«Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras.» (Hechos 26:11)
Aquí encontramos el testimonio del apóstol Pablo de su vida antes de su encuentro con Cristo. Con vergüenza admite Pablo que había abusado de personas con el fin de llevarles a blasfemar contra sus creencias. Es interesante que no dice si alguno llegó a blasfemar en algún momento, lo cual nos hace pensar que no había tenido mucho éxito en su persecución. Estos cristianos no habían cometido ningún crimen, pero Pablo los trataba como malhechores. Pero lo más interesante es cuando comenta lo que le impulsaba: estaba “enfurecido sobremanera”. Pablo les perseguía porque estaba muy molesto, enfadado. Que sepamos, ningún cristiano jamás había hecho nada contra él; sin embargo, verles le sacaba de quicio. Creo que lo que tanto le afectaba era que veía en ellos algo que no había conseguido él. De alguna manera veía que la fe sencilla de éstos “del camino” superaba la religión estricta de los fariseos. Quizás nosotros tenemos alrededor de nosotros una persona “enfurecida sobremanera”. Igual Dios está obrando en su corazón para traerle a sí mismo.
Busquemos hoy ser un testimonio fiel ante todos, tanto si nos respetan como si nos odian, porque muchas veces no podemos imaginar todas las grandes cosas que Dios está haciendo en los que nos rodean. (David Bell)