de
(12:55):
resistirte a eso que rechazas. Y entonces lo observas, pero
no intentas cambiarlo, no intentas huir. Simplemente lo observas, está ahí.
Y cuando haces esto, algo cambia. El dolor sigue, por supuesto,
pero ya no pesa tanto. Es como si le hubieras
quitado una capa de dramatismo a esa situación. Y con
(13:16):
esa pequeña rendija de aceptación... llega poco a poco la paz,
que es el objetivo, no la felicidad, la paz. Y
esto que parece una tontería es en realidad una de
las llaves maestras del bienestar, de la felicidad, de la paz,
como lo quieras llamar. Lo que nos hace sufrir no
es tanto lo que nos ocurre, sino cómo reaccionamos ante
(13:38):
lo que nos ocurre. No es el dolor de cabeza,
no es esa persona que nos incomoda, no es la
emoción desagradable. Lo que no nos hace felices, lo que
nos hace infelices, es la lucha contra todo eso. Entonces
tenemos que aprender a soltar, tenemos que dejar de rechazar,
tenemos que dejar de aferrarnos y tenemos que permitir que
(13:59):
las cosas sean como son. Ni más ni menos, como son,
sin añadirles capas de resistencia. Suena muy simple, pero no
es algo fácil, porque llevamos toda la vida haciendo justamente
lo contrario. Esto no se entrena en un día, obviamente.
Esto requiere práctica. Esto requiere aprender a observar sin juzgar.
(14:21):
Esto requiere que aprendamos a no reaccionar de inmediato. Esto
requiere aprender a no etiquetar todo lo que sentimos como
bueno y como malo. Mira, si quieres entrenar los músculos
de tu cuerpo, no hay ningún misterio, ¿verdad? El músculo
responde al reto. Tú vas a un gimnasio y el
músculo se adapta, se fortalece. Pues aunque a veces nos
(14:43):
cueste creerlo, la mente funciona igual. La mente también tiene
sus fibras invisibles en este caso. La mente también se
fortalece con práctica. Lo único que cambia es el tipo
de peso que levantas. En el caso de la mente
no levantas barras ni mancuernas. Lo que levantas son pensamientos,
son emociones, son recuerdos, miedos, dudas... Y para entrenar la
(15:07):
mente y hacer esos levantamientos existe algo muy poderoso, muy antiguo, milenario,
algo que no ha inventado Silicon Valley, algo que no
ha patentado nadie. La meditación. La meditación. Y sé que
quizás ahora estás pensando que la meditación no es para ti,
que la has probado, que no has conseguido ningún resultado.
(15:28):
Pero no es que no sepas meditar. Es que muchas
veces nos cuentan mal para qué sirve la meditación. La
meditación no está hecha para que te sientas bien mientras meditas.
La meditación está hecha para que sepas estar bien cuando
no estás meditando. Para que la calma no dependa de
(15:50):
lo que pasa afuera. Para que no necesites que todo
esté perfectamente alineado para sentirte en paz y para sentirte bien.
Cuando meditamos, estamos entrenando nuestra mente para el futuro, para
observar sin reaccionar, para que cuando todo se agite, tú
tengas un punto interno que siempre permanece estable. Es un entrenamiento,
(16:13):
te repito, y como cualquier entrenamiento, al principio cuesta. Cuesta
porque la mente se resiste. Igual que el cuerpo se
resiste a ir al gimnasio. La mente te dice que
esto es aburrido, que no sirve para nada, que podrías
estar haciendo algo más útil. Se inquieta, ¿verdad? Se queja,
se distrae, por supuesto. Pero si te quedas, si insistes
(16:33):
un poquito más, un día aparecerá un espacio. Un silencio
entre lo que pasa y lo que sientes. Entre lo
que alguien dice y cómo respondes. Entre el caos y
tu centro. Y en ese hueco es donde va a
nacer tu libertad. La meditación no es algo complicado. En
(16:54):
realidad son solamente tres pasos que nos explica el libro.
Tres movimientos mentales que si repetimos con paciencia pueden transformar
nuestra manera de vivir. Tres. El primer paso es anclarte.
Imagínate que tu mente es un barco que está flotando
en medio del mar, sin ancla, se mueve sin control,
(17:16):
va detrás de cada ola, va detrás de cada corriente.
El ancla es lo que evita que te pierdas. Para muchos,
ese ancla es la respiración.¿ Por qué la respiración? Porque
siempre está ahí. Pero para otros puede ser el peso
del cuerpo en la silla, puede ser un objeto a
la vista, por ejemplo una vela, pueden ser los sonidos
(17:36):
que te rodean. Lo importante no es el ancla en
sí misma, lo importante es la decisión de volver a
ese ancla, la decisión de estar aquí, intentar estar aquí.
El segundo paso es notar cuando te vas, porque te
vas a ir. Es inevitable. Tu mente va a saltar
por la ventana en ese momento. Se va a poner
(17:56):
a pensar en lo que hiciste ayer, en lo que
tienes que hacer después, en lo que te preocupa en general.
Pero justo ahí está el momento clave, cuando te das
cuenta de eso. Sin castigarte, sin enfadarte contigo mismo, solamente
darte cuenta. Ese es el segundo paso. Y el tercer
paso es regresar. Sin enfado, como te decía, sin sentir
(18:18):
que has fallado. Al contrario, volver es precisamente el núcleo
de la meditación. Cada vez que regresas, estás entrenando ese
músculo invisible de la atención. Estás fortaleciendo tu capacidad de
elegir dónde pones tu mente. Es como una repetición en
el gimnasio cada vez que vuelves. Este pequeño ciclo, anclar, notar, regresar,
(18:43):
esos tres pasos, es lo que hay que hacer cuando meditamos.
Así de sencillo. Y puedes hacerlo en cualquier momento del día,
no te equivoques. Solamente necesitas estar presente en lo que
ya estás haciendo. Y va a llegar un momento, no
vas a saber cuándo exactamente, un momento en el que
(19:04):
no va a haber ya diferencia entre meditar y vivir.
Tú estarás caminando, estarás respirando, estarás hablando con otra persona
y al mismo tiempo estarás presente, estarás consciente, estarás anclado.
Así que como puedes ver, la distracción no es el enemigo.
La distracción es parte del entrenamiento de meditación. De hecho,
(19:28):
sin distracción no habría práctica de meditación. Si tu mente
no se alejara de tu ancla todo el tiempo, no
tendrías oportunidad de darte cuenta de que tu mente se
ha ido. Y si no pudieras darte cuenta de que
tu mente se ha ido, no podrías regresar. Y si
no pudieras regresar, no estarías entrenando absolutamente nada. Sería como
(19:49):
entrar en un gimnasio vacío, ¿no? Así que cada vez
que tu mente se va y tú la traes de vuelta,
lo que estás haciendo no es fallar, lo que estás
haciendo es fortalecer un músculo invisible, tu capacidad de volver.
Estás fortaleciendo el músculo de la atención. Tampoco hace falta
que cierres los ojos para meditar, tampoco hace falta que
(20:11):
te pongas música relajante, no dependas de un ambiente perfecto
para meditar. Porque dime una cosa,¿ cuántas veces al día
vas a ir caminando con los ojos cerrados y música
relajante de fondo? Ninguna. O casi ninguna. Entonces, si te
acostumbras a meditar en condiciones ideales, lo que en realidad
(20:32):
le estás enseñando a tu cerebro es que solamente puedes
estar presente si todo a tu alrededor está en una
calma perfecta. Y eso no es atención plena. Eso es
atención condicionada. La verdadera práctica empieza cuando puedes sentarte en
medio del ruido con los ojos bien abiertos y puedes
(20:54):
seguir encontrando tu ancla, sea la que sea. Cuando tú
eliges respirar, aunque allá afuera haya tráfico o haya niños
gritando o haya un móvil vibrando en la mesa, cuando
eres capaz de estar contigo, aunque el mundo no esté colaborando,
Porque déjame decirte una cosa, la vida no se va
(21:15):
a parar para que tú medites, olvídate. La vida no
te va a pedir permiso para ser caótica, va a
ser caótica y punto. Pero tú sí que puedes decidir
cómo vas a estar tú. Así que ya lo sabes,
la felicidad no es un lugar al que se llega,
es un lugar desde el que se vive. Desde luego
no está detrás de un ascenso, no está escondida en
(21:37):
una pareja perfecta, no está en una cuenta bancaria llena,
no está en una playa de Bali. Olvídate, la felicidad
está aquí, en este instante en el que estás respirando.
La felicidad es cuando dejas de esperar a que pase
algo para sentirte bien. La felicidad es presencia cuando eliges
estar aquí y no en un pasado que ya no
(21:58):
existe ni en un futuro que aún no ha llegado.
Y es también la felicidad cuando dejas de ser esclavo
de lo que deseas y dejas de ser también esclavo
de lo que rechazas. No necesitas una vida perfecta para
sentirte pleno y para sentirte feliz, solamente necesitas recordar que
ya tienes las llaves de tu felicidad, que esa puerta
(22:20):
nunca estuvo cerrada y nunca dependió de nadie más que
de ti. Bueno, espero que este episodio te haya inspirado
y que te lleves al menos una idea, una, que
puedas poner en marcha hoy mismo. Y si quieres seguir
profundizando en todo esto, pues déjame contarte que ya está
disponible el primer volumen de mi nueva colección de libros.
(22:42):
Se llama Secretos para vivir mejor, está ya lanzado el volumen 1,
pronto vendrá el 2. Y estos volúmenes son un compendio de
las ideas y de las herramientas prácticas que tocamos en
este podcast.¿ Para qué? Para que puedas tenerlas por escrito,
para que puedas repasarlas, para que puedas aplicarlas en tu
día a día y para que al final empieces a
dar pasos reales hacia esa vida que todos deseamos. Lo
(23:04):
tienes ya disponible. Te dejo el enlace directo en la
descripción de este episodio para que le puedas echar un
vistazo sin ningún compromiso. Gracias de verdad por estar al
otro lado. Si este episodio te ha aportado valor, compártelo
con alguna persona a la que también pueda ayudar. Suscríbete
al canal, por supuesto, y sigue al podcast en Instagram.
(23:26):
Y ahora sí, me despido. Un fuerte abrazo y hasta
la próxima.