Episode Transcript
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Speaker 2 (00:00):
La bailarina. Con duro esfuerzo salió de la caja. Esa
caja de madera, o castillo, como lo llamaban algunos, que
la había estado frenando y ralentizando a cada paso que daba.
Harta ya de ese sonido agudo y cada vez más disonante,
que apenas le permitía escuchar sus propios pensamientos siquiera, cada
(00:21):
vez que alguien abría su puerta y giraba la maldita manivela.
obligándola a hacer y rehacer los mismos movimientos, hasta que
la caja se cerrara de nuevo y cayese rendida, postrada
ante la oscuridad y el silencio que le imponían. Curiosamente,
aún no sabía cuál era el castigo, la música y
(00:42):
el baile, o la muda negrura de su extraño ataúd.
Nunca pudo negarse, nunca tuvo oportunidad de rebelarse y acabar
con su esclavismo. Siempre feria danzante de otros, jamás para sí.
Hasta que aquel chiquillo que ni siquiera comprendía qué estaba mirando,
tiró la caja en un arrebato infantil y la dejó allí,
(01:05):
tumbada de medio lado, con la puerta cerrada, pero con
el muelle que la anclaba a ese siniestro lugar. roto
así que escapó... se arrastró empujando la tapa con hombros
y cabeza... hasta que logró salir del castillo de espejos...
con la esperanza de encontrar a su amado... y huir
juntos lejos de esa vida que tanto odiaba... porque aún
(01:27):
en su encarcelamiento... El amor había llegado hasta la bailarina
cada vez que alguien abría esa prisión y la hacía
danzar ante el pelotón de soldados, que, sin voluntad alguna,
la contemplaban imperturbables desde su lugar en la estantería. Pero
no él. Ese dulce soldadito, más pequeño que los demás,
a quien le faltaba una pierna, siempre la observaba con asombro,
(01:50):
reverencia y admiración, como si el resto de la habitación
desapareciese mientras duraba su actuación. como si el mundo entero
se disolviese entre los suspiros que dejaba escapar solo para ella.
Con la determinación superando al miedo, se arrastró lejos de
la caja hasta la pared más cercana, apoyándose lenta y cuidadosamente.
(02:12):
Consiguió mantener el equilibrio, alzarse sobre ese muelle partido que
tantos años la mantuvo recta con falsa seguridad y comenzó
a dar saltitos con brazos extendidos y el vestido flotando
alrededor como vaporosa niebla de la mañana. Hasta que cruzó
la puerta entreabierta de la inmensa habitación de gigantes y
llegó al gran salón donde, por aquellos días invernales, la
(02:34):
estufa de leña siempre ardía. Pero lo que vio atravesó
su corazón de plata con una flecha invisible que la
paralizó de horror. Durante un instante congelado en el tiempo,
pudo observar en el reflejo de la ventana de una
extraña e irreal forma distorsionada, ese fuego que, ardiendo entre
(02:54):
parpadeos con furia atronadora, parecía devorar todo a su alrededor.
Escuchó los agudos cantos del viento por el pequeño hueco
del ventanal abierto para el exceso de humo, gritando colérico
al cielo su indignación por las injusticias del mundo. Y
lo vio, dentro de esa onírica burbuja, incapaz de aceptar
(03:17):
lo que estaba ocurriendo, vio a su amado soldado, que
lejos de sus compañeros, ardía en la chimenea siendo golpeado
una y otra vez con un atizador ennegrecido en manos
del mismo niño que la había liberado aún sin saberlo.
Su única pierna manteniéndolo firme sobre las brasas de un
fuego que crepitaba con lamentaciones que ninguno de ellos era
(03:39):
capaz de emitir. Y el frío cristal que la separaba
de la realidad, como si estuviese observando cuanto sucedía desde
fuera de su cuerpo, explotó haciendo añicos cualquier esperanza que
hubiese llegado a albergar. En un ferviente deseo de unirse
a él, si no en vida, al menos en esa
piadosa muerte que al final se lo lleva todo. Tan
(04:02):
solo un pensamiento la instaba a no derrumbarse. Llegar al
fin de su existencia, bailando.¿ Quién lo habría dicho? Dejarse
consumir por las llamas bailando una última vez, solamente para
su amado soldado. Y también para sí misma. El cuerpo
tomó la iniciativa antes de que el cerebro despertara del
(04:24):
shock y giró y saltó sobre su estropeado muelle hasta
sentir las lenguas ardientes sobre su cuerpo. Mas no desistió
en llegar a su amor con el único deseo de
fundirse con él en ese embravecido fuego que amenazaba con
consumir incluso su misma esencia. devorándolos por completo hasta dejar
únicamente cenizas, plata y plomo disuelto. Salvo que el intrépido soldado,
(04:50):
tras vislumbrar a su enamorada entre intensos fogonazos de dolor,
halló el valor necesario para escapar del niño y del
fuego que lo aprisionaba, lejos de la barra de hierro
que el despiadado mocoso blandía intentando derribarlo. y saltó de
ese infierno siguiendo el borde de la chimenea con el
temor inundándolo hasta interponerse en su camino cuando las llamas
(05:11):
pesaban ya su rostro, aferrándola con determinación. Ya en sus brazos,
manteniendo la inercia de la carrera, saltó nuevamente con ferocidad
sobre la pila de leños situada entre la chimenea y
la estantería de madera, y siguió subiendo hasta llegar a
sus expectantes compañeros, esos soldados que, aun siendo incapaces de
(05:32):
sentir tal y como hacía su hermano más pequeño... habían
desarrollado una extraña empatía hacia él y tras observar a
la pareja acercarse a toda velocidad abrieron filas protegiéndolos del
niño y dándoles ventaja para llegar hasta la ventana sin
perder un instante sin dejar espacio para la duda los
enamorados se lanzaron por el hueco abierto al frío manto
(05:54):
de la noche que tras unirlos en un abrazo eterno
los brazos de él sólidos ahora alrededor de la cintura
de ella sus labios unidos en un beso sin fin
Los llevó volando con la salvaje fuerza del viento hasta
un pequeño nido abandonado que aún mantenía el calor de
sus antiguos ocupantes. Ese sería su nido ahora, un lugar
(06:18):
lleno de ternura, decorado con hermosas flores y suaves plumas,
y el gran árbol que lo albergaba, cobijándolos y protegiéndolos
con un cariño que ninguno de ellos había conocido hasta
ese momento. Ese hogar donde finalmente podrían bailar juntos, envueltos
en la imperturbable calidez de su amor hasta el fin
(06:38):
de los tiempos. Inspirado en el cuento El Soldadito de Plomo,
de Hans Christian Andersen.