«Pero el pueblo no quiso oír la voz de Samuel, y dijo: No, sino que habrá rey sobre nosotros; y nosotros seremos también como todas las naciones» (1 Samuel 8:19-20a)
Cuando el pueblo de Israel heredó la tierra prometida, no tenían un rey. No tardaron mucho tiempo en notar lo que les parecía esta deficiencia. Así que vinieron a Samuel y pidieron un rey. Samuel les advirtió sobre todas las desventajas de tener un rey, pero al pueblo no les importaba. Obviamente su decisión no estaba basada en la lógica. No habían pedido un rey sencillamente porque les parecía un sistema de gobierno superior. Su razonamiento descansaba sobre otra base: querían ser como las demás naciones alrededor de ellos. Estaban motivados por la codicia, el deseo de tener lo que otros tienen.
Algo falla en el pueblo de Dios cuando se cansan de ser un pueblo apartado para Dios y quieren ser como los demás que viven bajo la ira de Dios. Sin embargo ha sido y sigue siendo una enfermedad común del pueblo de Dios. Tengamos cuidado de no caer en esta tentación de reemplazar los regalos que Dios nos ha dado con lo que tiene el mundo. Más bien vivamos santos (apartados para Dios), como Él es Santo. (David Bell)