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November 17, 2025 37 mins
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Episode Transcript

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Speaker 2 (00:01):
Hola a todos y bienvenidos a Ideas para vivir mejor.
Soy Eugenio Paya Ruiz, lector empedernido, escritor y experto en
desarrollo personal. Y hoy quiero llevarte las ideas principales de
La buena suerte, que es un libro que está escrito
por Alex Rovira. Esta historia que estoy a punto de

(00:22):
contarte y que estás a punto de escuchar empieza en
una tarde cualquiera, en una de esas tardes en las
que uno sale de casa sin esperar nada, unas tardes
de estas normales, y de repente la vida decide sorprenderte
de alguna manera. El libro nos cuenta la historia de Víctor,
que es un tipo impecable, pero sin exagerar, elegante, pero

(00:45):
que no se da demasiada importancia. Y Víctor había ido
a su plaza de siempre, esa plaza que para él
era como un pequeño refugio, era su lugar donde respirar,
su lugar donde dejar que el mundo siguiera girando sin
él por un momento y recordar cómo había llegado hasta
donde había llegado. Se sienta en su banco de siempre, tranquilo,

(01:08):
observando simplemente a la gente pasar. escuchando el murmullo de
la tarde, a los niños que están jugando, al perro
que siempre persigue las palomas sin éxito, lo típico de
cualquier plaza, de cualquier parte. Y de pronto, sin esperárselo,
vio o reconoció algo en otra persona, un gesto, una postura,

(01:29):
un eco del pasado. Conocía a esa persona, esa persona
era David. Un viejo amigo, pero un David muy distinto
al que Víctor recordaba. No tenía nada de aquella energía
de antes, nada de esa sonrisa. Este David caminaba como
si el mundo le pesara sobre los hombros. Tenía la
cara cansada, la mirada caída. Se miraron y en ese

(01:52):
momento pasó algo curioso. La sorpresa les borró 10 años de golpe.
Se reconocieron, se les iluminaron las caras y sin pensarlo
se abrazaron como lo que eran, dos amigos que no
sabían o no eran conscientes de que se habían echado
tanto de menos. Después se sentaron juntos Y como suele

(02:14):
pasar cuando nos reencontramos con alguna persona que fue importante
en nuestra vida, el tiempo se abrió, se hizo hueco.
Creo que me entiendes, ¿no? Es como si alrededor todo
siguiera igual, pero tú entras en una especie de burbuja
en la que solamente importa lo que está ocurriendo ahí,

(02:37):
en ese preciso momento. Bueno, pues en esa burbuja entraron ellos,
Y David empezó a hablar, le contó su historia sin dramatismo,
pero también sin esconder nada. Y menuda historia, porque para
ser sinceros, su historia era como escuchar la crónica de
una caída lenta, de una caída dolorosa, de una caída

(02:59):
prácticamente inevitable. Había heredado una fortuna enorme y ese fue
el principio de todo. Y ojo, no es que esté
mal heredar una fortuna enorme, por supuesto que no. Pero
lo que pasó es que no tenía ni idea de
lo que realmente significaba cuidar algo así. Esta persona tomó
decisiones equivocadas. Hubo momentos en los que confió en quien

(03:21):
no debía confiar. Hubo oportunidades que parecían buenas pero resultaron
ser tóxicas. Y cuando quiso reaccionar, la empresa familiar que
había heredado se había ido a pique, las tierras que
había heredado ya no eran suyas y las propiedades que
también había heredado, mejor no hablar ni de las propiedades

(03:43):
porque se las quitaron todas. Terminó dependiendo de la caridad
de la gente de su barrio y de sus conocidos.
Él lo resumió así, básicamente. Todo lo que había pasado
lo resumió en una frase. No he tenido suerte, Víctor.
Nunca tuve suerte. Víctor escuchó a su amigo en silencio,

(04:05):
muy atento, y cuando David terminó, él respiró hondo y
le contó que su historia había sido la contraria. Ni
mejor ni peor. Había sido simplemente... La contraria, Víctor nunca
había heredado nada, ni un negocio, ni un terreno, ni
un apellido que le pudiera abrir puertas y desde pequeño

(04:27):
había trabajado en lo que saliera. Lavó coches, cargó cajas,
fue portero de un hotel, camarero, ayudante, lo que hiciera falta.
Y en cada uno de esos trabajos aprendió algo. A
veces algo pequeño, a veces algo grande. Pero todo lo
que aprendió en esos trabajos sumaba. Hasta que un día,

(04:51):
con más miedo que dinero, pidió un crédito y se
compró un pequeño taller de bolsos de piel. En él
puso todo lo que tenía. Disciplina, esfuerzo, horas, errores, aprendizajes
y esa mezcla rara de ilusión y de terquedad que
tiene la gente que decide apostar por sí misma. Y

(05:14):
ese taller de bolsos creció y Víctor creció con él.
Cuando terminó de contar su historia se quedó en silencio.
Y ahí fue cuando Víctor recordó algo que guardaba muy dentro.
Un cuento que su abuelo le había repetido tantas veces
que se había convertido en parte de él. Mira, David,

(05:37):
le dijo, cuando tú heredaste todo eso, tuviste suerte. Tuviste suerte.
Pero suerte de la que se acaba rápido. Suerte de
la que no depende de ti. Suerte... de la que
si la pierdes, pues la pierdes y punto. Esa suerte
es como una moneda al aire. A veces cae bien,
a veces cae mal, pero nunca es tuya del todo. Yo,

(06:00):
en cambio, he pasado años aprendiendo a fabricar la mía,
a fabricar mi propia suerte. Una suerte que no dependa
del tiempo, que no dependa de los demás, que no
dependa de si el universo está de buen humor ese día, etc.
David levantó la mirada. con esa mezcla de curiosidad y

(06:21):
de esperanza que suele aparecer cuando alguien te dice algo
que de algún modo tú ya intuías, pero que nunca
te habían dicho abiertamente. Y Víctor continúa hablando. Mira, David,
la suerte que te toca en la vida es limitada,
es escasa y casi nunca dura. Pero la buena suerte

(06:42):
de verdad es la que se escribe con mayúsculas, la
buena suerte que no tiene nada que ver con el azar,
esa depende de ti únicamente. Depende de las decisiones que
tomas cada día. Depende de cómo preparas el terreno para
que pasen cosas buenas. Es la suerte que se construye,

(07:03):
no la suerte que te llega. Y esa es la
primera regla de la buena suerte. Y si la entiendes,
Todo puede empezar a cambiar, incluso para ti, David, en
esta situación que tienes ahora mismo. Víctor sonrió. Le encantaba
que alguien escuchara como él escuchaba a su abuelo. Entonces

(07:24):
se aclaró la voz, se dio un golpecito así con
los dedos en el pecho y dijo... Esto que te
voy a contar me lo contó mi abuelo y es
algo que pasó hace muchísimo tiempo. Muchísimo tiempo. Es un cuento.
En un reino tan lejano que si existiera Google Maps
en aquella época ni siquiera saldría, ¿verdad? Un reino que

(07:47):
era apenas una mancha en blanco en algún mapa. Pues
en ese reino vivía un tal Merlín. Y un buen
día reunió a todos los caballeros del reino. Entonces Merlin
les explicó su misión. Durante las próximas siete noches, siete noches,
ni un día más ni un día menos, siete noches,
van a hacer un trébol mágico en el Bosque Encantado.

(08:11):
Un trébol pequeñísimo. pero un trébol capaz de dar a
quien lo encuentre una suerte infinita. Infinita de verdad. Le
dará suerte con las batallas, le dará suerte con los negocios,
le dará suerte con el amor. Un trébol que a
quien lo encuentre le va a cambiar la vida. David

(08:32):
abrió los ojos de par en par escuchando esto. Imagínate
La cara de los caballeros, continuó Víctor. Estos tíos estaban flipando, ¿no?
Esto es como si te dicen... Oye, mañana mismo puedes
encontrar algo que va a hacer que todo te vaya
bien para siempre, ¿no?¿ Quién no iría a encontrarlo? Pues

(08:56):
eso pensaron todos, ¿no? Todos los caballeros pensaron eso hasta
que Merlín extendió el mapa. Porque claro, una cosa es
buscar un trébol en un prado... Y otra cosa muy
distinta es buscar un trébol en un bosque enorme que
parecía no tener fin. Un bosque con árboles altísimos, con

(09:16):
sombras que se tragan la luz, con miles y miles
de plantas por todas partes. Una auténtica locura, vamos. Imposible
de encontrar. Uno de los caballeros dijo, Merlín, esto es imposible.
Otro caballero dijo,¿ cómo vamos a encontrar un trébol entre
millones y millones de plantas y de hierbas y demás?

(09:39):
En fin... Te puedes imaginar, uno a uno, todos los
caballeros fueron reculando. Primero con excusas tontas, luego directamente bajando
la cabeza y saliendo de la habitación de Merlín, porque
el miedo hace eso, ¿verdad? Te encoge, te hace pequeño.
Y al final todos se marcharon. Todos menos dos caballeros.

(10:01):
Solo quedaron dos, Nott y Sid. Nott era un caballero
de capa negra y Sid era un caballero de capa blanca.
Volvemos a esa plaza, David asintió, metido hasta el cuello
en la historia, y Víctor continuó. Sid, el caballero Sid,
fue el primero en hablar. Dijo algo así como, si

(10:24):
Merlín dice que el trébol mágico va a nacer en
el bosque, pues yo me voy al bosque a buscarlo.
Nod no dijo nada, pero aceptó también y se fue
al bosque. Total, que al día siguiente, al amanecer, los
dos se pusieron en camino. Sin mapas, sin certezas, sin

(10:45):
una sola garantía de que fueran a encontrar nada, ¿no?
De que aquello fuera a funcionar. Pero caminaron igual. Porque
la diferencia entre ellos y los demás no era que
fueran más valientes, no era que fueran más fuertes, no
era que fueran más listos. No. La diferencia es que
ellos dos se atrevieron a dar el primer paso. Y

(11:07):
ahí es donde el abuelo de Víctor siempre hacía una
pausa cuando contaba esta historia, ¿no? Y entonces te soltaba
la enseñanza. Esa enseñanza era la segunda regla de la
buena suerte que nos enseña el libro, que dice así.
Muchos desean tener suerte, pero muy pocos están dispuestos a levantarse,

(11:29):
están dispuestos a caminar y están dispuestos a salir a
buscar esa buena suerte. La historia continúa en el Bosque Encantado.
Los dos caballeros llegan y se dan cuenta de que
los árboles ahí son enormes, retorcidos, están llenos de nudos
de esos que parecen ojos, son árboles que se inclinan

(11:50):
unos hacia otros como si estuvieran hablando entre ellos. Hasta
ese lugar tan terrible llegaron Sid y Not después de
un viaje que les robó dos días enteros de vida.
Dos días caminando, cabalgando, perdiéndose, encontrándose, pasando mucho frío por
la noche, pasando mucho calor por el día. En fin,

(12:11):
dos días sin certezas, dos días escuchando los sonidos del
bosque que ellos no sabían si eran animales o si
era alguna cosa peor que preferían no ver. En fin,
hicieron su camino Y llegaron al Bosque Encantado. Por fin
cruzaron ese límite que era el bosque. Y se dieron

(12:33):
cuenta de que el tiempo corría en su contra, porque
habían gastado ya dos días, con lo cual solamente les
quedaban cinco para encontrar el trébol encantado del que les
había hablado Merlín. Cinco días. Y teniendo en cuenta dónde estaban,
cinco días era casi un insulto. Y encima, porque siempre
hay un y encima en estas historias, habían llegado por separado.

(12:57):
No sabían dónde estaba el otro, se habían separado durante
el camino, no sabían si el otro estaba avanzando, si
estaba perdido, si estaba muerto. Cada uno iba a ciegas.
Cada uno se enfrentaba contra el bosque a solas. Y
no solo contra el bosque, contra la prisa por encontrar
el trébol y contra su propia cabeza. Bien, a la

(13:17):
mañana siguiente, cuando amaneció, Nod decidió que necesitaba una pista,
necesitaba algo, necesitaba una mínima dirección. Y entonces pensó, bueno,
si el trébol nace de la tierra,¿ quién mejor que
alguien que conoce cada rincón del suelo del bosque para
darme una pista? Y ahí fue cuando se le ocurrió

(13:38):
ir a ver al príncipe de la tierra. El príncipe
de la tierra es el gnomo. Pero claro, encontrar al
gnomo no era tan sencillo como preguntar dónde vive, ¿verdad?
Nod lo intentó, lo intentó mucho. Le preguntó primero a
una ardilla, esa ardilla solamente sabía que estaba nerviosa, no

(14:01):
le supo guiar. Luego le preguntó a un ciervo, que
le miró con cara de ciervo, ¿verdad? Esa cara de,
de verdad me estás preguntando a mí por un gnomo.
Y luego le preguntó a un búho, que no se
acordaba de nada porque era demasiado viejo. Vamos, que el
plan de Nod no iba bien. Pero después de insistir

(14:21):
y después de perder demasiada paciencia por el camino, dio
finalmente con la casa del gnomo. Tenía una puerta pequeñita,
casi escondida, como si no quisiera que nadie la encontrara.
Y Nod, con toda la esperanza del mundo, hizo al

(14:43):
gnomo la pregunta. Y lo que recibió fue un mazazo.
El gnomo muy tranquilo, el gnomo muy seguro, le dijo, imposible,
un trébol mágico no puede nacer aquí. Aquí nunca ha
nacido un trébol mágico, ni va a nacer. Y claro,
añadió razones, ¿no? Que si la Tierra estaba muerta, que

(15:04):
si no había condiciones óptimas, que si eso nunca se
había visto, que si seguramente te habrán engañado. El típico
discurso que te deja peor de lo que estabas antes.
El caballero Knott salió de allí hecho polvo. No solamente frustrado,
sino con miedo también. Ese miedo que siempre aparece cuando

(15:27):
alguien te dice que aquello que te ilusiona, que aquello
que es lo que te hace seguir adelante, pues que
simplemente no puede ser. Es imposible y no puede ser.
No lo vas a conseguir. Sid, el otro caballero, unas
horas después decidió lo mismo. Oye, voy a hablar con
el gnomo. Y también llegó hasta esa casita del gnomo.

(15:49):
Y también escuchó lo mismo, el mismo no, dicho casi
con la misma calma desesperante. Pero aquí viene la diferencia.
Mientras Not se derrumbó por dentro al escuchar esa respuesta,
Sid no. Sid se quedó callado por un momento, como
si pudiera escuchar algo más allá de lo que el

(16:10):
gnomo le estaba diciendo. Se quedó pensando, dándole vueltas. Se
quedó poniendo las piezas sobre la mesa mental y entonces
se dijo, vale, el gnomo dice que nunca ha nacido
un trébol aquí, vale, pero Merlín dijo que iba a nacer. Entonces,¿
qué pasa si las dos cosas son ciertas?¿ Y si

(16:31):
nunca ha nacido un trébol porque nunca se han dado
las condiciones? Pero ahora sí que se van a dar.
Y cuando insistió un poco más, cuando apretó al gnomo
justo en ese punto, éste le acabó diciendo, mira, aquí
la tierra está muerta, nadie ha cuidado esta tierra desde
hace siglos y los tréboles necesitan tierra fresca. Y esa

(16:55):
tierra fresca aquí no existe, no la vas a encontrar.
Sid no necesitó escuchar más. Se levantó, salió de la
casa del gnomo, se montó en su caballo y se
marchó directo al territorio de las Kauls. El territorio de
las Kauls es un sitio donde la tierra es tan
fértil que si escupes una semilla prácticamente al día siguiente

(17:15):
tienes un árbol. Y sí, también es el lugar donde
vivían unas vacas enanas que producían el estiércol más valioso
del reino. Se fue hasta ese lugar, llenó las alforjas
de su caballo con la tierra más fresca que encontró,
no midió, no dudó, no pensó en el cansancio que
se le iba a provocar, solo cargó, cargó y cargó.

(17:39):
Y volvió al bosque encantado a toda velocidad. Allí encontró
un claro tranquilo, desmontó del caballo, respiró hondo y se
puso a trabajar. removió la tierra vieja, quitó los matorrales,
esparció la tierra nueva que se había traído de ese
sitio tan fértil con las manos, sin miedo a ensuciarse,

(18:00):
y mientras lo hacía, le vino esa idea tan simple,
esa idea tan obvia, pero que a veces olvidamos. No
ha nacido un trébol aquí porque nadie ha preparado el terreno.
No ha nacido un trébol aquí porque nadie lo ha
hecho posible. Sid entendió algo que demasiada gente olvida. Que

(18:24):
para que pase algo distinto, tú tienes que hacer algo distinto.
Que la suerte no es magia. Que la suerte no
es algo que pasa. Es una consecuencia. Que las cosas
buenas no se esperan simplemente, sino que se cultivan. La
buena suerte no va a aparecer porque sí. La buena
suerte va a aparecer cuando tú crees las condiciones para

(18:47):
que esa buena suerte aparezca. Al cuarto día, Nod, el
caballero de la capa negra, iba a lomos de su
caballo con cara de no haber pegado ojo en toda
la noche. Se le notaba en la mirada, los hombros caídos,
esa forma de apretar los labios que solamente tienen los
que están dudando de todo, incluso de ellos mismos, porque

(19:10):
las palabras del gnomo seguían ahí, dándole vueltas en su cabeza.
Una parte de él pensaba que el gnomo a lo
mejor lo había engañado, se quería quedar el trébol para él.
Y otra parte sospechaba que por mucha buena voluntad que pusiera,
la suerte simplemente no estaba de su lado y el

(19:31):
trébol no lo iba a encontrar. Aún así siguió avanzando
por el bosque. Porque cuando no sabes qué hacer, avanzar
es lo único que te queda. Esto lo sabemos todos.
Y el bosque no le ayudaba en absoluto. El bosque
seguía apareciendo infinito y Nod cabalgaba a través de él

(19:51):
sin rumbo claro, siguiendo su desesperación más que su instinto.
Hasta que, de pronto, cuando menos se lo esperaba, los
árboles comenzaron a separarse. Y de pronto se encontró ante
un lago inmenso. Y en ese lago, de pie sobre
las aguas, apareció una mujer. Una figura luminosa, una figura

(20:14):
casi líquida, como si estuviera hecha de la misma agua
del lago. Era lo que el libro nos describe como
la dama del lago, ese es el nombre, ¿no? A
Nott se le cortó la respiración, no sabía si inclinar
la cabeza, si hablar con ella, si huir, pero algo
dentro de él le dijo que aquella podía ser su oportunidad.

(20:36):
Dama del lago le dijo, estoy buscando tréboles,¿ dónde crecen
aquí los tréboles? Ella no contestó, al principio solamente se
rió y cuando terminó de reír se le cambió la cara,
se puso seria, se puso muy seria. Mira, en este bosque,

(20:57):
le dijo, no crecen árboles, tréboles, no crecen tréboles ni
crecerán nunca. No hay agua suficiente en la superficie, todo
fluye bajo tierra, invisibles, escondidos, y los tréboles necesitan humedad constante.
No sabes esto, los tréboles necesitan humedad constante, necesitan vida.

(21:18):
Aquí no vas a encontrar ningún trébol, olvídate. Fue como
otro portazo en la cara de Nott. Nuestro caballero dejó
caer los hombros, giró el caballo, totalmente abatido, por supuesto,
y empezó a alejarse del lago sin mirar atrás. Estaba harto,
harto de buscar, harto de no encontrar, harto de escuchar

(21:42):
siempre las mismas respuestas, cansado. Y mientras cabalgaba,¿ de qué
se quejaba? De su suerte, de su destino, de todo.
Y mientras Knott se hundía en la frustración, pues al
otro lado del bosque, Sid, el caballero de la capa blanca,
se despertaba con el cuerpo totalmente machacado por el esfuerzo

(22:05):
de la tierra, pero con la cabeza clara. Había trabajado
como un loco el día anterior, recuerda que había estado
preparando la tierra, y ahora solamente le faltaba el agua.
Nada más y nada menos. Y la única que podía
darle ese agua era la dama del lago, por supuesto.
Así que comió un poco, se montó en su caballo

(22:26):
y partió sin perder el tiempo. Cabalgó durante horas a
través del bosque, respirando hondo y llegó al lago. Él
sabía que siempre hay que poner de tu parte cuando
quieres algo. Cuando llegó al lago, vio a la misma
dama y entendió al instante una cosa que a Nott

(22:49):
se le había escapado por completo. Ella estaba rodeada de agua. Sí,
de agua, pero era un agua atrapada, era un agua
sin salida, era un agua condenada a morir bajo tierra.
Y entonces le pregunto, dama del lago,¿ cuánta agua necesitan
los tréboles para crecer? Ella respondió con una sinceridad absoluta. Mucha. Muchísima.

(23:17):
Necesitan agua pura, necesitan agua constante. Mira, los tréboles solo
crecen cuando la tierra está viva. Y aquí, aquí mis
aguas no pueden alimentar nada. Se hunden bajo el suelo
y no tengo forma de guiar estas aguas para que
hagan nada. En ese instante, Sid sintió el clic en
su cabeza. Ese clic que solamente escuchan quienes están atentos

(23:40):
a algo más que sus propios problemas cotidianos. Si tú
me das tus aguas, le dijo... Yo puedo ayudarte a
abrir un camino, un surco, una salida, algo que permita
que tu agua llegue a la tierra que la espera,
algo que te alivie a ti y que al mismo

(24:01):
tiempo dé vida al bosque. La dama lo miró con
una expresión imposible de describir. Era una mezcla de sorpresa,
de alivio, de gratitud y aceptó. aceptó el trato que
le proponía Sid. Entonces Sid tomó su espada y la

(24:22):
convirtió en un arado improvisado. Se agachó, hundió la hoja
en esa tierra del bosque y empezó a abrir un
surco largo, profundo, con muchísima paciencia y la tierra cedió
y el agua fue avanzando. Primero despacito, como si dudara,
y luego ya con fuerza, como un canal. La vida

(24:44):
te devuelve lo que das. Susurró Sid. La vida te
devuelve lo que das. Porque al ayudar a la dama,
él se había ayudado también. Porque al darle salida al agua,
había creado las condiciones que necesitaba para su huerto. La
suerte no aparece sola, la suerte se provoca. Cuando creas

(25:07):
oportunidades para otras personas, el mundo, de una forma u otra,
acaba devolviéndote esas oportunidades a ti. Bueno, la última noche
antes de que se cumpliera el plazo que les había
dado Merlín, Nott estaba ya al borde del agotamiento. Había
caminado durante horas, había esquivado raíces, ramas, sombras y lo

(25:31):
único que quería era un sitio tranquilo donde parar, donde
pensar un poco y donde dejar que su caballo respirara.
Estaba agotado y no había encontrado absolutamente nada. Y mira
tú por dónde, justo cuando más lo necesitaba, el bosque
se abrió. Apareció un claro precioso, un claro de esos

(25:53):
que parecen sacados de un sueño, con agua fresca cayendo
entre las piedras, con un pedacito de pasto verde suave,
perfecto para un caballo cansado. Knott suspiró de alivio. Casi,
porque claro, siempre hay un pero, ¿verdad? En todo. En
cuanto avanzó un poco más, vio a Sid. Estaba tirado

(26:16):
en el suelo, lleno de tierra hasta las pestañas, apoyado
en su caballo porque no podía más. Y entonces Nod
desmonta y le pregunta, ¿qué, Sid?¿ Cómo te ha ido
a ti?¿ Has encontrado el trébol mágico del que nos
habló Merlín? Sid levanta la cabeza... Se sacude un poco

(26:37):
la tierra... Y le dice que no... Que él no
ha visto nada... Ni una pista... Ni un indicio... Nada absolutamente...
No tenemos trébol mágico... Nott se queda un momento callado...
Frunce el ceño... Y le suelta... Entonces...¿ Por qué sigues aquí?
Vete al castillo... ¿No? No pierdas más tiempo... No te

(27:01):
canses para nada... Pero Sid levanta la mano... Y le dice, espera, espera, espera, espera.
Cuando Knott se fija bien, ve que Sid está hecho
un desastre. Tiene la ropa manchada, tiene las botas llenas
de barro, tiene las manos absolutamente negras, como si hubiera
estado excavando su propia tumba. Y entonces Sid le explica

(27:25):
lo que ha estado haciendo. Ya sé lo que dijo
el gnomo, porque sé que te lo dijo a ti también,
que aquí no podía nacer ningún trébol. Así que pensé
que si no podía nacer, igual yo podía hacer que naciera.
He traído abono, he creado un arroyo, he quitado piedras, matorrales,

(27:48):
he preparado la tierra, he intentado que este lugar quiera vivir.¿
Y noot? explota porque a not las cosas tan complicadas
le irritan le enfadan estás loco de suelta estás loco
de remate no sabes dónde van a hacer el trébol

(28:11):
porque nadie lo sabe y tú te dedicas a montar
un huerto en mitad del bosque un huerto en mitad
del bosque pero qué te pasa estás loco o qué
Y se va, se marcha enfadado, resoplando, convencido de que
Sid se ha vuelto completamente loco, que ha perdido el
juicio en algún punto de aquel bosque. Pero Sid no

(28:35):
se mueve, ni un centímetro. Sid se queda observando la tierra,
su tierra, ese trocito de mundo que ha preparado con
sus propias manos. Y piensa que si Merlín dijo que
había que encontrar el trébol mágico, en ningún momento dijo

(28:56):
que uno no pudiera hacer algo para facilitar el asunto.
Que los que creen en el azar se ríen de
los que crean las circunstancias. Y que los que crean
las circunstancias, curiosamente, nunca se preocupan por el azar. Qué profundo, ¿verdad?,
esta reflexión del libro. Esa noche Sid duerme regular, o

(29:20):
no duerme, da lo mismo. Está inquieto, está nervioso, tiene
esa sensación rara de que algo importante está a punto
de pasar, aunque igual no pasa nada. Y llega el amanecer,
el último día. Sid se levanta con un nudo en
la garganta, él lo ha dado todo, ha trabajado como

(29:44):
un loco, Ha aprendido más en esa semana que en
todo un año como caballero, pero ahí está, sin un trébol,
ni uno. Y es que claro, acertar el punto exacto
del bosque donde van a hacer el trébol mágico es
algo absolutamente imposible. Pero de repente el viento cambia. Una

(30:07):
ráfaga brutal mueve los árboles, dobla las ramas, revuelve todo
como si el bosque estuviera despertando de un mal sueño.
Y entonces empieza a llover. Pero no es una lluvia normal.
Es una lluvia de pepitas verdes. Primero caen unas poquitas
y luego caen un montón. Y luego caen miles, miles

(30:30):
de miles. Una nube entera cayendo del cielo sobre el
bosque encantado. Las semillas del trébol de cuatro hojas que
todos los años caen y que nadie mira. Las semillas
del trébol de cuatro hojas que ensucian los tejados. Las
semillas que dan trabajo a los escobones. Las semillas que

(30:51):
nadie quiere. Las semillas quedan ahí, quietas, inertes, como siempre,
como todos los años. En todo el reino no pasa
absolutamente nada, nada. Excepto en un lugar diminuto, muy pequeño.
Tan pequeño que si no sabes dónde está, jamás lo

(31:11):
vas a encontrar.¿ Dónde es ese lugar? El huerto de Sid.
Ese huerto que parecía una locura. Ese huerto que nadie
más habría hecho, ese huerto que nació de la insistencia
y del cansancio y del barro y de la fe
un poco irracional de un caballero que no se rindió. Ahí,

(31:34):
justo ahí, las semillas empiezan a brotar. Un mar entero
de tréboles de cuatro hojas creciendo todos a la vez.
Porque cuando alguien es capaz de crear las circunstancias correctas,
entonces la buena suerte deja de ser una casualidad y
se convierte en algo que es ilimitado, en algo que

(31:55):
es infinito. Volvemos a esa plaza, volvemos al mundo actual.
Cuando Víctor terminó de contarle a David aquella historia que
le había transmitido su abuelo, se quedaron los dos en silencio.
El aire estaba quieto, como si también estuviera escuchando. Un
par de niños corrían por la plaza detrás de una

(32:17):
pelota y aún así parecía que nadie hacía ruido. Víctor
respiró hondo. Tenía algo en la garganta, no sabía si
era emoción, tensión o vete tú a saber qué. Y
se animó a hablar bajito. Y le dijo a su amigo,
a lo mejor esto te parece una fábula, pero yo

(32:39):
solamente quería que te llegara la buena suerte, aunque fuese
envuelta en un cuento, aunque te parezca una tontería. Espero
que no te haya molestado lo que te he contado.
David seguía mirando al frente se le notaba que tenía
un nudo por dentro en realidad los dos tenían un
nudo y en ese mismo silencio David pensó y supo

(33:01):
que aquel reencuentro era una suerte increíble casi imposible si
lo pensaba fríamente. Después de tantos años sin verse, los
dos amigos, de tantos años sin llamarse, sin saber nada
del otro, de pronto, pum, ahí estaban. Coincidían en la
misma plaza y se sentaban en el mismo banco. Es raro,

(33:23):
murmuró Víctor, que justo este cuento, este momento haya llegado así,
de repente. David entonces giró un poco la cabeza y
hacia su amigo y le dijo, este encuentro no ha
sido por azar. Víctor, sorprendido, frunció un poco el ceño,¿

(33:44):
cómo que no?¿ Cómo que no ha sido por azar? No,
no ha sido por azar. El cuento no ha llegado
aquí por casualidad y tú tampoco. Yo he creado las
circunstancias para que esto pasara. Mira, Víctor, durante los últimos
cuatro años no he dejado de pensar en ti. Y

(34:04):
han sido los peores años de mi vida, como te
he contado antes. Créeme, los peores. Estuve mal, estuve muy mal.
Y cuando uno está mal, pues busca agarrarse a algo
o busca agarrarse a alguien. Y yo pensé en ti.
Te busqué, te busqué muchísimo, te busqué muchísimo más de
lo que te puedas imaginar. en las redes, en lugares

(34:25):
por los que habíamos pasado, en lugares por donde yo
sabía que tú parabas, preguntaba a gente que creía que
a lo mejor podía saber algo de ti, pero nada,
ni rastro. Y cuando no podía buscarte, te imaginaba, visualizaba
este mismo instante en este banco teniendo esta conversación. Víctor

(34:46):
tragó saliva, porque a veces las palabras que te diga
un amigo pueden tener más impacto que cualquier metáfora o
que cualquier cuento o cualquier leyenda. Y sintió que algo
en su interior hacía clic, como si lo hubieran recolocado
por dentro sin tocarlo. David sonrió de una forma pequeña,

(35:07):
pero muy sincera. Y le dijo, así que sí, yo
también he creado buena suerte. La buena suerte nunca llega
por casualidad, como tú bien dices. Bueno, espero que este
episodio te haya inspirado y que te lleves al menos
una idea que puedas poner en marcha hoy mismo. Y

(35:28):
si quieres seguir profundizando, pues déjame contarte que ya tienes
disponible el primer volumen de mi nueva colección. Se llama
Secretos para Vivir Mejor. Y son unos libros, un compendio
de las ideas, de las herramientas prácticas que tocamos en
este podcast.¿ Para qué? Pues para que puedas tenerlas por escrito,
para que puedas repasarlas cuando quieras y para que puedas

(35:49):
aplicarlas en tu día a día y empezar a dar
pasos reales hacia eso que deseas. Lo tienes ya disponible
y te dejo su enlace directo en la descripción para
que le eches un vistazo, por supuesto, sin ningún tipo
de compromiso. Muchas gracias de verdad por estar al otro lado.
Si este episodio crees que te ha aportado valor, pues

(36:09):
te invito a que lo compartas con alguien a quien
también pueda ayudar. Suscríbete al canal, por supuesto, y sigue
al podcast en Instagram. Y ahora sí, me despido. Un
fuerte abrazo y hasta la próxima.

Speaker 3 (36:46):
Gracias por ver el video!
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Ruthie's Table 4

Ruthie's Table 4

For more than 30 years The River Cafe in London, has been the home-from-home of artists, architects, designers, actors, collectors, writers, activists, and politicians. Michael Caine, Glenn Close, JJ Abrams, Steve McQueen, Victoria and David Beckham, and Lily Allen, are just some of the people who love to call The River Cafe home. On River Cafe Table 4, Rogers sits down with her customers—who have become friends—to talk about food memories. Table 4 explores how food impacts every aspect of our lives. “Foods is politics, food is cultural, food is how you express love, food is about your heritage, it defines who you and who you want to be,” says Rogers. Each week, Rogers invites her guest to reminisce about family suppers and first dates, what they cook, how they eat when performing, the restaurants they choose, and what food they seek when they need comfort. And to punctuate each episode of Table 4, guests such as Ralph Fiennes, Emily Blunt, and Alfonso Cuarón, read their favourite recipe from one of the best-selling River Cafe cookbooks. Table 4 itself, is situated near The River Cafe’s open kitchen, close to the bright pink wood-fired oven and next to the glossy yellow pass, where Ruthie oversees the restaurant. You are invited to take a seat at this intimate table and join the conversation. For more information, recipes, and ingredients, go to https://shoptherivercafe.co.uk/ Web: https://rivercafe.co.uk/ Instagram: www.instagram.com/therivercafelondon/ Facebook: https://en-gb.facebook.com/therivercafelondon/ For more podcasts from iHeartRadio, visit the iheartradio app, apple podcasts, or wherever you listen to your favorite shows. Learn more about your ad-choices at https://www.iheartpodcastnetwork.com

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